NOCHE XIII - Noches de insomnio

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NOCHE XIII


Sisa


 Buenos días señorita Queta y compañeros. El día de hoy tengo el placer de presentarles mi trabajo de exposición que habla acerca de la carrera artística de JOB…

  ¡Te odio, Tomas!  — lo interrumpieron desde atrás.

  Amira, guarda silencio mientras tu compañero expone su trabajo — la reprendió nuestra tutora.

  Así es, “Amira”, déjame exponer mi trabajo — dijo Tomas con superioridad; Loi le sacó la lengua.

La diapositiva inicial mostró la foto de un chico muy joven, de cabello teñido de rosa fosforescente y ojos verde brillante. Tenía un piercing en el labio inferior y otro en la ceja derecha.

Tomas tomó una gran bocanada de aire para continuar con su exposición:

  JOBEY es el nombre artístico que Samin Nerses adquirió para iniciar su carrera en la música electrónica. Tiene 24 años y nació en Frantzon, en la ciudad de Khilari. Apenas lleva cinco años en el campo artístico, pero ya tiene tres álbumes de estudio con canciones creadas por él y con colaboración de otros artistas para las voces. Su último trabajo se lanzó este año, el mes pasado, y ya rompió con los récords de ventas de la revista…

  ¿Están viendo la sonrisita de campeón en su cara? — nos murmuró Loi a Etel y a mí desde la carpeta de adelante.

Me dio algo de risa su mirada irritada.

  Tu tema también ha sido interesante — le comenté.

  Bueno, sí. La verdad es que leer Orgullo y Prejuicio no ha sido tan malo. Y el señor Darcy tiene sus lados interesantes… Aunque en el fondo no sea más que un imbécil.

  ¡Óyeme! — protestó Etel indignada.

  ¡Wow! ¿En serio se ha hecho 30 cambios de look en toda su carrera? — pregunté en voz bajita cuando Tomas mostró un artículo de Internet a propósito de eso.

  Síp, Bellota. A veces da la impresión de estar algo loco— me respondió Etel con una risita —. Pero es parte de su encanto. ¡El año pasado me teñí el pelo de verde por él!

Observé con sorpresa la última foto que apareció en la diapositiva. El tal Samin Nerses o, para ser más exactas, JOBEY, aparecía en la portada de una revista de música con unos audífonos enormes sobre el cuello, los ojos verdes brillándole intensamente y el cabello corto ahora teñido de azul eléctrico.

La verdad es que la exposición de Tomas fue una de las más interesantes porque el tema de JOBEY en sí era bastante llamativo: en sus inicios, por ejemplo, realizaba mezclas electrónicas con música clásica. Oímos el fragmento de una pista que tenía de base a Vivaldi y me sonó casi a gloria.

  Sus fans más acérrimos saben de sobra que JOBEY es vegano. Por otro lado, él mismo ha revelado que tiene más de diez tatuajes “inacabados” en todo el cuerpo.

¡Vaya! ¡¿Tantos?!

  ¡Te odio con todo mi corazón, Tomas Gerdau! — exclamó Loi a la salida—. Has tenido de tarea buscar información sobre JOBEY ¡y encima has obtenido la mejor nota por haber “disfrutado” tu trabajo!

  No puedo hacer nada al respecto. Así es la vida, mujer — le respondió satisfecho.

  Niños, niños, ¡tengo que irme a casa volando porque papá ha regresado de viaje y almorzaremos con él! — anunció Etel. Los tres asentimos y la vimos alejarse rápidamente.

El papá de Etel trabaja fuera de Lirau. Siempre que viene a casa se pone muy contenta.

  Yo tengo ensayo con Godzilla, ¿me llevas, Bellota?

  ¡Claro, Loi! Vam…

  Yo también voy — dijo Tomas de la nada—. Me han suspendido las prácticas de tenis de toda esta semana.

  Genial, entonces tendré más tiempo para desquitarme contigo.

  ¡Ouch, mujer! ¡Mi brazo! ¡No lo aprietes de esa formaaaa!

Llegamos al edificio de ensayos, Loi se despidió de ambos mientras Tomas se frotaba la muñeca que había sido magullada en todo el trayecto, y después la vimos desaparecer por la puerta principal.

  ¿Y tú, Sisa? ¿Qué dices? ¿Te llevo a…? ¿Te acompaño a…tu casa?

  ¿Mmm? ¿Pasa algo? — le pregunté por el repentino nerviosismo.

  Es difícil cuando te quedas a solas con la chica que te gusta. — Ehhh—. ¡No! ¡No quiero incomodarte, lo siento!

  Ehh…está…está bien. Solo que… solo que no iré a casa. Tengo algo que hacer en otro lado.

  Te he asustado y no quieres que te acompañe, ¿verdad? — me dijo desanimado.

  ¡No! ¡No es eso! Lo que pasa es que tengo que encontrarme con alguien en un rato y…

  ¿Mmm? Entonces… ¿te parece si te invito un helado mientras esperas?

  Bu-bueno.

En realidad, había quedado con Alen para ir a ver a Hethos quien iba a ponerme bajo una especie de hipnosis llamada Li-kay o algo así. La última visión que había tenido no había vuelto a repetirse ni a darme mayores vestigios, así que después de tanto tiempo esperando, creyeron que lo mejor era actuar ya.

Estábamos frente a la heladería a la que solía traernos Loi, cuando de repente recordé algo:

  Tomas, hace tiempo me contaste que eras muy cercano a Zara Lagares, ¿verdad?

  ¡Eh! ¡Aggrrhh! — Y se atragantó con el helado.

Le di un par de palmaditas en la espalda mientras esperaba que se recuperara.

  ¿Por qué…? — Tomó algo de aire y después me observó fijamente—. ¿Por qué me preguntas eso?

  Solía verla los miércoles en el Club de pintura, pero ha faltado a las dos últimas sesiones.

  ¿Zara? Bueno, es que está de viaje. Fue a visitar a sus abuelos en Libiak.

  ¿De viaje? — Qué mala suerte—. ¿Y sabes cuando regresa o algo?

  Mmm, pues me parece que ya debe estar por retornar. A sus papás nunca les ha gustado que pierda clases en la escuela.

  Ah, ya veo.

Ya han pasado casi dos semanas, pero aún sigo preguntándome lo mismo: ¿por qué demonios vi a Zara Lagares en la visión que tuve? ¿Acaso…? ¿Acaso sería la famosa Albania? ¿Y por qué hablaban de un hombre comprometido?

Y en realidad la pregunta principal era ¿por qué justamente yo veía todas esas cosas?

  Ya no estoy interesado en ella, si es lo que quieres preguntarme.

  ¿Ah? — Volví al presente, y me encontré a Tomas parado frente a mí.

Se había detenido y sostenía su cono de helado con un ligero temblor en la mano.

  Sisa, bueno, yo… yo sé que ahora lo único que compartimos es una bonita a-a…amistad.

Elevé la mirada y repentinamente sentí que el cuerpo se me tensó.

Tomas es un gran amigo, es muy simpático, pero…pero…

« Alen…»

¡Cállate, horrible voz!

Reaccioné: los dedos de Tomas habían atrapado los míos con suavidad.

  Tal vez suene raro, tomando en cuenta que las chicas siempre están bromeando con el hecho de que me gustas, pero… — Apreté los labios porque soy muy mala para estas cosas: también termino poniéndome nerviosa y no se me ocurren respuestas ingeniosas ni nada.

  Tomas, espera…

«Eres lindo, y te estimo, pero…»

«Alen, Alen, Alen…»

¡Basta!

  Solo quería confirmar que cuando digo que me gustas, no estoy bromean…

  ¡Oye! ¿Qué haces con la chica de mi amigo? — oímos por detrás.

¡¿Qué cosa?!

Giré y me encontré con los ojos azules de Tarek.

  ¿Disculpa? — preguntó Tomas elevando una ceja. Tarek me tomó por el brazo y me jaló hacia atrás —. ¿Y puedo saber quién eres tú?

No, ¿en qué momento Tomas puso ese tono de voz tan frío?

  ¿Yo? Tarek Rye, mucho gusto — le respondió con jovialidad.

  ¿Dijiste “la chica de tu amigo”?

  ¡No, seguro escuchamos mal! — exclamé, poniéndome entre ambos.

Tarek se veía muy apacible, pero sentía que Tomas no estaba muy tranquilo que digamos.

  No, han escuchado bien. Eres la chica de mi amigo, ¿o no? — Volteé a mirar a Tarek, exigiéndole con la mirada que dejara de decir tantas tonterías—. ¿Bellota? Mi amigo: ¡Alen!

  ¿Pero-qué-estás-diciendo? — lo reprendí entre dientes, sin comprender.

  ¿Alen? — repitió Tomas—. ¿Quién es Alen? ¿No es el tipo del mue…?

  Alen soy yo — oí por detrás. Sentí que el alma se me cayó a los pies cuando lo vi acercarse con gesto fastidiado, casi de manera aburrida—. ¿Y ahora qué problemas estás causando, Tarek?

  ¿Yo? ¡Yo solo vine a…!

  Discúlpenlo, a veces solo dice estupideces. — Le extendió la mano a Tomas que se veía como alguien al que acababan de golpear en la cabeza. No se lo reprocho porque yo estaba igual—. Mucho gusto, soy Alen Forgeso, “amigo” de Sisa —aclaró—. No tengo nada con ella, tampoco planes futuros. Así que no te preocupes.

Tragué despacio y decidí darle una buena mordida a mi paleta de chocolate para enfocarme en otra cosa.

“No tengo nada con ella, tampoco planes futuros”.

Ah bueno, gracias por aclararlo. Estúpido calehim directo.

  Eh, bien, ¿nos…vamos? — me preguntó Tomas con vacilación.

  Oh, disculpa que tenga que llevármela, pero tenemos algo pendiente que hacer — añadió Alen —. Tal vez ella lo haya olvidado, pero es muy importante para mí.

  ¿Qué? ¡Yo no he olvidado nada! — repliqué disgustada—. Quedamos a las seis y apenas son las cuatro y… — Tomé el brazo de Tarek de un jalón (se quejó por mi rudeza), y observé la hora en su reloj—. ¡Apenas son las cinco y diez!

  Es muy importante así que mejor lo hacemos de una vez, ¿te parece? Después puedes volver a tu cita o lo que sea.

  ¿Qué te pasa? — le pregunté sin creer que sonara tan indiferente.

  Nada, ¿nos vamos?

Fruncí el ceño y por un momento pensé en decirle que podía irse al infierno si quería, pero de ahí recordé que también había quedado con Hethos y él no tenía la culpa de nada.

  Tomas, eh… lo siento. Nos vemos mañana en la escuela — me disculpé, llevándomelo un par de metros lejos.

  ¿Estás segura de irte con esos tipos? — me preguntó preocupado.

  Oh, sí, son buenas personas, no te preocupes. — Asintió, se despidió de mí y cruzó la pista.

Volteó de reojo y volví a despedirme moviendo la mano.

  Eh, Bellota, ¡eres toda una rompecorazones! — exclamó Tarek cuando retorné.

