ACTO X - Acto de contrición
Holis!
Siento que fue hace mucho tiempo
que les compartí el ACTO IX, lo siento
mucho. He estado un poco abarrotada de cosas en mi casa, y como siempre
que estoy de vacaciones me voy a Huancayo,
pues los días se me pasaban entre familia y no podía avanzar los capis y
corregirlos (los tenía en borrador y si se los compartía así, solo habrían
visto puros mapas conceptuales).
Como ya es costumbre, esta vez les hablaré de otro tema más para la
historia:
Endless
story about sun and moon: descubrí este tema hace apenas unas semanas, y creo que
se va directo al soundtrack de Acto de contrición. Siempre he pensado que es
muy lindo el cómo Albania compara a Aniel con el sol (que en un inicio nació
por la similitud del color de sus ojos y su encantamiento por él), porque si
bien existe una relación entre la belleza “física” que él desprende para ella,
creo que en realidad la belleza que más la encandila es la de su “forma de
ser”. Algo que me parece súper interesante del proceso de crecimiento de
Albania es cómo sutilmente va dándose cuenta de detalles con respecto a lo que
le atrae de Aniel: sus ojos, su cabello, sus manos, su boca, pero también sus
“gestos” con ella.
Pongo
todo esto, porque oficialmente entramos al tramo que definitivamente conecta el
asunto de Noches de insomnio con Acto de contrición: y a lo mejor, más
adelante, comprendamos verdaderamente qué pasó entre Aniel y Albania, y a lo
mejor sepamos exactamente cómo será la relación de Sisa y Alen en el futuro, si
él realmente llega a despertar “con los recuerdos distorsionados”.
PD. VEAN BLACK MIRROR.
ACTO X
VAISIUX
Los veo
a todos desfilando frente a nosotros, ¿lo recuerdas? Yo lo recuerdo como si
hubiera sido ayer… ¡como si fuera ahora mismo! Ángeles y demonios venían,
cantando a toda voz, dispuestos a entregarse para su creación. Van avanzando: uno, dos, ¡uno, dos! Cantan, cantan
repletos de júbilo, porque sus existencias van a colaborar con el nacimiento de
una existencia aún mayor, una suprema.
¿Cantan? ¿Acaso bromeas? Puede que algunos
cantaran pero otros gritaban… Gritaban atemorizados, horrorizados, como yo…porque era absurdo querer
articularnos, pegarnos, fusionarnos.
¿Y para qué? Para crear algo que ni siquiera Crocell sabía definir bien, a
pesar de sus insoportables aires de sabiduría y grandeza.
¿Horrorizados?
Entregar sus existencias para un fin tan extraordinario no tendría por qué ser
algo que los horroric…
¿Extraordinario? ¡¿Te atreves a denominar a esa
abominación “extraordinario”?! ¡La Original nunca debió nacer! Por todas las
creaciones, se los repetimos incontables veces: ¡solo el Todo crea, solo el
Todo destruye! Si la cosa que ustedes planeaban crear llegaba a abrir los ojos,
nunca contaría con el equilibrio que todo ser posee, ¡porque no fue creado de
manera natural!
¿Recuerdas
la voz de Crocell, Sabnock? ¿Lo entusiasmado que sonaba? “¡Lo haremos, hermanos! ¡Lo haremos y será hermosa! ¡Hermosa!”.¿Tú
lo recuerdas? ¡Vamos, es evidente que lo recuerdas!
¿Qué si lo recuerdo? ¡Claro que lo recuerdo! ¡Una
idea inadmisible, propuesta por un demente! Solo alguien así podría haber
planeado algo como esto. ¡Y ahora, Kalmiya, déjame salir para de una vez por
todas…!
¡Está
dormida! ¡No vas a tocarla! La pobre gritaba tanto que en un momento se
desmayó. Ni siquiera pudo apreciar el bonito lecho de flores que hicimos para
ella.
¿Se desmayó? ¡No es más que una farsa! ¡DÉJAME
SALIR! ¡DÉJAM…!
— ¡Oh, bien, no tiene caso hablar contigo,
demonio intratable!
¡No te atrevas a silenciarme, estúpido ángel
desequilibrad…!
Silenxo
Así está
mucho mejor: un gozo de silencio es lo que necesitabas. Oírte gritar es
demasiado, y ella está tan profundamente dormida que sería una falta de respeto
despertarla con tus horribles chillidos.
Ahh… aún
en este burdo cuerpo se ve tan hermosa. Cuánta
razón tenían sus palabras.
Crocell
era de esas criaturas que nacen cada millones de años, porque su ingenio era
tan excelso que era poco común de ver. Él mismo lo decía:
»—Cuando el Todo me creó, sentí que me llevé
parte de su sabiduría conmigo. Él quería lo mejor para nosotros, ¡después de
todo somos sus hijos preferidos! ¡Y cómo los hijos preferidos van a ser menos
que los insignificantes terrenales!
Y todos
sabíamos que él estaba en lo correcto: ¡los humanos eran nada frente a
nosotros!, y aun así tenían la facultad para perpetuarse por sí mismos.
»— Yo, Crocell, les digo que la sabiduría que
logré obtener en mi creación, solo me dictamina una cosa, hermanos míos:
¡debemos alcanzar nuestro estado más pleno! ¡Nuestro estado más puro y perfecto!
Hay demonios que saben de mis planes y quieren unírsenos: hermanos sensatos,
hermanos juiciosos.
¿Pero
cómo? ¿Cómo lograr ese nivel de perfección que para él sonaba tan sencillo?
Porque nosotros ya éramos perfectos, bueno…casi perfectos.
»— La solución la tenemos frente a nosotros,
hermanos. Ángel y demonio— repetía él, absorto ante nuestras interrogantes;
después de todo no poseíamos su conocimiento—, ángel y demonio, ángel y demonio, hermanos. ¿No lo ven? ¡¿Acaso no lo
ven?!
Lo
vimos, respetadísimo Crocell. O por lo menos yo estoy teniendo el honor de ver el
resultado de aquello por lo que luchamos.
Técnicamente
somos algo perfectos, ¿no lo crees, Sabnock? Después de todo ahora somos algo
parecidos a nuestra Madre e Hija, ¡pero claro! sin llegar a ser como ella que
es la perfección concretizada. Ángel y demonio en un mismo cuerpo… ¡somos algo
perfectos! ¿Verdad que sí, Sabnock? ¿Sabnock?
Ah,
cierto, te he silenciado. Bien, vamos a permitirte participar de mi charla,
pero promete ser respetuoso, ¿de acuerdo?
Jódete.
Como te
decía: somos algo perfectos, ¿no es así? Yo era una potestad… ¡y qué ejemplar
entre los míos! Tú un longevo marqués, con mucha experiencia a favor. Un ángel
y un demonio de nuestra categoría cohabitando una misma morada: no es tan malo,
¿verdad que no? Excepto los días que llueve: no, lluvia y relámpagos. Horribles
relámpagos…funestos relámpagos. Tú siempre dices que no comprendes qué cosa es
lo que me incomoda de ellos, ¡pero es que son tan desagradables! La luz estalla
¡ahh! y trata de imitar al Drol más esplendoroso: “mírenme”, dice, “yo puedo
iluminar la noche igual que el mismo sol”.
Iluminar sin ser sol. ¿No te parece una señal de desatinada vanidad? ¡Una
espantosa injuria! Qué soberbio es el relámpago. Soberbio porque quiere
transformar su naturaleza en algo que no es. Soberbio, ¡soberbio y funesto
relámpago! ¡Soberbio y repudiado relámpago! Soberbio como ese ángel custodio,
que osó tocar a nuestra Madre e Hija. Osó tocarla, ¡besarla con sus labios
indignos! ¿CON QUÉ DERECHO ÉL CREE PODER TOCARLA? ¡NO ES MÁS QUE UN SIRVIENTE
BAJO SU…!
Vamos, cálmate. Estás gritando como un desquiciado
cuando decías que la aberración está dormida y no quieres despertarla. ¿Con qué
derecho el ángel portador de la pureza excelsa cree que puede tocarla? Bien, a
lo mejor con el derecho que le da ser su custodio. ¡Qué repulsivo! Quisiera
arrancarme los ojos para olvidar tamaña blasfemia.
¡Cállate!
Un hijo directo del Todo, tocando a algo tan
nauseabundo como la Origin…
¡CALLA O…!
¡¿O
qué?!
¡O ME ENCARGARÉ DE TU POCA
MUESTRA DE RESPETO…!
¡IDIOTA!
¡SUÉLTAME! ¡¿No ves que ocupamos el mismo contenedor?!
¡Tratas de confundirme!
¡SIEMPRE LO HACES, BASTARDO!
¡QUE ME
SUELTES, MISERABLE!
— ¡Muere! ¡Muere, ser repulsi…vo! — ¡Termi…na…rás ahogándonos! —.¡MUERE,
MALDITO DEMON…!
—
N-no, po-por favor…
¡Oh! ¿Pero qué escuchan mis
oídos?
— ¿En
dónde…en dónde estoy?
Qué voz tan dulce; qué pedido
tan difícil de ignorar.
Bien,
acabas de despertarla.
¿Qué? Oh, pero
si… ¡pero si es la dulce niña con los ojos abiertos de par en par!
— ¿Cariño? ¿Por qué me miras así? ¿Por qué tus
ojos de paloma se ven tan asustados?
— ¿Quién…? ¿Quién es us-usted?
— ¿Has visto las bonitas flores que te cobijan,
preciosa mía? Te he visto tantos años jugueteando con ellas: ¡vamos, cógelas!
¡Qué bien huelen, ¿verdad?!
— ¿Qu-quién…? ¿Quién es…? ¿Y en dónde…? ¿En dónde
est…?
— ¡Oh, no balbucees, adorada Madre e Hija!
Alguien de tu condición no debería…
Deja de dirigirte a ella con ese tono de
adoración. ¡Es degradante!, ¡¿no lo comprend…?!
Pero qué suave es su piel…
— ¡No, no por favor! ¡No me toque! — Qué tersas muñecas—. ¡NO…! ¡NO ME TOQUE!
¡NO ME TOQUE! ¡NO! ¡NO! ¡Aniel…! ¡ANIEL! ¡ANIEL! ¡ANIEL!
— ¿Aniel? ¿Acaso estás llamando al indigno
portador de la pureza excelsa?
Es exactamente lo que está haciendo. Cómo
grita…cómo llora. Si no supiera qué
guarda dentro de ella, hasta pensaría que se trata de una niña humana.
— No llores, Madre e Hija, ¡oh, por favor! ¡No!
¡No grites! ¡Eres perfecta, tan perfecta que no se me ocurriría lastimar ni un
cabello de tu cabez…!
— ¡ANIEL! ¡ANIEL!
Estás perdiendo tu tiempo, Kalmiya.
Irónicamente nos tiene el mismo asco que yo le tengo a ella, ¿acaso no lo ves?
¿Asco?
¡No, jamás! ¡Ella debe saber que es por nosotros que puede ver la luz! Lo que
pasa es que estar encerrada en ese burdo cuerpo humano le impide comprenderlo.
— ¡NO ME TOQUE! ¡NO, NO! ¡ANIEL! ¡ANIEL
No
aguanto oírla gritar. ¡Déjame! ¡Déjame salir!
¡Jamás! ¡Solo la asustarías!
— ¡ANIEL! ¡ANIEL!
— ¿Por qué corres como un cervatillo, preciosa
Madre e Hija? Vamos, ven aquí: quiero ver tu rostro. No, no corras así, ¿no ves
que puedo caerme? No sé bien con cuáles de mis miembros hacía eso que los
humanos llaman caminar, así que es difícil. No quieres hacérmelo difícil,
¿verdad?
— ¡NUNA! ¡ABUELO, ABUELO!
— Ven, cariño: no grites. Nadie va a oírte.
— ¡AYÚDENME!
Oh, pero
qué criatura tan maravillosa: ni siquiera el indigno cuerpo humano ha menguado
su belleza. Con estos ojos puedo contemplar la cantidad de hermanos ángeles y
demonios que cohabitan dentro de ella. Hasta cuando corre se ve hermosa:
izquierda, derecha, izquierda, derecha, casi como las olas de aquello que los
humanos llaman mar. ¿A dónde corres, preciosa? No hay una salida visible…
¿Quieres tomar en cuenta también la expresión
de su rostro? Nos mira con horror.
No es verdad. Vamos, ven
aquí…
— ¡DÉJEME!
¡NO ME TOQUE! ¡Por favor…! ¡Por favor, se-señor! ¡Déjeme! ¡Déjeme!
— Si dejas de correr y me dejas verte de cerca,
podríamos charlar…
— ¡NO! ¡ANIEL! ¡ANIEL!
¡No
aguanto sus gritos! ¡Déjame salir! ¡DÉJAME SALIR!
¡No, Sabnock! ¡La lastimarás!
¡Déjame salir, te digo! ¡La oportunidad para
recuperar mi cuerpo original está tan cerca…!
¿Qué
acaso no nos llevamos bien juntos? Creí que después de tantos años ya habíamos
aprendido a conviv…
¡MIERDA, DÉJAME SALIR!
— ¡ANIEL! ¡ANIEL!
No llores, Madre e Hija; no
quieres enfadar a Sabnock. Él es terrible, ¡tan terrible…!
No llores. No llores, no
llores, ¡no llores! No llo…res… no…
¡ADENTRO,
MALDITO DEMENTE!
— ¡ANIEL!
No llor…
Vaya, otra vez aquí adentro.
Los
chillidos me estaban alterando. Parecía una mocosa humana, llorando y corriendo
de aquí para allá, desesperada. Pero ya estaba preparado para esto, mis ojos no
serían engañados: la Original debía ser muy astuta, ¡vaya que sí! Aprovechando
su apariencia humana, su voz frágil, sus ojos inocentes.
Pero yo
no soy como el imbécil de Kalmiya…
¿Disculpa?
…yo sé
perfectamente lo que tengo frente a mí.
— ¡ANIEL! ¡ANIEL, AYÚDAME!
Mira lo
que soy, aberración: convertido en un esperpento, en un ser repugnante.
— ¡NO!
¡FOOM!
Me lancé
en pos de ella pero una maldita barrera de viento apareció entre los dos. Me miró espantada, casi sin darse cuenta de
que ella misma la había activado; me suplicó que no la tocara, con esa maldita
falsa apariencia de niña humana, y mi paciencia llegó al límite:
— ¡SAL DE AHÍ! ¡SAL DE AHÍ, MONSTRUO! — Mi cuerpo
enteró impactó contra el cristal invocado; ella rompió a llorar muy asustada:
el sonido me alteró aún más—. ¡NUNCA DEBISTE NACER, MALDITA CRIATURA!
Pobrecilla:
cómo grita, cómo llora…
— ¡SAL DE AHÍ! ¡SAL DE AHÍ Y DEVUÉLVEME MI FORMA
ORIGINAL! ¡HAZLO AHORA MISMO, MALDITA PERRA!
Yo quisiera ayudarte, Madre e Hija, quisiera
hacerlo. Pero cuando Sabnock sale…
— ¡ANIEL! ¡ANIEL!
…es muy difícil que vuelva a entrar.
¨°*°*°*°¨
SEIR
— He oído cosas de ti, “poeta viajero” — me dijo
la pelirroja de sonrisa traviesa y antifaz turquesa. Tenía un par de brillantes
ojos cafés… ¡y cómo amaba yo los ojos cafés!
A veces
no comprendo cómo es que el Todo no se ha quedado sin ideas para crear a más
mujeres humanas: ¡todas son tan atractivas! Tan graciosas, con las formas
sinuosas que poseen sus figuras, y esa misteriosa coquetería que hasta la más
tímida de ellas posee, y que emerge en los momentos que uno menos espera.
— ¿Ah sí? ¿Y qué has oído?
La tomé
por la mano y la hice girar cuando todas las parejas a nuestro alrededor
hicieron lo mismo. Soltó una carcajada juguetona, y después se colgó de mi
cuello, pegando todo lo maravillosamente posible su perfecto pecho contra al
mío.
— Tantas cosas. — Elevé una ceja ante el tono
evidentemente sugestivo—. Te gusta practicar
tantas cosas…
Si este
fuera otro día, ya varios habrían reprobado nuestra cercanía corporal; pero si
había algo estupendo del Zahir era que los mismos humanos ignoraban las
estrictas normas de conducta que los sometían y se dejaban llevar por sus
instintos. Le atribuían la culpa a los caídos: decían que como andaban vagando
por su mundo, a varios se les contagiaba un poco su “espíritu libertino”.
Aunque me temo que eso es culpabilizar a un par de inocentes hermanos
desterrados, cuando en realidad todo el tumulto de este día no era más que por
la cantidad de licor, la festividad misma y la efusión de alrededor.
