¡Muy buen viernes!
Bueno, señoras y señoras: esta sección se ha puesto algo repetitiva porque
siempre iniciamos con mis disculpas, y de ahí nos
vamos a la premisa de “apoyen y difundan
la historia, y bla, bla”. Así que a partir de hoy voy a añadir un parte más productiva a esta humilde parte que inicia el capítulo: una breve descripción de las
canciones BASES para esta historia.
Déjá Loin, de Yann Tiersen: si la lista de reproducción
se les acaba antes (porque cada uno lee a ritmos diferentes) pueden
repetir INCONTABLES veces (nótese el énfasis en “incontables”) esta canción
para el final. No es la primera vez que la uso, como se darán cuenta si
escuchan las listas que suelo sugerir para acompañar los capis; y eso es porque
Déjá Loin tiene muchísimo de la esencia que quiero plasmar con Acto de
contrición. Ésta canción, para mí, suena un poco a una especie de carrera que
inicia con un ritmo muy pausado; elaborado pero lento, como tanteando lo que
hay alrededor. Es inevitable que me imagine a una pequeña Albania, caminando
con su violín por el bosque mientras disfruta de su infancia; y es cuando la
música cambia que ella también cambia (a partir del 01:07 si quieren punto
exacto). Crece no solo físicamente, sino mentalmente, y todo empieza a sonar
perfectamente abrumador porque Deja Loin es hermosa, pero tiene un punto de
quiebre entre desesperación, elegancia, presunción y arrebato, que justamente
son los sentimientos que siempre me vienen cuando pienso en Albania.
ACTO VIII
Aún recuerdo cómo fue
Él
inclinado lo suficiente como para llegar a mi rostro
Mis
dos manos muy, muy pegadas a mi pecho
el
bosque iluminándose bajo el manto nocturno
El
suspiro que se me escapó en medio de todo aquel silencio
“Suave”
Así
fue mi primer beso
Tan
suave como si una mariposa se hubiese posado sobre mi boca
dispuesta
a alocar a mi corazón de trece años de edad
Suave
también porque las princesas merecen ser tratadas con “delicadeza”
y
más aún si son de cristal
Y
para el ladronzuelo yo personificaba eso:
una
frágil y pequeña princesa de cristal
Pero
un día desperté de la ensoñación
de
los ideales propios de la infancia
Yo
quería que dejara de ser suave
que
dejara de ser considerado
Que
olvidara la figura de niña
y
aprendiera a leer los deseos de mujer
Comprendí
que yo no era frágil
que
no me quebraría al menor movimiento
Comprendí
que yo no era de cristal
Y tampoco deseaba serlo
¨°*°*°*°¨
BEJLE
Vamos a terminar está rica sopa de verduras que el
señor Formerio me ha pedido por la mañana y después le diré a Sorel que…
¿Mmm?
¡¿Otra vez
volvemos a lo mismo?!
— ¡Nuna!— reclamé al verla con un codo apoyado sobre la
mesa y la mirada pensativa.
Removí
la olla y dejé el cucharón a un lado, disgustada:
— Caramba, mujer, ¡¿otra vez pensando en lo mismo?!
— Ay, Bejle, es que…
— “Ay, Bejle” ¡es que nada! — respondí ya cansada de
tanto disparate. Lleva días así y no hay quién la haga cambiar de humor—. Nuna,
todos en la casa ya te dijimos lo mismo: ¡la niña Albania no tiene nada! Deja a
la muchacha en paz, ¡si sigues con todas esas sandeces realmente va a
enfermarse y será por tu culpa!
— Ay, Dios santísimo, ¡no me digas eso, Bejle!
— Entonces ya cámbiame esa cara de espantajo y deja de
andar por la casa como si te fueras a caer muerta en cualquier momento. Ni
siquiera el señor Formerio ha dicho ni mu y tú ya andas viendo cosas raras por
todos lados.
La
chiflada de Nuna viene diciendo hace varios días que ha notado a la niña
Albania muy rara. Le hemos preguntado qué cosa es “rara” para ella pero solo
nos sale con que “algo ha cambiado en ella”.
Esa
criatura está creciendo, es normal que la vea cambiada día tras día porque todo
el mundo sabe lo rápido que pegan el estirón los niños; pero ella dale con que
no es eso. Y si no va por ahí la cosa, entonces no sé en qué está pensando
porque yo a la niña la veo como todos los días: con el pelo alborotado cada vez
que pasa correteando porque nunca está quieta, y con la enorme sonrisa que le
planta a todo el mundo. Aunque hace unos días estuvo muy callada, encerrada en
su habitación y reposando. Y por primera vez todos sentimos que la casa dentro
de poco dejaría de tener a una niña alegrándola, y pasaría a tener a una hermosa
mujercita.
Hace
dos semanas se ha enfermado por primera vez de esa odiosa cosa que nos viene a
todas las mujeres cada mes (claro, a mí ya no desde hace mucho): la pobre
estaba muy abochornada porque despertó y se encontró con la bendita manchita
roja en las sábanas, y después pegó un grito tan fuerte que todos en la casa la
oímos. Nuna subió presurosa y después solo me dejaron entrar a mí con el té de
orégano que me pidió a través de otra de las empleadas.
Cuando
llegué con la bandeja y ya sabiendo que significaba ese té, la niña Albania
estaba sollozando en brazos de Nuna mientras repetía que no sabía cómo se había
hecho daño.
»—
No se ha hecho nada, mi preciosa niña — le respondió ella mientras le acomodaba
el cabello y le secaba las lágrimas—. Lo único que ha pasado es que su cuerpo
acaba de anunciarle que ya es una señorita.
»—
¿U-una señorita? — le preguntó con la carita empapada e hipando de tanto en
tanto. Me largué a reír porque hasta a una mujer de mi edad aún se le remueve
el pecho al ver a semejante criatura, con aspecto tan de niña, tratando de
asimilar que ya podía ser considerada como candidata para esposa.
Cuando
se le informó de la noticia al señor Alcides, pidió estrictamente que nadie se
atreviera a hablar de ello en ningún lado: dijo que era un tema muy íntimo para
una niña, pero Nuna y yo ya nos olíamos algo más en esa orden.
El
señor Traugott es más terco que una mula, y está empecinado en casar al menor de
sus hijos con la niña Albania: una noticia así podría ponerlo a bailar en la
misma puerta de la casa, exigiendo que se le dé la mano de la niña de una vez
por todas.
He visto al joven Darío un par de veces pero
yo sigo pensando lo mismo que el señor Formerio: está muy viejo para ella.
— A lo mejor debería ir a ver a alguna de esas adivinas
en Lavehda— oí de repente.
¿Qué? ¿Acaso he escuchado bien?
— Nuna, ¿piensas que la casa está embrujada? — Me miró
algo incómoda: sí, lo pensaba—. Nuna,
nunca has sido supersticiosa, ¿qué está pasando contigo, mujer loca?
— Bejle, a veces siento como si mi niña saliera a
hurtadillas de la casa pero no hay modo de comprobarlo. Y la señora Gisell me
dijo una vez que por las fechas del Zahir aparecen criaturas y…
Por los sagrados pelos de mi abuelo, ¡¿es en serio?!
— ¡Nuna, esa mujer dice puras barrabasadas! La misma
señora Marlene lo decía.
Ni
siquiera yo me creía las tonterías que salían de la boca de la esposa del señor
David: ¿cómo era posible que Nuna me viniera con semejante cosa?
— Ay, Bejle, es que tú no entiendes… — me dijo
desconsolada—. Inclusive Rudy me ha dicho que ella también ha notado algo raro
alrededor de la casa.
¿Rudy? ¿La nueva mucama?
Había
llegado apenas hace una semana ¿y ya estaba con los cotilleos?
Y
parecía tan buena chica: qué pena.
— Nuna, por amor de Dios, no hay nada raro alrededor de
la casa. Y te lo dice esta mujer que ha pasado algo de cincuenta años en ella.
Lo que pasa es que te estás aburriendo ahora que la niña Albania pasa más
tiempo al lado de la señorita Marion, y por eso estás buscando en qué ocupar la
cabeza.
— Pero Rudy dijo que…
— ¡Rudy nada, hombre! Esa mocosa no tendrá más de
dieciocho años, ¡¿cómo vas a hacerle caso?!
Me
miró toda colorada y me dijo que sí con la cabeza. Le pedí que en vez de andar
pensando en musarañas, me hiciera el favor de desojar unas cuantas hojas de
laurel y las pusiera en el tazón de allá.
— Bejle, no me trates como si fuera una chiquilla — me
acusó mientras tomaba los tallos verduscos.
— Entonces deja de hablar como si todas esas cosas sobre
los espectros del Zahir te asustaran.
Deja a la niña Albania en paz y quita esa cara. Vas a asustarla por las
puras y justo ahora que se viene su cumpleaños.
Yo
le contaba historias sobre espíritus a la niña Albania cuando era más pequeña,
y no es que niegue creer en esas cosas porque lo hago; pero mi abuela repetía
que la mejor manera de mantener a esos seres lejos era no tomándolos en serio
para que no vinieran por detrás y ¡zaz! te hicieran alguna bribonada.
Escuchamos
un par de pasos y después alguien más ingresó a la cocina:
— Acabo de dejar todas las prendas del señor Formerio
alisadas y guardadas en su armario— dijeron desde la puerta: ¡miren a quién tenemos aquí!—. Y de paso
vi a la señorita: está muy entretenida puliendo sus violines.
— Muchísimas gracias, Rudy.
— Es un placer, señorita Nun…
— ¡Alto ahí, muchacha! — Dejé el cucharón a un lado y la
llamé antes de que saliera. Me miró con los ojos marrones y muy atenta cuando
me puse las manos sobre la cintura—. ¿Qué cosa le has estado diciendo a Nuna
sobre la casa y no sé qué más?
— Bejle, déjalo así…
— No, Nuna: ¡es mejor decirnos las cosas con claridad y
frente a frente! Mi abuela, que en paz descanse, decía que por esos pajaritos
que andan soltando “silbiditos”, la casa termina llenándose con puras malas canciones.
Que
me dé a mí ¡de una buena vez! una explicación en vez de solo provocar que a la
loca de Nuna se le vengan más ideas raras.
— Niña, ¿qué es eso de que la casa está extraña? ¿De qué
estás hablando? — reclamé —. ¿Acaso has visto algo que pueda contarse como
“extraño”? Porque decir cosas así porque sí podrían iniciar rumores, y ya debes
saber que los chismes no son bien vistos en esta casa.
— ¡Oh! ¡Es eso! — me respondió cayendo en la cuenta; el
dejo cantarín me agrió un poco—. Bueno, sí, le comenté a la señorita Nuna que
había sentido algo extraño por aquí pero no me estaba refiriendo a ninguno de
los empleados o los habitantes de la casa. Hablaba de que el ambiente se siente
como invadido, pero a lo mejor son ideas mías.
— ¿Qué? ¿Invadido?
¿Y ahora qué le pasa a esta muchacha? ¿Acaso se le
zafó un tornillo o qué?
— Mi abuela también me contaba muchas historias, señora
Bejle. Decía que es muy sencillo sentir que la casa ha sido invadida por otros
seres y que existen maneras de mantenerlos a raya a los muy bellacos.
Mmm,
hace años que nadie me llama señora...
De
acuerdo, tal vez pueda sentarme a escuchar sus explicaciones.
— ¿Otros seres? ¿Eso es lo que sientes? — traté de
pedirle a Nuna que no se creyera todo de sopetón pero la oí tan preocupada ¡que
ya!: la dejé que preguntara lo que quisiera—. ¿Y quiénes podrían ser esos otros
seres?
— A ver, no soy muy conocedora como mi abuela pero
recuerdo mucho sus enseñanzas— Rudy jaló una de las banquetas y se sentó junto
a nosotras, alrededor de la mesa de madera que me servía para cortar las
verduras—. Supuestamente dicen que por las fechas del Zahir las puertas del
Cielo y el Infierno se abren, y que miles de ángeles y demonios aprovechan para
escaparse un ratito a nuestro mundo.
— ¡Eso lo dijo la señora Gisell! ¡Lo recuerdo muy bien!
Fue cuando… — Nuna se detuvo. Supe bastante bien por qué.
Yo también recordaba aquel día: fue cuando encontraron
a la niña Albania.
