ACTO VI - Acto de contrición
¡Buenas!
Si
por azares del destino ERES NUEVO, no te recomiendo que empieces con Acto de contrición. La historia está
estructurada con Noches de insomnio como
inicio, así que empiecen por esa y después continúen con ésta. Si no saben
dónde encontrarlo, pásense por la pestañita que dice Mis historias.
ACTO
VI
ALBANIA
Ya
casi, ya casi, ya casi, ¡ya casi!
Solo
me falta completar este ejercicio y…
—
¡Ay, por fin acabé! — exclamé dejando la
pluma sobre el tintero. Aniel elevó la mirada y me regaló su bonita sonrisa
desde el balcón.
Quería hablar con él desde que me desperté
porque hoy iba a tener algo así como una reunión con Nanael y un comité algo
importante y no los vería hasta mañana; pero Nuna apareció y ordenó que me
aseara inmediatamente, bajara a tomar el desayuno y después me pusiera a
terminar todos mis deberes ¡EN-EL-AC-TO!
Solo me había dado un momento para tomar
el almuerzo y después de que me despedí del abuelo (que salió a encontrarse con
unos inversionistas en el centro de la ciudad), nuevamente había tenido que
sentarme a acabar lo que me faltaba.
¡Era sábado! ¡¿Cómo había podido hacerme
esto?! Eso sin mencionar que tampoco me había dejado abrir el paquete que
Alexia me había enviado y que llegó a la casa hoy por la mañana.
¡Y ella sabe cuánto me gustan los
obsequios!
—
¿Todo, niña? — me preguntó Nunita desde el
sofá de la esquina con voz muy sabionda. Estaba bordando unos pañuelos que
prometió obsequiarme ni bien culminara, y la verdad era que estaban quedándole
muy bonitos…
…pero aún así estaba molesta con ella.
—
¡Absolutamente todo! —repuse muy, muy
segura. La enorme caja con el moño dorado miel me observaba coquetamente desde
la cama—. Álgebra, Aritmética, Lenguaje...
—
¿Y el resumen de la importancia de las reglas
de etiqueta en la mesa…?
—
¡Ayyy, Nuna! ¡También lo acabé! — repuse
malhumorada; escuché a Aniel reírse bajito pero intenté no distraerme a pesar
de que su risa sonara tan perfecta.
Tomé las hojas de mi escritorio y corrí
hacia ella:
—
Mira, ¡aquí está! Inclusive usé las bonitas hojas color rosa
que Joan compró para mí, y eso que me parece un tema muy aburrido como para
desperdiciarlas en él.
¡Eso de sentarse muy derechita, no reír
estruendosamente, no elevar la voz, esperar que algún caballero se pusiera de
pie antes de hacerlo una misma y blah-blah-blah me parecía tan tonto! Nanael
pensaba lo mismo, así que por lo menos ya teníamos algo en común.
Nuna se puso los lentes chiquiticos que
tenía en la mesita de al lado y empezó a leer mi resumen. Aniel me sonrió pero
no me dijo nada.
Extrañaba mucho ser más pequeña porque ahí
no me importaba hablarle en frente de más personas. Pero ahora, después de
algunos años, él y el mismo Nanael habían decidido no hablarme mientras hubiera
gente alrededor para evitar que yo les respondiera y después tuviera que
explicar a quién le hablaba.
Cuando una tiene ocho años los amigos
imaginarios son cosa rutinaria, pero a los doce como que…
Nunita seguía leyendo mi ensayo sobre las
reglas de etiqueta. Lo he escrito con la letra más bonita del mundo entero y lo
he revisado millones de veces así que no hay forma de que encuentre un err…
—
¿Mmm? — La escuché algo contrariada—. ¿Me
parece o ésta es una mancha de tinta?
—
¡¿Qué?! — ¡Ay, no! ¡¿Reescribir una hoja
completa por una horrible manch…?!—. ¡Nuna, aquí no hay nada! — repliqué cuando
vi mis deberes en perfecto estado.
Ella soltó una carcajada y después negó
con la cabeza, bastante divertida por lo visto.
—
Casi se le va el alma del cuerpo, ¡hubiera
visto su carita!
—
¡No es gracioso, Nuna! — protesté
enfurruñada—. ¡Me has tenido encerrada toda la mañana sin poder hacer nada más
que la tarea que nos dejó la señorita Bona!
Había un sol tan bonito afuera ¡y yo me
había quedado todo el santo día metida en mi habitación!
Eso sin contar que no había podido hablarle en casi todo el día.
Él y Nanael no se habían movido de mi
habitación, pero habían permanecido en completo silencio. Y la verdad por
Nanael no hay problema (no es como que hable un montóóón así que…) pero me
encanta escuchar la voz de Aniel.
—
Ni me salga con quejas, niña Albania—me
despertó Nunita de mi ensoñación—, que usted y yo sabemos muy bien que ha
estado dejando los deberes para última hora.
—
Hmpm…
—
¿Hmpm?
—
Ay, ya, tal vez un par de veces —acepté de
mala gana.
—
¿Un par de veces? — repitió Nunita con una
ceja en alto.
Fruncí el ceño y me crucé de brazos.
—
Ya, varias veces. ¡Sí, lo acepto!
De acuerdo, sí, no voy a negar que una
hora o inclusive minutos antes de que llegara la señorita Bona a dictar las
clases me sentaba a terminar de hacer los deberes. Una vez no me dio tiempo
para acabarlos, que tuve que pedirle a Loi que me pasara los resultados de los
ejercicios. Resultaban sumamente sencillos pero no tenía tiempo para ponerme a
pensar con la señorita Bona ya ingresando a la sala.
Hace dos años que llevo las clases con
Loi: ni sus papás ni el abuelo pusieron peros de por medio cuando se los pedí
de buena manera. Así ya no tenía que verle la cara solo a la odiosa de Corín
todos los días de lunes a viernes, y además Loi me caía tan bien que se había
convertido en mi mejor amiga.
—
Pero nunca he fallado — agregué en mi
defensa. Nuna lo sabía bien así que no podía decirme nada—. El asunto es
entregarlos, ¿verdad?
—
No, el asunto es cumplir con
responsabilidad y anticipación los deberes — me reprendió; no pude evitar
fruncir el ceño.
Nunita se había puesto muy fastidiosa
desde que había cumplido doce. Repetía y repetía que una señorita hace esto y
no esto, y que si no aprendía a comportarme iba a ser una deshonra para el
abuelo. Inclusive se molestaba muchísimo cuando iba al arroyo y me sumergía con
todo y vestido en él. Decía que no era apropiado que una dama anduviera por
todo el lugar con la ropa y el cabello mojado.
Ni siquiera eran tan estrictos con Joan
que cuando venía de visita andaba por la casa molestando al pobrecillo de
Maltés que ya estaba muy, muy viejito. ¡Acababa de entrar a la universidad pero
se seguía comportando como un niño!
—
Y bueno, ya, cámbieme esa cara— me pidió
pero no pude dejar de fruncir el ceño—. ¿Qué acaso ya no quiere abrir de una
vez su obsequio?
¡¿Eh?!
—
¿En serio ya puedo? — pregunté emocionada,
Nunita asintió.
¡Sííí!
—
Pero tiene que aprender que… Niña Albania,
¿me está escuchando?— Corrí hasta mi cama y tomé el bonito paquete envuelto en
papel de regalo y con el moño dorado miel: ya todos sabían que era mi color
favorito—. De acuerdo, no me está escuchando.
—
¡Nunita, ¿qué crees que sea?!
A ver, vamos a abrirlo con cuidado…
—
Desde que cumplió los doce años se ha
puesto bastante remilgosa. No presta atención, anda por las nubes y encima…
¡Ay, mejor rompo el envoltorio de una vez
por todas! Total, para eso sirve el papel de regalo, ¿no?
—
…nunca debe olvidar que está por
convertirse en una señorita. — ¡No-puede-ser!
¡Alexia en serio lo hizo!—. En unas semanas cumplirá trece y…
—
¡AY, NUNA! ¡PERO SI ES OTRO VIOLÍN! —
grité encantadísima al ver el precioso tono rojo vino.
Probablemente Alexia se había encontrado
con la tía Morgana y ella le había contado parte de los planes que habíamos
hecho juntas antes de que saliera de viaje hace cuatro meses atrás.
La
noche antes de que partiera nos habíamos sentado a conversar en el balcón de su
habitación, y después de escucharme tocar el violín me dijo que por qué no
empezaba mi propia colección. La escuché atentamente porque la tía Morgana
solía tener muy buenas ideas, y cuando me imaginé usando un violín que
combinara con el vestido que llevara puesto cada día no pude evitar emocionarme
muchísimo.
Algunos
amigos del abuelo y del tío David venían a cenar con frecuencia, y últimamente
solicitaban que les tocara alguna melodía en el violín: ¡qué mejor momento para
lucirlos!
»—
¿Recuerdas a la niña de los Liwen? — me había dicho, ¡y claro que la recordaba!
Tuvimos que asistir a una cena en su casa por su cumpleaños número doce hace
unos meses, y no tuvo mejor idea que presentarse ante todos los invitados
tocando el piano y cantando con esa “magnífica” voz de soprano que su
institutriz había descubierto en ella—. La verdad no me pareció gran cosa. Su
presentación fue nada a comparación de tu violín, princesa.
»—
¿En serio lo crees, tía? — No conozco muy a fondo a la hija de los Liwen,
Anastasia, pero tampoco me había parecido que cantara tan mal.
»—
Princesa, esa niña cantó para niños de su edad. En cambio tú… — Sacó el largo
cigarrillo que el abuelo tanto reprobaba y me sonrió—: Los colegas de Alcides y
David muchas veces quedan fascinados con tu música.
»—
Eso es evidente, tía.
La
tía Morgana elevó una ceja y soltó una carcajada:
»—
Por lo visto alguien ya está aprendiendo.
En
realidad el asunto en sí era que yo estaba muy segura de lo buena que era con
el violín porque me había esforzado muchísimo. El señor Zuá me enseñó lo básico
durante los seis meses que se quedó en nuestra casa, hace cuatro años más o
menos, y después el abuelo se encargó de contratar a una maestra de violín.
No
me fue bien con la primera, ni con la que vino y mucho menos con la siguiente:
insistían en que aprendiera la parte aburrida en vez de iniciar de una vez por
todas con la parte interesante. Aprenderme de memoria las notas en el
pentagrama me parecía una enorme pérdida de tiempo.
El
abuelo se convirtió en mi maestro favorito: me dejaba escucharlo y me enseñó de
una manera muchísimo más divertida la lectura del pentagrama musical. Era un
increíble tutor, pero cuando estaba de viaje llamaba al señor Holmes que solía
pasarse por aquí dos veces por semana.
Él
era más pianista que violinista, pero su método de “aprender de oído” me gustó
más que el de cualquier otra maestra. Eso sí, era muy estricto cuando me
equivocaba en las armonías pero para ahora ya casi ni escuchaba sus regaños:
había mejorado muchísimo durante los últimos dos años. Casi hasta podía tocar
de memoria una canción completa de cinco minutos y sin necesidad de leer
ninguna partitura.
Paganini era complicado, pero estoy más que segura que para fin de año ya podré
interpretarlo sin ninguna dificultad en las reuniones del abuelo.
Tenía
muchísimos motivos para aprender a tocar el violín: era un instrumento que me
encantó ni bien lo escuché por primera vez, el abuelo amaba tocarlo. Y además
de todo eso…
…a él le gustaba escucharlo.
Tengo
aquel recuerdo fijamente grabado en la memoria: estaba algo triste porque le
había hablado groseramente al abuelo y a mi hermano en el horrible cumpleaños
número ocho de Corín; al día siguiente el señor Zúa, Joan y el mismo abuelo
ingresaron a mi habitación tocando una melodía hermosa solo para mí, y en ese
momento de casualidad lo comprobé:
Nanael
estaba como en otro mundo, con los ojos brillándole con fuerza; y al lado
estaba él…
Aniel…
Aniel también traía los ojitos violeta encendidos, pero la diferencia era que
él sonreía muy, muy contento. Y cuando me oyó decir que quería aprender a tocar
el violín la sonrisa se le hizo tan hermosa que todo mi ser gritó, decidido a
aprender a hacer música costara lo que me costara.
»—
Está mejorando muchísimo — dijo una vez Nanael mientras practicaba con el señor
Holmes en el saloncito de abajo. Él siempre suele hablar así, como si yo no
estuviera presente o no quisiera hablarme.
»—
¿Escuchaste eso, Albania? — añadió Aniel conteniendo una risa. Sentí nuevamente
ese algo flotando dentro de mí cuando lo oí tan divertido—. El gruñón de Nanael
por fin ha aceptado lo evidente.
El
señor Holmes se sentó frente al piano para acompañarme, pero en ese momento
dijo que debía afinarlo un poco.
Aproveché
que se enfocó en abrir el piano y pregunté en voz bajita:
»—
¿Lo evidente, Aniel?
»—
Eres muy talentosa — oí y entonces el corazón empezó a latirme con fuerza—. Tus
manos han sido creadas como destinadas a encontrarse con un violín.
Se
dio la vuelta y empezó a discutir con Nanael en plan de broma, como siempre.
Soltó una carcajada cuando Gremory apareció y se lanzó sobre el cuello de
Nanael, y el corazón me palpitó con muchísima fuerza. Siempre me latía así de
fuerte cuando reía, me hablaba o me sonreía, pero parecía que él no se daba
cuenta.
» Tus manos han sido creadas como destinadas a encontrarse con un violín.
Desde
ese día me juré a mí misma aprender a tocar el violín como ningún otro ser
humano lo hubiera hecho. Por el abuelo…
…y por él.
—
¿Otro violín? — me preguntó Nunita.
Preferí ignorar el tono apagado de su voz—. Pero niña, ¿con éste ya no son cinco
los que tiene?
—
¡Síp!— Corrí a abrir el armario nuevo que
habían instalado en la otra esquina de la habitación y los contemplé
emocionadísima.
La tía Morgana me había enviado uno color
verde agua hace dos meses, después de nuestro trato. El abuelo también me
compró uno nuevo cuando le comenté mis planes (era de un azul pálido precioso),
y claro, también tenía el caoba oscuro con el que había iniciado mis ensayos.
—
Mmm, tal vez debería darle de baja al más
antiguo, ¿no cree? Después de todo…
—
¡¿Qué?! ¡¿Cómo me dices eso, Nunita?! —
protesté sin creerlo. El más antiguo era mi primer violín y había sido diseñado
muy parecido al violín del abuelo.
Hubiera usado encantadísima el suyo pero
yo era zurda y tenían que modificar por completo el orden de las cuerdas. Si el
abuelo quería tocarlo más adelante ya no podría, así que preferí que me
hicieran uno nuevo para que así tocáramos los dos.
—
Niña Albania, ¡pero si sigue así va a
tener tantos violines como vestidos!
—
Es que ésa es la idea, Nunita adorada — le
respondí negando con la cabeza, divertida. De reojo comprobé que Aniel me
sonreía como diciendo “no tienes remedio”. A su lado Nanael parecía que dormitaba
porque estaba con los ojos cerrados.
