ACTO IX - Acto de contrición
¡Muy buen viernes
sábado!
Como ya quedamos en el capi pasado, esta
vez les hablaré brevemente de otra canción ultra importante para esta historia, antes de irnos al capítulo:
Fuori dal mondo de Ludovico Einaudi:
este tema, para los que vieron el breve video promocional que hice de Noches de insomnio (lo encuentran en mi
canal de YouTube si no lo han visto), es el que empleé para hablar desde la
perspectiva de Alen. Es una pista para Acto
de Contrición porque es como que el puente entre la historia de Albania y
Aniel y Sisa y Alen: Fuori dal mondo o Fuera de este mundo tiene todo ese matiz
de tristeza que en cierto modo tiene la historia de este par. No sé ustedes
pero más allá de que se hayan amado y vuelvan a quererse al reencontrarse con
otros nombres es lindo, sí, pero toda su historia está marcada por algo que
incluso va más allá de la supuesta “traición” de Albania (que fuimos viendo en NDI y que veremos directamente en ADC): su historia me resulta algo
triste y trágica por la naturaleza de ambos. Aniel/Alen es ese ángel considerado
el más bueno de los buenos (usando términos súper simples), y Albania/Sisa es
algo “indefinido” y específicamente en Acto
de contrición es algo considerado “horrendo”, una creación monstruosa. Su
relación es esa especie de analogía de antónimos: cómo seres que son para el
mundo tan diferentes… ¿terminan queriéndose? Por eso creo que esta canción es perfecta:
porque es bellamente triste y me narra ese amor tan “fuera de este mundo”.
Quiero dedicarle este capi a mi querida amiga Pepinito, que cumplió años la semana pasada y también sigue la
historia. Gracias por apoyarme, Pepinito, y por presentarme al Luca que también imaginaba.
ACTO
IX
NANAEL
Yo solo
tenía que enfocarme en elaborar un gozo de rastreo para ubicar al dichoso vaisiux que había aparecido como tema de
conversación y que tanto alboroto había armado entre todos nosotros…
—
¡Dios bendito, no! — exclamó Nuna, y se cubrió
la boca para ahogar los sollozos.
…pero
no. Ahora no solo debía enfocarme en eso: ¡también tenía que pensar por qué
demonios la humana me salía con semejantes disparates! ¡Maldita sea, mujer! ¡Cómo te digo que no vamos a hacerle daño a la
niña! ¡Ella es inclusive mucho más peligrosa que Aniel y yo juntos!
—
¡¿Por qué, Señor?! — seguía lamentándose angustiada. Quitó la flor
de la boca de la niña, e inmediatamente salió corriendo de la habitación.
—
¿Mmm? ¿Nunita? — balbuceó Albania entre sueños
pero después se acurrucó y siguió dormitando.
¡¿Cómo diantres ha pasado
esto?!
Atravesé
la puerta y le seguí los pasos: Nuna caminaba alterada por el pasillo,
limpiándose las lágrimas de tanto en tanto y maldiciendo completamente
devastada.
¿De
dónde ha sacado ensalmos humanos esta mujer? He convivido con ella durante los
casi trece años que ya lleva como humana la Original, y nunca había sucedido
algo semejante. Nuna es una humana común y corriente: ¿cómo es posible que de
la noche a la mañana se le haya ocurrido emplear una flor de Sisa?
Los
primeros humanos solían emplear esta variedad de flor para atrapar caídos y
errantes, porque parte de su naturaleza poseía cualidades excelsas relacionadas
a la clarividencia, la revelación y la unión de espacios diferentes: cualquier
ser ajeno a este mundo podía ser atrapado si se sabía emplearla. La flor de
Sisa era muy rara y poderosa, porque había sido el primer tipo de flor nacida
en la tierra y sin intervención directa del Todo. Era una flor enteramente
terrenal que había nacido espontáneamente, lo que la convertía en una especie
vegetal con voluntad propia.
¿Cómo es
que Nuna ha sabido emplearla? Son muy pocos los terrenales que saben que al
posar un botón de esa flor sobre cualquier superficie, ésta se abrirá si ha
habido algún tipo de contacto con seres que no son de este mundo.
Cuando
Albania era más pequeña solía comentarle a Nuna sobre nosotros pero ella nunca
la había tomado en serio… ¿cómo es que ahora sospechaba de nuestra presencia?
Y lo que
era aún más preocupante: el bendito botón de Sisa se ha abierto sobre la boca
de la niña; y hasta ahí no me hubiera preocupado porque eso solo significaba
que sus labios habían tenido contacto con algún ser que no era humano (con un
ángel, para ser más exactos, por el tipo de oscilación que habían dado los
pétalos). Sería absurdo negar que lo sé, porque sí, lo sé: Albania suele besar
a Aniel en las mejillas siempre que puede. Pero el asunto aquí era que los
cuatro pétalos se han retorcido de esa única forma que se define “boca sobre
boca” en movimientos. Y no uno, ¡sino dos!
¡Dos
malditos besos!
¡¿Cómo
mierda Aniel se ha atrevido a besarla?!
Voy a
tener una charla bastante seria con mi estúpido hermano de nacimiento cuando
retorne de alimentarse. Claro, ¡por eso me ha cerrado sus pensamientos! ¡Por
eso ha estado tan esquivo y me ha salido con sus absurdos “todos tenemos cosas
que guardar para nosotros mismos”!
Pero me
va a oír: así no quiera me va a oír cantarle todos los sermones creados y por
crear y espero una buena explicación. ¿Besos? ¿De cuándo aquí semejante
contacto físico es necesario en nuestras existencias? ¡Todo esto es por
materializarse, maldita sea! ¡Lo sabía!
¡Este
mundo está lleno de trampas! Al menor descuido, uno puede terminar adquiriendo
odiosos hábitos humanos.
Seguro
ha sido la niña, sí. Albania siempre
consigue lo que quiere porque el idiota de Aniel nunca puede decirle que no.
¿Y por qué demonios le pediría esa clase de besos?
Bueno,
ya tendré tiempo para ponerme a pensar en eso. Ahora lo que debo hacer es
vigilar cuidadosamente a la humana a ver si consigo saber de dónde ha obtenido
esos ensalmos.
Si es
que no se desmaya antes porque parece bastante alterada.
—
¡¿Por qué a mi niña, Dios mío?! — oía los
clamores mientras bajaba rápidamente los escalones alfombrados—. ¿Qué he hecho
para que mi niña haya sido fichada por un maldito ángel lujurioso?
Me quedé tan perplejo que
dejé de seguirla:
¿Qué es
lo que ha dicho?
Los
escalones terminaron; Nuna corrió presurosa, con las pantuflas sin hacer el
menor ruido y el cuerpo repleto de angustia, ahora rumbo a uno de los pasillos
cerca a las cocinas.
¿He oído
bien? ¿Ha dicho ángel lujurioso?
Mi
mecanismo de respuesta me lanzó el panorama sin muchas vueltas. Lujuria: apetito desmedido, vicio incontrolable. Placer,
ansiedad, deseo…
…carnal.
Cerré
los ojos y aparecí en el pasillo, nuevamente detrás de ella.
—
¡No van a ultrajar a mi niña! ¡No van a
tocarla! — murmuró para sí misma y entonces me perdí por completo.
¿Ultrajar a la niña? ¿Pero de
qué demonios está hablando esta humana loca?
Volteó
por la siguiente esquina, al lado derecho. La luz de las estrellas era lo único
que se colaba por las ventanas del costado, mientras el largo camisón ondeaba
en el caminar diligente.
¿Qué está pasando? No
comprendo absolutamente nada.
Se
detuvo violetamente frente a la última puerta del pasillo; tocó con insistencia
y después aguardó impaciente. Me quedé observándola a unos metros, tratando de
asimilar la información: ¿ángel lujurioso? ¿Ultrajar a la niña?
¿Quién
le ha metido todas esas ideas estúpidas?
¡Toc
toc!
—
¿Mmm? ¿Sí? ¡Oh, señorita Nuna!
Distinguí
a la humana que habían contratado hace unos días abriendo la puerta algo
somnolienta. Nuna la tomó de las manos y
volvió a sollozar, completamente desolada:
—
¡Rudy, tienes que ayudarme! ¡Tienes que
ayudarme, por amor de Dios! — la chica abrió los ojos, a lo mejor sorprendida
por la repentina visita nocturna; y hasta ahí todo muy normal…
…sino fuera porque observó en
mi dirección y me sonrió.
¿Acaso…?
¿Acaso
puede verme?
—
¡La flor se abrió! ¡El capullo de Sisa…! ¡Mi
niña Albania! ¡Oh, por Dios!
—
Oh, vamos, tranquilícese y dígame bien qué le
sucede.
Atravesé
velozmente todo el pasillo mientras Nuna ingresaba a la habitación de la
humana, dispuesto a ser testigo de toda la charla, pero repentinamente me quedé
paralizado.
¿Qué…?
Observé
a todos lados, buscando la causa de mi inmovilidad: era como si una puerta
invisible me impidiera avanzar. Bajé la mirada y distinguí algo parecido a una
hilera de polvo blanco en el mismo umbral, como una franja de… ¿sal?
No, no
era sal humana: parecía sal humana.
Reconocí
la textura de inmediato: eran cenizas. Cenizas de algún cráneo humano,
previamente mezcladas con ensalmos humanos de aislamiento y también…
…gozos.
¡NO!
—
¡¿Quién eres?! — vociferé. Los ojos de la chica
se entrecerraron, divertidos.
—
Aquí no entras… — me dijo moviendo los labios y
con una sonrisa triunfal—. Nanael.
¡¿Qué?!
¡BROM!
Cerró la
puerta y en ese instante una considerable fuerza de repulsión me golpeó. Salí
despedido hacia atrás, un brusco jaloneo me llenó por completo; todo se tornó
borroso, y para cuando lo comprendí…
…ya
estaba en Izhi, lejos de la mansión Formerio.
¡No!
Cerré
los ojos y traté de volver a la habitación de la niña: el transporte no me
respondió. Me encogí y emprendí la carrera, dispuesto a retornar a pie. ¡Acababan
de expulsarme del aposento humano de la Original! ¡Eso era completamente
imposible!
Vislumbré la mansión a través
de los árboles; di un salto ya para llegar a los jardines…
…pero me di con la sorpresa
de que volví al mismo lugar: nuevamente,
junto al riachuelo.
¡Maldita sea! ¡Han sellado el
lugar para mí! ¡¿Qué mierda está pasando?! ¡¿Quién es esa mujer?!
—
¡Aniel! — grité y me movilicé lo más rápido que
pude, pero al cruzar la frontera entre Izhi y el jardín de los Formerio volví a
aparecer junto al riachuelo. Lo intenté más de veinte veces y en todas fue un
rotundo fracaso.
Himno de
encierro: ¡maldita sea, estoy atrapado en un himno de encierro!
Una sensación
parecida a la ansiedad que sentían los humanos me atacó. Yo no puedo estar
separado de Aniel y de la niña a propósito; es como si mi existencia completa
se sintiera amenazada solo por pensar que estoy lejos de ellos en contra de mi
voluntad.
Intenté
quebrar el maldito himno con todo lo que se me ocurrió: gozo de separación,
gozo de descuartizamiento, gozo de anulación, y otros tantos más pero ninguno
me funcionó.
—
¡Aperite
portas! — lancé a la hilera de árboles que al cruzar siempre me devolvían al
arroyo, pero mi gozo de apertura se desvaneció sin fuerza alguna.
Empecé a
fatigarme; poco a poco sentí una molestia absurda sobre todo el cuerpo, un
ligero cosquilleo en la punta de los dedos.
El
viento nocturno pasó dando un silbido: me golpeó el rostro directamente. Casi
hasta sentí que el cabello se me meció por él.
No…
Estoy materializado.
Elevé
una mano y conseguí sentir todo lo que implicaba darle materia a la esencia.
Hacerme tangible frente al mundo humano. Todo yo soy peso ahora.
— Martirios
—murmuré.
Había un
martirio de extenuación exclusivamente para mí en todo el perímetro de la
mansión, que evidentemente me estaba drenando la energía y ahora estaba
materializándome a fuerza: materializado es mucho más difícil emplear gozos y
todos los poderes que uno tiene como ángel, porque prácticamente se es como un
humano. Y de esa misma manera, uno también puede morir de manera más rápida,
porque los humanos son extremadamente frágiles y delicados.
Recordé las cenizas esparcidas en la puerta de
la humana, repleta de ensalmos humanos y gozos. Me quieren débil, materializado
y lejos de la Original; han empleado martirios y gozos al mismo tiempo…
Dibujé
rápidamente el gozo de rastreo que había empezado a diseñar hace dos noches.
Aún no lo tenía completo pero podría servir de algo.
— Mostram dasaim —
invoqué…
…y los
hilos brillantes destellando entre rojo y violeta que aparecieron en frente de
mí me lo confirmaron.
Lo
sabía: demonio y ángel a la vez.
Mierda, el vaisiux.
—
¡ANIEL! — grité. Algunos pájaros huyeron de sus
nidos, asustados; mis inscripciones se desvanecieron. Recordé bruscamente a la
niña, dormida en su cama y sola—.
¡ANIEL, LA ORIGI…!
¡PAM!
— ¡Ah!
Salí
despedido hacia atrás después del descomunal golpe que recibí sobre el abdomen
y que sentí como nunca había sentido antes. Di una voltereta en el aire antes
de impactar contra uno de los árboles y adquirí mi forma original.
¡¿Cómo
demonios los humanos soportan el dolor corporal?!
Traté de
regular mi respiración mientras observaba alrededor. Me ericé por completo,
dispuesto a luchar, y lancé un rugido, esperando que Aniel pudiera escucharlo.
—
Vaya… así que ten-go el pla-cer de ver al
án-gel por-ta-dor de la se-ve-ri-dad y el cas-ti-go en su for-ma o-ri-gi-nal —
oí de algún lado: las palabras salieron arrastrándose.
Gruñí a
modo de respuesta mientras intentaba ubicar la voz aguda y desafinada. Cada
árbol y arbusto se veían como manchas completamente negras por la poca
iluminación de las estrellas.
—
¡¿Quién eres?! — exigí.
—
¿Qui-én so-o-o-oyyy? — repitieron y después una
carcajada ahogada resonó dejando eco.
Hundí
las garras en la tierra, tratando de acostumbrarme a la sensación de peso
corporal y a todos los estímulos en general. Era mi primera vez materializado
en este mundo, y mi sistema de percepción estaba un tanto aturdido: algo frío
ingresaba a mi pecho cada vez que tomaba una bocanada de aire, y al mismo
tiempo percibía el movimiento de cada uno de mis miembros cada vez que volteaba
a un lado o al otro. Podía hasta sentir el deslizar casi imperceptible de mis
ojos dentro de sus cuencas.
No te
distraigas, no te distraig…
¡PAM!
Volteé
bruscamente al sentir el impacto sobre el lomo, pero después sentí otro más
sobre la cabeza, otro sobre mis patas delanteras, y otro y otro y así quién
sabe cuántos más.
Era como
si alguien invisible a mis ojos estuviera golpeándome por todas las direcciones
habidas.
¡PAM! ¡PAM! ¡PAM! ¡PAM!
—
¡Ah!
Me
encogí sobre mis cuatro miembros después de los cuatro golpes seguidos que
recibí sobre la nuca, y tratando de no sucumbir ante el terrible suplicio que
significaba el dolor corporal.
Respira,
respira: ¡no pueden vencerte como a un burdo humano!
—
¿Quién…? ¿Quién eres? ¡¿Estás coludido con la
humana de la mansión?! — alcancé a preguntar...
¡PAM!
… pero
nuevamente sentí un impacto tremendo contra el costado. Caí a un par de metros
lejos; me reincorporé de inmediato. Traté de dibujar algunos gozos invocándolos
mentalmente, pero cada hilo se desvanecía frente a mis ojos ni bien salía
flotando.
—
¡ANIEL! ¡ANIEL! — bramé y antes de que volviera
a golpearme alcancé a saltar y esquivarlo.
Pero un
nuevo ataque vino de encima, más veloz,
y automáticamente caí sobre la tierra, hundido por completo.
¡BROM!
No…
—
Han si-do a-ños pre-pa-ran-do
cui-da-do-sa-men-te los mar-ti-rios de a-nu-la-ción exclu-si-va-men-te pa-ra
ti. E-res muy fas-ti-dio-so, Na-na-el…
Martirios de anulación exclusivos para mí: eso
significaba que habían barreras meticulosamente invocadas para evitar que
pudiera usar cualquier tipo de gozo o salmo.
Una risa
irregular estalló; el tono agudo volvió a atravesarme la cabeza: sentí algo
tibio surcando mi pelaje.
Maldita sea, una de mis
orejas está sangrando internamente ante el horrendo sonido.
— ¡ANIEL! — rugí nuevamente—. ¡ANIEL, LA NIÑA!
¡NO PODEMOS DEJARLA SOL…!
¡PAM!
Salí arrojado a varios metros
lejos: caí sin fuerzas a orillas del arroyo.
— Él no llegará para ayudarte; hay toda una
barrera recubriéndote, Nanael. Nadie más que yo puede oírte en este momento —
oí la voz pero esta vez sin ningún tipo de división de palabras, inclusive en
un tono algo soberbio. Alcancé a reincorporarme a duras penas solo para
visualizar el par de ojos que me observaban desde el arbusto de en frente.
Eran enormes, fijamente
enfocados. Uno destellando rojo y el otro violeta brillante.
— Juntos son un oponente invencible, pero
separados... Separados no son nada.
— ¡ANIEL! — intenté otra vez.
La risa prolongada resonó.
— No va a oírte, Na… Na… Na-na-el. Y yo po-dré
li-be-rar de e-sa mu-gro-sa pri-sión a nues-tra ma-dre e hi-jaaaaaa…a…aa…aa.
Apreté
la mandíbula con fuerza: el sonido agudo que adquiría su voz cuando separaba
las palabras era insoportable.
— ¿Sabes por qué duele tanto? — elevé la mirada,
jadeante y con un terrible dolor en la sien —. Tu fuente principal de alimentación
son los sonidos, respetado ángel portador de la severidad y el castigo. Cuando
me oyes hablar de es-ta for-ma tan pe-cu-li-aaaar — ¡no, detente! ¡Basta! —, estoy empleando un gozo de disonancia
extremadamente poderoso. Tu fuente principal de energía se convierte en tu peor
enemigo y en mi carta mejor jugada.
— ¿Quién…? ¡¿Quién eres?!
— Qué in-te-re-san-teeee. É-sa es…— traté de
escapar porque la voz iba a enloquecerme…
...pero
cuando giré me topé cara a cara con un ser que nunca había visto antes.
— …una pregunta que yo también quisiera responder
— concluyó y me quedé perplejo.
¿Qué cosa es eso?
— Me he convertido en esto que ni siquiera
yo…pu-e-do de-fi-niiiir.
Permanecí
en silencio, completamente mudo y turbado; con los ojos desorbitados de la criatura
amorfa que respiraba pesadamente firmemente clavados sobre mí. Traía una
sonrisa desquiciada en lo que debía ser su rostro, y ni siquiera figuraba en la
información que venía conmigo en mi mecanismo de respuesta
Retrocedí
lentamente, sin dejar de observarlo para detener cualquier ataque de su parte;
y cuando estuve a punto de emprender la carrera en sentido contrario…
— ¡¿A DÓNDE VAAAAS?!
…el ser se deslizó
rápidamente sobre sus ocho miembros y me aprisionó.
— ¡Pasmo
tran…to!— intenté un gozo de doble protección pero el martirio de anulación
se lo tragó ni bien salió de mí—. ¡ANIEL! ¡AN…! — perdí la voz ante la presión
despiadada sobre mi pecho.
Maldita
sea, va a ahogarme.
Sentí la
viscosidad de sus miembros humedeciendo mi pelaje. Aliento ácido, respiración
sobrehumanamente cálida. Lo que parecía ser su cuello se estiró lo suficiente para que lo que debía ser su rostro me observara directamente.
— Te repugno, ¿verdad? — sonrió; la presión se
intensificó. El aire dejó de pasar.
¡N-no!
¡NO!
— Yo también me repugno. Solía ser un marqués
venerado, y ahora soy esto: un esperpento sin figura, sin forma — Sabnock
—. Pe-ro va-lió la pe-na-a-aaa; por la ma-dre e hi-ja-a-a…a…aaaa.
Kalmiya.
— Me comeré a la niña; tal vez así recupere mi
forma original. No debieron crear a esa abominación: es un insulto a la
naturaleza del Todo— distinguí una nota de desprecio en las palabras; la
sonrisa desequilibrada reapareció—: Pe-ro an-tes de-bo ver-la. De-be ser
her-mo-sa en su for-ma re-al, ¿ver-daaaa-a-a-a-addd?
— ¡Suél…tame!
¡Aire! ¡AIRE!
— Lo siento mucho, prodigioso ángel portador de
la severidad y el castigo — la visión se me tornó borrosa: va a despedazarme,
mi cuerpo materializado lo percibe. Aniel
no podrá solo…—. Pe-ro de-bo
ha-cer-lo-o-o-oo.
Los ojos… los ojos van a
saltarme de las cuencas por la presión.
Qué horrible
forma de mori...
— ¡SUÉLTALO! — alguien gritó, y después oí un
chillido horripilante salir del vaisiux.