No
solemos hablar de ese día en la casa por respeto al señor Alcides que ordenó
que nadie volviera a hablar del asunto. Más que nada por lo que pasó aquella
vez en el cumpleaños número ocho de la niña Corín, el señor prefería que en la casa el tema de
la niña Albania “como recién llegada” no se mencionara.
— ¿Cuándo? — curioseó Rudy ante la mudez de Nuna.
— Nada, muchacha. Continúa, por favor — pedí.
— ¡Sí!
Nos
pasamos un buen rato sentadas y escuchando los relatos de la abuela de la
chica. Algo muy raro me pasó porque sentí como si en un momento volviera a ser
una pequeñaja y estuviera escuchando los cuentos que solían contarme.
— Todo octubre las casas de mi pueblo solían dibujar una
línea con sal frente a las ventanas de los cuartos de todos los miembros más
jóvenes de la familia. No era solo sal de cocina, era una bien preparada y
bendecida— continuaba—, porque todo chico o chica era presa fresca de demonios
en esas fechas. Decían que disfrutaban mucho jugueteando con humanos.
Fingí
prestarle atención a otra cosa porque la voz de la muchacha tenía algo que
asustaba.
— Yo pensaba de pequeña que eso solo lo hacían demonios
porque son criaturas que vienen llenas de maldad, pero mi abuela decía que
también sucedía con ángeles; solo que ellos escogían a mujeres y a hombres también
muy jóvenes pero también vírgenes, y muchas veces acababan siendo más desalmados.
— ¿Más desalmados? — me atreví a preguntar.
¿No que los ángeles estaban más cerca de Dios?
— Cuando hay personas hermosas en las casas que tienen
pocos habitantes, ellos vienen y si alguna les gusta la engatusan para
llevársela y juguetear con ella. Decía que eran violentos y feroces, porque
dejaban salir todo ese salvajismo que nunca emplean.
Por
un momento sentí un escalofrío ante la voz lúgubre en medio del tono infantil
que tenía la voz de Rudy.
— ¿Juguetean? — preguntó Nuna asustada—. Cuando dices
“juguetean”…
— Se las llevan para… tener intimidad — le respondió
bajando la voz—. Dicen que el placer que les produce una niña virgen es más de
lo que cualquiera de nosotros comprendería.
Nuna abrió la boca escandalizada.
Yo ya había escuchado eso, pero solo de demonios: les
llamaban íncubos.
— Muchas personas creen que los ángeles y los demonios
son diferentes porque unos son buenos y otros son malos, pero en realidad son
muy parecidos. O bueno, eso es lo que solía decir mi abuela — nos explicó—. Hay
demonios que vienen a hacer de las suyas con los humanos, pero también hay
ángeles que vienen a las habitaciones de las niñas vírgenes para… bueno, ya les
dije…— se abochornó un tanto y después continuó—. Al final dejan sus cuerpos en
la orilla de los ríos, porque el agua es capaz de tapar sus delitos frente a
los ojos del Señor.
— ¿A orilla de los ríos? — repitió Nuna.
— Sí… muertas—
respondió y sentí que su voz sonó algo macabra, tal vez hasta algo burlona—.
Los ángeles son más sanguinarios porque no se permiten dejar rastro de sus
faltas. Y cómo les gustan las niñas…
¡BROM!
— ¡AHH!
Nuna
y yo soltamos un grito que cualquier becerro hubiera aplaudido.
Sorel
nos observó confundido desde la puerta y después se carcajeó de lo lindo.
— ¿Qué pasa aquí, señoras? — nos preguntó campante.
— ¡¿Por qué entras así, hombre?! ¡Casi se me sale el
corazón por la boca!
Había
empujado con su pie uno de los atizadores que reposaban en el umbral de la
puerta al momento de entrar, y eso era lo que había sonado tan fuerte.
— Sentí un ligero olor a quemado — me respondió como
quien no quiere la cosa—. Nereo también lo sintió desde el jardín.
— ¿Quemado? — Mmm…
Válgame Dios, ¡EL ESTOFADO!
Corrí tan rápido como pude y vi la calamidad en la que
se había convertido parte de la cena.
¡Malaya!
— ¿Pero qué andaban haciendo ustedes tan calladitas y
sentadas aquí en la cocina? — preguntó el viejo de Sorel—. Para andar
parloteando las damas son únicas…
— ¡Ya, fuera!— ordené; los tres protestaron en mi contra
pero me importó un rábano—. ¡FUERA TODOS!
— Señora Bejle…
— Ay, Bejle…
— Pero Bejle, fue tu culp…
— ¡FUERA, DIJE!
Los empujé yo misma patitas fuera de mi cocina y
después cerré la puerta con enfado.
¡Tonta muchacha y sus tontos relatos: mi estofado ha
quedado todo chamuscado!
Qué bueno que la sopa aún está cociéndose.
¨°*°*°*°¨
NUNA
Ay, Dios, ¡ay, Dios! Sé que es tonto creer en estas
cosas porque son las mismas supersticiones que se les cuentan a las niñas para
evitar que se escapen solas a las fiestas del pueblo; pero por otro lado Rudy
me ha sonado tan honesta que es imposible no seguir dándole vueltas a todo esto.
Bejle nos botó de la cocina enfadada por su estofado
quemado. Salí al pasillo con Sorel aún riendo por el tremendo susto que nos
dio.
»— Y cómo les
gustan las niñas…
Santísimo Señor, no me hagas esto. ¡Nunca le he temido
al Zahir, ¿por qué ahora me está dando tanto miedo?!
— ¿Señorita Nuna? — Giré al oír mi nombre y me encontré
con la mirada curiosa de Rudy—. Ay, discúlpeme, señorita Nuna, creo que el
relato le ha afectado. ¡No era ésa mi intención!
Le dije que no se preocupara pero insistió en pedirme
más disculpas:
— Comprendo cómo ha de sentirse: esta casa tiene muy
pocos habitantes, sin contarnos a nosotros los empleados, y la niña Albania es
tan bonita, y ahora que ya es una señorita…
Lo
último me inquietó aún más. Por un momento el relato me pareció más una
advertencia que solo un cuento.
— Rudy, todo…todo lo que nos has contado… — inicié con
algo de vergüenza por tomarme tan en serio algo como eso.
La chica se encogió de hombros y suspiró:
— Oh, no puedo asegurarle que sea verdad — me contestó
suavemente—. Mi abuela solía contarnos estas historias para el inicio del
Zahir, así que a lo mejor solo son meras leyendas. — Soltó una ligera risita
pero no logró tranquilizarme—. Decía que para ella era sencillo ver si había
algún ángel ya fichando a su futura víctima, porque ellos son taaaan buenos
embaucando a las personas. Imagínese usted: ¡quién no querría tener a un ángel
rondándola en plan de cortejo! ¡Y más si una es una niña sin nada de
experiencia en la vida!
Sonaba tan extraño oír hablar así de seres que
supuestamente siempre hemos visto bondadosos.
— Pero ésas seguro ya eran patrañas de mi abuel…
— ¿Qué te decía? — pregunté y traté de sonar
desinteresada pero no pude.
Sonaba a tontería pero me alarmaba tanto la situación
con mi niña Albania.
Ya
la había visto hace tiempo con esto de la temperatura alta y baja, sus
constantes silencios pensativos, sus sonrisas a la nada, esas escapadas que no
sabía cómo explicar porque yo sentía que ella en ocasiones no estaba en su
habitación…
Dios,
¡no!
— Bueno, ella decía que un ángel ficha a su presa con un
beso para hacerla suya el mismo día del Zahir.
Y no hay nada más sencillo de reconocer que un beso de ángel.
¿Beso?
— Pero dudo que quiera seguir escuchando estos tontos
relatos…
— Continúa. Por favor, Rudy.
Se mordió los labios y me sonrió:
— Pues bien, un beso de ángel reacciona de diversos
modos en una persona, más si se trata de una niña. Primero hay alboroto, un
cambio de humor incontenible: euforia y apasionamiento. En palabras más comunes
algo así como andar por las nubes, toda risueña y encantadora. Y un signo más
visible es el de la boca: la boca cambia. Se ve más tentadora y en el caso de
las niñas adquiere un tono rojo fresa que suplanta al puritano rosa.
¿Todo eso?
— Es muy sencillo saberlo: mi abuela decía que ni bien
se notan todos estos síntomas es necesario confirmarlo.
— ¿Confirmarlo?
Nereo
apareció por el pasillo que conducía al jardín: le dijo a Rudy que lo ayudara a
cerrar los establos porque empezaría a llover.
— ¡En seguida voy, Nereo! Bueno, ha sido un placer
compartir los relatos de mi abuela con usted, señorita Nuna. — Asentí y la vi
avanzar.
Pero
volteó y me sonrió:
— No estaría de más poner algo de sal… solo por si las
moscas.
El tono y la sonrisa juguetona me abrumaron.
Mi niña Albania…
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
Hoy las estrellas se ven particularmente bonitas. Veo
una por allá, y otra más allá, y otra, y otra y así miles más.
He vivido casi trece años en esta habitación pero es
la primera vez que me pongo a pensar en lo lindo que se ve el cielo desde mi
balcón. A Nunita no le gusta que me recueste sobre la alfombra pero no me
importa: me gusta estar así, recostada de costado y apoyada sobre uno de los
cojines de mi cama que me traje conmigo. El viento está soplando con algo de
fuerza pero no tanta, y aunque me hace un poco de frío me gusta sentirlo.
Me gusta sentirlo…
Me acurruqué, abrazando el cojín de plumas y con esa
canción que no dejaba de sonar en mi cabeza. No la había escuchado jamás pero
sonaba dentro de mí: era en violín y era hermosa. Era intensa, elaborada, y
sonará raro pero he estado tratando de memorizarla a la perfección para poder
dejarla salir. La vengo escuchando desde ese
día…
La vengo escuchando porque ni bien cerré los ojos y
sentí la perfecta boca contra la mía, una parte que desconocía del mundo se
abrió para mí.
»— Bésame, Aniel…
Se lo dije: se lo pedí reuniendo todo el valor que
pude. Y cuando sus ojos me observaron sorprendidos pensé que no debía haberlo
hecho.
Lo
has dejado perplejo…
Perplejo era poco: los ojos miel me
avergonzaron. Me sentí pequeñita, muy pequeñita, y después casi sin querer los
míos temblaron.
Llorar…
Quería
llorar.
El chico y la chica de Lavehda no se veían
así en mi recuerdo. La chica solo se había puesto de puntillas y él la había
besado; la chica no había esperado en medio de un silencio incómodo. La chica
no había visto en los ojos del chico un ¿por
qué me estás pidiendo esto?
Me mordí los labios con fuerza y después
traté de contenerme porque sería muchísimo más vergonzoso ponerme a llorar en
frente de él…
…pero entonces el cuerpo me tembló
triplicado, porque el sol me sonrió y después puso una mano sobre mi cabello.
»— No
llores, bonita — me susurró, y no pude decirle más porque después el mundo
dejó de sentirse como siempre lo había sentido.
Suave
Así
fue mi primer beso.
Tan
suave como si una mariposa se hubiese posado sobre mi boca.
Se
me cerraron los ojos cuando se inclinó sobre mí y después miles de mariposas
más estallaron por algún lugar que no supe reconocer. Las manos me temblaban
pero no me atrevía a hacer nada porque sentía que si me movía todo se
estropearía.
Los
labios de Aniel eran así: suaves, como los pétalos de una rosa rozando mi boca.
Para
cuando abrí los ojos no pude contener mi alegría: lo abracé por el cuello y le
pedí que me llevara en sus brazos a casa. Soltó una carcajada y me dijo “niña
mimada” pero no me importó nada. Solo sentía que la boca me tildaba, como
recordando la caricia, y que mi primer beso había sido con uno de los seres más
importantes de toda mi vida.
»—
No vayas a contárselo… a Nanael— supliqué con el rostro escondido entre el
hueco de su hombro y su cuello. Oí su risa ligera y después un amable “de
acuerdo”.
Me
daba muchísima vergüenza pensar en toda la cantidad de reprimendas que me
caerían si Nanael se enteraba de algo así.
No
pasó mucho tiempo para encontrárnoslo por el camino de regreso a casa: me
sonrojé muchísimo cuando me preguntó si había pasado algo porque parecía que me
veía algo nerviosa y no había tratado de ocultarlo.