  ¡¿Puedo saber de dónde salió lo de que era su chica?! — exploté furibunda. A su lado, Alen suspiró y se dio la vuelta —. ¡Y tú, ¿a dónde crees que vas?!

  A la tienda de Hethos, niña. — El gesto altivo me enfadó aún más—. Cuando dije que teníamos prisa no era para arruinarle el plan de conquista a tu amiguito; era porque realmente tenemos prisa.

  Oye, hermano, no le hables en ese tono — intervino Tarek—. Después de todo si aparecí así fue porque…

  Porque eres un idiota, por eso — añadió cortante.

  ¿Qué te pasa? — dije ahora yo—. ¿Por qué estás así?

  ¿Así cómo?

  ¡Así! ¡Malhumorado y sin motivo aparente!

  La que está disgustada eres tú, escúchate: hablas como si fueras una anciana renegona. ¿Y qué si Tarek le dijo que eras mi novia? ¿Acaso eso fue lo que te molestó?

  ¡Claro que sí porque no es cierto!

No. En realidad, lo que me había molestado era que el muy idiota dejara en claro, de manera muy rotunda, que no estábamos saliendo.

Aunque bueno, eso ha sido demasiado infantil de mi parte. Sí, lo acepto.

  Estabas llamándome, casi pidiendo ayuda. No entiendo por qué demonios ahora estás tan disgustada.

  ¿Llamándote? ¡Yo no estaba llamándote!

« Sí lo hacías. Mentalmente lo hacías»

¡Cállate, voz del mal!

  Te hice un favor — me dijo altivamente—, por lo menos muéstrate agradecida.

  ¡¿Agradecida?! ¡No es como si Tomas haya estado forzándome o algo!

  Ah, ¡entonces es eso! — me dijo con ironía—. He malinterpretado tus emociones y ¡oh! arruiné el “momento mágico” entre ustedes. Lo siento mucho, no volverá a suceder.

Giró de nuevo y se fue caminando en plan de “no me importa nada”. Pero se detuvo a unos metros, volvió indiferente y me quitó mi paleta de chocolate.

   Me llevo esto — anunció impávido; le dio un mordisco y se fue de manera campante.

  ¡No había ningún “momento”! — casi grité—. ¡Y esa es mi paleta!

¡Ayy, pero qué idiota! ¡Lo peor es que no puedo hablar con tranquilidad porque exploto cada vez que se hace al interesante!

  Alen sintió que lo llamabas — me explicó Tarek observándome con temor: supuse que por mi ceño fruncido—. Aparecimos aquí y después percibió que estabas algo incómoda

  ¿Incómoda?

  Me pidió que interviniera, y bueno…lo primero que se me ocurrió fue decir eso. Lo siento mucho, Bellota — se excusó apenado.

  ¿Puedo saber por qué tiene ese carácter de los mil demonios?

  Yo conozco a miles de demonios, Bellota. Créeme que en este caso el término está mal aplicado.

Lo vimos alejarse con una mano en el bolsillo y con la otra balanceando de tanto en tanto la paleta que me había quitado.

  Ese calehim tiene el carácter de por lo menos tres legiones de demonios malhumorados, Bellota. Puedo jurártelo.

No discuto eso.

 

 

»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«

 

Alen

 


He pasado infinitas veces cerca a terrenales que siempre repiten lo mismo: “las chicas son los seres más complicados del universo”. Recuerdo que me daba risa el escuchar semejantes declaraciones porque en el universo hay más seres a parte de los humanos, y había especies que resultaban más complicadas que ellos.

Sin embargo, creo que he estado equivocado por completo.

La oí, claro que la oí. Repetía “Alen, Alen” incesantemente; y cuando aparecí al frente, siguiendo el eco con mi nombre, la vi parada con una paleta de helado en la mano y un tipo observándola con demasiada atención.

Y era evidente que en su mapa emocional claramente se leía “ayuda, estoy incómoda”.

»— ¿Estás seguro? — me había preguntado Tarek. Le respondí que no había duda alguna: ¡era evidente! Es más, ni siquiera era necesario emplear el mapeo para percibir su malestar. Ese sujeto, quien fuera que sea, estaba demasiado cerca e indudablemente la estaba molestando.

¿Y por qué la miraba tanto? ¿Y por qué demonios ella se veía tan nerviosa?

«Porque está incomoda, por eso»

Sí, definitivamente era por eso.

Y el eco con mi nombre aún resonaba con fuerza.

Tarek había intervenido, y después percibí un brusco cambio en ella: ya no está incómoda, ahora está sorprendida, algo alterada. Y cuando aparecí yo, una ola de disgusto la llenó por completo.

Los terrenales tienen razón: qué complicadas son las chicas. Uno que va a ayudarlas y ellas que se enfadan por nada.

Y si arruiné el momento con el niño ese, muy sencillamente podía hablar con él mañana o ni bien termináramos la sesión de Li-kay. No me parece un gran sujeto, pero si le gusta…

Alen, deja ese reloj en su sitio — oí. Hethos me miraba con advertencia: en mi mano izquierda descansaba uno mediano a punto de ser lanzado al piso.

¿Por qué tienes tantos de ellos? — le pregunté dejándolo en su sitio—. Sabes que los odio.

Oye, yo detesto el aroma del chocolate y no me quejo cuando te pones a comerlos aquí, en la tienda.

De acuerdo, perdí.

¿Dónde está Sisa? — pregunté.

Está arriba. Le pedí que fuera a beber algo de agua para iniciar. ¿Qué rayos le has hecho? Ha llegado con una carga de malhumor muy densa.

Creo que le arruiné el plan con un chico que le gusta — respondí con indiferencia.

¿Y puedo saber por qué hiciste eso?

Sentí que me llamaba.

¿Es que acaso no habían quedado en que solo acudirías si decía tu nombre en voz alta?

Solté un bufido fastidiado: genial, Hethos acaba de dejarme como un completo imbécil.

Cuidado — me dijo con seriedad. Entrecerré la mirada ante su tono:

¿Con qué?

Solo “cuidado” — repitió. Lo miré, exigiéndole una explicación—. Los celos significan…

¿Celos? — Elevé una ceja y lancé una carcajada: ¿yo? ¿Celoso? ¡Por favor! Tengo cosas más importantes en las que pensar.

Una de ellas, por ejemplo, en la famosa Zara Lagares que, según apuntaba todo, parecía ser Albania.

Bueno, la verdad es que tu reacción ha sido tan natural que me disculpo por haber sugerido algo semejante — aceptó Hethos.

¿Celoso yo? Pero qué disparate.

¡Listo! Aquí está, y ya más tranquila — anunció Tarek. Ella bajaba, siguiéndole los pasos por las escaleras de madera.

Su mirada chocó con la mía; sus ojos se desviaron, aún cargados de disgusto.

¿Es en serio? ¿Aún sigues enfadada?

Alen — me advirtió Hethos.

¿Qué? No podremos hacer nada si ella sigue con ese humorcito.

¿Yo? — reclamó con esa vocecita chillona que pone cuando se enfada—. ¡El único que anda de mal humor aquí eres tú!

Por favor, Sisa, no me salgas con eso.

¡¿Que no te salga con qué?! ¡Dios, pareces un niño!

Hethos elevó una ceja:

La niña tiene razón — puntualizó.

¿Qué? ¿Y tú de lado de quién estás?

¡Chicos, no peleen! — pidió Tarek.

Mira, ¡no pasa nada! Mañana puedo ir a hablar con el chico ese y decirle que no fue mi intención interrumpirlos, ¿sí? ¿Mejor?

¡No interrumpiste nada!

¡¿Entonces por qué demonios estás tan enfadada?! — exploté. Ella abrió la boca, contrariada…

…para después lanzar un suspiro, llena de frustración:

Ya, lo siento. Tienes razón, estoy enfadada y sin razón alguna. — Noté que su ánimo decayó bruscamente. Algo muy extraño me pasó porque también quise disculparme, pedirle que, si sus ojos iban a ponerse así de tristes, tal vez sí merecía que me gritara lo que quisiera.

Sentí la mirada de Hethos sobre mí: cuando no lleva las gafas puestas sus ojos resultan excesivamente escudriñadores. Lo miré de reojo; estaba muy serio.

¿Empezamos? — preguntó. Ambos asentimos.

Me senté junto a Tarek sobre uno de los sofás que había en la trastienda.

De acuerdo, niña, ven aquí. Recuéstate con comodidad, cierra los ojos y respira lentamente. Tomarás aire a profundidad, y te diré cuándo puedes expulsarlo, ¿de acuerdo?

Está bien. — Se acomodó en el sillón inclinado que Hethos le indicó y siguió al pie de la letra las instrucciones.

No pasaron más de diez minutos para que yo también sintiera que ya estaba más relajada.

Listo, vamos a empezar, pero antes te explicaré brevemente el proceso — anunció él. Ella lo observó con muchísima atención—. Haremos que te introduzcas en tu propia mente, ¿sí? No duele ni nada por el estilo. Cuando estés bajo el poder del Li-kay, te pediré que te bebas este vaso con agua — señaló el objeto de cristal que reposaba junto a la mesita de al lado—, pero diciéndote que es “El agua de la verdad”, ¿de acuerdo?

¿Existe El agua de la verdad? — preguntó Tarek con asombro.

Claro que no — le respondí—. Cuando Hethos emplea el Li-kay, puede dar cualquier orden y el receptor no dudará de sus palabras. Si él le dice que lo que beberá es “Agua de la verdad”, su mente trabajará pensando que realmente tiene que ser sincera. Mostrar hasta aquello que permanece en lo más profundo del inconsciente.

Y si le dice que está bebiendo litros de alcohol… ¿veríamos a una Bellota ebria? — reflexionó divertido.

Lo miré con mala cara.

Cuándo dicen todo… ¿significa que verán “todo, todo” lo que hay en mi mente? — preguntó ella y sucedió de nuevo.

Ahí está, otra vez se ha puesto nerviosa de la nada.

¡Quién entiende a los humanos! Tienen una capacidad para cambiar de emociones de manera tan drástica que me irrita un poco.

No, no vamos a ver tu mente porque eso implica otros sellos, y además es imposible: tenemos prohibido allanar su privacidad de pensamiento. Te preguntaré exactamente qué ves con respecto a las visiones que sueles tener, y también te pediré que escribas lo que puedas en la hoja que está junto al vaso con agua.

Eh… bien.

¿Mmm, Hethos? ¿No deberíamos salir de la habitación o algo? — preguntó Tarek—. Digo, qué tal si Alen o yo hacemos algún ruido y ella reacciona.

Oh, pierde cuidado. El único que puede hacer que la persona bajo Li-kay reaccione es el mismo que lo ha inducido. En este caso soy yo: ustedes pueden hacer todo el alboroto que quieran, pero ella no despertará hasta que yo se lo ordene.

Eso suena a la hipnosis que practican los psiquiatras — comentó Sisa.

Es técnicamente lo mismo. ¿Quién crees que le enseñó el método al primer humano que lo empleó? Aunque es evidente que no lo hacen tan bien pero bueno.

Ella abrió la boca, sorprendida.

¿Entonces tú…?

Eso sí, ni bien terminemos no será inusual que te sientas algo débil— agregó Hethos ignorando la pregunta —. Es normal. Después de todo, la mente humana no está acostumbrada a usar todo su potencial.