Sentí una brusca sacudida y el aire ingresó de golpe a mi cuerpo.
¡Ah!
Caí
rendido a un lado mientras trataba de acostumbrarme a la libertad para respirar
otra vez. Alguien… alguien había lanzado un martirio de protección y me había
salvado.
Martirio…
Demonio.
Jadeé y
solo alcancé a ver cuatro miembros peludos, muy semejantes a los míos, sobre la
tierra y delante de mí. La cosa amorfa se perdió entre los arbustos, con sus
ocho miembros desplazándose velozmente, como si se tratara de una gigantesca
araña.
— Nanael, ¡Nanael! — escuché la voz angustiada.
Traté de enfocar la mirada: los ojos caramelo me observaron con desolación—.
Tranquilo, ¡tranquilo! Respira, respira conmigo.
La
demonio, en su forma original, se inclinó a mi lado y empezó a contar del uno
al dos, pidiéndome que en el tres soltara todo el aire y después volviera a
capturarlo. Me pareció un ejercicio estúpido, pero la vi tan desesperada que me
resigné por completo.
— Uno, dos, ¡aire! — repetía tontamente—. Uno,
dos, ¡aire!
Me lamió
parte del rostro incitándome a continuar, con una preocupación tan desmedida
que me pareció algo estúpida: ¿por qué se
veía tan afectada? No fue ella la que casi muere.
Sentí el aire ingresando con
menor dificultad; el pecho ya no me dolía mucho.
— ¿Estás mejor? — me preguntó en un tono
absurdamente tierno. Asentí brevemente —. ¡¿Quién eres?! ¡¿Y cómo te atreviste
a lastimarlo?! — le gruñó a los arbustos, y después soltó un rugido que incluso
yo oí muy amenazante.
Enfoqué la mirada: parecía
que la cosa ésa había huido.
— ¿Qué…? ¿Qué viste, demonio? — alcancé a
preguntar entre jadeos.
— Había algo parecido a una mancha negra aprisionándote
— y se inclinó para apoyar su cabeza contra la mía. Sentí el temblor de su
cuerpo—. Si no hubiera llegado, podrías haber…
— No…no te distraigas — respondí sin fuerzas ni
para pedirle que no se me acercara tanto. Se enderezó y observó a todos lados,
vigilante.
Las
hojas de algunos árboles susurraron calladamente. Traté de ponerme de pie pero
una de mis patas delanteras no me respondía. No fue hasta que bajé la mirada
que la vi reposando en un ángulo poco natural; la elevé un poco y colgó inerte,
como un péndulo sin fuerzas.
Estaba
rota.
— ¡Por el Todo! — se lamentó afligida—. ¿Te duele
mucho? Como ha sido producto de un martirio de aplastamiento y estás
materializado, va a demorar en sanar.
— No te desconcentres — exigí nuevamente. La voz
no me salía a buen volumen: sentía la garganta ligeramente rasposa—. Creo que
se trata del vaisiux.
— ¿Q-qué? — las orejas se le pusieron en punta y
después observó de reojo a todos lados.
Bravo, así que es una demonio
asustadiza. Qué gran ayuda.
— ¿Cómo conseguiste escucharme? Llamé a Aniel
pero creo que no llegó a oírme: hay una especie de barrera alrededor de mí.
Traté de
lanzar algún gozo y, para mi pesar, comprobé que el martirio de anulación
seguía activado. No podía usar ninguno de mis poderes bajo ninguna forma y seguía
materializado.
— Yo… bu-bueno… — bajó la mirada, sumamente
nerviosa, y después permaneció en silencio absoluto, jugueteando con una de sus
patas delanteras: moviéndola de aquí para allá, insegura.
¿Qué
significa eso? ¿Cómo es posible que Aniel no me oyera y ella sí? ¿Acaso…?
— ¡¿Estás trabajando con él?! — inquirí aún con
la voz estropeada por mi casi estrangulamiento. Me reincorporé sobre mis tres
miembros sanos y lancé un rugido, dispuesto a luchar: ¡sabía que no podíamos
confiar en ella! —. ¡Habla, demonio!
¡Quieres llevarte a la niña, ¿no es verd…?!
— ¡¿Cómo puedes pensar eso, Nanael?! — me
recriminó profundamente dolida—. ¡Acabo de salvarte la vida!
— ¡¿Entonces por qué no me respondiste?!
— ¡Pues po-porque es un tanto vergonzoso, ¿sí?! —
la miré fastidiado: ¿de qué está hablando?—. Tienes un martirio de rastreo y
ubicación alrededor: no puedes desaparecer del mapa a mis ojos ni con las
barreras más eficaces — ¿qué cosa? Bajó la cabeza y después
aulló bajito —: hace años lo perfeccioné solo para invocarlo y lanzarlo sobre
ti. Nadie más que yo puede verlo.
¿Ah?
Genial: así que le debo la
vida a esta demonio loca que, por lo visto, se la pasaba asediándome.
— ¡Y no me mires así, que por eso ahora estás
respirando, ángel malagradeci…! — dejé de oírla, porque los arbustos de allá
atrás susurraron quedadamente…
…y después una sombra
extremadamente rápida salió hacia nosotros.
Gozo.
— ¡Cuidado!
— bramé, y alcancé a tomar impulso y empujarla.
¡BROM!
Por lo
visto no es tan lenta, porque giró en el aire y alcanzó a aterrizar de pie, a
metros lejos de mí.
— ¡Nanael!
— profirió indignada—. ¡¿Cómo puedes ser tan…?!
— ¡Callada! — ordené, sin dejar de observar
alrededor—. El vaisiux sigue aquí. Ha
empleado un gozo de velocidad, y por eso tus ojos de demonio no lo han visto.
— ¿Q-qué? — se encogió un poco y también observó
en toda dirección—. ¿Entonces qué debemos…?
¿Qué
debemos hacer?: ésa es una buena pregunta. Si el vaisiux sigue aquí, es porque realmente necesita mantenerme alejado
de la Original y va a hacer hasta lo imposible por lograrlo.
No pude
evitar pensar en la humana de la mansión: Albania estaba allá, con ella.
Lancé un
salmo pequeño para probar si el martirio de anulación seguía activo, y comprobé
que se había debilitado un poco.
De
acuerdo: entonces lo que necesito es tiempo.
— Escúchame, demonio — me acerqué a ella sin
dejar de observar al frente, pero una fuerte carcajada salió de alguna parte de
los arbustos.
— No vas a escapar, Nanael — ¡mierda! ¡¿Por dónde…?! —. ¿Por dónde estoy? ¡A
LO MEJOR POR AQUÍ!
¡PAM!
Recibí un golpe directamente
sobre el costado; Gremory se agazapó, mostrando los dientes:
— ¡¿Quién eres?! ¡Da la cara, miserable cobarde!
— protestó enfadada.
— ¿Cobarde? — respondieron desde algún lugar.
Ambos observamos a todos lados, tratando de ubicar el origen—. ¿Pero quién te
has creído, pequeña? No tienes más que algunos pocos siglos de creación: mis
años de existencia merecen algo de respeto.
— ¿Respeto? — se mofó ella—. ¿Cómo podría
respetar a alguien que ataca sin dar la cara?
— Mis más de novecientos siglos de creación
deberían significar algo para ti — no pude ocultar mi asombro: realmente era un
demonio bastante longevo; si algo le sobraba era experiencia —. Y si eso no te
basta, a lo mejor mis 1300 legiones de demonios y las 28 567 tropas a mi disposición
sean más persuasivas. No creerías la
cantidad de humanos que solicitaban mis servicios buscando obtener “victorias”
de todo tipo. En juegos, en guerras, en pruebas, en competencias: a eso solía
dedicarme.
Gremory
tragó despacio: entendí perfectamente el porqué. Para mí también era la primera
vez que oía de un demonio poseedor de semejante cantidad de legiones y tropas.
— Y ahora no soy más que esto — concluyó con
aversión, y entonces su figura brotó de los arbustos: con los ocho miembros
desplazándose ligeramente, los ojos desorbitados y la boca abierta en la zona
que parecía responder a su cabeza.
Noté que
la demonio retrocedió involuntariamente: inclusive soltó una exclamación que
trató de ahogar.
— Repulsivo hasta para los míos — se lamentó el vaisiux y soltó un berrido
distorsionado, herido, que casi de manera inmediata se transformó en un largo
ataque de carcajadas.
Y
después abrió la boca desmesuradamente, tanto que cubrió su propia cabeza y nos
dejó contemplar una lengua repleta de agujas en diversos tamaños clavadas en
ella.
— ¡CÁLLATE, YA SABNOOOO-O-O-O-OCK! — se bramó a
sí mismo y automáticamente me agazapé, con los oídos nuevamente lastimados. El
espacio vibró terriblemente ante la voz distorsionada; Gremory soltó un grito,
espantada—. ¡LA MA-DRE E HI-JAAAAAA LO VA-LEEE…EEEE!
En esos segundos logré vislumbrar los hilos brillantes que
conformaban el martirio de anulación: estaban solo alrededor de mí, tal y como
él había mencionado al principio. Y sí, se habían debilitado aún más.
Tiempo, solo necesito tiempo. Y podré volver a emplear mis poderes
al complet…
— ¡¿EN QUÉ PI-EN-SAS, NA-NA-EEEEL?! — me encogí
bruscamente: ¡maldita sea, otra vez!
— ¡Estás sangrando! — oí de Gremory. Trató de
inclinarse junto a mí pero le rugí que se mantuviera erguida, vigilando todo.
— ¿En qué crees que está pensando? En llamar a su
hermano de nacimiento — se respondió así mismo el vaisiux e inició una plática consigo mismo.
— No po-drá ha-cer-looo…an-tes de-be-mos ver a la
Ma-dre e Hi-jaaa…aaaa.
— ¡Yo no quiero ver a esa abominación! — bramó el
que parecía ser Sabnock, el otro definitivamente era Kalmiya—. ¡Solo quiero que
me devuelva a mi antigua forma!
Recordé
bruscamente a la humana de la mansión: la Original estaba allá, sola, y
evidentemente todo esto era un plan que incluía a este maniático.
Quién sabe lo que estaba
planeando esa mujer al decirle toda la sarta de tonterías que le oí a Nuna.
— ¡Escúchame, Gremory! Debes… ¡Debes ir por
Aniel! — ordené inmediatamente, aprovechando que el vaisiux volvía a discutir consigo mismo.
— ¡¿Y dejarte?! ¡Claro que no!
— ¡El martirio de anulación se está debilitando!
— bramé —. ¡En cualquier momento podré defenderme así que vete!
— ¡Pero…!
Le lancé
un rugido, ordenándole que se largara, pero la carcajada del vaisiux rellenó absolutamente todo.
Y una
espantosa canción empezó a brotar de sus labios.
Clavé las garras en la tierra
y me mordí fuertemente el miembro que no tenía lastimado.
¡Es espantoso! ¡Todo ese
sonido es espantoso!
— ¡Nanael! ¡Nanael! —oí a la demonio llamarme, y
después la vi lanzarse hacia adelante, tragándose todo el miedo que le producía
estar frente a algo que nunca había visto—: ¡¿Qué le estás haciendo?! ¡Déjalo!
Quise
detenerla pero el gozo de disonancia me estaba taladrando la cabeza: sentía una
especie de aguja clavándose en ella, y después más sangre empezó a brotar de
una de mis orejas.
Oí un
aullido adolorido: alcancé a ver a la cosa esa atrapando a la demonio tal y
como había hecho conmigo. Sus ocho miembros estaban apresándola mientras de su
boca la horrible canción seguía saliendo.
Conseguí
ponerme de pie y troté todo lo que pude con un miembro roto. Traté de lanzar
algún gozo, pero como no me funcionó, atiné a hacer lo único que podía hacer en
ese momento.
Aceleré
la carrera, di un salto y me aferré a lo que parecía ser su espalda con mis
colmillos.
¡GRRR!
— ¡Suéltala! — exigí, y un sabor ácido se
expandió por mi lengua.
Caos.
¿Qué…?
De
manera extraña tuve una especie de visión fugaz: vi rutas deformes, sin origen
ni final, y en un fondo rojo chillante. Parecía un gigantesco nido formado por
hilos enredados.
Parpadeé
violentamente, y cuando sentí el sabor amargo desplegándose en mi paladar lo
comprendí:
Era el
mapa emocional del vaisiux. Como
estaba unido a él de manera más directa al morderlo, cierta parte de su interior
se me estaba revelando. Todo aquí adentro se veía completamente desequilibrado,
porque de por sí él era un ser sin ningún tipo de balance existencial.
Apreté más fuerte cuando oí a
la demonio aullar ahogadamente.
— ¿Qué estás tratando de hacer, ángel portador de
la severidad y el castigo? — me dijo Sabnock sumamente tranquilo—. Por si no lo
sabes, mi piel es nociva... es una pequeña muestra gratuita de mis barreras
protectoras como antiguo ángel. ¿O venía de mi parte demoníaca? ¿Lo recuerdas?
— preguntó confundido y después soltó una risotada, los ojos le brillaron y se
respondió a sí mismo—: Yo…tam-po-co…lo…re-cuer-dooo.
Aguanté
todo lo que pude ante la voz chirriante y el sabor amargo. Traté de vislumbrar
lo máximo posible de su interior a ver si hallaba algún punto débil.
Su mapa
emocional se veía completamente amorfo, estropeado. No había armonía por donde
se le viera y…
¿Qué…?
Los ojos
se me abrieron violentamente, porque al fondo del nido terriblemente
enmarañado, conseguí distinguir un punto brillante. ¡Era la fuente de sus
capacidades para lanzar martirios y gozos! Noté algunas rutas entre escarlata y
violeta brillante: toda su capacidad radicaba en su antigua naturaleza de
demonio longevo y treceavo ángel del coro de las potestades. ¡Era fuerte,
sumamente fuerte!
Pero
tenía una debilidad: relámpagos y...
— ¿Du-e-le mu-cho?
Oí a la
demonio soltar un alarido de dolor. El sabor ácido empezó a quemarme las
entrañas: no alcancé a ver más.
— ¡Su…éltala! — rugí aún prendido de él. Le clavé
con más fuerza los colmillos pero solo conseguí que él también cerrara su
agarre con más ímpetu.
— ¿O sino qué? — me retó. ¡No! ¡No puede matarla!
¡Debe ir por Aniel!
— Que…la… ¡DEJES!— apreté la mandíbula todo lo
que pude; sentí mis propios músculos tensándose.
¡Suéltala,
maldita sea! ¡Suéltala!
— Kumya… —
invoqué a través de mis ojos: el martirio de anulación estaba más débil— ¡luminatis!
¡PROM!
— ¡AAAAAAHH!
El vaisiux soltó un chillido desesperado
ante el rayo que invoqué y que cayó a un lado de nosotros. Soltó a la demonio
para correr a refugiarse entre los arbustos, con sus ocho miembros deslizándose
velozmente.
— Na… Nanael…
— ¡Escúchame, Gremory!
¡PROM!
Otro
rayo cayó: el martirio de anulación aún seguía vigente pero no por nada dicen
que soy tan bueno en gozos. Voy a tener aproximadamente veinte minutos humanos
más de ventaja con los rayos que he invocado cayendo.
El vaisiux volvió a gritar entre los
arbustos. La demonio me observó, tratando de asimilar mis palabras a pesar de
que le faltara algo de aire.
— Nadie más que tú ha podido oírme porque el vaisiux ha invocado alguna especie de
barrera de camuflaje extremadamente fuerte. Dime, antes de que me salvaras,
¿cruzaste algún muro o…?
— ¡S-sí! — aceptó temblando—. La… ¡la vi! Por el
riachuelo, ¡como una capa de neblina!
— ¡Haz exactamente lo mismo que hiciste para
entrar y sal de aquí! ¡Ahora!
¡PROM!
— ¡AHHHHH! — volvió a gritar él.
Gremory
se encogió ante los atroces alaridos; por un momento se quedó tan pasmada que
me vi obligado morderle una oreja y sacudirla.
— ¡DEMONIO, ESCÚCHAME! — bramé y me miró,
completamente exaltada—. ¡Debes buscar a Aniel y decirle que la Original está
en peligro! Hay una humana extraña que fue la que me envió hasta aquí, así que
debe ser obra del vaisiux. Él pedirá
refuerzos, no te preocupes.
¡PROM!
— ¡Pero Nanael…!— insistió angustiada.
— ¡Pero nada! He sido diseñado para esto,
demonio: diseñado para matar a cualquiera que intente apoderarse de la Original
— me observó sorprendida: no sé por qué, en realidad ésa es la verdad—. Te
agradezco que me salvaras pero ahora soy perfectamente capaz de defenderme.
Y tengo algo de quince
minutos humanos para no preocuparme así que está bien…
¡PROM!
— ¡AHHHHH!
Otro rayo cayó a un lado; el vaisiux corría
de aquí para allá, con sus ocho miembros enredándose unos con otros y
completamente enloquecido.
— ¡VETE! ¡VETE GREMORY! Si realmente quieres
ayudarme, ¡haz lo que te digo!
— ¡Está bien! ¡Lo haré, lo haré! — exclamó y
entonces soltó un aullido para re abrir la barrera por la que cruzó para
salvarme.
¡PROM!
Me
erguí, dispuesto a prepararme para el siguiente ataque en cuanto mis rayos
dejaran de caer desde el firmamento…pero noté algo:
Ya no hay gritos.
— ¡¿A DÓNDE VAS?!— oí por detrás, y después un
chillido agudo.
Giré
violentamente y me encontré al vaisiux reteniendo
a Gremory por una pata con cuatro de sus miembros y drenando su energía.
— ¡Kumya
luminatis! — invoqué.
¡PROM!
—
Yo que tú dejaría de gastar energía en eso — me
quedé de una pieza cuando esta vez el rayo no tuvo ningún tipo de efecto sobre
él, a pesar de que cayera a casi unos pasos de dónde estaba—. El que le teme a
los relámpagos es Kalmiya. Y en este momento…
No…
— Soy Sabnock.
Elevó a
la demonio con facilidad y la aventó hacia mí. La oí aullar bajito cuando trató
de reincorporarse: ya no tiene casi nada de fuerza.
Por
sobre nosotros vi un enorme martirio de encierro empezando a consolidarse.
— Hay miles de cánticos sagrados alrededor de la
morada que habita la abominación que algunos osan llamar la Madre e Hija —se
frotó dos de los miembros que deberían responder a los brazos—. Así que hay
alguien haciéndome el pequeño trabajo de disipar cualquier barrera que me
impida acercarme a ella. Va a demorar, pero creo que teniéndote aquí y
manteniendo lejos a tu hermano, no será preocupación grande.
La
humana…
Junto al
vaisiux un pequeño portal empezaba a
abrirse. Traté de acercarme pero una barrera de repulsión me envió lejos.
¡No,
maldita sea! ¡Está planeando dejarnos aquí! ¡Aniel no podrá solo!
Lancé un rugido y un gozo de
ataque en él, pero no me sirvió de nada.
— Han sido años de estudiarte cuidadosamente,
respetado ángel portador de la severidad y el castigo; años de saberlo todo.
También estaba al tanto del martirio de rastreo y ubicación que existía sobre
ti— Gremory abrió los ojos, sorprendida—. Por eso la necesitaba a ella también
aquí. Ahora sí nadie sabe que estás en mis manos.
Alrededor
todo empezó a ponerse negro: el riachuelo desapareció, cada árbol se esfumó
lentamente.
— ¿Sabes que es lo mejor de todo esto? — anunció
con su absurda sonrisa.
— ¡Aperite
portas! — lancé. La demonio, a mi
lado, también intentó lanzar un martirio de apertura pero ninguno funcionó.
— Lo mejor es que cada cinco de octubre tú lo has
pasado lejos de casa — ¿qué?—. Nunca
has pasado un cumpleaños junto a la abominación, y en cierto modo te comprendo.
Lo bueno de eso es que no van a notar nada “extraño” en tu ausencia mientras mi
colaboradora termina de hacer el trabajo que le he encomendado.
Mierda.
Gremory
se puso de pie y se lanzó sobre él; consiguió atraparlo por el cuello con los
colmillos pero el vaisiux empezó a
evaporarse mientras todo seguía poniéndose negro.
Fue un
destello veloz el que tuve: Aniel en algún momento va a ver al vaisiux si él termina presentándose ante
la niña. La única manera de comunicarme con él es transmitiéndoselo yo mismo.
— Maulm
vitandum… — susurré y antes de que se evaporara por completo, mi pequeña
inscripción se adhirió a uno de sus ocho miembros y se hizo casi translúcida.
— Yo no quiero hacerles daño a ninguno de ustedes—
anuncio con tranquilidad: las agujas en su lengua centellearon—. Solo la quiero a ella.
Y la oscuridad nos tragó por
completo.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
Escuché
algunos pajaritos cantando por allá afuera, y la música de la banda que se
presentaba en el pueblo por el Zahir. Sonaba muy bajito porque el centro de la
ciudad está algo lejos de aquí, pero me dio ese típico “no sé qué” que te
producen los días de fiesta.
Por allá
abajo oí a Nereo diciendo: “ingresen con cuidado, es para el cumpleaños de la
niña Albania”.
¿Eh?
¡Mi cumpleaños!
Abrí los
ojos con fuerza y me encontré con un panorama completamente blanco. A lo mejor
ayer me había acurrucado tanto que había terminado metiéndome en las sábanas.