»—
¿Y ahora qué has hecho,
Albania? — me preguntó cuando llegamos a mi habitación y sentí que me puse muy
colorada.
»— ¡No he hecho nada, Nanael! — le respondí algo
disgustada por el tono. ¡No entiendo por qué me habla así cuando apenas ha
retornado!
Sentía como si él pensara que siempre estaba
metiéndome en problemas ¡cuando no era así!
»—
¿Qué tal te fue con Rumilat y el gozo que te habían solicitado?
»—
No me cambies de tema, Aniel — le había dicho seriamente. Y como el tono no me
gustó estuve a punto de responderle algo muy feo, pero en ese momento apareció
Gremory y, como siempre, terminó lanzándose sobre él.
»—
¡¿A dónde te fuiste?! — le reclamó mientras él intentaba quitársela de encima—.
Estabas con la tal Caila, ¿verdad? ¡Exijo saber inmediatamente si estás
engañándome con esa mariposa trepadora!
»—
¡¿Engañándote?! ¡¿Pero es que tú estás loca o qué?! — gritó y Aniel empezó a reír.
La
verdad es que Gremory siempre es así de graciosa pero ese día yo no podía
reírme de nada. Era como si mi cuerpo se hubiese transformado en nubes y no
pesara absolutamente nada; y cada vez que lo veía sonreír sentía como cosquillitas
por aquí y por allá.
Me
quedé mirándolo en silencio mientras charlaba con Nanael y Gremory. Rió algo
alborozado cuando admitió que acababa de probar por primera vez el sabor de un
beso de chocolate, y después le restó importancia a los regaños de Nanael que
no aprobó para nada que hubiese experimentado con comida humana.
Recordaba
perfectamente la imagen de la chica y el chico de Lavehda: aquel beso no había
sido ni la mitad de perfecto que el que había recibido yo. Pero el asunto era…
…¿qué seguía de ahí?
¿El
chico y la chica de Lavehda qué eran? ¿Por qué compartían un beso?
¿Qué
significa un beso?
En
ese momento Nunita me llamó para cenar y para cuando volví a mi habitación
tenía tanto sueño que no conseguí pensar en nada más.
Y
al día siguiente pasó lo más terrible: Nuna nunca me había hablado de ello; ni
ella ni nadie, es por eso que cuando vi la sangre sobre mis sábanas pensé lo
peor. La primera en aparecer fue Gremory: “tranquila, es normal en las niñas”,
me dijo pero no pude calmarme. Aniel se preocupó tanto pero cuando intentó
tomarme en brazos le supliqué que no lo hiciera.
Me
sentía muy mal, me dolía todo el cuerpo y no sabía qué hacer; pero para mi
buena suerte Nunita llegó corriendo.
»—
Oficialmente ya es una señorita, mi niña preciosa — me explicó, y los cinco
días en cama fueron de los más extraños. Me sentía algo débil, muy cansada, y
miles de preguntas me atacaban: ¿qué es ser una señorita? ¿Qué significaba todo
ese jolgorio en los ojos de Nuna? ¿Por qué si era tan bonito todo esto, yo me
sentía tan mal?
Y
los ojos rojos que siempre veía en sueños apareciendo miles de veces más.
»—
Vamos a ausentarnos un par de días, Albania — recuerdo la voz de mi Aniel entre
sueños. Le pregunté que por qué otra vez, y me respondió que tenían que ver
algo con relación a esos ojos que me perseguían. Me aferré a su brazo,
pidiéndole que no demorara en volver, y solo sentí un beso sobre la frente.
Bésame otra vez…
No
sé exactamente qué significa todo esto de crecer, pero hay algunas cosas que
están cambiando dentro de mí. Y aparte de eso, Nanael y Aniel están pasando
mucho tiempo fuera: a veces siento que crecer implica que se alejen de mí.
Y
qué terrible sería vivir sin él a mi lado.
A mi lado…
Me
reincorporé bruscamente porque el corazón me latió con fuerza: completa.
Ya estaba completa
Corrí
hacia mi cama y tomé mi violín preferido, el caoba: elevé el arco y lo dejé
rozar las cuerdas con algo de temor.
¿Suena así en mi cabeza?
Toqué
las cuatro primeras notas tratando de repetir la melodía que oía constantemente
y me estremecí cuando comprobé que era tal y como la había escuchado. Tanteé un
par de veces más, cuidadosamente, y de repente el pulso se me aceleró.
Sí,
sí es así. Es la canción que he estado oyendo por días en mi cabeza…
Es mi primer beso hecho
canción.
¡Pam!
No
sé qué pasó porque sentí que las cuerdas soltaron un grito, extasiadas: nunca
las había tocado con tanta rudeza, y ellas nunca habían sonado tan perfectas.
Tomé
una bocanada de aire, empujé con más fuerza y de repente lo oí. Sí, alguien más
hablaba: pero no era la voz horrible ni tampoco los ojos rojos.
Era
él… sí…
Era
mi violín.
“Hola”—
me dijo y traspasé las cuerdas con tanto impulso que me lastimé los dedos pero
no me importó—. “Hoy voy a darte un
obsequio que ya te pertenecía pero que acabas de descubrir”.
¿Un
obsequio?
No
pude soportarlo y toqué con todo el volumen que me permitieron las cuerdas.
Aumenté la velocidad, tratando de copiar la canción que oía en mi cabeza; tal
vez con algo de furia, a lo mejor con un poco de angustia también.
“Hoy te entrego el
maravilloso don de componer”.
¿Componer?
“Sí, componer”.
Crear
música: eso es componer.
Crear…
Crear…
Crear
por él.
Crear para él.
¨°*°*°*°¨
NANAEL
Habían solicitado nuestras presencias en la Estancia
Alba. Aniel y yo solemos venir aquí para dar toda la información que vamos
acumulando con respecto a la Original, pero esta vez la reunión había tomado otro
rumbo.
Rumilat había pedido tenernos presentes para recibir
un informe que había sido elaborado desde hace cinco años humanos. Me
sorprendió la cantidad de tiempo porque durante todo ese intervalo tanto Aniel
como yo pensamos que las cosas iban bastante bien.
Por lo visto no era así.
Habíamos
permanecido aproximadamente doce ciclos aquí, lo que equivaldrían a seis días
humanos, oyendo el historial de algunos sobrevivientes rebeldes y sus
ubicaciones exactas. La comitiva de los Phaxsi había sido designada para lidiar
con todos aquellos que aún se mantenían ocultos y guardaban esperanzas de una
continuación de la Rebelión.
Al
principio pensé que el informe solo estaba compuesto por nombres de ángeles y
demonios de los que ya se habían encargado los Phaxsi…
…hasta
que llegamos al último nombre.
»—
Los
Tronos han mandado la orden de que se busque exhaustivamente en el historial de
los que lograron escapar— nos había dicho
Rumilat al frente de todo el comité. Aniel volteó a verme, claramente
confundido, en su apariencia original igual que yo y todos los presentes—. Parece que hay un ser tratando de cruzar las
barreras con las que suelen proteger a la Original; y lo ha estado intentando
desde hace cinco años más o menos.
»— Eso es imposible — respondió Aniel con más seriedad
de la que acostumbraba a emplear conmigo—. Nosotros no hemos sentido nada; de
lo contrario ya habríamos reforzado los campos de protección. Mi hermano de
nacimiento es muy bueno con los gozos de defensa.
Desvié la mirada, tratando de no verme demasiado
satisfecho: la vanidad no es un buen sentimiento.
»— Estamos frente a un caso muy particular — mencionó
Caila batiendo las alas con suavidad.
»— Es evidente—declaré algo fastidiado: odiaba que se
me informara de algo de lo que yo ya debía tener conocimiento—, pero Aniel
tiene razón: si hubiéramos sentido algo extraño hubiéramos tomado las medidas
necesarias.
»— Se trata de
un vaisiux, hermanos — lanzó Rumilat y el asombro fue a tal grado que pude
escuchar los pensamientos pasmados de Aniel. Seguramente él también oyó los
míos.
¿Un vaisiux? ¿Pero
cómo era posible eso? Un vaisiux era
considerado una especie de monstruo entre los nuestros: eran los prototipos que
habían quedado con vida después de los experimentos de fusión para la posterior
creación de la Original. Ángel y demonio cohabitando un mismo cuerpo.
Supuestamente no quedaban sobrevivientes de ese tipo.
»—
¿Hay algún vestigio de los probables seres que lo conforman? — preguntó Aniel.
Caila
no pudo contener su expresión de asombro: oírlo tan serio y demandante no era
propio de él.
»—
Por lo poco que hemos podido averiguar hasta el momento, parece que se trata de
Sabnock — nos respondió el que lideraba el séquito: lo reconocí de inmediato.
Era
Camael, el teniente general de los Phaxsi y mano derecha de Rumilat.
»—
¿Sabnock?— me ganó en preguntar nuevamente Aniel—. ¿Marqués demonio?
»— Así es: Sabnock era un antiguo
marqués demonio — añadió Rumilat—. Estaba en contra de la creación de la
Original, pero fue uno de los demonios que se secuestraron para experimentar
con los prototipos de creación. Parece que logró escapar, se mantuvo oculto
gracias a un Aliter que compartió su morada con él en la mente de un anciano.
El anciano falleció hace un tiempo, así que al verse nuevamente sin hogar ha estado
dándonos problemas.
»—
¿Han podido reconocer al ángel que cohabita con él? — indagué.
»—
Tememos que pueda tratarse de Kalmiya.
Kalmiya… Si no me equivoco había sido el décimo tercer
ángel creado en el coro de las Potestades.
Aniel
me miró y asintió: supuse que me había oído pensarlo.
»—
Kalmiya
era uno de los quinientos ángeles que sí estaban a favor de la creación de la
Original — corroboró Rumilat.
Aniel movió la cabeza, algo intranquilo: ser uno de los quinientos ángeles que
iniciaron las revueltas era de cuidado. No era un simple seguidor, era parte de
los ideólogos —. Según las
averiguaciones, fue uno de los que se ofrecieron de voluntarios para la
experimentación. La situación parece algo delicada porque el vaisiux tiene
dentro de sí a dos entes que no compartían una causa en común: Sabnock que
estaba en contra y Kalmiya que estaba a favor.
»— Aún no sabemos si está trabajando solo o con alguien,
pero Drol Qinaya ha dicho que en sus dominios ha visto algo extraño— añadió
Camael—. El vaisiux podría estar
tratando de contactarse con la Original mediante Transmisión Onírica.
»— Sus sueños… — murmuró Aniel.
Eso era muy peligroso:
hace un buen intervalo de tiempo que ni él ni yo podemos ver los sueños del
ente. Antes veíamos enormes prados floreados, fuertemente iluminados por el
sol, pero poco a poco se nos han ido cerrando.
Oí un leve movimiento:
observé de reojo y me lo encontré irguiéndose, como a punto de despegar.
»— ¿Aniel?
»— No deberíamos estar
aquí — me respondió con un fuerte silbido—. Si deseas puedes quedarte, pero yo
volveré con ella.
»— Aniel… ¡ANIEL! — aullé
cuando giró, abrió las alas y despegó rumbo a la salida superior.
Algunos
Phaxsi retrocedieron, algo asombrados ante la enorme cantidad de viento que
trajo consigo el batir de alas de Aniel. No es común entre hermanos ángeles que
nos asombremos por ver a otro en su forma original, pero Caila me ha repetido
infinitas veces que inclusive entre los nuestros, nosotros somos como una
especie de ejemplares únicos en su clase.
»—
Me disculpo por eso — resoplé.
Temía
que pudieran pensar que nos sentíamos superiores, ya que justamente ese tipo de
sentimientos tan humanos eran los que provocaban situaciones semejantes a la de
la Rebelión de los 500 caídos.
»— Él tiene razón. — Los
ojos de Rumilat asintieron junto a sus palabras—. Es mejor que estén con el ente. Nosotros vamos a encargarnos de todo lo
referido a la investigación de su ubicación.
»— Puedo
elaborar un gozo de rastreo. Necesitaría un par de horas humanas, máximo cuatro
ciclos, y lo tendría listo.
»—
¿Gozo de rastreo? — se cercioró Camael—. No existe un gozo para eso.