¿Es verdad que si usáramos toda nuestra capacidad seríamos capaces de teletransportarnos?  — preguntó con curiosidad.

Eso… es algo que no puedo revelar — le respondió de buen humor—. Bueno, ya basta de tanta charla. ¿Empezamos, niña?

¡Ok!

Bien. Escucha, quiero que observes esto. — No pude evitar fruncir el ceño ante el reloj de bolsillo que colgaba de los dedos de Hethos—. Lo observarás con cuidado, fijamente, sin perderte ni un solo movimiento, ¿de acuerdo?

Está bien— respondió ella con empeño.

Me eché sobre el respaldar del sofá mientras esperaba en silencio: sé que Hethos es muy bueno en esto, pero es la primera vez que estoy presenciando que lo lleve a práctica.

¿Lo sientes? ¿Ves cómo se dirige de izquierda a derecha a una misma velocidad? — Ella asintió sin dejar de observar el dichoso reloj dorado. Claramente vi la energía de Hethos envolviendo la forma circular—. Ok, ahora escucha los sonidos de tu corazón y crea una armonía entre el ritmo y los movimientos del péndulo.

Tarek y yo observamos en silencio. Los ojos de Sisa empezaron a entrecerrarse lentamente:

¿Tienes sueño? Sí, ¿verdad? Adelante, entrégate sin problema; no pasa nada.

A mi lado, Tarek se frotó los ojos:

¿Es normal que a mí también me dé sueño? — me susurró y casi lo golpeo.

No mires el reloj, observa cualquier otra cosa.

A la cuenta de diez entrarás en ti misma, ¿de acuerdo, niña? — anunció Hethos. El tic tac de los relojes de la tienda empezaron a fastidiarme —. Uno, dos…

La vi recostarse con mayor confianza y a sus ojos perder la batalla: se cerraban cada vez con mayor frecuencia.

…ocho, nueve, diez.

Los ojos se cerraron completamente. Tarek se reincorporó, sorprendido.

De acuerdo, escúchame atentamente, Sisa Daquel: el vaso que tienes al lado contiene una porción de “Agua de la verdad”. Te la beberás cuando te lo indique, y después entrarás a ese mundo que tanto nos interesa. Viajarás e intentarás buscar todo lo relacionado a Albania, Alen Forgeso y Zara Lagares, ¿entendido?

Ella asintió sin abrir los ojos.

Después tomarás la pluma y la hoja junto a ti, y redactarás tan rápido como puedas todo lo que alcances a vislumbrar, ¿me has comprendido? — Ella volvió a asentir mecánicamente. Me dio la impresión de que Hethos podía manipularla a su antojo, y fue extraño porque sentí el impulso de ponerme delante de ella —. Beberás a la cuenta de tres e iniciarás el viaje a la cuenta de cinco, ¿entendido?

Dijo que sí nuevamente.

Uno…dos…tres.

Sisa tomó el vaso con la mano derecha y lo llevó a sus labios. Se bebió el contenido de un trago, y después volvió a su posición normal.

Excelente. Ahora emprenderás el viaje: uno…dos… — Sentí que el cuerpo se me tensó cuando la vi fruncir el ceño: no le gustaba la idea de irse —…cuatro…cinco… ¡Li-kay!

Su cuerpo perdió fuerza y cayó inconsciente sobre el respaldar.

¿Alen? ¿Qué estás haciendo?

Reaccioné cuando oí la voz de Tarek. Me miraba sorprendido porque me había puesto de pie inconscientemente.

No voy a lastimarla — me dijo Hethos que tomó asiento sobre la silla de enfrente —. Dejemos que ahora recorra el camino que le he indicado.

Un silencio expectante se desató en la habitación. Solo era quebrado por los horribles “tic-tac” de los relojes de afuera.

¿Creen que vea algo? — preguntó Tarek interesado.

De que va a ver algo, definitivamente lo hará. Aunque como es la primera sesión de Li-kay, tal vez no obtengamos demasiada información.

Me crucé de brazos sin dejar de observarla. Permanecía echada, con el cabello desordenado y un gesto apacible en el rostro.

Me recordó a la vez en la que fui a verificar lo de sus sueños.

La vez que la besé.

¿Alen? ¿Qué sucede? Estás tenso — me dijo Hethos.

Nada, estoy bien. Solo pensaba que ojalá vea lo necesario — respondí, esquivando sus ojos.

Tic-tac Tic-tac Tic-tac

Mierda.

¿Eh? ¿A dónde vas, hermano?

Arriba, el sonido de esos malditos relojes va a volverme loco.

Le di una última mirada: seguía recostada, como dormida, sin decir nada.

Me perdí por los escalones de madera.

Abrí la única ventana que Hethos tenía en el segundo piso: el sol estaba a punto de irse, pero aún ingresaba a modo de pequeños rayos anaranjados en la estancia. Cuando me encuentro muy débil, siempre suelo venir aquí. Tiene una cama junto a la pared, una pequeña cocina a gas, y esas figuras que suele tallar en piedra cuando no tiene ganas de hacer otra cosa más que relajarse.

Hethos sería, para los humanos, algo así como un hombre que ha entrado en la vida espiritual de la manera más pura. No come y solo bebe agua. Aunque bueno, en nuestro caso, no es necesaria la comida terrenal.

Nunca entendí bien por qué tenía que ayudarme. La primera vez que lo vi simplemente se acercó y me dijo: “Yo seré tu Sabiduría, aquello que te guiará para tomar la decisión correcta”. ¿Por qué? Nunca me lo ha querido decir, o él mismo no lo sabe. Siempre se escapa con la frase de “órdenes de los de arriba”.

¿Cuánto ha pasado? ¿Media hora? Sí, me parece que sí.

Seguía sentado ahí, en el piso y observando los pocos rayos del sol, cuando de repente la oí:

¡No!

Me puse de pie bruscamente: era su voz.

¡NO! ¡ALEN! ¡NO!

¡¿Qué sucede?! — increpé, apareciendo en el primer piso.

Sisa estaba ahí, moviéndose frenéticamente sobre su sitio y con los ojos aún cerrados. Su mano derecha se movía sin control sobre el papel, y se veía sumamente angustiada.

¿Qué le pasa? — exigí.

Nada — me respondió Hethos, reticente—, probablemente las imágenes la están abrumando, pero todo es mental así que no siente dolor.

Quise tomarme las cosas con la misma tranquilidad, pero no entendía cómo conseguía hacerlo. La voz le salía entrecortada y estaba completamente pálida. “Alen, Alen”, era todo lo que escuchaba, y después quejidos incómodos.

Lo que sea que estuviera viendo la agobiaba, y me estaba llamando…

Páralo — ordené. Ya era suficiente por hoy, ya había hecho demasiado.

No era necesario prolongar un procedimiento que a fin de cuentas tal vez ni tenía resultados.

Tranquilo, ya te dije que no le duele. Es normal que le resulte molesto: los humanos no están acostumbrados a ser puestos bajo los efectos del Li-kay, pero no es nada del otro mundo.

Tarek me lanzó una mirada de soslayo, inseguro: ella seguía moviéndose, incómoda. No parecía ser tan “sencillo” como Hethos planteaba.

El papel bajo sus dedos empezaba a arrugarse.

¿Que no le duele? — repetí incrédulo —. ¿Es que acaso no estás viendo cómo está, Hethos? Páralo, lo que sea que estés haciendo, ya páralo.

No estoy haciendo nada, ella simplemente está viajando entre sus visiones.

¡NO! ¡NO! — Los quejidos se transformaron en gritos, la palidez se hizo más notoria —. Alen…Alen, no… ¡NO!

Le duele, le duele mucho.

  Hethos, haz que despierte — solicité—. Ya fue suficiente.

Ella está bien. Simplemente…

¡Simplemente y un carajo, detenlo! — bramé enfadado.

¿Acaso era tan difícil de entender? A ella no le estaba resultando sencillo, y yo no tenía por qué seguir obligándola a hacerlo.

Alen, no es nada — la indiferencia me irritó; casi hasta podría golpearlo—, apenas ha empezado a escribir y…

Pero si está llorando — musitó Tarek de la nada.

Y eso fue todo.

Alen, no, ¿qué hac…? ¡Alen!

¡Déjala en paz, Hethos! — bramé, quitándolo de mi camino. El gesto de sufrimiento me consternó.

No, ella no podía estar llorando de esa manera. Ella no debía llorar…

¡Te estoy diciendo que no le duel…!

¡Mierda, Hethos, que la despiertes! — Tarek me observó sorprendido, tal vez porque ni yo mismo comprendía por qué explotaba de la ira. ¡Hethos no tenía derecho a tocarla! ¡Ni él, ni nadie! ¡No iban a lastimarla!

¡Nadie tenía por qué tocarla!

Escúchame, ella…

Sisa, ¡Sisa! — Lo ignoré y me incliné lo suficiente para tomarla en brazos porque empezó a moverse con desesperación, como si tuviera un ataque, como si se ahogara —. Estoy aquí, ¡estoy aquí…! ¿Me escuchas? ¡No va a pasarte nada!

¡Alen, deja a la niña en donde está!

Yo iba a estar siempre con ella; para protegerla, para evitar que le hicieran daño. Siempre…siempre estaría para ella...

Todo lo que dure mi existencia, siempre estaría con ella.

“Albania”, resonó en algún lugar de mi mente. Pero le resté importancia, porque ahora mi prioridad era ella

  ¡QUE DEJES A LA NIÑ…!

  ¡NO LO HARÉ! — bramé y entonces oí la voz, sumamente baja y terriblemente consternada:

  ¿A-Alen?

El gesto angustiado se había relajado, el ritmo cardiaco regulado. La observé y me encontré con sus ojos abiertos de par en par:

Estoy aquí — confirmé la pregunta silenciosa, y sus brazos me envolvieron.

Sentí algo tibio empaparme la camiseta: aún lloraba, estaba helada y no dejaba de temblar.

Vámonos, Bellota.

¿Cómo lo hiciste? — me preguntó Hethos con seriedad. Pasé de largo, con ella en brazos, porque lo último que quería era hablar con él —. ¡ALEN!

¡¿Qué demonios quieres?! — le espeté con rudeza.

¿Cómo la despertaste? ¡Es imposible que otro aparte del que induce el Li-kay despierte al receptor!

¡No lo sé! — respondí furioso, y sus brazos se aferraron con más ímpetu a mi cuello, como pidiendo que me calmara. No estalles, no explotes de la cólera.

Ya te dije que la niña no sentía nada, solo…

Vete a la mierda, Hethos; y hazme el favor de dejarnos en paz.

Me lanzó una última mirada de advertencia que ignoré por completo, y después me concentré lo suficiente para llevármela lejos. Él y Tarek se convirtieron en una mancha difusa.

¿Sisa? — la llamé cuando llegamos. Me tambaleé un poco porque la habitación pareció girar.

Transportarme con alguien no me cuesta demasiado trabajo…si me alimento antes, claro.

La senté con suavidad en el sofá de la sala y después me arrodillé en frente de ella, tratando de restablecerme yo también.