Eso, y
que también el llevar antifaces les daba la plena garantía de que al día
siguiente nadie sabría de quién se trataba quién. Es tan interesante ver a
tantas personas transformarse en otras completamente “amorales”, como lo
llamarían ellos, solo por ocultarse bajo una máscara.
— Tienes mucho talento con las palabras y los
trucos de magia— musitó en mi oído y después rompió a reír, alborozada—.
Algunas de mis amigas dicen conocerte “muy bien”.
— ¿Qué tan bien, pelirroja? — insistí y me miró
altanera, bellísima...
He visto
antes a esta preciosa damisela: trabaja en una florería a cinco manzanas de
aquí, la plaza principal, y es completamente diferente a como la veo ahora.
Siempre está tras ese mostrador, sonriendo modestamente y hablando solo cuando
su hermano le permite hacerlo.
Y ahora
aquí, sabiéndose sensual, sabiéndose
dueña.
— “Tan bien” como que no les ha importado nada
que hayas desaparecido al día siguiente. —Puse mi mejor gesto de incredulidad—.
Dicen que eres bueno seduciendo — la bonita boca rozó mi mentón: por Decarabia, ¡cómo amo a las mujeres
humanas!—, pero así no lo fueras igual dirían que sí a todo lo que
pidieras.
Y me besó; ni siquiera luché
porque ya estaba vencido. Rendido por completo.
Increíble…
No voy a
dejar de sorprenderme, jamás. Las
mujeres humanas tienen algo en ellas que en todos mis siglos de existencia sigo
sin poder explicar: pequeñas hadas tímidas, salvajes, frías, apasionadas,
egoístas, altruistas, sumisas, dominantes. Todas diferentes pero con un
ingrediente en común que hasta ahora no sé definir. Reinas y princesas, esclavas
y sirvientas; todas, todas poseen algo en común y a veces sin que lo adviertan
aflora en ellas: por instinto seductoras,
por instinto dominantes. He visto a sujetos poderosos suplicar por un beso
o derrumbarse por hebras al viento. Yo mismo me he visto vencido sin batallar
demasiado, ante seres como esta pelirroja de sonrisa traviesa y ojos coquetos.
Y el
Zahir es de esas fechas en las que, parece, todas las mujeres se dan cuenta del
enorme poder de seducción que tienen consigo.
La banda
de músicos se detuvo abruptamente. Rompí el beso ante la risa risueña que se le
escapó a mi acompañante. Un hombre de máscara blanca y sombrero repleto de
plumas brillantes subió al estrado que habían instalado en medio de la plaza y
tomó el cono mediano de metal que empleaba para amplificar el volumen de su
voz:
— ¡Recuerden que a las doce escogemos a la reina
del Zahir! — Y las chicas soltaron varios gritos, entusiasmadas—. ¡Todos
tenemos la opción de entregar máximo dos plumas a las muchachas que nos
parezcan las más preciosas! ¡Y que siga la celebración! ¡Sáquenme cuatro
barriles más de vino! ¡Van por mi cuenta!
— ¡Esoooooo!
La
celebración del Zahir apenas comenzaba pero la euforia que provocaban los
bailes y el alcohol ya estaban dando muestras de lo que se avecinaba. Unas
cuantas parejas que no distinguían ni sexo ni edad, iban escabulléndose a los
callejones más oscuros, con sonrisas cómplices y completamente agitados. Otras
pasaban por alto cualquier protocolo de “espacio personal” y caían en caricias
que serían demasiado escandalosas si fuera de mañana. Chicas reían siendo
elevadas en brazos de jóvenes deseosos de probar su fuerza física; y hombres
discutían sobre sus fortunas o alardeaban de eso que ellos denominaban
“hombría”. Las jarras de vino y cerveza no dejaban de ir y venir llenas y
vacías. Mi pelirroja sonreía, se acomodaba el cabello y reía contándome algunas
cosas de su vida. En un momento distinguí cabello violeta brillante; pensé que
se trataba de Gremory (que suele ser siempre tan estrambótica con los colores)
pero no: era una mujer con una peluca colorida y antifaz dorado.
Un
hombre solicitó a mi pareja: ella me miró con burla, diciendo a través de sus
ojos “¿dejarás que me vaya con él?”. Percibí su desafío, ese gusto por
comprobar si me atrevería a reclamarla mía por todo lo que quedara de la noche;
e iba a hacerlo, después de todo estaba conmigo y nos estábamos divirtiendo…
¡SEIR!
…pero el llamado desesperado
me aturdió.
— ¿Sucede algo? — me preguntaron. Me quedé tieso,
tratando de asimilar lo que estaba sucediendo.
Mi
nombre real, esa voz…
¡SEIR!
Yo se lo
había jurado: le había dicho que solo pronunciara mi nombre si requería de mi
ayuda y yo estaría ahí para él; y la palabra de un demonio es mucho más férrea
que cualquier otro juramento. Así me encuentre al borde de la muerte, yo iría a
ayudarlo: mi existencia entera se movería a buscarlo, porque era parte de
nuestro protocolo. Cuando uno de los nuestros promete algo, no hay poder en el
universo entero que disuelva eso.
— ¿Señor? — oí de nuevo pero no respondí.
¡SEIR! ¡SEIR!
Aniel.
— ¿Le molesta si la bella dama me concede esta
pieza? — insistió el hombre.
— Eh…bueno, si…si la señorita está de acuerdo,
claro que no — respondí apresuradamente. Mi pelirroja me miró ofendida, pero no
tuve más remedio que disculparme brevemente para salir a través de las decenas
de personas que iban ofreciendo plumas brillantes a las chicas, y bailaban y
bebían. Atravesé la plaza principal, topándome con varias parejas bastante
entretenidas en usar la boca más que para solo hablar, y me escabullí por uno
de los callejones.
Está en
problemas, Aniel está en problemas: mi ser entero me lo grita. Es parte del
pacto implícito que firmé con él cuando le juré ofrecerle mi ayuda.
Cerré
los ojos y me transporté al lugar del que provenía la voz. Observé alrededor:
Izhi.
— ¿Hermano?
Avancé
entre los árboles. Qué raro: podría jurar que me había transportado al lugar
exacto del que sentí el llamad…
¡SEIR! ¡SEIR!
¿Qué
está pasando aquí?
— ¿ANIEL? — grité, pero mi voz se dispersó en
medio del bosque—. ¡ANIEL!
Llegué
hasta el claro. El arroyo se veía bastante normal, los árboles de en frente
estaban igual que siempre, excepto por uno que estaba partido por la mitad de
manera violenta.
Alto.
Huella…
Aquí hay
una huella, y no le pertenece ni a
Gremory ni a Nhyna ni a Valak que son los únicos demonios a parte de mí que he
visto por Izhi.
También
distinguí algo peculiar…bastante peculiar a decir verdad. Había algo parecido a
niebla plateada pero muy translucida flotando a un par de metros. Casi como las
deformaciones borrosas que los humanos veían al estar muy expuestos al sol.
— ¡Aperite…—
¿cómo?—…PORTAS! — bramaron
fuertemente y la niebla plateada retumbó. Era transparente pero parecía
aprisionar algo; como una cubierta camuflando algo que no podía distinguirse
y que estaba protestando desde adentro.
Me
acerqué con cautela ante el grito renovado; la niebla plateada vibró con más
ímpetu.
Por fin
pude leerlo.
¿Pero
qué…?
Alrededor
había un himno compacto elaborado por extensos martirios de camuflaje. Solo
demonios extremadamente longevos podían invocar martirios así de largos;
después de todo, a diferencia de los gozos que para funcionar emplean cierta
parte de la energía del ángel que los invoca, en un martirio el solo pronunciar
cada vocablo ya implicaba una pérdida de energía. No por nada los martirios
suelen ser cortos: cada palabra era sumamente pesada para los nuestros.
¿Pero
por qué dibujarían un himno de esa magnitud aquí, en Izh…?
— ¡APERITE
PORTAS! — volvieron a gritar…
¡POM!
…y
entonces la niebla se expandió por un segundo y lo vi: respirando agitadamente,
encorvado, y completamente desesperado.
— ¡SEIR, AYÚDAM…!
Y volvió a cerrarse.
Los ojos se me abrieron
violentamente: ¡¿pero qué estaba haciendo ahí, atrapado?!
— ¡Aniel!
Adquirí
mi forma original y recité un cántico de liberación. La niebla tembló un poco
cuando lo lancé hacia ella, pero de manera instantánea se lo tragó.
¡Por el
Todo, poseo un título de príncipe regente pero, sin duda alguna, este himno ha
sido elaborado por alguien que me supera en edad!
Traté de
vislumbrar los emblemas empleados y reconocí, con cierto pasmo, que el único
que hacía uso de ese estilo tan teatral al diseñar martirios con gráficos tan
meticulosamente delineados no se trataba más que de Sabnock.
Sabnock.
Sabnock…
— ¡Aniel! ¡Es el vaisiux! — exclamé cuando el portal volvió a abrirse un tanto. Me
miró en medio de su lucha por escapar del himno de encierro —. ¡Escucha, su
parte demoníaca tiene más de novecientos siglos de creación! ¡Es un demonio muy
viejo!
— ¿¡Y eso de qué me sirve?! — me gritó tratando
de evitar que la niebla volviera a recubrir el pequeño agujero que había
conseguido abrir. Invoqué uno yo mismo para apoyarlo, pero el martirio de
anulación de alrededor volvió a tragárselo.
Nadie podía ayudarlo: este
martirio está elaborado exclusivamente para él.
— ¡Los demonios longevos usan martirios extensos!
— expliqué rápidamente—. ¡Solo un cántico con la misma cantidad de símbolos
podría quebrarlo!
Si los
míos oyeran esto me castigarían brutalmente: nuestras debilidades nunca debían
ser compartidas, era considerado traición a la estirpe. Pero era Aniel… ¡tenía
que ayudarlo!
— ¡¿Cuántos tiene?! — me exigió. Traté de
contabilizarlos todos de la manera más veloz: uno, dos, tres, cuatro…
Benditas huellas, era obvio:
es un demonio muy anciano.
Son más
de dos millones.
— ¡¿Cuántos son?!
Tragué
despacio porque no dejaba de encontrar más símbolos formando el himno:
camuflaje, ceguera, mutismo, aislamiento, olvido… Todos, definitivamente todos
eran para evitar que algún otro ser pudiera ubicarlo.
Tal vez
Nanael y Gremory…
— ¡SEIR!
— ¡Dos millones cuatrocientos noventa mil
ochocientos treinta y siete martirios, Aniel! — grité; me miró pasmado y
entonces el agujero se cerró por completo.
¡¿Qué
hago?! ¡No va a poder quebrar una barrera de esa magnitud! Y si está tan
desesperado es porque algo muy malo ha pasado. ¿Debería buscar a los Phaxsi? ¿O
debería ir por la niñ…?
— Murthyer…
— oí de
repente. Giré bruscamente y volví a escuchar la voz de Aniel —…hymna pauza, du médium millens… ¡APERITE
PORTAS!
Retrocedí algo aturdido ante
la enorme cantidad de energía que sentí alrededor…
¡BROM!
…y un
fuerte estallido cubrió todo. Una violenta ráfaga de viento sopló con ira: me
encogí bruscamente sobre mis cuatro miembros porque las ramas de algunos
árboles de en frente se desprendieron y volaron peligrosamente.
¿Qué…?
— ¡Seir! ¡Seir tienes que ayudarme!— Adquirí mi
forma humana, impresionado. Aniel estaba ahí, jadeante y completamente
desesperado: había roto esa barrera que
ni siquiera yo podría haber derribado—. ¡No sé a dónde se la pudo haber
llevado y ella estaba…estaba…!
—
Aniel, tú no has recitado ningún gozo con la
cantidad de emblemas que te dije…
Ningún
ángel, por muy poderoso que sea, podía desafiar de esa manera el protocolo con
los martirios extensos.
A
menos…que estuviera otorgando parte del atributo transcendental que todas las
creaciones del Todo poseemos. Ángeles y demonios somos inmortales, pero tomar
energía de esa parte implicaba futuras dificultades en las facultades que poseíamos.
— Aniel, no me digas que has tomado energía del
atributo trascendental.
— ¡No siento su presencia por ninguna parte! —
profirió exasperado—. ¡Dijo que vulneraría su cuerpo tal y como habían
vulnerado el suyo! ¡Se la llevó! ¡Estaba gritando y...!
— ¿Cómo pudiste quebrar ese martiri…?
— ¡¿ACASO NO ME HAS ESCUCHADO?! — estalló
furioso. Sentí la presencia apacible que solía rodearlo transformándose en una
peligrosa. Retrocedí involuntariamente—. ¡SE LA LLEVARON! ¡SE LA LLEVARON Y NO
SÉ CÓMO SALVARLA!
Le pedí
que se calmara pero para cuando me di cuenta, ya estaba movilizándose rumbo a
la mansión de la familia que acogía a la Original. Atravesó los pasillos,
completamente descontrolado, y fue en ese momento que lo comprendí.
La gente
en la casa corría de arriba abajo, igual de alterados que él; un grupo de
hombres salieron a caballo. La mujer que respondía al nombre de Nuna sollozaba
desconsolada.
— No, Albania… — lo oí susurrar, completamente
atormentado.
El vaisiux había secuestrado a la niña,
incluso pasando por alto el camuflarse de los humanos.
Y este
ángel, que creía conocer…
…por un
momento me había acobardado como ningún otro demonio jamás lo había hecho.
¨°*°*°*°¨
ALCIDES
— Empezaré a sentirme ofendido, Alcides Formerio—
insistió tan terco como siempre. Había tratado de escabullirme por el pasillo
que daba para el salón pero había conseguido atraparme por la otra entrada—. Mi
Darío es un muchacho ejemplar, de buena familia, muy respetuoso de las viejas
costumbres. Tiene una mente brillante y es un joven atractivo, tan parecido a
su madre…
— Erasmo… — traté de decir pero con un ademán me
obligó a mantener la boca cerrada.
— Tu pequeña Albania nunca estará en mejores
manos que en las de mi hijo. Somos colegas de años, Alcides, ¡tu apellido es
reconocido casi mundialmente, el mío también! ¡¿Te imaginas lo que sería una
unión entre nuestras familias?!
— Erasmo, aprecio infinitamente tu amistad, pero
por favor, ¡deja el tema de mi nieta en paz! — solicité tratando de no lanzarle
el brandy sobre el bigote de morsa—. ¡Todo lo que escucho lugar en donde esté
es sobre tus absurdos planes acerca de tu hijo y mi nieta!
— ¿No puedes verlo desde mi lado, querido amigo?
Un bisnieto que lleve mi apellido y el tuyo: ¡Traugott Formerio! — No,
evidentemente no lo veía; pero él empezó a charlar consigo mismo, completamente
absorto—. Si fuera niño podría llamarse como su abuelo, es decir… Erasmo,
¡Erasmo Traugott Formerio! ¡Santo Dios! ¿Es que en verdad no puedes ver lo
extraordinario que suena eso?
— Erasmo, lo único que veo en todo esto es a un
muchacho de 22 años de edad, tratando de cortejar a una niña de trece años. ¡Mi
nieta aún juega con muñecas!
— Y yo respeto fervientemente eso, pero sigo sin
comprender el porqué de tu absoluta negativa. — Fingí beber de mi vaso y
entretenerme observando a las parejas más jóvenes bailando en el salón
principal—. ¿O es que acaso crees que habrá un candidato aún más digno que mi
querido hijo?
— Erasmo, emplear esas palabras puede ser una muy
mala jugada—apunté seriamente—. No sé si estás tratando de decir que tu hijo es
el mejor candidato para mi nieta, o que ella no será capaz de encontrar a otros
candidatos para solicitar su mano.
— ¡Oh, no, hombre! ¡Vamos, no trataba de decir…!
— Su tono culpable no me conmovió en lo más mínimo —. Es decir, ¡por todos los
santos! Tu Albania es una cosa preciosa, una pequeña mujercita digna de todas
las atenciones posibles. Pero es que estoy tan ansioso, ¡mi hijo lo está!
Siente que no deseas formalizar la relación…
¿Qué
cosa?
— ¿Formalizar? — repetí bruscamente.
¡Formalizar qué cosa si aún
no hay nada!
— …porque cree que te inclinas más por el hijo
menor de los Gerdau. — Bien, este hombre parece no escuchar—. ¿Eso es cierto,
Alcides? ¿Estás pensando en el pequeño Tomas Gerdau? No es más que un renacuajo
de apenas catorce años; tu nieta merece a un hombre maduro, capaz de protegerla
y velar por ella.
— Ese “renacuajo”, como tú lo llamas, por lo
menos tiene casi la misma edad que mi nieta, Erasmo.
— ¿Entonces sí lo estás pensando? Hombre, ¡vamos!