»—
Va a crearlo — respondió Caila y batió las alas con gentileza—. Nanael tiene la
habilidad de crear gozos nuevos y después perpetuarlos para que cualquier ángel
pueda emplearlos.
»—
Crear… — Asentí ante la voz de
Rumilat—. Sí, es verdad, Camael. Él puede
hacerlo; y sería de gran ayuda contar contigo para esto, Nanael.
»—
En cuanto lo tenga listo me presentaré ante ustedes.
Tomé
algo de impulso y pasé por encima con un salto. Corrí alrededor de la estancia,
por sobre las enormes paredes, rumbo a la salida superior.
— ¡Ah!
Crucé
el umbral que nos separaba del Mundo Terrenal y sentí nuevamente la fastidiosa
sensación de incomodidad atravesándome.
Tantos
años en el mundo humano hacen que mi ser se sienta muy extraño pasando de un
lado a otro.
Aterricé
sobre una roca cerca a un acantilado. A lo lejos divisé a Aniel volando en la
oscuridad. Corrí y me lancé hasta el otro extremo: crucé el acantilado sin
problema y me adentré en el bosque.
— ¡Aniel! — lo llamé y algunos pájaros
oyeron mi aullido y salieron volando de sus nidos.
Veía
sus alas batiéndose con más lentitud así que en cualquier momento…
Lo sabía: a
él también le fatiga pasar de un lado a otro.
Lo
vi descender dando un par de volteretas sobre sí mismo. Aumenté la velocidad en
mis cuatro extremidades y traté de alcanzarlo.
Lo
encontré a orillas de un riachuelo. Estiró las alas y poco a poco adquirió
forma humana. Cerré los ojos e hice lo mismo; segundos después lo seguí en la
carrera rápida que inició.
— No vuelvas a hacer eso — apunté mientras
cruzábamos la espesura del bosque. Me observó de reojo y después volteó por el
camino que se abría a la derecha —. Aniel, estoy hablando en serio. No puedes
salir de una reunión con el comité de los Phaxsi como un chiquillo que
simplemente ya se aburrió.
— Nanael, ¿oíste lo que dijeron? Hay un vaisiux rondando a Albania ¿y quieres
que me quede a terminar de escuchar los informes?
— Escucha, no debemos considerarnos
privilegiados así que no vuelvas a comportarte así.
— Nanael, no se trata de privilegios.
Nuestra misión es protegerla: mi sitio no estaba en esa reunión. Mi sitio es
junto a ella.
Me
detuve violentamente. Qué considerado de su parte que lo haya hecho también.
Me
observó, tal vez esperando que dijera por qué había dejado de movilizarme, y en
esos segundos me sentí ligeramente aturdido porque por un momento lo vi como a
un chiquillo humano… Un chiquillo humano demasiado inexperto como para pensar
en vez de solo actuar. Un chiquillo humano huyendo de los “tontos” protocolos
de los adultos.
Un
chiquillo humano demasiado empecinado en proteger a alguien en particular por
iniciativa propia, y no por una cuestión de obediencia.
— Aniel, todo esto de “proteger” al ente es
porque es nuestra misión, ¿verdad? — pregunté cuidadosamente.
— “Albania” — me recalcó—, es nuestra
custodiada. Nuestro deber es mantenerla a salvo.
— No te confundas — sentencié—. Nuestro
deber es mantenerla “controlada”; si algo llegase a salir mal…
Sus
ojos me observaron seriamente.
— …la misión pasaría al nivel de
“deshacernos de ella”— concluí—. No olvides eso.
Me
incliné, dispuesto a movilizarme, pero lo oí pasar delante de mí. Tan rápido
como el mismo Drol Asirb.
— Nunca pasará a ese nivel, antes muerto
— me dijo con osadía y se perdió por el
sendero.
Necesité
un par de minutos: me quedé ahí, oyendo los sonidos curiosos propios de un
bosque en la noche.
¿Qué
está pasando? ¿Por qué estoy sintiendo esto? No es normal percibir a mi hermano
ángel como un burdo humano.
El chocolate.
Sí,
debía ser eso. Probablemente el haber estado en contacto directo con algo tan
humano como “comer” había cambiado un poco su esencia. Sí, probablemente era
eso.
— ¡Aniel! — bramé con más fuerza de la
necesaria. Un cervatillo salió corriendo de un arbusto—. ¡ANIEL!
Me
movilicé y llegué a alcanzarlo; ya se distinguía la mansión Formerio desde
aquí.
— Nanael, si vas a volver con lo mismo… — me
dijo en tono cansino.
— ¡No vas a volver a hacer algo tan idiota
como comer, ¿me he dejado entender?!
— ¿Ah? — Me observó confundido y después rompió
a reír—. ¿Y ahora qué mosco te ha picado?
— ¡Por el Todo! ¡Es como hablar con un
chiquillo!
— ¿Chiquillo? — me respondió divertido
cuando nos detuvimos en la última hilera de árboles que ya daban para el jardín
de los Formerio —. Nanael, hemos sido creados al mismo tiempo: técnicamente
tendríamos la misma edad.
— Sí, debería ser así, pero en raciocinio
definitivamente tienes más de humano que de ángel.
Lo
dije y lo reitero: parece un humano idiota de dieciséis años.
— Te molestas por cualquier cosa. Gremory tiene
razón, a veces eres algo gruñón.
— Si vas a empezar a usar las tonterías de
esa demonio como argumento, no tendría por qué tomarte en serio.
¿Tendría
que ver el chocolate que había probado? ¿O acaso habría pasado algo más?
Cerré
los ojos y traté de visualizar algo de sus pensamientos, buscando algún
recuerdo que pude haber no notado; pero de repente escuché un rotundo “¡Alto
ahí!” y después me echaron violentamente de ellos.
Lo
miré, un tanto sorprendido por eso:
— ¿Por qué me has cerrado tus pensamientos?
— Nanael, hay cosas que uno prefiere
guardarse para sí mismo — me respondió con tranquilidad.
— ¿Cosas que uno “prefiere guardarse”?
Eso
es muy humano. Nosotros no tenemos secretos, ¿qué rayos está pasando?
— Aniel, ¿ha pasado algo que no me has
contado?
— Nanael, tenemos el asunto del vaisiux.
— No me cambies de tema.
— No ha pasado absolutamente na…
Se
detuvo bruscamente porque una melodía intensa llegó hasta nuestros oídos. Sentí
la energía desbordándose en mí, y después toda la que entró de golpe en Aniel.
Yo
me alimento de sonidos, pero misteriosamente esta vez se ha dirigido con más
brusquedad hacia él.
¿Qué
es eso? ¿Acaso no es violín?
Cerré
los ojos y me trasporté hasta el balcón de la niña: sí, efectivamente la música
venía desde acá. Era una melodía que nunca había sonado en la casa.
De
las cuerdas salían despedidos delicados hilos traslúcidos, en verde brillante,
que cualquier humano no vería. Cuando alguien como yo, que se alimenta de
sonidos, quiere capturar toda esa energía, simplemente debe absorber esos
traviesos hilos que se retuercen en ondas.
Esos
traviesos hilos que se niegan con firmeza a venir hacia mí.
¿Mmm?
La
situación me resultó muy peculiar, porque era la primera vez que los hilos de
energía parecían no viajar a la deriva, sino con un destino en particular:
tenían una dirección fija y no venían precisamente hacia mí.
Aniel
apareció a mi lado y los ojos se le encendieron de violeta. Se irguió, como
tomando aire, y entonces comprendí por qué esta melodía parecía tener un
destinatario en particular.
Era suya
Parpadeé,
aturdido, porque sin necesidad de preguntarlo esa melodía gritaba a todas luces
que era para él. Nadie me lo dijo, nadie tuvo que explicármelo: simplemente
aquel violín caoba bajo las manos de la niña, cantaba extasiado como rindiéndole
pleitesía. Cada hilo verde traslúcido flotaba encantado hacia él, y cada uno
soltaba una risa juguetona, parecida a las que solía soltar la niña, cada vez
que lograba ingresar por su pecho.
¿Qué está pasando aquí?
Traté
de poner algo de coherencia en todo el panorama que se me estaba presentando:
Aniel sintiéndose muy humano, muy comprometido a proteger al ente, cerrándome
sus pensamientos. Ahora el violín de esta niña, las notas extasiadas, los hilos
de energía invadiéndolo…
—
¡Aniel, ya regresaste! — oí el chillido.
Elevé
la mirada: la niña soltó el violín y prácticamente se lanzó hacia nosotros.
Escuché claramente el “Alak lourd” de
él para materializarse, y después lo
vi inclinándose para que pudiera verla directamente a los ojos y ella lo abrazara.
—
¡Te has ido seis días! ¡¿Sabes lo horrible
que es no saber que estás aquí?! — le reprochó y después ocultó su rostro entre
su hombro y su cuello.
Me
quedé un tanto perturbado, viéndola a ella abrazarlo como si fuera algo muy
preciado y a él acariciarle el cabello con suavidad.
Aquí…
aquí hay una fuerte conexión. Sé de sobra que Aniel es demasiado consentidor
con la niña, pero aquí algo no está cuadrando. ¿En qué momento el lazo se
intensificó? ¿El chocolate? ¿Habría tenido que ver en algo el estúpido bombón
de chocolate?
La
mujer, Nuna, ha estado repitiendo que siente a la niña rara. Hasta ahora no me
había planteado que a lo mejor está en lo cierto.
Algo
ha cambiado en ella. Lo abraza como si temiera soltarl…
— ¡YA VOLVISTE!
¡BROM!
Sentí
el peso sobre mis hombros y después la risa cantarina:
— ¡Seis días es demasiado tiempo, ¿no te
parece?! ¡A dónde te largaste, ¿maldito desconsiderado?!
— ¡Bájate, demonio! — Traté de sacudírmela
pero no conseguí nada. La niña y el idiota de Aniel empezaron a reír.
Fruncí
el ceño, harto de tanta tontería, hasta que de repente sentí que me presionaron
una mejilla e hicieron un fuerte sonido de “muuaak”.
¿Qué?
¡¿PERO QUÉ…?!
— ¡SUÉLTAME!
— Ay, pero si solo ha sido un inocente
besito en la mejilla.
— ¡Déjame en paz, demonio! — Me la quité de
encima y traté de limpiarme el asqueroso tacto de la mejilla.
Qué
cosa más desagradable.
— Materializado lo hubieras sentido más — me
dijo burlonamente—. ¿Probamos otro?
— ¡DÉJAME EN PAZ!
Cerré
los ojos y aparecí en Izhi, exaltado.
Estúpida
demonio: ¡¿por qué mierda no se va a molestar a otros?!
¨°*°*°*°¨
ANIEL
— ¿Un vaisiux? — Asentí ante la pregunta; Gremory
frunció la frente. Albania conversaba con su abuelo y con Loi en la terraza
mientras tomaban el almuerzo: seguían con los preparativos para su fiesta de
cumpleaños y Nanael había aprovechado que la habitación estaba sola para
revestirla con algunos gozos y salmos de vigilancia —. Creí que ya no existían.
— Según la comitiva de los Phaxsi podrían
existir varios, pero es muy complicado saber de sus ubicaciones exactas. Hay
uno muy cercano y parece que quiere introducirse en los sueños de Albania.
— ¿Mmm? ¿Los ojos rojos que solía ver?
— Así es.
— Vaya, nunca he visto a uno en persona pero
dicen que son horrendos. Y mira que he conocido a demonios horrendos y me han
dicho que son mucho peores que ellos.
— Evidentemente no hablas de mí — oímos con
burla—. Dicen que soy de los más guapos entre nosotros; inclusive mucho más
guapo que varios ángeles.
¿Mmm?
¡Vaya!
Hace tiempo que no lo veía.
— ¡Seir! — exclamó Gremory.
— ¿Necesitas ayuda? — lancé sin darle
demasiadas vueltas al asunto.
— Me has leído la mente, hermano. — Se
acercó y me extendió la palma de su mano. Noté que estaba algo ennegrecida —.
Una secta: me pidieron curar a cuatro humanos. He recibido algo de veinte almas
de golpe.
No
quise preguntarle más y me enfoqué en dibujar el gozo de relajamiento.
— ¿Y ese antifaz? — le preguntó Gremory,
señalando la máscara que sobresalía del bolsillo derecho de su chaqueta —. Que
yo sepa tenemos modos más eficaces para pasar desapercibidos.