Mmm, qué extraño: ahora que recuerdo, por la noche, en un momento, me pareció
distinguir un olor tenue como a coco y a duraznos... En fin, tengo otras cosas
en las que pensar.
Hoy es
cinco de octubre, perfectamente ha caído en sábado ¡y oficialmente ya tengo
trece años!
Trece años...
Ya no
soy una niña, soy una señorita, según Nunita. Y eso también implica que los
demás también empiecen a verme así.
Me
pregunto qué recibiré este año de su
parte… ¡Bueno! Basta ya de estar metida aquí y vamos a verlo de una vez.
Tomé los
bordes superiores de las sábanas y asomé la cabeza juguetonamente, fingiendo
que apenas despertaba. Hay un bonito sol afuera y…
¿Eh?
Me froté
los ojos por si acaso y observé a todos lados: izquierda derecha, arriba abajo.
Inclusive hice algo sumamente tonto como colgarme cabeza abajo sobre mi cama,
solo para ver si había alguien ocultándose debajo.
No…
No está.
Corrí
descalza a mi cuarto de baño y no. Nada.
No hay
nadie.
— ¿Aniel?— tanteé y aguardé un poco pero todo
siguió callado: ni ojos de sol ni bonitas sonrisas ni pelo desordenado ni mucho
menos ningún “feliz cumpleaños, bonita”.
¿En
dónde está? Desde que tengo memoria él siempre ha sido el primero en saludarme,
es por eso que me despierto muy, muy temprano en todos mis cumpleaños: para
pasar muchísimo tiempo a su lado antes de que el abuelo (que nunca trabaja en
esta fecha) y Nunita vengan por mí para desayunar en familia.
¿Por qué
no está aquí? Nunca había pasado algo similar. ¿Le habrá pasado algo?
Ya no
soy una niña, así que seamos sensatas y pensemos bien las cosas: a lo mejor
Aniel ha tenido algo que hacer; a lo mejor la mariposa rosa que siempre viene a
charlar con él y Nanael ha solicitado su presencia en algún lado y no ha podido
negarse. A lo mejor piensa que aún estoy dormida y como es tan considerado no
quiere despertarme…
O a lo mejor después de tantos años ya se ha
cansado de saludarme.
Odié la
última opción, porque sentí como si todo mi cumpleaños se hubiera estropead…
Pi-pi-pi
— ¿Mmm?
Oí algo
parecido a un trino ligero, y después sentí algo muy suave dando pequeños
brincos sobre mis sábanas. Lo supe porque desde aquí adentro se veía como si
algo se hundiera en ciertos puntos, acercándose lentamente, como una pequeña
pelotita.
Me asomé
algo insegura por el borde de las sábanas y me encontré con algo muy pequeñito
y muy cerca de mi rostro: era un pajarito que nunca había visto, gordito y no
más grande que la mitad de una mano. Sus plumas eran de un plomo muy suave, y
su pechito de color amarillo. El piquito era pequeño y redondeado, y sus ojos
parpadeaban seguidamente. El color de sus plumas en esa parte era de color rojo
oscuro, por lo que parecía que tuviera dos cejas enormes y muy bonitas sobre
los ojitos brillantes.
Me quedé
mirándolo fijamente y él dio dos saltitos más hasta posarse sobre la mano con
la que tenía aferrada las sábanas. Sentí sus patitas delicadas sobre el dorso,
y después torció la cabeza de manera muy graciosa.
— Hola— le dije en voz muy bajita, y entonces
algo maravilloso sucedió:
El
pajarito se sacudió coquetamente y abrió las alitas, como saludándome, y
después empezó a cantar con silbidos muy precisos. Y la melodía me sonaba tan
conocida… hasta que comprendí, sorprendida, que se trataba de la canción que se
les canta a todos por sus cumpleaños.
Me
reincorporé con cuidado, tratando de que no se sintiera incómodo con el
movimiento. Se sacudió un par de veces más, encogiéndose y moviendo la cabecita
con elegancia: ¡estaba viendo una de las cosas más hermosas de la vida! En cada
silbido que daba, parecía como si me sonriera y a la vez presumiera por estar
cantando tan bien como lo hacía.
Entonces
dio un último silbido y se inclinó un poquito, como diciendo “gracias”. Quise
aplaudir pero me daba miedo asustarlo porque seguía sobre el dorso de mi mano.
Pero elevé la otra y pude acariciar la suave cabeza antes de que extendiera las
alas y saliera volando.
Seguí
con la mirada su ruta, preguntándome de dónde podría haber salido este lindo
pajarito; y cuando lo vi llegar al balcón…
…me
encontré con él y su mirada
tranquila.
— Gracias por venir hasta acá y cantarle tan
perfectamente — le dijo al pajarito que se posó sobre su mano y batió las alas,
satisfecho. Y que desapareció después de que Aniel le lanzara un soplido suave
que reconocí como un gozo de traslado.
Sentí la
enorme sonrisa en mi rostro, los deseos casi graciosos de ponerme a gritar; y
prácticamente me bajé de la cama de un salto. Corrí descalza hacia él.
Y no fue
necesario que se lo pidiera porque inmediatamente se materializó…
— ¡Aniel!
…y me
recibió entre sus brazos.
Lo había traído para mí. ¡Aquel
pajarito había sido traído exclusivamente para mí!
El aroma
a sol y a estrellas me atontó los sentidos: aspiré profundamente y me acurruqué
junto a su pecho; con la imagen de aquel pajarito cantando el primer tema que
había compuesto, y mi corazón tan emocionado que por un momento sentí como si
me faltara algo de aire.
— Feliz cumpleaños, bonita. Que este nuevo año sientas lo extraordinario que es estar en este mundo,
y seas plenamente consciente de todas las cosas maravillosas que implican tu
sola existencia.
Cada año sucedía lo mismo: Aniel
siempre era el primero en saludarme, y siempre tenía palabras nuevas para
dedicarme. Y por muy extraño que parezca, también sentía que esa voz horrible
que solía hablarme, se acurrucaba en algún lugar completamente conmovida. Cerraba
los ojos, llena de paz, y aunque no quisiera que la vieran sonreía.
Gracias — ahí está, acabo de volverla a
escuchar en mi treceavo cumpleaños. Está en una esquina, algo encogida y más
sensible que nunca—. Gracias, odioso
ángel de los ojos de sol.
— ¿Qué pasó? — me preguntó Aniel en bajito.
No
entendía muy bien por qué, pero sentí como si ella viviera sola y aislada de
todo. No quería a nadie porque nadie la
quería.
Yo tengo
a personas que me quieren y a las que quiero demasiado. Aniel tiene razón, debo
estar agradecida por todo lo que tengo: por mi abuelo, por Nunita, Joan, la tía
Morgana, Alexia, Loi, el tío David, la linda Bejle, Sorel, Nereo, hasta Maltés
y cada hermoso pajarito que viene a cantar día a día junto a mi balcón.
Por
Nanael también, por Gremory…
…y por él mismo.
— Gracias, Aniel. Gracias por todo: gracias por el pajarito hermoso
cantando…
…y
también por todo lo que me das día a día.
— Supuestamente el obsequio tenía que ponerte
contenta; los Ciselos son un tipo de aves que no viven por aquí — solté una
risita cuando me acomodó el cabello y secó con delicadeza una inquieta lágrima
que se me escapó por el rabillo del ojo —. No llore, señorita cumpleañera. Tengo
un obsequio más… — me anunció juguetonamente. Lo miré, empezando a emocionarme
más—. Pero voy a dárselo después de su fiesta de cumpleaños.
— Ohhh…
Se
enderezó, ya a punto de ponerse de pie…y no pude evitar lanzarme sobre él,
aferrándome con fuerza a su cuello.
Soltó
una carcajada mientras me sostenía por la cintura. Conseguí verlo de cerca y no
pude evitar acariciar su mejilla, observar sus ojos, su cabello, su rostro…
— ¿Qué pasa? — me preguntó amablemente.
Pasa que
te quiero.
— ¿Por qué has aparecido tan tarde? — tomé lo
primero que se me ocurrió, porque no quería soltarlo.
Podría quedarme muy bien así,
casi colgada de su cuello y con sus ojos mirándome divertidos.
— Fui a traer conmigo al pequeño Ciselo que cantó
para ti: demoró algo en despertar y me daba remordimientos pedirle que se
apresurara — imaginé a Aniel sentado junto a un nido, esperando que ese
pajarito gordito y coqueto abriera los ojos —. Practicó mucho la canción, así
que no quería ser descortés obligándolo a despertar. Espero que el obsequio te
haya gustad…
— ¡Me ha encantado! ¡Todo lo que venga de ti me
encanta, Aniel! — confesé con demasiada sinceridad. Elevó las cejas, tan sorprendido,
que tuve que ocultar el rostro sobre su hombro, completamente ruborizada por
mis palabras.
Cualquier
cosa que venga de él es valiosa para mí. ¡Cualquier cosa! Porque lo quiero…lo quiero demasiado.
Elevé la
mirada y me percaté de lo cerca que estaba de su mentón. Oí cada latido
abrumando mi pecho en medio de sus carcajadas porque él estaba diciendo algo de
que sus obsequios no eran la gran cosa. Me aturdió escuchar su risa tan cercana
y tener mis brazos alrededor de su cuello, casi forzándolo a permanecer
inclinado, y sus manos acunando mi espalda. Recordé a la voz horrible dentro de
mí, sintiéndose profundamente agradecida por sus palabras; también recordé que
lo tuve dormido por un par de minutos y lo chocante que resultó besarlo a pesar
de que él no supiera nada.
— Aniel… — murmuré y antes de que dijera algo más
me puse de puntillas y besé su mentón.
Y por un
momento lo imaginé tomándome por las mejillas y besándome en la boca. No como
ese tímido beso que recibí, sino tal vez como algo más.
Ya tengo trece años. No soy una niña…
Ya no soy una niña.
Me miró desconcertado, tal vez solicitando una explicación, y cuando estaba por pedirle un beso más a modo de regalo de cumpleaños, oí la perilla de mi puerta girando desde afuera y se me estropeó todo.
Ya tengo trece años. No soy una niña…
Ya no soy una niña.
Me miró desconcertado, tal vez solicitando una explicación, y cuando estaba por pedirle un beso más a modo de regalo de cumpleaños, oí la perilla de mi puerta girando desde afuera y se me estropeó todo.
Aniel se
sobresaltó ante el sonido, y velozmente se desmaterializó: me quedé
prácticamente abrazándome a mí misma porque nuevamente era como el aire.
— ¿Mmm? ¡Pero miren a quién ya tenemos despierta!
— oí. Volteé y entonces no pude evitar soltar un gritito, emocionada, cuando vi
a Nunita con la bandeja, la flor blanca y la pequeña copita con el vino de
frutillas que toda señorita que cumpliera trece años debía beberse por
tradición.
— ¡Muy buenos días, Nunita! — la saludé
contentísima. Dejó la bandeja sobre el mueble junto a mi puerta y me atrapó en
un enorme abrazo.
— ¡Feliz cumpleaños, mi niña preciosa! — sentí
los miles de besitos con olor a pasteles en las mejillas y después las
cosquillas por aquí y por allá —. Trece años, mi pequeña diablilla, ¡trece
años!
— ¡Ay, Nunita, yaaaa! — protesté divertida cuando el ataque de
besos retornó.
Finalmente
me acomodó el cabello, puso la flor sobre mis manos y me ofreció la pequeña
copita repleta de vino rosa brillante. Me miró en silencio por unos minutos;
quise reírme pero su suspiro me desconcertó:
— Se dice que toda niña que cumple trece años, recibe
en su interior una flor que debe cuidar con mucho esmero — inició las palabras
que todas las madres les dicen a sus hijas en esta fecha tan especial. Ya las
conocía porque Loi me había contado cómo se las dijo la señora Lorain, pero
escucharlo directamente de Nunita querida y solo para mí me emocionó un poquito
más—. Y eso es porque ahora la niña se ha convertido en señorita y debe
aprender a comportarse como lo dictan las buenas costumbres. Esta copita de
vino… que debía entregarle la señora Marlene… — los labios me temblaron cuando
sus ojitos cafés se entrecerraron con nostalgia—… se la entrego ahora yo,
repleta de todas las bendiciones que una joven doncella debe tener para iniciar
su nueva vida.
Me mordí
los labios con fuerza porque no quería llorar. Sería muy feo hacerlo frente a
Nunita porque ella es muy sensible y terminaría llorando más que yo.
—
Recibo las bendiciones de toda la familia —
repetí las palabras que la señorita Bona me había hecho memorizar
cuidadosamente —. Y prometo ser la digna dama que merece mi hogar.
Aniel me sonrió desde la
esquina y asintió. Me llené de demasiada sinceridad:
Ésas no
son más que palabras que me han hecho aprender a fuerza: Nunita se merece más
que frases repetidas.
—
Te prometo que voy a portarme bien, Nunita —
agregué y se llenó de sorpresa—. Sé que a veces soy demasiado testaruda y que
no me gusta que me den la contra, y que a veces tú dices algo y yo termino
pasándolo por alto, pero… pero voy a intentar portarme mejor. Por el abuelo,
por ti, y por toda la familia.
Tomé la
copita y me bebí el contenido. Sacudí un poco la cabeza porque estaba algo
amargo.
¡Qué
tremenda mentira! Me habían dicho que este vino era muy dulce, y en realidad
parecía ser el whisky que el abuelo bebía y que una vez probé aprovechando que
desvió la mirada de su vaso.
—
¿Qué voy a hacer con usted, mi niña?— me dijo
Nunita cuando dejé la copita sobre la bandeja y todo ese protocolo raro
terminó—. Está creciendo muy rápido: para cuando me dé cuenta, ya estaré
viejita y usted andará por el mund…
—
¡Claro que no! Nunita, siempre vamos
a estar juntas. ¡¿Porque me dices esas cosas horribles?!
Me
apretó los cachetes en medio de su larga carcajada: la miré, algo enfadada,
porque no era justo que me saliera con esas cosas en un día tan importante como
éste.
—
Ya, ya, cámbieme esa carita. Y ahora,
aprovechando que se ha levantado muy temprano, le diré a Rudy que ya preparen
el desayuno mientras nos aseamos, ¿sí?
—
¡Síp!
—
Y de ahí… — ¡sí,
sí! —…abriremos los obsequios que ya han ido llegando para usted.
¡Sí!
La tía
Morgana había jurado enviarme algo único: el abuelo recibió un paquete muy
bonito hace cuatro días, así que guardaba la secreta esperanza de que fuera
para mí.
— ¡Sorel!
Nunita salió al pasillo, con la bandeja y la
copa ya vacía en manos, para pedir que prepararan el desayuno pero no se alejó
mucho porque aún oía su voz. Aproveché para acercarme a Aniel que extrañamente
traía el ceño fruncido.
—
¿Eh? ¿Qué sucede? — le pregunté en voz bajita y
tanteando si Nunita regresaba o no.
—
¿Eso era vino de frutillas? — me preguntó algo
serio; le dije que sí pero que estaba muy amargo. Me pareció raro porque él ya
me había visto ensayar las palabras con la señorita Bona y sabía todo eso de la
tradición de los trece años.
Iba a preguntarle más al
respecto pero oí los pasos de Nuna que ya volvía.
—
La fiesta empezará a las cinco — le dije
rápidamente. En realidad empezaba a las dos, pero por costumbre yo debía hacer
acto de presencia un par de horas después —. Estarás aquí, ¿verdad?
—
Estaría todo el día contigo, pero como me
pediste que no te viera hasta la fiesta entonces iré a dar vueltas por ahí — me
respondió de buen humor—. Aunque no entiendo muy bien por qué.
—
¡Lo prometiste, no lo olvides, Aniel! —
confirmé por si las dudas.
—
Sí, sí. No voy a verte hasta que inicie— aceptó
de buena manera.
Se lo
había pedido reiteradas veces. Inclusive Gremory me juró que evitaría a toda
costa que él me viera antes de que la fiesta iniciara. Mi disfraz de hada había
quedado precioso, pero no era solo eso: tenía que arreglarme el cabello,
ponerme las alas, los zapatitos, las flores en el cabello y quería impactarlo.
Si iba viendo todo el proceso no sería igual que si me viera ya lista por
completo.
—
No olvides que me debes un regalo— apunté
juguetonamente.
—
Después de la fiesta — indicó con presunción y
no pude aguantarlo. Volví a lanzarme sobre él que se materializó
instantáneamente y rompió a reír —. Estás muy contenta, Albania.
—
¡Son trece años, Aniel! — y en ese momento
desapareció porque Nunita volvió, dispuesta a prepararme para el desayuno.
Trece
años…
Algo que
Alexia y la tía Morgana siempre hicieron fue regalarme libros. Y como los
colegas del abuelo siempre me encontraban en el jardín con uno en mano,
empezaron a traerme algunos a modo de obsequio. De un momento a otro empecé a
tener tantos ejemplares, que el abuelo decidió mandar acondicionar en la
biblioteca un estand exclusivo para los míos porque corría con el riesgo de
quedarme sin habitación de tantos que me llegaban. Tenía ejemplares de temas
muy diversos (tan diversos que a veces Nunita me miraba ceñuda cada vez que me
sentaba a leer sobre la bonita mecedora sobre la que solía bordar la abuela
Marlene). Pero de entre todos habían algunos que eran mis favoritos: los de
mitología y leyendas ilustradas. El de Piratas y Bestias Marinas que me había llegado
hace poco se había convertido en mi mejor compañero, y todos los tomos que
Alexia había podido conseguirme sobre hadas ni siquiera los sacaba de mi
habitación porque eran a los que más cariño les tenía.
Había
recibido tantos libros sobre ellas… Eran preciosas, con sus hermosos vestidos
como de nubes y las alitas de colores brillantes; tan bonitas que, decían,
cualquiera que las viera podía quedarse la vida entera contemplándolas.
Ellas
tenían un hechizo en su figura, es lo que más recuerdo del III tomo de toda mi
colección: las hadas eran casi tan bonitas como las sirenas, exceptuando que
ellas usaban su belleza para llamar a la primavera, y no para engatusar a
incautos para después llevárselos al fondo del mar y comérselos. Eran
guardianas de la naturaleza y buscaban el amor... de hombres de corazón puro.
No había
en el mundo nadie más perfecto que él: nadie podría serlo. Aniel era tan
hermoso que hasta dolía verlo, y estaba repleto de una luminosidad que a veces
me abrumaba muchísimo. Ni Nanael podía comparársele; ni siquiera siendo su
“hermano de nacimiento”.
Sí, lo
acepto: yo nunca sería un ángel como él, pero por este día sería el hada más
hermosa que él hubiera visto en toda su vida. Porque ya tenía trece años, ya no
era una niña.
Y él
debía saberlo.
—
El desayuno estará listo ni bien termine de
prepararse, mi niña preciosa — me decía Nunita mientras preparaba la tina de
baño. La espuma que iba dejando el jabón perfumaba el agua tibia—.
Probablemente vamos a recibir a una cantidad regular de visitas, así que
tenemos que apresurarnos. Y ni qué decir de la fiesta: presiento que tendremos
más invitados que los mismos asistentes del Zahir.
—
¿Tú crees, Nunita querida?
La
verdad yo no estaba tan segura de eso. Luca y Naum me pidieron “carta libre”
para traer con ellos a un par de amigos, pero todos están en clase. No creo que
hagan un viaje desde Libiak solo para asistir a mi fiesta de cumpleaños.
Además,
de todos los chicos que asisten a Dominic Pascal, solo conozco a los gemelos
Liberia y a Tomas Gerdau porque sus padres son socios del abuelo y del tío
David.
— Por
cierto, niña Albania, tengo algo que decirle y quiero que me escuche
atentamente.
— ¿Mmm?
¿Qué pasa, Nunita?
Me saqué los pantaloncillos de algodón y la
camisa de dormir. No pude evitar observarme de reojo frente al espejo de cuerpo
entero: algunas ondas ya me llegaban hasta un poquito más debajo de los
hombros. Había decidido no volver a cortarme el cabello, así que lo tenía algo más
largo que en mis otros cumpleaños: ahora sí podría hacerme algún bonito peinado
como Loi y no solo usar cintas sobre el cabello.
Observé más abajo y me sentí algo incómoda ante
mis pechos desnudos. A veces siento que crecen sin avisarme, y otras que no
crecen lo suficientemente rápido. Loi ha empezado a usar corpiños ajustados y
definitivamente los cambios en ella ya se están notando.
Nunita dice que estoy creciendo muy rápido:
creo que me está mintiendo.
—
Es más que seguro que el señor Traugott vendrá
a la fiesta — subí los dos escalones de mármol y después me sumergí en el agua
caliente. Se me escaparon un par de risitas ante la calidez—. Por favor, mi
niña Albania, sea cual sea la situación, evite en lo posible entablar cualquier
charla demasiado larga con él, ¿de acuerdo?
—
¿Con el señor Erasmo? ¿Y eso por qué?
¿Y ahora
qué ha pasado? Nunita diciéndome esto y el mismo abuelo mostrándose algo reacio
siempre que el señor Erasmo venía a casa.
Me
pregunto si habrá sucedido algo entre ellos…
—
Así es — me tomó por el brazo y me retorcí de
la risa cuando la esponja de baño pasó con suavidad en un camino desde mi
hombro hasta la punta de mis dedos —. Hay algunos temas que no son adecuados
para una señorita de su edad y por eso no pueden tocarse con usted, así que
solo hágame caso.
