ACTO XV - Acto de contrición
Bueno, bueno, ¡aquí me tienen como se los prometí! No voy a
alargar más este asunto porque el capi está esperando ser liberado desde hace
un ratazo.
No olviden comentar, :D recuerden que un escritor
independiente no gana más que comentarios y leídos.
¿Han pasado por mi cuenta en Pinterest? Bueno, aquellos que
no, les comento que todas las imágenes de referencia para cada capi las
encuentran ahí.
¡Listo! Ya no los entretengo más.
ACTO XV
ANIEL
Algo muy raro estaba sucediéndome.
No distinguía absolutamente nada más que oscuridad.
Aniel…
Y lo más extraño era que hace unos
instantes no había percibido ningún tipo de estímulo sensorial: no tacto, no
vista, no gusto, no olfato.
Aniel…
Técnicamente era como si hubiese
perdido la concienc…
— Aniel…
Los
ojos se me abrieron ante el llamado: me encontré con un cielo en tonos celestes
brillantes, iluminado de una manera casi improbable de ver en el Mundo
Terrenal. Estaba recostado sobre un mullido colchón de hojas secas. El trinar
de algunas aves era todo lo que rellenaba el espacio.
No…
No estoy en el mundo humano.
Lo
único que reconocí fueron los ojos de Caila.
— Por todos los cielos, ya
reaccionaste. — Traté de reincorporarme, pero la visión se me tornó borrosa —.
No te precipites. Llevas inconsciente muchas estaciones; es normal que aún te
cueste recuperarte.
— ¿Qué? ¿Inconsciente?
— Rumilat solicitó que te lleváramos
a los prados de Drol Qinaya, para que descansaras un poco. ¿Acaso ya no lo
recuerdas?
Me costó algo de trabajo
reubicarme. Era cierto: ahora que lo menciona, recuerdo que estaba tratando de
comunicarme con la comunidad de enolas que
habíamos detectado dirigiéndose hacia acá.
»— Felices
también sido hemos. Hijo amado, con afecto moldeado, y como prometido marcado,
te visto hemos. Al purificador conocido, felices sido hemos.
¡Un momento! ¡¿Cuánto…?!
— ¡Caila, ¿cuánto tiempo he
permanecido dormido?!
¡No llegué a sonsacarles la información necesaria! ¡Aún no estaba
seguro de qué buscaban con Alban…!
— ¡Aniel! ¡Esper…!
¡BROM!
El espacio pareció dar un giro violento. Mi espalda impactó contra
el colchón de hojas; el cielo azul volvió a observarme, sereno.
— Aniel, es mejor que guardes reposo. Eso que temes, no pasará.
Esa voz…
Un colibrí de plumaje dorado se presentó ante mí. Los pequeños
ojos rosa encendido me observaron con calma.
Era el Sueño encarnado: Drol Qinaya.
— Ya te lo dije: Rumilat pidió que
te trajéramos aquí, a los prados de Drol Qinaya — me explicó Caila—. Pensó que
sería adecuado que reposaras aquí.
Los aposentos de Drol Qinaya
formaban parte de los lugares más selectos de todos los universos. Me pregunto
cómo es que dejaron que alguien como yo reposara aquí.
Nadie es lo suficientemente digno
para ver directamente al Sueño.
— ¿Eso crees? — Los ojos rosa tintinearon, divertidos —. Creo que subestimas tu procedencia, Aniel. Hijo más amado.
Otra vez: hijo más amado. Drol
Yaccu, Drol Asirb, hasta Drol Dev tenían la extraña costumbre de llamarme así. Inclusive
los Enola habían empleado el
apelativo. No estaba muy seguro del motivo, y nunca se lo pregunté a nadie por
temor a sonar soberbio sin pretender serlo.
— Mis aposentos le otorgan a cualquier ser que no cuenta con el
sueño humano, los relajantes necesarios para recuperar fuerzas y purificar
esencias. Relájate, Aniel, y en unas estaciones más estarás como nuevo.
— Yo… A-agradezco el detalle — me
apresuré a responder —. Pero tengo que volver con urgencia a…
— Aniel, espera, si estás pensando
en la comunicación con los enola, pierde
cuidado. Llamamos a Nanael y le planteamos la situación — agregó Caila—. El
tiempo que estuviste reposando, él lo ha empleado para tratar de establecer el
contacto.
— Pero…los enola no simpatizan con los seres que se alimentan de sonidos…
— Es verdad; y por ese motivo Nanael
propuso crear un gozo mediador. Fue una idea ingeniosa de su parte. Demoró un
poco diseñándolo pero ya lo puso en marcha, y con ayuda de la comitiva de los
Phaxsi y algunas Potestades, parece que va a conseguir comunicarse con ellos.
Es como una especie de artefacto mediador.
Un artefacto mediador... Supuse
que Nanael se había basado en los canales que usaban los humanos para superar
las distancias y comunicarse.
— Creo que de todas formas debería
retornar para apoyar en lo que se requier…
— Es preferible que reposes un poco más — oí de Drol Qinaya —. Siéndote del todo sincero, aún no pareces
recuperado.
Me puse de pie a pesar de las
protestas de Caila. Las extremidades me pesaban.
— Aniel…
— Tal vez deberías verlo por ti mismo. — No comprendí—. Adquiere tu forma humana, Aniel.
Drol Qinaya batió las alas,
instándome a obedecer sus palabras
Me concentré un tanto y el viento
cálido me atravesó.
Entonces…
— ¡Ah!
...me encogí, repleto de dolor.
¿Pero qué…?
Sentía que cada extremidad me quemaba a horrores. Las
articulaciones estaban tiesas, y a cada intento de movimiento, un dolor agudo
me apuñalaba sin piedad.
Comprobé con pasmo que en el interior de mis dedos, muñecas y
codos habían heridas a medio cerrar, como tajos en proceso de curación.
Flexioné los brazos un tanto y…
— ¡Aniel!
La sangre empezó a brotar
lentamente de las franjas, como bocas plegadas.