Una señorita siempre debe tener a un marido que la proteja, y ese rol
definitivamente se acomoda a un muchacho algo mayor que ella. — Me bebí el
contenido de un bocado y me dispuse a huir con la excusa de buscar un trago
más.Para mi buena suerte algunos invitados lo reconocieron y le pidieron que se
quedara a charlar unos minutos.
Cómo
detesto este tipo de reuniones. A Marlene solían gustarle pero yo preferiría
estar en casa, con un buen libro y mi pipa. Nunca me han gustado estos
protocolos y menos ahora que hay tantos “perros al acecho” rondándome por el
preciado “hueso” que significa para ellos mi nieta, como ha dicho Nereo
mientras me traía en el coche.
— Oh, Alcides — me llamaron. Giré y… ¡oh, vaya,
así que el asunto no va a concluir aquí!—. Solo quería acercarme para pedirte
una breve disculpa.
— ¿Y eso debido a qué, Mariano?
Mariano
Liberia traía un vaso en mano que me ofreció. Preferí desistir porque creo
saber ya por dónde va a ir la charla.
Debería
haberme quedado con David y Joan en el otro salón; pero es que Gisell me
exaspera tanto cada vez que trae a colación el tema de las herencias…
Sé que
no soy el hombre más joven, pero tampoco estoy ya con un pie en la tumba.
— Luca ha estado revoloteando a sus anchas en la
fiesta de tu pequeña Albania— me dijo con pesar—. Jugueteando con los vasos y
los platos, aporreándolos con los cubiertos… ¡lo siento tanto! Ese muchacho no
deja de hacer ruido con todo lo que encuentra a su alrededor.
Ni
siquiera me había percatado de eso en la fiesta. A lo mejor se parece a Zuá: él
solía juguetear con los cubiertos cuando íbamos a la escuela. Le gustaba tocar
marchas con todo lo que arrojara sonido.
— Luca es un buen muchacho — añadió—. Pero a
veces cruza los límites de mi paciencia.
— Los hijos son así. David y Ruth de pequeños no
fueron precisamente los hijos perfectos, si me permites comentártelo.
Ahora David es un hombre de familia, y Ruth… bueno, a ella no la veo más que unas pocas veces al año.
Ahora David es un hombre de familia, y Ruth… bueno, a ella no la veo más que unas pocas veces al año.
Me pregunto cómo estará; hace
tanto que no la veo.
— Naum es diferente — prosiguió. La joven que
tocaba el piano preguntó si había algún pedido, e inmediatamente una canción
conocida salió de sus dedos—. Naum es un muchacho ejemplar, muy cuidadoso con
todo a su alrededor. Sus calificaciones son estupendas y tiene un carácter tan
maduro para su edad…
— A lo mejor es el equilibrio de su hermano
—sugerí—. Aníbal es el mayor de mis hermanos y siempre ha sido muy
circunspecto, el más de todos a decir verdad; pero siempre ha sido muy cercano
a Aman. Y todos los que conocen a Aman saben lo poco serio que es en algunas
ocasiones.
— Mi Naum algún día va a necesitar a una buena
mujer a su lado…
Ya decía
yo…
Carraspeé
un poco, esperando que advirtiera que no era el mejor momento para volver al
mismo tema después de haberme pasado huyendo de Erasmo desde que llegué a casa
de los Gerdau, pero Mariano pareció no notarlo.
— Sé que Traugott ha estado insistiendo con el
tema — me dijo acercándose un tanto para que pudiera escucharlo con facilidad
bajo la música—. Pero, si me permites opinar, creo que diez años de diferencia
son demasiado. Un muchacho de su edad es lo que necesita la pequeña Albania,
Alcides: alguien con quien pueda compartir su vida y que a la vez cuide de su
bienestar. No quiero incomodarte con el tema porque he oído que varios ya te
han mostrado el interés que tienen por tu nieta como nuera, pero aún así
deseaba que supieras que Naum es un muchacho ejemplar. Responsable, respetuoso
y aunque yo no lo considere tan valioso, mi mujer cree que el ser sensible es
una virtud que muy pocas veces se encuentra en un hombre.
Vaya, así que Naum Liberia
era un muchacho sensible…
Bueno,
por lo menos esta vez no me han salido con el mismo discurso de siempre: ya sé
de sobra que todos los candidatos que se están poniendo en fila para ver a
quien le entrego la mano de mi nieta son responsables, valientes, respetuosos,
protectores y provienen de buenas familias; pero hasta ahora nadie había
mencionado eso.
La
sensibilidad es un punto que, igual que la señora Liberia, considero
importante.
Soy
hombre, un hombre anciano en realidad, y sé perfectamente cuál es el lugar que
se les otorga a las mujeres en los hogares, por muy nobles que sean. Mi nieta
está creciendo en un ambiente que le pertenece por completo, tal y como Marlene
y yo deseábamos ni bien pasó la primera noche junto a nosotros. No me
perdonaría jamás entregársela a un hombre que la mirara por sobre el hombro
solo por una absurda lógica con respecto a su condición de mujer, y no supiera
darle el lugar que se merece.
Ruth, mi
hija, se casó con un hombre que amaba; pero puedo jurar ante cualquier tribunal
que yo aún no lo considero digno de mi confianza. Cómo hacerlo si cada vez que
viene a visitarnos, ella solo habla cuando él se lo permite. Alana a veces se
lamenta por el camino que está llevando Alexia, su hija menor; pero yo lo
entregaría todo por ver a Ruth viajando por el mundo y tratando de conseguirse
un lugar en ese campo tan de hombres llamado “negocios” como Alexia, a verla
tan apagada y poco dispuesta a actuar por sí misma como la veo en su actual
vida de casada.
— Tu esposa tiene razón, Mariano — comenté con la
máxima honestidad—. La sensibilidad es una virtud extremadamente valiosa… y por
eso mismo también es inusual encontrarla, más entre “nosotros”.
— ¿En verdad lo crees? — asentí. Creí ver una
sonrisa demasiado animosa en su rostro pero a lo mejor estoy algo fatigado por
tanto asedio casamentero—. Alcides, ¡Naum es el muchacho más sensible que jamás
he conocido! Tal vez suene poco apropiado, pero el único joven con el que
podría compararlo ni siquiera es su gemelo, sino un compañero de Dominic
Pascal. Debes haber oído de Marcus Leda, oh, qué buen muchacho. ¡Pero Naum es
de ésos que muy pocas veces encuentras!
— Marcus Leda… ¡ah, sí, el nieto de Demetrio! No
he tenido el agrado de cruzar palabras con el chico pero he oído cosas
interesantes sobre él.
— Sí, pero… ¡creo que el muchacho ya está hasta
comprometido! — Asentí ante su exaltación. Parecía querer que yo estuviera
completamente enterado de ello—. Me parece que la familia Lagares y…
— Eh, bien, sí, Mariano, gracias por
comentármelo. Preferiría no tocar estos temas tan familiares y que tan poco nos
atañen.
— Oh, sí… Vaya, lo lamento. Sé que Demetrio Leda
es un buen amigo tuyo.
— Sí, bueno…iré por un poco de… Iré a ver a mi
nieto — me excusé al ver a Joan molestando a la joven que tocaba el piano.
Avancé y
divisé la sonrisa bajo el bigote de morsa a un par de metros. Traté de
escabullirme entre los invitados para cambiar de dirección pero nuevamente
sentí su mano sobre mi brazo.
— Alcides, no te me vas a escap…
¡BROM!
La voz
de Erasmo se detuvo abruptamente cuando el sonido de alguna puerta colisionando
contra las paredes se expandió. La música del piano se perdió; algunas voces
sonando desde el exterior la suplantaron.
— ¡No puede pasar! — oímos—. ¡Es una reunión
priva…!
— ¡Señor Formerio! ¡Por favor, necesito hablar
con el Señor Formerio!
Avancé
violentamente ante la voz de Sorel. Algunos empleados de la casa trataron de
sacarlo pero les pedí con un gesto que por favor lo dejaran. Era de mi plena
confianza: jamás se atrevería a irrumpir así si no fuera algo de extremo
cuidado.
Joan y David se acercaron
cautelosos; Sorel me miró angustiado:
— Señor, la señorita Albania… — Me tembló la mano
ante el inicio: no, mi nieta— ¡La
señorita Albania ha desaparecido, señor!
¿Qué?
Traté de guardar entereza,
pero el vaso que llevaba encima se me resbaló de los dedos.
»— No te preocupes, diviértete muchísimo en la casa de los Gerdau, ¿sí?
¡Buenas noches, abuelo!
— La hemos buscado por todos lados, Nuna está
desesperada…
— ¡¿Qué cosa dices, hombre?! — exclamó Erasmo en
medio del asombro de todos los invitados. Estuve por darle un buen bofetón para
que me dejara escuchar a mi mayordomo—. ¡Pero cómo es eso posible…!
— Sorel, explícate… — conseguí formular.
— Creemos que Rudy, la nueva mucama, tiene algo
que ver. No está por ningún lado; parece que se la ha llevado consigo. Su
habitación ha sido saqueada como si buscaran algo, y de la niña ningún rastro.
De
pronto sentí todos mis años de vida cayendo como si se trataran de una enorme,
pesada y asfixiante roca.
— ¡Alcides!
— ¡Alcides!
— Oh, señor Formerio. ¡Siéntese aquí, por favor!
Marlene… ¿qué voy a hacer?
Nuestra
Albania.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
No
siento que mis pies estén posados sobre alguna superficie, y no consigo
distinguir nada a través de los ojos. Es como si flotara en medio de una
habitación completamente oscura.
Giro
lentamente, con algo de temor al pensar que podría chocar contra algo en medio
de todo este panorama en negro, y de repente miles de puntos brillantes se
encienden a un mismo paso. Parpadean un tanto para empezar a recorrer largos
senderos mientras forman espirales sin fin. Desde aquí parecen hormigas
desfilando a un mismo ritmo en medio de un espacio completamente oscuro y
lejano.
Y ahora
que lo pienso mejor, esto se parece a un sueño que solía tener veces seguidas
cuando era más pequeña: oía voces cantando, gritando,
en un idioma extrañísimo, y después veía los mismos puntos de colores
avanzando uno tras otro y formando figuras. Uno tras otro, uno tras otro.
Y por
muy raro que parezca…sentía como si todos aquellos puntitos me temieran.
Manebit Clausum, Mare i Filla
I tako da nema svemir neravnoteža
La
señorita Bona es muy estricta en todas las materias que dicta, pero tiene una
inclinación particular por los idiomas y es muy puntillosa en cuanto a
pronunciación y gramática. Recuerdo que cuando empezamos con las clases de
francés hace dos años, Corín solía burlarse de mí porque la escritura me
resultaba más complicada que la pronunciación: la señorita Bona podía leer
algunos pasajes básicos que yo entendía con cierta exactitud, pero mi calvario
aparecía si me pedía que los pasara a tinta y papel.
Eso es
lo que me estaba ocurriendo ahora. Escuchaba las palabras en esa lengua extraña
que no podría plasmar en letras…pero que, por primera vez, comprendía.
Manebit Clausum,
Mare iFilla… Permanecerás encerrada,
Madre e Hija
I tako da nema svemir neravnoteža… Y así ningún universo en desequilibrio se hallará
¿Quién
es esa tal “madre e hija”?
Encerrada y custodiada para
evitar ser hurtada
¿Encerrada
y custodiad…?
¿Eh…?
A lo
lejos distinguí algo más: una bola de luz roja y otra dorada crecían al mismo
tiempo. Enfoqué la mirada y comprobé que dentro de ambas esferas dos seres
permanecían con los ojos cerrados y en reposo absoluto dentro de ellas. En la
roja había un pequeño lobo acurrucado sobre sí mismo, y en la dorada…
…en la dorada…
En la
dorada había un ave completamente blanca y con el pico plateado reposando
delicadamente sobre su propio cuerpo.
Aniel… era mi Aniel
El
odioso ángel de los ojos de sol… — oí otra vez de aquella voz.
Retrocedo
en medio de la nada, aún sin sentir mi cuerpo y a la vez sintiéndolo, cuando
las voces que cantan elevan aún más el volumen. Es extraño, sumamente
extraño…porque siento que la voz que suele hablarme sonríe maliciosamente.
Seres insignificantes tratando de
contener mi magnificencia.
Recuerdo
esto claramente: era un sueño. Sí, era el sueño que constantemente me atacaba
cuando era más pequeña. Oía a la horrible voz hablar, pero en aquel momento no
entendía del todo sus palabras.
¿A quién podríamos comernos
primero? Tal vez a todos esos vanidosos seres llamados Abdals.
Comernos…
Ella…ella…
Ella hablaba como si tuviera
muchísima…hambre.
O mejor aún, tal vez a esos
hermosos ángeles que tanto predican su “bondad infinita”. A los demonios vamos
a dejarlos para el final…
¿Comer…ángeles…?
Recuerdo
que la primera vez que le comenté a Aniel de ella (evidentemente sin mencionar
que solía llamarlo “odioso”), él simplemente me pidió que le prestara la menor
atención posible. Le pregunté que por qué y me respondió en tono amable que a
lo mejor “era un ser demasiado ocupado” y debía evitar, en lo posible,
incomodarla.
Tenía
cinco años, así que no le discutí en nada la explicación que trató de brindarme
porque lo consideré de lo más “normal”.
Nanael,
por otro lado, me dijo tajantemente que ni se me ocurriera charlar con ella.
Ahora
que lo pienso mejor… la gente normal no tendría por qué escuchar voces
internas.
—
¡Muere!
De
repente oí una vez algo lejana. Los puntos blancos dejaron de desfilar y
entonces todo empezó a ponerse de un blanco cegador. Sentí una especie de
escalofrío por la espalda, y una imagen vino a mí de improviso.
Aniel…
Aniel frente a mí.
Aniel
frente a mí, sosteniéndome por la cintura y…y…
Besándome.
Abrí los
ojos violentamente, me topé con una especie de mancha oscura. Recordé
bruscamente cuánto me gustaba saborear los bombones que el abuelo solía traerme
desde Libiak: los retenía en la boca, sin morderlos por completo, y sentía cómo
poco a poco se derretían en mi lengua y expandían su dulzura por todas partes.
Lo que
sentí con Aniel fue mil veces mejor que eso. Tal vez nadie me creería si lo
digo en voz alta, pero los labios de Aniel estaban repletos del color de sus ojos: sabían solo a miel.
— ¡Mue-re! — volví a escuchar a la voz rasposa pero
esta vez también entrecortada—. ¡Muere, ser repulsi…vo!
Enfoqué
la mirada y recién comprendí que la mancha oscura que había visto era un techo
de madera, maltrecho y mohoso. Algunos helechos y trepadoras se entrecruzaban
en él y atravesaban el marrón con motas en verde intenso.
Giré
levemente y, para mi sorpresa, me encontré con algunos pétalos de flores
amontonados junto a mis mechones aún rosa y verde agua. Me reincorporé
bruscamente y entonces comprendí que estaba en una especie de litera de madera,
muy dura, pero repleta de pétalos de diversos colores que servían a modo de
esponjoso colchón.
¿Qué?
¿En…? ¿En dónde estoy?
Vi
alrededor, asustada, y comprobé que parecía ser una cabaña abandonada. Varias
partes habían sido invadidas por los musgos y la vegetación del bosque.
Y me
parecía tan familiar…
— ¡MUERE! — oí de pronto…
…y
entonces todo volvió como de golpe.
Él repentinamente rompió el beso…y algo que nunca había visto en toda mi vida
apareció. Me atrapó entre sus brazos, o piernas, o patas, lo que fuera; y
después… después…
»—
¡SILENCIO, ABERRACIÓN!
»—
¡DÉJALA! ¡ALBANIA! ¡ALBANIA!
¡No! ¡¿En dónde estoy?! Recuerdo que se abrió
una especie de agujero en la nada y me obligó a ingresar con él. Grité
muchísimo porque sentía sus miembros viscosos apresándome, y cuando logré verlo
fijamente distinguí una especie de cabeza mal puesta sobre lo que debían ser
los hombros.
¡Nunca había visto algo así! ¡Inclusive lo que
debían de ser sus ojos estaban en la parte inferior de lo que sería el rostro,
y la boca sobre lo que sería la coronilla de la cabeza, con una lengua repleta
de agujas!
Y
ahora… ¡ahora…!
— ¡MUERE, MALDITO DEMO…!
— N-no,
po-por favor… ¿En dónde…en dónde estoy?
Esa…esa
cosa estaba… ¡estaba estrangulándose a sí mismo! Estaba a cuatro patas, y dos
de sus largos y delgados miembros sujetaban con fuerza lo que sería su
garganta, mientras los otros dos trataban de forcejear y deshacer el agarre.
Tenía…
tenía algo parecido a ocho brazos.