—
Bueno, sí me lo pides tú entonces obedeceré,
Nunita adorada.
—
Y ya que estamos hablando de otras cosas — la
miré con curiosidad ante el tono suspicaz—. ¿No tiene nada que contarme, niña?
—
¿Eh? ¿Contarte sobre qué, Nunita?
Una mota
de jabón pasó flotando frente a mis ojos. Me erguí un poquito solo para lanzar
un soplido y enviarla lejos.
—
¿Recuerda el cuento que tanto le gustaba que le
narrara de pequeña? ¿El de Caperucita Roja? — le respondí que sí; otra motita
pasó volando: llegué a atraparla con la punta de mis dedos y volví a soplar
suavecito—. Ahora que ya es una señorita siempre debe tener presente algo, mi
niña preciosa: pueden haber seres hermosos rondándonos — me sobresalté un tanto
por el comentario: sentí la mirada penetrante de Nunita; casi como si me
reprochara el estar ocultándole algo.
Ni bien escuché “hermoso”
pensé en Aniel, pero eso no era posible: Nunita no podía verlo.
—
Pero no todos esos seres son necesariamente
“buenos”. Pueden haber alrededor “lobos” tratando de desviarla del camino
correcto. Lobos tratando de embaucarla, aprovechando su inexperiencia y a la
vez lo poco habituados que están sus ojos para ciertos temas.
¿Seres
hermosos pero no bondadosos? ¿Inexperiencia?
—
¿De…? ¿De qué me estás hablando, Nunita? —
pregunté desconcertada.
—
Por muy hermoso que se vea algo, o “alguien”,
nunca debe bajar la guardia, mi niña — los ojitos cafés de Nuna se pusieron muy
serios —. Las niñas que se convierten en señoritas tienen que aprender a cuidar
de sí mismas, porque hasta los mismos ángeles podrían querer hurtar el valioso
tesoro que llevan dentro de ellas.
¿Eh?
Ahora sí
que no entiendo nada. La señorita Bona suele hablar de eso pero siempre que una
le pregunta más a fondo sobre el tema, nunca termina explayándose por completo.
He oído miles de veces lo mismo: “toda mujer joven lleva dentro de sí un
valioso tesoro que solo puede abrirse con la llave que posee su futuro marido,
y que solo él tendrá el honor de contemplar”. En la última misiva que le envié
a la tía Morgana iba a preguntarle qué cosa era exactamente eso que con tanto
celo debía cuidar, pero Nunita leyó la carta antes de que la enviara (como
siempre) e inmediatamente me ordenó que redactara una nueva y que, bajo ninguna
circunstancia, incluyera esa pregunta otra vez.
¡¿Cómo
pueden pedirme que cuide algo que ni siquiera sé qué es?!
—
Siempre debe mantenerse alerta, por muy ángel
que parezca — concluyó severamente—. Infeliz ladronzuelo — murmuró.
—
Ladronzuelo… — repetí mientras observaba más
motas de jabón volar por doquier.
Recordé a la señora de
Lavehda; también el pequeño pote de plata que había comprado aquel día.
Hurtar…
—
Hurtar…significa “robar”, ¿verdad, Nunita?
—
Efectivamente, mi niña.
Robar el
valioso tesoro…
Robar es quitarle a alguien
“algo”. Robar es una mala acción…pero si es tan malo…
»— Lista
para que le roben su primer beso.
…¿por
qué disfruté tanto que Aniel me besara?
Porque no te lo robó— oí desde
algún lugar: era la horrible voz que siempre escuchaba —. Tú se lo entregaste; no fue a la fuerza. Fue un robo “deseado”, por muy
absurdo que parezca.
»…hasta
los mismos ángeles podrían querer hurtar el valioso tesoro que lleva dentro de
sí.
El tesoro que guardo en mi
interior solo debe ser contemplado por mi futuro marido…
—
Nunita, ese tesoro del que tanto hablas…
—
¿Sí, mi niña?
No pude
evitar observar mis manos repletas de nubes de jabón.
—
Es tan, tan, tan valioso…que solo mi futuro
marido puede contemplar, ¿verdad? — me cercioré.
Nunita
detuvo su labor con la esponja; por un momento sentí como si me mirara con
extremo cuidado: con el mismo cuidado que ponía cuando hablaba con alguien de
su edad y no como si fuera una niña.
Estaba tomándome en serio.
—
Efectivamente, mi niña. Solo él será el único
que tenga el honor de llevárselo consigo — me explicó y frunció el ceño, algo
acongojada: me dio la impresión de que miraba como si de repente hubiera
crecido muy rápido.
—
¡Pues igual no entiendo de qué tanto me hablan!
— admití con sinceridad y la oí reír, nuevamente animada.
—
Vamos a mantener a cualquier “lobo” o “ángel
seductor” lejos, ¡muy, muy lejos!, mi niña adorada. Ya me encargaré de eso yo.
Las
motas de jabón saltaron por doquier. Me retorcí de la risa cuando Nunita me
lanzó un par de chorritos de agua que respondí de la misma manera.
Tengo un tesoro valioso
dentro de mí.
Sentí que algo inmenso me
llenó el cuerpo: hurtar no es lo mismo que “entregar”.
Un tesoro tan valioso que los ángeles querrían
hurtar…
No estoy
muy segura de si debo cuidarme o no, porque sí, aunque Nunita a lo mejor esté
hablando en modo figurado, sí hay un ángel rodando cerca de mí. O bueno, hay
dos.
Y de
esos dos hay uno en particular que, si se sintiera atraído por ese “valioso
tesoro” que ni siquiera yo sé de qué se trata, no tendría por qué intentar
hurtarlo…
…yo
gustosa se lo entregaría.
No es
hurto, es entrega.
Al sol…todo se lo daría.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
El vino
de frutillas me perturbó por completo. Primero porque el aroma no se parecía a
ninguna fruta que mi mecanismo de respuesta almacenara como información;
segundo porque por un momento me pareció ver el aura que rodeaba a Albania
tintinear un poco, como si una especie de barrera la recubriera.
Nanael
Y
tercero: no sé por qué el nombre de Nanael vino de golpe a mí, como parte de
esas raras sensaciones que los humanos llaman presentimiento.
Iba a
examinarla con más detenimiento pero Nuna retornó a la habitación para que se
preparara para el desayuno. Probablemente el ritual iba a ser el mismo de todos
los años: cuando Albania ya está perfectamente cambiada, baja para recibir
todos los obsequios que algunos colegas de su abuelo, que residen en otras
ciudades, le envían; así como los de algunos otros familiares que por distintos
motivos no podrían pasar su cumpleaños con ella.
Oí el
agua cayendo del grifo y llenando la tina de baño, las risitas de Albania y la
voz de Nuna, y decidí buscar la bendita copa con los restos de ese sospechoso
vino de frutillas.
Atravesé
las paredes e ingresé a la primera planta. Vi a Sorel llevando la bandeja con
la copa vacía rumbo a la cocina: esperaría que la dejara y me acercaría
rápidamente para inspeccionar el contenido sobrante.
—
¡Deme eso, señor Sorel! — oí: era Rudy, la
chica nueva que habían contratado en casa—. ¡Hay que apresurarnos que en
cualquier momento llegará el señor David y toda su familia para saludar a la
niña!
Me
movilicé y pasé entre Bejle, que iba poniendo algo de agua a hervir para el
desayuno, y el mismo Sorel que le pasó la bandeja a Rudy; pero no conseguí ver
más allá porque la copa fue sumergida en el chorro de agua del grifo y después
nada más quedó.
El agua
tiene una propiedad que ninguna otra sustancia posee: puede eliminar cualquier
tipo de vestigios. Desde un simple vino de frutillas hasta el salmo mejor
elaborado; así que ya ni al caso.
Bueno,
el vino de frutillas se lo ha dado Nuna: no tengo por qué temer ya que ella es
uno de los humanos más confiables que he visto durante los trece años que he
permanecido en este mundo.
»— ¡Lo prometiste, no lo olvides, Aniel!
Recordé
el pedido que me había hecho con respecto a no verla hasta las cinco de la
tarde, así que lancé un himno de protección alrededor de la casa por si las
dudas y me movilicé a Izhi. Misteriosamente volví a pensar en Nanael en el
trayecto.
Qué
extraño: me pregunto a dónde habrá ido esta vez. Pensé que este año sería la
excepción (después de todo, cumplir trece años le hacía muchísima ilusión a
Albania así que éste era lo que llamarían un “cumpleaños especial”); pero no,
parece que igual que todos los años anteriores, Nanael nuevamente no pasaría
este día con nosotros.
»— Por respeto a mi naturaleza y a todos los
hermanos caídos, no puedo fingir que esta fecha no significa nada para mí,
Aniel — me había dicho el día anterior al primer cumpleaños que Albania
pasaría junto a su nueva familia.
La casa
se había llenado de una dicha desbordante: Alcides Formerio y su esposa,
Marlene Formerio, recibieron a una cantidad regular de invitados solo para
presentar ante el mundo a la que oficialmente ya era su nieta.
Todos
correteaban de aquí para allá, entusiasmados. Tanto que yo mismo me sentí
invadido por una especie de alegría contenida.
»— ¿No puedes fingir que esta fecha no
significa nada? — repetí incrédulo.
Era
obvio que esta fecha significaba mucho. La Original había adquirido una familia
humana que la quería y, por las emociones que desprendía, ella también parecía
sentirse muy cómoda.
Yo me
sentía igual que él: éste no era un día cualquiera.
»— No tienes que fingir nada, Nanael — apunté
—. Te comprendo perfectamente: yo también
no puedo dejar de pensar que esta fecha es memorable.
Entonces
los ojos verdes me observaron fijamente; el gesto duro de su rostro me
confundió.
»— Aniel, parece que el significado de esta
fecha es completamente diferente para ambos. Creo que, ingenuamente, estás
idealizando la situación actual del ente — ¿idealizando?—. En mi caso, el asunto va por otro rumbo.
No
comprendí del todo: ¿acaso no era memorable ver que nuestra custodiada estaba
encajando de la manera adecuada en una familia humana?
»— Nanael…
»— Hoy, cinco de octubre, esa cosa es agasajada
por esta familia de humanos como si fuera una especie de milagro cuando ambos
sabemos que no es así. Es una aberración: su existencia no tiene otro
significado.
No supe
qué decir. Tal vez sonara tonto, pero siempre me afectó demasiado esa palabra.
“Aberración”…
»— He dejado barreras activadas por todo el
perímetro; solo por si las dudas — me anunció y adquirió su
forma original. Quise decir algo más pero negó con la cabeza—: Lamento dejarte solo, pero es más de lo que
puedo soportar, Aniel. Es un insulto a la naturaleza del Todo: es como
homenajear al error más grande de todos los universos. Resulta repulsivo de
solo pensarlo.
Repulsivo…
Ésa fue
la primera vez que Nanael habló conmigo sobre algo que le resultaba incómodo.
Somos hermanos de nacimiento, pero hay cosas que desconocemos del otro. Una de
ésas, a mi pesar, fue reconocer que a él realmente le costaba muchísimo trabajo
llevar a cabo la tarea que se nos había encomendado.
Los
primeros años Albania solía preguntar por él; a los nueve dejó de hacerlo
porque siempre obtenía la misma respuesta de mi parte o de parte de Gremory:
“ha tenido que atender algo con urgencia”.
»— Es difícil para él… igual que para
cualquiera — me había dicho Caila una vez—. Verla es recordar a tantos hermanos caídos, tantos hermanos
sacrificados… Admiro tu entereza para poder quedarte con ella y fingir que no
pasa nada, Aniel.
Fingir…
No le
respondí.
Yo
muchas veces suelo olvidar todo el asunto de la Rebelión de los 500 caídos y
simplemente veo a Albania como una niña humana. No necesitaba fingir porque
realmente no sentía ese malestar que tanto Nanael como Caila decían sentir. Lo
único que veía frente a mí era una niña humana vivaz, algo terca de vez en
cuando, pero siempre eso: una niña humana.
Por un
instante se me pasó la idea de que tal vez algo no iba bien en mí.
Nanael
Reaccioné
algo inquieto: ¿qué me pasa? ¿Por qué estoy tan ansioso con el tema de mi hermano
de nacimient…?
—
¡BÚ!
—
¡AH!
Me sobresalté tanto que una larga carcajada
resonó, como en respuesta a mi brusco movimiento. Giré y me encontré cara a
cara con el caballo de pelaje claro que dio un par de brincos y empezó a dar
vueltas alrededor de mí, bastante divertido.
—
¡Jajajajajaja! ¡Nunca me había pasado esto:
espantar a un ángel! ¡Y encima de tu categoría!
Se me
frunció el ceño cuando relinchó, burlonamente.
—
¿Has venido para algo en particular?
—
Oh, ¿qué pasó, hermano? Pensé que eras de los
que no se molestaban por nada — ¿ah sí?
Bueno,
tendrá que buscarse alguien más para que se encargue de todas esas almas que
tanto gritan en su interior.
—
¡Heey! Pero si no es para que te molestes así —
se puso delante de mí e impidió que siguiera avanzando. Lanzó la cabeza hacia
atrás y adoptó su forma humana en medio de un remolino amarillo opaco—. Solo
pasaba por aquí porque vengo buscando a la loca de Gremory desde hace un par de
horas y no hay ni señales de ella. ¿Sabes por dónde puede andar? Iríamos juntos
a las celebraciones en el pueblo más tarde y tengo algo que entregarle.
¿Mmm?
Vaya,
ahora que lo pienso, Gremory suele presentárseme para preguntar si el obsequio
que ha escogido le gustará a Albania: lo hace todos los años. Pero hoy…
—
Tampoco la he visto desde ayer — confesé
extrañado: a lo mejor era muy temprano.
Seir torció el gesto:
—
Me pidió hace un par de semanas esto; creo que
es para la niña. Hoy es su cumpleaños, ¿no es así? — metió la mano al bolsillo
interior de la chaqueta formal que llevaba y sacó un pañuelo. Lo sacudió
pomposamente hacia un lado y en su otra mano apareció una botella mediana, con
forma esférica, boquilla en punta y de color violeta translúcido: parecía ser
perfume—. Lo siento; es la costumbre— ¿ah?
—. Los trucos de magia— me explicó y se le dibujó una sonrisita maliciosa—:
suelen funcionar muy bien con las damas.
Gremory
tenía razón con respecto a este demonio: lo único que hace Seir por la vida es
ir capturando la atención de jóvenes humanas.
—
Aunque debo admitir que tus estrategias de
batalla también son muy efectivas — añadió. Lo miré, sin comprender—. Al
principio me parecía una pérdida de tiempo, pero debo admitir que al ver el
resultado me ha parecido una idea de lo más ingeniosa.
—
¿Qué? — ¿mis
estrategias?—. ¿De qué estás hablando?
—
¿Cómo que de qué? ¡Pues del ciselo que trajiste
desde el otro lado del mundo solo para tu custodiada! — bien, no entiendo
nada—. Gremory me comentó algo de que estabas enseñándole una canción a uno de
ellos hace unos días y como hoy te vi tan temprano paseando por Izhi, me dio
curiosidad y te seguí — agregó campante—. Te vi esperar que ese ciselo
despertara solo para llevarlo a la habitación de la niña y después le cantara
tan maravillosamente... ¡Estupenda jugada, hermano! Tan estupenda que a lo
mejor lo empleo en mis futuras conquistas — y lo pensó un tanto, como hablando
consigo mismo—. A las chicas les gustan todos esos detalles, así que
evidentemente emplear aves podría ser bastante efectivo... Mmm, ¿por qué no se
me habrá ocurrido antes? ¡Eres un genio! Creo que, en el fondo, hasta yo me he
enamorado un poco de ti.
¿Ah?
¿Conquistas? ¿Enamorado?
Bueno,
no es anormal comprobar una vez más que jamás comprenderé a este demonio.
—
¿Cuántos son ya? — me preguntó con curiosidad—.
¿Trece?
Le
respondí que sí al comprender que hablaba de la edad de Albania. Seir soltó un
suspiro y después se sentó junto al riachuelo, con la botella de perfume
girando en la palma de su mano.
Nanael
Otra
vez…
Cielos, ¿qué pasa?
—
Es increíble ver lo fugaz que son los años
humanos, ¿no crees, hermano? — me acerqué y me senté a su lado, aún con la
incómoda sensación de recordar de tanto en tanto el nombre de Nanael—. Para
ahora ya son apenas unos cuantos los demonios y ángeles que aún recuerdan a la
Original.
Es
cierto: ya son casi nada los que aún recuerdan los disturbios provocados en la
Rebelión de los 500 caídos.
—
¿Crees que en algún momento…? — tanteé —.
¿Todos olvidemos absolutamente todo sobre su naturaleza?
—
¿Todos? Es decir, ¿tú, yo y hasta los más altos
mandos demoníacos y angelicales?
Si el
olvido hiciera su trabajo sin distinción alguna, Albania simplemente sería eso:
una niña humana, como cualquier otra, disfrutando de sus años en el Mundo
Terrenal.
—
Sufres por ella, ¿verdad? — oí de repente. Los
ojos azules me inspeccionaron con gentileza—. Y cada obsequio que le entregas
por motivo de su cumpleaños, es una forma de decirle que “no es un error”.
—
No lo es— respondí inmediatamente—; jamás lo ha
sido.
Elevó
una ceja y después soltó una breve carcajada:
—
Tengo una pequeña teoría con respecto a ti,
hermano — jugueteó un tanto con la botella y se dejó caer sobre la hierba,
relajado—. Creo que eres muy empático; bastante empático a decir verdad. Los
humanos lo resumen en un “ponerse en el lugar de los demás”.
—
¿Qué tiene que ver eso conmigo?
—
Presiento que es uno de tus dones, y es de esos
sumamente extraordinarios. Tan extraordinarios que a veces uno ni nota que
posee — me sonrió—. No tengo ni la menor idea de si la Original percibe más
allá de su prisión, pero de ser así… debe ser espantoso escuchar a todo el
mundo llamándola “error”, ¿no es así? A lo mejor la niña, Albania, no entiende
nada de lo que escucha porque no está enterada del todo; pero si la Original
posee una capacidad de comprensión, por muy mínima que sea, debe sentirse fatal
si prácticamente todo ser viviente la ve como algo repugnante, como una aberración.
Qué palabra tan malditamente
nociva.
—
Y tú…creo que tú piensas eso y por eso deseas
evitar a toda costa que la lastimen, e incluso tratas de que sea lo más
enteramente feliz posible— me dejé caer sobre la hierba, igual que él, porque
la verdad no sé si está en lo correcto o no—. A veces piensas en lo terrible
que ha de sentirse estar sola, odiada por muchos y sin oportunidad de cambiar
esa imagen que tienen de ella.
A lo
mejor sí…tiene algo de razón. Porque el horrible significado de “aberración” me
parece mucho más letal que cualquier otra arma en el mundo entero.
Igual
que Seir, no tengo plena certeza de que la Original pueda comprendernos desde
su morada, pero de lo que sí estoy seguro es de que no soportaría volver a ver
los ojos de Albania repletos de dolor. Solo había sucedido una vez, aquella en
el cumpleaños de Corín Formerio, y me juré a mí mismo que no sucedería nunca
más.
—
Recuerdo que te oí decírselo a tu hermano de nacimiento
la primera vez que me presenté ante ti: dijiste que la niña, tu custodiada, no
eligió nacer así — me remonté atrás en el tiempo: sí, claro, fue una vez aquí
mismo, en Izhi—. ¿Sabes? No suelo comentar esto con muchos de los míos porque
se sentirían algo ofendidos, pero… — me hizo una seña, como para acercarme, y
bajó la voz juguetonamente—… a veces quisiera volver atrás y sencillamente
pedirle al Todo que si va a hacerme demonio y darme esta maldita
especialidad—sonrió tristemente—, mejor me deje solo como intención y no me haga existencia.
Intención…
En
nuestro idioma, eso significaba una sola cosa: quedarse solo como una idea
vagando en lo que sea que el Todo tenga como conciencia, y nunca existir
concretamente. No vivir, no nacer…
Me quedé
observándolo en silencio, oyéndolo decir que cada pacto era una reverenda
mierda. Que cada alma en su interior lo atestaba de sensaciones deplorables y
horrendas; y que cada humano que sanaba era como matar de la peor manera a su
salvador, porque el destino que le deparaba como parte de sus tropas era el
peor que cualquier criatura pudiera imaginar.
—
Soy una especie de santuario de putrefacción,
hermano — añadió en tono divertido—. Una
especie de morada que acoge almas humanas que van consumiéndose lentamente dentro
de mí. A veces siento que yo mismo estoy pudriéndome: repleto de gritos
nauseabundos, de cadáveres corruptos.
Soltó una carcajada pero
desvió la mirada, más trastocado de lo que él mismo pensaba.
Me
reincorporé para dibujar un gozo de doble relajación en su palma, porque no
podía ayudarlo con nada más y me sentía con el deber de apoyarlo.
—
Sabes que podría haber estado fingiendo todo lo
anterior para obtener esto, ¿verdad? — lanzó burlonamente.
—
No eres tan listo — me defendí.
—
Pero tú sí muy ingenuo — concluyó. Lancé un
gozo de silencio que por poco y lo ahoga porque estuvo a punto de estallar en
carcajadas y la boca, literalmente, se le cerró por órdenes mías.