— ¡Sella dolo! — recitó Caila y me sujetó por las muñecas con rapidez. Sus dedos
cerraron poco a poco las franjas recién abiertas.
¿Qué sucede…? ¿Por qué…?
— ¿Qué está sucediéndote? ¿Estás
preguntándote eso, Aniel, perteneciente al rango de los Custodios y portador de
la Pureza excelsa?
Volteé ante la voz. Dos miembros
Abdals acababan de aparecer junto a nosotros.
Drol Qinaya dio una voltereta en
el aire y adoptó su figura humanoide ante los recién llegados que le
presentaron sus respetos.
— Yo no… — traté de decir.
— Es un suceso extraño el que
estamos presenciando. Cuando adquieres tu forma humana en nuestros territorios,
las partes denominadas “articulaciones” en el lenguaje terrenal, obtienen
llagas e instantáneamente se inicia el sangrado — explicaron neutralmente. Los
Abdals solían hablar así, como si se trataran de máquinas de vigía—. Dinos,
Aniel, miembro de la comunidad de los ángeles, perteneciente al rango de los
Custodios y portador de la Pureza excelsa: ¿esto suele pasarte muy seguido?
No, en realidad no. Era la primera
vez que sucedía algo semejante. Es decir, recuerdo haber sangrado un par de
veces cuando nos enfrentamos al vaisiux
y cuando Albania sufría de algún ataque nocturno y debíamos volverla en sí;
pero eran a causa de heridas recién abiertas. Este tipo de sangrado, espontáneo
e inexplicable, jamás.
— En ese caso, no nos queda más que
analizar parte de tu esencia para tratar de descubrir la raíz del problema —
añadió el otro. Iba a preguntar a qué se referían exactamente con eso, pero
súbitamente me atraparon por los brazos y me estrellaron contra el césped de
los prados.
¡BROM!
— No sean tan rudos, ya de por sí se encuentra en estado delicado.
Caila pidió que no me agitara,
pero el movimiento me tomó de improviso.
— ¡¿Qué están haciendo?! — repuse.
— Rumilat, cabeza de la jerarquía de
los Phaxsi, ha ordenado una investigación a profundidad del incidente. Para
ello tomaremos una muestra pequeña de tu esencia vital…
— ¿Qué…?
No pude continuar: una especie de
aguja enorme acababa de introducirse por mi nuca.
Solté un alarido: el dolor duró un
espacio cortísimo de tiempo pero fue espantoso.
— Y ahora deberás presentarte en la
Sala Magna — ¿qué han dicho? —, para
que se te ponga bajo los efectos del Li-kay.
¡No! ¡Aún no puedo acudir!
Otro de los Abdals me tomó por el
brazo y me obligó a reincorporarme. No sé qué gesto habré puesto que Caila
preguntó si me sentía bien.
No, no me siento bien.
Primero tenía que ver a Seir, sino
todo estaría perdido.
No quería ni imaginar qué
sucedería si los Principados conseguían vislumbrar si quiera solo algunos de
mis recuerdos.
La fresa flotando en esa copa a
medio acabar, el aroma a duraznos, las ondas, los labios…
Definitivamente iba a haber algún
castigo de por medio, y la verdad era que no me interesaba en lo absoluto lo
que me hiciera a mí. Pero a ella… ¿Qué podrían hacerle a ella?
Conozco a los míos, todos los
prejuicios que tienen sobre La Original. Su
aversión, su temor…
No.
— Yo…yo querría solicitar un par de
estaciones para descansar un poco más, y después acudir a la Sala Magna para
que se me induzca el Li-kay.
Por El Todo, ojalá Seir no esté ocupado…
— ¿Estás pidiendo tiempo para
descansar, portador de la Pureza Excelsa? — demandaron.
— Sí…
Drol Qinaya volvió a transformarse en colibrí y con un movimiento
en el aire, añadió más hojas secas al lecho en el que me encontraba hace un
momento.
— Por mí está bien, puedes quedarte lo que desees. Siéntete libre de
recorrer los prados hasta los confines que se te apetezcan.
— La verdad…quisiera…ir a descansar
al…mundo Terrenal — tanteé. Los Abdals se pusieron muy rígidos. A pesar de no
poder ver sus rostros por los lienzos oscuros que los cubrían, supe que la idea
no les convencía—. Lo…lo que pasa es que llevo tanto tiempo allá que…mi cuerpo
material se ha adaptado y…
— Es cierto — corroboró Caila sin pizca
de dudas—. Ya ha pasado con anterioridad. Aniel se alimenta de la luz de la
Luna y el Sol. Los Tronos han asumido que tal vez tantos años contemplando el
resplandor desde el mundo humano ha condicionado de algún modo su manera de
alimentarse.
¿Los Tronos?
— ¿Te sorprende? Es evidente que están “analizándolos”. A ti…y a tu
hermano de nacimiento.
Drol Qinaya me observó fijamente:
solo yo pude escucharlo.
¿Analizándonos? ¿Por qué?
— Porque son únicos…
La declaración me descolocó. Los Abdals charlaban con Caila, sin
oír nada.
— Y lo que es único…
Accedieron a darme el espacio de
reposo. Asentí, tratando de que no se notara mi turbación.
— …también puede convertirse en amenaza.
Drol Qinaya desapareció.
¿Acaso ha sido una advertencia?
¨°*°*°*°¨
SEIR
De acuerdo, voy a admitir que al
parecer no ha sido una buena idea. Si no fuera por el sonido del agua que
recorría las pequeñas cascadas, y el movimiento de las hojas abundantes de
todos aquellos arbustos tropicales, todo se habría sumergido en un silencio de
terror.
¡KAAAA!
Claro, omitiendo los berridos de
la criatura colorida, con apariencia de ave, que no dejaba de perseguir a las
enormes mariposas que iban de aquí para allá.
¡KAAAAAAAA!
Por otro lado, su dueño seguía
así, observándome fijamente y tamborileando los largos dedos sobre la pequeña
mesa frente a la que estábamos sentados.