¿Estás bien? — tanteé. Se secó las mejillas y asintió, pero se le escapó un sollozo: sus emociones estaban muy apagadas —. Nunca más haremos algo parecido, ¿de acuerdo?

No…está bien, estoy bien. — Tomé su rostro y delineé con cuidado los surcos que habían dejado las lágrimas —. ¿Dónde estamos?

Ehh, pues… ¡bienvenida a mi departamento de soltero! — respondí en un intento de animarla. Creo que funcionó porque elevó una ceja, algo divertida—. Así lo llama Tarek.

Entonces se quedó en silencio por un breve instante, e inició: “Te vi…”, me dijo, y traté de explicarle que eso era lo de menos.

Escúchame: te vi… estabas… estabas gritando.

No quiero saberlo, Bellota —repuse, pero me tomó por los brazos, exigiendo atención:

Estoy bien, Hethos tiene razón, Alen. Físicamente no me dolía nada, pero…

El dolor más fuerte no es el físico, Bellota. — Sus ojos tristes me abatieron —. ¡Mira lo que te he hecho! Lo siento tanto, en serio. Tal vez deba pedirle a Tarek que me dé un buen par de puñetazos por imbécil.

Estoy bien. Lo que sucede es que vi…vi a una chica, era Albania, su nombre completo es Albania Formerio. Estaba parada frente a un risco, las olas del mar chocaban con fuerza en la parte de abajo. Llovía, se oían truenos…

Sisa, no es necesa…

¡Sí es necesario, Alen! — exclamó exaltada—. ¡Estaba llorando desconsolada…!  Creo que alguien muy importante para ella había muerto. Tenía una carta en la mano; la leía y leía miles de veces más, como para cerciorase de las palabras que veía escritas. Y nuevamente lloraba; lloraba repleta de angustia.

Me sentí más apenado que nunca: sabía lo sensible que era ella con el dolor ajeno. Nunca debí acceder a que lo hiciéramos.

Y después te vi a ti. — La observé, confuso. Ella se perdió entre recuerdos, hablando más para sí misma—: No sé cómo, pero te vi también sobre ese risco. Y llorabas, también llorabas. Y fue demasiado…demasiado…

Y volvió a sollozar. Me incliné, buscando apaciguarla, y se aferró con ímpetu a mi cuello.

Te dolía. Te estaban haciendo daño y realmente te dolía. ¡Te dolía muchísimo!

¿Entonces el ataque…? ¿El llanto?

Sisa, ¿llorabas…por mí?

¿Por qué, Bellota? ¿Por qué llorarías por alguien como yo?

Es que realmente te dolía muchísimo, y yo quería… ¡No sabía cómo acercarme para intentar ayudarte! ¡Gritabas como nunca he oído gritar a nadie! Y…y…y pedías que tuvieran piedad. Rogabas que te mataran, ¡que no podías soportar más dolor!

Ahora no me duele nada — le confirmé. Sequé las lágrimas de su rostro y ella asintió —. Si el sentir dolor implica verte llorar de esta forma, te prometo que viviré huyendo de él, ¿de acuerdo?

Sonrió levemente y después asintió, más tranquila.

Solo vi a Zara una vez. Charlaba con otro sujeto. — Asentí sin pedir más explicaciones—. Tal vez podríamos pedirle a Hethos que vuelva a…

No, no va a suceder.

No había forma de que volviéramos a intentar algo semejante.

Pero…

Pero nada, no vamos a hacerlo nunca más.

¡Alen!

No. A lo mejor ella tenía dentro de sí las respuestas para todas las preguntas que llevaba conmigo por vidas, pero si el precio era verla en ese estado tan vulnerable, no había forma de que yo accediera. Hethos puede replicar las veces que quiera que el dolor que sentía no era real, pero yo no lo veía así. Era obvio que a ella le afectaba muchísimo someterse a la lectura interna, y yo no estaba dispuesto a jugar con su mente de manera tan ligera.

Nos quedamos en silencio hasta que sentí sus dedos acariciando mi rostro.

Podría funcionar. Solo que para la próxima voy a ser más cuidadosa, y no gritaré tanto — me dijo como si ese hubiese sido el principal problema—. Probablemente esta vez ha sido así porque fue la primera y…

La primera y la última —sentencié con seguridad—. No habrá una segunda.

Alen, quiero ayudarte. Y si puedo…

Sisa, ¿de qué me sirve que me ayudes si te lastimas en el proceso? No soy tan cruel como para pedirte que hagas algo así por mí.

Ella no lo entiende, ¡no lo comprende…! Y a lo mejor yo tampoco lo entiendo muy bien, porque no aguanto verla sufrir de ese modo.

Alen, déjame ayudarte. Podré soportarlo, ¡te lo juro!

Tal vez el que no pueda soportarlo sea yo — confesé y me rendí por completo. Sus ojos se abrieron un tanto, y en ese momento recién caí en la cuenta de que estábamos demasiado cerca. Podía sentir la tibieza de sus mejillas, hasta contemplar detalladamente la textura de sus ojos, y de pronto todo pareció verse tan lejano. Todo…todo excepto ella.

Cielos, ¿qué es esto? ¿Por qué repentinamente siento que en realidad no estamos lo suficientemente cerca?

El aire parecía hacerse espeso, denso, porque era lo único que explicaría porque me estaba costando tanto trabajo respirar. De pronto los ojos se cerraron, el cuerpo le tembló, y todo se maximizó en mi contra. Ella huele como a flores, como a miel…

Me deslicé lentamente y mis labios se encontraron con la comisura de los suyos. La voz de Hethos resonó con fuerza, las alarmas disparándose sin control: “cuidado”, repetía, y miles de ideas empezaron a bombardearme la cabeza: “No debes besarla, ¿qué sucede contigo?, no caigas, no caigas”.

Pero a ella se le escapó un suspiro, mis sentidos colapsaron…

 

“No caigas”

 

Caí.

 

»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«

 

Sisa

 

La cabeza me giró sin control cuando sus labios chocaron contra los míos, y después una misteriosa sensación se apoderó de todo mi cuerpo.

Ansiedad, temor, exaltación, no sé…no sé qué es.

Hundí mis dedos en su cabello mientras no dejaba de besarlo. Sentí sus manos aferrándose a mi cintura, y después su boca atrapando mi labio inferior. Por un momento pensé que aún no reaccionaba del Li-kay, porque no era posible sentir que el alma se me escapara del cuerpo.

Me incliné para besarlo con mayor facilidad porque él seguía de rodillas, y algo estalló. Oía mi respiración agitada chocando contra la suya; su boca acariciando mis labios lentamente. Pasé de su cuello a su pelo y terminé hundiendo los dedos, esperando no soltarlo jamás. Una de sus manos subió hasta capturar una de las mías, y nuestros dedos se entrelazaron nuevamente. Me aferré a ellos con tanta fuerza que dolió.

No quería soltarlo. No lo soltaría. Nunca…

“Porque era mío…”

  ¡Chicos!

¡BROM!

Di un respingo, completamente asustada, cuando oí la voz de Tarek seguida de un estruendo. Volteé al frente y recién comprendí que Alen había vuelto a retroceder con tanto ímpetu que había terminado impactando contra una de las paredes.

Uno de los cuadros que decoraba la sala cayó por el impacto. El vidrio frontal se hizo añicos.

  Uy, ¿qué pasó? — nos preguntó Tarek con curiosidad. Sentía la respiración agitada y las mejillas enrojecidas —. ¿Mmm? ¿Acaso estaban haciendo cosas malas, niños traviesos?

  ¡No, claro que no! — casi grité.

  Deja de decir tonterías, Tarek — dijo Alen con ligera incomodidad. Miré a cualquier otro lado menos al frente —. ¿Qué haces aquí?

  Urgente: Hethos quiere hablar contigo, hermano.

¿Hethos?

  ¡Yo también quiero ir! — repliqué, poniéndome de pie.

Tú nada — me reprendió él.

Tiene razón, Bellota; lo mejor es que descanses porque la sesión de Li-kay seguramente te ha dejado algo agotada.

¡Estoy bien! — me defendí, pero la cabeza me traicionó y todo pareció moverse bruscamente.

Aunque no sé si es por eso del Li-kay o… lo último.

Tarek, ¿puedes llevarla a casa?

¡Alen, no! — protesté, pero él se negó con firmeza:

Ya no, Sisa. Fue la primera y la última vez.

¡Pero…!

¡Pero nada! Y soy el mayor así que obedece sin chistar —. ¡Pero qué terco!

Vamos, Bellota. — Tarek me tomó por la muñeca pese a mi ceño muy fruncido. Vi los ojos miel por última vez y al instante una mancha borrosa los suplantó.

Aparecimos en mi vecindario; a un par de casas de la mía.

No nos demoramos casi nada, ¿verdad? — oí de Tarek, tan cantarín como siempre. Me incliné violentamente por la horrible sensación en el estómago —. Ups, lo siento, no tengo tanta experiencia transportando humanos.

Estoy…estoy bien — mentí.

Solo quería llegar a casa porque por lo visto devolvería el almuerzo.

Vamos, Bellota — sugirió y tuve que pedirle que me dejara ahí. Si Gisell salía y lo veía todo empeoraría —. De acuerdo, pero verificaré que ingreses a tu hogar sana y salva, ¿de acuerdo? — Su sonrisa jovial me animó un tanto —. Ve, ve, y no olvides hablarle bien de mí a la princesa cuando la veas en la escuela.

Lo…lo tendré en cuenta.

Casi corrí a casa. Saludé de manera veloz a Gisell que estaba en la sala revisando unos papeles y después subí de dos en dos los escalones. Abrí la puerta del sanitario, puse la música de mi celular al máximo volumen y me dejé ir por completo.

Aj, qué asco.

Me cepillé los dientes y me mojé el rostro. Al final decidí ir a mi habitación por mi toalla de baño para darme una ducha. Me quedé alrededor de cuarenta minutos solo remojándome en el agua mientras intentaba no pensar en los horribles pasajes que había visto en la sesión de Li-kay; pero el asunto no mejoraba porque si no pensaba en eso, automáticamente mi mente volaba a su departamento, el sofá, su boca y…

¡Ya! — me reprendí agotada.

Finalmente me puse el pijama, pero al abrir la puerta...

¡Ay! ¡Corín, no hagas eso! — protesté al encontrármela, ceñuda.

Estás embarazada, ¿verdad?

¿Ah? — De haber visto mi rostro creo que me habría lanzado a reír: esa pregunta había superado todo —. Corín, el día en el que me digas algo coherente voy a agradecértelo mucho, en serio. ¿Embarazada? ¡Si ni siquiera tengo novio! A menos que creas que fue obra del Espíritu Santo o algo así.

Pasé rumbo a mi habitación, pero me siguió los pasos:

Pues una vez ya te encontramos aquí, con un chico y sin camiseta. Eso no habla bien de ti.

Rodé los ojos, fastidiada:

Sí, tengo dos meses. Lo admito. — Y cerré la puerta.

Saqué los deberes que tenía para mañana: Dios, tengo una tonelada de ejercicios de Álgebra.

Me dispuse a terminarlos cuanto antes, y después de cenar ya estaba echada sobre mi cama, escuchando música y evitando pensar demasiado en todo lo que había sucedido por la tarde.