Terminé el gozo y me sonrió
agradecido:
—
Nunca dejes que tu niña se sienta como yo me
siento, hermano— añadió. Asentí, sin atreverme a decir más—. No hay nada peor
que vivir pensando que uno es un “error”.
Un
error…
—
Y ahora ayúdame a buscar a la loca de Gremory.
Acepté; le pedí que de paso me ayudara a ubicar
a Nanael, porque la incómoda sensación de ansiedad seguía palpitando en mi
interior.
Soltó varias carcajadas y bromeó nuevamente con
el asunto del ciselo y esas cosas extrañas que decía sobre “estrategias de
cortejo”.
—
¿No te parece extraño que tu hermano y Gremory
hayan decidido desaparecer al mismo tiempo? — me preguntó en tono bromista—.
¿No será que después de tantos intentos, ella por fin consiguió algo?
Y volvió
a reír muy animado, pero sentí un ligero vacío por dentro.
Seir se ve muy jovial y despreocupado: siempre
riendo, siempre bromeando…
…pero no es más que apariencias, porque él
sufre…sufre mucho. Y su dolor es de
los más peligrosos, porque ha nacido de la imagen que tiene de sí mismo.
Se odia; odia lo que ve en él. Y no tendría por qué hacerlo: hasta
dónde yo sé, es un buen sujeto.
Una existencia más valiosa de lo que él mismo
cree.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
—
Niña Albania, ¿está segura?
—
¡Ay, que sí, Nunita! Si la tía Morgana dice que
son productos confiables, entonces no tengo por qué preocuparme.
Había abierto ya todos los obsequios que me
habían llegado por la mañana. Tuve un desayuno de lo más delicioso con el
abuelo y con todos en casa; y me emocioné muchísimo cuando Joan apareció por la
puerta, algo agotado pero tan sonriente como siempre, porque ya me habían
advertido que a lo mejor no podría venir por sus clases en la universidad
(Corín me lo había restregado tantas veces en la cara que ya estaba resignada a
no verlo). Pero al final sí había venido: acababa de llegar en el último tren
que partió ayer de Libiak. Me lanzó su típico ataque del “mosquito molestoso”
sobre las mejillas y me respondió que jamás se perdería ni un cumpleaños mío.
Más
tarde el tío David junto a su esposa, Gisell, Corín y Tamaya, también llegaron
a la casa. Me entregaron unos obsequios de lo más preciosos (tuve que sonreír
forzosamente porque la presencia de Corín y su madre siempre me pone de mal
humor por muy cumpleaños mío que sea), y después subí con Nunita a mi
habitación porque ya iba a dar el mediodía y debía prepararme.
¡Este
año he recibido cosas de lo más encantadoras! Joan me había traído un
telescopio, parecido al que le habían comprado hace poco para el curso electivo
de Astronomía que estaba llevando en la universidad, y juró que me enseñaría a
usarlo para ver todas las hermosas cosas que deambulaban sobre nosotros, en el
cielo. Mis otros regalos iban entre vestidos, muñecas y, para mi sorpresa,
también me llegaron joyas. Me extrañó muchísimo que ser considerada “una
señorita” implicara que llegaran más joyas a modo de obsequio. La verdad no sé
si sea lo mío usar pulseras y relicarios de oro y plata, pero con tantas que me
han llegado supongo que podría hasta empezar mi primera colección.
Nunita
me entregó un precioso diario encuadernado en material rosa pálido: las hojas
eran muy suaves, olían a canela y tenían ilustraciones de diferentes tipos de
flor. Y hasta el señor Zuá, que estaba de gira con su espectáculo circense al
otro lado del mundo, había tenido el grandioso detalle de enviarme una casita
de muñecas en miniatura. Sé que todo este asunto de cumplir trece años me hace
pensar que ya no debo jugar con cosas de niñas, ¡pero la casita estaba tan
hermosa, y era tan pequeña pero muy bien elaborada!, que casi me pongo a reír a
carcajadas por el gesto enfurruñado de Corín que evidentemente ya estaba pensando
en pedir una igual a la mía.
Y si el
señor Zuá se había coronado como uno de los mejores escogiendo regalos…
…el
abuelo oficialmente ya había batido todos los récords del mundo.
»— Feliz
cumpleaños, mi “ya no tan” pequeña damita — me dijo sonriente, y entre Sorel y
Nereo trajeron una caja de madera algo grande, casi un poco más grande que yo.
La abrí
y ahogué un grito de la emoción porque era la primera vez que veía una tan
grande: ¡era una caja musical! Pero no como la de los joyeros, sino una casi de
mi tamaño. Al abrirla, me encontré con la bonita pintura de un paisaje al
atardecer en la parte posterior de la tapa, y al fondo de la caja reposaba una
especie de circunferencia de metal con una manivela conectada por uno de los
lados. No entendía muy bien cómo funcionaba hasta que el abuelo abrió un
compartimiento más de la caja (un pequeño cajoncito bajo ella) y sacó un disco
de metal que tenía algunos agujeros pequeñitos por aquí y por allá.
»— Es
uno de los últimos modelos, pero solo viene con sesenta láminas — tomó el disco
metálico y lo encajó en la circunferencia al fondo de la caja —. Me dijeron que
dentro de poco sacarán más temas, así que podemos ampliar la colección.
»— ¿Eh?
Observé
cuidadosamente cómo el abuelo maniobró con la manivela de al lado y la hizo
girar varias veces, como dándole cuerda…
…y
cuando la soltó, el disco de metal empezó a girar y a emitir una canción que
sonaba como un piano extremadamente dulce.
»— Bien,
como todos los años, parece que has vuelto a ganar, abuelo. Está tan contenta
que ya olvidó los otros obsequios — comentó Joan divertido, después de que
lancé un grito que provocó que todos rieran (menos Nuna que me reprendió con la
mirada, y Gisell, Corín y Tamaya que como siempre, traían mala cara).
Tomé
otro disco y lo puse para probar. Le di varias vueltas a la manivela y comprobé
que de acuerdo a la velocidad que le ponías a la cuerda, de esa misma manera la
melodía salía o más rápida o más lenta.
»—
¡Gracias, abuelo! — chillé de la emoción y lo llené de besos.
El abuelo
sabe cuánto me gusta la música: ¡había sido el mejor obsequio!
Alexia
me había enviado varias cosas: un tomo más de mi colección de libros sobre
hadas y un espectacular vestido de seda y encaje con un diseño muy bonito.
También un par de zapatillas color marfil, con cintas largas que se anudaban
hasta un poco más arriba del tobillo. Me parecieron los zapatos más hermosos
que había visto, que decidí usarlos con mi disfraz de hada en vez de los que yo
había escogido con Nunita hace un par de semanas.
El
regalo de la tía Morgana llegó con una carta de varias páginas que iba a releer
completa por la noche: se me abrieron los ojos de par en par cuando Nereo y dos
empleados más trajeron en brazos un baúl mediano, con bonitos tallados y de
color marrón oscuro.
»— ¿Qué
es eso? — preguntó Corín interesada. Abrí rápidamente el sobre de la tía
Morgana y la primera línea que leí fue:
Para
abrir sola en tu habitación, princesa
Me acerqué discretamente al
baúl y le dije al abuelo que lo abriría más tarde porque la linda Bejle ya
había anunciado el almuerzo. Me costó muchísimo trabajo concentrarme en
masticar cada bocado de la ensalada y del guiso; y cuando todos terminamos y el
tío David dijo que regresarían a las tres, para mi fiesta, pude por fin correr
a mi habitación para ver qué cosa me había enviado la tía Morgana. Estaba tan
emocionada que ni me comí el postre.
Este baúl contiene algunas de las cosas más
fascinantes que he ido descubriendo en el último viaje que estoy llevando a
cabo, princesa. Cada lugar por el que he pasado ha dejado tantos sentimientos
maravillosos en mí, que la única forma de transmitírtelos de la manera más
adecuada sería trayéndote para que los veas por ti misma. Nueva Ihara y su
capital, Farah, es uno de los lugares más hermosos que he visto en toda mi
vida. No estoy segura de si ya conozcas Lavehda, pero varios de los pobladores
y comerciantes que lo habitan, provienen de este país (aunque conociendo a Nuna
lo más probable es que ni siquiera hayas pisado el lugar: en cuanto puedas, ¡hazlo,
preciosa!)
No pude acabar de leer la
carta completa porque oí a Nunita llamando a la puerta. Le di una hojeada veloz
y la doblé rápidamente.
Quiero a Nunita con toda mi
alma, pero también sé que a ella la tía Morgana no le simpatiza tanto como a
mí; así que para evitarle disgustos solía leer a solas las cartas que me
enviaba.
Solo alcancé a leer un
párrafo pequeñito antes de guardarla bajo mis sábanas:
Todos los productos tienen sus instrucciones de
uso (le pedí a un par de amigos comerciantes que te detallaran muy bien cómo se
emplean) y son confiables. Yo misma los he probado.
Como era obvio, Nunita miró
con algo de desconfianza mi obsequio. Cuando destapé el baúl, me sentí como los
piratas de mis libros encontrando magníficos tesoros porque todo lo que había
adentro ¡era hermoso! Objetos brillantes, largos, pequeños; botellitas de todos
los tamaños y pañuelos de seda. Peinetas, tarjetas con dibujos preciosos,
estampillas, joyería, libros pequeñitos y miles de potecitos de plata como el
que yo había comprado en Lavehda.
¡Me muero de la felicidad!
¡La tía Morgana es la mejor!
Estaba inspeccionando,
entusiasmada, cada misteriosa cajita, cofrecito o botella que encontraba; hasta
que Nunita me dijo que debía empezar a prepararme ya si quería estar lista para
las cinco.
Iba a cerrar el baúl pero un
par de botellas alargadas me llamaron muchísimo la atención: junto a ellas
había un papel enrollado a modo de pergamino. Lo abrí velozmente y después de
leerlo sentí que el corazón me palpitó de la emoción.
»— ¿Qué cosa es eso, niña
Albania? — me preguntó Nunita desconcertada.
Me puse de pie, decidida:
»— Nunita, ¡voy a colorear mi
cabello!
Por poco y se desmaya.
»— ¡¿Que usted qué?!
Y bueno, todo eso había sido
aproximadamente hace dos horas. Nunita protestó, me dijo que no, se puso muy
recelosa, pero finalmente aceptó cuando le leí las instrucciones en voz alta y
comprendió que el efecto se pasaba con agua. No quedaría de por vida con los
mechones rosa y verde agua que planeaba hacerme en las puntas para complementar
mi estupendo disfraz de hada.
—
La señora Morgana cada vez me la pone más loca
— me dijo mientras me enjuagaba las puntas en la tina de porcelana que había
traído para que yo pudiera estar cómodamente sentada sobre el sofá de mi
habitación—. No quiero ni pensar qué cosas más traerá adentro ese baúl
infernal.
—
No digas eso, Nunita. La tía Morgana siempre
tiene buenas ideas —respondí. Una gotita de agua salpicó hasta la toalla que
tenía sobre los hombros: me removí entusiasmada cuando alcancé a ver la pequeña
mancha rosa que se formó.
—
Por todos los santos, no sé qué haré si al
final esta bendita cosa no se quita. Ay, Dios, ¡cómo se me ocurrió hacerle
caso, niña! — se me escapó la risa tonta al escucharla tan acongojada—. No se
ría, niña Albania.
—
Ay, Nunita. Si la tía Morgana dice que debo
confiar en lo que me ha enviado, entonces no hay problema.
Aguardé en silencio y un par
de minutos después ya tenía el cabello completamente enjuagado. Aproveché para
secármelo mientras Nunita traía las pinzas y el pequeño hornito para
calentarlas y ayudarme con las ondas.
—
Lo bueno es que vamos a trabajar poco porque
usted ya tiene el pelito ondeado. Solo hay que esperar un rato a que le sequen
las puntas e iniciamos.
No me atrevía a verme al
espejo mientras Nunita iba arreglándome el cabello. Jugueteé un poco con uno de
los guardapelos que me había enviado uno de los socios del abuelo, y poco a
poco empecé a escuchar un par de voces por el jardín. Al principio eran unas
pocas pero a medida que pasaba el tiempo aumentaban.
Nunita se acercó al balcón y
dio una palmada, sorprendida:
—
¿Qué pasó?
—
¡Válgame Dios! Tal y como le dije, está
llegando muchísima gente, niña.
Le dije que probablemente
serían colegas del abuelo.
—
En realidad estoy viendo a muchos niños de su
edad, pequeña diablilla.
¿Eh?
Vaya, qué extraño. Es
decir…siendo sinceras, la verdad es que yo no tengo muchos amigos que digamos,
así que no sé de dónde podría haber salido tanta gente como dice Nunita
—
Niña Albania, creo que usted misma aún no lo
comprende.
Me ayudó a ponerme de pie y
me pidió que elevara los brazos, ya para ponerme el vestido de mi disfraz.
—
¿Qué cosa no comprendo, Nunita? — pregunté con
curiosidad. Cerró los broches del corsé que tenía el vestido y después me
acomodó parte del cabello: una onda cayó junto a mi mejilla. Comprobé,
encantada, que parte del marrón tenía un rosa suave.
—
Hay personas que la ven, niña; que la
contemplan sin necesidad de haber charlado con usted. Si supiera a cuántos he
pillado observándola en las reuniones a las que la lleva su abuelo — ¿eh?
Me tomó por los hombros y me
empujó juguetonamente hasta el espejo que tenía al otro lado. Solté una
carcajada cuando me dio miles de besos en una mejilla y después me sonrió a
través del reflejo.
—
Mi niña Albania, usted es una mujercita
hermosa. Muy, muy hermosa.
¿Qué…?
Me encontré conmigo misma
frente al espejo: tal vez fue algo tonto pero los ojos se me abrieron
violentamente.
¿Quién
era ella?
Había una joven parada frente
a mí, con algunas ondas de traviesos colores cayéndole por los hombros y
algunas flores sobre el moñito desordenado. Tenía los hombros desnudos y una
falda vaporosa, cayendo como una nube sobre sus piernas.
—
¡Pero si usted misma se ha quedado sin habla!
Ay, mi niña preciosa, ¡cualquiera que la vea el día de hoy va a confirmar lo
hermosa que se está poniendo! ¡Todos van a querer llamar su atención!
El corazón me palpitó con
fuerza en medio del abrazo de Nunita. Cualquiera
que me vea el día de hoy….
Su
nombre empezó a resonar con fuerza; sentí un agujero enorme en el abdomen.
Aniel, Aniel, Aniel, Aniel…
Mi
Aniel…
Por
favor, mírame. Por hoy mírame y confirma lo hermosa que me veo. Lo bella, lo
bonita, lo hermosa que me estoy poniendo…
Solo por
ti.
Solo para ti.
¨°*°*°*°¨
NHYNA
—
Ya te dije que es un tema privado — me dijo.
Puse los ojos en blanco—. Es una situación muy especial, nena. Deja de romperte
la cabeza pensando en esas cosas y ya cambia esa cara. Eres muy guapa como para
estar ocupándote de esas tonterías.
—
¿Tonterías? — repetí. Evidentemente el muy
imbécil no me había estado prestando atención —. Berith, creo que no me he
dejado entender: te digo que esa mocosa lanzó un salmo de sueño, ¡un salmo de
sueño a un ángel!, ¿sabes lo que significa eso? ¡Esa chiquilla no es
human…!
—
Shhh, shh, no pongas ese horrible gesto en un
rostro tan bello — me sermoneó y me golpeó suavemente los labios con uno de sus
dedos.
Me removí, enfadada:
—
Deja de tratarme como si fuera una idiota — le
advertí.
—
Nhyna, cariño, lo único que estoy tratando de
decirte es que le estás dando muchas vueltas a algo que no tendría por qué
complicarte la existencia. ¿Y qué si la niña convocó un salmo de sueño? ¿Y qué
si su estúpido custodio terminó cayendo en él? — sacó un cigarrillo de su
chaqueta y lo encendió con la punta de sus dedos —. A lo mejor la niña es uno
de los primeros humanos, y es por eso que le han otorgado unos custodios tan
peculiares como tu querido Aniel y su hermanito el refunfuñón Nanael.
—
Nunca he sabido de algún primer humano que
tuviera esos privilegios — señalé seriamente.
—
Y es ahí en donde empezamos a parecernos a los
odiosos humanos: no seas tan curiosa, cariño. Mírate, estás dándole vueltas a
un asunto que tal vez nunca entenderás…
—
El que parece no tomarse nada en serio eres tú.
Te estoy diciendo que podríamos estar frente a una situación de cuidado y me
sales con que no debería tomarle importancia.
Me lanzó una profunda mirada
de introspección, y después rompió a reír:
—
¡Mira que eres cínica, preciosa! — ¿ah sí? Cerré los puños, dispuesta a
arrojarlo lejos de mi morada, pero me sonrió burlonamente—: Tú no estás dándole
vueltas a ese asunto del salmo de sueño porque la naturaleza de la niña te
inquiete — ¿qué?—. Lo que a ti te ha dejado
intranquila es pensar que puede haber alguien que se te “adelante” con el ángel que tanto te ha atraído. Estás,
lo que yo llamaría, como una fiera a la que están por comérsele la presa.
—
¡¿Qué cosa?!
¡Pero qué se ha creído…!
—
Y no me vengas con escenas ridículas de demonio
indignada, porque ambos sabemos que es eso — se estiró cómodamente sobre el
sofá y expulsó algo de humo—. A ti podría darte lo mismo si esa niña fuera uno
de los primeros humanos, un demonio, un ángel, hasta un aliter, mientras no se atreva a tocar lo que ya has marcado — tomé
el jarrón que tenía más próximo y se lo aventé con furia. Lo detuvo a unos
centímetros de su rostro y después lo envió de vuelta: se estrelló contra la
pared de atrás—. Es increíble lo competitivas que pueden resultar las hembras
de todas las especies habidas.
—
No digas tonterías.
¿Competitiva?
Yo no tendría por qué sentirme amenazada por esa niñata. Ni siquiera tenía el
cuerpo de una mujer, ¿cómo podría tomarla en serio?
—
Sí, pero por si lo has olvidado, esa “niñata”,
como tú la llamas, está creciendo — la última bocanada de humo que expulsó
adquirió la curiosa forma de una niña. Me sonrió cuando la figura en humo se
retorció y adquirió formas más sinuosas —. La he visto de lejos: es hermosa.
Esa niña es hermosa, Nhyna; imagínate lo bella que será cuando se convierta en
mujer. Y parece tener cierta debilidad por ese ángel, Aniel— paseó la lengua
por sus labios, lascivamente—. Si yo fuera él, no desaprovecharía la
oportunidad de follármela de todas las formas posibles. Inclusive ahora que es
una niña yo ya la estrenarí …
¡CRASH!
Traté de
relajar la tensión que sentía en la garganta. Por lo visto los cristales de mi
ventana se habían roto a causa de mi enojo.
Berith
elevó una ceja y volvió a reír, extremadamente animado:
—
Pero si me dejaras ver tu futuro… a lo mejor
podría darte más detalles de lo poco que, te dije, había visto — me puse de
pie, ya sabiéndome de memoria todo ese rollo.
»—Hasta para mí ha resultado asombroso. Ver que
un ángel de su rango termine enamorándose de una demonio no es noticia de todos
los días.
A veces
fingía que no recordaba lo que me dijo cuando nos conocimos, pero la verdad era
que sí. Cada una de las palabras que pronunció estaban muy grabadas en mis
recuerdos.
Y también
estaba eso de “si fuera tú, escogería al
pelirrojo”.
Ya he
hablado de esto con Valak, y él suele decirme siempre lo mismo: “Nhyna, Berith
es demasiado conocido entre los nuestros por sus embustes. No caigas: no seas
tan jodidamente ingenua, por favor”.
Sí,
tiene razón.
— ¿Nena?
—
Berith, no quiero saber nada de mi futuro así
que pierdes tu tiempo ofreciendo tratos que no voy a aceptar nunca.
—
Nunca digas nunca, preciosa. “Nunca” también
tiene un tiempo de caducidad, como todo en el mundo.
—
¿Y cómo vas con lo tuyo? — lancé para cambiar
de tema—. ¿Qué hay sobre esa cosa de la Origina…?
¡PAF!
Me quedé
estática cuando su velocidad superó enormemente la mía, y se abalanzó sobre mí
solo para cubrirme la boca.
¿Qué…? ¡¿Pero qué le pasa?!
Traté de
quitármelo de encima pero la presión sobre mis labios se hizo más férrea.
—
No sé de qué me hablas, preciosa — el tono me
alteró: sonaba risueño pero a la vez siniestro—. ¿Qué cosa es la Original? ¿Tú
lo sabes?
¡Pero si él…! ¡Él siempre
hablaba de ella!
—
¡Hmmp! — me removí bruscamente sobre el sofá
pero solo conseguí que intensificara el agarre; que la sonrisa se le hiciera
más amplia.
—
¿Puedes decirme qué cosa es la Original,
preciosa? — exigió con más rudeza; le clavé las uñas en el brazo pero ni así
retrocedió —. ¿De qué estabas hablando? ¿Acaso yo he mencionado algo sobre
ella?
—
¡Hmmp! ¡HMMP!
¡Que me
suelte! ¡Está empezando a faltarme el aire!
Lo miré persistentemente: los
ojos se le habían puesto escarlata, la voz risueña más violenta.