De acuerdo, esperaría un poco más
y si no obtenía ningún tipo de respuesta, tal vez lo ideal sería ponerme de pie
y salir a todo escape. Nunca he tratado con genios, así que desconozco casi al
completo sus naturalezas. Eso sin contar que de todos los nombres que pude
haber escogido, yo estaba aquí, frente a la mismísima mano derecha de Balam, el
rey de las filas de Gremory, de la especialidad de Predicción.
Estaba frente al que solían llamar
“El mil manos Bhad”.
»— ¿Qué cosa? ¿Qué quieres ser
recibido en la residencia de Balam? — me había preguntado Gremory cuando
indagué sobre las maneras más eficaces para llegar. La ubicación exacta de la
residencia principal de todo rey demonio solo la sabían los demonios de sus
filas. De esa forma se evitaban invasiones, como sucedía hace muchísimas estaciones
atrás.
»— No es tan así — me expliqué—.
Solo quisiera saber cómo puedo llegar hasta allá.
»— Si estás buscando ser recibido
por él, estás perdiendo tu tiempo, Seir — me respondió mientras jugueteaba
cambiando el color de los rizos que tenía ese día —. Balam es “el rey ausente”,
ni siquiera nuestros príncipes regentes son recibidos así se trate de alguna
situación de cuidado. A él sencillamente ni le va ni le viene.
El asunto en sí era que estaba
buscando la ubicación exacta de su residencia, pero no para reunirme con él.
Digamos que mi objetivo era, básicamente, poder charlar cara a cara con su fiel
ayudante: Bhad.
Para mi buena suerte Gremory no
notó nada sospechoso así que terminó dándome la información necesaria para que
consiguiera llegar hasta la residencia principal. Había demorado un par de días
humanos –dos, tres a lo más-, pero al final lo había logrado.
Había oído que los de la especialidad de Predicción eran
excéntricos, y cuando llegué a la bendita residencia comprendí por qué a la
loca de Gremory le gustaban tanto los colores extravagantes.
Las tierras de Balam eran por lo menos cinco veces más grandes que
las de cualquier otro rey demonio que hubiese conocido, y en conjunto se asemejaban a una enorme
montaña irregular dividida en trece niveles que le correspondían
respectivamente a cada príncipe regente según su lugar de sucesión, y que para
mi sorpresa poseían diferentes climas y formas de vegetación: pasé del sol a la
lluvia, del granizo al viento cálido, y todo en un solo recorrido. El penúltimo
nivel le pertenecía al primer sucesor, el primer príncipe regente, y en el
último ya se ubicaba la residencia principal que era la de Balam. Cualquier
demonio no podría llegar hasta aquí, pero gracias al Todo tengo un título de
príncipe regente que me otorga ciertos privilegios.
Los de mi especialidad no teníamos residencia propia, ni siquiera
el propio Decarabia, nuestro rey, que nunca solía establecerse en un lugar de manera
permanente.
El último nivel estaba rodeado de espesa vegetación tropical,
humedad por doquier y ambiente excesivamente cálido. Para cuando crucé las
puertas del palacio, me encontré cara a cara con la enorme ave de plumas
coloridas que vi en la Anunciación de hace un tiempo. Lanzó un berrido, como
ofendido por mi presencia, y en el acto apareció su amo, jugueteando con algo
parecido a un flautín.
Me saludó, divertido, y comentó que si venía a ver a Balam tendría
que regresar en un par de miles de estaciones porque andaba tomando la siesta.
Entonces decidí lanzarlo sin rodeos, y le comenté que había venido
a verlo a él. Me escuchó sin mayor reacción, y después me invitó a tomar algo
de “té de duraznos”.
»— ¡Los duraznos son tan exquisitos! — me comentó deslumbrado—.
Tengo un proveedor encantador que se encarga de traerme los mejores del Mundo
Humano. ¡Adelante, no tengas pena, guapo, y bebe un poco! La verdad me encantan las visitas,
porque su majestad se la pasa dormitando la mayor parte del tiempo y ya hasta
parece parte del decorado. — Se detuvo de improviso y lanzó el flautín lejos,
sorprendido. El ave de antes dio un salto y se lo tragó en el aire—: Ya sé
dónde te he visto: ¡eres amigo de la linda Gremory, ¿verdad?! — Asentí y empezó
a alabar su buen sentido del gusto—. Hace tanto que no viene a visitarme la muy
ingrata. He oído rumores de que anda suspirando por un Custodio, ¡¿es eso
cierto?! Qué demonio para más loca.
Para cuando íbamos por la segunda taza y él no dejaba de hablarme
de Cavadrio (ah, sí, así se llamaba la criatura), lo abordé.
Me miró tan asombrado cuando acabé, que la boca se le quedó
abierta y la taza se le cayó de las manos.
Y sí, aquí estaba, aún esperando su reacción.
— Disculpa, guapo, creo que he
escuchado mal. — Se dio un par de golpes sobre la cabeza y tomó otra taza —.
Ahora sí, repítemelo por favor.
— Quiero que me ayudes a mejorar mis
habilidades de lucha.
La taza se le volvió a caer.
Cavadrio se acercó y se tragó la tetera de un mordisco.
Parecía estar acostumbrado a
comerse las cosas de esa forma porque Bhad, a su lado, ni lo miró.
— A ver, espera, ¿estás sugiriendo
que deseas entrenar “conmigo”? — especificó. Asentí porque era eso: durante mi
viaje había escuchado cosas grandiosas de este sujeto.
El “mil manos Bhad” era el único
genio capaz de pelear con diez armas a la vez y ni siquiera cansarse por ello.
Había detenido las trifulcas a las que la comunidad de genios había sido
sometida durante la Gran Guerra, y además de todo eso decían que era el único
que había visto a Belial en persona, el primer gran demonio creado.
Y claro, que era un músico
frustrado si lo exponemos en términos humanos.
— A ver, guapo, vamos a aclarar un par de cosas.