— Sí, pero el protocolo dictaba que me la
pusiera. — Se quejó un poco cuando dibujé el tercer gozo. Le dije que me dejara
trabajar en paz y soltó una carcajada—. Ya empezaron las fiestas previas al
Zahir, y no estoy dispuesto a perderme ninguna.
— He oído de ti, ¿no eres Tarek Rye? ¿El
supuesto poeta viajero de cabellos dorados y ojos zafiro?— apuntó Gremory
burlonamente.
— Es el nombre que más empleo, sí —
respondió entusiasmado—. Aunque eso de cabellos dorados y ojos zafiro no lo he
inventado yo; han sido espontáneamente atribuidos a mi belleza.
— Tú solo vas a seducir a pobres jovencitas…
¿Poeta viajero? ¡Ni siquiera escribes!
— Pero practico otras “artes” —se defendió
satisfecho—. El arte de la seducción no lo aprende cualquiera, mi estimada
Gremory. — Terminé el gozo y me senté apoyado sobre el árbol del costado a
dejar que siguieran con su charla—. Seducir implica un previo cortejo, formas
sutiles de decirle a la otra persona qué buscas con ella. — Soltó un suspiro
maravillado que no entendí nada—. Nada más hermoso que los ojos de una chica
diciéndote “continúa, quiero lo mismo que tú”.
— Eso no es más que puro cuento— me susurró
Gremory—, lo único que busca es acostarse con todas las que pueda y de
cualquier especie en general.
— No es verdad, no es con todas. Contigo no
he intentado nada — apuntó con tono inocente—. Aunque pensándolo bien… — La vio
de pies a cabeza, como inspeccionándola, y sonrió animado—, ¿tienes algo que
hacer esta noche, mi atractiva loba gris?
— ¡Ay, por el Todo! — exclamó ella sin
creerlo—. Si fueras humano ya habrías embarazado a todo Lirau.
— Si fuera humano… — inició él pero después
suspiró—. Sí, tienes razón.
Escuché
a lo lejos el último salmo de descubrimiento que recitó Nanael e
instantáneamente detonó una pequeña explosión.
¡PLOF!
La
loba gris y el caballo de pelaje claro se miraron mutuamente cuando el humo se
despejó.
— ¿Eh? ¿Y ahora qué pasó?
— Gozo de descubrimiento — le respondió él asintiendo
para sí mismo—. Aunque me temo que en esta ocasión no sería de gran ayuda.
— ¿Mmm? ¿A qué te refieres? — pregunté
confundido.
— Los vaisiux
no tienen ya una forma original, así que cualquier salmo de descubrimiento
no los mostrará en su forma real. En este momento podrían estar camuflados como
arbustos o árboles y ninguno lo notaría.
— ¿Cómo sabes eso? ¿Y por qué estás al tanto
de todo? — Gremory volteó a verme, algo inquieta—. ¿Está bien que él sepa esto,
Aniel?
— Oye, no hables de mí como si fuera un
criminal. De demonio a demonio, ¡somos del mismo bando, qué ofensa! — exigió
relinchando un poco—. Algunos príncipes regentes y reyes no han sido despojados
de sus recuerdos sobre la rebelión porque fuimos de los que más se opusieron a
la creación de la Original — volteó a verme y se inclinó un poco—, no es que
diga que tu niña no debió ser creada, no vayas a malinterpretarme — explicó
rápidamente y después continuó—. Además, fue el mismo Balam el que sugirió la
investigación sobre los posibles vaisiux
que quedaban con vida.
— ¿Balam? ¿El rey de mis filas? — exclamó
Gremory asombrada. Supuse que por todos esos rumores que calificaban a Balam
como uno de los reyes demonio más perezosos de todos los universos.
— Sí, el soberano de mis filas también lo
sugirió: Decarabia, el supremo regente de la capacidad de curación. Yo estuve
presente cuando se le solicitó a los Phaxsi que se investigara sobre ellos,
hace más o menos diez años humanos atrás.
— ¿Diez años? — repetí—. Rumilat dijo que las
investigaciones habían iniciado hace cinco años.
—
Bueno, a lo mejor demoraron cinco años en
hacernos caso, quién sabe — resumió Seir con simpleza—. Ustedes son algo
cerrados cuando los asuntos nos incluyen también a nosotros.
— Eso es verdad — lo apoyó Gremory
firmemente.
— Y vaya que los nuestros conocen más de
cerca la naturaleza de los vaisiux. Todo
lo que es considerado “abominable” es como nuestra especialidad — me dijo Seir
a modo de broma.
Si
algunos supremos demonios sabían cosas acerca de los vaisiux, ¿por qué no se les ha solicitado ayuda?
A
lo mejor Nanael no era el único desconfiado entre los nuestros.
— Aunque a lo mejor también es en parte por
la postura de Decarabia y Balam que los Phaxsi se han cerrado tanto.
— ¿Postura? — No comprendí a qué se refería.
— Bueno, hermano: a lo mejor te parecerá
absurdo, pero algunos de los vaisiux
pueden ser inofensivos. Recuerda que varios de los ángeles y demonios que se
emplearon para crear al prototipo de la Original fueron secuestrados: es decir,
los fusionaron en contra de su voluntad. — Asentí, claro que sabía eso—.
Criaturas que han sido deformadas por causas injustas deberían poder vivir
libremente. Una vez tuve la oportunidad de ver a uno de cerca y realmente son
algo grotescos inclusive para los ojos de un demonio, pero su apariencia no
tendría por qué ser un impedimento para dejarlos seguir existiendo. Decarabia y
Balam propusieron que aceptarían en sus filas a aquellos vaisiux que sean considerados inofensivos, pero Rumilat y varios
otros ángeles superiores dijeron que podían ser peligrosos. Y no los culpo,
porque en cierto modo tienen razón.
A
lo lejos vi a Albania sacando su violín y a Loi revoloteando de un lado para
otro. Seir soltó un relinchido feliz y, aprovechando su apariencia, salió
trotando dispuesto a jugar con ellas.
—
¡Son apenas unas niñas, animal! — trató de
decirle Gremory pero fue demasiado tarde. Él ya estaba ahí, meneando la cabeza
con galanteo y haciéndolas reír.
Me
quedé observando el panorama en silencio: mi pequeña custodiada jugando con su
mejor amiga y riendo a causa de un salvaje caballo de pelaje claro. Mi
custodiada… la niña que hace unos días me había pedido un beso que accedí a
entregar, aún sin comprender exactamente por qué se veía tan ansiosa y
asustada.
Esa niña…
Recordé
las palabras de Nanael, eso de “aniquilar al ente” si se descontrolaba, y no
pude evitar asociarlas con las de Seir y su postura con los vaisiux.
Para
mis hermanos lo peligroso debía “destruirse”, sin lugar a dudas o a
misericordia. Y tal y como dijo Seir no puede culpárseles, porque de modo
alguno lo diferente siempre asusta.
Nanael no es el único que piensa así: si
Albania se descontrola sencillamente se optará por destruirla.
No…
No
podría…
No podría porque es mi custodiada. ¿Estoy
desobedeciendo las órdenes por las que fui creado? ¿Estoy rehuyendo de mi
sentido de vivir? ¿Estoy negándome a mí mismo como existencia?
¿Entonces
qué sucede conmigo? ¿Yo…? ¿Yo soy diferente a ellos?
¿Y
si no soy ángel…entonces qué cosa soy?
Seir volvió galopando cuando uno de los
empleados de la casa, Nereo, trató de ponerle una silla de montar. Lo escuché
reír mientras decía “¡jamás, humano! Soy un alma libre”.
— ¡Alma libre, mis polainas! — lo regañó
Gremory cuando nos alejamos hasta el riachuelo—. ¡Nanael se enfadará y creerá
que te he traído conmigo para fastidiarlo!
— Ah, qué puntilloso parece ser el tal
Nanael.
Albania
saldría con Loi, Nuna y su abuelo al pueblo: ya me había comentado que saldrían
a ver los últimos preparativos para su fiesta de pasado mañana así que podría
quedarme aquí, con ellos y aprovechar saber más sobre los vaisiux y estar preparado para cualquier ataque.
— Me temo que tendré que dejarlos: parece
que tengo trabajo — anunció Seir aún con su forma original. Gremory abrió los
ojos bruscamente: le fulguraron de rojo brillante—. ¿Mmm? ¿A ti también te
están llamando?
— Es una chica, tiene dieciocho años, vive
en Libiak.
Seir parpadeó: le dijo que a él le llamaba
alguien similar, y ambos llegaron a la conclusión de que probablemente se
trataba de la misma persona.
— Buscando saber el futuro y llamando a la
cura — murmuró desanimado—. Te apuesto cuatro legiones a que está llamándonos
por un tercero al que ama muchísimo.
— Eso es conocer bien a tu clientela —
respondió Gremory igual de desalentada—. Nos vemos, Aniel.
— Adiós, hermano. Volveré más tarde por un
poco de ayuda.
— Cuando quieras — le respondí y los vi
desaparecer.
Tal
vez debería tratar de convencer a Nanael para que tengamos una charla apropiada
con Seir: podría ser de gran ayuda.
Iba
a ir a buscarlo a la habitación de Albania pero oí su voz ordenándome que
completara los gozos de protección que estaba invocando ahora para todo el
perímetro de la mansión.
—
Quédate
en Izhi: mandaré parte de los cánticos para que tú los completes. Un par de
Himnos de cooperación van a ser muy eficaces — oí por algún
lado de mi cabeza: mmm, suena bien. Un Himno de cooperación resultaba sumamente
difícil de penetrar ya que era un cántico compartido y por lo tanto el doble de
poderoso—. Por cierto, sigo pensando que
es grosero de tu parte que me hayas cerrado una parte de tus pensamientos.
Le
respondí que me encargaría de todos los gozos que me enviara y después de un
bufido aburrido dejé oír su voz.
Ha
vuelto a enfadarse.
Algo
de neblina violeta apareció frente a mí. La atrapé entre mis manos y concluí el
gozo de revestimiento que Nanael acababa de enviarme.
— Pas de contact, pas de vue.
No es que esté
ocultándole cosas de vital importancia, pero le había hecho una promesa a
Albania y no sería honesto de mi parte quebrantarla. Además la había visto tan
inquieta con todo el asunto sobre el beso que me pidió, que no parecía prudente
que Nanael se enterase de algo así.
»
Bésame aquí, Aniel…
Era la primera vez que me ocurría algo semejante.
Siempre había visto a humanos que no reaccionaban frente a situaciones que los
tomaban desprevenidos: recuerdo lo curioso y cómico que me resultaba observar
sus gestos desencajados y lo rápido que sus emociones se disparaban, tratando
de buscar un punto de equilibrio capaz de darles la respuesta adecuada.
En ese momento no me dio risa.
No me dio nada de risa porque me sentí exactamente en
esa posición.
Estaba ahí, de rodillas frente a una niña que
repentinamente me pareció ser otra persona. No supe por qué, pero me había dado
la ligera impresión de que algo en ella había cambiado. Y ahora que lo pienso
mejor, esa sensación no es nueva. Hace un tiempo que ella ha venido cambiando,
como todo en la vida en sí, y como Gremory solía repetir.
Albania cambiaba
día con día porque estaba creciendo.
El latir de su corazón me atacó violentamente los
sentidos: oía los boom boom desesperados y repentinamente imaginé a un pequeño
pajarito asustado, batiendo las alas con fuerza dentro de una caja oscura,
completamente abrumado por no poder escapar.
» Bésame aquí,
Aniel…
Observé sus facciones, tratando de encontrarle el
sentido a todo eso.
¿Qué es un beso?
“Posar lo que los humanos denominan boca
sobre alguna otra superficie”, fue lo que arrojó mi mecanismo de respuesta; sin
embargo faltaba algo: la definición no me convencía del todo.
A lo mejor había formulado mal la
pregunta….
¿Qué
significa un beso de ese tipo?
Comprobé que estaba nerviosa, asustada,
avergonzada…
¿Por
qué?
Elevé una mano y alcancé a ponerla sobre
su mejilla. Se sobresaltó y entonces algo indefinible se desató. Miles de rutas
de colores se expandieron por todo su mapa emocional: vi alegría, tristeza,
ansiedad, vergüenza…
¿Qué
es esto? ¿Por qué me está pidiendo algo semejante?