Intimidación
Por un
instante sentí miedo: temí por mi
integridad, deseé no estar a solas con él.
—
¿Alguna vez me has oído hablar de ella? — exigió
adustamente, y entonces negué con la cabeza, repleta de humillación.
Los ojos se le apagaron.
—
Bien — anunció campante. Su mano dejó mi boca y
después me sonrió—. ¿Qué pasó? ¿Por qué me miras así?
Este demonio…
—
Déjame sola — pedí tensa: aún sentía la presión
de sus dedos sobre mi rostro. Me miró con curiosidad—. ¡QUE TE LARGUES!
—
Oh, vamos, cariño; ha sido una pequeña broma.
No creerás que en serio iba a ahogarte, ¿o sí?
¡¿Broma?!
—
¡Y UNA MIERDA, LÁRGATE! — proferí colérica. Me
ofreció un cigarrillo y eso fue más de lo que pude tolerar—. ¡FUERA! ¡FUERA,
BERITH!
—
Oh, Nhyna, no te pongas así.
—
¿Que no me ponga así? ¡¿Acaso crees que puedes
venir a mi propia morada y tratar de apabullarme?! También soy un demonio,
Berith, así que todas las artimañas que conoces también las conozco yo.
—
No quise asustarte, solo estaba jugando un poco
— se excusó tontamente.
—
Detesto que jueguen conmigo— pronuncié y por si
acaso invoqué un martirio de defensa alrededor de mí. La verdad es que soy
pésima con todas esas cosas de invocaciones pero no tenía otra salida—. Y si no
quieres que se toque el tema ese de la Original — la sonrisa se le borró—,
pídemelo “sin amenazas”.
—
Ya te dije que estaba bromeando — señaló muy
serio.
—
Pues fuiste demasiado lejos.
Trató de
acercarse a mí pero estúpidamente, malditamente,
retrocedí.
Me miró
y se le dibujó una sonrisa siniestra en los labios:
—
¿Un demonio temiendo a otro demonio? Pero si
somos colegas, preciosa...
—
Te dije que te fueras.
Dio un paso más y nuevamente
retrocedí. Su risa me humilló aún más.
—
Pensé que eras más difícil de amedrentar,
Nhyna. Y con respecto a la Original, te voy a pedir que no vuelvas a tocar ese
tema porque uno no debe hablar de cosas que no comprende.
—
Tú eras el imbécil que no dejaba de parlotear
sobre ella. No es mi problema que tengas frustraciones contigo mismo.
Valak
solía mirarlo con recelo siempre que la mencionaba de la nada y después no
entregaba ninguna explicación al respecto.
—
Bueno, digamos que ya superé esa etapa y
prefiero olvidarla. No vuelvas a mencionarla, ¿de acuerdo? Y que todo siga
igual entre nosotros.
Sonará
estúpido, lo sé, pero hasta ahora nunca me había puesto a pensar en las
palabras de Valak. Él siempre ha repetido que Berith le daba muy mala espina;
yo, por mi lado, la verdad nunca sentí algo así.
Pero
ahora… después de lo anterior, por muy broma que haya sido, una especie de
alerta se había expandido por todo mi ser.
— ¿Nena?
— Vete,
Berith — pedí, tratando de sonar indiferente—. Tengo cosas que hacer.
—
¿Cómo qué? ¿Pensar en el famoso Aniel
follándose a su custodiada? — comprobé con horror que volvió a instalarse en el
sofá: no planea irse—. ¿En serio mi
trato no te parece nada atractivo? Tienes un futuro muy interesante, preciosa.
Sería terrible que te lo arrebate una niña de trece año…
—
¡QUE TE LARGUES! — exploté harta, y en ese
momento el horrible reptil sobre el que iba Valak apareció entre ambos. Giró y
lanzó un gruñido, como apoyando mis palabras.
—
¿Qué significa esto? — se puso de pie y me
miró, fingiendo dolor —. ¿En serio estás echándome?
—
Berith, no estoy de humor así que retírate.
¡HAAAARR!
El lagarto ese volvió a
gruñir. Los cuernos de su larga cola se irguieron, en modo ataque.
—
No puedo creer que hayas llamado a la mascota
del idiota de Valak — Manu soltó un gruñido, más irritado—. Bueno, supongo que
tendré que retirarme. Por el Todo, qué delicada me has resultado, Nhyna — se
acomodó el sombrero y dejó caer el cigarrillo que aún llevaba consigo —. Hembras:
todas igual de locas — resopló aburrido y para mi tranquilidad desapareció.
No pude más y me dejé caer
sobre el sofá, algo trémula.
¿Qué
acaba de pasar? Nunca había sentido miedo. Berith ha sobrepasado mis límites:
¡nunca le he temido a nadie! ¿Quién se ha creído para…?
Bajé la
mirada porque el reptil estaba tirando de mi vestido con su desagradable boca.
—
¿Y ahora a ti qué te pasa?— yo ni siquiera lo
había invocado como Berith había sugerido—. ¡¿Qué sucede contigo, criatura
horrible?! — exclamé cuando tiró tanto que la falda se me rasgó un poco.
Se puso
de dos patas y trató de acercarse demasiado a mi rostro. Por un momento pensé
que iba a darme de lengüetazos como hacía con el idiota de Valak, pero cuando
ya no pude encogerme más me topé directamente con los ojos amarillentos.
¿Mmm?
Me quedé
en silencio porque era la primera vez que observaba directamente a esta
criatura. Las escamas de su rostro lo hacían verse intimidante, pero sus ojos
parpadeaban tan insistentemente que por un momento sentí algo extraño.
Un nudo…
un nudo en la garganta.
Ternura.
Esta
criatura es enorme, tiene zarpas que matarían con facilidad y colmillos que
acobardarían a cualquiera; pero… pero en realidad es muy dócil.
Y está
algo preocupado.
—
¿Qué sucede?
Me miró fijamente, elevó la
cabeza y soltó un gruñido lastimero.
¡Haaaauurrr!
¿Valak?
—
¿Es Valak? ¿Qué pasó? ¿Está en problemas? —
parpadeó, como asintiendo, y después se bajó lentamente de mí. Volvió a morder
la falda de mi vestido y tiró de mí con suavidad.
Cerré los ojos y decidí
transportarnos a ambos, a dónde quisiera que llegáramos.
¡POOM
POOM! ¡POOM POOM!
Elevé la
mirada ante el enorme estruendo de las campanas y me encontré con el interior
de una cúpula muy alta. Observe alrededor para dar con los vitrales de colores
y las imágenes en mármol. Todo estaría a oscuras si no fuera por las lámparas
de gas instaladas en hilera en todas las paredes. El altar mayor estaba repleto
de velas encendidas.
¿Qué
rayos haría Valak aquí, en una iglesia por la noche, al otro lado del
mundo?
Sentí un
par de huellas: así era como
reconocíamos que un demonio ya había pisado un lugar. Parece que por aquí han
pasado varios de los míos de visita. A lo mejor porque en cierto modo el lugar
transmite una especie de paz.
Manu se
deslizó lentamente por uno de los costados: el lugar parecía estar vacío. Lo
seguí y terminé subiendo por unas escalinatas en forma de caracol, rumbo a lo
que parecía ser el campanario. A medida que avanzábamos me parecía escuchar
algo semejante a notas musicales. Tenían un peculiar sonido: parecían como
golpeteos suaves sobre cristal. Me pareció algo conocida.
Llegamos
hasta una puerta. El lagarto se puso de dos patas y la empujó; entramos y entonces
lo vi.
Otra vez…
Sentado
frente a la inmensidad de la tarde, con las piernas colgando al vacío, una
botella casi vacía y con un martirio de armonía revoloteando sobre su
cabeza…ahí estaba Valak. Las notas musicales que había oído eran producidas por
el martirio que había invocado: sonaban a tristeza y a infancia. Manu avanzó
hasta meterse por debajo de su brazo y tratar de lamer su rostro.
Me quedé
observándolo en silencio; viéndolo reír de esa forma tan traviesa con la que
solo los niños y los ebrios ríen. Se pasó el dorso de la mano por los ojos y
volvió a juguetear con sus pies, moviéndolos de adelante hacia atrás; como un
niño columpiándose tranquilamente.
¿Y ahora qué ha pasado?
—
Valak…
Se
sobresaltó un poco y después giró. La enorme sonrisa en medio del rostro
decaído me golpeó con violencia.
—
¡Nhyna! ¡Pero qué coincidencia! ¿Tú también…
quisiste venir a ver la noche?— se puso de pie con algo de dificultad: sí,
estaba ebrio —. Lirau me encanta pero… Frantzon es otra…cosa.
—
¿Qué haces bebiendo de ese modo? — le reproché.
Manu se
puso de dos patas y le lamió la mano.
—
Hoy… es el Zahir… y quise… ¡celebrar un
poquito! — me acerqué y lo atrapé antes de que se diera de bruces contra el
suelo—. Pero… creo que últimamente…ya no soy tan resistente con la bebida
—agregó divertido.
—
Si buscabas celebrar el Zahir hubieras podido
escoger una melodía menos deprimente que ésta, ¿no crees? — apunté con burla.
Pero los ojos, tan parecidos a los míos, se entrecerraron y una sonrisa triste
le surcó el rostro.
No…
—
Ésta es…la canción que sonaba aquella vez… —
traté de no prestarle atención pero la sinceridad de su voz me hacía oírlo como
a todo volumen—. La vi sentada sola, sus padres charlaban con algunos amigos...
¿Te acuerdas, Nhyna? Ni bien la vi quise acercarme a ella, y tú te pusiste tan
malgeniada, diciendo que no le encontrabas el atractivo que yo decía ver.
—
Valak, vámonos a casa — pedí sin hacerle caso.
Por eso esa melodía me sonaba tan conocida.
—
Esta canción se convirtió en “nuestra”
canción—traté de transportarnos a casa pero me lo impidió.
—
Valak, basta.
Pensar en la vida que tuvo
con la humana idiota no era sano. ¡¿Cuántas veces debía repetírselo?!
—
¿Sabes qué fue lo que más me dolió, Nhyna? — el
aroma a licor y a lágrimas me consternó—. Me dolió verla irse… y yo no poder
irme con ella.
Tuve un
fugaz recuerdo de aquellas épocas: solía verlo menos seguido porque decidió
entregarse a lo que sería una fingida vida humana. A veces pasaba a verlo y me
sorprendía encontrarlo con arrugas y pelos blancos: nunca entendí que de bueno
había en cambiar de apariencia por una más longeva. Su forma original era la de
un joven atractivo, atlético; pero no, él prefería verse como un anciano inútil
solo porque la que era su esposa sí envejecía con el paso de los años.
—
Si tan solo hubiera renunciado a mi título…
—
Valak, ya fue suficiente. Como demonio o como
errante, ¡la humana igual iba a olvidarte!
El reptil me lanzó un
gruñido.
—
El ser demonio completo impedía que pasara
demasiado tiempo a su lado porque era nocivo para ella. ¡Los pactos, las
tropas, las legiones a mi mando…!— trató de alejarse de mí, ofendido, pero
estuvo a punto de caerse así que volví a atraparlo por la cintura—. ¡¿Sabes
todo lo que sentía cada vez que la tocaba?! ¡Temía matarla, asustarla! ¡Porque
a veces una caricia provocaba que ella viera todo lo que había en mi interior!
— preferí ignorarlo, pero elevó más la voz, completamente descontrolado—. ¡Como
errante no hubiera sido así! Como errante hubiera podido vincularme más a ella
y a lo mejor no me habría olvidado. ¡Como errante tal vez y hasta podríamos
haber tenido un hijo! ¡El infeliz de su marido no lo merece…! ¡No con ella!
¡NO!
No necesitó decirme más: ya
lo comprendí.
Otra vez
el asunto de la humana embarazada.
—
¡Ni demonios, ni ángeles, ni caídos, ni
errantes pueden procrear, Valak!—proferí—. ¡Maldita sea, estoy harta de
repetírtelo!
—
¡El aliter
que conocimos me dijo que…!
¡PAAF!
—
¡Y una mierda! ¡Los aliters nunca son plenamente certeros, Valak! — exclamé cansada.
Manu me mordió el vestido, con intenciones de ayudar a su amo después de la
bofetada que le propiné—. ¡No puedes creer en las palabras de Zamai, Valak, por
favor! —hacía tantas décadas de aquello: ¡¿hasta cuándo…?!—. Tú y yo sabemos
perfectamente que los aliters a veces
divagan y dicen que cosas que “creen” ciertas pero que no lo son. Ya basta,
Valak, por favor. ¡Ya basta!
Los ojos
de niño me llegaron a lo más profundo. Detesto sentir esto, esta especie de vacío en el pecho, pero
siempre me sucedía cuando se trataba de Valak. Siempre.
— Ya no
sufras por esa humana…
…mi estúpido y pequeño hermanito.
—
Yo solo…hubiera querido que me recordara aunque
sea una vez, Nhyna. Si sus ojos me hubieran dado una pista… ¡si hubiera podido
encontrar un mínimo vestigio! yo podría pasarlo mejor. Esperar su siguiente
vida con más…ánimos — y nuevamente pasó: rompió a llorar. Ebrio, deprimido y
completamente patético.
Y otra
vez lo hice: le brindé mi hombro para que llorara todo lo que quisiera. No
aguanto expresiones de tristeza de esta magnitud, pero con Valak a veces me
sorprendo yo misma.
“Los
demonios no lloramos; por cada lágrima se pierden tropas”, es un conocido
refrán entre los nuestros. Dicen que los demonios no lloramos, pero sí, lo
hacemos, solo que es extremadamente raro ver a uno hacerlo: esos sentimientos
no van con nosotros, solo nos hacen ver débiles. No creo que el refrán haya
sido construido en base a una premisa real, porque de tanto que he visto llorar
a Valak, ya no le quedarían tropas.
—
Cada día lo siento eterno… ¿Qué voy a hacer con
todo esto, Nhyna? ¿Qué?
—
Olvidar, Valak — le respondí desordenándole el
cabello—. Olvidar.
Los recuerdos solo provocan
eso: que nos estanquemos, que no avancemos.
Que nos pudramos en medio de
un pasado que nunca volverá a ser futuro.
¨°*°*°*°¨
LUCA
—
¡¿Has visto el carrito de manzanas bañadas en
caramelo?!
—
Sí, Luca.
Observé
de reojo el jardín por las ventanas mientras papá y mamá saludaban al señor
Formerio y casi se me salen los ojos:
—
¡También hay un stand de mago! — chillé
tratando de contener la voz. Me asomé un poco más y vi a unos tipos jugando con
varias cuchillas—. ¡Y malabaristas!
—
Sí, Luca.
¡Por Dios! ¡La fiesta está
ambientada como si fuera una feria circense! ¡ESTUPENDO!
—
¡Y hay un puesto de helados, y también…!
—
¡Luca, ya lo sé! ¡Tranquilízate! — me reprochó
en voz baja.
—
Naum, qué aburrido eres— señalé fastidiado:
¡tantas cosas geniales y él solo ahí, como una estatua del hijo ideal!—. Si
sigues con esa actitud de “señorito bien portado” hasta Marion Amira va a huir
de ti, y tu grandioso plan de acercarte más a ella terminará fracasando.
—
¡¿Qué?! — desvió la mirada, pensativo, y
después me habló más dócilmente—: ¿En serio lo crees? ¿Soy tan aburrido?
Con
razón repiten a cada rato que soy el demonio en persona, pero cuando se trata
de Naum no hay forma de seguir haciendo maldades. Hasta su voz decaída me
produce remordimientos.
—
No eres aburrido, Naum, pero…tal vez deberías
tomarte las cosas con más humor. No sé…dejar de verte como el hermano Rupert y
ser más… ¿jovial?
—
Para que me compares con el hermano Rupert, eso
significa que realmente soy muy aburrido — sentenció con mala cara.
Bueno,
sí: el hermano Rupert era el encargado de la biblioteca en Dominic Pascal y se
la pasaba sentado en el mostrador, leyendo tan silenciosamente que a veces nos
preguntábamos si estaba vivo o muerto.
—
Luca, escúchame atentamente — me dijo papá
cuando el señor Formerio salió a recibir a otros invitados—. Ya no tienes nueve
años, así que traer con nosotros a Ania para que esté vigilándote hubiera sido
poco apropiado — ¿poco apropiado? ¡Hubiera sido humillante! ¡Ningún chico de
catorce años lleva a su nana consigo, eso era para las niñas!—. Así que confío
plenamente en que sepas guardar prudencia y comportarte como un Liberia lo
haría — debo apuntar eso: comprar el manual de “Comportarse como un Liberia lo
haría”—. Es la fiesta de la nieta de Alcides, así que pobre de ti que me salgas
con alguna sandez porque juro que te quedas por todas las vacaciones en el
internado.
Iba a
protestar, aludiendo que a Naum nuevamente no le habían dicho nada, pero mamá
me tomó por las mejillas.
—
Cariño…
—
No sé por qué piensan que soy una especie de
calamidad que va arrasando con todo a su camino.
—
Es porque lo eres — lanzó papá sin dejar de
sonreírle a un colega que lo saludó desde la otra esquina—. Luca, solo quédate
junto a tu hermano. No es muy difícil de entender, ¿de acuerdo? — fruncí el
ceño: ya, genial, así que Naum ahora ya no es mi gemelo sino mi “nano”—. No quiero
ningún pastel flotando en la alberca, ¿me has entendido? Ni nada de ponerte a
juguetear con cuanta cosa que haga bulla encuentres.
Asentí malhumorado y lo vi
alejarse con mamá de su brazo.
Qué
injusticia. Esa vez ni siquiera fue mi culpa: la boba de Anastasia se tropezó y
yo solo traté de salvarla. Si no empujaba esa mesa hubiera terminado cayendo
encima de su propio pastel. Aunque ahora que lo pienso tal vez hubiera
sido mejor eso. Así la gente no recordaría que “el menor de los gemelos Liberia,
había terminado lanzando el pastel de cumpleaños de su pobre prima a la
alberca”.
—
¡LIBERIA!
¡POM!
¡Ouch!
Mi cabeza impactó contra la
de Naum: reconocí el saludo de inmediato.
Era Kim
Massud, el chico con el que compartíamos habitación en Dominic Pascal y que
siempre se presentaba tomándonos a Naum y a mí por la nuca para después
colisionar nuestras cabezas.
—
Kim — advirtió su padre, igual que el mío, y
después se perdió por el otro pasillo.
Cuando
Naum y yo retornamos a clases y anunciamos que teníamos varias invitaciones
para ingresar a la fiesta de cumpleaños de la princesa Formerio, varios se
apuntaron sin dudarlo. Inclusive aquellos que no la conocían.
Kim era
uno de ellos.
—
¿En serio lograste venir? — le pregunté—. Tu
padre ni siquiera conoce al señor Formerio. ¿Cómo te aceptó venir desde Libiak?
—
Mis tíos viven aquí, en Lirau, así que fue
sencillo pedirle a mi padre que me trajera con él. Ni bien oyó “Formerio” su
instinto devorador salió a toda vista — Naum reprobó el comentario negando con
la cabeza; Kim sonrió—: Oh, vamos, no te hagas, Naum. Todos sabemos que si hay
posibilidades de alianzas financieras, cualquier cumpleaños entre “niños” es
una buena excusa para iniciarlas.
Es
verdad, no hay forma de negar eso. Nuestro padre también lo hace, y en cierto
modo eso ayudaría a que el asunto de Naum vaya por buen camino porque el doctor
Amira es casi un santo para mi madre y un buen partido para mi padre.
Eso no te lo enseñan directamente en la
escuela, pero uno aprende a distinguirlo a medida que pasan los años: papá no
solo estaba pidiéndome que me portara bien por el estúpido nombre de la
familia, sino porque a lo mejor estaba esperando encontrar a su “perfecta”
futura nuera en alguna de estas reuniones.
Y la
verdad creo que voy a privarlo de esa satisfacción: nunca me casaría con una
chica por simples alianzas. Aunque pensándolo bien, creo que nunca me casaré
porque todas las niñas son igual de aburridas.
La
princesa Formerio es de esas excepciones que rara vez encuentras; pero por
respeto a Tomas ni siquiera se me ocurriría verla de otra manera. Desde que lo
conozco, solo habla de ella: después de todo, él es más cercano a su familia y
suele contemplarla en varias reuniones a las que asiste con su abuelo.
—
¿Y de qué se supone que estás disfrazado? — le
preguntó a Naum—. A ti sí te ubico porque si no me equivoco eres un pirata.
Yo sabía
que el parche en el ojo valía la pena; por mucho que papá no quisiera que lo
llevara.
Iba a
traer conmigo la espada del bisabuelo pero mamá casi se muere cuando me encontró
tratando de sacarla del mostrador de la biblioteca.
—
¿Y tú
eres…? — añadí sin saber si reírme o no por el falso bigote y la toga extraña.
—
¡Soy el hermano Casimiro! — ahhh… —. Iba a
traerme la biblia conmigo pero papá casi me castiga por todo el año.
—
Bueno, Naum va de… — volteé a verlo y suspiré—:
Naum va de Naum.
No había
querido ponerse ningún atuendo porque decía que quería ir impecable a la
fiesta. Aunque creo que el asunto en realidad fue que no se le ocurrió de qué
más venir.
—
Así que si vinieron — oímos desde atrás. No, señor…
Mi prima favorita.