Nunita soltó un suspiro y negó con la
cabeza:
—
Santo Dios, la señora Morgana cada vez me
la vuelve más loca.
Solté una risita y me dispuse a afinar mi
nuevo violín rápidamente. ¡Qué lindo es sentir las cuerdas así de nuevas!
Tomé el arco, le di una veloz pasada de
cera, y después lo coloqué sobre mi hombro derecho. A ver, veamos qué tal
suena.
Observé de reojo: Nanael había abierto los
ojos.
Y
Aniel…
Aniel me miraba sumamente tranquilo, como
siempre. ¿Estaría esperando que iniciara? Él siempre dice que le gusta mucho el
sonido de mi violín pero…
Bueno, hacer una pequeña prueba de vez en
cuando no es nada malo, ¿verdad?
—
¿Mmm? ¿Cómo crees que suene, Nunita? —
pregunté bajando el arco a propósito.
Aniel lanzó un suspiro, como desanimado.
Sentí que el pecho se me infló de la emoción.
¡Sí estaba esperando que iniciara!
—
Pues si no lo prueba no lo sabremos — me
respondió ella con la mirada nuevamente pegada sobre su bordado.
A ver, ¡veamos si sigue prestándole tanta
atención a sus pañuelos!
Elevé el arco y toqué las tres primeras
notas de esta melodía: había estado ensayándola en secreto cuando Nunita salía
de compras con Bejle y Sorel.
Me detuve de golpe, esperando su reacción.
Fingí ver el arco como si le buscara algún defecto.
—
¿Eh? ¿Niña? — Nunita elevó la mirada. Le
sonreí llena de satisfacción—. ¿Esa canción…?
—
¿Qué pasa, Nunita? — pregunté haciéndome a
la que no sabía nada, ¡pero claro que lo sabía!
Era una canción sumamente
corta pero siempre que Nuna la escuchaba la punta del zapatito derecho se le
movía como queriendo bailar. Solíamos escucharla siempre que la acompañaba al
centro de la ciudad semanas antes del Zahir.
—
¿No es uno de los himnos que anuncian el
inicio del Zahir? — me preguntó sorprendida.
—
Mmm, no sé, Nunita — dije como quien no
quiere la cosa, y después rompí a reír
al verla fruncir el ceño, tal vez tratando de recordar la melodía.
Decidí no torturarla más e inicié la
melodía.
Arriba, abajo, arriba, abajo, puente, más
velocidad, más velocidad, ¡más fuerza!
—
¡Por Dios! ¡Claro que es ésa! — la oí
exclamar. Elevé la mirada y la vi poniéndose de pie emocionada. El bordado cayó
sobre la alfombra, víctima de la indiferencia: mi violín le había ganado a
todas esas tontas agujas e hilos—. ¡Pero si suena tan difícil, niña!
—
Nada es difícil para mí, Nunita adorada —
le respondí aumentando la velocidad, tal y como la había escuchado de manos de
los músicos del pueblo. Nunita se cubrió la boca con las manos, sorprendida, y
después aplaudió contentísima.
Ay, si siempre se pone así cada vez que le
toco una canción del Zahir, ¡voy a tener que aprenderme todas!
—
¡Dios santísimo, niña! ¡Su abuelo tiene
razón! —me dijo cuando bajé el arco y me llenó de besitos por toda la cara—.
Usted tiene un ángel en las manos.
—
¡Nunita, me haces cosquillas! — protesté.
La oí reír y después me besó en la cabeza.
—
Bueno, ya que terminó sus deberes iré a
verificar lo de la lista de cosas que hacen falta para la despensa junto a
Bejle, ¿de acuerdo?
—
¡Claro que sí, Nunita! — ¡Ay, por fin
podría hablar con Aniel!—. Yo me quedo aquí, tranquilita, y practicando hasta
que llegue Loi.
—
¿Loi? — me preguntó confundida.
—
Marion —repuse rodando los ojos.
—
Ah, sí, sí, usted la llama así, es cierto
— aceptó y después de besarme las mejillas pasó rumbo a la puerta,
prometiéndome algo de chocolate caliente para más tarde. Estaba haciendo algo
de frío por las noches así que era normal que lo bebiéramos últimamente.
Pero antes de que tomara la manija volteó
hacia la izquierda y se quedó mirando un punto en particular.
¿Mmm? ¿Y ahora qué pas…?
Los ojos se me abrieron bruscamente: ¡ay
no! ¡No había cerrado el último cajón de mi cómoda!
¡Mi pañuelo de seda!
—
¿Qué es est…?
—
¡Ay, disculpa, Nunita! ¡Sé cuánto detestas
que los muebles queden abiertos! — exclamé casi lanzándome sobre el cajón. Me
golpeé la cadera con la esquina de la cómoda pero aguanté el hincón doloroso.
—
Mmm, niña, ¿qué es esa cosa brillante? —
me preguntó tratando de ver por encima de mí.
Empujé
el cajón con el pie hasta que se cerrara por completo.
—
¿Eh? ¿Brillante? Oh, es un…un pañuelo
que…la tía Morgana me…envió… ¡con el violín de la vez pasada! ¡Sí!
—
¿Un pañuelo? ¿Y por qué es la primera vez
que lo veo? — me preguntó recelosa.
—
Es que no me gustó mucho así que lo guardé
entre las cosas que no suelo usar. ¡Mira! Recién lo vuelvo a ver después de
taaantos meses. — Y lo saqué del cajón para evitar seguir delatándome.
Nunita me observó fijamente; tragué
despacio.
En realidad ese pañuelo sí que me gustaba
muchísimo y por eso me lo había comprado yo misma hace tres días cuando salí
con Gremory a ese distrito tan bonito llamado Lavehda. Estaba por el otro
extremo de la ciudad y los comerciantes tenían cosas tan bonitas.
Pero justamente por este motivo no podía
comprarme nada: Nuna podía notar que había salido de casa a hurtadillas (o
bueno, transportándome en realidad) y se enfadaría muchísimo.
—
¿Niña?
—
Mejor practico de una vez antes de que Loi
llegue— lancé tratando de ya no sonar tan desesperada. Dejé el pañuelo a un
lado, como si no me importara nada, y me senté en el borde la cama.
Fingí escuchar el sonido de cada cuerda.
Nunita entrecerró la mirada, tomó mi precioso pañuelo y después me observó.
—
¿No le gustó? Pero si es de color rosa
pálido — dejó de observarme y se enfocó en el pañuelo con más detenimiento—, y
tiene pedrería muy bien labrada. Niña Albania, este pañuelo casi grita que es
suyo.
—
Ehh…n-no… ni tanto — respondí fingiendo
desinterés. Aniel y Nanael a un lado me observaron de reojo. ¡Ay, no!—. Es demasiado…es más como para
alguien más grande, ¿no te parece, Nunita? No sé, a… ¡a lo mejor cuando tenga
catorce me guste más! — exclamé acercándome y tomando el pañuelo antes de que
sugiriera botarlo si no me gustaba—. Además, es un obsequio de la tía Morgana y
por eso lo conservo.
—
Ah, bueno, por ese lado…
—
¡Sí, es por eso! — respondí ansiosa.
Nunita asintió y retornó a la puerta. Mi
pañuelo y yo suspiramos aliviados.
—
Niña, no será que se está escapando a escondidas
de la casa, ¿verdad? — El corazón me palpitó con fuerza. Traté que los ojos no
se me vieran tan sorprendidos—. Recuerde que va a cumplir trece años en algunas
semanas y por ello su comportamiento debe ser impecable.— Torcí el gesto: otra
vez con la misma cantaleta—. Ninguna señorita respetable sale de casa sola. A
la gente le gusta mucho hablar, niña Albania, no olvide eso.
—
Pero a mí no me importa lo que diga la
gente — resoplé cansada—. Pueden decir lo que quieran, no me importa.
—
Puede que ahora no, pero cuando esté más
grande y quiera contraer matrimonio…
—
¡Ay, Nuna! ¡No me hables de esas cosas! —
exclamé cubriéndome los oídos.
¡Qué horrible! ¡Casarme con un chico! ¡No
quiero ni pensarlo!
No pude evitar observar de soslayo: Aniel
ni siquiera se inmutó cuando Nuna mencionó lo de casarme.
Sentí que algo feo se desinfló aquí
adentro.
—
Niña Albania, no diga esas cosas. Casarse
es una parte indispensable en la vida de toda mujer, además es motivo de
felicidad: ¿no recuerda el año que la señora Ruth estuvo de visita? Se le veía
tan contenta con su primer niño.
—
Pues yo veo más contenta a Alexia viajando
de aquí para allá — señalé malhumorada.
La tía Morgana me había comentado que la
tía Ruth se había casado a los quince años; era más joven que Alexia por dos
años pero parecía mayor que ella cuando la vi.
Y su esposo no parecía muy amable que
digamos.
—
Ay niña, repite todas esas cosas porque
aún está muy chiquita. Pero cuando comprenda mejor las cosas se dará cuenta de
que quiero lo mejor para usted
—
Nunita, estoy chiquita para algunas cosas
pero para otras sí ya estoy muy grande, ¿no? — protesté malgeniada—. No lo
entiendo, de verdad.
La escuché soltar una carcajada y después
me hizo un cariño en la mejilla.
—
Bueno, le avisaré cuando la señorita
Marion llegue, ¿de acuerdo?
—
Sí, gracias, Nunita.
La puerta se cerró.
Solté un suspiro y me dejé caer sobre la
cama, con el violín al costado. Los doseles se mecían suavemente por el viento
que ingresaba por el balcón.
—
Parece que esta vez Nuna sí hablaba en
serio cuando dijo que terminarías todos tus deberes hoy —escuché a Aniel de
buen humor.
Giré de lado y lo vi sentado junto a los
ventanales del balcón. Su cabello flotaba como las cortinas, color marrón, como
los bombones rellenos de fresa que tanto me gustan.
Casarme…
Qué horror.
—
Aniel — lo llamé en voz bajita. “Te escucho”, me dijo con una mirada
serena. El sol más pacífico que nunca.
Tragué despacio; sentí un
agujero enorme en el estómago.
—
¿Tendré que casarme algún día, Aniel?
Escucho el agua de la fuente del jardín
recorriendo cada parte de ella; algo de la luz del sol de la tarde se cuela por
las ventanas, una a cada lado del balcón.
Y Aniel…
Mi
Aniel solo sonríe.
—
Si encuentras a la persona indicada
supongo que sí, Albania —me respondió en tono amable; el agujero se hizo aún
más enorme—. Nuna tiene razón. Aún eres pequeña y por eso hay temas que no
comprendes. — Y me sonrió…
Me
sonrió.
¿Por qué sonríes así…?
¿…como si no te importara?
Negué fuertemente con la
cabeza y después suspiré bajito.
¿Los
ángeles se casan? quise preguntar, pero las mejillas se me
encendieron violentamente.
Hundí mi rostro en el
almohadón más cercano. Casarme…casarme… ¿Por qué se casan las personas? Por
amor, dice Nunita; por “negocios”, la tía Morgana.
Amor…negocios…
Ah, ¡qué tema tan
ridículo!
—
Voy a ser directo, Albania. — Me sobresalté
ante la voz de Nanael. Por un momento pensé que había escuchado mis
pensamientos—. Si la humana, Nuna, vuelve a notar algo sospechoso nunca más
saldrás con esa demonio.
—
¿Eh? ¡Pero Nanael…! — protesté
reincorporándome exaltada.
—
Ni una palabra más. Si hay algún atisbo de
sospecha nuevamente, yo mismo sellaré toda esta habitación para evitar
cualquier salmo de transporte, ¿me has entendido? — Los ojos verdes me
observaron seriamente. Por un momento sentí como si me fulminaran.
¡¿Por qué siempre es tan estricto?!
—
¡Pero casi nunca salgo de casa! — exclamé
sin creer cuán malo podía llegar a ser—. ¡Y siempre que lo hago me porto bien!
¡Y estoy mejorando muchísimo con las lecciones que me das sobre salmos y todas
esas cosas! ¡No es justo!
—
Bueno, así son las reglas — me respondió
sin inmutarse; apreté los puños, disgustada—. No es mi culpa que las
convenciones sociales humanas dictaminen que a tu edad no puedas salir sola.
—
¡Pero…!
—
¡Pero nada! Ya tenemos suficiente con que
la chiquilla humana sepa que por aquí las cosas no son tan “normales”, así que
ni se te ocurra darle motivos a Nuna para sospechar.
—
¡No le digas chiquilla humana! ¡Se llama
Loi!
—
Entiende, que sea la última vez — me
advirtió. Me mordí los labios con fuerza porque estaba a punto de gritar con
más fuerza y Nunita abajo podría pensar que algo iba mal—. Aún sigo pensando
que fue una imprudencia completa que te delataras frente a esa niña.
—
Nanael, no fue su culpa — indicó Aniel y
claro que tenía razón: ¡no fue mi culpa!
Un día del año pasado, mientras jugábamos
en la casa de la abuela de Loi, de casualidad rompimos un jarrón y no sé por
qué se me ocurrió que a lo mejor si movía la mano en círculos, como cuando
movemos la cucharita en la taza para mezclar el azúcar con el té, el jarrón
volvería a ser lo que era antes.
Lo hice en plan de jugueteo pero para
cuando me di cuenta el jarrón había empezado a reconstruirse solito. Loi me
miró tan sorprendida que lo único que atiné a decirle fue que no se lo dijera a
nadie.
Aún recuerdo ese día: cuando Nuna se fue a
dormir Nanael me interrogó como nunca lo había hecho antes (¿qué hiciste? ¿Cómo
pensaste en el salmo de reconstrucción? ¿Qué sentiste?), y yo no tenía ni la
menor idea del tema que se tocaba. Minutos más tarde mi habitación se llenó de
esas visitas que solían venir cuando estaba más pequeña. Los señores con
rostros cubiertos, la mariposa rosa que se transformó en una chica, Gremory y
un hombre que me asustó un tanto por sus cuatro pares de brazos y algo
semejante a una máscara cubriéndole la boca (que parecía no tener).
Escuché que se llamaba Rumilat a pesar de
que Gremory trataba de que no les prestara atención.
»— No va a poder tomarse los recuerdos de
la niña humana —escuché que decía uno—. Es imposible tomar recuerdos que
impliquen a demonios y ya saben que cierta parte de ella…
¿Cierta
parte de quién?
»— No empleen esos términos aquí — oí que
dijo Aniel y supe que estaba muy enfadado por su tono de voz. Él siempre suena
así de intimidante cuando se molesta: hasta ahora solo lo he escuchado así un
par de veces y nunca para dirigirse a mí.
Al final todos decidieron conversar en
otra parte y me quedé sola con Gremory que aprovechó para hacerme una linda
trenza porque se me había quitado el sueño, y comentarme que a lo mejor a
partir de ese día Nanael empezaría a darme clases.