Si estás aquí por lo que has oído, te aseguro que la mayoría de historias son
solo eso: “historias”. Yo no soy más que el asistente de su perezosa y muy
dormilona majestad, el rey Balam, y un curioso empedernido de eso llamado möusiké — me explicó tranquilo—. Si
desearas explorar conmigo la naturaleza inexplicable de ella, podría aceptar.
¿Sabías que en el mundo humano también la conocen? Sigo preguntándome cómo es
que el Todo ha podido crear algo que solo existe a base de más creación: es tan
extrañamente hermoso e infinito.
Bueno, lo último que necesitaba
ahora eran lecciones de música, así que…
— Ahora, si a pesar de que puedo ser
una completa estafa aun insistes con eso de “querer entrenarte conmigo”, debo
aclararte que mis servicios no son gratuitos. Y atento: cobro alto.
— Estoy al tanto de todo lo que
implicaría el que aceptes instruirme — respondí.
— Mmm, ¿en serio no te interesa el möusiké? — insistió quejumbroso—. Si
aceptaras ni siquiera te cobraría.
Bebió más té, y no lo vi muy
convencido.
Tanteé con lo último que me
quedaba:
— Soy un príncipe regente, de la
especialidad de Sanación; Decarabia es el rey de mis filas. Tengo entendido que
has entrenado a ángeles, Abdals, incluso humanos que terminaron convirtiéndose
en héroes históricos, pero jamás…
— Demonios… — musitó,
comprendiéndolo.
La criatura de plumas se acercó y
terminó lanzando un berrido para después mordisquearme el hombro.
— ¡Auuch! ¡No estarás planeando
comerme a mí también! — respondí exaltado.
Bhad soltó una carcajada:
— ¿Te gusta? — le preguntó y el ave
soltó otro graznido: esperé que no hablara en serio porque no había venido aquí
a convertirme en alimento —. Bueno, si la descripción que acabas de darme es la
correcta, tú debes ser Seir, el tercero en sucesión para el trono de Decarabia.
Cavadrio me dice que tienes una cantidad de tropas inimaginable.
La mandíbula se me tensó.
— Puedo acceder a entrenarte, a
cambio de todas ellas, claro.
Traté de no verme pasmado: no
podía entregárselas, pero si él sabía eso las querría más.
— Si te…entrego todas mis tropas…
quedaría en completa desventaja — traté de sonar lo más relajado que pude—. Un
demonio sin tropas no es nada.
— Un demonio sí, pero un errante no.
— Los ojos se me abrieron bruscamente: Bhad me sonrió—. ¿Crees que no es obvio?
Te vi el día de la Anunciación, junto a la preciosa Gremory. Es evidente que
deseas entrenar…para solicitar la tuya.
Retrocedí sin querer. Mi taza osciló
en la mesa.
Cavadrio soltó otro berrido y se
la comió.
— Tranquilízate, yo no soy ningún
demonio para juzgarte por tus decisiones. Soy un genio y vivo para cumplir
anhelos, y es por ello que puedo leerte sin necesidad de demasiada información.
— Tomó algunas botanas del plato hondo que había dejado al centro de la mesa y
empezó a comérselas desinteresadamente—. Escucha, Seir, príncipe regente: tu
caso me está pareciendo de lo más llamativo… Si consigues salir airoso de la
Anunciación que deseas pedir, serías el primer príncipe regente, ¡tercero en
sucesión!, en renunciar al trono sin miramientos y no contento con eso, en
abandonar a tu comunidad de origen. La ofensa sería elevada, y no sé si
Decarabia sea tan desinteresado como mi señor, Balam, pero lo que sí puedo
decirte es que aquel que se convierta en tu Magistrado va a hacer de todo para
asesinarte, porque estaría en juego su oportunidad de pasar a la historia y su
honor. Te vas a convertir en una presa enorme, y el precio de ganarte como de
perderte será elevado.
Cavadrio volvió a darme un
mordisco; esta vez no dolió tanto.
— Creo que estás aquí porque sabes
cómo somos, ¿verdad? Tanto su majestad como yo…nos divertimos un poco
desobedeciendo algunos protocolos demoníacos — me comentó divertido—. Si te
quedaras a vivir aquí, comprenderías que no hay mucho con qué entretenerse.
— Entonces… ¿eso es un sí?
— Comprométete a entregarme todas
tus tropas — insistió. Suspiré desganado: bueno, supongo que podría empezar a
entrenar por mí mismo. Tal vez Aniel y yo podríamos conseguir algo —. Escucha,
Seir, príncipe regente: ya te he dicho que sé leer anhelos. Tu conversión a
errante es por tu mismo repudio a los pactos, ¿no es así? — Me sorprendió
demasiado la precisión. No pensé que habían seres que podían ser así de
específicos leyendo a otros —. Cuando solicites la petición de abandono y se abran las puertas de la Cámara de
Evocaciones, el magistrado querrá matarte y, como viste la última vez, se
encargará de quitarte todas tus tropas y ofrecerlas como obsequio a los
asistentes.
Es cierto, y esa era la parte más
dolorosa por lo que había oído.
— ¿Cómo crees que son tratadas esas
tropas por sus nuevos dueños? — me preguntó. Nunca me había puesto a pensar en
eso—. Las tropas que se obtienen de una Anunciación son a las que más se
maltratan, a las que más se repudian, ya que han pertenecido a un considerado
traidor. No sé si me esté equivocando pero…me parece que tú deseas conservarlas
todas, para después dejarlas ir, ¿no es así?
Apreté los puños bajo la mesa: sí,
era así.
En realidad quería entrenarme no
para salir vivo de aquella batalla, ya que si me mataban buscando convertirme
en errante, estaba dispuesto a aceptar ese final. Adiós pactos, adiós gritos
espantosos.
Pero mis tropas…
Deseaba conservarlas todas y antes
de extinguirme liberarlas. Pensaba en preguntarle a Aniel, más adelante, si
habría algún modo de hacerl…
— Es imposible — oí. Elevé la
mirada, perturbado—. No hay forma de liberarlas, Seir, príncipe regente. Esas
tropas han sido obtenidas como intercambio: un favor a cambio de un alma. No
seas ingenuo, guapo. Ellas, en cuanto mueras si es que llegan a destruirte,
sencillamente se van con tu magistrado o con aquellos que las recibieron de
obsequio durante la batalla. Y si consigues escapar y aún las mantienes a todas,
simplemente vagarán por la denominada “nada”: se quedarán en el vacío,
existiendo por toda la eternidad.