—
Tal vez si fueras más cortés ella no insistiría
en seguirnos a todos lados — me dijo Naum después de los casi cuarenta minutos
que nos la pasamos yendo de aquí para allá, tratando de quitárnosla de encima.
Kim estaba de lo más contento por la zona de los malabaristas: se había
encontrado con Jude Itamar, otro compañero nuestro, y decidió dejarnos con el
suplico llamado Anastasia Liwen.
—
Esta fiesta parece una horrible feria — comentó
con el ridículo disfraz de princesa que se había puesto—. Todos los invitados
corretean por todos lados, como animales salvajes.
—
Anastasia, qué te parece si para evitar verte
como uno de “esos animales salvajes”, ¿vas a sentarte junto a mi tía? Va, ¿qué
dices? —sugerí esperanzado.
—
Digo que no, porque mi madre está charlando con
la señora Leda, y una señorita debe saber cuándo es bien recibida y cuándo no.
A lo
lejos distinguí a Marion Amira que acababa de llegar con su bonito disfraz de
ángel, saliendo por las puertas de cristal rumbo hacia aquí, el jardín. Naum se
puso de pie como si tuviera un resorte adherido al cuerpo.
—
¡No! ¡Ni se te ocurra dejarme con la loca de
Anastasia! — advertí atrapándolo por la muñeca y con la boca fruncida.
—
¡Pero…!
—
Si los señores Leda están aquí y son tan buenos
amigos del señor Formerio, ¿por qué su amigo Marcus no ha venido? — preguntó
Anastasia fisgonamente.
Bueno,
Marcus en primer lugar no vive aquí como sus abuelos, vive en Libiak; y además
no se mostró nada interesado en venir
porque no conocía personalmente a la nieta de los Formerio.
Marion
Amira observó alrededor, tal vez buscando a quien acercarse; con su nana junto
a ella.
—
¡Naum, no! ¡O me llevas o no vas! — repliqué en
bajito cuando trató de avanzar y dejarme.
—
Anastasia va a asustarla, debo ir solo.
—
¡Soy tu hermano! ¡Entre el amor y la hermandad,
prevalece la hermandad!
—
¿Qué tanto cuchichean entre ustedes, eh? No es
de buena educación hablar en susurros — nos increpó con la fastidiosa voz
chillona.
—
Eh…pues… — giré, tratando de encontrar a mi tía
para pedirle que se llevara a su hija y nos dejara en paz; y gracias a Dios
distinguí un rostro conocido pasando junto a nosotros—. ¡Tomas!
Lo siento, amigo.
—
¡¿Eh?! ¡Oh, Luca, Naum! ¡Qué sorpresa, llegaron
antes que…!
—
¡Mira! ¿Tú vas de rey y Anastasia va de
princesa? ¡Padre e hija! ¡Oh, qué hermoso reencuentro!
—
¿Luca? ¡Luca!
—
¡Ahora volvemos! ¡Vamos por…por un par de
manzanas con caramelo!
Aproveché
el pánico y prácticamente tomé a Naum del brazo y lo jalé conmigo. Tomas es mi
amigo, él va a comprender que si no nos deshacíamos de Anastasia con todo el
tacto posible, iba a acusarme con mi padre.
Marion
Amira se sobresaltó cuando le pasé la voz elevando un brazo. Observó a su nana
y después se acercó, con las bonitas alas blancas y la aureola flotando sobre
su cabeza.
—
Es tu oportunidad para conversar más con ella,
¡no lo arruines con tu disfraz de Naum! — le susurré. Probablemente sea extraño
decirlo, pero cuando él estaba nervioso yo lo sentía sin necesidad de que me lo
dijeran y así estuviera a metros lejos.
Marion
Amira nos saludó con algo de timidez al llegar a nosotros. Como Naum se quedó
mudo de la impresión, no me quedó más que hacerla de intermediario y tratar de
lanzar un tema de conversación que le hiciera las cosas más sencillas.
Mencioné
lo guapa que estaba con su disfraz; su nana no lo tomó muy bien que digamos,
pero ella me sonrió agradecida.
Le lancé
un codazo discreto a Naum para que hablara.
—
Pu-pu…pues sí. ¡Muy…muy linda, señorita Amira!
Nunca he visto un ángel más hermoso ni en las mejores pinturas de…
Bueno, son las palabras más
cursis que he oído pero por lo menos ya volvió a hablar.
—
Iré a ver a papá, para preguntarle lo de… ¡la
tía Minerva! ¡Sí! — le dije a Naum, atrapando lo primero que se me ocurrió para
dejarlos solos
Me
pareció oír la voz de Marion Amira llamándome cuando me alejé, pero como sonó
muy bajita pensé que lo había imaginado. Me acerqué a Jude y a otros compañeros
más que también habían venido gracias a las invitaciones que Naum y yo
llevamos; y nos perdimos entre los magníficos stands que habían recreado en
medio de todo el jardín.
Era la
primera vez, en muchos años, que volvía a asistir a un cumpleaños de Albania
Formerio. Cuando éramos más pequeños Naum y yo solíamos frecuentarlos. Tomas
Gerdau también lo hizo en varias oportunidades; inclusive creo que Marcus Leda
una vez asistió al cumpleaños de Corín Formerio cuando solía venir más seguido
a visitar a sus abuelos.
La
fiesta estaba muy bien organizada: era como si se hubiera pensado exactamente
de qué manera evitar que uno se aburriera. El cumpleaños de Anastasia nos tuvo
a todos sentados en el salón: en ésta, en cambio, todos podían movilizarse a
dónde se les apeteciera. Papá y mamá charlaban muy animados en el interior de
la mansión, con varios otros invitados, mientras aquí afuera habían atracciones
más divertidas para los que seríamos “los niños”, por decirlo de algún modo.
Aunque por la zona de los juegos vi a Joan Formerio, con algunos amigos que
había traído consigo, lanzando algunas pelotas a todo ese muro de latas,
buscando obtener algunos muñecos de felpa.
Los
músicos que estaban situados junto a las puertas que conducían al interior de
la mansión detuvieron abruptamente la canción animada que iban tocando. Marion
Amira pasó corriendo junto a mí, con una enorme sonrisa.
—
¿Eh? ¿Qué…?
—
Parece que ya va a bajar — nos comentó Naum que
llegó tranquilamente. Lo vi algo sonriente así que a lo mejor todo había ido
bien.
Ingresamos
atropelladamente al salón (entre los curiosos como Kim que querían conocer a la
princesa Formerio, y los ansiosos que querían ver su disfraz, como Tomas); y
los músicos iniciaron una canción muy suave, repleta de violines.
Mi padre
nos llamó con la mirada a Naum y a mí. Pensé en rebelarme y quedarme con mis
amigos, pero cuando volteé todos habían hecho lo mismo: cada uno estaba
situándose junto a sus padres.
Ya qué.
—
Hace tiempo que ya no veía este ritual— oí a
mamá en voz tan bajita que solo Naum y yo por estar junto a ella pudimos
escucharla.
—
Alcides es muy devoto de las tradiciones — le
respondió mi padre, fascinado—. Su esposa quería hacer esto ni bien la niña
llegó a su casa.
Vi a
Nuna, la nana de la princesa Formerio, bajar por la enorme escalinata con una
vela sobre un plato con agua. Llegó hasta la primera planta y se la pasó al
señor Formerio que sonrió.
— ¿Para qué es eso? — pregunté cuando se paró a
un lado de la escalinata alfombrada, pero no obtuve respuesta alguna: solo oí
una exclamación tratando de ser ahogada entre todos los invitados.
Giré de
reojo y me encontré con Anastasia y la otra nieta de los Formerio, Corín, cada
una con sus padres, con la boca tan abierta que no pude evitar querer partirme
de la risa. Volteé para decirle a Naum que no podía perderse esos gestos tan
épicos…
…pero la
risa se me paró por completo.
Albania
Formerio estaba bajando los escalones, algo nerviosa pero muy sonriente, y con
un vestido perlado como una especie de flor invertida. Traía un par de
transparentes alas de mariposa y una corona de flores sobre las ondas
desordenadas.
Comprobé,
sorprendido, que parte de su cabello se veía en tonos rosas y verdes suaves;
como una de esas criaturas de las que tanto se hablan en los cuentos.
Pisó el
último escalón y apagó la vela que su abuelo le ofreció con un soplido
delicado; después lo abrazó y nos observó a todos:
— Gracias a todos por estar aquí; de mi parte y
de parte de mi querido abuelo — Alcides Formerio la besó en la frente y sonrió,
orgulloso—. Eh, espero…que la estén pasando bien. Lamento haber demorado tanto
— lanzó nerviosa, y desde atrás unas fuertes palmadas se dejaron oír: era
el señor Traugott, que tomó rápidamente una copa de las varias que algunos
empleados iban ofreciendo y la elevó con solemnidad:
— ¡Por Albania Formerio, y sus maravillosas trece
primaveras! — brindó y todos respondimos “¡Por Albania Formerio!”. Ella soltó
una carcajada, encantada, y después asintió, agradecida.
Quise
escaparme al jardín porque todos se estaban acercando a saludarla y
demoraríamos en hacerlo, pero papá me atrapó por el brazo y me ordenó que
pensara bien qué palabras diría cuando estuviera frente a ella.
Resoplé
aburrido en medio de los músicos que nuevamente habían iniciado su faena.
Observé de reojo que Marion Amira estrechaba con muchísima ilusión a la
princesa Formerio y después reían, muy animadas. Sentí que dieron una mirada en
mi dirección que me puso un tanto inquieto.
Es
extraño que las niñas lo vean a uno con tanta insistencia.
Kim y su
padre aparecieron y las obligaron a volver a adquirir la típica postura repleta
de formalismos. El señor Formerio asentía, muy interesado, ante lo que fuera
que le estuviera diciendo el señor Massud y en ese lapsus comprobé algo muy
extraño.
Mientras
Kim hablaba con Albania, ella lo miraba fijamente, prestándole la mayor
atención posible, pero de tanto en tanto observaba alrededor, como buscando a
alguien. Después de Kim vino Tomas, Jude, el mismo señor Traugott y su hijo que
si no me equivoco se llama Darío y en cada ocasión se repitió exactamente lo
mismo.
Albania
Formerio estaba buscando a alguien en particular.
Y como
la vi bajar la mirada, algo desilusionada, supuse que no había venido.
¨°*°*°*°¨
NUNA
—
Por todos los santos, sus ángeles y arcángeles,
¡¿cuántas bandejas más voy a tener que decorar, Nuna?! — protestó Bejle.
—
Ya sabía yo que la fiesta iba a tener a
muchísima gente — respondí, ayudándole a pinchar las aceitunas verdes con los
palillos delgados. Terminamos y le pasamos la fuente a Sorel que salió
impecable a ofrecerlas en el salón —. Tranquila, en unas horas más todos ya se
irán porque van a prepararse para el Zahir. Inclusive el señor Alcides va a
asistir a la fiesta que están organizando en la casa de los Gerdau por la
noche.
— ¡Hoy voy a dormir como si fuera un tronco! Me
encanta que la niña celebre su cumpleaños como se lo merece, pero este año los
invitados se han triplicado.
Rudy
ingresó por la puerta trasera tan agotada como todos; se bebió un enorme vaso
de agua y recibió la bandeja con trozos del pastel de carne que Bejle
velozmente acomodó. Le pregunté con la mirada si todo iba bien, y creo que me
entendió porque dio una ligera cabeceada y me sonrió.
—
¿Y has visto al señor Traugott?
—
Santo Dios, ese hombre es muy persistente —
admití enfadada.
Esta vez
había venido con el propio joven Darío y no había dejado al pobre señor Alcides
en paz. Cada vez que dejaba a la niña charlando con sus invitados y daba
vueltas, tratando de mantener todo en perfecta armonía, lo veía atosigando al
señor. Creo que hasta el mismo señorito Joan se ha dado cuenta porque
prácticamente ha estado vigilando al joven Darío y cada vez que localizaba a mi
niña sola, él hacía lo suyo y terminaba evitando cualquier tipo de
acercamiento.
—
Qué bonita ha quedado con su disfraz de hada,
¿verdad? — oí de Bejle. Asentí muy convencida porque no había visto a una niña
más linda que mi niña, inclusive con los absurdos mechones de colores que quiso
hacerse en la punta de los cabellos—. La he visto más señorita, Nuna, y creo
que al señor Alcides le ha pasado igual. Todavía está chiquita y tiene el
cuerpo de una niña, pero ya se está vislumbrando lo guapa que se nos va a poner
cuando sea más grande.
—
Y es por eso mismo que ahora debemos cuidarla
más que nunca — sentencié con seguridad.
Tomé un
mantel pequeño y me dispuse a limpiar las migajas que se esparcían por los
espacios entre las botanas, en la bandeja de plata.
—
¿Sigues con las tonterías esas que nos contó
Rudy? Oh, vamos, Nuna; ¡son solo cuentos para asustar a la gente y darle más
gustillo al Zahir! Ningún ángel aprovechado anda rondando a la niña… a menos
que hablemos del hijo del señor Traugott porque la miraba con una cara…
Ignoré el regaño y le pasé la
bandeja a Nereo que se robó un panecillo y se lo comió velozmente.
—
¡No hagas eso, hombre! — exclamó Bejle antes de
lanzarle un veloz cucharonazo sobre la palma de la mano. Aproveché su
distracción y corrí hasta la despensa para tomar el pequeño potecito de sal que
Rudy me había dado por la mañana: lo esparcí velozmente en el alféizar de la
ventana y retorné a la mesa después de lavarme las manos.
Bejle me miraba ceñuda:
—
Nuna… — empezó.
—
Ay, Bejle, ¡nunca está de más ser algo
precavida! — me defendí.
—
Ya, pero mañana alguien va a tener que limpiar
todas las ventanas: ¡solo te faltan las del salón, mujer loca! ¿Y a qué cosa
huele eso? — se inclinó un poquito y torció la boca—. ¡Guácala, apesta a
azufre, y muy fuerte! ¡Saca esa cosa de mi cocina, Nuna!
—
Ya no voy a echar más por aquí, así que no te
preocupes.
— ¿Estás segura de que esa cosa es sal? No
quisiera tener que explicar la muerte de algún invitado si algo de eso llega a
caer sobre la comida.
—
He sido muy cuidadosa y solo está en las
ventana. Y sí es sal, pero Rudy dice que está cantada.
—
¿Qué? ¿Sal cantada? — asentí muy segura—. ¿Y
qué demonios es sal cantada? — me preguntó aguantando la risa.
La miré con mala cara:
—
La sal cantada es solo eso, sal, pero Rudy me
dijo que está bendecida por un cura y los que la prepararon le han cantado un
par de plegarias que la hacen defensiva.
—
¿Cantarle a una porción de sal? — Bejle elevó
una ceja —. Oye, Nuna, no me vayas a salir con que al final la que está
practicando brujerías o esas cosas eres tú, eh. Mi abuela decía que mientras no
te metas con hechizos y esas cosas no hay por qué temer, pero si uno empieza a
emplearlos…
—
¡Está bendecida por un cura, Bejle!
—
¿Y tú cómo sabes que ese cura es bueno?
¿Ah?
—
Nuna, a veces siento que eres una mocosa con
pinta de adulta — me erguí en toda mi extensión y la miré, algo ofendida—. Te
has creído un cuento para asustar a niños y te has puesto a hacer todas las
tonterías que Rudy te ha pedido. Primero la sal en todas las ventanas, y… ¡No
me mires así! Que también te vi lanzar esas trece tazas de agua al jardín antes
de que llegaran los invitados, y darle a la pobre niña Albania no sé qué
tonteras en su vino de frutillas.
—
Era una pisquita de agua de flores.
—
Pues me alegro de que no mataras a la niña.
— ¡Bejle, ¿cómo puedes decir eso?! — exclamé sin
creerlo. Rudy me había dicho que era necesario darle unas gotitas de agua de
flores bendecidas a mi niña Albania para reforzar el campo de protección a su
alrededor, pero evidentemente yo la había probado antes.
¡Jamás le daría de beber algo
que le hiciera daño!
Iba a
dejarla sola con todo lo que tenía que hacer porque yo ni tenía la obligación
de ayudarla en la cocina, pero el señor Alcides ingresó. Como se veía un tanto
agotado le pasamos velozmente un vaso con agua pura.
—
¿Señor? ¿Qué le sucede? ¿Se encuentra mal?
¡Ay, Dios! ¡El señor Alcides
es muy saludable, ¿qué ha pasad…?!
— Ese disfraz de hada me ha costado caro, Nuna —
me dijo y me tranquilicé ante la sonrisa, breve pero sonrisa a fin de cuentas—.
Erasmo no deja de perseguirme lanzando cosas como “colegas de años, consuegros
amados” y demás.
¡Pero
qué hombre tan testarudo! Cuándo va a entender que si el señor Alcides no le da
una respuesta directa, es porque cualquier tipo de planes de matrimonio de mi
niña con su hijo está descartado por completo.
— Y no es solo él — el señor resopló—: A mi edad
es muy sencillo reconocer esas charlas que llevan entre líneas un “quiero a tu
nieta como esposa de mi hijo”. La familia Gerdau y hasta el propio Mariano
Liberia han mencionado algo al respecto.
Traté de
mostrarme lo más serena posible, porque en el fondo me sentía muy orgullosa de
mi niña. ¡Que la consideraran como candidata para esposa era, sin duda, porque
la veían como una mujer digna y noble!
— ¿Qué voy a hacer con esto, Nuna? — me preguntó
algo angustiado—. Marlene me hubiera pedido que vaya examinando a los candidatos…
pero la verdad es que creo que más que yo, la que debería encargarse de eso es
mi propia nieta.
— Pero usted es un hombre razonable y de corazón
muy noble, señor — confesé con sinceridad, porque yo apoyaba por completo la
postura de la señora Marlene, que en paz descanse—. Si usted eligiera al esposo
de la niña, no tendríamos por qué temer por su futuro, porque se habría
escogido al mejor.
— No estoy muy seguro de eso, Nuna…
Por un
momento me pareció ver al señor diferente: como si sus setenta y tres años de
vida aparecieran de golpe.
El
señor… el señor Alcides es un hombre vigoroso y jovial, pero sí…
…está envejeciendo.
— Albania debería ser capaz de escoger con quién
desee pasar el resto de su vida, ¿no te parece? Sé que Morgana a veces tiene un
par de ideas algo inquietantes pero… — lo pensó un tanto y asintió—, pero creo
que en esta ocasión tiene razón. Mi nieta debería ser la que escoja al mejor
postor y no yo, por muy autoridad que sea.
No supe
qué responderle, porque por un lado eso de escoger con quien casarse sonaba
casi soñado; pero uno no siempre se inclina por el indicado, porque cuando se
trata de amor se deja de pensar con la cabeza.
Yo me
casé por amor, y ya casi saboreando mi futura vida el infeliz me dejó por otra,
y mi pequeño retoño nunca llegó a ver el sol.
¿De qué
me sirvió casarme por amor? De nada.
La voz
del señor Traugott sonó desde el pasillo. El señor Alcides puso gesto de
conmoción y se puso de pie inmediatamente, para salir a todo escape por la
puerta posterior.
Volví a
la sala para echarle una ojeada a mi niña y la vi tocando el violín a pedido de
una pareja de ancianos: ah, los esposos Leda. Me quedé observándola desde el
umbral, un tanto oculta.
Esta
niña llegó a mi vida cuando más lo necesitaba, porque aunque nunca se lo dije a
la señora Marlene ni a nadie…
…perder
al bebé que esperaba me hizo detestarme.
Yo era
madre de esa criatura, ¡yo debía protegerlo! Pero no…su padre huyó y me provocó
tanto pánico no saber qué hacer sin él, que un día las sábanas amanecieron de
rojo y mi vientre con un profundo dolor que sabía a despedida. Lo perdí…y solo Dios puede saber lo que
siente una mujer que esperó con tanto fervor algo que nunca llegó a conocer.
Los
invitados uno a uno fueron perdiéndose por la puerta; las risas y correteos de
niños menguaron. Al final solo quedó mi niña, con su precioso vestido de hada y
observando los coches alejarse en medio de la noche.
— ¿Qué pasó, mi preciosa diablilla? ¿No está
contenta?
Me observó algo alicaída y
después me abrazó con fuerza.
—
¿Realmente estoy muy bonita, Nunita? — me
preguntó en voz baja.
Le respondí que sí, que de
eso no había duda, y asintió.
— Y no vino… — murmuró y se perdió por el salón,
con las alas brillantes y el cabello un tanto más desordenado.
¿No
vino? ¿Acaso se refiere a esa criatura infernal que anda rondándola?
Rudy
pasó junto a mí, con algunas bandejas vacías y me sonrió:
— Es por todas las barreras de protección — me
susurró—. Tranquila, nunca más volverá a molestar.
Sentí un escalofrío.
¨°*°*°*°¨
SEIR
— ¿Puedo decir que me rindo? Porque oficialmente
¡me rindo! — repliqué—. Escucha, hermano, te dejaré esta simpática botellita de
perfume y se la entregas a Gremory cuando la veas, ¿de acuerdo?
— Creo que ya la encontré — dijo de repente,
cerró los ojos y volvió a transportarse.
Solté un resoplido y lo
seguí…
…tal y
como había hecho las 946 veces. Las conté porque planeaba hacer un chiste sobre
nuestra búsqueda constante, pero cuando pasamos el número 200 empecé a pensar
que el asunto ya no era tan gracioso como pensaba.