Resoplé algo agotada: ¿más clases? Ya
suficiente con las de la señorita Bona. Gremory mencionó que serían “otro” tipo
de clases.
»— Albania, vas a tener que hablar con Loi
— me susurró Aniel al día siguiente; escuché su voz cuando apenas despertaba.
Ver sus ojitos miel me hizo sonreír: me encantaba que fuera lo primero que veía
por la mañana—. Decirle que no se asuste y que, por favor, guarde tu secreto.
»— Loi ya sabe de ustedes — le respondí
algo adormilada. Siempre le contaba sobre él y su hermoso cabello, y Nanael y
sus horribles gestos de abuelito gruñón.
»— Sí, pero esta vez vas a tener que
pedirle muy seriamente que no se lo diga a nadie.
»— ¿Por qué, Aniel?
»— Sería peligroso… — ¿Eh? Le pregunté si
para mí y él asintió—. Y lo que menos queremos es que estés en peligro.
»— ¿“Queremos”? ¿Tú y Nanael? — Asintió.
Me acurruqué sobre la almohada: los ojitos miel me observaron con
preocupación—. Se lo pediré con amabilidad. Ella es muy buena así que
seguramente va a guardar el secreto, Aniel; no estés triste.
»— No lo estaré si tú estás a salvo — me
dijo con una sonrisa y después desapareció.
Y volvió a suceder: el corazón me latió
como un pajarito nervioso. Batía las alitas con fuerza, boom-boom, boom-boom, buscando despegar, a lo mejor tras él. Hundí
mi rostro en la almohada, queriendo capturar un par de palabras y guardarlas
junto a mi mejilla.
No
lo estaré si “tú” estás salvo…
—
Ya me has oído — dijo Nanael y volví al
presente—. No volverás a salir si Nuna sospecha algo.
Iba
a oponerme por completo pero Aniel apareció frente a mí y me desordenó el
cabello con suavidad.
—
Nanael tiene razón, Albania.
—
Aniel… —murmuré acongojada.
Mi batalla estaba perdida: siempre que él
me pedía que no haga algo no me sentía capaz de darle la contra.
—
Imagina qué pensaría Nuna si se entera de
tus salidas a hurtadillas. No hagas que se moleste en vano. Ya sabes que para
ella es muy delicado todo el tema de tu comportamiento.
—
Pero Aniel…
Los ojos miel me observaron; casi pude
leerlos como si de un libro abierto se tratara: “seamos prudentes”.
Fruncí los labios y asentí completamente
derrotada.
—
Está bien— murmuré decaída.
—
Ya sabes, si la humana vuelve a notar algo
raro será la última vez — repitió Nanael.
Me gustaba salir a pasear con Gremory.
Conocía lugares interesantes y me llevaba con todas las ganas de que yo también
los conociera. Gracias a ella tuve la oportunidad de conocer, desde hace medio
año más menos, Lavehda. Era un distrito enorme y varios establecimientos
vendían cosas que jamás había visto antes; inclusive muchísimas personas
vestían ropajes que no había visto más que en un cuento ilustrado que Alexia me
envió hace años. Las chicas llevaban vestidos de telas como vaporosas y algunas
hasta usaban pantalones; collares en el cuello, brazaletes en las manos e
inclusive en las piernas: las llamaban tobilleras y eran preciosas. Llegué a
comprarme una pero estaba secretamente oculta en la cajita que guardaba en mi
velador con llave. Me encantaría ponérmela pero sería como delatarme frente a Nuna.
Cada vez que las chicas daban un paso
sonaba como campanillas, y se apreciaban muchísimo en las zapatillas delicadas
que portaban.
Alexia me había enviado un par de esas
hace un tiempo (usarlas para el verano era muy cómodo): se asemejaban muchísimo
a las que usaban las bailarinas de ballet y tenían una cinta que se ajustaba
hasta medio tobillo. Recuerdo que cuando me las puse en la fiesta de Anastasia
Liwen, todas las niñas quisieron unas iguales. En el fondo me gustó muchísimo
que dijeran qué bonitas me quedaban.
¡Y hablando de ballet! Debía decirle a Loi
que el abuelo había prometido llevarnos la próxima semana a la función que
recién iba a estrenarse en el Teller. Le gustaban mucho esos eventos pero a su
mamá no tanto así que no acudía a ellos tanto como quería.
Pero bueno, eso lo haría cuando llegara…
¡ahora lo que quería hacer era seguir probando mi nuevo violín!
—
Es muy bonito, ¿verdad, Aniel? — le
pregunté poniéndome de pie rápidamente. Tomé el cuerpo color rojo vino
reluciente: iba a combinar perfectamente con el vestido nuevo que me obsequió
el abuelo la semana pasada.
Él asintió sonriéndome.
—
Nuna tiene razón, no entiendo para qué
quieres más violines— apuntó Nanael.
—
No hablaba contigo — repuse y como elevó
las cejas en modo de “no seas grosera”, no pude evitarlo y le saqué la lengua
porque aún estaba enojada con él—. ¡Ojalá todos dejaran de tomar café en casa!
— añadí dándole la espalda. Vi que abrió los ojos, algo ofendido.
Aniel soltó una carcajada.
—
Ya, ustedes dos. Albania, sé más amable. Y
tú… — De reojo vi que se acercó a Nanael y le sonrió —. ¿Por qué siempre le das
la contra?
—
Eres tú el que siempre está de su parte —
respondió aburrido—. Un violín es más que suficiente, no sé para qué diantres
busca más.
—
¡Porque se ven bonitos! —expliqué irritada.
—
Ah, la simpleza de la vanidad y la
superficialidad de las posesiones.
Iba a decirle que dejara de ser tan
antipático pero de casualidad observé mi reflejo en el espejo de mi cómoda. El
lacito del cabello se me ha arrugado un poco... ¡y tengo una manchita de tinta
en la mejilla!
Sentí que el rostro me ardió un poco; dejé
el violín sobre la cama y corrí rápidamente a arreglarme mientras Aniel le
decía a Nanael que se molestaba por las puras.
Me senté sobre el banquito acolchado y me
froté la mejilla; se despintó rápidamente pero me quedó algo sonrosada por la
fuerza con la que me había quitado la mancha. Todo el lacito se me ha deslizado
casi hasta la mitad del rostro y Nunita no me había dicho nada.
Me solté el cabello y me observé fijamente
en el espejo: vaya, ahora que lo pienso Loi tiene el cabello casi tan largo
como lo lleva Alexia... ¿Me vería bien si lo llevara más largo? Desde que tengo
memoria mi cabello siempre ha llegado a la altura de mis hombros. Nunita se
encargaba de cortármelo cuando empezaba a crecerme más; decía que porque la
abuela Marlene solía llevarlo igual.
Me quedé un buen rato solo observándome:
me gustan mucho mis ojos pero mi cabello ya no tanto. Tal vez sí debería
pedirle a Nunita que cuando volviera a crecer me lo dejara así.
—
Nanael, Aniel— oí de repente.
Volteé
y me encontré a la mariposa color rosa que solía pasarse de vez en cuando por
la casa.
—
Caila, ¿ya es hora? — le preguntó Nanael.
Ella respondió que sí y en ese momento los ojos verdes le brillaron y un
remolino rojo lo rodeó de pies a cabeza.
Segundos después apareció en forma de
lobo. Me puse de pie al instante cuando los ojos de Aniel también brillaron y
un remolino dorado suave lo envolvió.
El ave preciosa apareció aquí, en medio de
mi habitación.
—
Albania, vamos a ausentarnos solo un par
de horas así que por favor no te metas en problemas — me dijo Nanael que hasta
en forma de lobo resultaba sumamente estricto. Le dije que sí y después me
acerqué a Aniel que con sus enormes alas blancas y su pico brillante parecía
reír nuevamente por el gesto de mi rostro.
—
Deja de poner esa carita, niña malgeniada
— me dijo. No pude evitar reírme—. Volveremos en unas horas así que si planeas
algo con Gremory que sea bajo una atenta prudencia, ¿sí?
—
¡Te lo prometo! — respondí muy segura.
La mariposa salió volando por la ventana
con su brillo rosa destellando, y después Nanael salió de un salto de mi
habitación.
¡Sí! ¡No hay nadie!
—
Aniel…— lo llamé antes de que volteara
también en dirección al balcón—. Me he estado portando bien —señalé para que
recordara nuestro trato.
Me
observó con curiosidad y después algo divertido.
—
¿Es necesario? — ¡¿Que si era necesario?! Abrí la boca, indignadísima, pero antes de
que le dijera que yo SÍ estaba cumpliendo mi parte del trato al instante escuché
su risa—. De acuerdo, de acuerdo. No lo he olvidado.
—
¡Eres muy malo! — repuse tratando de sonar
enfadada, pero sentía la sonrisa asomándose por mis labios.
Él sabía, desde hace mucho, cuanto me
gustaba tocarlo en su forma original: sus plumas eran de lo más lindas y muy
suavecitas. Ni siquiera Maltés tenía el pelito tan suave. Se lo dije una vez
por la madrugada cuando los ojos rojos que solían asustarme aparecieron y no me
dejaron descansar.
Y prometió dejarme hacerlo siempre que se
pudiera y mi comportamiento fuera intachable.
Bajó la cabecita, escuché claramente su “Alak lourd” y después sentí cómo la
habitación se rellenaba con una presencia más.
Corrí antes de que Nuna o Nanael
aparecieran y me lancé sobre él. Conseguí apoyar la mejilla y las manos sobre
las plumas de su pecho: eran muy suaves y olían muy bien. Hubiera querido
abrazarlo por el hermoso cuello pero era bastante más grande que yo a pesar de
que se estaba inclinando para que lograra tocarlo.
Y cómo amaba abrazarlo…
…porque era como tener a las estrellas y
al sol en los brazos.
—
¿En verdad soy tan esponjoso como dices? —
me preguntó de buen humor.
—
¡Muy, muy esponjoso! ¡Y también muy suave!
— respondí completamente convencida. Parecía que cualquiera podría dormirse muy
cómoda sobre él. ¡Era como un osito de terciopelo gigante!
Bueno, en este caso un cisne de
terciopelo. O algo parecido a un cisne.
—
Ya debo irme o Nanael podría venir
dispuesto a morderme—añadió meneando la cabecita de forma graciosa.
—
¡Ni que se le ocurra porque me enfadaré muchísimo!
— Elevé la mirada para poder observarlo. Bajó la cabecita hasta que parte del
pico plateado me rozó una mejilla.
El corazón me brincó sin anuncio.
Un
beso…
—
Nos vemos, bonita — dijo y después volvió
a desmaterializarse para salir volando por el balcón. Lo último que sentí fue una fortísima ráfaga
de viento escapándose de mi habitación.
Me quedé observándolo a lo lejos, con las
mejillas algo ardientes y el corazón boom-boom
boom-boom. Parecía una esponjosa nube alejándose por el cielo.
“Bonita”
Volví a sentarme sobre el taburete
acolchado: ¿debería dejarme crecer el cabello? Pero si él me dice bonita eso
significa que así como estoy ya lo soy, ¿verdad?
Pero…
Pero si soy tan bonita como él dice, por
qué nunca lo he visto sorprenderse. La tía Morgana una vez me contó que el
abuelo solía sorprenderse siempre que la abuela Marlene decidía usar los
vestidos sin cuello alto, porque la veía más hermosa que nunca.
¿Cuál
es la diferencia entre bonita y hermosa?
—
¡Ay, ¿y por qué estoy pensando en estas
cosas?! — exclamé disgustada conmigo misma.
¡Nunita tenía razón!
Cuando cumples doce las cosas se ponen extrañas en la cabeza de una.
Tomé el violín y
practiqué un largo rato hasta que tocaron la puerta: Nunita me dijo que acababa
de llegar. Bajé casi corriendo a recibirla.
—
¡Lo…! — grité pero al poco rato bajé la
voz. Ella estaba ahí, con ese vestido que su mamá le había enviado la semana
pasada y que no le gustaba nada (la señora Lorain estaba de viaje en Libiak,
visitando a sus padres) y parecía algo acongojada.
Le dije a Nuna que subiríamos a mi
habitación y ella se quedó charlando muy animada con Matilde, la nana de Loi.
Nunca le ha gustado que reciba a mis
visitas en mi habitación, pero como Loi era mi mejor amiga y ya llevábamos años
de conocernos Nunita ya no ponía peros de por medio.
—
¿Loi, qué pasó? — le pregunté mientras
subíamos por las escaleras; vi que apretó los labios y después negó con la
cabeza.
Cerré la puerta.
—
A mí no me salgas con que “nada” porque no
te creo — le dije sentándome junto a ella sobre mi cama.
—
Hoy…antes de venir para acá… — inició en
voz bajita. La escuché con muchísima atención—. Hoy antes de venir escuché a
papá charlando con mi abuelo.
—
¿Y qué escuchaste? — le pregunté
preocupada.
Se puso a juguetear con
la falda de su vestido y después suspiró:
—
Albania, escuché que mi padre le
preguntaba a mi abuelo si el divorcio sería una buena idea. Que temía por la
reputación de mi mamá, pero que la situación estaba llegando a un nivel
insoportable —añadió tristísima.
Quise mostrarme calmada para no preocuparla más pero
los ojos se me abrieron de par en par.
—
¿Divorcio? Pero…
—
La verdad no sé muy bien por qué hablaban
de todo eso, pero papá sonaba muy angustiado y ya sabes que no me gusta verlo
así.
Alexia
una vez me dijo que un divorcio no tenía por qué tomarse con tanto escándalo,
pero supongo que Loi lo está viendo por el lado de la separación de sus papás.
—
A lo mejor solo es una pequeña pelea, Loi,
no te angusties — le dije aunque en realidad no entendía muy bien todo ese
asunto entre esposos. Supuestamente los padres se quieren hasta el fin del
mundo, ¿no? El abuelo aún quería a la abuela Marlene así ella no estuviera con
nosotros.
Qué
extraño todo esto.
Como
la vi algo desanimada decidí invitarla a lo del ballet, en el teatro Teller. Me
sorprendí muchísimo porque la tristeza se le quitó como por arte de magia.
—
¿En serio?
—
¡Sí, sí! El abuelo ya prometió que nos
llevaría. Lo han invitado a uno de los palcos principales y pensó que a ambas
nos gustaría acompañarlo — le dije y sonrió enormemente. Me gusta más verla así
que toda apagada. De pronto recordé algo que seguramente la pondría más
contenta—. ¿Y sabes quién más irá?
—
¿Mmm? No, ¿por qué? — Me miró muy curiosa.
Solté una risita porque ya me imaginaba cómo reaccionaría.
Así
toda alborotada y sonrojada a más no poder.
—
¿Por qué me miras así, Albania?— me
preguntó. No pude evitarlo y empecé a reír en voz bajita—. ¡Albania!
—
El abuelo me dijo también invitaron a
otros funcionarios y entre ellos está el señor Liberia…que ya confirmó que iría.
— Los ojos oscuros de Loi se abrieron un poco. Obviamente trataba de mostrarse
como si no le importara nada—. Ya sabes qué significa eso, ¿verdad? — indiqué
juguetonamente.