Entonces los ojos se le hicieron enormes,
y poco a poco se entrecerraron con pena. Vi una, dos, tres gotas formarse en
ellos y ahogar los pozos preciosos.
¿Por qué llora?
¿Por
qué últimamente está tan sensible?
En un momento
pensé que tal vez no debería hacerlo, pero no pude pelear contra mi lado menos racional: en otra
ocasión probablemente hubiera demorado más en pensar las cosas, pero como
percibí el enorme malestar emocional y las lágrimas amenazando con atacarla,
reaccioné casi sin planearlo.
» No
llores, bonita — declaré y para cuando lo comprendí ya lo había hecho. No
sabía exactamente cómo se da un beso porque jamás había dado uno antes, pero repliqué
lo que la teoría me decía: posar los labios sobre la superficie indicada.
No me pareció gran cosa, la verdad, y no creí
que algo de esa magnitud la pusiera tan contenta, porque al segundo siguiente
la tuve aferrándose a mi cuello y pidiéndome cariñosamente que la llevara a
casa.
No iba a
contárselo a Nanael porque la reprimenda sería doble: para ella por todo esto
del contacto físico que tanto reprueba él, y para mí por el asunto de acceder
con demasiada facilidad a sus peticiones.
— ¿Qué
estás haciendo por…? ¡Ay!
¡PLOOF!
¡Miauu!
¿Qué?
Volteé
con curiosidad ante el pequeño estallido y me encontré con un pelaje blanco ya
sumamente conocido para mí.
— ¡Creí que ya habíamos terminado con esto
de los Gozos de descubrimiento! — me reclamó en su pequeña estatura. Me
acuclillé frente a ella, recordé a Albania y sus absurdos “horrible coqueto” y
no pude evitar reír—. ¡No te rías de mí!
— No me estoy riendo de ti. —Toqué la
felpuda cabeza con la punta de mis dedos y me lanzó un gruñido—. Para ser muy
pequeña eres muy poco amigable en esta figura.
— ¡Pues tú eres bastante fastidioso cuando
uno te conoce mejor! —Elevé una ceja y volvió a acusarme ahora con una pata
levantada en mi dirección—. ¡Y vuelves a reírte!
Desordené
algo del pelaje de su cabeza y después le toqué la punta de la nariz: Nanael
volvió a enviarme el trozo de otro gozo. Le pedí a Nhyna que aguardara en lo
que terminaba de dibujarlo.
— ¿Por qué están haciendo todo esto? — me
preguntó mientras concluía la última inscripción y el himno se evaporaba para
esparcirse por todo el perímetro—. Ustedes son un par de custodios algo
peculiares, la verdad.
— Me encantaría decirte más pero lo tengo
prohibido — le expliqué cuando acabé los otros cuatro gozos que llegaron.
Se
trepó al árbol de al lado y caminó con elegancia sobre sus cuatro patas para
dejarse caer con suavidad sobre una de las ramas.
— Y a mí no me gusta que me tomen por
entrometida así que no insistiré — aceptó bostezando un poco—. Menos si se
trata de tu custodiada. — La miré, algo confundido—. Lo… lo digo porque odio a
los niños.
Nanael
me envió dos gozos más: los atrapé mientras Nhyna me observaba desde arriba. En
lo que terminaba de completarlos la oí suspirar en voz baja.
— A mí tampoco me gusta entrometerme en
asuntos ajenos, pero te ves algo decaída.
— ¿Mmm? ¿Por qué lo dices? — me preguntó a
la defensiva.
— No sé, solo me parece. — Se reincorporó
sobre la rama y me observó fijamente. Como pensé que la había incomodado
preferí cambiar de tema —. Creí haberte oído decir que detestabas el bosque…
— Ya no tanto: hay cosas que al habitarlo lo
hacen hermoso a mis ojos — me respondió y nuevamente noté el tono alicaído,
pero al instante la postura altiva reapareció—. A-además… mi compañero de
vivienda está con un repulsivo humor y mejor aquí que oyendo sus ridículos
lamentos.
— ¿Lamentos?
Veinte
fueron los Himnos de cooperación que concluí, y en ese tiempo escuché
atentamente el relato de Nhyna que parecía no muy convencida de contarme su
situación. Le pedí que no lo hiciera si resultaba muy incómodo, pero al final
las palabras no dejaron de brotar.
Es
bueno conversar: a veces uno solo necesita ser escuchado. Los humanos suelen
repetir eso, y creo que tienen algo de razón.
— El idiota no entiende que es mejor
olvidarse de ella — me dijo ya con el sol oculto y las estrellas empezando a
notarse—. La tal Georgia acaba de descubrir que está embarazada y eso lo ha
dejado devastado. — Los ojos celestes se le entrecerraron con odio—. Esa humana
no vale ni la mitad de lo que vale Valak, y aún así es capaz de hacerlo sufrir
solo con el poder de sus palabras.
— La desprecias— sentencié; ella elevó una
ceja y me dijo “¿tanto se nota?”—, pero porque a él le tienes mucho afecto.
— ¿Qué? ¡Eso no es cierto! — Me senté junto
a ella sobre la rama de aquel árbol y presioné la pequeña nariz rosácea: era
increíble ver como dos sentimientos tan contradictorios como el odio y el amor
podían cohabitar y por un punto en particular.
Odiar
tanto a alguien solo porque simboliza el dolor para otro alguien al que
estimas.
Supuestamente
ángeles y demonios no estamos diseñados para amar, pero creo que en el fondo el
Todo también nos ha entregado las mismas facilidades que los humanos para tener
sentimientos; así no hablemos estrictamente de un amor de pareja o un amor de
familia consanguínea.
— Aniel,
la niña ya regresó — oí: era Nanael nuevamente a través de
nuestro propio medio de comunicación—.
Quédate con ella mientras voy a atender el llamado de Caila: creo que han
encontrado más pistas sobre el vaisiux.
— Todos
los salmos que me enviaste ya están acabados — le
respondí de igual manera.
— Buen
trabajo; trataré de regresar lo más pronto. Y deja de perder el tiempo con esa
demonio.
Rodé
los ojos y me despedí de Nhyna. Al instante aparecí en el balcón de Albania.
El
lugar giró un tanto: comprobé que ejecutar los gozos que Nanael dibujaba me
quitaban muchísima energía.
— ¡Ya te dije que no haré nada! — exclamó Albania
disgustada. Me sonrió enormemente al verme, pero volvió a fruncir el ceño
cuando Nanael, ya en su forma original, insistió con lo de que se portara bien—.
Voy a quedarme aquí, practicando mis lecciones de aritmética y esos salmos que
ni sé para qué necesito, ¡así que puedes irte tranquilo! Me quedaré con Aniel,
¿verdad?
— Así es — respondí y ya por costumbre me
materialicé para que pudiera aferrarse a mi brazo.
— ¡Vete! ¡Ya te dije que estaré bien!
— Albania — la reprendí ante el tono
altanero: me miró y después puso un mohín.
Nanael
y ella tienen ciertas asperezas que podrían limar si ambos fueran corteses el
uno con el otro.
— Y yo ya te dije que es mejor que aprendas
a controlar tus sueños — le respondió él con el pelaje erizándosele a causa del
enojo—. Si tanto miedo te provocan esos ojos que se te aparecen, aprende a
dejar de verlos.
— ¡Aniel siempre se queda junto a mi cama
para que no me asusten!
— ¡Pues Aniel no siempre va a estar detrás
de ti, niña! — bramó con más fuerza de la que esperaba.
Noté
que ella se encogió.
— ¿No estará siempre conmigo? — repitió en
voz baja.
Pero
antes de que alguno agregara algo más, cerró los puños y volvió a fruncir el
ceño, enfadada:
— ¡Tú no decides eso, Nanael!
— ¡Bájame ese tono!
Solté
un suspiro, agotado:
— Albania, Nanael… — La pelea no iba a
acabar si ambos seguían tensando la cuerda.
— ¡No sé para qué quieres enseñarme esos salmos
tan complicados! ¡Los ojos rojos los veo desde chiquita! ¡Es imposible: nadie
puede controlar lo que sueña, Nanael!
— Eres un caso especial, niña — murmuró
ásperamente. Le lancé una mirada de advertencia que me respondió con un
resoplido—: Claro que se puede controlar lo que sueñas, Albania —añadió con un
esfuerzo enorme para sonar más calmado—; solo es cuestión de que practiques.
Anda memorizando las inscripciones que te he dicho y cuando retorne veremos el
asunto de controlar las imágenes que ves mientras duermes.
— ¡Aysh, te odio! ¡Si no es la señorita Bona
dejándome absurdos ejercicios de matemática, eres tú con tus clases sobre salmos
que no entiendo! ¡Es sábado!
— ¡Solo obedece! — le espetó y después se
giró, rumbo al balcón—. Adiós, Aniel.
Dio
un salto y desapareció de nuestro campo de visión.
Cielos,
la relación entre este par a veces resulta sumamente complicada y no parece ir
mejorando con el paso del tiempo. Albania es testaruda y no soporta que le den
órdenes, y Nanael es sumamente disciplinado: todo lo que no se haga tal y como
él dictamina lo irrita.
— No entiendo por qué es tan importante… —
la oí murmurar enfadada.
— Él tiene razón, Albania. Todo eso que te
asusta en medio de tus sueños son solo imágenes que pueden mantenerse a raya si
tú lo deseas. Nanael lo hace para que descanses mejor.
No
era exactamente eso, pero en modo alguno respondía a esa premisa: en realidad
lo de los salmos de sueño estaban destinados para que ella misma aprendiera a
defenderse si algún tipo de ser trataba de ingresar a su mente. Nanael y yo
éramos inservibles en esos casos ya que ninguno podía ingresar a su interior por
muchos conocimientos de Li-kay que
tuviésemos.
La
Original mantenía sellada su mente de manera muy rígida: en vez de incomodarla
tratando de allanar su morada, lo ideal era darle las herramientas necesarias
para que Albania pudiera defenderse si algo pasaba entre sus sueños.
— ¿Es por lo que dijo Nanael?— me preguntó;
la miré, sin comprender—. ¿Es cierto que no vas a estar siempre detrás de mí,
Aniel?
— Día tras día estás creciendo, bonita. — La
mirada de enfado pasó a una de temor—. No voy a dejarte, pero tienes que
aprender a valerte por ti misma.
— ¿Por qué?
— Porque es mejor que uno aprenda a encender
la luz por sí mismo. — Los ojos me miraron con más insistencia—. No voy a
dejarte, pero quién sabe, a lo mejor en algún momento no puedo llegar a tiempo
para encender las luces de tu habitación. Si esos ojos rojos aparecen, ¿qué
haríamos?
Apretó
los labios y después asintió ligeramente convencida.
— Pero eso no significa que me vas a dejar,
¿verdad? — me preguntó para cerciorarse.
Solté
una carcajada y le dije que no.
— ¿Y si practicamos esos salmos?
— ¿Y después toco algo para ti?— Asentí—. Nunita
está muy ocupada abajo con la lista de las cosas que faltan para la despensa
así que vamos a tener muchísimo tiempo.
— Eso suena bien.
Me
sonrió.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
A ver: Nanael dijo que las inscripciones que me estaba
enseñando eran para incitar el sueño y la otra para despertar al dormido. El
asunto es que el muy malvado solo me ha dibujado un ejemplo prácticamente en el
aire y los hilos se habían desvanecido después de pocos segundos.
¡¿Acaso cree que tengo memoria de elefante?!
— ¿Eran éstas? — me preguntó Aniel desde mi pupitre. Me
acerqué y comprobé por sobre su hombro que me las había dibujado en dos hojas y
con un trazo perfecto.
— ¡Sí! ¡Son ésas! ¡Gracias, Aniel! — No pude evitarlo y
me abalancé sobre él. Si fuera por mí lo tendría materializado a todas horas
para que el aroma a sol y estrellas rellenara toda mi habitación.
Me apoyé en su hombro y sentí parte de su cabello
rozándome una mejilla.
— ¿Practicamos esos trazos?
— ¡Síp!
Nunita
debía estar muy, muy ocupada abajo porque en ningún momento pasó a verme; solo
Rudy, la nueva ayudante de Bejle, había tocado la puerta y me había preguntado
si se me antojaba algún postre.