¡Nos
habíamos pasado casi todo el día buscando a la loca de Gremory y a Nanael!
Abrí los
ojos y me encontré con una ciudad en pleno anochecer. Aniel caminaba a algunos
pasos delante, tal vez siguiendo la presencia que yo también sentía.
—
Mmm, hermano, a lo mejor me estoy equivocando
pero creo que no se trata de Gremory — comenté al alcanzarlo. Atravesamos la
enorme puerta de roble solo para encontrarnos con un perfecto templo religioso:
yo conocía este lugar, los humanos lo llamaban la Basílica de los Pies
descalzos.
Vi que
se quedó unos minutos observando la gran cantidad de velas iluminando el altar
principal y después se dirigió a un pequeño pasillo.
— A este lugar vienen montones de los míos,
hermano — insistí en cuanto empezamos a subir las escalinatas de piedra—. Es un
lugar muy hermoso y tranquilo; la presencia que estás sintiendo a lo mejor es
una huella.
Se detuvo: ¡así que por fin
va a oírme!
— ¿Una huella?
— me preguntó —. ¿Te refieres a los vestigios de una previa visita?
Bueno,
así suena un poco formal pero sí. Yo lo llamaría más como un “ya hubo alguien
de los míos dando un paseo por aquí.
— Probablemente Gremory ya vino antes aquí, y ésa
es la presencia que estás sintiendo. Aunque es algo extraño que puedas
sentirla: es un código de percepción demoníaca. La única manera de que tú, como
ángel, puedas percibir una huella es
porque tendrían que haberte lanzado alguna especie de martirio con relación a
eso.
— ¿Martirio?
— preguntó algo inquieto.
Traté de
pedirle que no tenía por qué preocuparse: total, Gremory es como yo, no aguanta
estar en un solo sitio demasiado tiempo, así que a lo mejor estaba dándose un
paseo por ahí. Cosa que después le increparía porque habíamos quedado en
asistir juntos al Zah…
¡Un
momento! ¡Si hemos estado dando vueltas por casi todo el mundo en búsqueda de
ese par…! ¿Qué hora sería?
Si no me
equivoco esta ciudad se trata de Frantzon. Si por aquí ya está por anochecer…
— ¡Hermano, me voy a perder la celebración
nocturna del Zahir en Lirau! — reclamé pero desvió la mirada, desconcertado—.
¿Mmm? ¿Aniel?
— Hay alguien más… — se dio media vuelta y
continuó subiendo por las escalinatas en forma de caracol. Iba a dejarlo porque
ni loco me perdía el Zahir, pero sentí dos presencias sumamente conocidas.
Y jamás lo dejaría con ellos.
Nhyna,
Valak.
— ¡Hermano,
esper…!
No pude
detenerlo: empujó la puerta de madera que daba para el campanario, y se
sobresaltó tanto como yo frente a la escena.
— ¿Pero qué…? — barboteé confundido.
Nhyna es de esos demonios que
no conozco a fondo…
…pero casi podría jurar que
lo que estaba viendo ahí no era común en ella.
— Tú… — murmuró cuando se percató de la presencia
de Aniel, y se puso de pie, completamente avergonzada, a lo mejor porque era la
primera vez que se mostraba de esa forma: había estado sobándole la cabeza a
Valak que lloraba en silencio en su regazo.
Eso
también me aturdió: Valak era conocido entre los míos como un completo
maniático. ¿Qué podría haberlo puesto tan vulnerable, al extremo de necesitar
el consuelo de alguien que no fuera él mismo?
— Eh, bien, creo que ya viste que Gremory no está
por aquí así que…
— ¿Qué le sucede? — me interrumpió.
Nhyna
negó con la cabeza y prefirió no hablar. Pero se dio cuenta de que miraba con
algo de sorpresa a su compañero y me pidió atención chasqueando los dedos:
— Si divulgas cómo lo encontraste hoy, te juro
que te perseguiré eternamente, Seir — me advirtió. Solté una risa porque no era
la primera vez que alguien me amenazaba así que…
Pidió
que la dejáramos sola, y yo estaba muy dispuesto a cumplir sus órdenes, pero
Aniel avanzó hacia ella:
— Está algo intranquilo — le dijo; a lo mejor por
todo eso de la lectura de emociones que poseen los ángeles—. Si durmiera un
poco, tal vez dejaría de pensar en eso que tanto lo agobia.
—
Los demonios no dormimos, igual que ustedes —
le respondió Nhyna—. Y nunca me he llevado bien con los salmos o martirios que
ingresen a los dominios de Drol Qinaya.
—
Me parece que yo sí. Soy algo diestro en eso —
añadió amablemente, y los ojos celestes que solía ver repletos de burla se
abrieron enormemente.
Aniel se
acercó y dibujó un gozo de sueño extremadamente poderoso, y mientras lo lanzaba
sobre Valak, noté que Nhyna lo observaba fijamente. Como tratando de capturarlo
en una mirada.
Recordé
al ciselo, ahora Valak…
Vaya…
Aniel no
lo hace a propósito; no es una estrategia de batalla como le dije por la
mañana. El ángel portador de la pureza excelsa tiene poderes magníficos, igual
que su hermano de nacimiento…pero tiene un rasgo más que lo hace completamente
invencible.
Es
amable.
Valak
cayó dormido, pero antes balbuceó algo que me sonó a “errante”. Parpadeé, algo
aturdido; Nhyna me lanzó una mirada de advertencia.
Errante…
Aniel
asintió ante el tímido gracias que brotó de los labios de Nhyna, y después
regresamos a Lirau. Le dije que por ahora no encontraríamos ni a Nanael ni a
Gremory y que ya debía olvidarse de eso (total, me había dicho que su hermano
no pasaba ningún cumpleaños de la niña con ella así que el asunto no era tan
anormal). Aparecimos en Izhi y entonces los ojos se le abrieron violentamente:
— ¡¿Ya
anocheció?! — exclamó y me dio algo de gracia verlo tan espantado.
— Vengo
diciéndotelo desde hace rato.
Se despidió de mí y
desapareció: supongo que se le olvidó algo.
En fin, apenas son las diez
así que el Zahir apenas y comienza.
Cerré
los ojos y aparecí en la plazuela repleta de gente eufórica. Humanos riendo,
bailando… humanos.
Errante…
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
El
abuelo acababa de salir rumbo a la casa de la familia Gerdau.
»—
Cuando seas más grande, asistirás conmigo — me había dicho después de besarme
en la frente. Asentí y traté de sonreírle para que no pensara que me
entristecía quedarme sola en casa: a fin de cuentas, mi cumpleaños coincidía
con las festividades del Zahir, por lo que después de mi fiesta (que solía
darse en la tarde), habían otras fiestas en otras casas y ya sabía que algunos
socios de mi abuelo siempre lo invitaban a las cenas que organizaban.
— Buenas noches, Nunita — le di el beso de las
buenas noches y le pedí que me dejara cambiarme sola. Insistió en ayudarme a
enjuagar las puntas de mi cabello para volverlas a su color natural, pero le
dije que mañana lo haríamos. Me sentía algo agotada.
Cerré la
puerta; traté de quitarme el moño del cabello pero solo conseguí tirarme de
algunos mechones. Solté un suspiro, frustrada…
…y entonces reaparecieron
esas horribles ganas de llorar que tenía desde hace un buen rato.
Caminé
hasta el espejo de mi habitación: mi reflejo me saludó tristemente.
Sé lo que estás pensando — ni
siquiera me sobresalté al escuchar la voz horrible —. No ha venido, y prometió que lo haría.
Me quité
las alas y me senté sobre la alfombra.
Bajé a
las cinco en punto, tal y como le había dicho y no lo vi por ningún lado. No
quise mostrarme muy desesperada así que esperé: las cinco y media, las seis,
las seis y media…
A las
siete no lo aguanté más y lo llamé en voz alta después de escabullirme a mi
habitación por unos minutos. Aguardé, pero no…
…no apareció.
¿Qué ha
pasado? ¿Por qué no vino?
Herido.
Me puse
de pie bruscamente porque la idea me preocupó muchísimo.
Aniel…
¡Aniel nunca me ha dejado sola en ninguno de mis cumpleaños! ¡Nunca faltaría a
su promesa! ¡Ni siquiera debería plantearme el dudarlo! ¡Si no está aquí es
porque algo de cuidado ha pasado!
¿Pero
cómo lo contacto? ¿A dónde debo ir?
Cerré los ojos, pensé en el
lugar en el que solía pasar la mayor parte del tiempo: Izhi, Izhi, Izhi…
¡SPLASH!
Nuevamente
pasó: no me concentré lo suficiente y aparecí metida en el arroyo a media
cintura; justamente por donde estaba el columpio de Joan.
— ¡Aniel! — grité sin que me importara estar toda
mojada y tratando de salir a la orilla. La falda de mi vestido de hada pesaba
mucho por el agua y empecé a agitarme con violencia; el pecho empezó a dolerme,
el nudo en la garganta se me hizo espantoso—. ¡Aniel!
¿Qué
haces? ¿Acaso lo encontrarás así?
— ¡Aniel! — intenté nuevamente. Sentí que las
horribles ganas de llorar empezaban a ganarme—. ¡Aniel, ¿en dónde estás?!
Vuelve.
La humana, Nuna, podría notar tu ausencia
— ¡ANIEL! — grité nuevamente. No pude llegar a la
orilla pero alcancé las cuerdas del columpio; me puse de puntillas y alcancé a
sentarme en él, aferrándome a las cuerdas laterales con las manos temblorosas,
porque de la nada había empezado a sentir muchísimo frío.
Vuelve a
la casa
Negué
con la cabeza y me quedé ahí, como una tonta, sin saber dónde buscarlo ni cómo
llamarlo. Probé llamando a Nanael pero sucedió exactamente lo mismo.
Traté de
pensar en algún salmo eficaz que pudiera diseñar para ubicarlo, pero estaba tan
asustada que no se me ocurría nada.
¿Por qué
no ha venido? ¿Le habrá pasado algo muy malo? ¡No! ¡Y si es así, ¿qué haría
yo…?!
¿Qué haría sin él?
Sentí
que me hincaron el pecho con muchísima fuerza. Por un momento vi a la cosa que
me hablaba, temblando bruscamente en su rincón.
Ataque…
Apreté
las cuerdas con tanta fuerza que las palmas me ardieron. Me agité tanto que
respirar empezó a costarme muchísimo.
Oí un
par de murmullos en los arbustos que estaban al cruzar el riachuelo. Elevé la
mirada y observé al frente; algo de viento cruzó y me despeinó el cabello.
Algunas de las flores que aún adornaban mi peinado salieron flotando.
Entonces
fue como si viera dos puntos, uno rojo y otro violeta brillante, en medio de
los arbustos de allá al frente; pero detrás de mí algo más se movió.
Giré
bruscamente, asustada…
— Albania…
…y los
ojos de sol consiguieron que el aire volviera a pasar con suavidad a mi cuerpo.
Prácticamente
me lancé al riachuelo nuevamente y salí como pude, levantando la falda empapada
para que no pesara tanto.
¡Aniel!
¡Aniel!
¡Estaba
aquí! ¡No le había pasado nada!
Me tomó por las mejillas porque había roto a llorar de la
impresión. Me pidió que me calmara, que todo estaba bien, y entonces no
me importó nada. No me importó mi disfraz arruinado de hada, no me importo
estar completamente despeinada y muchos menos estar algo empapada.
Había
sido horrible… ¡horrible pensar que podría haber estado herido y lejos de mí!
Se
inclinó un poco mientras seguía secando mis mejillas y diciendo algo sobre que
estaba buscando a Nanael y perdió la noción del tiempo, que no escuchó ningún
llamado de mi parte, y yo ya no pude aguantarlo más.
Pasé las
manos por su cuello y me erguí todo lo que pude: los ojos miel me observaron
sorprendidos…
…y
entonces me atreví a besarlo, aún sin saber exactamente cómo hacerlo. Recordé
bruscamente el salmo de sueño, su semblante tranquilo; y los labios se me
abrieron, anhelando más contacto. Suplicándole más.
Entonces
sentí la tensión de su cuerpo…y después la maravillosa presión de su boca
contra la mía. BBesarlo dormido no era nada a comparación de esto…
Porque, por primera vez, sentí que él también quería lo mismo.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
Aparecí
en el jardín posterior y comprobé, con culpabilidad, que todos los stands de la
feria circense de la que tanto hablaba ella ya estaban siendo desmontados.
Maldita sea, ¡cómo se me pudo
escapar el tiempo de ese modo!
Cerré
los ojos y aparecí en el salón: Sorel y Nereo ya recogían las bandejas y copas
vacías.
Gozo…
¿Qué?
Parpadeé
confundido, porque alrededor se sentía un gozo de olvido. Gozo de olvido, gozo
de olvido…
A
mí no se me había olvidado el volver a la casa por una distracción… ¡me habían
obligado a olvidarlo!
¡No!
Volví
a transportarme y esta vez fue su habitación.
—
¡Alban…! — me callé de inmediato porque
no había nadie y…
Martirio de silencio
Giré
a todos lados, tratando de ubicar la fuente de poder: evidentemente había un
martirio de silencio alrededor de la casa pero en esta parte nacía, así que
sentía con más fuerza.
Gozo
de olvido, martirio de silencio…
Ángel…demonio…
El vaisiux
— ¡ALBANIA!
Salté
por el balcón y corrí rumbo a Izhi. Siente
su presencia, siente su presencia…
— ¡ALBANIA!
¡Por
eso he estado tan inquieto pensando en Nanael! ¡Porque a lo mejor él también ha
sentido el peligro!
Crucé
entre los árboles y sentí un alivio infinito cuando noté su presencia cerca.
Me detuve cerca al arroyo en el que solía jugar de pequeña y traté de
concentrarme para ubicarla rápidamente.
Avancé
entre los árboles, oyendo el sonido de algunos insectos alrededor, y entonces
distinguí un sollozo. Me detuve a unos pasos y cuando salí de entre los
árboles…
¿Quién…?
Me
quedé estático porque lo que vi me dejó en un estado que aún no sé definir.
La
luz de la luna caía con suavidad sobre las aguas mansas de Drol Yaccu, y una
joven reposaba sobre el columpio de Joan Formerio. Tenía algunos cabellos de
mágico rosa y verde agua, y un vestido de flor, medio empapado la cubría.
Entonces
el viento sopló, hurtó algunas de las flores que llevaba en el cabello y
provocó que volteara a ver en mi dirección, completamente asustada.
Ese mismo
viento se abalanzó sobre mí, y la reconocí al instante.
Ojos preciosos.
—
Albania…
Se bajó
como pudo del columpio y vino hacia mí. Noté la desesperación de sus emociones,
lo alterada que estaba, y para cuando lo comprendí ya la tenía en frente de mí,
con los repletos de lágrimas y temblando
por completo.
Traté de
pedirle que se calmara, intentando yo mismo volver en mí porque había sentido
algo extraño al contemplarla sobre el columpio. Me preguntó incesantemente en
dónde había estado, y cuando traté de explicarle que no había podido oírla,
algo misterioso sucedió.
Sus
brazos pasaron alrededor de mi cuello, sentí lo ligero de su cuerpo cuando se
puso de puntillas, apoyándose en mí. Las ondas volaron desordenadas: no me
había percatado de lo juguetón que se ve su cabello.
Entonces
sus ojos me miraron fijamente: por un momento me pareció entender por completo
que era lo que me estaba pidiendo.
Aniel…
Sentí la boca suave e inmediatamente vino a mí
el recuerdo de un sabor en particular: la textura consistente de un bombón, la
dulzura perfecta y sin exceso, aquel beso de chocolate derritiéndose en mi
interior.
Beso… ¿qué es un beso?
«Posar los labios sobre otra superficie »
Un beso es...¿buscar conocer más?
Pero reaccioné de golpe.
¿Qué…?
¡¿Qué…?!
¡¿Qué estoy haciendo?!
Me
separé bruscamente. Sus ojos me observaron abrumados; claramente notaron el espanto en los míos.
No, cómo he podido…
Iba a
tratar de enmendar mi error pero en ese momento una aguda luz se desplegó por
todo el firmamento y desapareció como un parpadeo del sol. El destello fue tan
intenso que quedé ciego.
— ¡ANIEL! — la oí y entonces volví en mí de golpe.
¡Albania!
Parpadeé
y solo alcancé a ver manchas borrosas. La escuché gritar desesperada:
— ¡NO ME TOQUES! ¡NO! ¡NO! ¡ANIEL! — me moví frenético, sin saber a
dónde ir.
— ¡ALBANIA! ¡ALBANIA!
— ¡NO! ¡NO, POR FAVOR!
Traté de
desmaterializarme para no depender tanto de la vista, pero comprobé que no
podía.
¿Qué es
esto? ¿Martirio de anulación?
—
¡NO, POR FAVOR! ¡POR FAVOR! — suplicó, completamente abatida, y fue
más de lo que pude soportar.
Me lancé
hacia adelante, sin saber a qué me enfrentaba ni qué estaba sucediendo, y
recibí un golpe tan certero en el rostro que salí despedido hacia atrás. Sentí
la rugosidad de un árbol contra mi espalda.
— ¡ANIEL! — la oí afligida.
¡BROM!
Oí el
crujir del tronco que cayó partido a un costado; sentí la tierra que se
desplegó por su aterrizaje contra el suelo.
— ¿Sabes por qué no puedes ver, respetado ángel portador de la pureza
excelsa? — ¿qué?
Volteé a
todos lados, tratando de reconocer la voz aguda e inquieta:
— Tu principal fuente de alimentación es la luz de la luna… —
entrecerré la mirada: empezaba a distinguir manchas borrosas—. Acabo de lanzar
un gozo de luminiscencia nociva: a lo mejor vas a demorar algo en recuperar la
visión.
— ¡Suéltala! ¡¿Quién eres?! ¡¿Qué buscas?! — inquirí sin saber a
dónde dirigirme.
— ¡Déjame! ¡ABUELO! ¡ABUELO! — la oí gritar.
— ¡SILENCIO, ABERRACIÓN! — bramó el sujeto y
sentí que algo me apretó el pecho ante los sollozos cargados de dolor.
Aberración…
No…ella
no…
Los
gritos de Albania me alteraron; me sentí amenazado, muy amenazado. ¡No la
toquen! ¡No le hagan daño!
¡A ella
no!
Invoqué un salmo de percepción visual: las
manchas borrosas empezaban a hacerse más notorias.
Algo
parecido a una sombra negra la tenía capturada entre sus ocho miembros; la
visión se me aclaró un poco más y comprobé que parecía una especie de
cangrejo…una araña. Y cada vez que abría la boca que parecía estar encima de la
cabeza, una lengua con miles de agujas se distinguía. Tenía dos ojos: uno
violeta y el otro escarlata.
El vaisiux.
Intenté
capturarlo pero se movió aún más rápido y me lanzó un gozo extremadamente
fuerte de inmovilidad.
Rompió a
reír cuando intenté avanzar pero no lo conseguí:
— La humana ha cumplido muy bien su trabajo;
ahora puedo tocar a la perfecta Madre e Hija. ¿Sabes quién soy, cariño? ¡Yo fui
uno de los que quiso verte nacer!— Kalmiya…
Lancé un gozo de ataque cuando pasó la lengua sobre su mejilla pero no
sirvió. Ella volvió a sollozar, diciendo que no sabía de qué hablaba—. Déjame
verte bien... ¡por todas las creaciones, qué hermosa eres!
— ¡Déjame! ¡DÉJAME! — suplicó aterrada.
— ¿Sabes todo lo que guardas en tu interior,
pequeña Madre e hija?
— ¡SUÉLTALA! — bramé. No se lo digas, ¡no se lo digas! ¡Ella está bien así, sin saberlo!
El ojo violeta se apagó
violentamente; fue suplantado por uno escarlata: demonio.
Sabnock.
— Su nacimiento vulneró mi cuerpo — un pequeño
portal se abrió a su lado. Vi los miembros ingresando uno a uno con ella
atrapada entre ellos. ¡No!—…ahora yo
vulneraré el suyo.
¿Qué? ¡No! ¡NO!
— ¡ANIEL!
¡ANIEL!
El vaisiux estalló en carcajadas. Los ojos
preciosos aterrorizados, sus gritos desesperados. El mundo
acabando frente a mis ojos…
¡No! ¡NO!
— ¡DÉJALA!
¡ALBANIA! ¡ALBANIA!
— ¡ANIEL!
¡PAM!
El portal se cerró.
El portal se cerró.
*****
No sé qué decirles: creo que el beso de ahora podría considerarse como un
primer beso real, porque fue pactado entre ambos. Albania se puso en modo
“quiero que me beses de verdad” y Aniel por fin ha dado una señal!! El asunto
es que me parece que empiezan los problemas consigo mismo (si Nanael viera
esto… #MatéAMiHermanoDeNacimiento 😆).
Nota: el regalo de la tía Morgana también me ha gustado igual
que a Albania. Es como si su tía conociera bien a su sobrina: sabe que le
gustan los piratas y le envía un baúl, y repleto de tesoros que a una niña como
ella le encantaría .
El señor Traugott se lleva la frase de esta semana: “colegas de años, consuegros amados”
El señor Traugott se lleva la frase de esta semana: “colegas de años, consuegros amados”
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