—
No, no lo sé — repuso haciéndose a la muy
digna.
Me
puse de pie y corrí a tomar una de las flores del jarrón junto a mi velador.
—
¡No te hagas, Loi! —exclamé lanzándole la
flor sobre la falda. Ella la tomó algo disgustada (entendiendo el punto) y no
pude evitar saltar a su lado—. ¡El señor Liberia siempre lleva consigo a los
gemelos ahora que andan de descanso!
Los
gemelos Liberia estaban aquí desde hace dos semanas. Habían vuelto de Dominic
Pascal porque a los dos les dio una fuerte alergia y decidieron darles algunos
días de descanso. Por lo poco que había podido escuchar del abuelo y del señor
Liberia (que solía venir seguido a charlar sobre trabajo), Naum y Luca
volverían a Libiak en unos días más para continuar con sus clases.
—
Y a mí que me importa eso—resopló Loi sin
verme a los ojos.
—
¡¿Es en serio?! — repuse sin creerlo. Rompí
a reír bajo su mirada disgustada —. Ay, Loi, ya. ¡No me mientas porque soy tu
mejor amiga!
—
¿Y eso qué? Yo no te estoy ocultando nada.
—
¡Claro que sí! ¡Si se nota que le gustas a
Naum Liberia!
—
No sé por qué la imaginación se te dispara
tan rápido, Albania — me respondió tan segura que por un momento pensé que a lo
mejor me había equivocado.
¿Mmm?
Pero si la vez que fuimos al almuerzo en la casa de los Liberia recuerdo
claramente que Naum le ofreció una flor recién cortada de su jardín, y trataba
de charlar con ella bajo la mirada atenta de Matilde (supuestamente no debemos
ser taaan cercanas a los muchachos). Loi estaba muy avergonzad…
¡Un momento!
Naum
estaba a su lado, tratando de conversar con ella, pero ahí también estaba…
—
Naum es un chico simpático y muy amable,
pero eso no significa que me guste, Albania.
—
¡Loi, a ti no te gusta Naum! — exclamé
sorprendidísima al atar cabos. Ella me miró como diciendo “obviamente”—. ¡A ti
te gusta Luca!
—
¿Q-qué?
Y
parpadeó tan avergonzada que no me quedó ninguna duda.
—
¡Te gusta Luca! ¡Luca Liberia! —reiteré
emocionada—. Pensé que te gustaba el gemelo mayor pero ahora que lo pienso
mejor…
—
¡Aysh, no sé de dónde sacas tantas cosas
raras, Albania!
Empecé
a reír sobre la cama sin creer que pudiera haberme confundido. Bueno, es que
también ambos son idééénticos.
Aunque
no, Naum parece ser un tanto más reservado (por eso pensé que le gustaría,
porque Loi suele ser igual de callada). Luca en cambio anda corriendo de aquí
para allá y eso que ya tiene catorce años.
Quién
lo diría.
¨°*°*°*°¨
MARION
Albania
tiene algo en ella que…que… que no sé cómo explicar.
Primero
me salió con el tema de Naum, después con Luca, y traté y traté de que no se me
notara pero ella siempre consigue que yo le diga absolutamente todo.
No,
no me estoy quejando, simplemente me pregunto cómo lo logra.
—
La verdad es que sí, es muy simpático —
aceptó mientras comía algunas de las galletas que Nuna había traído para
nosotras hace unos minutos—. Ojalá Joan aún asistiera a Dominic Pascal, así
podríamos preguntarle cómo son los gemelos cuando están en la escuela — apuntó
pensativamente.
Mamá,
la abuela y Matilde siempre dicen que una señorita debe estar siempre en
perfecta postura…
…pero
Albania en este momento está recostada sobre la cama, boca abajo, mientras
sonríe cada vez que le da una mordida a su galleta.
A
ella no le preocupa mucho la etiqueta cuando está conmigo, y eso en cierto modo
me confirma su confianza.
Aunque
cuando se trata de las risitas explosivas no hace ningún tipo de diferencia con
nadie. Una vez se le escapó una carcajada juguetona cuando estábamos bebiendo
el té con la abuela pero ella no le dijo nada. Y cuando vinieron a recogerla,
la abuela lejos de criticarla (como hubiera hecho conmigo) solo comentó que la
nieta de Alcides Formerio era una niña muy llamativa.
Me
alegra que seamos amigas. Albania es de ese tipo de niñas con las que nunca
sueles aburrirte, y como siempre dice Nuna ella es muy, muy bonita.
»—
Pero tú eres más bonita, Loi — me había dicho la vez que se lo dije mientras me
mostraba el violín nuevo que acababa de enviarle la señora Morgana, su tía—.
Solo que tú no te das cuenta y eso afecta todo.
»—
¿Eh? ¿De qué hablas? — le pregunté sin comprender bien el asunto.
Se
acercó rápidamente y me tomó de las manos. Le gusta mucho agarrar a la gente
así y después sacudirlas juguetonamente. Cualquiera diría que es un gesto algo
inoportuno, pero cuando ella lo hace te sonríe tan contenta que se transforma
en un gesto de cariño.
»—La
tía Morgana me dijo una vez que las niñas más bonitas son las que se “sienten”
muy bonitas. — Y me obligó a girar, como si bailáramos. No pude evitar reírme—.
Si tú no lo sientes aquí adentro, entonces nadie lo va a sentir, ¡tontita!
Después
de decirme eso me soltó las manos y empezó a revolotear, con el nuevo violín
mientras me tocaba algo porque sabía cuánto me gustaba escucharla (en el fondo
sentía que los pies se me movían un poco. Me gustaba bailar, pero Matilde
repetía que una dama solo baila cuando un caballero se lo solicita en algún baile).
A
papá también le gusta mucho la música, por eso se ponía muy contento cuando
Albania venía de visita con su violín en mano dispuesta a brindarnos un mini
concierto. Y a mí me encantaba que ella lo hiciera para él.
A
mamá, en cambio, no le gusta nada de eso.
No
pude evitar recordar la voz de mi abuelo:
»— No sé si sea
conveniente un proceso de divorcio, Gustav…tanto para ella como para la
familia.
¿Se
divorciarían de verd…?
—
¡Loi! — la oí llamarme con fuerza. Volví
en mí y la observé con curiosidad—. ¿Me estás escuchando?
—
Eh… lo siento, no. — Me miró ceñuda y
después rompió a reír, como siempre.
—
¡No pienses en nada, ¿sí?! ¡Ya te dije que
no tienes de qué preocuparte!
Asentí
fuertemente y después le pregunté sobre el tema del que me hablaba.
—
Te decía que Nunita casi me descubre ¡y la
que se me iba a armar…! Ni bien lo vio supo que era mío — me explicó
mostrándome el pañuelo.
—
Yo te dije que ese pañuelo tiene muchísimo
de tus gustos. —Suspiró algo derrotada—. Pero aún así sigo sin comprender cómo
logras escaparte sin que te vean.
—
Ya te dije que una amiga me ayuda con eso.
— Y apareció la sonrisita llena de misterio. Siempre hace eso, es algo muy de
ella—. Si vieras Lavehda, Loi. ¡Hay tantas cosas bonitas! Y hay algunas que no
cuestan casi nada y son muy hermosas. Hay pulseras y piedras de colores.
Inclusive hay un lugar parecido a un pequeño escenario en el que algunos
bailarines se presentan.
¿Eh?
¿Bailarines?
—
No…no me habías hablado de eso — indiqué
algo ansiosa.
—
¿Ah no? — Negué con la cabeza y ella se
puso de pie, completamente emocionada—. ¡Es hermoso, Loi! Es decir, el lugar no
es tan grande como el Teller o esos otros teatros, es casi del tamaño de… mmm,
sí, de mi habitación más o menos — me explicó correteando por todo el lugar—.
Está rodeado de tiendas y aunque sea de día todo se ve oscuro y está iluminado
por lámparas de colores. Al frente — señaló el balcón, como si estuviera
mostrándome el lugar original— hay un escenario y algunos doseles vaporosos con
puntitos brillantes. — Tomó las cortinas del balcón y después jugueteó girando
con ellas. Me emocioné un tanto al imaginar un lugar así —. Todo el piso es de
mármol con dibujos muy bonitos y al fondo, en medio, hay una estatua: dicen que
es Khantati. Los vendedores dejan sus labores a las seis más o menos porque
deben ir a rezarle en conjunto: ¡ahí es donde los bailarines a veces se
presentan!
—
¿Quién es Khantati?
—
Es como ellos llaman a Dios. — Ahh. Mmm,
¿que acaso Dios no se llamaba solo Dios?—. Y una vez ¡una chica salió vestida
como una mariposa! Con pantalones sueltos y brillantes, y el cabello trenzado —
traté de imaginar la escena y pensé que era la cosa más hermosa que jamás había
visto—, ¡y tenía los brazos llenos de brazaletes, Loi! Y por aquí, cerca al
hombro, algunos dibujos hechos como que con tinta. Hace tiempo pregunté y
conocí a una mujer que siempre canta ahí, se llama Janna ¡y era su tía! — ¿tía
y sobrina juntas como cantante y bailarina? ¡Qué hermoso!—. Ella me dijo que
eran dibujos sagrados—añadió sorprendida—. Dicen que esos dibujitos se hacen de
acuerdo al alma del portador. Quise hacerme uno pero Gremory dijo que sería
demasiado notorio.
—
¿Gremory?
—
Es la amiga que me lleva.
—
Ah…
Me
quedé absorta escuchando cada palabra de Albania. Por lo que entendí la chica
que salió con pantalones brillantes, hombros descubiertos, dibujos y brazaletes
en los brazos y cabello trenzado, hizo un baile que nunca antes había visto en
honor a Dios.
—
Se parecía y no se parecía en nada al
ballet — me explicó reflexivamente—. La chica se movía de aquí para allá como
si flotara, ¡y además se doblaba como si todo su cuerpo fuera de elástico! Fue
bastante lindo, en verdad.
Traté de imaginar a una chica ataviada con
toda la ropa que Albania me describió, con brazaletes y tobilleras en sus
brazos y piernas, y me pareció algo casi salido de un sueño.
Quería…
Yo también quería verla.
—
Tú crees… — inicié. Albania me miró
expectante mientras mordía otra galleta; me da algo de risa siempre que abre
así los ojos porque parece esos bonitos animalitos de terciopelo que Iago me
trae.
—
¿Sí? ¿Qué pasa, Loi?
—
Tú… ¿tú crees que algún día tu amiga
quiera llevarme con ustedes?
Y
entonces los ojos se le abrieron aún más. Parpadeaba y me miraba muy, muy
sorprendida.
Entrelacé
las manos con algo de nerviosismo: a lo mejor había sido algo indiscret…
—
¡Pero claro que sí! — chilló poniéndose de
pie de un salto—. ¡Es más…! ¡Apenas son las cuatro, Loi! ¡Matilde y Nunita nos
llamarán a las seis y media para beber algo de chocolate así que tenemos tiempo
de sobra!
¿Ah?
—
¿Q-qué?— pregunté cuando la vi abrir su
clóset con rapidez —. ¿Albania, qué…?
—
Está haciendo algo de frío — me explicó
alborotada y con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Me pondré la capita blanca de
franela y un gorrito y nos vamos de inmediato!
—
¡¿Qué?! — grité poniéndome de pie yo
también. ¡Pero si yo decía “algún día”…! —. ¡Albania, espera!
—
¿Qué pasa? — me preguntó mientras se
acomodaba el cabello bajo el listón del gorrito color perla—. ¿Quieres que te
preste algún sombrero o gorrito? ¡Ah sí! ¡Es una buena idea! — se dijo a sí
misma como si yo se lo hubiera sugerido—. Si vamos cubiertas con bufandas de
paso también nos cubrimos el rostro. Sé que nadie que conozcamos pasea por
Lavehda pero igual hay que tener cuidado.
—
¡Albania, escucha! —protesté mientras me anudaba bajo la
barbilla el lazo del gorrito marrón oscuro que había sacado para mí—. Albania,
no… ¡Y si Matilde se entera…!
Ya
suficientes problemas había en casa como para que…
—
Nadie se va a enterar, Loi, ¡te lo
aseguro! — Me apretó las mejillas como siempre hacía y después me sonrió dando
saltitos —. ¡Te va a encantar, ya verás! Y la verdad es que has escogido un día
estupendo para pedírmelo porque Nanael no está así que no se va a poner en plan
quisquilloso.
—
¿Nanael? ¿El amigo que te cuida?
Albania me había comentado desde que nos
conocimos que tenía a dos amigos que nadie más veía y que se encargaban de
cuidarla. No le creí mucho pero hace dos años más o menos, un sábado que toda
mi familia vino a almorzar por invitación del señor Formerio, salí a buscarla
al arroyo aprovechando que Matilde me había quitado la vista de encima y
entonces yo misma vi algo que hasta ahora no sé si fue real o no.
Ahí estaba Albania, jugando a lanzar
flores por el aire junto a Maltés que trataba de atraparlas con el hocico, y a
un lado, apoyado sobre un árbol, la observaba divertido un chico de cabello
marrón ondeado y con ropajes repletos de hilos. Algunos colgaban de su muñeca y
se entrelazaban hasta sus brazos. Sentí que las mejillas me ardieron un poco porque
era muy bonito. Parecía de la edad de Joan que en ese entonces tenía dieciocho
años.
Entonces cuando di un paso más y los
arbustos tras los que me ocultaba sonaron al rozar mi vestido, claramente vi al
chico desapareciendo como si nunca hubiera estado ahí.
Nunca le pregunté directamente si ese
chico era el famoso Nanael o Aniel porque no quería incomodarla. Además, desde
la vez del jarrón (que era un pasaje que aún no comprendía del todo), prometí
no preguntarle absolutamente nada.
Albania era la única amiga que tenía y la
quería muchísimo. No quería perderla.
Además, ella me hablaba tanto de sus
famosos amigos que ya he aprendido a aceptar el tema como si me estuviera
hablando del clima.
—
Bueno, ¿entonces qué dices, Loi? ¿Quieres
conocer Lavehda hoy? — Volví a entrelazar las manos sobre mi vestido. La verdad
es que Matilde me da algo de miedo porque si se entera va a decírselo a papá y
él ahora está muy preocupado…
…pero también quisiera ver cómo es ese
lugar en el que las chicas bailan con tobilleras y parecen ser de elástico.
—
Mmm…— Me observó ansiosa; tragué
despacio—. Pero…tu amiga Gremory no está por aquí.
—
Oh, no te preocupes por eso. Solo necesito
que me prometas algo si al final decides que vayamos.
—
¿Eh? ¿Qué cosa?
Me
tomó de las manos y se acercó muchísimo a mi rostro. Sus ojos me miraron
divertidos.
—
No vas a preguntar cómo llegaremos y
cerrarás los ojitos hasta que yo te diga que puedes abrirlos, ¿sí?
¡Ay,
no! ¡Y vamos otra vez con los misterios!