— ¿Cariño? — La respiración se me disparó cuando
comprobé que me había escuchado—. ¿Por qué me miras así? ¿Por qué tus ojos de
paloma se ven tan asustados?
No debí hablar. ¡No debí
hablar!
— ¿Has visto las bonitas flores que te cobijan,
preciosa mía? Te he visto tantos años jugueteando con ellas: ¡vamos, cógelas!
¡Qué bien huelen, ¿verdad?!
En ese
momento perdí la noción de las cosas. El…el… lo que fuera que sea se acercó y
trató de tocarme. Solté un grito cuando los dedos largos rozaron mi mejilla: estaban
helados y viscosos. Y la horrible voz en mi cabeza empezó a gritar enloquecida,
con el tono más espantoso que había escuchado en toda mi vida.
Entonces
sentí que sus dedos subieron por mis muñecas y no pude aguantarlo más: ¡que no
me toque! ¡Que no me toque!
Recordé
a Nunita, al abuelo, ¡van a preocuparse si no regreso a casa, y Aniel…! ¡Aniel!
— ¡ANIEL! ¡ANIEL! — chillé y conseguí arrastrarme
lejos de la litera de flores; lejos de los dedos helados y el ojo escarlata y
violeta.
Corrí todo lo que pude rumbo a la puerta; me
abalancé sobre ella y tiré de la manija de palo pero no se
movió ni un poco. Prácticamente puse todo mi peso en ella pero ni así se abrió.
— ¡NUNA! ¡ABUELO, ABUELO!
Sentía que el corazón se me
escaparía por la boca; las ganas de llorar me estaban derrumbando.
— Ven, cariño: no grites. Nadie va a oírte. — No… ¿cómo que nadie? ¡No! ¡NO!
— ¡AYÚDENME!
Giré y corrí en sentido contrario porque la
cosa de ocho patas venía hacia mí. Ubiqué una ventana cubierta con tablones,
pero cuando traté de quitarlos solo me lastimé las manos.
¡No! ¡No!
Ya no sé si realmente le supliqué que no me
tocara porque apenas y podía distinguir mi voz entre los sollozos.
— Si dejas de correr y me dejas verte de cerca,
podríamos charlar…
— ¡NO QUIERO! ¡ANIEL! ¡ANIEL!
El lugar
no era muy grande pero tampoco tenía a dónde escapar. Empecé a ahogarme de
tanto que corría y gritaba; y de un momento a otro, cuando ya no podía dar ni
un paso más, vi a la cosa horrible con ocho patas detenerse y charlar consigo
mismo. Decía algo y se respondía, y después soltaba chillidos horrendos que
hacían vibrar las agujas de su lengua.
— ¡NO
SABNOCK, TÚ SOLO LA LASTIMARÁS!
— ¡DÉJAME
SALIR, DEMENTE!
¡Parecía
que se estaba descontrolando! ¡Dios, no! ¡¿Qué estoy haciendo aquí?! ¡Abuelo! ¡ABUELO!
¡¿Y
Aniel…?! ¡¿Le habría sucedido algo?!
— ¡ANIEL! ¡ANIEL, AYÚDAME! — grité y de repente
sentí nauseas. Nunca me había sentido así, con el corazón palpitándome
fuertemente y llorando desesperadamente.
Me
abalancé contra la puerta una vez más, justo para que la criatura soltara un
berrido y se lanzara hacia mí.
— ¡NO! — supliqué, y una fuerte ráfaga de viento
salió de alguna parte y me obligó a caer sentada junto a la puerta. Vi a la
cosa estrellarse contra la pared transparente que había aparecido entre
nosotros, y después su boca repleta de agujas soltó más gritos.
¡Aniel! ¡Aniel, ayúdame!
¡Ayúdame, por favor! ¡ABUELO! ¡NANAEL! ¡GREMORY! ¡Alguien!
La cosa empezó a golpear con
sus cuatro puños la barrera invisible.
— ¡Por favor, no me toque! ¡No me toque!
— ¡SAL DE AHÍ! ¡SAL DE AHÍ, MONSTRUO! — me
recriminó.
No pude
evitarlo y empecé a llorar casi en contra de mi voluntad: parecía que él se
enfadaba más cuando lo hacía, pero no podía dejar de pensar en por qué me
tendría aquí, y si volvería a casa sana y salva.
— ¡NUNCA
DEBISTE NACER, MALDITA CRIATURA!
¡Nuna!
¡NUNITA!
¡PRAM!
Me encogí del pavor cuando oí
más golpes en medio de la barrera que temblaba bruscamente.
«No llore, señora», oí. Parpadeé
bruscamente: ¡Drol…! ¡Drol Asirb!
— ¡Ayúdame! ¡Ayúdame! — le supliqué.
« Esta barrera es todo lo que puedo ofrecerle»,
me dijo
apenado, «trate de relajarse, y emplear
lo que ha estado aprendiendo hasta ahora».
Recordé
bruscamente la voz de Nanael hablando sobre emblemas y elementos. “Son para que
aprendas a protegerte”, decía Aniel.
¡Salmos! ¡Piensa en algún
salmo!
— ¡SAL DE AHÍ! ¡SAL DE AHÍ Y DEVUÉLVEME MI FORMA
ORIGINAL!
Nanael siempre… ¡siempre dice
“protección y defensa”!
Defensa, defensa, defensa…
¡¿cómo se puede crear un salmo de defensa?!
— ¡HAZLO
AHORA MISMO, MALDITA PERRA!
— ¡NO!
Solté un
chillido cuando la barrera se agrietó frente a mis ojos. Traté de correr pero
sentí un jalón brusco por el tobillo. Caí de bruces, con un raspón en la
mejilla y el tobillo derecho doliéndome muchísimo.
— Creíste que ibas a salir ilesa, ¿verdad, Madre
e hija? — Traté de explicarle que yo no era la tal Madre e Hija de la que él
hablaba pero no pude hacer más porque con una de sus manos me cubrió la boca
mientras que con otra dibujaba en el aire.
Vi un par de trazos en escarlata brillante…
Martirio— oí a la voz taladrando en
mi mente; mi corazón golpeando horriblemente en mis oídos—. Martirio de aprisionamiento y tortura.
¿Qué? — alcancé a
preguntarle. En este momento era mi única compañía.
Este
miserable intentará callarnos; y sus métodos parecen un poco brutales.
¡¿Qué?! ¡¿Y eso qué
significa…?!
— ¡Ahora vamos a ver qué se siente que “vulneren”
tu cuerpo sin tu consentimiento, Madre e Hija!
No pude
con el terror invadiéndome. Abrí la boca y aguantándome todo el asco, mordí lo
suficientemente fuerte la mano que me silenciaba para lanzar mi último pedido
de ayuda…
— ¡ANIEL!
¡ANIEL!
¡PAAF!
Mi
rostro cayó de lado; la cabeza me dio vueltas a horrores.
Rompí a
llorar: nunca me habían golpeado.
— Te has atrevido a morderme, aberración. —
Inclinó la cabeza y me mostró una horrible sonrisa—. ¿Sabes? Cuando
intentaron fusionarme con el infeliz de Kalmiya… me cosieron la boca. — ¿Qué? ¿Fusionarlo? ¿Kalmiya? —. Vamos a
cerrar esa boca, tal y como hicieron conmigo — ¿qué? ¡Pero…! ¡Pero si yo no...!—, ¡y antes de que te atrevas a devorar todo lo
que encuentres en tu camino, vas a pagar cada una de las
laceraciones a mi cuerpo, aberración!
Sentí
que las lágrimas empezaron a empaparme el rostro. Traté de decirle otra vez que
no entendía por qué me tenía ahí y por qué hablaba como si yo fuera alguna
especie de criatura hambrienta; pero el sujeto seguía recitando cánticos
extraños y dejó de prestarme atención.
Intenté
quitármelo de encima, pero en ese momento sentí que la voz empezó como a
evaporárseme. Traté de gritar, pero vi con horror algo semejante a una máscara
apareciendo en el aire mientras él seguía recitando cánticos extraños.
Me va a matar…
¨°*°*°*°¨
SEIR
—
¡¿CÓMO QUE NO SABEN NADA?! — bramó el hombre
que acababa de ingresar como un huracán a la sala.
He visto a ese hombre: es el
dueño de la casa, el abuelo de la niña.
Varios
empleados trataron de explicarle la situación: al parecer la mujer, Nuna, había subido a verificar
que la niña estuviera dormida. Entró y encontró la habitación hecha un
desastre.
— Dios mío, ¿dónde tienen a mi Albania?— murmuró
cuando subió a la planta superior y se encontró con el panorama—. ¿Pero qué…?
¿Qué significa esto? ¿Acaso quieren dinero o…? ¿O qué…?
— Hace unos días Nuna...ha estado escuchando como
la chica nueva, Rudy, hablaba de todas estas cosas extrañas, señor. Yo…yo la
verdad…creo que esa muchacha ha tenido algo que ver — indicó una mujer de
voluminosa presencia y cabellos ensortijados—. Hablaba de puras cosas
relacionadas a brujerías y hechizos y… ¡Señor, por favor! No culpe a Nuna, la
pobre se ha desmayado de la impresión antes de que usted llegara y le juro por
que me llamo Bejle como mi difunta abuela, que Nuna siempre ha querido lo mejor
para la señorita.
La
escena parecía salida de algún relato de terror. Tal y como habían dicho los
empleados, el lugar estaba completamente hecho una calamidad: vestidos
rasgados, muebles volcados, y un horrible símbolo dibujado sobre la alfombra.
El
hombre se dejó caer sobre una de las columnas, evidentemente consternado.
No fue
para menos: ingresar al cuarto de una niña de trece años, que parecía haber
sido secuestrada, y encontrar un símbolo dibujado con lo que a todas luces era sangre, no era muy alentador que
digamos.
¿A quién le pertenece ese símbolo? No se parece
a ninguno que haya visto antes…
Aniel, a
mi lado, traía los ojos tan abiertos que por un momento me dio la impresión de
que se había quedado congelado.
En ese momento otro hombre llegó
casi sin respiración al umbral:
— ¡Señor! ¡El…! ¡El joven Joan acaba de salir a
caballo! — explicó alterado—. ¡Le dije
que estaba muy oscuro, y que ya había salido una comitiva de hombres pero no
quiso escucharme!
El
anciano, Alcides, se pasó la mano por los cabellos canos y ordenó que
inmediatamente todos se pusieran en marcha para buscar a su nieta, dar aviso a
la jefatura de la desaparición de la niña, y enviar un recado al alcalde y al
gobernador solicitando de su parte que ningún coche ni tren saliera de la
ciudad sin previa observación.
La
habitación se quedó solo con Aniel y conmigo adentro. Las cortinas ondearon,
escuché claramente que se materializó para tocar con sus dedos la sangre con la
que habían dibujado el símbolo de la alfombra.
— No…no es su sangre — susurró—. No es su sangre…
Entonces
desvió la mirada, como atando cabos, y giró tempestivamente solo para lanzarse
por la ventana.
— ¡Aniel!
— lo llamé pero fui ignorado.
Uno de
los empleados que estaba vigilando las puertas que daban para el jardín soltó
un grito: supuse que por lo preocupado que estaba ni se le había ocurrido
desmaterializarse.
— ¡Loin
nostra quimera! — invoqué rápidamente y vi al zorro que brotaba
de mi interior moldearse rápidamente. Soy pésimo creando quimeras, pero como es
un animal pequeño y no debe durar más que unos poco minutos no hay problema.
— ¡Condenado animalejo! ¡Así que fuiste tú! ¿Y
cómo demonios saltaste desde allá arriba? O mejor dicho… ¡¿cómo llegaste hasta
allá?! — oí al hombre a lo lejos, mientras seguía la ruta de Aniel que se había
movilizado velozmente.
— Hermano, ¡hermano!
Se
detuvo exactamente por donde habíamos estado hace un rato. Observó alrededor
aún inquieto y algo exaltado.
— Maulm
vitandum… —lo oí murmurar. ¿Qué? —. Me dejaste un Maulm vitandum, Nanael…
Gozo de amparo.
Amparo…
¿Acaso…Nanael habría dejado
una especie de pista para decirnos dónde estaban él y Gremory?
— Aniel, ¿pudiste leer el símbolo que estaba
sobre la alfombra? — indagué—. Porque yo jamás había visto uno semejant…
— Se trata de un primer humano, y el símbolo es
uno de quebrantamiento— me dijo impávido, mientras no dejaba de caminar de aquí
para allá, como buscando algo—. Por lo visto cometimos un grave error y pasamos
por alto que en la casa había un primer humano. Se ha encargado de ir derribando
las barreras de protección que Nanael y yo pusimos alrededor de Albania; y al parecer ha sido muy sencillo porque iban destinadas a ángeles y demonios,
nunca en contra de ningún tipo de humano, por muy excepcional que fuera.
— ¿Un primer humano? ¿Acaso…? ¿Acaso hablas de la
famosa mucama nueva, esa tal Rudy? — Asintió sin dejar de lanzar gozos a la
nada—. Aniel, si me dijeras que estás buscando tal podría ser de ayud…
— Nanael me ha dejado la mitad de un gozo que
apenas y he podido visualizar, Seir: Maulm
vitandum. Si no me equivoco, fue lanzado a posta para que se activara
cuando yo me topara cara a cara con el vaisiux
y algún vestigio de su única colaboradora — me explicó seriamente—. Nanael
descubrió mucho antes que había alguien más ayudándolo: la mitad del gozo que
me ha dejado es uno de amparo, por lo tanto…
— Fue lanzado para que consiguieras ubicarlo —
completé asombrado.
¡Por el
Todo! ¡¿Ambos estaban así de sincronizados?! A mí jamás se me habría ocurrido
lanzar un cántico a la mitad, confiando plenamente en que alguien iba a
percatarse de que faltaba ser completado.
— Está atrapado aquí, solo que no podemos verlo
porque hay una barrera de camuflaje, tal y como sucedió conmigo hace un rato…
— se dijo a sí mismo, profundamente
concentrado. Era impresionante verlo tan decidido y completamente enfocado en
su escrutinio.
Y si antes estaba asombrado,
lo que vino a continuación me dejó estupefacto:
— Maulm
vitandum — lo oí recitar estirando los brazos hacia el
frente, con las palmas completamente extendidas. Emplear algo más que la voz
para invocar cualquier cántico simbolizaba un empleo de energía aún mayor:
retrocedí involuntariamente.
Los ojos le brillaron tanto que se pusieron
blancos, y después de violeta intenso.
Adquirí
mi forma original instantáneamente, porque es bien sabido que estar frente a
tanto poder con forma humana podría resultar perjudicial para uno mismo.
— Primum
non nocere… ¡MAULM VITANDUM!
¡PROM!
Me
encogí bruscamente. Los árboles se azotaron con fuerza, algunos peces en el
agua saltaron asustados, y miles de pájaros salieron volando de sus nidos,
chillando fieramente.
Entonces
el tronco más grueso de uno de los árboles se encendió violentamente, como si
una enorme fuente de luz lo iluminara desde adentro, para que un agujero se abriera
en él…
…y por
ahí asomara una cabeza peluda.
— ¡Aniel!— exclamó Nanael algo maltrecho, y en
ese momento vi que salía con algo de dificultad porque traía una pata rota y
arrastraba con el hocico a una mota gris.
—
¡Gremory!
Corrí hacia ellos y la tomé en
brazos: estaba algo inconsciente y muy débil.
— Se trata de un primer humano, Nanael. Parece
que tenía un pacto inalterable con el vaisiux,
así que lo más probable es que lo ayudara a cambio de romper su
contrato — oí de Aniel mientras le
pasaba algo de mi energía a Gremory. Nanael lo miró sorprendido y respondió que
sabía que había alguien colaborando con el vaisiux
pero jamás pensó que se trataba de uno así.
— Era la humana nueva, ¿verdad? La tal Rudy—
Aniel asintió—. Maldita sea, evidentemente podía acercarse a la niña sin
ninguna sospecha. Nuestras barreras nunca iba dirigidas a humanos.
— ¿Se-Seir?
Bajé la mirada.
— ¡Miren a quién tenemos ya despierta! — bromeé,
pero Gremory ni siquiera sonrió. Solo se inclinó y empezó a toser con muchísima
fuerza.
— Llévatela de aquí; el vaisiux le ha absorbido buena parte de energía— me dijo Nanael que
acababa de adquirir su forma humana y trataba de sanar su brazo roto —. Lo
ideal sería que repose en su forma original y en un lugar que no esté corrupto.
— No…no quiero de-dejarte.
— En este momento serías más un estorbo, demonio
— le respondió sereno y después volteó a ver a Aniel—. Se ha llevado a la niña,
¿verdad?
Cerré
los ojos y me llevé a Gremory conmigo hasta el pequeño departamento que usaba
cuando quería descansar. Estaba sobre la bonita panadería de una simpática
mujer ya algo avanzada de edad.