¿Qué…?
Cambiar de dueño o condenarlas al
vacío era casi el mismo final trágico.
»— Tal vez podría funcionar el charlar con ellas. Y llévalas a
tomar algo de sol: la luz del día es más acogedora que la nocturna — me sugirió Aniel la vez que nos
conocimos para aplacarlas un poco. Y había funcionado, mucho mejor de lo que
esperaba a decir verdad. Ahora que trataba de charlar con ellas, conseguía
apaciguarlas un poco. A veces, incluso, hasta bromeábamos.
Era por eso que deseaba dejarlas a
buen recaudo. Quería liberarlas de la prisión que significaba permanecer dentro
de mí, y la única forma de hacerlo sin arriesgarme a simplemente cambiarles de
dueño era convertirme a errante. Si lo que Bhad me estaba diciendo era real,
eso significaba que mi única salida para darles la paz que necesitaban era un
rotundo fracaso.
— Ven aquí, guapo — me pidió. Se
había puesto de pie en medio de mi reflexión—. Inclínate por favor, y
concéntrate.
No comprendí pero lo hice. Observé
directamente las hojas frescas y coloridas de aquel arbusto.
Bhad sonrió, y entonces lo
escuché.
Eran risas…
— ¿Qué son…?
— Algunas de las creaciones que vez
aquí: alguna flor, alguna hoja, un helecho, un árbol, están hechas a base de
tropas.
¿Cómo?
Giré, absorto, y comprobé que Bhad
tenía razón. Cuando prestabas atención, todo alrededor estaba cubierto por
risas en susurros y charlas en tonos animosos. Era casi como lo que yo
escuchaba a diario dentro de mí, pero en otros matices. Aquí no gritaban, no
lloraban.
— Todo lo que yo obtengo a modo de
pago se transforma en arcilla, y después les doy la forma que se me venga en
gana. Sería un poco vanidoso de mi parte plantearlo así, pero al parecer la
naturaleza de los míos purifica lo que sea que recibimos como pago. Cada una de
las almas humanas que poseo ya han olvidado lo que significó ser tropas. No
tengo muchas la verdad; pero las que están aquí la están pasando bastante bien.
— ¿Harías eso por mí? — pregunté—.
¿Las recibirías todas?
— Si te comprometes a entregármelas,
y consigues salir airoso de la Anunciación, todas ellas vendrán aquí. Claro,
eso solo si consigues que el magistrado no te vaya quitando algunas durante la
batalla.
No puedo creerlo.
¿Realmente…realmente tenía la solución en frente de mí?
— Sabes que no puedes despojarte de
ellas a menos que sea a cambio de tratos. Y este es el trato que te ofrezco: te
instruiré ¡pero lucha!, porque no tengo planeado aceptar entrenar a alguien que
simplemente busca la “libertad”, ya sea a cambio de la muerte.
Sinceramente a mí me daba igual
vivir o perecer, pero si él accedía a aceptarlas todas y transformarlas en
creaciones que rieran en vez de llorar, yo me daba por satisfecho.
— ¿Qué ganas tú, a parte de mis tropas?
— me cercioré.
— ¡Pues más arbustos bellos! A lo
mejor tú no le des el valor que yo sí a la decoración natural, pero realmente
es acogedor vivir así. Y con todas las tropas que tienes, podría hasta crear mi
propia residencia y dejar a su majestad roncar lo que quiera en esta.
Sonaba honesto. Bastante, la
verdad.
— Y si pasas algunas tardes
acompañándome a leer los protocolos que han creado los humanos sobre el möusiké, tendrás más puntos a favor —
añadió contento.
— Acepto.
Estreché su mano (sentí el pacto
grabándose en la piel de mi brazo) y me sonrió, animado.
— A propósito, ¿es cierto que tienes
a un compañero que probablemente se una a las rutinas? Parece estar muy
relacionado al möusiké. ¡No puedo
esperar para conocerlo!
Volvió a sorprenderme la facilidad
de lectura: Bhad soltó una carcajada y se encogió de hombros.
— Bueno, a lo mejor se nos una —
acepté.
¡SEIR!
¡SEIR, ME HAN CITADO A LA SALA
MAGNA!
¡¿EN DÓNDE ESTÁS?!
Justo de quien hablaba.
¨°*°*°*°¨
LUCA
— ¡Luca! ¡Luca! — oí de Naum, pero
no me detuve.
Solo veía el piso alfombrado; los
estúpidos ojos me ardían de la humillación. “Querido, ¿por qué siempre lo
tratas así?”, oí de mamá.
— Déjenlo que se vaya, a lo mejor
nos hace un favor y no regresa.
Cretino.
— ¡Querido!
— ¡PAPÁ!
¡Mierda, mierda, mierda!
Escuché los gritos de Ania que
venía desde la cocina, implorando que no saliera de casa. Tomé el picaporte de
la puerta principal y salí a todo escape. Me choqué con el enorme cuerpo de
Erasmo Traugott quien me importó tanto como el infeliz de mi padre, y seguí
adelante, a pesar de que en un inicio me preguntara animoso qué sucedía, y
después gritara: “¡muchacho insolente, ni vuelvas porque te va a pesar!”.
A la mierda los adultos y sus
estúpidos protocolos hipócritas. Y a la mierda el imbécil de Mariano Liberia
que acababa de restregarme en la cara que yo era el fracaso de la familia.
Crucé las avenidas principales. La
estúpida corbata no hacía más que ahogarme: ¡vida de mierda, ¿por qué tengo que
seguir aquí?!
»— Si me anticipaban que serías
así, hubiera preferido que tu madre solo diera a luz a Naum.
Basura.
Basura yo.
Basura él, porque a fin de
cuentas, yo también era producto suyo. Fallido, pero suyo.