—
¡Albania!—reclamé algo contrariada.
—
Vamos, Loi, no te estoy pidiendo mucho.
Solo cerrarás los ojitos así — me puso una mano sobre los ojos; resoplé
aburrida—, y después los abrirás y veremos qué pasa.
—
¡Siempre que me dices eso no entiendo
nada! — repuse disgustada y ella rompió a reír.
Recordé el pasaje del jarrón así que solo
suspiré desanimada: no voy a preguntar nada, se lo había prometido.
Hace unos meses, casi por el año pasado,
sucedió algo muy curioso: rompimos de casualidad un jarrón de mi abuela, sentí
que el fin de mi vida había llegado porque era uno de los adornos más bonitos
de la casa, y cuando mencioné la enorme reprimenda que probablemente recibiría
Albania me dijo:
»— No lo harán, Loi. Nadie te va a
regañar.
Y casi por obra de magia el jarrón volvió
a estar intacto después de que ella moviera la mano en círculos.
Le pregunté muy sorprendida si ella era
algo así como la maga del cuento que me prestó y solo recibí una mirada curiosa
(parecía como si no lo hubiera planeado y recién se diera cuenta). Después
rompió a reír algo nerviosa, diciendo que no, o bueno, que no sabía, o a lo
mejor sí. Pero al día siguiente vino a casa solo para pedirme con toda la
sinceridad del mundo que no se lo dijera a nadie.
No tenía que repetírmelo: no se lo diría a
nadie, así me parezca muy extraño que las cosas se unan de nuevo solo por mover
la mano (traté de hacer lo mismo pero no funcionó: perdí una muñeca de
porcelana por realizar el experimento).
A veces se pone en ese plan de “sé algo
pero no te lo voy a decir”, y aunque me dan ganas de molestarme con ella a ver
si así deja de juguetear tanto, en realidad nunca lo hago porque la quiero
demasiado.
—
¿Y bien, Loi? ¿Estás dispuesta a aceptar
mis condiciones? — me preguntó con una sonrisita maliciosa.
—
¿Por qué siempre suenas como esas viejas
brujas de los cuentos? — le reproché algo malhumorada.
—
¿Así que ya no soy una maga sino una
bruja? — exclamó como si no lo creyera, y después tomó uno de los doseles que
caían de los postes de su cama, se envolvió con él como si fuera una túnica y
se agachó como una viejita—. ¿Qué dice, señorita Marion? ¿Acepta mi trato?
No pude evitarlo y rompí a reír cuando oí
la voz de abuelita.
—
Ay, así te diga que no, ya estás tan
entusiasmada que seguro y me llevas a rastras—comenté y ella asintió, muy
contenta.
—
¡Listo! ¡Entonces ahora mismo nos vamos!
Cerré los ojos tal y como me lo pidió y
aguardé.
—
Gremory, por favor, ¿podrías aparecer y
materializada?— ¿Eh? ¿Materializada?
Quise
abrir los ojos pero de ahí recordé que me había pedido que no los abriera.
Sentí que el viento sopló con fuerza, que
un aroma como a frutos del bosque se desplegó alrededor y después oí una voz nueva:
—
¿Qué pasó, pequeña? Por ahí oí que Nanael
tenía una reun… ¡Por los pelos de Balám! ¡Pero si estás acompañada! — oí el
chillido. Me removí inquieta, tratando de contenerme porque realmente quería
abrir los ojos y ver qué sucedía alrededor.
—
Solo es Loi — le respondió Albania como si
fuera lo más normal del mundo—. ¿Crees que podrías llevarnos a Lavehda,
Gremory? Dejaríamos un salmo de compañía aquí en la habitación para que Nunita ni
Matilde noten la ausencia — ¿salmo de
compañía?—. Loi quiere conocerlo, ¿no es verdad?
—
S-sí… si no es mucha molestia — respondí
algo nerviosa.
—
Ay, pequeña, ¿por qué me haces estas
cosas? — oí la otra voz—. Nanael va a asesinarme… ¡pero amo ver que se moleste
tanto! — ¿Eh? ¿Por qué se está riendo?—. ¿Dijiste un salmo de compañía, no?
Vaya, suena bastante lógico. Estás mejorando muchísimo con las lecciones.
—
Nanael es muy estricto con esas cosas — le
respondió.
Empecé
a perderme a la deriva: ¿de qué hablaban?
—
Bueno, si es Loi no hay problema. Sé que
ella no dirá nada, ¿verdad?
—
Claro que no, ¿verdad, Loi? — escuché a
Albania. Asentí con algo de timidez.
Todo sonaba tan extraño pero a la vez no
tanto. Después de todo, siempre suceden cosas peculiares alrededor de Albania.
El
jarrón roto, el chico apoyado sobre el árbol, ella misma y sus sonrisitas
misteriosas.
Dios,
¿quién es la tal Gremory? Y si ha aparecido de la nada a lo mejor es… es…
Sentí
que me atacó un escalofrío violento: ¡ay, ya me dio miedo!
—
¡Ah, cierto! ¡Qué grosero de mi parte!
Gremory, Loi; Loi, Gremory — oí a Albania presentarnos. Le pregunté en bajito
si podía abrir los ojos y me dijo que ya podía.
Tomé
algo de aire y me decidí a hacerlo de una vez por todas.
Una,
dos…
A
ver, veo un par de botas… ¿Mmm? ¿Es un vestido? Sube, sube, sub…
¿Ah?
Me quedé algo sorprendida porque solo me
encontré con una chica de cabello alborotado y ojos caramelo. Parecía muy joven
a pesar del cabello gris, tal vez tenía un par de años menos que Iago.
—
¡Hola! — exclamó de muy, muy buen humor.
Me encogí un tanto cuando me apretó las mejillas: no sé por qué creo que
Albania ha copiado de ella el gesto de apretárselas a todo el mundo.
—
Mu-muchos gusto, ¿se…señorita Gremory?
—
¡¿Oíste eso?! ¡Me llamó señorita! —
exclamó y después me alborotó el cabello con delicadeza—. No, pequeña, Gremory
a secas, ¿de acuerdo?
—
E-está bien—respondí algo mareada. Albania
suele tener amigos muy abiertos.
—
¡A ver, a ver! Son las cuatro y veinte;
tenemos dos horas más o menos hasta que vengan las aburridas nanas, ¿no es
cierto? — nos preguntó. Albania asintió soltando una risita. La chica…la
señorita, ¡no! Gremory dio una palmada—. ¡Bueno! Ya que no hay nadie alrededor
que esté diciendo: “¡no-no-no!”, ¡vámonos!
—
¿No-no-no? — repetí cuando Gremory se puso
entre las dos y nos tomó por los brazos.
—
Nanael es el Señor “no-no-no” — me
respondió Albania riendo. La señori… Gremory asintió divertida—. Porque todo lo
que dice es…
—
¡No-no-no! — concluyeron ambas engruesando
la voz y después rompieron a reír. Las miré algo dubitativa; Gremory dijo que
debíamos apresurarnos así que tomó una bocanada de aire y después dijo
“Lavehda”.
Sentí que una ráfaga de viento nos
envolvió, que el olor a durazno se intensificó. Cerré los ojos con fuerza; para
cuando los abrí casi me da un ataque.
Algo parecido a una pequeña ciudad se
abría frente a nosotros. La gente caminaba de aquí para allá: chicas en
faldones y pantalones brillantes, hombres con túnicas. Un aroma muy agradable
se sentía alrededor; de algunos establecimientos salía algo de humo de colores.
Me quedé muda cuando Albania dio un giro y
después me tomó de la mano.
—
¡Bienvenida a Lavehda, Loi!
¡Ay,
Dios! ¡No sé por qué sorprenderme! Si porque el lugar parece como de ensueño…
—
¿Loi?
…o
porque prácticamente hayamos aparecido aquí en menos de cinco minutos.
—
¡Loi! — escuché que Albania gritó…
¡BROM!
…y después me desplomé,
con los ojos abiertos de par en par.
—
¡¿Loi, estás bien?!
Quién lo diría…
Mi mejor amiga era una
bruja.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
Es
extraño que diga esto…
…pero
me está resultando algo incómodo permanecer tanto tiempo en mi forma original.
He
pasado casi doce años ya en el Mundo Terrenal y como son pocas las veces en las
que adopto mi forma original, hacerlo resulta un poco desconcertante para mí
mismo. Siento como si mis alas prefirieran ser brazos.
Nanael
lleva un buen rato encerrado en la Estancia Alba: el lugar en el que solemos
reunirnos cada cierto tiempo con algunos Phaxsi, Tronos, Potestades, Virtudes,
Principados y Arcángeles. Todo con el fin de transmitir directamente los
cambios que hemos visto en Albania.
El
proceso es bastante más sencillo de lo que parece: recibimos una notificación
que suele venir con Caila y posteriormente acudimos a la cita en nuestras
formas originales (como abandonamos el Mundo Terrenal nuestra forma humana no
compatibilizaría con el entorno y podríamos crear cierto desbalance). Después
procedemos a narrar con detalle todo tipo de actividad, ya sea usual o inusual,
realizada por Albania, y si ha habido casos de ataques. Por ahora no ha pasado
nada grave; a veces ella sueña con ojos escarlata, pero nunca pasa de eso.
Ni
bien terminamos de dar cada uno su versión de los hechos, ambos somos enviados
a La Sala Magna, que es una de las moradas reconocidas de los Principados, en
donde se nos aplica algo de Li-kay para
ver si todo lo que hemos narrado concuerda con nuestras memorias. No por un
tema de saber si mentimos o no, sino porque muchas veces los recuerdos se
deforman con el paso del tiempo, y añaden y quitan cosas en la mente humana. Y
Nanael y yo vigilamos a Albania con algo de humanos dentro de nosotros por el
entorno en el que últimamente estamos desenvolviéndonos, así que es necesario.
Y
hablando de humanos, algo simpático del Mundo humano es que hay formas muy
definidas por todos lados: así estés en el lugar más desolado del planeta
siempre te encontrarás con formas. En el desierto, por ejemplo, puede que solo
se vea arena; pero si se presta la atención suficiente se comprobará que en
medio de esa “nada” en realidad hay un “todo”: la forma de los granos de arena,
el viento soplando, inclusive la sombra que produce el sol.
Cuando
acudimos a la Estancia Alba confirmo esa sensación. Si alguien me viera desde
el exterior lo único que vería sería un panorama en blanco y un ave
excesivamente grande parada en una gran “nada”, ¡y eso!, porque si un humano
llegara a este lugar probablemente sus ojos no podrían reconocer los espectros
de luz y en vez de verme como materia me vería solo como energía: a lo mejor
como motas de luz o un halo brillante.
La
Estancia Alba es uno de los lugares más neutros en toda la creación del Todo.
Muchos dicen que derivó de la Nada, que para ahora ya es un mito entre
nosotros. Por lo que escuchaba cuando estaba dormido en lo que esperaba que
Albania fuera creada, supuestamente la Nada era algo así como la principal
antagonista del Todo; pero siempre se caía en contradicciones al hablar de
ella, ya que al mencionarla ya se le otorgaba un lugar ocupado en el espacio
por lo que ya no era “nada”.
Siempre
que se menciona a la Nada los debates inician, se prolongan muchísimo y
finalmente terminan en el punto inicial: la nada no existe porque el Todo sí.
Hay
un grupo selecto entre las Potestades que se encargan de esos temas porque
conocer la naturaleza del creador es algo que a todos los seres del universo
les interesa, incluidos los míos. Pero desde lo de Crocell y la creación de la
Original, los Abdals, Tronos y Drols han impuesto una especie de vigilancia. A
fin de cuentas la curiosidad de Crocell y otros demonios nació en medio de sus
estudios sobre el Todo.
Solté
un suspiro y en ese momento la voz de Caila resonó por algún lugar:
—
Aniel, me mandan a anunciarte que la
asamblea con Nanael va a durar unas estaciones más, así que si deseas puedes ir
a dar una vuelta y alimentarte. Mis superiores te sienten algo más debilitado
que el propio Nanael.
—
¿Mmm? ¿En serio?
—
Sí, se lo atribuyen al cambio brusco de
entorno. Como están pasando muchísimo tiempo en el Mundo Terrenal es obvio que
les afecta de sobremanera trasladarse hasta aquí, aunque parece que a ti te
afecta aún más. — Ah, eso explicaría porque las alas me pesan tanto—. Ve, te
llamaré en cuanto Nanael concluya.
—
De acuerdo. Muchísimas gracias.
Nanael
va a demorar unas estaciones más… supongo que si me traslado al mundo humano
equivaldrá a un par de minutos.
Bueno.
Cerré
los ojos y me trasladé hasta Izhi. Sentí un brusco jaloneo porque el transporte
desde allá hasta acá o viceversa siempre me absorbe una buena porción de energía.
Abrí
los ojos y no pude luchar contra el inmenso mareo. Vi el cielo de color morado
opaco y más atrás naranja cálido (probablemente las cinco y algo de la tarde) y
después me desplomé sobre la hierba.
Ah…
realmente estoy algo fatigado.
Me
quedé ahí, observando el cielo. Nanael cree que me gusta materializarme solo
para complacer a Albania, pero la verdad es que también lo hago por mí mismo.
Materializarme
permite que me adapte mejor al entorno, así no me canso demasiado y de paso
puedo sentir lo increíble que resulta el tacto.
—
Alak
lourd — murmuré, y entonces sentí la hierba húmeda hundiéndose
bajo mi espalda. Bien, vamos a respirar un poco y a alimentarnos de la poca luz
que queda del sol.
Aspiré una gran cantidad de aire y después
lo dejé escapar: me gusta el aroma a tierra mojada. Me hace pensar en lluvia,
en frío, tal vez un poco en nostalgia y en reunión. En ese chocolate caliente
que tan bien huele, también en sesiones de violín interminables. En una
chimenea encendida y en una niña que sonríe agradecida por todo lo que tiene.
La verdad es que han pasado doce años y
cada vez siento que mi custodiada va a ser un estupendo ser humano. Me
encantaría poder hablar directamente con el Todo y decirle: “aquí la tiene, sin
ningún atisbo de destrucción en su naturaleza”.
Mi tarea parece estar cumpliéndose al pie
de la letra.
Si le comentara esto a Nanael seguramente
diría que estoy cayendo en eso llamado soberbia, pero creo que más que eso el
asunto es orgullo. Estoy orgulloso de lo que Albania está logrando como ser
humano.
Cerré
los ojos por unos segundos, con el olor a tierra mojada acompañando mis
pensamientos…
…hasta
que sentí un peso cálido sobre el abdomen, como si alguien se hubiera sentado
sobre mí.
¿Mmm?
Huele a algo dulzón: ¿no es eso llamado vino?
Abrí
los ojos.
—
Un ángel materializado. — El largo cabello
rubio caía sobre los hombros, reconocí los ojos celestes de inmediato; la boca
rojo brillante me sonrió—. ¿Probando cómo es el tacto?
Esta
demonio… ya la he visto antes…
Claro,
era el gato blanco que casi se ahoga una vez. Vaya, cuánto tiempo ha pasado:
¿tres? ¿Cuatro?