¿Qué está sucediendo?

Alen y yo… bueno, es la segunda vez que nos besamos. Sé que la primera vez lo hice porque quería ayudarlo a recuperarse, pero ahora… La verdad es que no distingo bien si el beso de hoy lo inicié yo, o...lo inició él.

¿Entonces…?

« ¡Entonces, nada! Quítatelo de la cabeza, nunca va a pasar nada. Él está empeñado en buscar su nombre, en volver a su lugar de origen. ¿Qué crees? ¿Que se enamorarán y se quedará aquí, contigo?»

Pu-pues…

No. No lo creo.

Me entretuve jugueteando con los hilos que se descocían de la funda de mi almohada. Cerré los ojos por breves segundos y después volví a ver aquella imagen: ella, Albania, parada al borde de un precipicio. No había visto su rostro, pero de alguna manera sabía que era ella. La lluvia torrencial había empapado su largo vestido blanco y las ondas de su cabello. Abajo, las olas chocaban vehementemente contra los peñascos.

» ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué él? Oh, Dios, ¿acaso es mi castigo? ¿Es el precio que debía pagar por codiciar parte de la belleza de tu creación?

Asió con más fuerza el papel que traía en la mano. Lloraba con tanto desconsuelo, que por un momento pensé que el cielo estaba igual de devastado que ella.

» La belleza no lo es todo, Albania — dijo otra voz: era una mujer, pero no reconocí nada más. Ya no estábamos en el precipicio frente al mar; ahora era una sala perfectamente amoblada, con lámparas suspendidas en el techo y con miles de velas manteniéndolas encendidas.

» ¡Cállate, cállate!

» Te empeñaste en conseguir algo que no te pertenecía, y ahí tienes tu pago a cambio.

» ¡No me atormentes más! ¡No!

» Podría haber sido más feliz al lado de… No alcancé a escuchar el nombre; el sonido pareció volverse difuso—…más que a tu lado.

» ¡Basta!

Y nuevamente el precipicio, con las olas estallando con fuerza abajo, y la lluvia cayendo. Distinguí un cuerpo en el suelo rocoso, completamente mojado, pero no reconocí de quién se trataba.

Entonces apareció, él…Alen, de rodillas, consternado y profundamente desesperado. Observó al cielo, y sus ojos fulguraron: violeta eléctrico intenso, como dos faros en medio de una tempestad.

Y después solo recuerdo que gritaba y pedía que lo mataran porque la tortura era aún peor.

Había sido horrible. Verlo así, tan diferente al Alen que solía ver. Sus sonrisas, ese matiz burlón…todo suplantado por una especie de agonía eterna.

Salí de la cama para conectar la batería de mi celular, y de casualidad me enfoqué en la hora. Genial, ya eran más de las doce y yo aún sin pegar ojo.

Decidí bajar por un poco de agua para disponerme a dormir así no quisiera. Y cuando estaba por regresar…

¡No!

….un par de ojos color carmesí me dieron el encuentro.

Iba a soltar un grito, pero la voz se me apagó, como si alguien le hubiera quitado potencia a mis cuerdas vocales.

Miré aterrada el recién llegado que sonreía, muy animado:

Sisa, cariño. Vamos a tener una agradable charla, ¿de acuerdo?

Durand acababa de aparecer en la sala.

 

 

»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«

 

Alen

 

¿Tú reconoces algo?

Parece ser un mensaje — respondí. Hethos se rascó la barbilla.

Esto parece un juego de detectives; y la verdad es que cuando hay demasiadas cosas por investigar, ya no resulta divertido.

Dímelo a mí, tú por lo menos sabes que estás aquí para ayudarme. Yo no sé ni cómo me llamo — respondí de mala gana.

Tomé nuevamente el pedazo de papel con la letra de Sisa plasmada en él:


 

 

El fuerte de caballería fue atacado.

El Sr.---- estaba en el escuadrón de vigía.

Su cuerpo no ha sido hallado, pero el Capitán Mayer asegura que lo vio caer en batalla.

Lamentamos la pérdida.

 


Aún no llegaba a comprender por qué Sisa había redactado algo que parecía ser una carta. El “Sr….”, ¿señor qué? Faltaba el nombre.

Lo que restaba de la hoja, había sido empleada para frases que no conectaban del todo.

 


“Albania Formerio llora porque lo ha perdido”

 

“Sin él no tengo por qué seguir…”

La belleza no…”

 

“Mi felicidad y el aire que respiro son cosas diferentes”

 

“…amo más”

 

“Es lo que te mereces”

Nunca fue tuyo

 

“Adiós…”

“Zara charla con un sujeto”

 

“Alen grita”

“Alen grita”

 

“Alen grita”

 

“AÝUDENLO”

 

¿Qué es esto? — murmuré extrañado.

¿Algo de esto tendría que ver con mi estadía en el Mundo Terrenal?

Para haber sido la primera vez me parece que ha sido una sesión muy productiva — comentó Hethos—. Creo que en la siguiente tal vez ella podría…

No habrá una segunda vez — lo interrumpí inmediatamente.

Sentí el brusco cambio de humor.

¿Qué?

No habrá una segunda, es lo que dije.

A la mierda, que se enfade: ya está decidido. No iba a permitir que Hethos volviera a ponerla en ese estado.

¿Qué sucede, Alen?

¿Qué sucede? — repetí—. Sucede que a ella le afecta demasiado todo esto del Li-kay, así que no voy a exponerla más.

“¿Exponerla?” Ya te dije que no le hace daño.

¿Y su mente? ¿Qué con eso? Viste como lloraba; no puede hacerlo.

Recordé sus ojos llorosos, su voz llamándome. No, no iba a lastimarla de nuevo.

Claro que puede hacerlo, la estás subestimando — replicó Hethos con firmeza—. El que parece está dificultando las cosas es otra persona. — Se sacó las gafas y los ojos violeta me reprendieron, enfadados —. Alen, no te desvíes del verdadero objetivo.

No estoy desviándome de nada — respondí desafiante.

Estás aquí por algo. Si me han encomendado ayudarte en la tarea de encontrar tu nombre es porque tu situación requiere de mucho cuidado. Tu caso es relevante; si solo fueras un deshonroso caído ahora ya estarías conviviendo con demonios a modo de castigo; pero eres un calehim, ¿sabes lo que eso significa?

Hethos, para…

No, te lo voy a repetir así estés harto porque parece que lo estás olvidando. Tu condición de calehim significa que tu sentencia fue ejecutada con la esperanza de que retornaras a nuestro mundo. ¡Tu falta no merecía castigo eterno! Te otorgarán el perdón, y si estoy aquí, contigo, es porque tu situación es muy especial.

Ya lo sé — murmuré, y por un segundo el par de ojos preciosos me cruzaron por la mente. ¿Por qué aparecen tan seguido?

La voz de Hethos resonó con seriedad y los disolvió:

Recuerda que nosotros no estamos creados para “amar”.

  En ningún momento dije lo contrario — señalé. No entendía la relación; pero Hethos asintió y me palmeó la espalda.

¿Amar? Qué extraño sonaba.

Por cierto, ¿qué hiciste antes de venir aquí?

Mmm, ¿por qué la pregunta? — Tomé la peculiar daga que reposaba sobre uno de los estantes: me pregunto cuándo la habrá conseguido. Es un arma, pero está tallada de manera muy cuidadosa.

Es curioso que existan cosas que son mortíferas, pero a la vez hermosas.

Estás completamente lleno de energía.

¿Cómo lo sabes?

Es tanta que puedo sentirla. — Dejé la daga en su lugar. Lo único que había hecho antes de venir a verlo había sido estar con ella…en mi departamento…

Besándola.

Comí un par de chocolates — respondí con torpeza.

Pero qué respuesta para más estúpida.

¿Chocolates? — Me lanzó una mirada suspicaz. Traté de no verme incómodo —. En fin, no es mi asunto.

Relajé el semblante y me enfoqué en los adornos de cristal de la mesa de en frente.

Cuidado, Alen — oí. Giré y me lo encontré volviendo a la trastienda—. Cuidado

¿Cuidado? ¿Por qué?

Mis ojos volaron a la daga anterior. Hermosa…pero también mortífera.


 

»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«

 

Sisa

 

¿Me prometes que no harás ningún sonido? Los chillidos humanos me ponen de mal humor. — Asentí encogida porque estaba demasiado cerca y su presencia me había puesto los pelos de punta —. De acuerdo.

La presión en mi garganta se aflojo, solté un suspiro y comprobé que había recuperado la voz.

Por cierto, ni te molestes en llamar a Forgeso porque no vendrá. — La declaración me espantó—. Oh, no, no le he hecho nada; pierde cuidado. Simplemente he invocado una barrera para evitar molestas interrupciones. No te oirá así lo llames en voz alta.

Tal vez…tal vez deberías bajar un poco la voz — sugerí, intranquila —. Hay más personas en esta casa y…

¿Humanos? Solo ven lo que quieren ver y escuchan lo que quieren oír. — Retrocedió y encendió las luces solo tronando sus dedos. Me sobresalté pensando en Gisell—. ¡Oh! ¿Alguien allá arriba quiere unirse a nuestra pequeña reunión? —gritó teatralmente.

¡Shh!

¿Qué tal algo de música? — Señaló en dirección al equipo de sonido de la sala y el último disco que había estado escuchando Corín llenó el ambiente.

La música de JOBEY estalló a todo volumen.

¡Basta! ¡Se despertarán! — grité exaltada.

No va a pasar nada, cariño. Vamos, siéntate a mi lado y charlemos un poco.

Apagó la música de inmediato y fue a posicionarse sobre el sofá individual de la sala. Me quedé estática en mi sitio porque me aterraba estar a solas con él. Solo sabía que era un demonio, pero a diferencia de Tarek él sí me provoca una desconfianza absoluta.

¿Preciosa?

¿Qué…? ¿Qué quieres? — le pregunté manteniendo mi distancia.

Primero quiero que te comportes como una dama y te sientes al lado de tu invitado.

Lancé un grito porque apareció en frente de mí en menos de un parpadeo, me tomó por la muñeca y aparecimos en el sofá.

¿Qué-qué haces aquí? — pregunté con toda la valentía que pude.

Su presencia era algo aterradora: los cabellos negros perfectamente peinados, la sonrisa burlona.

Sus ojos habían vuelto a adquirir un color oscuro.

Solo pasaba a saludarte.

Yo…yo no te invoqué — dije y sonó a disculpa. Elevó una ceja y soltó una carcajada:

Pues siéntete halagada porque simplemente quise pasar a verte. ¿Ya te he dicho cuán fascinante me pareces?

La respiración se me disparó sin control. Que se vaya, por favor.

Oh, ya lo comprendo: te he asustado, ¿verdad? Mi repentina aparición ha sido demasiado brusca. Tal vez ha sido lo del efecto de los ojos. — Los cerró y al abrirlos nuevamente me encontré con los iris, rojo sangre, brillando intensamente. Los vellos de la nuca se me erizaron.