»— ¡¿Cómo puedes decir eso,
querido?! Luca va a pensar que no lo estimas tanto como a Naum.
»— ¿Y eso es una mentira?
Mierda.
¡Mierda, mierda, mierda!
»— ¿Has visto sus calificaciones?
¿Todas las esquelas de amonestación?
»— Pero Luca no ha reprobado nada,
papá. ¡No seas injusto!
»— No estaría de más pensar que a
lo mejor te copia las tareas, Naum.
Claro, a lo mejor era así. A fin
de cuentas yo no era ni inteligente, ni bien portado y si estaba en ese colegio
de mierda era solo porque la gente podría pensar mal si Mariano Liberia no
trataba por “igual” a sus dos hijos idénticos.
Soporté cada palabra y humillación
de parte de ese sujeto. Me había costado mantenerme callado, pero había
decidido intentar llevar la fiesta en paz para darle algo de ventaja a la
situación. Habíamos llegado a Lirau ayer por la noche, y ya tenía todo el plan
perfectamente estudiado.
»— Mañana se lo diré — le dije a
Naum—. Mañana trataré de decirle a papá sobre lo tuyo con Marion Amira.
Me miró y se puso muy colorado.
Después empezó a reír, diciendo que aún no había nada así que eso de “lo tuyo”
sonaba demasiado intenso.
Y bueno, ahí estábamos al día
siguiente, en el estudio principal después del almuerzo. Todo había iniciado
por la orden de papá, que ni bien acabó su plato, comentó que teníamos quince
minutos para cambiarnos. Pregunté para qué y dijo que yo podía hacer lo que
deseara, que la orden iba estrictamente dirigida a Naum, ya que hoy era cinco
de octubre.
No necesité más para comprender el
asunto.
Hoy era el cumpleaños de la
princesa Formerio. No haría ningún tipo de evento para celebrarlo como en años
anteriores, pero papá pensó que sería una gran idea que mi hermano fuese a presentarle
sus saludos, acompañado de un ramo de flores y un buen libro.
Naum se quedó tieso y cuando trató
de decir que él consideraba más oportuno saludarla mañana, en el baile, papá se
puso de pie y le dijo que lo esperaba en quince minutos en el coche, sin lugar
a quejas.
Y salió rumbo a su estudio. Naum
apretó los puños, impotente.
Entonces mamá notó lo evidente:
»— ¿Qué está pasando aquí? — nos
preguntó recelosa. Naum tragó despacio y dejó caer los puños sobre la mesa. Mamá
abrió los ojos, sorprendida.
Yo mismo sentí un escalofrío
recorriéndome la espalda.
»— No quiero hacerlo… — musitó y
mamá ahogó un gritito por el tono fastidiado, tan poco usual en mi hermano —.
¡No quiero hacerlo!
»— ¡Naum!
Se puso de pie y se lanzó
escaleras arriba, completamente decidido. Ania apareció por la puerta y volteó
a ver a mi madre que parpadeó, algo confundida, y también salió rumbo hacia el
segundo piso.
Yo no tuve que pensarlo: casi
vuelco la mesa por la rapidez con la que salí despedido hacia allá.
»— ¡¿Pero qué estás diciendo,
hijo?! ¡¿Acaso has perdido la cabeza?! — escuchamos en el pasillo. Me apresuré
a ingresar y vi a Naum muy rígido, balbuceando cosas incomprensibles a favor de
su negativa para ir a saludar a Albania Formerio—. ¡Naum, por Dios, habla bien
que no te entiendo nada!
»— ¡Papá! — exclamé y me adelanté a los enormes
esfuerzos que estaba haciendo mi hermano por explicarse—. ¿Y qué tal si Naum
deseara intentarlo con alguien más que no fuera la princesa Formerio?
»— ¡¿Qué cosa?! — bramó, y antes
de que perdiera los papeles expuse la situación: Albania Formerio era una chica
preciosa, sí, pero a lo mejor Marion Amira lo era más. Que si se trataba del
apellido ambos eran igual de buenos, y qué mejor que mandar a tu hijo con la
convicción plena de intentarlo con una chica que sí deseara cortejar.
Mamá volvió a ahogar un grito, y
después dijo algo tan ridículo como que “sería hermoso que sus dos hijos
salieran con la princesa Formerio y su mejor amiga”.
»— ¡Estás diciendo disparates,
Luca! Tu hermano evidentemente está yendo con toda la convicción para cortejar
a una dama, y ésta es, ni más ni menos, que Albania Formerio. Lo hemos
conversado muchas veces, ¿no es cierto, Naum? ¡No me salgas con estupideces que
el baile es mañana!
»— Yo…yo…
»— ¡No vamos a arruinar todo por
lo que hemos estado luchando, Naum! ¡He visitado a Alcides por lo menos dos
veces a la semana durante estos cinco meses de preparación! ¡Él ya está casi
seguro de que su nieta será tu principal objeto de atención! ¡No me vengas con
esos caprichos de chiquillo adolescente!
»— ¡No es ningún capricho! — grité
enfadado—. Naum nunca te ha pedido nada, ¡¿por qué no puedes…?!
»— Sabía que era idea tuya — lanzó
mordazmente —. ¡Le has estado metiendo ideas raras a tu hermano!
»— ¡No son ideas raras! — rebatí,
y entonces me di cuenta de que estaba empeorando las cosas. Aspiré una gran
bocanada de aire y traté de razonar con él—: Escucha, papá, deja que Naum se
acerque a la señorita Amira. Si tú…si tú deseas tanto un acercamiento con
Albania Formerio, yo mañana podría intentarl…
»— ¡¿Tú?! — exclamó y la nota
jocosa me lastimó el orgullo—. ¡¿Crees que algún padre con sus cinco sentidos
bien puestos, dejaría que un bellaco como tú se acercara a su hija?! Te
enviaría a ti solo si quisiera obtener un rechazo asegurado.
Mierda. Eso fue todo.
Eso lo había superado todo.
»— ¡PAPÁ! — me defendió Naum.