Casi
cinco años.
Iba
a preguntarle que hacía por aquí pero...
—
¿Dime qué se siente “sentir”, Aniel? — me
dijo en tono bajo y se inclinó más, el olor dulzón se intensificó. Me pregunto
si será alguna especie de costumbre que los demonios beban de más. Gremory una
vez llegó igual: risueña y exclamando lo apuesto que era Nan…
Los pensamientos se me paralizaron
bruscamente. Vi algunas rutas en sus emociones, rutas que no había visto nunca.
Entonces
sentí sus labios rozando mi mentón…
¡No!
…y
mi cuerpo se erizó por completo. Cerré los ojos y aparecí a algunos metros
lejos.
¿Qué le pasa?
—
¿Qué buscas? — repuse a la defensiva. Una
cosa era Gremory que venía a lanzarse sobre mí a colmarme de besos, otra
Albania que siendo tan pequeña le gustaba besar a todo aquel que le
simpatizara…
…pero en este roce…
En este roce había una sensación por parte
de ella que no llegué a distinguir bien. Miles de rutas de colores intensos se
desplegaban dentro de su ser: ansiedad, desenfreno, violencia, posesión. Todo
mezclado en una sola sensación que no llegué a ubicar.
—
¿Qué pasó? ¿Acaso te asusté? —me preguntó
con una sonrisa irónica.
Avanzó
un paso; entrecerré la mirada:
—
¿Qué estás buscando? —lancé directamente.
—
A ti
— musitó. Casi pude advertir el
gesto de desconcierto en mi rostro.
¿A
mí?
Entonces la vi tomar los bordes del cuello
del vestido que llevaba, solo para bajarlo con brusquedad hasta el inicio del
pecho.
—
¿Qué pasa? ¿No quisieras conocer otro tipo de
placeres sensoriales? Porque yo podría ayudarte.
¿Qué?
—
¡¿Qué mierda haces aquí?! — gritaron y
detrás de ella apareció el sujeto rubio al que también había visto aquella vez:
si no me equivoco respondía al nombre de Valak —. ¡¿No me dices que deje de
buscar a Georgia?! ¡Pues tú también ya quítate esta insana obsesión, idiota!
—
¡No me digas idiota, niño estúpido! —
bramó ella tratando de luchar cuando él la tomó por los hombros.
Los
ojos de él me observaron con acusación y después, en un parpadeo,
desaparecieron.
Escuché las olas rompiendo por allá abajo
más allá de Izhi, y entonces me quedé completamente descuadrado.
¿Qué ha pasado aquí?
—
¡Wow, wow, wow! Hermano, yo que tú me ando
con cuidado — oí por detrás.
¿Qué
ha pasado que todo el mundo está apareciendo así, de la nada?
Giré
y me encontré a Seir sonriendo burlonamente.
—
Por tu cara me temo que no has entendido
ni un carajo, ¿verdad?— Elevé una ceja y él estalló en carcajadas—. Lo oí hace
un tiempo pero no lo creí. ¡De todas las demonios, justamente Nhyna…! Hermano,
realmente tu suerte apesta.
—
¿De qué estás hablando? —repuse
fastidiado, sin comprender absolutamente nada.
—
¿Sabías que beber por alguien hasta
llenarse de valor y aparecerse frente a él, es un signo poseedor de una fuerte
carga emocional? Bebe por ti y viene a
ofrecerte “otros placeres”. — Sus risas se hicieron estridentes—. ¡Eres todo un
seductor! Y yo que te veía tan tranquilo.
—
Quieres que deje de ayudarte con el asunto
de tus almas, ¿verdad? — indiqué fastidiado.
Parece
que le atiné con el comentario porque abrió los ojos y me dijo que no era para
tanto.
—
Yo solo te estaba diciendo que seas
cuidadoso — añadió minutos después, mientras yo dibujaba el gozo de sueño para
las almas que gritaban en su interior—. ¿Sabes cuál es la especialidad de
Nhyna? ¡El amor ni más ni menos, hermano! Ve con cuidado, por lo que acabo de
ver hoy no me extrañaría que te la encuentres desnuda cada vez que pueda
presentarse ante ti.
Rodé los ojos y concluí el gozo. No tengo
ni la menor idea de las tonterías que está diciendo este sujeto: ¿otros
placeres? ¿Desnuda? Qué demonios...
—
Parece que aún no lo conoces y por eso no
lo comprendes— me dijo después de que Caila apareciera, lo mirara algo
recelosa, y me anunciara que ya era el turno de mi asamblea.
—
¿No lo conozco? — pregunté aún más
confundido cuando Caila desapareció.
—
Al deseo, hermano. Aún no conoces al
deseo… aunque ustedes rara vez valoran esas cosas.
Elevé las cejas, sin prestarle atención a
su comentario, y decidí transportarme a la Estancia Alba de una vez por todas.
De qué ridiculeces viene a hablarme Seir.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
—
¡Pero si le queda precioso, señorita! Si
yo fuera usted, me lo llevaría sin dudarlo — repetía la señora del velo. Loi
estaba probándose una horquilla para el cabello con piedras brillantes a modo
de adornos, y no dejaba de observarse sumamente sorprendida frente al espejo
rectangular que colgaba de la pared revestida de telares.
—
Te dije miles de veces lo bonita que te
verías con el cabello suelto, pero nunca me habías hecho caso — indiqué
observándola a través del reflejo. Estaba muy feliz porque habíamos paseado por
muchísimas tiendas y en todas ellas Loi terminaba abriendo la boquita, muy
sorprendida, frente a la enorme cantidad de cositas hermosas que encontrábamos
en todas ellas.
Acabábamos de salir de una que vendía
esencias y perfumes en frasquitos chiquiticos: era una tienda muy curiosa
porque habían botellitas con cartelitos que decían desde “esencia de manzana”
hasta “tarde melancólica”. Me compré dos: una con olor a fresas y otra llamada
“nube de algodón”, y Loi tres: de café, melocotón y “sonrisa ligera”. El
ancianito que las vendía dijo que se estaban agotando muy rápido, sobre todo
las de flores porque ya se venía el Zahir.
Nunca he asistido a un Zahir en el pueblo
porque ese día celebramos mi cumpleaños en casa, pero sé de Nuna, de la tía
Morgana y de la misma Gremory, que ese día las chicas llevan una botellita de
agua de flores escondida junto al corazón, bajo el vestido, y una corona de
flores sobre el cabello. Y claro, los chicos llevan antifaces. Hace dos años
más o menos Joan había recibido una fuerte reprimenda a propósito de eso: no
llegué a escuchar bien pero me parece que él y algunos amigos suyos habían
decidido celebrar el Zahir en el pueblo y al día siguiente alguien lo trajo a
casa del abuelo algo “indispuesto”. Cuando le pregunté a Nuna a qué se referían
con eso no quiso responderme, pero sí que escuché a Bejle murmurar que “cómo
había podido beber hasta ese extremo”.
Bien, “indispuesto” en ese entonces
significaba “ebrio”.
La verdad es que me dio muchísima risa
porque suplicó que lo dejaran en la casa del abuelo (seguramente el tío David
iba a darle la reprimenda de su vida), y después todo lo que hacía era quejarse
por los dolores de cabeza.
»— Eso se llama resaca, jovencito — había
indicado el abuelo con voz muy seria—. A ver si con eso aprendes qué cosas no
deben hacerse hasta ciertos extremos.
»— Abuelo, ya… — pidió aún en pijama
mientras tomábamos el almuerzo.
Y hablando del Zahir…¿qué haré este año
por mi cumpleaños? El abuelo ya me ha estado preguntando al respecto. Para mis
trece años ya no quiero una fiesta con payasos, músicos sí… mmm, y juegos…mmm,
no sé. En realidad desde que cumplí once años todos los cumpleaños a los que he
asistido han resultado algo aburridos. Usualmente somos todas niñas (porque la
mayoría de niños están en otras ciudades, estudiando) y para colmo de males los
juegos de antes como brincar la cuerda o lanzarse la pelota ya no suelen hacerse.
Nuna dice que porque ahora la mayoría “ya somos señoritas” y debemos aprender a
comportarnos.
El año pasado festejé mi cumpleaños con un
almuerzo en el campo, y Bejle, Sorel y Nereo me ayudaron a preparar la búsqueda
del tesoro que Gremory me sugirió. Les pedí que ocultaran una caja que había
llenado de chocolates y juguetes en miniatura que el abuelo me había traído
(¡eran muchísimos!) y después Nunita hizo ella misma las pistas en sobres de
colores para encontrarla. Toda la tarde nos la pasamos jugando en el jardín y
hasta cierto punto de Izhi (Sorel y Nereo se encargaban de que ningún invitado
cruzara hasta más al fondo para evitar perderse; Aniel y Gremory también me
ayudaron en ese aspecto), y a las seis de la tarde, después de que Candela
Diuca encontrara la caja oculta entre algunos arbustos, pasamos a cenar.
Toqué el violín a pedido de Loi y de todas
(excepto Corín, claro: si no fuera hermana de Joan ni siquiera la invitaría) y
después comimos de postre helado en copas enormes. El abuelo le había pedido a
Bejle que lo preparara con el mismo chocolate que empleaban para los bombones
de la familia, y le había quedado muy rico. Eso sin contar todos los obsequios
preciosos que recibí.
Incluso Gremory me trajo un par de
partituras de no sé qué compositor (pobrecillo, seguro estaba buscándolas y no
las encontraba), y Aniel me trajo una preciosa rosa blanca.
Aún la tengo ahí, oculta entre las hojas
del cuento de la princesa que se quedaba dormida por años. Nunita casi la bota
la vez que la encontró: ¡felizmente pude darme cuenta a tiempo o sino la habría perdido!
Nanael nunca ha pasado un cumpleaños
conmigo. Siempre sale un día antes y no regresa hasta el día siguiente.
A decir verdad, las celebraciones por mi
cumpleaños siempre son bastante divertidas a diferencia de otras. Mmm, tendría
que pensar bien qué haría este año para no perder la costumbre. Por la noche lo
conversaré con Gremory.
—
Niñas, nos queda media hora más o menos
antes de partir—anunció Gremory desanimada. Loi pagó la horquilla para el cabello
y también suspiró—. ¡Así que vamos a ver si los danzantes en honor a Khantati
se presentan hoy para que Loi los conozca de una buena vez!
—
¿Eh? ¡Sí, sí! — exclamó entusiasmada. Iba
a amarrarse el cabello pero le dije que mejor lo dejara así y aprovechara para
usar su horquilla—. Es cierto… — comentó algo desilusionada—. No podré
ponérmela nunca.
—
Esperaremos unas semanas y después puedes
decir que es un obsequio que me envió la tía Morgana—sugerí —. Ya sabes que
siempre me envía cosas así que puedes decirle a Matilde y a tu papá que esta
vez le pedí que te enviara algo a ti también.
—
¡¿En serio, Albania?!
—
¡Claro que sí, bobita! — respondí y
después me abrazó con fuerza.
—
¡Te quiero muchísimo!
—
Ay, no hagan eso, niñas. Me van a hacer
llorar — nos pidió Gremory haciendo un puchero. La abrazamos a ella también y
rompió a reír—. Bueno, bueno, ya, háganlo si me incluyen.
Seguimos de frente, doblamos por la
siguiente esquina hacia la izquierda. Al costado un hombre hacía malabares con
palos (¡en llamas!) y más allá una tienda de libros muy viejos era
inspeccionada por unos hombres con aspecto de viajeros. Por el otro lado había
un estante repleto de máscaras brillantes y antifaces, y a unos pasos una mujer
vendía algo parecido a bollos dulces que olían muy bien.
Corrí a comprar tres y después volví. Loi
le dio un mordisquito y después abrió los ojitos sorprendida:
—
¡Qué ricos están!
Veía a Gremory comerse muy contenta el
suyo, y me pregunté si a lo mejor a Aniel también no le gustaría probar algo.
Tendría que ser algo muy rico para que se sintiera tan feliz como Gremory: mmm,
a lo mejor fresas, o bollos de miel, ¡o chocolates!
Se lo preguntaría cuando estuviera de
regreso.
Giramos nuevamente, a lo lejos vi el lugar
al que había llegado con Gremory casi de casualidad la vez pasada.
Era como la entrada a una pequeña capilla,
y después todo el lugar se abría y estaba rodeado de algunas pequeñas tiendas,
cada una con productos más sorprendentes que la anterior: lámparas encendidas,
humo de colores, espejos de distintas formas, piedras brillantes, telas
vaporosas, tobilleras, brazaletes y collares.
Íbamos a pasar de frente hasta la zona en
la que vi a la chica bailar vestida de mariposa, pero de repente una tienda con
cortinas melón y piedrecillas de colores adornándola me llamó la atención.
Por los espacios que dejaba la cortina vi
a una chica que traía un vestido de dos piezas y un paño que le cubría los
hombros, saltando emocionada.
No sé si fue la emoción de la chica o la
misma decoración de la tienda que me obligaron a asomarme un tanto.
—
Un beso sellará su destino — escuché la
voz suavecita y pausada de una mujer. Estiré un tanto la cortina y logré verla:
tenía el cabello largo, espeso y ondeado de un color negro brillante. Un aro
dorado en la nariz y los ojos adornados y muy marcados con colores—. Tu palma
no miente; lo dice claramente. Solo debes completar el ritual: la noche en la
que cumplas un año más de vida, bajo la voz del río cantando, pídeselo al cielo
y ese muchacho que tanto anhelas decidirá hacerse tuyo.
…decidirá hacerse tuyo.
Me quedé contemplando a la mujer, a la
chica que reía emocionada, las cortinas, el humo con olor a flores saliendo de
algo parecido a una lámpara de plata colgada de un lado. Miles de botellitas
sobre un estante, miles de pequeños pomos, cada uno con letreritos en un idioma
que no había visto nunca.
—
Solo debes solicitar sus servicios con el
fervor que merece su poderío. Si lo haces de todo corazón nada te será
denegado.
—
Solo debo encender la vela roja y pedirle
al cielo que lo haga mío el día de mi cumpleaños, ¿verdad?— preguntó la chica
como para confirmar.
—
Así es, solo una vela encendida, frente a
alguna fuente de agua viva, y una
plegaria desde el alma. Ya verás que cualquiera que desees vendrá a rendirse
ante ti.
¿Cualquiera…?
—
¿Eh? ¿Albania? — Loi apareció detrás de mí,
junto a Gremory que se asomó con curiosidad.
—
¡Wow! ¡Qué tienda de lo más encantadora! —
exclamó asombrada.
—
Y eso es todo lo que puedo decirte por el
valor del precio que me has dado.
—
¡Muchísimas gracias! — exclamó la chica y
salió de la tienda.
Las
ondas de la mujer flotaron cuando volteó a vernos.
—
Buenas tardes, señoritas, ¿en qué puedo
ayudarles?