Le
dije que gracias pero no, y después nuevamente me quedé en silencio.
— ¿Y por qué no quieres invitar a esa niña? — me
preguntó Aniel mientras yo movía el dedo índice en el aire, siguiendo la ruta
que veía en el dibujo que él acababa de hacer.
Le
había contado todo lo que hicimos por la tarde el abuelo, Loi, Nunita y yo por
la ciudad. Habíamos ido a ver los obsequios que daría a modo de recuerdo y
también pasamos a ver al señor Saleri para recordarle que debía venir a casa
para tomarnos un par de fotografías. Antes de retornar a casa el abuelo nos
llevó a un bonito café en el centro de la ciudad: las mesitas eran pequeñas,
máximo para dos personas, así que Loi y yo pudimos sentarnos en una mesa
aparte. Nos dio mucha risa porque nos sentimos como a lo mejor Alexia se sentía
siempre que salía con sus amigas por alguna parte del mundo. El abuelo y Nunita
se enfrascaron en una charla y hasta se olvidaron de nosotras, por lo que
parecía que habíamos venido solas.
No
sé qué problemas tiene el abuelo con el señor Erasmo que siempre lo veo
hablando con Nuna sobre él y su hijo Darío.
»—
La verdad no quisiera haber tenido que invitar a Anastasia pero tuve que
hacerlo a fuerza — le comenté a Loi mientras le daba una probada a mi ponche de
chocolate. El abuelo había pedido que le pusieran lo mínimo de lo mínimo de
alcohol pero aún así sentí un poco el sabor del vino —. Nuna me dijo que como
ya había invitado a Luca y a Naum, podría verse mal que no invitara a su prima.
Loi
nunca suele hablar mal de las personas pero en ese momento asintió fuertemente.
Me sorprendió muchísimo que lo hiciera.
»—
¿Eh? ¿Pasó algo?
Jugueteó
un tanto con la cuchara y la crema de su chocolate caliente, y después suspiró acongojada.
»—
¿Qué pasa, mi Loi querida? ¿Es por lo que dijo de tu vestido? — ¡Ay! ¡Cómo
odiaba a ese antipático Pastel de navidad! —. No eras una berenjena, Loi. ¡Lo
dijo solo por envidiosa!
»—
La verdad es que no te conté algo, Albania. — Parpadeé, llena de curiosidad
cuando la vi bajar la voz y ponerse rojísima—. Hace unos días mi abuela fue a
visitar a la señora Liwen por algo de la beneficencia con la que ellas
colaboran. — Le di un enorme bocado a mi ponche: lo dejé a un lado porque el
vino me estaba calentando las mejillas—. Mi abuela nos llevó a Matilde y a mí,
y mientras ellas charlaba con la señora Liwen, me dejaron con Anastasia en el
jardín.
»—
Iuuj, toda una tarde sola con Anastasia Liwen. — Me ericé de solo pensarlo—.
Seguro te aburriste muchísimo, Loi.
»—
Bu-bueno, bastante… sí, pero no hablaba solo de eso. — Me pidió con la mano que
me inclinara un poco. Lo hice y ella bajó muchísimo la voz —: Estábamos
sentadas tomando algo de té, y de repente me dijo algo muy extraño sobre Luca.
»—
¿Eh? ¿Qué te dijo? — pregunté ansiosa. ¿Sería algún secreto de los gemelos? Me
dio muchísima curiosidad porque cualquier cosa que tuviera que ver con él nos
concernía a ambas: a ella por lo obvio (le gustaba) y a mí porque era su mejor
amiga.
»—
No sé de dónde salió el tema — bajó aún más la voz: tuve que inclinarme casi tirándome
sobre la mesa porque sino no alcanzaba a oír—. Pero Anastasia me dijo que Luca,
a diferencia de Naum, era un tremendo sinvergüenza: que era un rebelde sin
causa en Dominic Pascal y que encima ya hasta había besado a dos o tres
muchachas menores y mayores que él.
»—
¡¿QUE QUÉÉÉÉ?! — chillé pero inmediatamente me cubrí la boca cuando Nunita me
lanzó una mirada indignada desde la otra mesa—. ¿Y ella cómo sabe eso?
»—
No lo sé, pero es su prima… supongo que debe saber cosas que los que somos solo
conocidos no sabemos. — Me apenó ver a Loi tan desconsolada. Es decir, Luca ya
de por sí parece un poco temerario, pero creo que a Loi no le ha caído tan bien
esa noticia—. Va a sonar muy tonto… pero me hubiera gustado ser su primer beso.
Y
ni bien dijo eso sentí que el rostro me ardió muchísimo, porque también habían
cosas que aún no le había contado a Loi.
Por
ejemplo, que yo sí ya había dado mi primer beso.
— ¿Albania?
— ¿Eh?— Oí la voz perfecta y reaccioné—. Oh, nada,
Aniel.
— Me decías que no querías que Anastasia Liwen asista a
tu fiesta…
— Porque es una antipática, por eso — resumí tratando de
no sonrojarme nuevamente. El abuelo también se había dado cuenta en la
cafetería, pero pensó que había sido a causa del vino.
Creo que en parte también había sido por eso.
Terminé
de dibujar la inscripción de despertar en el aire: la observé por unos segundos
y algo extraño sucedió.
¿Y ahora qué?
Sentí
un bajón inexplicable en el pecho: no me había puesto a pensar en esto cuando
oí a Loi mencionar lo de Luca.
Su primer beso…
— Aniel… — las inscripciones en hilos verdes brillantes
flotaban en frente de mí: sueño y despertar. Creo que ya están bien hechas—.
Aniel, tú…
— ¿Sí? — me preguntó amablemente.
Bajé la mano y traté de elevar la mirada: ¿es correcto preguntarle algo así? ¿Por qué
no?
— Aniel, recuerdas… ¿recuerdas lo de la vez pasada? —
murmuré tímidamente. Se acercó a mí y me observó con tranquilidad—. Yo… ¿yo
también… también…fui tu…?
Boom-booom
¡Ya cálmate! ¡No puedes querer salir saltando siempre
que lo ves a los ojos!
— Ya… ¿ya habías besado a alguien…antes? — la voz me salió muy baja, y después sentí un calor
horrible en las mejillas.
— ¿A alguien? — repitió. Asentí y la respiración se me
agitó.
¿Sería igual? ¿Yo también sería su primer beso? ¿O es
que alguien más ya lo habría besado?
Gremory…
No, la chica
rubia. La tal Nhyna…
Se
quedó en silencio por unos segundos, y cuando empezaba a sentir que una mano
invisible me apretaba el corazón con fuerza, lo oí reír:
— Has sido la primera persona a la que he besado; por
eso no sabía cómo hacerlo — me respondió con tranquilidad y en ese momento no
sé qué pasó. Los ojos se me abrieron emocionados, y toda la alegría que guardaba
era tanta que fue como si saliera despedida de algún lugar.
¡PAM!
— ¡Ay!
Una de mis inscripciones salió disparada hacia el
frente con tanta fuerza que yo misma caí hacia atrás.
¡BROM!
Y
después un cuerpo más cayó como sin vida al lado: volteé, horrorizada, y me
encontré con Aniel sobre la alfombra, con los ojos completamente cerrados.
¡¿Eh?!
¡No!
¡¿Qué hice?!
Me arrodillé a su lado rápidamente e hice lo primero
que se me ocurrió: apoyé de lado mi rostro sobre su pecho y escuché lo que el
abuelo, decía, siempre debía escucharse.
Boom – boom
Boom - boom
Hay
un corazón latiendo: el abuelo dice que mientras haya eso, la persona está
bien.
Pero…
¡pero Aniel no es cualquier persona!
— Aniel, ¡Aniel! — exclamé moviéndolo un poco. Ni
siquiera pestañó: fue extraño verlo así porque ni él ni Nanael dormían, nunca
lo hacían. Era la primera vez que lo veía así, completamente rendido.
¡Ay, Dios, ¿y ahora?!
Gateé
hasta donde habían quedado mis hojas dibujadas y comprobé que una inscripción
aún flotaba en el aire: era la segunda, la del salmo de despertar.
¿Sería que el salmo de sueño que había estado dibujando…?
Me
puse de pie y traté de atrapar la inscripción que aún seguía brillando de verde
transparente. La tomé con ambas manos, sin juntarlas demasiado para no
desvanecerla, y cuando di un par de pasos más, en la misma dirección en la que
se encontraba Aniel, vi que el ceño se le frunció un poco.
Probé
nuevamente y di un par de pasos más pero esta vez hacia atrás: el ceño se le
relajó y volvió a quedarse como dormido al completo.
Entonces…
¿accidentalmente le había lanzado el salmo de Sueño?
Bueno,
si tengo aquí el de Despertar y está bien dibujado, eso significa que ni bien
toque su cuerpo reaccionará, ¿verdad?
Me
acerqué con cuidado porque parecía que la inscripción se desvanecería si la
llevaba bruscamente. Volví a arrodillarme junto a Aniel y cuando estaba por
introducir la inscripción a su pecho, noté algo que no había visto antes.
Me
incliné y vi directamente sus facciones: cuando suelo abrazarlo también puedo
ver su rostro de cerca…
…pero es la primera vez que lo veo
dormido.
Dejé
la inscripción a un lado y me acerqué más. Tanteé con suavidad sus mejillas,
esperando que no despertara, y entonces toqué su cabello: Aniel tiene el
cabello desordenado, pero es un desordenado que no incomoda, es un desordenado
que encanta.
Observé
el rostro relajado, oí la respiración suave y entonces algo diferente apareció:
Estoy
sola…estoy sola con él.
¿Qué es esto?
Me
puse de pie violentamente y tomé la llave que reposaba junto a mi tocador.
Corrí hacia la puerta y cuando la oí girar dentro de la cerradura, encerrándonos
por completo, sentí un miedo inexplicable.
¿Por qué cierro la puerta? ¿Por qué
es tan importante saber que nadie va a entrar?
Apreté
la llave con muchísima fuerza entre mis dedos y volví hasta él. Me dejé caer a
un lado y entonces no sé bien por qué pero me incliné tanto que prácticamente
podía contar las pestañas de sus ojos.
Siempre
he pensado que Aniel era bonito, que era
hermoso…
…pero…pero
ahora que lo veo más de cerca y tan silencioso…
No,
él no es solo hermoso, él…él… él es muy apuesto.
Es atractivo.
Paseé
los dedos por sus mejillas y después por encima de los labios: hace unos días
también los había sentido…pero de otra manera.
Algo
de viento ingresó y azotó las ventanas de mi balcón con fuerza. Me sobresalté
avergonzada al pensar que Nanael podría haber vuelto pero no, no había nadie
más.
» Has sido la primera persona a la
que he besado.
Bajé
la mirada hasta sus manos: tomé una de ellas y la llevé a mi mejilla, a mi
cabello. Él siempre lo hacía, siempre me tocaba con delicadeza. Casi como si yo
fuera de cristal…
¿Soy de cristal?
Llevé
su mano hasta mi cuello y sentí los alocados latidos de mi corazón.
¿Qué
estoy haciendo?
La
bajé con cuidado y la apreté contra mi pecho. A veces…a veces siento que algo
aquí dentro explota cada vez que lo veo sonreír, y no sé si sea apropiado
sentir todo eso.
» Has sido la primera persona a la
que he besado.
Observé
la mano que sujetaba y me incliné un poco más, solo para dejar un beso en medio
de la palma. Sentí el aroma como a noche, a estrellas me aturdió.
Quiero darle todos mis besos.
Tomé
la otra mano y también la besé. Me incliné tanto que mi cabello lo rozaba: un
beso sobre su frente, tal y como él hace siempre después de alguna reprimenda.
Un beso sobre una mejilla, sobre la otra, por todas las lágrimas que él mismo
ha secado de mi rostro. Un beso sobre su cuello, porque es mi lugar favorito en
medio de un abrazo; y un beso sobre su mentón, por todas las veces en las que
suele abrazarme y lo apoya sobre mi cabello.
Elevé
la mirada y recién me di cuenta de que estaba casi sobre él, escuchando los
latidos de su corazón y los del mío.
Faltaba uno más…
Me
estiré y toqué la comisura de la boca con mis labios: la habitación giró sin
control, el perfume a sol me atacó. Sentí como si hubiera bebido litros de ese
ponche que traía vino.