Deposité a Gremory sobre el
lecho y le pasé algo de mi energía.
— Seir… Seir, ayúdalo — murmuró con la voz muy
apagada—. Está preocupado. No…no sé cómo puede seguir de pie. El vaisiux nos encerró en una especie de
cámara que absorbía energía ni bien percibía algo de ella.
Quise
decirle que yo iba a regresar pero por Aniel (porque ese sujeto, Nanael,
parecía demasiado ingrato y excesivamente calculador); pero preferí solo
asentir.
Le pedí
que descansara, cerré los ojos y para cuando volví a abrirlos…
¡BROM!
El
cuerpo de Nanael literalmente impactó contra el mío: parecía que lo habían
empujado con fiereza.
¿Qué? ¿Y ahora qué está
pasando aquí?
— ¡¿Te atreves a reaccionar como un chiquillo
humano en una situación tan delicada?! — bramó y a pesar de tener un brazo
lastimado parecía muchísimo más peligroso que el mismo Aniel.
— Hey, ¡hey! ¡¿Pero qué está pasando?! — exclamé
poniéndome en medio porque Aniel parecía tener toda la pinta de querer golpearlo—.
¡Solo desaparecí un par de segundos! ¡¿Qué diablos…?!
— ¡¿Cómo puedes decir eso?! — le recriminó por
encima de mí.
— ¡Es la verdad, maldita sea! — le respondió
Nanael furioso—. ¡Si te dejé ese salmo incompleto fue para que me encontraras
porque evidentemente podríamos estar frente al inicio del Rito de expiración!
¡Tenemos que estar juntos!
¿Rito de expiración?
— ¡¿Por qué no puedes comprenderlo?! ¡Se llevaron
a Albania! ¡Yo mismo vi lo asustada que estaba…! ¡¿Y TÚ ME SALES CON QUE
DEBERÍAMOS IR PREPARANDO LOS CÁNTICOS PARA MATARLA?!
— ¡EL VAISIUX
PODRÍA LIBERARLA! — rugió alterado—. Y no tendremos tiempo para hacer
ningún tipo de invocación.
— A ver, ¡hermanos! ¡Vamos a calmarn…!
— ¡No vas a tocarla! ¡NO VAS A HACERLO! — le
advirtió Aniel enardecido.
— ¡NUESTRA TAREA ES ELIMINARLA, ANIEL! ¡¿QUÉ
DEMONIOS SUCEDE CONTIGO?!
— ¡No puedo creer lo malditamente cruel que
puedes ser!
— ¡Para eso fuimos creados, idiota!
— ¡No vas a tocarla! ¡NO VAS A TOCARLA!
— ¡YA! — grité furioso. Aniel había pasado sobre
mí y lo tenía capturado por el cuello de los ropajes —. ¡A mí me importa una
mierda sus problemas existenciales! ¡Pero a ver si se ponen de acuerdo porque
en este momento un demente se ha llevado a una niña consigo, y hasta los
humanos están resultando más útiles porque ya la están buscando! — Ambos me
miraron: Aniel algo agitado, Nanael sumamente indiferente—. A lo mejor el vaisiux ni siquiera ha liberado nada…
pero si perdemos más tiempo probablemente sí lo haga.
— Tienes razón… — murmuró Aniel y asintió, aún
consternado.
Nanael, por otro lado, dejó
de sanar su brazo roto y elevó el que tenía en buen estado.
— Me faltaba un pedazo para acabarlo pero puede
sernos de ayuda — nos dijo y empezó a trazar inscripciones sumamente complejas
a toda velocidad. Los hilos verde agua iban uniéndose uno tras otro y formando
una gran cantidad de emblemas—. Ya le envié un mensaje a Caila mientras estabas
en tu modo “adolescente” activado — soltó con suma tranquilidad—, así que para
ahora los Phaxsi y los Abdals también deben estar buscando el paradero de la
niña.
— No es por menospreciarme… pero el día de hoy he
comprobado la gran cantidad de cosas por las que ustedes resaltan tanto —
comenté asombrado cuando la enorme inscripción llegó a formar una especie de
cerca alrededor de nosotros. Sin embargo no llegaba a cerrarse del todo, porque
justamente ésa era la parte que faltaba.
— He empleado tiempo, espacio, lugar, luz
nocturna, luz diurna, viento, posición, materia, existencia, y algunas otras
nociones y elementos para ir formando el gozo de rastreo — nos explicó
seriamente—. La única forma de saber la ubicación de algo en particular, es
conociendo las coordenadas exactas en las que se encuentra posicionado en el
espacio. He empleado todos los emblemas que se me han ocurrido para
diagramarlo, pero hay algo que falta y que, creo, sería el detonante final para
que funcione a la perfección.
Me
enfoqué con mi mejor rostro de concentración en la enorme inscripción…porque en
realidad todos esos trazos eran demasiado complicados para entenderlos de un
tiro.
Nanael
fruncía el ceño, tratando rápidamente de pensar en una manera de concluir el
gozo.
— Probablemente… — oímos de pronto. Giramos y nos
encontramos a Aniel graficando con ambas manos: hilos dorados iban formando
trazos curveados—….falta “intención”.
¿Cómo?
— La única forma de encontrar algo es “deseando
encontrarlo” — concluyó y la inscripción salió flotando de sus manos y se
acopló a la perfección al enorme trazado de Nanael que asintió, indiferente
pero satisfecho.
Una gran
cantidad de luz empezó a desprenderse del gozo para finalmente unirse y formar
una especie de hilera brillante que salió despedida hacia lo más alto del
firmamento. Segundos después volvió a bajar y se torció en ángulo recto, como
señalando el lugar exacto.
— La cabaña de Aura… — murmuró Aniel y salió
disparado en la misma dirección que la luz resplandeciente.
Nanael
cerró los ojos y también desapareció. Para cuando pude alcanzarlos, los
encontré tratando de quebrar las barreras de protección que surcaban el
perímetro.
Pero cuando
consiguieron abrir la puerta un triste camastro repleto de flores les dio la
bienvenida.
No había
nadie.
— El vaisiux
ha estado aquí, el ambiente está corrupto; y también se siente la presencia
de la niña — comentó Nanael inspeccionando el lugar.
Iban a
emplear nuevamente el gozo de rastreo hasta que me percaté de algo en el piso
de tablas húmedas.
— ¡Huella!
—
exclamé y una pequeña inscripción de alteración.
Bueno, por lo menos iba a
servir de ayuda en esto.
— ¿Seir?
— Denme algo de espacio, ¿sí? Esto es sencillo
para mí — pedí, estirando los músculos—. ¡Develum!
¡CRASH!
Las
tablas salieron despedidas en el aire y un agujero de considerable tamaño nos
observó desde abajo.
Era un
túnel.
— Por supuesto — dijo Nanael convencido—. Estos
son conocimientos que solo los primeros humanos saben. Es evidente que la
humana se los ha compartido: así como el agua limpia cualquier vestigio de
inscripciones, la tierra oculta todo a su alrededor. No se ha transportado por
encima, sino por debajo, porque así…
— …no podríamos ubicarlo — completé asombrado.
Sabía
que la naturaleza, como creación del Todo, poseía sus misterios pero habían
detalles que parecían muy obvios y por ende no los había descubierto hasta
ahora.
Aniel no
esperó más y se dejó caer por el agujero. Caímos justo a su lado para comprobar
que el agujero era un túnel tremendo. Nosotros tres cabíamos sin ninguna
dificultad más que para encorvarnos un poco por la altura; y había sido cavado
a tal profundidad que la superficie ya era más roca que tierra.
— Va a liberarla — comentó de la nada Aniel.
Nanael y yo volteamos a verlo, desconcertados—. ¡Va a liberarla, Nanael! ¡La
tierra oculta cualquier cosa, sí! ¡Pero también absorbe…!
¿Qué?
— Absorbe energía — añadió Nanael atónito. Aniel
pasó entre ambos y empezó a correr a través del túnel—. Liberar al ente implica
soltar una fuerte cantidad de energía. ¡Mierda, es verdad!
Aceleramos
el paso todo lo que pudimos y conseguimos distinguir a Aniel parado frente a lo
que parecía ser una amplia salida. Lo estrecho del túnel se abría en lo que
parecía ser un redondeado y extenso umbral. Llegamos y nos dimos con la
sorpresa de que se
trataba de una caverna en las profundidades de la tierra, con algunas esferas
del tamaño de la palma de una mano flotando y despidiendo luz azul (evidentemente
invocadas por el vaisiux para quitar
la tremenda oscuridad de aquí abajo). Habían columnas formadas naturalmente, que
sostenían lo que sería la parte de arriba, y algunos pequeños pozos de agua de
los que fluían corrientes que se unían y formaban delgados riachuelos que se
perdían en la oscuridad.
— Martirio
de extenuación — anuncié ni bien lo percibí: y estaba bastante bien elaborado.
Nanael
asintió:
— El demonio tiene razón —. Vaya, qué poco
amigable suena—. Hay un martirio de extenuación. Si queremos desmaterializarnos
no sé podrá, ni mucho menos adquirir nuestras formas originales. Hay que tener
cuidado porque no vamos a poder emplear todos los gozos y martirios que
queramos. Eso sin contar que mi maldito brazo ahora es un miembro inútil.
Entonces
al frente, junto a lo que parecía ser una pequeña fogata distinguí algo
semejante a una mancha oscura, con varias piernas y brazos y una abertura sobre
la cabeza que parecía ser la boca.
Involuntariamente
di un paso hacia atrás.
— A la demonio, Gremory, le pasó igual — oí de
Nanael —. La presencia del vaisiux perturba
porque no tiene el equilibrio natural que el Todo le entrega a todas sus
creaciones.
— No, no… — oímos de pronto. Giré y vi a Aniel
con el rostro completamente lívido, para después lanzarse sin la menor
discreción hacia el interior de la caverna.
Al fondo, el vaisiux volteó y soltó un berrido al
verse descubierto.
Y al frente, atravesando los
charcos de agua, Aniel corría desesperado…
…para
llegar al cuerpo que flotaba sobre uno de los pozos de agua completamente
inmóvil, encogido y a todas luces maltratado.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
Observé
todo el lugar, esperando encontrarla refugiada en algún lugar, esperando por mi
ayuda, como siempre…
…pero
cuando mis ojos ubicaron ese punto sentí que le fallé por completo.
¡No! ¡No! ¡No, no, no!
— ¡ALBANIA!
— ¡ANIEL, CUIDADO! — oí de Seir; elevé la mirada
y comprobé que el vaisiux se había
lanzado en pos de mí. Pero tenía la mente tan ocupada en otra cosa que cuando
estuvo a punto de tocarme lo tomé por los brazos y lo lancé lejos.
¡BROM!
Los
muros vibraron y algo de polvo se desprendió de los techos. Tal vez se estrelló
contra algo o alguien, no sé. No lo sé ni me interesa.
Lo único
que en ese momento me interesaba era comprobar que ella no estuviera tan
lastimada como parecía desde lejos.
Di un
último salto y aterricé dentro del pozo en el que la vi. Me arrodillé y entonces perdí el poco control que me quedaba
al ver el frágil estado en el que se encontraba.
No… ¿qué…? ¿Qué le ha hecho?
Me
incliné y la tomé con toda la delicadeza posible. Traía el hermoso vestido de
hada y los cabellos completamente mojados. Estaba helada, no se movía, y no
podía ver más que sus ojos cerrados porque algo semejante a una máscara negra
cubría gran parte de su rostro. Tenía una absurda forma grotesca, porque la
parte que revestía la boca se asemejaba al pico de un ave pero no tenía
aberturas para que pudiera ver más allá; y traía consigo cadenas que colgaban
por los costados y terminaban en grilletes que se cerraban en las muñecas.
Era…era…
— Es un bozal — completó Seir, incómodo. ¿Un qué? —. Es una forma de degradar al
oponente en batalla: impide que puedas hablar y, por lo tanto, invocar
cualquier cántico que requiera de voz. Dicen que tiene la horrible capacidad de
enloquecer al que lo porta —. Traté de mantenerme calmado —. Nunca he portado uno, pero he oído de demonios que han terminado
muy afectados después de haber llevado uno: te muestra imágenes atroces. Es una
costumbre demoníaca muy vieja. Hace siglos que no veía algo semejante.
Bajé la
mirada a sus brazos y me encontré algunos rasguños profundos. Parecía como si
le hubieran clavado las uñas y después arrastrado por debajo de la piel.
Nanael
apareció velozmente junto a mí. Pensé que trataría de sanar sus heridas, pero
solo me hizo a un lado y la tomó por la barbilla de la máscara.
La oí
soltar un quejido, aún inconsciente.
— Le duele… — susurré pero fui ignorado.
Tomó sus muñecas, tanteó el
pulso, después el del cuello y asintió para sí mismo.
— Parece que no ha habido ningún intento de liberación,
solo está inconscient…
— ¡¿Que no hubo?! — oí de pronto la voz
retorcida. Seguí la ruta de dónde provenía y nos encontramos al vaisiux suspendido de una de las
estalactitas del lugar, balanceándose como una araña—. Claro que lo intenté,
estimados congéneres míos — puntualizó divertido y con mucho respeto: Kalmiya, oí de Nanael por mis
pensamientos, se trata de Kalmiya, Aniel—.
Ya estaba todo preparado: no habría ningún desequilibrio en este mundo porque
bajo tierra toda la magistral energía que liberara la Madre e Hija sería
absorbida; y sabía de memoria el cántico que Crocell nos enseñó tan
meticulosamente para despertarla en caso de que la durmieran, como hicieron. Él
era muy sabio, ¿saben?
— Él no era más que un demente — rebatió Nanael
con indiferencia.
— ¡Oh! Suenas exactamente igual que el
malhumorado de Sabnock. — Chasqueó la lengua y sonó extremadamente angustiado—.
El muy infeliz salió, empezó a berrear como siempre y la trató tan mal.
Sentí una horrible presión en
el pecho: recordé cómo de asustada estaba cuando se la llevó.
Bajé la
mirada: seguía inconsciente, como dormida, pero con el ceño fruncido en un
gesto de dolor.
— Yo le pedí que fuera delicado, ¡después de todo
una reina merece el mejor de los cuidados!, pero el muy bastardo se entretuvo
blasfemando, asustándola, y como ella, pobrecilla, no dejaba de gritar, le puso
esa horrible máscara que entre ustedes, los demonios — añadió observando a
Seir—, simboliza la peor de las deshonras.
Volví la vista a la máscara:
era pesada y tenía varias partes puntiagudas que parecían muy afiladas.
Eso sin
contar que los grilletes de las muñecas tenían púas de metal en su interior,
por lo que sí los brazos se movían mucho, éstas terminaban clavándose
directamente en la piel.
Recordé
las palabras de Seir: los que lo portan
pueden terminar locos.
Lancé un
gozo de apertura, pero no funcionó. Intenté abrirlo manualmente, siendo lo más
delicado posible, pero no conseguí hacerlo. Y ella…
…ella
seguía sin responderme.
— El único
que puede quitar el bozal es el que lo ha invocado — me indicó Seir.
— Hazlo — ordené inmediatamente, pero el vaisiux seguía balanceándose de un lado
hacia otro, canturreando, feliz—. ¡HAZLO!
— No puedo, portador de la pureza excelsa — me
respondió en tono inocente—. El infeliz de Sabnock fue el que lo invocó. Yo
jamás habría usado semejante artefacto para con la Madre e Hija. Es más, ¡yo
también estaba buscando una manera de quitárselo ya que podría afectar mi
cántico y podría no completarse la liberación!
— Planeaba liberarla — murmuró Nanael muy cerca
de mí—. Tal vez sea conveniente que esperemos la llegada de los Phaxsi para
quitársela.
— ¡¿Es que acaso estás loco?! — bramé sin poder
contenerme. Nanael me observó sin inmutarse—: ¡¿Acaso no oíste lo que dijo Seir
sobre…?!
— Sé lo que es un bozal demoníaco, Aniel. Pero
aun así sería muy peligroso quitárselo: no sabemos lo que Sabnock pudo haberle
dicho y a lo mejor en realidad colaboró poniéndosel…
— ¡No te atrevas! ¡No te atrevas adecir que fue
una buena idea porque no lo es! ¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo cuando ella
está llevando esta cosa y no sabemos cómo se está sintiendo?! ¡¿A lo mejor está
abrumada y…?!
— Oh, por ese lado no tienes por qué preocuparte,
portador de la pureza excelsa — oí del vaisiux
—. Oí claramente decir a Sabnock que la haría ver los recuerdos de su
creación. — Abrí los ojos, pasmado. Nanael, a mi lado, por fin tuvo una
reacción más que el solo observar—. Pero eso no tendría por qué abrumarla.