Rompió a reír de muy buen humor:

A veces me sorprende lo fácil que resulta asustar a los humanos. — ¡Qué arrogante!   —. Pensé que serías diferente; que tendría que usar trucos más complejos. Tal vez hacerte creer que tu abuelo había muerto, o que tu hermano acababa de suicidarse. ¡O mejor aún! Que se suicidó, pero después de matar a tu abuelo; ya sabes cómo de descontrolados son ustedes los terren…

¡PAFF!

No lo aguanté más: mi mano se movió casi por instinto.

  ¡Eres un idiota!

Vaya, eso…no me lo esperaba — murmuró. Todo el cuerpo me temblaba después de la bofetada que le propiné. Me da miedo, sí, pero no iba a venir a decir tantas estupideces como esa.

Y menos a mencionar al abuelo y a Joan.

¿Qué quieres? Ve al punto y rápido. Estaba por irme a dormir así que estás interfiriendo con mis horas de sueño — señalé con firmeza.

Brava, eres brava… está en tus genes, es inevitable. — ¿Qué?—. Por cierto, nadie me toca, nena. Esa bofetada la vas a pagar en algún momento.

“No quiero el ayer, ni el hoy, ni el mañana”— lancé rápidamente.

¿Mmm? Vaya, el errante ya hizo su trabajo — indicó con fastidio. Me erguí sobre el sofá porque me sentí con más seguridad—. Pero recuerda que la protección que te brinda esa expresión es solo para evitar que “juegue” contigo. Si voy más en serio…en sí no sirve de nada.

¿Qué…?

Lo-los demonios no pueden matar humanos, ¡está prohibido! — balbuceé torpemente.

Sí, pero puedo hacer que un tercero lo haga — añadió con una sonrisa.

El aire dejó de pasar a mis pulmones. Traté de ubicar algún objeto con el que defenderme (tal vez los jarrones que adornaban la sala), pero lo oí soltar una carcajada:

Pero para tu buena suerte no tengo intenciones de lastimarte, Sisa Daquel. —Traté de mantenerme en calma pero su presencia me incomodaba de sobremanera—. En fin, hablemos de negocios que es para lo que he venido.

¿De negocios? — repetí sin comprender.

Tú quieres ayudar al calehim por algún estúpido motivo que no tengo ganas de analizar. Y yo puedo ser de ayuda.

También le has ofrecido ayuda a Alen y él no ha aceptado, ¿por qué lo haría yo?

¿Qué creía? ¿Que iba a ser tan tonta como para hacer tratos con un demonio?

¿Sabes cuál es la diferencia entre ambos, pequeña? Que Forgeso es un maldito engreído que no quiere aceptar la ayuda que quiero brindarle. Pero tú… tú pareces más sensata, más humilde. — Se echó sobre el respaldar y suspiró—.  La ayuda siempre es bien recibida, ¿o no?

¿Por qué un demonio querría ayudar a un ángel? — pregunté con desconfianza.

Corrección: un demonio queriendo ayudar a un calehim. — Se acomodó parte del cabello negro y elevó las cejas, agotado—. El Mundo Terrenal está mucho mejor sin ángeles o calehims que andan destruyendo nuestra paz. Su presencia incomoda a los míos, nos irrita.

Pero ellos siempre han estado aquí — rebatí.

«No te dejes embaucar, no te dejes embaucar»

Sí, pero no tan directamente. Un calehim es un ángel atrapado en el cuerpo de un humano, por lo tanto puede intervenir de manera más directa en asuntos terrenales. Es odioso sentir su presencia: los míos están muy ofuscados. Es por eso que resultaría beneficioso para nosotros que sencillamente retornara a su hogar, y siguiera haciendo su trabajo desde el lugar que le corresponde.

¿Es que acaso Alen es el primer calehim en este mundo?

¿No te han dicho eso? — Reconocí ese tono entre inocencia y sorpresa que uno lanza para crear duda—. Ok, te has dado cuenta de mis intenciones. En fin, respondiendo a tu pregunta: no, no es el primero de todos los universos; pero sí es uno muy especial. En el pasado de esos otros universos ya hubo unos, en el futuro habrá más, pero la diferencia radica en la relevancia del caso de Forgeso. Su primera misión, su sentencia, su absolución… todo en él es de vital importancia.

  ¿Qu-qué? ¿Otros universos?

No creerás que este universo y este presente son los únicos, ¿verdad? — Torcí el gesto porque no entendí nada. Él resopló, aburrido—: Por esto los humanos me parecen tan tontos. Escucha, ¿sabes lo que es una cebolla?

¡Claro que sí! — respondí ofendida.

Bien, ¿qué cosa tiene una cebolla? ¿Capas? — Asentí—. De acuerdo, imagina que toda una capa es un universo. Encima hay otra y después otra más y así sucesivamente. Ninguna capa puede ver a la otra porque cree que es la única; pero en realidad hay más capas paralelas sobre esa misma capa, e inclusive bajo ella.

Como… ¿algo así como universos paralelos?

Exacto. — Chasqueó los dedos y sonrió—: Puede que estés charlando aquí, conmigo, dentro de tu casa; pero en “otra capa” tal vez esto no es una casa, tal vez es un cementerio y están velando a alguien. No sé…

» Pero bueno, no nos desviemos del tema. Su sistema es muy estricto: si infringes las reglas sencillamente te quitan las alas, y ¡adiós! Los míos les dan una cálida bienvenida, ¡oh, sí! La verdad es que somos muy hospitalarios con aquellos que se rebelan contra su aburrido régimen. — Soltó un suspiro, embelesado, y continuó—: La condición de calehim solo se da en determinadas ocasiones porque implica que se tiene una oportunidad para retornar. En el caso de Forgeso, parece que parte del precio para volver es recordar su nombre.

Espera, ¿y qué tiene que ver esto con lo que me decías sobre que su presencia los incomodaba?

Como ya te dije, Forgeso no es un calehim cualquiera arrojado a la existencia humana a ver cómo intenta volver por su cuenta. Sus superiores le han otorgado cierta ventaja: le dieron algunas pistas y además lo enviaron con un guía: Abdiel es un Principado, perteneciente a un coro elevado; no sabes lo mal que nos hace sentir su esencia.

¿Abdiel?

Ah, sí: tú lo conoces como Hethos.

Lo miré, algo confundida:

Pero… Tarek no piensa igual. Cuando lo veo cerca de él no parece estar incómodo.

Seir es un sucio errante, ¡ya no pertenece a los nuestros!

Noté una nota de desprecio en su voz. Desconfié aún más porque Tarek era demasiado amable como para ser repudiado.

Hay más de ellos alrededor, tal vez el mismo Forgeso no es consciente de sus presencias. Lo están vigilando: los Phaxsi, los Tronos, las Potestades, las Virtudes... Incluso algunos de los míos afirman haber visto a un Khari. Ángeles y otros seres están rondándonos. Hay muchos siguiéndole los pasos.

¿Por…? ¿Por qué?

Bueno, no me hagas más preguntas porque ya me aburrí de contestar. Dime, ¿quieres hacer negocios conmigo? No te voy a pedir estupideces como “entrégame tu alma o algo así”, porque no necesito más tropas.

¿Tropas?

El alma de un humano, dependiendo de su valor, equivale a una buena cantidad de soldados que se unen a nuestras tropas. Aquel que hace tratos con humanos usualmente obtiene eso cuando el involucrado fallece. Y ya paremos con el tema, no me hagas darte más explicaciones.

¿Por qué querría pedirte ayuda? Hethos y Alen ya están averiguando por su cuenta y…

El calehim ha vagado por el Mundo de los terrenales durante nueve vidas, nena. ¿Sabes lo que eso significa? — Tragué despacio ante el tono triunfal. La sonrisa se le amplió—: Significa que lo están haciendo mal.

Pero…

Yo solo he venido a ofrecer mi ayuda. Para mí sería muy sencillo tronar los dedos y romper su Sello de olvido — me dijo seriamente—. Lo sé todo, Sisa Daquel, porque mi especialidad es responder preguntas sobre todo tipo de intervalo temporal: Pasado, Presente, Futuro. Tal vez el futuro me cueste un poco más pero el pasado es pan comido, y eso es exactamente lo que él busca. Sé todo sobre él, sé por qué está aquí, sé por qué no recuerda su nombre… y también sé qué es lo que tiene que hacer para retornar.

¿Estás diciéndome la verdad? — pregunté algo aturdida. Sonrió:

Pero él no quiere aceptar mi ayuda. Tal vez tú quieras hacer el trato conmigo en vez de él.

Eres un demonio… Hethos dijo que ustedes no hacen las cosas por nada — añadí en voz baja.

No voy a suplicarte que aceptes el trato, solo he venido a ponerlo sobre la mesa. — Se puso de pie y me observó desde su altura—. No sabes el sufrimiento que él lleva dentro de sí, pequeña.

¿De…? ¿De qué hablas?

Para todas las creaciones del Todo, el nombre es lo que te proporciona la certeza de una identidad, es por eso que cada uno tiene una denominación única e irrepetible. Bueno, ustedes los humanos tienen eso llamado homónimos, así que son la excepción. Forgeso ahora carece de identidad; el Sello de olvido que tiene involucra su nombre porque toda su existencia depende de él. Primer punto: no sabe ni siquiera quién es. Segundo punto — sonrió y sentí que la piel se me erizó—: el Mundo Terrenal es para los míos una exquisitez completa. Jugamos con los humanos, los llevamos hasta el extremo de sus más bajos instintos, y nos divertimos tanto observando cómo se destruyen unos a otros. —La sonrisa divertida me crispó: ¿cómo podía hablar así?—. ¡Oh, no! No es que nosotros los obliguemos a hacer “cosas malas”, eso sería justificarlos; simplemente encendemos la mecha, y después ustedes ya se encargan de ver a quién va dirigida la bomba.

» Pero para un ángel…adaptarse a vivir en este mundo infernal es casi una tortura diaria. Si bien el Arte y las expresiones más sublimes los hacen sentirse vivos, no todo tu mundo es de ese estilo. Solo basta con ver las portadas de los diarios: un día un hombre le salvó la vida a una niña, sí, ¡qué humanitario! Pero en la otra hoja países enteros se destruyen unos a otros sin contemplaciones en eso llamado “guerra”. Millones dicen creer en “dioses amorosos”, pero repudian a aquellos que encuentran el amor de manera distinta a la “comúnmente aceptada”. Hipócritas, destructivos, egoístas. Panoramas llenos de hambruna, asesinatos, discriminación…. Esas cosas suenan normales para ustedes, fascinantes para nosotros, pero terribles para ellos.

Sentí una pizca de vergüenza recorriéndome el cuerpo, porque así quisiera negarlo, así era la humanidad.

Va a llegar un momento en el que no lo soportará, y preferirá morir a seguir aquí, porque este no es su lugar. Esa bipolaridad que tiene es parte del proceso de adaptación. Su cuerpo de humano no contrasta con su esencia de ángel, y en algún momento podría terminar demente. ¿Sabes lo que significa eso?

Lo miré en silencio, sintiendo un nudo horrible en la garganta.

Ustedes los humanos tienen eso llamado sanatorio mental, o manicomio, para ser más exactos, en donde ponen a aquellos que ya no viven en la realidad convencional. —Y la sonrisa que me dedicó me abrumó: parecía disfrutar tanto lo que me decía —. Pero ellos no tienen nada de eso; un ángel que ya no puede controlarse así mismo ya no sirve, sería un estorbo…

No…

Tendría que ser exterminado sin miramiento alguno.