»— ¡¿Cómo puedes decir eso,
querido?! Luca va a pensar que no lo estimas tanto como a Naum.
»— ¿Y eso es una mentira?
Los ojos me estaban ardiendo de
una manera espantosa. Hace tanto que no lloraba: ¿qué mierda es llorar? ¡No
sirve para nada!
»— Querido, los niños solo están
tratando de…
»— ¿Has visto sus calificaciones?
¿Todas las esquelas de amonestación?— ladró mi padre ante los intentos fallidos
de mamá por evitar más peleas.
»— Pero Luca no ha reprobado nada,
papá. ¡No seas injusto!
»— No estaría de más pensar que a
lo mejor te copia las tareas, Naum.
Infeliz. Viejo infeliz. Nunca le
he copiado la tarea a Naum, no podría hacerlo. Eso era su esfuerzo, no tenía
derecho a tomarlo.
»— Ya te dije que te quiero en
quince minutos listo para ir a visitar a Alcides. Apresúrate que Traugott ha
amenazado con venir para asistir juntos, y lo último que quiero es que nos
ponga en desventaja.
Todo era una maldita competencia
para él. Todo estaba basado en obtener el maldito apellido aun pasando por alto
los deseos de su hijo.
Y eso que Naum es el favorito. No
sé por qué me sorprende que lo trate así viendo cómo me trata a mí.
»— Y tú, mañana debes asistir
porque sería extraño no tenerte ahí, pero te juro que si tratas de arruinar
todo por lo que tu madre, tu hermano y yo hemos estado trabajando tanto — mentiroso. Naum no ha colaborado en nada de
esto —, te acordarás toda tu vida de quién es tu padre.
»— Yo no tengo padre, Mariano
Liberia. Y ni bien acabe el puto año, me largo de tu vida para siempre.
»— ¡Cariño, por favor, modera esa
boca! No puedes hablar as…
»— No es necesario que sigas
despilfarrando tu dinero, porque si se trata de mí, ni siquiera pienso
presentarme a esa absurda Escuela de Finanzas. — “¡Luca, cállate!”, me susurró
Naum pero lo ignoré. Al diablo, hermano:
si se entera, mejor aún. No pienso seguir viviendo de su dinero—. Dos meses
más, ¡y adiós carga!
»— No me vengas con tonterías — le
restó importancia mi padre y después se puso los lentes—. Tengo papeleo que
revisar así que apresúrate, Naum. Y tú, como te vea haciendo algo inapropiado,
te voy advirtiendo que la principal responsable será la nana.
¿Qué?
»— Por
lo visto ha hecho tan mal su trabajo, que con 17 años aún sigues comportándote
como un chiquillo insolente. Anda y juguetea a lo que quieras, Luca, pero ya
sabes que la chica se puede largar de esta casa mañana mismo. No es
indispensable.
»— ¡Papá!
— gritó Naum, tan indignado como yo—. Ania lleva trabajando aquí más de catorce
años, ¡no tiene más familia que nosotros!
»—
Ella es una empleada más como cualquier otro. Se le paga por sus servicios y
todavía tenemos la buena fe de darle un techo y comida. Ahora, si tu hermano
quiere salirme con alguna muestra más de que su educación deja mucho que
desear, entonces yo también puedo empezar a pedir reparaciones y decirle
sencillamente que se largue de esta casa.
»— ¡ERES UN MALDITO BASTARDO! —
bramé harto. Me miró por encima de los lentes y suspiró—. ¡Ania ha hecho más
que tú como padre!
»— Si me anticipaban que serías
así, hubiera preferido que tu madre solo diera a luz a Naum.
Si me anticipaban que serías mi padre, yo también hubiera
preferido no abrir los ojos.
»— ¡Luca, Luca!
»— Déjenlo que se vaya, a lo mejor
nos hace un favor y no regresa.
¡BROM!
Terminé sentado en el piso y volví
al presente. Una chica repleta de cintas de colores en los brazos y sonrisa
enorme me tendió la mano para ayudarme a ponerme de pie. Estaba de tan mal humor que ni me había
percatado de que había llegado al centro de la ciudad y técnicamente me había
estrellado contra ella.
— No corras así, te puedes lastimar
— me comentó jovial y después se fue silbando por la otra esquina. Noté con
extrañeza que me había dado un buen golpe en la clavícula. Era como si el
cuerpo de esa chica fuera de plomo.
Paseé por las calles repletas de
adornos y plumas por doquier. Cierto: hoy iniciaban las celebraciones del
Zahir.
Crucé la plazuela principal y
distinguí a los lejos a varias chicas con flores en el cabello. Una anciana se
acercó y trató de venderme un antifaz. Me negué pero insistió tanto que al
final terminé comprándoselo y encima a precio triplicado. No estaba de humor
para fiestas, y aunque Kim no dejara de decir que las celebraciones por el
Zahir son parte indispensable en la vida de todo ser humano, no planeaba
conocerlas el día de hoy.
Doblé por una de las esquinas y
volví a chocarme con otra chica. Traía una corona de flores sobre el pelo rubio
cenizo, y una jarra de metal. Soltó un silbido y gritó: ¡aquí hay un debutante!
¿Qué?
Iba a preguntarle a qué se refería
pero me tomaron desprevenido. Dos sujetos más aparecieron por quién sabe dónde
y me atraparon por los brazos, sin dejar de reír. Pensé que me robarían, pero
un tercero me sujetó por la mandíbula y la chica, que también reía divertida,
elevó la jarra de metal y me obligó a beber el líquido del interior. Traté de
no hacerlo, pero entre todos los atacantes terminaron haciendo que casi me
ahogara con toda la cantidad de vino que ingresó a mi boca. Me soltaron después
de moverme frenéticamente la cabeza, y se alejaron riendo a carcajadas,
dejándome con toda la ropa empapada en vino.
Entonces la chica volteó.
— ¿Qué…?
Y para mi asombro, me besó.
Ni siquiera pude defenderme porque
aún me estaba recobrando del ataque anterior.