Iba
a preguntarle qué vendía exactamente hasta que Gremory soltó un chillido:
—
¡¿Qué es esto?! — Loi y yo la observamos:
señalaba un dije de piedra color caramelo, muy parecido al color de sus ojos.
No era la gran cosa pero si a ella le gustaba…
—
Oh, es una piedra muy poderosa — respondió
la mujer poniéndose de pie y acercándose a nosotros. Escuché el sonido de sus
brazaletes tintineando y cuando estuvo muy cerca pude percibir un delicado olor
a canela —. Proviene de tierras lejanas y posee una curiosa naturaleza. Se
llama Rebma, pero la pronunciación de su nombre es al revés, es decir: amber.
—
¿Amber? —preguntamos Loi y yo.
¡Qué
bonito sonaba!
—
Tiene la cualidad de cambiar bajo la luz.
Pueden comprobarlo ustedes mismas si se la llevan y la ponen bajo la luna, sol,
las estrellas o el fuego. Cambia de color en cada ocasión porque la luz
nunca suele ser la misma por más que a nuestros ojos los días parezcan iguales.
Me
asombré demasiado porque justamente ella solía cambiar de apariencia siempre
que quería.
—
¡Es como tú!
—
¡Es como yo! — chillamos Gremory y yo al
mismo tiempo. Nos observamos y empezamos a reír, pero tuvimos que detenernos
ante los gestos confusos de Loi y la mujer de las ondas.
—
Es que…yo…soy…algo…voluble, en mi humor,
¡claro! A veces feliz… otras triste, ¡de la nada! —explicó con nerviosismo. Yo
asentí fuertemente.
La
mujer soltó una risa: a lo mejor cree que estamos locas.
—
Suele llamar la atención de pocos porque
es un objeto que adquiere valor solo para algunos. Hasta ahora, en diez años,
eres la primera persona que me ha preguntado por ella — le dijo a Gremory—. Es
una piedra mutable.
—
¿Mutable? —pregunté con curiosidad—. ¿Y
por qué es así?
—
Es uno de los tantos misterios de la vida— me respondió. Entrecerró los ojitos
oscuros y después me observó como si recordara algo—. El creador es un ente tan
extraordinario que sería imposible tratar de entender cada una de sus obras.
Gremory exclamó que era perfecta y la
quería.
—
¿Qué dicen, niñas? ¿Debo llevármela?
—
¡Claro que sí! — respondí entusiasmada—.
Además, amber suena tan bonito.
Loi me apoyó por completo
y mientras la mujer envolvía el collar y lo ponía en una simpática bolsita de
papel, Gremory buscaba una cadena para usarlo como colgante, ella y yo
aprovechamos para observar todo alrededor.
—
¿Qué son esos naipes? — me preguntó Loi
con curiosidad. Volteé a observar la pequeña mesa sobre la que reposaba una baraja
colorida y más grande que los naipes usuales.
—
Son para leer el futuro — nos respondió
otra mujer. Loi y yo dimos un respingo porque había aparecido de la nada:
acababa de salir de lo que parecía ser una trampilla en el suelo de madera—.
Todo lo que quieras saber sobre salud, riqueza o amor, todo con una sola
pregunta y muy pocas monedas.
—
¿Todo? — preguntó Loi sorprendida. De
reojo vi que Gremory reía en voz bajita.
Bueno, según lo que he oído de Aniel ella
posee el don de ver el futuro y el pasado pero antes hay que pagarle, y si aquí
son muy pocas monedas, Gremory sí que cobraba algo caro.
—
¿Puede ver si mis padres van a
divorciarse? — indagó Loi ansiosa. La anciana asintió.
—
Ni se te ocurra, abuela — ordenó la mujer
anterior mientras le entregaba el collar envuelto a Gremory—. Esas niñas ni
siquiera cumplen los quince años, no seas tan irresponsable, por favor.
—
¿Eh? ¿Qué tiene que ver eso? — pregunté
confusa. La mujer de las ondas espesas me sonrió:
—
El futuro es muy caprichoso, pequeña. El protocolo indica no leer ni palmas
ni cartas a ningún ser que no haya conocido el mundo por lo menos quince años.
Podría alterar parte de tu historia y llevar semejante peso sobre mis hombros
traería demasiada mala vibra a mi establecimiento.
Gremory
me miró sorprendida, se acercó y me murmuró al oído:
—
No sé cómo se leen el futuro los humanos,
pero creo que sería una buena idea aprender algo. — La miré algo divertida y
después ella se entusiasmó muchísimo—: ¿Entonces pueden leérmelas a mí? Yo sí
tengo más de quince.
—
Por supuesto. — La mujer se acercó, el
aroma a canela me mareó un poco, y cuando tomó la mano de Gremory se soltó
inmediatamente como si algún insecto la hubiera picado.
—
Uy, ¿qué pasó? — preguntó ella confundida.
—
No… no lo sé — respondió la mujer algo desconcertada—.
Hay algo extraño en tu palma.
—
¿Extraño? — preguntó Gremory algo
sorprendida—. ¿A qué se refiere?
—
No sé…es como si… tus años de vida fueran
demasiado densos como para establecer el contacto con tus años venideros.
Gremory
parpadeó algo asustada. ¿Años de vida densos? ¿Qué significaba eso?
—
Es como si hubieras vivido lo que mi
abuela, pero en reiteradas oportunidades.
—
¿A-ah? — Gremory me observó de reojo; yo
estaba igual de sorprendida.
La mujer trató de explicarnos mejor de qué
hablaba, pero de repente oímos un par de campanadas fortísimas. Ambas mujeres,
la anciana y la más joven, voltearon a mirar en dirección de las cortinas que
servían a modo de puerta.
—
Ya son casi las seis, es hora de saludar a
Khantati — nos explicó. Loi abrió los ojos, tal vez recordando que habíamos
venido exclusivamente para eso—. Tal vez en otra ocasión pueda leer su mano,
señorita.
—
Sí, claro — respondió Gremory pero supe
que no iba a volver a intentarlo.
Íbamos saliendo y de repente vi algo muy
curioso sobre uno de los estantes: parecía ser un pequeño envase de crema. Era
de metal y tenía curvas labradas encima.
Parecía el lugar donde se escondería un
secreto.
—
Es para darle vida a los labios, pequeña.
Para hacerlos más bonitos de lo que ya son — me dijo la anciana tomándolo y
acercándolo a mi rostro: olía un poco a melocotones y miel —. Una boca como la
tuya ya lo está pidiendo a gritos.
—
¿Una boca como la mía? — pregunté con
curiosidad. Loi y Gremory ya habían salido del lugar.
—
Estás a punto de cumplir trece, ¿verdad? —
Parpadeé muy sorprendida: ¿tanto se me notaba? —. Tus ojos serán un arma
poderosa para doblegar a quien desees. — ¿Eh?—.
Y esa boca ya está lista para recibir a su primer ladronzuelo: qué mejor que
adornarla un poco para atraerlo rápidamente, ¿no crees?
¿Ah?
—
¿Eh? ¿Ladronzuelo? — repetí sin comprender
nada.
Una
sonrisa juguetona se asomó entre sus arruguitas:
—
Lista para que le roben su primer beso.
¿Eh?
Los colores se me subieron. Quise pensar
bien las cosas pero ya había metido las manos a mi bolsito, en búsqueda de
monedas, y minutos después ya traía el potecito aferrado fuertemente por mis
dedos en el bolsillo izquierdo de mi capa.
Lista
para el primer beso…
¨°*°*°*°¨
MARION
Me cubrí la boca porque estuve a punto de
soltar un grito y todos parecían estar muy silenciosos, observando a la chica
que bailaba moviendo de aquí para allá un velo dorado transparente, y que
acababa de dar una voltereta arriesgada.
Pensé que caería de cabeza, pero sus pies
se posaron sobre el suelo como si ella fuera alguna especie de ángel que
bailara flotando.
¡Era hermoso! ¡Muy hermoso!
—
¡Shhh! ¡Compórtese, señorita!— me regañó
Albania imitando el tono de voz de Matilde. Me reí en voz bajita, con el
corazón latiéndome muchísimo.
Por detrás, tres hombres tocaban
instrumentos que no había visto nunca (excepto el violín), y una mujer
acompañaba la música con una voz muy bonita y aguda.
—
¡Ella es Janna! La que me explicó lo de
los dibujitos en los hombros — comentó Albania muy bajito, para no interrumpir
la música—. Es muy amable.
Y la chica que bailaba… ¡la chica que
bailaba!
El baile… ¡el baile era una de las cosas
más hermosas que podía existir en el mundo entero! Las bailarinas de ballet era
increíbles, y ahora esta chica vestida de viento…
Ojalá a mamá o a la abuela le gustara
tanto como a mí. Me encantaría hablar de lo bello que es este espectáculo. Y, a
lo mejor, tal vez podría pedirles que me dejaran intentarlo.
No era muy buena con las lecciones y
siempre oía en casa que yo era un poco torpe. ¿Qué será de mí? ¿Por qué no
tengo un talento especial como Albania con el violín? ¿Como esa chica que,
parece, flota?
—
¿Loi?... ¡Loi, pero si estás llorando! —
escuché su voz en medio del barullo de las demás personas que ya retornaban a
los establecimientos porque la hora de saludo a Dios ya había concluido.
Me encogí un poco y traté de limpiarme las
lágrimas, pero escuchar a Albania tan preocupada me puso aún más triste.
—
¿Qué pasó, preciosa?— escuché de Gremory.
—
¿Loi? Oh, Loi, ¿qué pasó? ¿Acaso no te
gustó? — insistió Albania; negué con la cabeza, tratando de hablar, pero la voz
no me salía. A lo mejor algunas personas estarían preguntándose por qué había
terminado así—. ¿Loi? ¿Qué pasó, tontita? No te quedes callada porque pensaré
que hice algo mal. ¡A veces digo cosas y no me doy cuenta! — No pude evitar
soltar una risa en medio del tonto ataque de llanto, al escucharla tan
angustiada—. ¿Dije algo malo? ¡Ay, ya sabes que a veces hablo más porque tengo
boca y no porque…!
—
No…no dijiste nada, Albania — logré
responder.
Sus
ojos me observaron llenos de curiosidad:
—
¿Entonces…?
—
Yo…yo… — No sé de dónde había venido toda
esta sensación horrible en el pecho. Recordé a papá charlando con el abuelo
sobre divorcios, a mamá saliendo de viaje hace dos semanas sin despedirse de
nadie, a Matilde reclamando que yo fuera excesivamente callada, y a la abuela
diciendo que yo nunca conseguiría esposo si seguía así de perezosa con las lecciones.
Y no es que yo no quiera mejorar en las clases, pero es que a veces sentía como
si todo lo que la señorita Bona dictaba, al día siguiente se esfumara de mi
cabeza.
¿Por qué? ¿Por qué no puedo ser tan lista
como Albania? ¿Por qué no puedo saltar de aquí para allá, como ella hace, y
pedirle al mundo que me deje ser como soy? ¿Todos los problemas en casa serían
por mi culpa?
Y si fuera más inteligente y más
habladora… ¿podría pedir que me dejaran aprender a bailar? No, no con esas
lecciones que llevábamos dos días a la semana en la que se nos enseñaba cómo
aceptar la mano de un caballero en algún baile futuro, cómo observarlo
indicando claramente que una era una jovencita de buenas costumbres, y cómo
agradecer el gesto con una leve inclinación de cabeza.
Yo no quiero bailar así, ¡yo quiero
aprender a bailar como esas chicas que no necesitan una pareja para hacerlo!
Pero de seguro si se lo comento a la abuela otra vez, da el grito al cielo.
Ya lo había intentado en una oportunidad
el año pasado: “quiero aprender a bailar como las chicas del teatro”. Matilde,
la abuela y mamá respondieron que yo no necesitaba aprender esas cosas.
Aprender a tocar el piano era una cosa, cantar también, pero bailar era
intolerable. Y menos si se planeaba hacerlo en un escenario.
Un artista en la familia jamás sería
consentido.
Nunca entendí qué de malo había en eso.
—
¿Es eso? — escuché. Elevé la mirada y
comprendí que se lo había soltado todo a Albania que ahora fruncía el ceño como
pensándolo—. ¿Es por eso que sufres tanto, mi Loi querida?
—
Yo…sé que suena tonto pero…
—
¿Tonto? ¡Pero por supuesto que no! — Me
lanzó un golpecito en la frente, ligeramente ofendida—. ¡Nada
de lo que sale de tu cabeza es tonto! ¡No vuelvas a decirlo!
Asentí mientras me limpiaba las lágrimas.
Somos de la misma edad, pero a veces ella se comporta como si fuera más pequeña
que yo…
Y
en otras mucho más grande, como ahora.
—
No voy a mentirte diciendo que a lo mejor
funciona si lo comentas en casa. Tal vez tu papá acceda, pero conociendo a
Matilde y a tu abuela, seguro ambas lo hacen cambiar de opinión. Y tu mamá…
—
Lo sé — acepté ya más calmada. Albania
sacó el pañuelito que siempre llevaba consigo (Nuna le cosía muchísimos) y me
secó el rostro con cuidado.
Entrecerraba la mirada, como pensando en
algo, y después los ojos se le abrieron con muchísima fuerza.
—
Espérenme aquí, ¿sí? ¡En seguido vuelvo!—anunció.
—
¿Albania?
—
¿Pequeña? ¡¿A dónde vas?! — exclamó
Gremory.
—
¡Ya regreso! ¡No se muevan de ahí!
La observamos alejarse rumbo a la cortina
vaporosa por la que había desaparecido hace un rato la chica vestida de viento.
La capita blanca le ondeaba por la rapidez con la que se fue corriendo.
—
¿Y ahora qué se le habrá ocurrido a esta
niña?
Gremory se inclinó y me acomodó la
horquilla del cabello.
—
Tienes una amiga estupenda, no estés
triste, ¿sí, pequeña? — Asentí muy segura y después me sonrió—. Solo se vive
una vez… cada vida — ¿qué?—, así que
debe aprovecharse al máximo.
—
¿Al máximo? — repetí algo desorientada.
—
Si quieres hacer algo, no te reprimas por
el qué dirán. ¡Solo hazlo!
La
observé en silencio: pero… ¿cómo hacerlo?
—
¡Loi! ¡LOI! — oí. Volteé la cabeza y me
encontré a Albania señalando en mi dirección. La mujer que cantaba, que creo se
llamaba Janna, y la chica vestida de viento asintieron y después volvieron a
hablar con ella sobre quién sabe qué.
¡Ay,
Dios! ¿Qué está pasando?
¡Con
lo loca que es Albania…!
—
Bien, bien, ¿qué significa esa sonrisita
satisfecha?— le preguntó Gremory cuando se acercó corriendo, muy contenta.
—
Solo fui a saludar a Janna — respondió
juguetonamente—. Y… le pregunté si su sobrina recibía alumnas o algo así porque
su baile es muy bonito y nadie nace bailando así y debería compartirlo.
—
¿Qué? — exclamé sorprendida. Solo Albania
podía hacer ese tipo de preguntas.