No, eso no es posible. Hethos nunca dijo algo así. Ni Tarek, ¡ni el mismo Alen!

Para eso existe la jerarquía de los Phaxsi, preciosa — apuntó satisfactoriamente—. Son los que se encargan de los calehims y ángeles que ya perdieron la cordura. Los aniquilan, porque ya no son útiles para el sistema.

Todo el cuerpo se me tensó de manera violenta. Por un momento tuve una breve visión: Alen siendo perseguido por un grupo de ángeles, tal vez con hermosos ojos violeta pero con naturaleza exterminadora.

Y eso es correr con suerte, porque si el rumor de que un Khari anda cerca es cierto, Forgeso no solo va a ser aniquilado, sino que será de la manera más dolorosa y despiadada que puedas imaginar.

¿Kha-Khari? — balbuceé aterrada.

Esta será la última pregunta que responda: los Khari son de otra raza, ni ángeles ni demonios ni humanos. Son hasta un mito entre nosotros: se cree que son las fuerzas violentas del Todo. Cuando se transgreden las reglas de manera extrema, los Khari son los encargados de infligir los castigos; y son muy severos porque para ellos todo es o blanco o negro, no hay nada a medias. Si ustedes siguen como están, en un futuro probablemente también se encuentren cara a cara con ellos. Tal vez una pandemia, o un cometa estrellándose contra su planeta sea la manera más delicada de castigarlos.

¿Qué?

¡Listo! Basta de preguntas.

Durand elevó una ceja y después me tendió algo: era una tarjeta mediana, de color negro.

Tengo asuntos que atender. Si en algún momento consideras mi propuesta o quieres saber más de ella, ven a buscarme. Así digas mi nombre real no vendré, ahora tendrás que venir tú a mí.

Y desapareció.

Tragué despacio. Las luces nuevamente estaban apagadas; oí desde el segundo piso un ronquido.

Volví a mi habitación, cerré la puerta y encendí mi lámpara de noche. La tarjeta que Durand me había entregado era de color negro, con puntos brillantes, semejantes a la Vía Láctea.

Una sola palabra se distinguía en ella:

 


ORÁCULO


 

Y una dirección en la parte posterior.

Me quedé observándola por unos segundos. Después la guardé en el cajón de mi velador y me recosté velozmente, cubriéndome con los cobertores hasta la cabeza.

»—…un ángel que ya no puede controlarse así mismo ya no sirve, sería un estorbo. Tendría que ser exterminado sin miramiento alguno.

Alen.

 

 

»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«

 

 

¡Hey! — Di un pequeño brinco en mi sitio cuando Tomas apareció delante de mí, sosteniendo una pelota de fútbol. No fue hasta que escuché a algunos chicos pedirme disculpas desde la cancha de cemento, que comprendí que mientras caminaba por poco y me da en la cabeza.

Tomas había conseguido detenerla con las manos.

Oye, ¿qué pasa? ¿Estás bien? — Lo miré algo desconcertada—. ¿Nerviosa?

¿Mmm? — No terminé de comprender su pregunta.

Pero no me dijo más ya que debía irse pronto a su práctica de tenis.

Tranquila, Bellota: ¡ya verás que todo saldrá bien! — me gritó alejándose.

¿Qué? — Fruncí el ceño, aún más confundida —. ¡Tomas!

Etel apareció detrás de mí, suspirando:

Yo creo que Loi debe estar bastante mal para haber faltado a clases, ¿no crees? — Sí, debe ser eso. Ni siquiera había enviado ningún mensaje explicándonos su ausencia—. Has estado sumamente pensativa estos últimos días, Sisa. Tranquila, ya verás que todo saldrá bien.

¿Eh? ¿Por qué Tomas y tú me han dicho casi lo mism…? — estuve por preguntar, pero en ese momento oímos una bocina.

Un hombre nos saludaba desde un auto.

¡Oh! ¡Pero si es papá! Bueno, Bellota, te llamo a las seis, ¿sí? No estés tensa, relájate. ¡Yo sé que todo ha salido bien, ya lo verás!

¿Eh? ¿Pero de qué hab…?

¡Voy, papá! Adiós, Bellota. ¡Fuerza! — Me abrazó y después se perdió por las escalinatas de la puerta principal.

¿Ah? ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué Tomas y Etel han sonado tan similares y aun así no los he comprendido?

Salí de la escuela sin darle muchas vueltas al asunto: probablemente habían estado hablando de algo, y como ando distraída no les presté la atención necesaria.

No podía dejar de pensar en las palabras de Durand con respecto a Alen. Me encontré con él y Tarek el sábado, cuando saqué a pasear a Petardo, pero no les dije nada sobre la visita que había recibido.

Tarek ya me había dicho que los demonios no son propensos a brindar su ayuda sin obtener nada a cambio… Pero si Durand ya me había dicho que no iba a pedirme mi alma, ¿cómo pensaba que iba a pagarle? No se me ocurría nada valioso que pudiera pedirme, lo que hacía las cosas más sencillas.

« Pero es un demonio»

Sí, ahí radicaba el punto principal. Se trataba de un demonio, y por lo que he oído de labios de Hethos, Tarek, el mismo Alen y la sociedad completa, es que no se debe confiar en ellos.

Terminé dando un paseo por el parque en el que solía practicar con el violín. Saqué el celular y le marqué al abuelo: me contestó muy animado, diciendo que Joan aún no retornaba de la universidad. Charlamos un poco sobre la escuela y después tuve que colgar porque me dijo que estaba esperando a unos amigos.

Guardé el celular y me quedé allí, apoyada sobre el malecón y observando el mar. Cuando empezó a correr algo de viento decidí que lo mejor era volver a casa, y comentarle a Alen sobre la visita inesperada de Durand. De paso aprovecharía para preguntarle directamente si eso de que podía perder la razón era cierto.

Tomé el autobús: fue un viaje algo triste porque ni siquiera saqué el celular para escuchar música. Me entretuve observando a las personas caminar, viendo sus expresiones y preguntándome qué clase de vida tendría cada una.

»— Oh, no, no es que nosotros los incitemos a hacer “cosas malas”, eso sería justificarlos; simplemente encendemos la mecha, y después ustedes ya se encargan de ver a quién va dirigida la bomba.

No somos así… no…

« No todos»

El sol estaba ocultándose lentamente. Bajé del autobús y caminé para llegar a casa. El viento me despeinó un tanto y extrañamente sentí que Durand tenía algo de razón: los humanos somos egoístas… Y digo “somos”, porque ahora que lo pienso, si Alen recupera su nombre se irá para siempre, y tal vez…por un lado me gustaría que no fuera así.

El celular vibró dentro de mi mochila. Para cuando sentí la forma rectangular, la llamada ya había terminado.

Etel.

Ah, sí, dijo que me llamaría a las seis.

¿Mmm?

Volvió a vibrar, pero esta vez fue el nombre de Loi el que apareció en la pantalla. Apreté el botón de contestar y lo puse sobre mi…

¡SISA! ¡SISA! ¡OH, POR DIOS! ¡OH, POR DIOS!

¿Loi? — Me asusté un poco por el tono de voz, pero después comprobé que reía—. ¿Qué sucede?

¡LOS RESULTADOS! ¡LOS RESULTADOS ACABAN DE SER COLGADOS EN LA PÁGINA WEB!

La temperatura se me bajó de un tirón.

¡PASÉ! ¡PASÉ A LA SEGUNDA FASE! O sea ya lo sabía, pero ¡igual! ¡PASÉ!

¿Qué día…? ¿Qué día es hoy?

¿Q-qué?

¿Sisa? Sisa, ¿viste lo tuyos?

Loi…Loi ¿qué…? ¿De qué hablas?

¡HOY ES 28, BELLOTA! ¡28 DE MAYO! ¡¿LO OLVIDASTE?!

¡Pero cómo ha sido posible! ¡Si es lo único en lo que he estado pensando con tanto ahínco!

¿Lo olvidaste? ¡Eres un caso! Espera, entraré a la Facultad de Música.

Aguardé sumamente ansiosa, escuchando a mi corazón bombear con fuerza a través de mis oídos. ¡¿Cómo se me pudo pasar algo así?! ¡Pero qué descuidada!

Oí que Loi dejó de teclear: me vino un horrible ataque de temblores.

Sisa… ¿aún sigues ahí? — Le respondí que sí—. Por favor, cógete de algo ahora mismo. Alguna silla, tu cama...

Estoy fuera de casa…

Un horrible nudo en la garganta empezó a incomodarme ante el silencio: ya, era obvio. No pas…

¡PASASTE, MIERDA! ¡PASASTE! ¡PASASTE! ¡PASASTE!

¿Qué…? ¿Qué dijo? ¡¿Qué dijo?!

¡¿QUÉ?! — chillé —. ¡Loi, Loi! ¿Estás…? ¡¿Estás segura?!

¡SÍ, SÍ! ¡AQUÍ ESTÁ TU NOMBRE! ¡TU NOMBRE!

Solo sentí algo semejante dos veces en toda mi vida: la primera fue cuando Joan me sacó a jugar al patio la primera vez que nos vimos y exclamó emocionado que siempre había querido una hermana más; y la segunda cuando el abuelo dijo “mi nieta” al referirse a mí, a la semana de mi llegada. Ni siquiera supe cómo describir ese momento, porque sentía como si de la nada fuera el ser con más suerte en el mundo entero; y ahora me sentía exactamente así. Podrían pedirme que caminara entre las nubes, y a lo mejor me salían un par de alas y lo hacía.

Loi me dijo que llamaría a Etel y a Tomas, y me recomendó que fuera por un té de hierbas para el ataque de risa y lágrimas que se me había desatado.

Aceleré el paso rumbo a casa para llamar al abuelo y a Joan de una vez por todas, pero de repente distinguí una figura viniendo en sentido contrario, y prácticamente la enorme felicidad que sentía llenándome el pecho empezó a desbordarse, porque ya ni siquiera podía disimular las enormes ganas que tenía de abrazarlo y contarle todo lo que significaba para mí el haber pasado esta primera etapa.

Sonrió al verme y ¡ya no pude contenerme más! La sonrisa se me amplió y después me encontré corriendo hacia él, contentísima.

¿Bellota?

¡Alen! — grité y prácticamente me lancé sobre él. Lo oí soltar una carcajada:

¿Puedo preguntar por qué estás tan animada?

¡Pasé! ¡Pasé! ¡Pasé! — exclamé saltando de la emoción.

Abrió los ojos, sorprendido:

¿Los resultados? ¿Lo de Gaib Art?

¡Sí! ¡Sí! — grité frenéticamente. ¡Estaba feliz, realmente estaba muy feliz!

Me miró con una ceja en alto y después rompió a reír, igual que yo:

Te gustan las alturas, ¿verdad?

¿Eh? ¿Por qué?

Solo respóndeme. — Asentí—: ¿Aun si es muy, muy, muuuy alto?

Sí, supongo que sí.

Bueno, entonces déjame darte un obsequio por esta grata noticia.