No
pude aguantar más y me incliné por completo a rozar los labios que ya había
besado.
Así,
cerrados…cerrados…
¿Por qué cerrados?
Los
separé un poco y cuando descubrí que su labio inferior encajaba a la perfección
entre los míos, algo parecido a un fuerte latigazo me golpeó la columna. Como
fuego, como cuchillas…
— ¡Ah!
Me dejé caer sobre él, con la respiración agitada. La
inscripción que flotaba cayó bruscamente, como si ella misma hubiera perdido
fuerzas.
Lo sentí moverse; traté de ponerme de pie pero el
corazón me latía muy fuerte y los oídos me zumbaban.
— ¿Albania? — oí su voz. Escondí el rostro en su pecho,
rogando que no viera la vergüenza que sentía en mí—. Albania, ¿qué pasó? ¿Estás
bien?
— Aniel… — se reincorporó lo suficiente como
para estar sentado y trató de verme a los ojos pero yo no podía ni elevar la
mirada.
— ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás tan agitada?
— Yo…yo…
No supe qué responderle; él creyó que estaba cansada,
que había sido demasiada práctica por hoy.
Me
tomó en brazos y me depositó con suavidad en el sofá de al lado. Me sonrió y me
dijo que no pasaba nada por no practicar más: Nanael no se enteraría.
No
se enteraría…
No ha notado nada.
¨°*°*°*°¨
NHYNA
— Debo irme — me dijo y entonces vi los ojos claros
cerrarse y después desapareció.
Elevé
una mano, o una pata, lo que fuera, y traté de capturar algo del aroma que
despedía pero no me quedó nada.
Nada.
— Esto va a enfermarte — me susurré algo consternada. No
soporto charlar con él así, como si fuéramos amigos, y no ver en sus ojos ni
una sola gota de deseo.
Soy hermosa, soy muy hermosa…
… ¿por qué hasta ahora él no se ha sentido abrumado
por mi belleza?
Porque él es más
bello — me respondió una odiosa voz interna.
Es eso… ¿o es que yo no soy lo suficientemente hermosa
para él?
Me
dejé caer sobre la rama, sin fuerzas: este ángel idiota ha conseguido que
sienta algo que jamás había sentido. Inseguridad…
Nunca
he dudado de lo bella que puedo resultar para todos, pero ahora…ahora de qué me
sirve tener un tipo de belleza que para él no resulta atractiva.
¿Entonces cuál es su tipo? ¿Qué cosa
es belleza para él?
Bajé
de aquel árbol de un salto y corrí todo lo que me permitían estos estúpidos
miembros. Oía mi respiración a medida que pasaba por todo el bosque,
sintiéndome tan minúscula porque en esta apariencia soy muy pequeña.
Pequeña…minúscula…
Insignificante.
— Ángel idiota.
¡Miau!
Di
un salto más y logré salir hasta lo que parecía ser el jardín de una enorme
mansión. Sí, claro, aquí vive la chiquilla idiota que es su custodiada: niña
rica y mimada.
Un
viejo perro me olisqueó cuando paseé cerca a la fuente de en medio. Se puso a
ladrar ridículamente así que me vi obligada a aumentar la velocidad y trepar el
muro de en frente.
Sentí
cercana la presencia de Aniel: intenté transportarme pero me di con la sorpresa
de que el lugar en el que él estaba, estaba bloqueado. No se podía ingresar
mediante cánticos.
Ésta
ha debido ser obra de su antipático hermano Nanael.
¡Miau!
¡Mierda!
Sé que ésta es mi forma original pero qué difícil es trepar un estúpido muro.
Llegué
hasta un balcón: parecía ser la habitación de un hombre por el decorado.
Mmm.
Salí
con cuidado y pasé por un balcón más y una ventana: no, cuartos vacíos. A lo
mejor de invitados. Visualicé un último balcón e intenté cruzar el muro a
través de algunas lianas que crecían adornándolos. Trepé con cuidado, oyendo al
estúpido perro ladrar desfallecido por allá abajo y de repente sentí una enorme
cantidad de energía.
¿Qué pasó?
Aterricé
con toda la suavidad que pude sobre el piso de un balcón más: habían cortinas
perladas ondeando con el viento y el aroma que tanto me atraía pululaba
alrededor.
Es aquí.
Traté
de acercarme con toda la discreción posible hasta que escuché un lamento:
— Aniel, ¡Aniel!
Reconocí
a la mocosa de inmediato: cabello ondeado, boca tentadora, mirada de ensueño.
Me agazapé en una de las esquinas del balcón: para mi buena suerte las cortinas
de la puerta interior me cubrían lo necesario.
Me
acerqué con cautela y observé cada detalle: esa niña había lanzado un cántico
de sueño, ¿cómo era posible? ¡Los humanos no pueden crear esas cosas, a menos
que estén familiarizados con los primeros humanos!
¿Sería posible…?
Bueno,
ya pensaría en eso más tarde.
Y
hablando del cántico: por lo visto Aniel estaba algo debilitado (a lo mejor por
la cantidad de gozos que lo vi completar en Izhi) y lo había recibido de ella
que, parecía, lo había lanzado sin proponérselo porque ahora correteaba muy
nerviosa, buscando alguna manera de revertirlo.
Qué
tonta: la inscripción que está flotando al lado es un salmo de Despertar. Solo
basta que lo introduzca en el pecho del que ha caído dormido y despertará.
Ah,
ya se dio cuenta.
Iba
a retornar a Izhi porque Aniel despierto sí notaría mi presencia, pero lo que
vi a continuación me dejó perpleja: la niña se inclinó, como inspeccionándolo
detenidamente, y después corrió a cerrar la puerta, sumamente alterada.
Y
lo vi, claro que lo vi: cada beso, suspiro y mirada extasiada. Fui testigo
de todo eso.
Aniel
despertó; prácticamente me lancé del balcón y después del golpe que recibió mi
cuerpo corrí todo lo que pude.
Sentí
el odio dispersándose dentro de mí, porque yo no lo tenía tan cerca como ella
lo tenía; y en cualquier momento podría llevarse todo lo que yo quería.
— Idiota, ¡niña idiota!
Nosotros
los demonios no leemos emociones como los ángeles, pero sí que sabemos
reconocer sensaciones. Mi especialidad es el amor, en todas sus facetas, y vaya
que sé detectar ese matiz.
Deseo.
La
niña está moribunda, desfallece, no comprende…
…porque
está a un paso de despertar a la mujer.
¨°*°*°*°¨
NUNA
Atravesé el pasillo y subí las escaleras con la máxima
discreción posible. Me detuve cuando Maltés soltó un ladrido desentonado desde
la sala, pero como después oí un bostezo supuse que estaría durmiendo.
»— Es muy sencillo, señorita Nuna— me había dicho Rudy
muy confiada—. Lo único que usted necesita es un capullo de Sisa. Yo puedo
mandar traer una de mi pueblo pero llegaría recién para mañana.
Recuerdo que le dije que no importaba demasiado el
tiempo si era antes del cinco de octubre que era el día central del Zahir. Me
dijo “si así lo quiere, entonces gustosa se lo traigo”.
Sisa era una especie de flor muy rara, que crecía solo
en lugares en los que el agua directamente del río la alimentaba. Eso fue lo
que me había dicho Bejle cuando se lo comenté como quien no quiere la cosa.
»— ¿Qué debo hacer con ella? — le pregunté cuando el
botón estuvo en mis manos.
Rudy me la entregó en una bolsita de tela atada con
unas cuerdas delgadas; aún sin abrirla olía muy fuerte y bastante bien. Parecía
una mezcla de duraznos con coco.
»— Lo único que tiene que hacer es ponerlo sobre la
boca de la niña minutos antes de las tres de la mañana — ¿qué? ¿Y eso cómo iba
a confirmarme lo del beso de ángel?—. Si a las tres en punto ese capullo se
transforma en flor, es que un ángel ha besado a la criatura.
»— ¿Estás segura, Rudy?
»— Por completo, señorita Nuna — me respondió con
tanta seguridad que por un momento me sentí avergonzada por dudar de ella—. Si
el botón se abre, entonces tendríamos la oportunidad de proteger a la niña
antes de que llegue el Zahir e intente ultrajarla.
Ay, Señor Santísimo, ¡ya ni sé qué estoy haciendo!
Dicen que es pecado creer en supersticiones pero es que todo esto me tiene
preocupadísima.
Llegué al inicio de las escaleras y apagué la vela que
traía conmigo, solo por si el señor Alcides notaba algún tipo de luz por el
umbral de su puerta. Caminé presurosa, con el botón firmemente apretado en mi
mano derecha y el corazón a punto de escapárseme del pecho.
Llegué a la dichosa puerta de mi niña Albania y la
empujé con sumo cuidado. Observé alrededor, esperando encontrar algún tipo de
figura rondándola, pero solo veía la luz de la luna filtrándose a través de las
cortinas del balcón ya cerrado.
Avancé lentamente, con las pantuflas haciendo el
mínimo ruido, y me detuve frente a la cama de mi niña. Estaba ahí, durmiendo
tranquilamente y con toda la carita repleta de ondas que se le pegaban a la
frente y a los cachetes. Se me encogió el corazón al pensar cómo ella, siendo
tan pequeña, podría estar siendo víctima de esos seres abominables de los que
hablaba Rudy.
Saqué el botón de la bolsita de tela: el aroma a
durazno y coco se dispersó. Tomé un poco de aire y me incliné lo suficiente
como para depositarlo sobre la boca de la niña Albania.
Me crucé de brazos, esperando algo pero solo me
encontré con los ojos cerrados de mi niña y con el botón de flor empezando a
incomodarle la boca.
Un minuto, dos, tres, cuatro…
Se me escapó un suspiro lleno de alivio.
— Mira pues, Nuna incauta. ¡No pasa nada! — susurré algo
ofendida. ¡Qué tonteras me vengo a creer! ¿Cómo iba a ser posible…?
¿Qué…?
Me quedé de una pieza, sin saber qué hacer. El cuerpo
enteró me sudó frío…
El
capullo…el capullo se retorció suavemente, como si tuviera vida, y se abrió con
delicadeza en sus cuatro lados y sobre la boca de mi niña Albania.
Una
flor cubriendo sus labios.
¡No!
¡Mi
niña de trece años ha sido fichada por un ángel maldito!
¨°*°*°*°¨
NANAEL
Pensé
que la mujer iba a despertar a la niña, pero cuando la vi depositando sobre su
boca el botón precisamente de esa flor las alertas se me dispararon.
¿Un
capullo de Sisa sobre una parte corporal? ¡Esos son ensalmos de humanos! ¡Los
primeros humanos los usaban para capturar caídos!
Observé
la escena en silencio, tratando de calmarme y esperando que Aniel volviera
pronto de alimentarse para comentarle toda esta situación: Nuna creía que algún
ser diferente a los humanos estaba rondando a la niña, y por lo visto había recibido
ayuda de alguien que parecía saber mucho sobre nosotr...
¿Qué?
Me
quedé petrificado: no podía ser cierto…
Nuna no “creía” que uno de nosotros estaba teniendo
contacto físico con la niña: Nuna realmente estaba
en lo cierto.
Lo
reconocí: vi las figuras ondulantes abriendo el botón y que revelaban el tipo
de contacto.
Un
beso…
Han
besado a esta niña.
Mierda, Aniel.
¨°*°*°*°¨
Si creen
que el capi merece un par de comentarios, pues pasen a dejarle amor allá, en la parte de Comentarios.
Nota: antiguamente el período era considerado una
enfermedad. Ahora ¡NO! la linda Bejle no es de esta época, no seamos duras con
ella.
¿UNA CERVEZA?🍺
Si te gustó el contenido
siempre puedes invitarme una cerveza aquí💜
Albania tiene mucha suerteeeee ;-; asdfghjlñ!!! Esto está muy interesanteeeeeee quiero el siguiente ya Madame Su!!! XDDDDD
ResponderBorrarJAJAJAJAJA, Madame Su visiona que el capi 9 sale en unas semanitas más :3
BorrarGracias por comentar, Luuu! yo creo que con unos años más, Albania nos va a violentar al pobre de Aniel (q a lo mejor también empieza a comprender por donde va lo q ella siente *-* :3 )
Gracias ota veeez! wiiiiii!!