—
La chica que baila, ella, la que nos está
sonriendo — empezó a explicarnos—, se llama Ipek, y no, no recibe alumnas.
Gremory
me observó: creí entender su “no entiendo el porqué de la pregunta”.
Yo
tampoco lo entendía.
—
Peeero… ella aprendió a bailar porque su
tía, Janna, le enseñó a hacerlo. — La
sonrisa de Albania se amplió—. Janna tiene seis alumnas, Loi. Les enseña a
bailar para alabar a Khantati y porque para la cultura de su país natal el
baile es un símbolo de respeto.
—
¿Eh? — De la nada el corazón empezó a
latirme con fuerza. ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
—
Le pregunté cómo era el asunto y en
realidad el pago es muy pequeño, ¡muy, muy pequeño!— Boom-boom, no escuchaba más que su voz y mi corazón —. Los ensayos
son las tardes de los miércoles, viernes, sábados y domingos. Sé que no es
ballet en el sentido estricto de la palabra ¡pero aun así es baile! ¡Y tú misma
has visto lo hermoso que es! Tal vez tú quisieras…
¿…aprender a bailar así?
—
No hay forma de que pueda hacerlo, pequeña
— añadió Gremory y tuvo la gentileza de volverme a tierra—. Sus padres ni
siquiera saben que conoce Lavehda.
Se me encogió el pecho:
era verdad. Nadie sabe que estoy aquí y no habría modo de…
—
Pero es que yo no estoy diciendo que le
diga a sus papás—señaló muy tranquila.
¿Qué…?
Elevé
la mirada; Albania me tomó por las manos:
—
Loi, si tanto quieres bailar yo te
ayudaré. Mira, si ambas juntamos nuestras mesadas podremos costear tus clases,
¡e inclusive nos sobraría dinero! — ¿Qué?
¿Por qué suena tan entusiasmada? ¿Por qué está tan contenta como si la que
quisiera bailar fuera ella? —. Es obvio que los miércoles y viernes será
muy difícil venir porque tenemos lecciones con la señorita Bona…
—
Albania…
—
Pero los sábados y si quieres los domingos
también, pues sencillamente vienes a mi casa con la excusa de jugar o repasar
las lecciones ¡y yo misma te traeré! ¡Te lo juro! ¡Cada fin de semana yo estaré
aquí, contigo!
…contigo.
—
¿Po…? ¿Por qué? — me atreví a preguntar.
Los ojos de mi mejor amiga brillaron:
—
Porque te quiero, ¡mi Loi querida! ¡No por
nada eres mi mejor amiga!
Los ojos se me abrieron con fuerza. No sé
qué pasó conmigo porque nunca creí escuchar algo así. La boca me tembló, el
corazón se me encogió lleno de sorpresa.
Imaginé a la abuela diciendo no, imaginé a
papá y a mamá sin saberlo, e imaginé con más ganas los ensayos.
Me quedé ahí, con las manos heladas y los
ojos ardiéndome un poco: no sé si de la alegría, de la sorpresa, a lo mejor de
la emoción. Gremory soltó una carcajada y dijo que era el mejor plan que había
escuchado jamás. Me llevaron a conocer a la señora Janna y después, sin que yo
dijera nada aún, Ipek me dijo que ella apenas tenía quince años y que había
aprendido desde los cuatro, pero bailar podía hacerlo cualquiera si se tenía
las ganas.
—
Y el alma llena de arte — escuché a la
señora Janna.
Me quedé ahí, escuchando a Albania reír y
noté que ella siempre estaba contenta con todo lo que veía y tenía. Y quise ser
así, quise estar siempre contenta. El señor Alcides siempre se reía cuando ella
lanzaba alguna gracia…
…yo también quiero ser así de optimista
para mi papá. Para que no tenga miedo de separarse de alguien si es que
realmente ya no es feliz.
—
Eso sí, el salón en el que ensayamos tal
vez no va a ser tan grande— comentó la señora Janna —. Lo digo porque parecen
no ser de por aquí y…
—
No importa — respondí casi sin planearlo.
Albania volteó a verme, encantada—. Donde sea estará bien.
—
Es un buen inicio, niña. Es un buen inicio
— me dijo y después se despidieron de nosotras.
Empezaría
la próxima semana.
—
Las seis y media exacto, ¡vámonos, niñas!
Corrimos hasta un lugar menos concurrido y
después el viento cálido nos envolvió. Cerré los ojos con fuerza y para cuando
los abrí la habitación de Albania nos recibió.
Gremory ya no estaba, Albania me quitó el
gorrito y la capa, hizo lo mismo con ella, y después de ocultar mi horquilla en
su joyero y las bolsitas con nuestras compras bajo la cama, me apretó las
mejillas y me obligó a girar con ella.
—
¡Estamos frías! — comentó riendo—. ¡Es por
el viento de Lavehda! ¡Hay que entrar en calor o se darán cuenta!
Me
sacudió las manos y después dio varios saltitos.
—
¡Le pediré a la tía Morgana que me envíe
unos zapatitos de baile! ¡Serán mi primer obsequio por esta noticia! ¡Y ni me
mires así porque lo haré! Si tanto quieres bailar, Loi… ¡yo te voy a ayudar!
—
Albania…
—
Porque estoy muy segura de que si en otra
vida yo no pudiera tocar el violín, ¡tú harías de todo para que lo hiciera!
Las
palabras me sonaron curiosas pero a la vez hermosas: si en otra vida…
Si en otra vida ella no pudiera tocar el
violín, ¡yo definitivamente pondría todo de mí para que lo hiciera! ¡Claro que
sí!
Entonces la puerta se abrió:
—
¡Niñas, chocolate caliente! — exclamó Nuna
y no pude evitar pensar que hace un rato estábamos afuera, acababa de aceptar
tomar clases de baile y ahora me ofrecían chocolate.
Empecé
a reír con fuerza; Albania sonrió.
—
¿Eh? ¿Qué pasó aquí? — escuché de Nuna.
—
Mi Loi está muy contenta porque acabo de
decirle cuánto la quiero — le respondió ella y el corazón me saltó de alegría.
Mi
mejor amiga era una bruja…
…una
bruja que iba colmándome de alegría.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
—
Ha sido la sesión más larga de la historia
— resoplé mientras retornábamos al Mundo Terrenal. Probablemente había pasado
un día, debía ser domingo.
Nanael corría a mi lado. No sé por qué me
ha dado la impresión de que él se cansa menos que yo al movilizarse.
—
¿Sigues cansado? — me preguntó después de
escucharme pensarlo. Sellé mis pensamientos al instante: más por un acto de
tranquilidad que por privacidad.
Era
algo tedioso que alguien te diga lo que estás pensando antes de que tú lo
transmitas.
—
Algo.
—
Es una desventaja que solo haya luna llena
unos cuantos días— me dijo mientras yo trataba de batir las alas sin fatigarme
demasiado—. Yo puedo encontrar energía en cualquier lugar.
—
Tal vez deba pedirle a Albania que toque
más para mí.
—
Te diría que es una pésima idea, pero la
verdad es que tiene mucho talento y sí, su música funciona como alimento tanto
para ti como para mí y cualquier otro ser que se alimente de emociones.
Nanael se alimentaba de sonidos y yo de
luz solar y lunar, pero cuando se trata de emisiones repletas de carga y
belleza emocional, ambos podemos obtener energía de eso, como cualquier ángel.
Cruzamos el portal que nos separaba del
mundo humano y el sol nos recibió desde el horizonte. Mmm, deben ser las tres o
cuatro de la tarde.
No pude aguantarlo más y adopté mi forma
humana. Dejé las alas sobre mi espalda porque tampoco quería correr.
Nanael en forma de lobo iba pisando las
copas de los árboles. Soltó un suspiro y también adquirió su forma humana.
—
Es complicado esto de vivir aquí y tener
naturaleza de allá. — Su voz también sonaba algo agotada—. Siento algo de
lástima por los calehims.
—
¿Calehims?
— pregunté
con curiosidad. Guardé las alas y preferí saltar de copa en copa, como él—.
Hablas de los sentenciados a vivir como mitad humanos.
—
Esos mismos. Debe ser terrible vivir en
este mundo no a voluntad y sin tus poderes completos.
—
Mmm, debe ser.
A
lo lejos distinguí la enorme casa de los Formerio. ¿Qué estaría haciendo
Albania?
—
Es cierto, Caila me dijo que te vio con
ese príncipe demonio: ¿Seir? ¿Qué estaban haciendo? Ya te he dicho que no debes
ser tan crédulo.
Qué bueno que no había mencionado mi
encuentro con la tal Nhyna o podría haberse puesto en modo ataque.
—
¿Es que acaso Caila es tu mensajera
personal o algo por el estilo? — lancé queriendo molestar.
Nanael
me observó de soslayo y después resopló, aburrido:
—
A veces pienso que estoy hablando con un
humano idiota de quince o dieciséis años.
—
¿Eh? ¿Y por qué quince años? — repliqué
curioso.
—
A esa edad suelen ponerse tan
quisquillosos. ¡Y por las creaciones el Todo, eres tan jodidamente molestoso a
veces, Aniel!
—
¿Jodidamente molestoso? — puntualicé con
una ceja en alto. Rompí a reír—. Nanael, aunque no quieras admitirlo, tú mismo
también ya estás adaptándote al estilo de vida de por aquí.
—
Cierra la boca —profirió irritado.
—
¿Ves? A eso me refiero —indiqué divertido.
Cruzamos Izhi y finalmente aterrizamos con
suavidad sobre los barandales del balcón de la habitación de Albania. Tal y
como pensé, ya eran las cuatro de la tarde, el viento soplaba cálidamente y
movía las cortinas y los doseles de allá adentro.
Me bajé de un salto suave y cuando ingresé
percibí la enorme sensación de tranquilidad y comodidad.
Observé alrededor y entonces la encontré
sobre la alfombra: tenía el violín nuevo que acababa de llegarle ayer al
costado, y su cuerpo reposaba con todo el cabello desordenado.
Respiraba bajito, con los ojos
completamente cerrados.
—
Se ha vuelto a quedar dormida en la
alfombra — reprobó Nanael—. Nuna ya le ha dicho que puede resfriarse y
ensuciarse el vestido pero aun así…
—
Alak
lour —pronuncié y sentí mi cuerpo llenándose de eso llamado
“peso”. Nanael rodó los ojos porque hace años ya sabía que así me pidiera que
no me materializara no iba a prestarle atención.
Me acerqué con cuidado hasta ella, me
incliné y la tomé en brazos. Sonreí al recordar que antes cabía perfectamente
en mi pecho; pero Albania ya no tenía ocho años, sino doce, casi trece. Estaba
creciendo.
—
Aniel… — murmuró junto a mi oído—. Mi
Aniel, ¿ya volviste? — preguntó somnolienta.
—
Sí, bonita, ya estoy aquí. — Se aferró a
mi cuello mientras la llevaba hasta el lecho y después sonrió, aún presa de la
debilidad del sueño.
—
Loi…Loi está muy, muy feliz— me dijo con
voz risueña—. Y a mí me encanta verla así.
—
Ya me contarás tu buena acción del día.
Me
incliné y la deposité con suavidad sobre el cubrecama y los almohadones.
—
Te quiero, Aniel — me dijo y sentí la
pequeña boca rozando mi mejilla.
Sonreí y la cubrí con la manta tejida que
Nuna dejaba al pie de la cama para cuando caía dormida así, una tarde soleada
pero ligeramente fría.
—
El sol — la escuché balbucear mientras se
acurrucaba entre los almohadones—. Besos de sol…
Junté un poco los ventanales del balcón
para evitar que el viento ingresara demasiado, y Nanael aprovechó para
reiniciar con las lecciones sobre salmos y gozos que tanto le gustaba darnos a
Albania y a mí. Solo que como ella estaba dormida yo recibí toda la clase hasta
una hora más tarde, en la que abrió los ojos y nos saludó, contentísima por
nuestro regreso.
Nos contó todo lo que había pasado el día
de ayer y después brincó, muy feliz.
—
¡¿Que hiciste qué?!— reclamó Nanael
pasmado—. ¡No puedes llevar a esa niña todos los fines de semana! ¡¿Y cómo se
te ocurrió presentarle a esa demonio?!
Ella revoloteaba de aquí para allá
mientras me contaba entusiasmada lo alegre que estaba Loi. Nanael exclamó que
no habría forma de tomar los recuerdos si un demonio estaba involucrado en
ellos, pero Albania estaba tan contenta que ni le prestó atención.
Ojalá pudiera haberle dicho que no estuvo
bien tomar una decisión tan precipitada…
…pero estaba tan feliz por haber “hecho
feliz a otra persona” que no me quedaron ganas de reprocharle nada.
—
¡Qué vamos a hacer contigo, Albania! —
bramó Nanael y me ganó el ataque de risa.
¿Qué vamos a hacer?
Bueno,
tal vez enseñarle que reír siempre no es justo de su parte…
…porque
así a uno no le dan ganas de regañarla.
¨°*°*°*°¨
“Lista para su primer beso”. Síp, creo que sí, está lista. El
asunto es que… ¿Aniel la ve como ella a él? Yo creo que aún no. Es muy
interesante trabajar con todo el interior de Albania porque está en esa etapa
de transición de sentimientos: el amor fraternal pasando poquito a poco a algo
más (creo que es una evolución muy bonita). Veremos qué pasa más adelante,
Ya estamos viendo el por qué de algunas
cosas en Noches de insomnio, ¿no? No sé si sienten que parte de la Loi que
conocemos en Noches de insomnio… tiene algo de Albania (a lo mejor todo el amor
que le dio su mejor amiga si dio sus frutos…pero en su próxima vida).
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Genial!!!! Realmente me ha encantado este capi *-* Loi es tan linda y me encanta su relación con Albania!
ResponderBorrarGremory es tan buenaaaa yo quiero una demonio así (?) xDDDD aaahh Nhyna apareció de nuevo sólo para querer seducir a Aniel, pero él ni en cuenta de lo que pasaba xDDD Nanael siempre tan gruñón tan distinto a NDI pero siempre responsable! Quiero próximo cap ya! Beshos Suuuuuu!!!!! :* <3
Luuuu!! has llegado más rápido que flash! xDD este capi a mí también me gusta mucho! Me gusta esa relación amical entre Loi y Albania, es como que de esas amigas que te ayudan a mejorar *-* y eso es súper chévere. Gremory tiene mucho de madre consentidora/amiga de travesura/tía loca xDDD, y Samin, o bueno, Nanael aquí es bastante reacio, es muy chevere pensar que al final como que si se llegó a llevar bien con Amber/Gremory *-*
BorrarY Nhyna...Nhyna literal se quiere tirar a Aniel; como alen, como aniel, hasta en su forma original de ave creo que se lo almorzaría feliz HAHAHAHA (aunque eso me preocupa un poco, no sabemos qué cosas le esté haciendo mientras el pavo anda jateando xD y recordando todo esto)
Ya vengo con el capi 7!! GRACIAS POR SEGUIR ESTA HISTORIA TAMBIÉN, LUUU, TE QUELOOO!!