Lo miré con curiosidad cuando me tomó por la mano, y después todo se convirtió en una mancha borrosa.

Cerré los ojos porque el viento sopló con una fuerza insólita, y cuando los abrí por poco y me muero de la impresión:

¡Ay!

¡Madre Santa! ¡¿Cómo llegamos aquí?!

Observé a todos lados, preguntándome en dónde estábamos, y comprobé que habíamos terminado sentados sobre el último piso metálico de una antena de telecomunicaciones, que para rematar ya estaba sobre un edificio que parecía ser bastante alto.

Mis pies colgaban casi en el vacío.

¡Wow! — Me eché para atrás, algo asustada por la altura.

Tranquila, lo tengo todo controlado. No corres ningún riesgo si estás conmigo.

Volteé y me lo encontré sentado a mi lado, observando tranquilamente el sol que ya iba a ocultarse a través del mar, y con los brazos apoyados sobre el entramado de fierros que le servía a modo de alféizar.

¿Demasiado alto? — me preguntó en tono juguetón.

El aire soplaba con muchísima fuerza y hacía algo de frío…

…pero todo se veía tan hermoso.

¿Siempre vienes aquí? — pregunté maravillada.

Sí, es difícil que te molesten por estos lares.

¡Vaya! Todo…todo se ve tan pequeño.

Los edificios parecían pequeñas construcciones de lego, y ni que decir de las personas porque ni las distinguía.

Felicitaciones, Bellota artista. — Me acomodé un mechón de cabello, algo abrumada por todo el paisaje y su misma voz—. Lo conseguiste; te dije que sería fácil para ti y tu violín.

Mu-muchas gracias.

La vista era espectacular y por un brevísimo espacio de tiempo sentí que estando aquí, tan alto, el mundo se podía contemplar de otra manera. Ahora que lo pienso, existe algo llamado aire que usualmente no solemos valorar, algo llamado sol que como vemos a diario ya no nos asombra. Algo inmenso llamado cielo que nos cobija y que muy pocas veces alabamos por su belleza.

El mundo, el mundo…

Sí, tu mundo es hermoso — lo oí decir—. Es demasiado hermoso, pero a veces ustedes lo olvidan por completo. ¿Has sentido la lluvia mojarte el rostro? Es uno de los placeres más sublimes de la vida, pero son muy pocos los que disfrutan de ella.

El mismo espacio me apabulló un tanto: el viento soplando, las construcciones viéndose menos imponentes de lo que parecen desde allá abajo. En realidad, somos más pequeños de lo que creemos: viéndonos desde arriba somos coomo pequeñas hormigas en medio de un mundo que es muchísimo más grande que nosotros mismos.

Ya estaba acostumbrándome a toda la vista, hasta que sentí que se movió.

Se había puesto de pie:

Una vez me dijiste que tocabas el violín porque sentías que volabas, ¿verdad? — Me sorprendió que recordara un detalle como ese—: Bueno, como en sí el hecho de ya haber pasado a la segunda fase para ingresar a Gaib Art es un mérito, voy a darte un obsequio más.

¿Eh? — Me tendió la mano para que me pusiera de pie a su lado. Temblé un poco porque me encantaban las alturas, pero lo máximo que había llegado a disfrutar había sido la azotea de un edificio de siete pisos, y era casi nada al lado de esto.

Finalmente me reincorporé y él se inclinó un tanto para verme a los ojos.

Escúchame, Bellota. Voy a echarte un poco de “polvo de hadas”. — Solté una risa cuando él fingió lanzarme algo sobre la cabeza—. Y ahora te pediré que…

¿Sí?

El viento sopló con fuerza y me obligó a cerrar los ojos. Para cuando los abrí, me encontré con una sonrisa que no supe descifrar en su rostro.

…confíes en mí y te lances al vacío.

Me lance…al vacío…

¡¿QUÉ?! — grité, y como me moví un poco y temí caer me aferré a sus brazos—. Alen, está bien que tú seas algo así como un ser indestructible, ¡pero por si lo has olvidado yo sí puedo morir!

Elevó las cejas bastante divertido y después me observó con burla:

¿Tienes miedo?

¡Claro que sí! ¿Qué te pasa?

Una cosa era subirme a una moto con él y otra, muy distinta, era lanzarme desde la parte más alta de esta antena que ya de por sí estaba sobre un edificio igual de alto.

¡No! ¡Ni loca!

Pero acabo de echarte “polvo de hadas”— agregó ligeramente decepcionado.

No creo que tu polvo de hadas sea tan eficaz como el de Campanita — rebatí dubitativa.

¿No confías en mí? — Quise decirle que eso era trampa, porque si me observaba fijamente, con los ojos brillándole más que nunca gracias a ese sol que ya se iba, yo no podía negarme del todo.

Es que está muy alto — agregué en voz bajita.

Confía en mí, Sisa. — Tragué despacio y observé hacia abajo: Dios, estamos muy alto. Estrellarse contra el pavimento desde esta altura definitivamente no sería nada agradable. ¡Es más! ¡El término “agradable” está completamente fuera de contexto porque evidentemente terminaría muerta!

Pero él…es decir…se trata de Alen. Después de todo, nada a su alrededor es normal.

Ya, sí. Confío en ti — repetí temerosa.

Bueno, entonces “adelante” — me dijo invitándome a…bueno, a lanzarme.

Me acerqué un poco al borde y vi la mancha borrosa que supuestamente era la parte de abajo. Tomé una bocanada de aire, mientras pensaba si estaba haciendo lo correcto o no, y después me di la vuelta con cuidado, pasando mi cuerpo por el entramado de fierros, y aferrándome tanto a ellos que los nudillos se me pusieron blancos.

¿Qué haces?

No puedo hacerlo de frente, siento que moriré de un infarto — confesé.

Me puse de espaldas al vacío, sosteniéndome de una de las varas de metal. Tomé una gran bocanada de aire y después sentí un horrible escalofrío.

¿Quieres darme algo más de polvo de hadas? — pedí temblorosa.

¡Claro! — exclamó encantado, y fingió echármelo sobre la cabeza otra vez.

Le di un último vistazo al inmenso cielo ya anaranjado opaco. Me quedé en silencio por unos segundos, solo oyendo el silbido del viento retumbando en mis oídos. Por un momento dudé, y hasta planeé lanzar una carcajada y volver a mi sitio anterior; pero…

Confía en mí… — Y me miró con esa absurda mirada de sol—…Sisa.

El viento me despeinó un tanto. Sus dedos me acomodaron parte del cabello que cubría mi rostro.

¿Confío en él?

No sé si peco de ingenua o de estúpida, pero claro que confío en él.

Tomé una gran bocanada de aire y al instante solté la varilla. La sensación de vacío me tensó por completo, porque pasé rompiendo el aire de manera veloz mientras observaba que los fierros que conformaban la antena se hacían cada vez más pequeños.

Y por un segundo imaginé a Alen cayendo así, sin fuerzas, a este mundo que tan poco conocía cuando fue sentenciado.

Cerré los ojos con ímpetu: la velocidad empezó a marearme, y cuando estaba por soltar un alarido porque sentía que me estrellaría contra algo, me tomaron en brazos.

¡Ah! — Abrí los ojos violentamente y me lo encontré muy cerca de mí. Con sus brazos sosteniéndome y su sonrisa sincera más hermosa que nunca—. ¿Qué…?

Miré alrededor por sobre su hombro, y entonces comprobé que sí…sí…

Sí estaba…

¡Vuelas! ¡Alen, vuelas! — grité emocionada. Algo que salía de su espalda llamó mi atención —. ¡Alas! ¡Tienes alas!

Las figuras que sobresalían de su espalda se movían con ímpetu a un mismo ritmo y parecían estar hechas de humo plateado. Eran demasiado hermosas para ser descritas, como varios rayos de luz con formas ondeadas, pero no tan definidas porque se veían etéreas.

 Bueno, no son “alas” en el sentido estricto de la palabra — me explicó con el ceño fruncido—. Son los vestigios de mis alas verdaderas. No puedo sacarlas en este cuerpo porque no son compatibles con él.

¿Y siempre vuelas? — Negó con la cabeza—. ¿Entonces estás invirtiendo energía al hacer esto?

Algo.

Iba a decirle que el paseo estaba bien hasta ahí, porque había oído decir a Hethos que él perdía energía con mucha facilidad cuando empleaba parte de los poderes que le quedaban; pero sentí que perdimos el equilibrio y prácticamente lo estrangulé.

¡Dios, nos caem…!

¡Eres un caso! — explotó divertido. Comprobé que lo anterior había sido una mala jugada de su parte porque de tanto en tanto se movía como si fuéramos a caer, y cuando yo lanzaba un grito él estallaba en carcajadas.

Estaba demasiado absorta con el paisaje y con ese lado tan juguetón que me estaba mostrando, que no podía enfadarme. Vi el mar a lo lejos y las casas de Lirau que parecían casi de juguete; las luces de algunos edificios ya encendidas, los árboles de las zonas verdes y la inmensa carretera por la que llegué de Asiri.

Lo estreché con cariño y apoyé mi mentón en su hombro.

¿Y si alguien nos ve?

Nadie va a vernos, Bellota. En este momento solo somos tú y yo.

Se me escapó un suspiro: a veces…solo a veces siento que es tan perfecto.

Gracias — murmuré. Los ojos me picaron un poco: quise decirme que a lo mejor era a causa del viento gélido, pero en realidad era una reacción más emocional que física.

Qué hermoso resultaba ver el mundo desde aquí arriba.

Felicitaciones, Bellota. Y escucha esto atentamente: el próximo año volveré a darte polvo de hadas, pero en esa oportunidad será para celebrar tu ingreso oficial a Gaib Art.

¿Es una promesa?

Es una promesa.

Volvimos a la antena, me depositó con suavidad en la superficie metálica, y cuando mis zapatillas tocaron zona firme él hizo lo mismo a mi lado.

El humo plateado se desvaneció violentamente.

Supongo que quieres llamar a tu abuelo y a tu hermano.

Asentí y en un par de segundos aparecimos al frente de su casa.

¡Gracias, Alen! ¡Ha…! ¡Ha sido lo mejor del mundo!

Lo abracé con fuerza, y me sentí tan condenadamente bien cuando me acarició el cabello. Me dijo que no era nada, y al alejarme de su cuerpo, noté lo débil que se veía.

Estaba muy pálido y aunque trataba de disimularlo, le costaba mucho trabajo respirar.

Has perdido energía, ¿verdad?

Ya te he dicho que soy algo llorón, pierde cuidado — añadió divertido. Entonces tomé algo de aire y sin pensarlo demasiado me puse de puntillas y lo besé con suavidad. Mi corazón golpeó con fuerza cuando sentí la textura suave de su boca; me separé con delicadeza y me lo encontré observándome, algo sorprendido.

Gracias por todo— le dije y di media vuelta, rumbo a casa, con una simpática sensación de flote en mi interior que poco a poco empezó a esfumarse.

Crucé a la otra acera y caí en la cuenta: me había prometido más polvo de hadas el próximo año…pero eso solo sería posible si él no se iba.

Solo si no se iba…

Ojalá se quedara conmigo.



»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«



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