— ¡Aperite
portas! — invoqué, pero solo conseguí que mi inscripción se desvaneciera y
que ella se encogiera más, como si algo la incomodara—. Albania, ¡Albania!
— Demonios, ¿eso significa…? — murmuró Nanael
mientras yo seguía invocando todo lo que se me ocurriera para intentar abrir la
maldita cubierta esa.
— Pues que, evidentemente, ¡ella está viendo el
más hermoso de los paisajes del mundo en general! ¡Está viendo su nacimiento!
Entonces
sentí un movimiento ligero junto a mi pecho. Vi el ceño frunciéndose y las
manos tanteando débilmente alrededor, cómo buscando algo a lo que aferrarse.
— ¿Albania? — musité y los ojos se abrieron
violentamente.
— ¡¿Ha despertado?! — gritó el vaisiux y después soltó un chillido
espantoso, eufórico.
— Deja a la niña en el suelo, Aniel — ordenó
Nanael. Los ojos preciosos me observaron sorprendidos, como si fuera la primera
vez que me veía—. ¡DÉJALA EN EL SUELO!
— ¡No!
Nanael
me tomó por los hombros con brusquedad y trató de
arrebatármela, pero desaparecí con ella y aparecí a unos metros lejos.
— Albania,
¡Albania!
— ¡NO SABEMOS SI SU ESENCIA ESTÁ CORRUPTA O QUÉ
ES LO QUE HA VISTO, ANIEL! ¡DÉJALA EN EL SUELO, AHORA MISM…!
— ¡MIERDA, CÁLLATE! —bramé al límite.
¡Ella
así, tan lastimada; con un maldito demente creyendo que podía tratarla como si
fuera una bestia descontrolada y otro condenadamente cruel que solo pensaba en
llevar a cabo su tarea de la manera más “adecuada”!
— Albania… Albania, ¿me escuchas?
Me miró
insistentemente, como diciendo “quítame esto”, y después empezó a removerse
desesperada; los ojos se le llenaron de lágrimas, las manos buscaron formas de
liberarse. Trató de quitarse por sí misma la máscara y como no podía volvía a
patalear, descontrolada.
— Tranquila, ¡tranquila!— le pedí depositándola
sobre el suelo pero ella seguía llorando. Intenté tomar sus manos pero me alejó
desesperada: ¿qué le ha hecho? ¿Por qué
está así?—. Dame unos segundos, voy a quitarte esto.
Invoqué algunos gozos de
apertura pero ninguno funcionó.
Oí los intentos enormes que
hacía por no ahogarse. Su pecho subía y las exhalaciones chocaban contra la
máscara, desesperándola más.
Kalmiya soltó un suspiro
apenado. Saltó a otra estalactita y siguió columpiándose:
— ¡Sabnock, maldito seas! — se reprochó a sí
mismo—. ¡Ves la terrible desesperación de la Madre e Hija! ¡Responde ahora
mismo, ¿con qué condenados martirios has sellado esa cosa?!
— Le está faltando el aire — murmuró Seir, y
Nanael terminó por colmarme la paciencia:
— Igual no morirá — dijo tranquilamente—. La sensación
de asfixia es solo eso: “una sensación”. No va a matarla.
No va a
matarla…
— ¡¿Acaso no la estás viendo?!— ¿Verla sufrir ya
no era bastante? No podía creer que Nanael me dijera algo semejante—. ¡Quítale
esta cosa, Kalmiya! — exigí nuevamente.
— ¡¿Y crees que no quiero hacerlo?! ¡Pero el
maldito de Sabnock se niega a responderme! — Aspiró grandes bocanadas de aire y
después clavó el ojo escarlata y violeta sobre mí, fijamente—. ¡Tú lo único que
quieres es “dártelas” de héroe con ella, ¿verdad, bastardo?! ¡¿Crees que no
recuerdo cómo te encontré a su lado?! ¡Aprovechando tu sucia cercanía para
corromper su perfecta esencia con tus asquerosas caricias! ¡NO TE AYUDARÉ! ¡NO
TE AYUDARÉ! ¡TÚ SOLO QUIERES SER COMO EL SOBERBIO RELÁMPAGO! ¡QUERIENDO SER
ALGO QUE NO ES!
— ¡ABRE ESTA MALDITA COSA, KALMIYA!
— ¡NO LO HARÉ SI ES PARA QUE TE CONGRACIES CON
ELLA!
— ¡ANIEL!
No pude aguantarlo más. Salí
despedido, dispuesto a atraparlo pero él desapareció frente a mis ojos y
reapareció colgando de otra estalactita, riendo animosamente.
— Aniel, ¡vuelve aquí! ¡Los Phaxsi llegarán en
cualquier momento! ¡NO NOS CORRESPONDE ELIMINARLO! ¡LA MÁSCARA ES INDEFENSA!
— ¡¿ACASO NO VES QUE SE ESTÁ AHOGANDO?!
— ¡ELLA NO-PUEDE-MORIR! ¡ENTIÉNDELO!
¡PRAAM!
El vaisiux lanzó un gozo de detonación. Giré en el aire, justo a
tiempo para esquivarlo.
Aterricé sobre una de las
rocas del frente, respirando agitado: es
veloz.
— ¿Cuánto más iba a durar su pantomima? — reclamó
con sorna y de repente tuvo como un ataque, porque el cuerpo le vibró y después
una carcajada prolongada brotó de su boca—. Han mantenido su absurda mentira
por trece años: ¡trece odiosos años humanos negándole la verdad sobre su
existencia! ¡Trece! ¡Pero yo, plenamente fiel a Crocell, le mostraré partes
que…! — Entonces el cuerpo volvió a vibrarle, y un espantoso grito salió de su
pecho.La cabeza se le torció tanto que por un momento pensé que se le separaría
del cuerpo—. ¡CÁLLATE YA, KALMIYA! LO QUE USTEDES TIENEN AHÍ NO ES UNA NIÑA
HUMANA, ES SOLO UNA SIMULACIÓN. ¡Y AHORA VOY A ENCARGARME DE ELLA!
Entonces con la boca completamente abierta y un chillido amenazante, se
lanzó hacia el frente, completamente enloquecido.
— ¡NO! — exclamé y conseguí retenerlo por uno de
los miembros.
— ¡SÚÉLTAME, MALDITO ÁNGEL CUSTODIO! ¡SUÉLTAME!
Comprobé que tenía muchísima
fuerza y de soltarlo, terminaría avecinándose con todo su peso sobre ella.
— ¡Es Sabnock! — gritó Seir e invocó una barrera
de protección delante de él y Albania. Nanael apareció junto a ellos y la
reforzó rápidamente—. ¡No he oído de Kalmiya, pero Sabnock es de temer! ¡Es muy
peligros…!
— Te conozco: eres Seir, príncipe regente de las
filas de Decarabia — exclamó
salvajemente. Me aferré al miembro del que lo tenía capturado con todas mis
fuerzas, y empecé a sentir que los dedos me quemaban: ¿qué es esto? ¿Piel nociva?—. ¡TRAIDOR A LA ESTIRPE! ¡MALDITO SEAS!
¡A FAVOR DE UNA CAUSA TAN REPUDIABLE COMO LA CREACIÓN DE ESTA MALDITA…!
— ¡Stein detonium! —gritó Nanael y lanzó una
enorme piedra a toda velocidad para inmovilizarlos; pero el vaisiux abrió la boca y se la tragó completa.
— ¡DEVUÉLVEME MI FORMA ORIGINAL, MALDITA PERRA!
— ¡CÁLLATE! — bramé fuera de mí.
Seir, abajo, trataba de
controlar a Albania que temblaba del terror, aún sin poder respirar por el
bozal.
— ¡Tantum
pengesë! — invocó Nanael para alejarlo de mí pero no hizo efecto—. ¡Maldita sea, no tengo nada de energía!
Trató de
ayudarme a retenerlo, pero uno de los miembros traseros se alargó, salió
disparado en su dirección y lo golpeó con tanta fuerza en el pecho, que lo
lanzó contra otro de los muros de la caverna
— ¡Nanael!
¡BROM!
Cayó
violentamente sobre la superficie. Vi claramente que Seir iba a ayudarlo, pero
le grité que ni se le ocurriera dejar a Albania.
— ¡Protegiéndola más a ella que a tu propio
hermano! ¡¿Qué clase de hechizo ha lanzado sobre ti la aberración que crearon
los dementes seguidores de Crocell?!
— ¡NO ES UNA ABERRACIÓN!
— ¡¿Entonces qué es, hermano portador de la
pureza excelsa?! — Sentí los miembros viscosos deshaciéndose de mi agarre.
Nanael, abajo, se puso de pie y empezó a dibujar un gozo de doble captura: dame tiempo, escuché en mis
pensamientos—. ¡Es tan absurdo que tú no lo comprendas cuando hasta ella parece
haberlo hecho! — ¿Qué? —. ¡LLORA
PORQUE LE DA ASCO SABER LO QUE GUARDA DENTRO DE ELLA!
— ¡ANIEL! — oí de Nanael, pero fue demasiado
tarde. Sentí un golpe atroz en el abdomen y después la dureza del muro sobre el
que impacté.
Caí bruscamente al piso, tratando de acostumbrarme a la horrible sensación de asfixia después del golpe.
Caí bruscamente al piso, tratando de acostumbrarme a la horrible sensación de asfixia después del golpe.
Asfixia…es
horrible…horrible…
¿Cómo estará ella?
— ¡ANIEL! — gritó ahora Seir.
Elevé la mirada y me topé con
los ojos del vaisiux que venía
corriendo hacia mí, empleando sus ocho miembros grotescamente y dispuesto a
lanzarse con todo su peso. Seir apareció delante de mí y trató de detenerlo,
pero de un solo movimiento lo quitaron del camino y fue estrellado contra la
pared de rocas. Invoqué una barrera rápidamente, pero en ese momento noté el
brusco cambio.
Me dio una última sonrisa,
los ojos le brillaron peligrosamente. Giró hacia la derecha y…
— ¡A ELLA NO! — grité al comprender el cambio de
ruta.
Me movilicé todo lo rápido
que me permitían las piernas bajo el martirio de extenuación que había
alrededor de toda la caverna. Comprobé que iba a embestirla sin piedad, con
todas sus fuerzas, así que cerré los ojos e invoqué parte de la energía de mi atributo trascendental.
¡PAAM!
— ¡Dé-déjala!
Sentí el impacto del cuerpo
contra el mío. El vaisiux se veía
flexible, pero a la vez su composición era increíblemente dura.
Tosí un poco: sentí algo de
sabor metálico expandiéndose por mi boca. Es verdad: sigo materializado y en
mi forma humana. Estoy sangrando.
Entonces retrocedió con la
misma rapidez, dio un giro en el aire y volvió a lanzarse contra ella.
— ¡NO! — exclamé atrapándolo.
Cada parte de mí que tocaba
el cuerpo del vaisiux me quemaba. La
sangre en mis labios me dejó pensando en cuán frágil es el ser humano, que al
menor daño va por la vida dejando pequeñas gotas escarlata.
— ¡Deja de entrometerte, maldito ángel!
— ¡Dé-déjala! — Lo retuve con todo el peso de mi
cuerpo. Oí a Nanael lanzando otro gozo, pero se desvaneció sin ninguna
dificultad.
— Ambos están muy débiles como para hacerme
frente. — añadió el vaisiux y sentí uno de sus miembros
atrapando mi tobillo—. Y tú hasta has usado parte del atributo trascendental
que ningún ser se atreve a usar por temor a perder su inmortalidad. — Nanael me observó, sorprendido, y me recriminó por haberlo hecho—. Y a lo
mejor ustedes necesitan un escarmiento semejante a lo que yo “padecí”, para que
por fin comprendan lo que se siente ser uno y dos a la vez. ¿Sabes qué
significa “reconfigurar”, ángel?
Recordé bruscamente la primera charla que
tuvimos con Caila:
»—Mithra fue uno de los
hermanos ángeles que se secuestraron para el experimento. Lo hallamos
desmembrado y con algunas partes reconfiguradas.
Forma
alterada: partes uniéndose con otras que no les correspondían.
Traté de
soltarme del agarre pero no lo conseguí. Cerré los ojos, buscando transportarme
pero no me moví ni un ápice.
— Juntos son demasiado poderosos, pero en este momento son nada.
En ese
preciso instante dos cosas sumamente extrañas sucedieron: el espacio se tornó
blanco, como si hubiesen encendido una luz intensa en una pequeña habitación, y
volví a quedar ciego, como cuando se llevaron a Albania. Y una espantosa
melodía empezó a resonar alrededor; oí a Nanael quejándose por lo terrible que
sonaba.
¡No!
¡Está aprovechando nuestras fuentes de poder y usándolas en nuestra contra! ¡A
mí con la luz, y a Nanael con el sonido!
Oí a
Seir lanzar un martirio de ofensa, pero al instante escuché un impacto y
después algo parecido a varias rocas cayendo.
— ¡SEIR! — grité en medio de las pocas manchas borrosas que
distinguía.
— Todos los aquí presentes estamos materializados. Exactamente en la
condición en la que los experimentos se llevaban a cabo… — escuché del vaisiux—. Exactamente la condición en la que me obligaron a
permanecer a mí cuando me atraparon.
— ¡ANIEL!
— ¡NO LA DEJES, SEIR! — bramé. Oí un grito de Nanael en medio de las notas
disonantes que seguían resonando alrededor. Entrecerré la mirada ante las manchas
borrosas que estaba alcanzando a vislumbrar, y después un alarido más llenó el
lugar.
¡Nanael!
— Este brazo lo tienes roto, ¿verdad? — oí —. ¿Qué pasaría si este
simpático miembro que ahora es completamente inútil… es reemplazado por otro
que sí funcionara bien? — Volví a
escuchar a Seir invocando un martirio de ofensa, pero esta vez sonó algo
parecido a un golpe y después otro grito de dolor: ¡Nanael!—¡O mejor aún! ¡Por
una pierna, o el cuello! Después de todo, a Kalmiya y a mí nos hicieron lo
mismo.
Y escuché algo siniestro:
como un siseo pujante y violento.
Las
manchas borrosas empezaban a vislumbrarse mejor. Enfoqué la mirada y comprobé
que dos de los miembros del vaisiux se
movían frenéticamente de arriba hacia abajo, dándole la apariencia de una
especie de cuchillas extremadamente rápidas.
Oí a
Nanael soltando un grito, a Seir lanzando un último martirio. Iba a tratar de
lanzar uno yo mismo, pero no pude detener mi voz.
Sentí un
dolor agudo en la pierna derecha y después el alarido que traté de contener
salió completamente frenético.
¡¿Qué es esto?! ¡Nunca había padecido un dolor
semejante!
Traté de
escapar pero no conseguía moverme, el dolor agudo seguía subiendo y el horrible
sonido del siseo pujante taladraba todo alrededor.
— ¡Aniel!— oí de pronto y todo mi ser se removió, inquieto, cuando
reconocí la voz—. ¡No le hagas daño!— Y
después una enorme cantidad de viento se desató furioso—. ¡A ÉL NO! ¡A ÉL NO!
Traté de
observar alrededor, pero las manchas difusas no me daban ninguna forma
definida. Oí chillidos, gritos y la fuerte ráfaga de viento silbando con más
furor.
— ¡ALBANIA! ¡ALBANIA, OCÚLTATE! — bramé, esperando que me escuchara
porque no veía nada y ni siquiera podía ubicar su posición. Escuché al vaisiux cantando estrepitosamente...
...y después el espacio vibró con furia.
...y después el espacio vibró con furia.
— ¡¿Cómo puedes hacerme esto, Madre e Hijaaaaaaaaaaa?! — escuché y
temí por ella.
— ¡NO LA TOQUES! ¡ALBANIA! ¡ALBANIA!
Traté de
buscar una forma de recuperar la visión completa, pero solo vislumbraba figuras
retorciéndose, gritos llenándolo todo…
…y de
repente una risa explosiva rellenó el lugar. El sonido me abrumó, porque se me
hacía tan conocido…
No, qué… ¿qué es…?
Oí más gritos
desesperados, y después percibí un olor metálico.
— ¡NOOOOOO!
Un alarido desgarrador y
agudo rellenó todo y fue a tal extremo que por un instante me aturdió tanto que
todo alrededor perdió sonido. Escuché pasos corriendo descontrolados, la cueva
retumbando con violencia, impactos funestos y más gritos repletos de dolor.
¿Qué…?
¿Qué está pasando?
Las manchas difusas empezaron
a perderse. El mismo martirio de extenuación de alrededor empezó a evaporarse:
¿qué pasa? El vaisiux parece estar
quedándose sin energía.
Avancé a trompicones.
Parpadeé y entonces poco a poco el lugar empezó a hacérseme distinguible: muros
de piedra, las esferas azules que rompían la oscuridad con sus cuerpos
luminosos, la fogata en la que el vaisiux
había estado tan concentrado antes de que llegáramos.
Bajé la mirada y comprobé que
mi tobillo estaba sangrando. Comprendí el dolor anterior: el vaisiux había tratado de, literalmente,
mutilarme la pierna.
Logré visualizar a Nanael
frente a mí, de rodillas y con el brazo roto colgando sin fuerzas. Observaba en
mi dirección, con una expresión en el rostro que no supe descifrar y a su lado,
Seir me contemplaba igual de conmocionado.
Iba a preguntar qué estaba
sucediendo, pero no necesité más explicación, porque oí una carcajada sumamente
conocida: entre juguetona y altanera. Y cuando giré para ver de dónde provenía…
…me
quedé de una pieza.
— No vas a tocarme nunca más — dijo la figura
soberbia, con el vestido de hada estropeado y el cabello desordenado —. No es lindo de tu parte que trates así a los
demás, ¿verdad que no?
El bozal que antes la cubría reposaba a un
lado, completamente destruido.
¿Qué…?
¿Pero cómo…?
Caminaba encantada de un lado
para otro, con las manos manchadas con algo que parecía líquido oscuro;
mientras balanceaba algo entre sus brazos y no dejaba de sonreír, embelesada.
Eso… ¿eso
acaso no es…?
— Eres…eres una maldita perra — oí del vaisiux jadeante.
Comprobé que estaba tirado en una esquina,
débil y muy maltrecho.
Todos los golpes que oí en medio de mi
ceguera…parecía que habían sido dirigidos hacia él.
— Disculpa, ¿una qué? — preguntó inocentemente ella…
…para después aparecer frente a él y romper a
reír con fuerza. Lo miró, le sonrió, y…
— ¡ALBANIA, NO! — grité, pero fui demasiado
lento. Los ojos se me abrieron de par en par, frente a la frialdad para
realizar la labor y seguir riendo encantada, como si nada pasara.
Ella lo había tomado por uno
de los miembros, y como si fuera del material más suave del mundo, se lo
arrancó con toda la destreza que pudo. Entre delicada y temeraria, con un
movimiento certero y sin vacilación alguna. Lo elevó en el aire para
observarlo, risueña, y después empezó a balancearlo como si se tratara de un
juguete nuevo.
— No vuelvas a decirme perra, cosa horrorosa —
sentenció y después rompió a reír, divertida. Dando vueltas con su juguete
nuevo y con el vestido estropeado flotando por completo.
El vaisiux escupió algo
de líquido oscuro por la boca. Rió entre dientes y después, para mi pasmo,
volteó a verme, satisfecho:
— Se lo dije a Kalmiya…y ahora te lo repito a ti
— musitó entre jadeos. Los dos miembros que le habían sido arrancados habían
dejado sendos agujeros en su cuerpo, de los que brotaba más líquido viscoso y
oscuro—. Esa cosa no debió nac… ¡AGGRRR!
— ¡NO! ¡ALBANIA!
— ¡ANIEL, NO ES LA NIÑA! — bramó Nanael.
Ella se había abalanzado
sobre el vaisiux con una velocidad
que jamás había visto en toda mi existencia, y con el cabello flotándole y las
risitas detonando de tanto en tanto, lo atrapó por el cuello con las delgadas
manos y empezó a estrangularlo.
Cerré los ojos y aparecí
junto a ellos. Nanael hizo lo mismo, buscando detenerme; pero conseguí
esquivarlo.
¿Quién
era ella?
— Se siente horrible no respirar — le dijo con la
voz suave con la que solía hablarme de sus obsequios, de las nuevas melodías
que había aprendido en el violín. Con esa misma voz con la que despertaba,
pidiendo que alejara a los ojos rojos que tanto la atormentaban—. ¿Lo sientes?
— ¡Albania, basta!
Traté de tomar sus brazos pero sentí algo
parecido a un chispazo que me impidió hacerlo.
Estaba protegiéndose a sí misma.
— ¡Albania!
— ¡Ella no
es Albania, Aniel! — exclamó Nanael.
— ¡¿Te gusta la sensación de asfixia?! —
sentenció risueña; y después la sonrisa se le congeló—: ¡Porque a mí no!
Las manos se veían delicadas, pero evidentemente la fuerza que estaba empleando era una descomunal.
— ¡Albania, suéltalo!
— Ruhe somnium… — oí de pronto. Nanael tenía los ojos encendidos: gozo de sueño—…presta invoca…
Las manos se veían delicadas, pero evidentemente la fuerza que estaba empleando era una descomunal.
— ¡Albania, suéltalo!
— Ruhe somnium… — oí de pronto. Nanael tenía los ojos encendidos: gozo de sueño—…presta invoca…
— ¡NO! — gritó ella de pronto, y entonces una
enorme ráfaga cruzó entre nosotros—. ¡No te atrevas a dormirme!
¡BROM!
Nanael salió disparado contra uno de los muros. Su cuerpo se hundió
en la dura roca, para finalmente deslizarse, sin fuerzas.
— ¡Nanael! — exclamé al ver que no se puso de
pie. Seir se acercó rápidamente a él; me observó, turbado—. ¡Albania, ya basta!
— Te…te…te
lo-lo di-dije… — balbuceaba el vaisiux débilmente—. E-es…pe…ligro…sa.
— ¡ALBANIA! — Volví a tomarla por los brazos pero
sentí el chispazo incómodo nuevamente entre los dedos. Ni Nanael ni Seir ni yo
habíamos podido con el vaisiux, y
ella estaba a punto de asesinarlo—. ¡Albania, no!
— ¡DÉJAME! — me gritó y una nueva ráfaga de
viento apareció. Invoqué un gozo de consistencia y me planté en mi lugar—.
¡DÉJAME!
Recordé bruscamente cómo
lloraba cuando Corín la lastimó en aquel cumpleaños. Cómo trataba de ocultarse
de las miradas y después, cómo en su habitación lloró sobre mi hombro,
exigiendo una respuesta con respecto a lo que era tener una familia. También lo
mucho que le apenaba ser culpable de algo; y sus infinitas ganas de disculparse
después de algún berrinche con su abuelo o con Nuna.
Albania era una niña
sensible… ¡ella jamás haría algo así! ¡Ni siquiera podía matar una mosca por
muy molestosa que fuera!
¡Si dejo que esto suceda,
ella nunca lo superará!
— ¡ALBANIA, BASTA! — ordené firmemente. Volteó a
mirarme, bajo los jadeos débiles del vaisiux
—. ¡Basta, termina con esto de una vez! ¡Te lo ordeno!
— ¿Entonces debo apresurarme? — me preguntó fría
y radiante a la vez. Abrí los ojos, sin creer que pudiera estar siendo testigo
de una transformación semejante; y después se enfocó nuevamente en él—. El odioso
ángel de los ojos de sol me pide rapidez, cosa horrorosa, así que…
Los dedos se cerraron con más
fuerza; la boca del vaisiux se abrió
y la lengua repleta de agujas se asomó, débil.
Fue más de lo que pude tolerar.
— ¡SUÉLTALO!
Revestí mis manos con un gozo
de inmunidad y conseguí atrapar sus muñecas. El vaisiux consiguió arrastrarse lejos, detrás de una roca mediana.
Entonces ella volteó a observarme, con los ojos llenos de indignación, y
después empezó a removerse, inquieta.
— ¡Suéltame!
¡Suéltame!
— ¡Cálmate!
¡Cálmate, Albania! ¡Soy yo! ¡Aniel!
— ¡DÉJAME!
¡DÉJAME O SI NO…!
Nanael apareció junto a mí. No me atreví a verlo a los ojos; sentía
que repetiría lo mismo que acababan de decirme: te lo dije.
— Tranquilizante, gozo de sueño — me indicó.
Asentí sin soltarla a pesar de que ella seguía pataleando y forcejeando
conmigo.
Debo admitir que me dolió más
verla tan descontrolada, que la misma fuerza con la que estaba clavando sus
uñas en mis manos, arrastrando piel consigo.
Se removió, inquieta, y no me
quedó más remedio que abrazarla con fuerza
— ¡Déjame! ¡No quiero!
— Ruhe somnium… — inició Nanael.
— Ruhe somnium… — inició Nanael.
— Ruhe
somnium — repetí devastado. Sentí los golpes sobre mi pecho, buscando
liberarse.
— ¡SUÉLTAME! ¡¿POR QUÉ LO AYUDAS?! ¡ÉL SOLO ME
LASTIMÓ! — chilló enloquecida—. ¡DÉJAME! ¡DÉJAME!
— Presta
invoca…
— …presta
invoca…
Los ojos preciosos me miraron, repletos de
rencor.
— ¡ERES IGUAL A TODOS! — me espetó y me dolió
muchísimo más de lo que pensé; más al verla llorar desesperada—. ¡IGUAL A
TODOS! ¡IGUAL A TODOS!
— Praecipio.
— Praecip… — pero no pude continuar,
porque sentí la pequeña boca rozando una de mis manos, como todas las veces que
quiso regalarme sus besos…
…pero
esta vez el roce vino acompañado con furia y frenesí; porque sentí los dientes
clavándose con tanta fuerza sobre mi piel, que por un momento pensé que igual
que con el vaisux, me arrancaría la
mano.
No me importó: a lo mejor es
el precio que debo pagar por no haberla protegido.
Vi algo de sangre recorriendo
mi muñeca y manchando los labios rosa. Los ojos grises, verdes, tal vez pardos
destellaron: la mirada de niña por un segundo se perdió.
Eres igual a todos…
— No lo soy — le respondí—. No soy igual a todos…
Los ojos furiosos me
observaron fijamente; no pude contra ellos.
— …y tú tampoco eres lo que todos creen que eres.
Ella no
es un monstruo, y a lo mejor peco de loco o
de estúpido, como repite siempre Nanael; pero no puedo evitarlo.
Alguien que repite con tanta
facilidad cuánto ama la luz del sol y el color de las flores, alguien que se
emociona por oír a un ciselo cantar o porque hay chocolate caliente para el lonche,
alguien que ama con tanta sinceridad y toca un violín con el sentimiento con el
que ella lo hace no puede ser un monstruo. Diga lo que diga el mundo entero.
Entonces me miró sorprendida, la fuerza de la
mordida disminuyó…
…y un sollozo se asomó por la boca, manchada de
sangre pero con evidente arrepentimiento:
— Aniel… mi Aniel, ¿qué te he hecho?
Albania…
¨°*°*°*°¨
SEIR
Aún no podía creer lo que mis ojos habían
visto.
Cuando creí que estábamos
completamente perdidos porque yo había sido inmovilizado, y Aniel y Nanael
estaban aprisionados por el vaisiux a
punto de ser cercenados; algo que nunca había visto en todas mis vidas sucedió:
— ¡Aniel! — gritó la niña a pesar de traer aquel bozal que silenciaba
hasta al más poderoso de los demonios y se puso de pie, pasando por lo alto lo
pesado que era—. ¡No le hagas daño!—
repitió y entonces, para mi sorpresa, tomó ambos lados de la cubierta y
como si se tratara de cualquier cosa, logró romperlo solo con sus manos—. ¡A ÉL
NO! ¡A ÉL NO!
Una gran cantidad de viento
sopló, como acompañando el pedido, y lo que vino después me asombró aún más
porque era casi imposible de creer.
Esa niña que tan indefensa se
veía…
…había logrado desmembrar al vaisiux solo usando sus manos.
Nunca había visto semejante
rapidez y dominio corporal. Se movilizaba casi como si flotara en el aire, y de
la nada rompió en risas juguetonas que solo hacían de la escena una aún más
aterradora. Sabnock y Kalmiya trataron de defenderse, pero no fueron rival para
ella.
Nanael trató de calmarla y
obtuvo más de lo mismo: lo lanzó lejos, como si se tratara de un insignificante
muñeco de trapo, y lo dejó tan o más magullado que al mismo vaisiux.
Por
todas las creaciones, ella realmente tenía un poder impresionante.
Aniel trató de contenerla
antes de que se deshiciera ella sola del vaisiux
(que corrió a refugiarse), y Nanael consiguió ponerse en pie y fue en su
ayuda. Vi claramente cómo elaboraban el gozo tranquilizante, cuando ella
explotó y no tuvo mejor idea que atacar, esta vez, a Aniel.
— ¡No! — exclamé, pero aun así ella le clavó los
dientes sin ningún tipo de miramientos.
Pensé que ya era lo último,
pero entonces no sé qué le dijo Aniel, que de la nada se vio muy sorprendida y
después rompió a llorar, abatida.
Por un momento pensé que
podría tratarse de una treta, pero cuando la vi pegando la mano de Aniel junto
a su mejilla y temblar desconsolada, no necesité mayor prueba para saber que se
trataba de la niña.
Hace un rato la dominó algo
insólito, impresionante, pero ahora solo se trataba de ella: una pequeña de
trece años, completamente vulnerada.
Y que evidentemente no
comprendía absolutamente nada.
Los Phaxsi aparecieron a
través de un portal que se abrió violentamente: Rumilat pasó a la cabeza,
aduciendo que la demora se debió a que había una barrera de camuflaje
extremadamente fuerte que impidió la pronta localización.
— ¡SE LOS DIJE! — chillaba el vaisiux aún resistiéndose a ser
apresado—. ¡ESA COSA ES UN ERROR! — Y la niña se refugió en el pecho de Aniel, con los labios aún manchados de sangre.
Pude observarla de reojo y comprobé que estaba muy conmocionada: a lo mejor a
causa de lo que había visto cuando llevaba puesto el bozal.
Las palabras del vaisiux la afectaban de sobremanera, y
ninguno de los presentes parecía darse cuenta de que un martirio o gozo de
silencio habría resultado más efectivo que cualquier otra cosa. Todos estaban
más preocupados en atraparlo y repetirle que debía dejar de luchar si quería
algo de indulgencia en su juicio (aunque era bien sabido que iba a ser
ejecutado); que ni se percataban de los temblores extremos que atacaban a la
niña cada vez que el vaisiux la
mencionaba.
— ¡ABSURDA CREACIÓN SIN PIES NI CABEZA! —
gritaba, y entonces me di cuenta de que estaba en un error, porque sí había alguien que estaba al tanto de
lo duras que sonaban sus palabras—. ¡ES UNA ABERRACIÓN! — bramó, y la niña
rompió a llorar, mordiéndose fuertemente los labios para que no la oyeran.
— No es una aberración — rebatió tranquilamente
Aniel—. Claro que no es una aberración.
Los ojos de la niña se elevaron, repletos de
lágrimas y también llenos de sorpresa:
— ¿Ah no? — se bufó el vaisiux. En la mirada de ella casi pude distinguir la misma
pregunta: ¿no lo soy?—. Entonces,
¿cómo denominarías algo que nace desafiando todas las leyes de la naturaleza,
portador de la pureza excelsa? Porque esa cosa ha nacido desafiando al Todo
mismo, y a todas las leyes que ordenan los universos.
Los Phaxsi consiguieron
sujetarlo con cadenas repletas de gozos protectores, pero aun así seguía riendo
y gritando, enloquecido.
Aniel, lastimado, sangrante,
más débil que nunca, pero a la vez seguro como no lo había visto jamás, sonrió
amablemente:
— Algo que nace desafiando todas las leyes de la
naturaleza, tú lo denominas aberración— comentó serenamente. La niña volvió a
temblar ante la mención; comprobé discretamente que Aniel sujetó su mano con
gentileza—. Yo, en cambio,prefiero llamarlo milagro…
Sé que sonará exagerado, pero
estuve a punto de hacer algo tan poco inteligente como reír a carcajadas;
porque aunque no fuera ni el momento ni el lugar, comprobé la virtud de Aniel
por enésima vez.
Él era
realmente amable…
Y, aunque suene aún más raro,
su amabilidad con esa niña parecía tan pura y sincera que por un instante me
supo a amor.
La comitiva de los Phaxsi se
llevó al vaisiux; a mí me dijeron
algo de “gracias por tu colaboración”. Aparecieron algunos Abdals, esa virtud
llamada Caila, y todos empezaron a charlar con Nanael sobre las posibles
consecuencias de esta situación: “la
Original podría saber más de su existencia, hay que vigilarla con mayor
atención. Tengan cuidado, estaremos siempre atentos”, fue todo lo que oí,
en medio de una conversación breve y práctica que intentaron hacer discreta por
lo que parecía ser la presencia “poco confiable” de la niña.
Todos y cada uno de los seres
que estaban en este lugar eran miembros respetados por altas jerarquías
angelicales. Algunos miembros de mi comunidad: uno que otro príncipe, contados
reyes y varios marqueses, duques y condes también aparecieron. “Hablaremos de esto en una reunión, la
presencia de un vaisiux suelto podría significar la existencia de otros más:
esto nos concierne tanto a ángeles como demonios. El ente debe estar más
vigilado. Aún debemos hallar a la primera humana que colaboró en esto”.
El ente…
Miembros respetados por ambos
bandos; miembros reconocidos por su sabiduría y entereza…
…eran también miembros que no
sabían lo que era “el tacto” y hablaban deliberadamente de una niña a la que
denominaban “el ente” sin consideración alguna y teniéndola presente.
Pero a un lado…a un lado
Aniel permanecía con ella en brazos y le sonreía, tratando de apaciguar su
temor. Ella era el foco principal del asunto, pero aun así era ignorada por
todos.
Por
todos menos él.
— Y ahora nos iremos a casa, Albania — le susurró
afectuosamente. Ella asintió, se refugió en el pecho que la consolaba…
…y tímidamente volvió a llorar.
A lo mejor sea arrogante y
hasta cínico de mi parte, pero si pudiera hablar contigo en persona, Todo, te
diría que de todas tus “hermosas creaciones”, la más perfecta es aquel que
olvida quién es y decide simplemente no juzgar.Es más, creo que la palabra
“decide” está mal empleada, porque hasta creo que Aniel lo hace de manera
inconsciente. Su gentileza es genuina, su amabilidad, la más honesta. Su
preocupación, la más leal.
No has hecho mejor cosa que
ésa, Todo: entregarle a una creación como La Original, tan repudiada por
muchos, un custodio tan genuino como el portador de la pureza excelsa,
dispuesto plenamente a solo confiar.
A querer…y confiar.
Porque eso es lo que un ser
como ella necesitaba: sentirse amada.
Aquel día vi a la comitiva de
los Phaxsi flotar en el cielo nocturno, llevándose al vaisiux que bajo ninguna circunstancia huiría de su ejecución; y
por el otro lado a Aniel desaparecer con la niña en brazos y su hermano,
Nanael, cuidarle la espalda. Llegaron a casa, me ofrecí amablemente a ayudar a
arreglar todo el caos entre los humanos porque ambos estaban exhaustos. Los
Abdals se encargaron de reacomodar la mente de cada humano testigo del
“secuestro” de Albania Formerio; Drol Kohn, al que nunca he tenido la
oportunidad de ver directamente, envió a uno de sus representantes y dio su
permiso para detener el tiempo en lo que se trataba de buscar el relato que
mejor se adaptara a la mente de cada humano.
Y después de que Aniel se
encargara de tranquilizar a la niña y suministrarle algunos gozos
tranquilizantes, el tiempo se puso en marcha otra vez. El hombre, Alcides,
recibió a la niña con todo el amor que un padre le profesa a una hija perdida y
hallada; y la mujer, Nuna, no dejó de llorar con ella entre sus brazos.
La historia fue más sencilla
de lo que demoró en construirse: la mujer, Rudy, había secuestrado a la niña
por un par de horas, tal vez en búsqueda de algún tipo de recompensa, y todos
los símbolos empleados y los cuentos que narró en casa, fueron para ir
preparando la escena de su crimen y darle mayor impacto al asunto. Al final se
asustó tanto por las posibles consecuencias de raptar a una niña con su
apellido, que la dejó ir en medio del bosque. Y después ella, gracias a un
oficial que la encontró, pudo volver a casa por sí misma.
La niña, Albania, corroboró
todo sin necesidad de mayor preparación: después de todo estaba muy afectada.
Los gozos de Aniel ayudaron a restablecerla, pero aun así estaba alterada,
temerosa, y algo que noté (y que Aniel también notó, por la expresión de su
rostro) fue que cada vez que mencionaban la palabra “cosa” o “error”, ella
temblaba completamente nerviosa y rompía a llorar, profundamente dolida.
Se lo atribuyeron al impacto
del secuestro.
Debo admitir algo extraño:
todos los ángeles que consiguieron rescatarla no le mostraron ni el más mínimo
gesto de consideración; en cambio, los humanos que no habían conseguido
demasiado por su misma condición de humanos frente a un suceso tan fuera de lo
normal como la presencia de un vaisiux, resultaron
más reconfortantes que cualquier salvador perfectamente adiestrado. La niña,
después de tantas horas de análisis y exámenes a los que fue sometida bajo la
atenta mirada de los Phaxsi y Abdals, recién empezaba a sentirse verdaderamente
cómoda. Y cuando su nana, Nuna, la abrazó maternalmente, escuché un suspiro
repleto de alivio brotando de su pecho.
Aniel tiene razón: esta niña
siente como cualquier humano. No se merece el trato tan frío que suele recibir
de los que supuestamente son más cercanos a su naturaleza. Porque aunque se
nieguen a verlo, ella tiene algo de ángel y de demonio.
Me retiré silenciosamente,
cuando la casa ya se hallaba sumida en una bonita comodidad. Vi a Aniel sentado
junto a su cama mientras Nanael reposaba junto a la ventana, más taciturno de
lo normal.
— Lo vi…vi todo — la escuché decir en un sollozo
muy bajo, creyendo que nadie más la oía. Se cubrió el rostro con las cobijas;
Aniel la detuvo por una mano, delicadamente.
Nanael más allá, solo desvió la mirada con
reprobación.
— Para el abuelo, para Nunita, para Loi… — seguía
reprochándose en voz sumamente baja—. Para todos ellos… ¿qué se supone que soy?
— Lo que has sido hasta ahora, bonita — escuché
de él—. Su nieta, su hija, su mejor amiga…
— Pero para el mundo, para todos los demás… ¡para
todos esos ángeles…! ¡Para Nanael…! ¡Y para ti! Yo soy… ¡yo soy…!
— Lo que seas para el mundo no tiene por qué
preocuparte, Albania — le respondió en un susurro. Noté que afuera Nanael
entrecerró la mirada, indiferente—. Y para mí…ya lo sabes; así que deja de
atormentarte. Para mí…eres pura y sencillamente un milagro.
Sonreí mientras caminaba por Izhi, recordando
aquellas palabras.
Un ángel…el ángel más puro de
todos los ángeles. El ángel en cierto modo más perfecto, acababa de decirle
“milagro” a “algo” que cualquier otro, inferior a él, consideraba una
aberración.
La vida es tan irónica, por
todos los cielos. Tan irónica…
A veces los más grandes no
comprenden su grandeza, y es justamente por eso…
…que su grandeza es
inalcanzable.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
Las pesadillas empezaron a hacerse más frecuentes;
los temblores por las noches también: sentía que me observaban, que murmuraban
a mí oído. El bosque seguía pareciéndome hermoso, pero ahora hasta sentía que
los árboles bailaban entre la niebla Por un largo intervalo de tiempo me costó
muchísimo superarlo, tanto que me apenaba de sobremanera ver a los ojos de
cualquier persona. Y más si se trataba de Nanael o Aniel.
Sobre
todo Aniel…
Fue difícil, no voy a
negarlo. Fue muy difícil olvidar aquel pasaje de mi memoria. Recordaba a esa
cosa llamada vaisiux poniéndome
aquella horrible máscara, y después las terribles imágenes que me recorrían
mientras su voz no dejaba de repetir que “así había nacido yo”.
¿Qué
cosa era exactamente yo?
»— ¡ABSURDA
CREACIÓN SIN PIES NI CABEZA! ¡ES UNA ABERRACIÓN!
Cada día el sueño era el
mismo: las voces que gritaban diciéndome “aberración”, la presencia de esa cosa
que vivía en mi interior, y después
los ojos rojos ahora transformándose en violeta sin dejar de observarme. Mis
manos desmembrando al ser llamado vaisiux,
y después mis propias carcajadas llenándome de temor.
Ángel…demonio…humano…
¿Qué soy?
Tuve la “charla”, por decirlo
de algún modo. Narré todo lo que había visto y Aniel trató de explicarme con la
máxima delicadeza del mundo lo que sucedía conmigo. ¿Por qué yo no era como
Loi? ¿Por qué no era como Corín? Empecé a entender por qué los jarrones se
reconstruían cuando les pedía que lo hicieran; y por qué a veces escuchaba las
voces de lo que la gente común solo llamaba agua o viento, y no Drol Yaccu o
Drol Asirb, como yo los llamaba.
Era diferente, no era como
ellos…
…yo no era humana.
Y era
tan espantosa…
Nunca se lo dije a nadie, ni
a Gremory a la que le contaba de todo, ni mucho menos a Aniel: yo había visto
la figura de esa cosa que me hablaba por dentro y que, según esos seres
llamados Abdals, se refugiaba en mi interior. Ella era enorme, más grande que
cualquier construcción que hubiera visto en ninguna ciudad, y tenía miles de
cabezas y brazos y piernas, así como eso llamado vaisiux.
Pensar en él al inicio me
provocaba arcadas y enormes deseos de llorar, pero más adelante, cuando fui
superándolo…se convirtió en algo peor.
Porque comprendí el porqué
del inmenso odio que me profesaba.
»— ¡Vas a pagar cada una de las
laceraciones a mi cuerpo, aberración!
Imaginé
su dolor, su sufrimiento al momento de eso llamado “pruebas de fusión”. Me
pregunto cuántos como él sufrieron igual y solo por crear esa…esa…
Esa cosa
que guardaba en mi interior.
Si hay
algo que he aprendido del abuelo, ha sido el hecho de fingir perfectamente que
uno se encuentra bien cuando en realidad está completamente devastado por
dentro. Él lo hacía para evitar preocupar a los demás, pero yo tuve que hacerlo
porque ya no aguantaba las charlas interminables con Nanael que trataba de
explicarme “objetivamente” que yo era algo así como un “contenedor”, y que
debía mantenerlo informado de cualquier eventualidad que sintiera en mi
interior.
En un
momento comprendí que no podía. No podía contarle todo lo que sentía a Nanael
porque su mirada me decía “te escucho pero no te entiendo”; y no podía
decírselo a Aniel porque él…él…
Dios, me da tanta pena admitirlo.
Aniel era demasiado hermoso,
siempre lo he creído; y después de ver la cosa horrorosa que había dentro de
mí, sentí que no merecía ni mirarlo a los ojos.
Fueron meses interminables
tratando de alejarme de él, de sus bellos ojos, de su cabello desordenado y de
su boca con sabor a bombones de fresa. Fueron meses en los que decidí que
seguir pensando en él era absurdo, por mucho que me hubiese encantado el primer
y único beso real que recibí de sus labios.
A veces me sentía mal por
anhelar, por desear, que volviese a
besarme como aquella vez antes de que todo sucediera.
Y entonces los meses
interminables trajeron a la primavera con ellos. Mi cumpleaños nuevamente se
acercaba, los feos sueños eran constantes pero lo bueno de las cosas que se
repiten es que se hacen costumbre; y eso pasó conmigo: me acostumbré a los ojos
rojos y violetas, me acostumbré a la voz que gritaba y se reía a carcajadas en
mi interior.
Me
acostumbré a convivir con lo que realmente era.
Entonces sucedió una tarde,
exactamente en la hacienda de los Gerdau. El abuelo nos llevó a Corín y a mí a
conocer los animales que tenían en el campo, y mientras paseábamos observando
las conejeras lo vi, fascinada.
— ¡Oh, señorita! Lamento el grotesco espectáculo
— me dijo uno de los encargados, apenado. Trató de empujarlo con uno de sus
pies hacia lo más profundo de la camita de paja, pero le pedí que no lo
hiciera.
El abuelo me observó, curioso:
— ¿Qué sucede, hija?
— ¡¿Pero qué cosa es eso?! — oí de Corín, completamente
asqueada. El hombre que los cuidaba soltó una risa nerviosa—. ¿Le falta una pata?
— Así es, señorita. Fue el último de la camada,
nació casi muerto y encima sin una pata: desafió todas las leyes de la
naturaleza — el corazón me latió con
fuerza: miles de recuerdos volvieron a mí—, y aun así decidió vivir.
Decidió
vivir…
— ¿Qué harán con él? — pregunté con la sangre
bombeándome las sienes.
— ¡Evidentemente matarlo! — exclamó Corín como si
fuera lo más evidente—. Esa cosa es horrible… No existen los conejos con tres
patas, es antinatural. ¡Una completa aberración!
Aberración…
Vi al pequeño conejo
esponjoso, de pelaje blanco como las nubes, como
las plumas de Aniel, y hermoso rostro. Las orejas y los bigotes eran
preciosos, y ni qué decir de los ojos oscuros.
Ese conejo… ese conejo era
igual de hermoso que los otros. Le faltaba una pata sí, y habían personas
tontas como Corín que encontraban fealdad en un detalle mínimo como ése, pero
él era hermoso. A su modo…era hermoso.
Como tal
vez yo era.
— ¿Puedo conservarlo? — pregunté frente a la
mirada escandalizada y burlona de Corín.
El empleado me miró desconcertado; el abuelo
elevó una ceja, gentilmente sorprendido.
— ¿Por qué lo quieres, hija?
— Porque algo que desafía las leyes de la
naturaleza no es una aberración — comenté profundamente trastocada. Observé de
lejos a Aniel que siempre me acompañaba a todos lados, y ahora estaba fuera del
criadero, paseando distraídamente bajo la luz del sol—. No es una aberración, es…es un milagro.
— Si lo quiere… será suyo, señorita.
Y ni bien tuve el pequeño
cuerpo entre mis brazos, fue como sentirme a mí misma en los brazos de Aniel,
después de saber toda la verdad acerca de mi existencia.
Aquel conejo era hermoso,
hermoso a su manera; y si bien Corín lo encontraba desagradable, yo había
conseguido verlo más bello que ninguno. Su belleza era aún más perfecta, porque
no iba dirigida a todo el mundo…era para mí, porque yo la descubrí. Porque yo
conseguí encontrar su hermosura.
¿Por qué
tendría que alejarme de Aniel? ¿Por qué?
A lo mejor, como me sucedió
con mi pequeño y esponjoso compañero, él también me encontraría hermosa.
Hermosa a mi manera. Hermosa
a mi modo.
Hermosa no para todo el
mundo…sino solo para sus ojos.
Pasaron los meses, aquel conejo
que solo yo encontraba hermoso se convirtió en la mascota más preciada de toda
la ciudad. Y ahí comprendí algo que había pasado por alto hasta ese momento,
porque al parecer la gente me encontraba hermosa. Tan hermosa que fue sencillo
compartir parte de la belleza que, decían, poseía, con aquel conejito de tres patas que pasó a
ser incluso más hermoso que cualquier otra mascota en todo Lirau.
Dicen que soy hermosa, muy
hermosa…
Nuna también lo dice, los
amigos del abuelo lo repiten, la tía Morgana se ríe cada vez que me encuentra
curioso saberlo y Alexia repite que mi modestia parece un arma de doble filo.
El insistente Tomas, algunos amigos suyos y hasta Darío Traugott constantemente
me lo dicen.
“Para
tener catorce años, sobrepasa a cualquier mujer que haya visto antes”, solía
repetir.“Es como un ángel caído del cielo,
señorita Formerio”.
Como un ángel caído del
cielo…
Me observé en el espejo:
dicen que soy hermosa. Muy hermosa.
A los catorce me decían
eso.Ahora que tengo quince, ya lo comprobé según la prueba infalible de la tía
Morgana:
Acabo de recibir seis pedidas
de mano.
¨°*°*°*°
A lo mejor yo sola me emociono pero….SIENTO LA PRESENCIA DE ALEXIA MÁS CERCA QUE NUNCAAAA!! Y aunque suene rarazoooo, Morgana es uno de mis personajes favoritos y Alexia ya, sobrepasa mi simpatía <3
Puntos sueltos que debo poner sí porque sí:
- ¡AMO EL ZAHIR! Si quieren imaginar de manera más cercana el asunto, podrían hacer una mezcla de Carnaval de Venecia, Carnaval Cajamarquino, los bacanales antiguos y con la perfecta y magistral Le Banquet de Yann Tiersen.
- Albania ya tiene quince años. Ahh, me encanta cómo estamos viendo por intervalos de tiempo sus años más importantes.
- Seir es….demasiado genial *-* (Tareeekk)
- No crean que Nanael es mi personaje menos estimado o algo así, y por eso es así de severo con Albania; es simplemente que su manera de ver las cosas es así. Samin es completamente diferente, más abierto, más comprensivo, y creo que justamente por su “rigidez” es que él termina siendo mucho más accesible como calehim.
- Aniel no es perfecto…no lo es. Y creo que él mismo va a darse cuenta de eso a partir de ahora. Así como Nanael peca, por decirlo de algún modo, por su prejuicios; a lo mejor Aniel va a irse por el lado de la desobediencia, contacto físico… :
- Y creo que Albania…justamente busca eso: “conocer sus imperfecciones”, porque eso significaría “conocer su lado más humano”.
Espero que hayan disfrutado del capi. Nos vemos en el siguiente ;)
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Comentarios
Publicar un comentario