— ¡Feliz Zahir, niño! — me dijo y
salió disparada cuando oyó: “aquí hay otro debutante”.
Me sostuve de la pared de al lado y traté de regular la
respiración: ¡había sentido la lengua de esa chica hasta la garganta! Giré y vi
a montones de personas llegando a la plazuela principal con bandejas llenas de
comida y licor. Lo último que quería ahora era terminar en estas festividades
porque en casa pensarían que había sido a propósito. Y aunque en otras
circunstancias no me importara, mañana era el dichoso baile, y la verdad era
que con todos los problemas que ya teníamos, uno más sería agotador.
Me limpié la boca y salí despedido por otra de las calles
adyacentes: no quería volver a ser atacado por ninguna chica y sus deseos
ocultos de andar besando a desconocidos. Pero comprendí con cierto pavor que
casi todo el pueblo estaba llegando. La muchedumbre era incontable, así que
cuando empecé a ser arrastrado por la marea humana, no me quedó más remedio que
tratar de escapar por las calles que estuvieran disponibles.
Estuve así casi por una hora, yendo y viniendo por la cantidad de
gente, hasta que comprendí que estaba muy lejos de las zonas que mejor conocía.
Cuando elevé la mirada, noté una calle sumamente tranquila, a diferencia de las
otras, pero ni bien distinguí los faroles de formas sinuosas y el humo de
colores, comprobé que había llegado a Lavehda.
En fin, tal vez deba
regresar a casa. Papá ya debe haber salido con Naum, y Ania debía estar
consternada por mi huida repentina.
Arrugué el antifaz entre los dedos, y cuando estuve a punto de
volver por donde había llegado, la figura de en frente me descuadró por
completo.
Una chica pasaba corriendo entre las tiendas de cortinas
brillantes. Traía el pelo suelto, solo cubierto por un manto traslúcido dorado
brillante, que iba tintineando a medida que se movía y que cruzaba parte de su
cuerpo hasta ondear por la espalda. Vestía zapatillas bajas y una vestimenta
propia de Lavehda. Casi tropieza con una piedra pero la esquivó con un salto suave,
y después se perdió por la otra esquina. Lo último que quedó de ella fue su
sonrisa animosa…
Su sonrisa y el cabello oscuro ondeando con el viento.
No me quedó ninguna duda. Era eso, definitivamente era eso: el
vino acababa de hacer efecto en mi organismo.
Porque de lo contrario, Loi Amira acababa de pasar flotando, con pulseras
y anillos entre los dedos.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
»— ¡Así que hoy es tu cumpleaños!
Asentí ante los enormes ojos de
Ipek. Era la sobrina de Janna y había hablado con ella en algunas
oportunidades; pero era la primera vez que charlábamos a mayor profundidad.
Había llegado con Gremory hace aproximadamente
una hora. Ya que el odioso baile era mañana, el ensayo había durado un poco más
de la cuenta pero había sido durante la mañana. Al regreso le inventé a Nunita
que me sentía un poco cansada y que dormiría todo lo que restara de la tarde.
Como era usual me entregaron los obsequios por mi cumpleaños, pero la verdad
era que este año no los esperé con tanta ilusión.
Ni siquiera le tomé tanta
importancia a la carta de la tía Morgana en la que se disculpaba por mi
obsequio. Que tardaría un poco en llegar pero que de todas formas llegaría y
sería inigualable.
A lo mejor y era porque el primero
en saludarme este año no había sido él.
Este sería el primer cumpleaños que pasaría sin verlo.
»— Niña Albania…
»— Solo quiero dormir, Nunita. Si
vienen a saludar o algo, por favor pídeles que se retiren, que me encuentro
indispuesta — supliqué con mi mejor interpretación. Ya estaba con las cobijas
encima y los ojos adormilados. Gremory aguardaba en mi cuarto de baño,
impaciente—. Dile al abuelo que estoy bien, que no se preocupe.
»— Mi niña…
Al final añadí lo de “los nervios
por el baile”, y eso la convenció por completo. Nunita estaba tan loca con todo
eso que si le pedía suspender mis clases con la señorita Montano solo por eso,
seguramente intercedía de buena gana con el abuelo.
La puerta se cerró, escuché los
pasitos de Nunita alejándose rumbo a la primera planta.
Me puse de pie de un tirón.
»— ¡Gremory!
»— ¡Sí, sí, pequeña! — Moldeó una
quimera mientras yo cubría mi habitación con un salmo de compañía y una barrera
aislante. Lo bueno de todo esto era que Nanael siempre se la pasaba lejos el
día de mi cumpleaños, así que no estaríamos escuchando sus reprimendas.
Hoy no estaría él…ni tampoco
Aniel.
»— Está ocupado. Yo misma puedo
jurártelo — me comentó Gremory al oírme suspirar. Era como si ella no
necesitara que yo le dijera nada para reconocer cuando pensaba en él —. Estoy
segura de que también siente muchísimo no estar contigo en este día tan
importante.
¿Sería así?
Ya no lo sé.
Me calcé las zapatillas que la tía
Morgana me había obsequiado hace unas semanas atrás. Me las había enviado desde
Nueva Ihara y creí que serían adecuadas para la ocasión. Comprobé que mi otro
yo ya estaba recostándose sobre la cama; Gremory se tambaleó un poco pero me
dijo que estaría bien. Ya sabía lo difícil que era el moldear quimeras, por lo
que había decidido volver tempranísimo para evitar que se agotara demasiado.
Me tomó por la mano y aparecimos
en Lavehda. Llegamos justo
cuando un pasacalle repleto de humo de colores y olor a inciensos iba girando
por la siguiente esquina. Gremory me indicó el camino para llegar a la casa de
Ipek, ya que Loi debía estar ahí terminando de prepararse.
»— ¡Oh, pero si son tan tiernos! —
dijo de pronto. Volteé con curiosidad y comprendí el tono risueño:
una pareja a lo lejos compartía un
tímido abrazo bajo las decenas de pétalos de flores que les llovían desde
algunos balcones. Supuse que sería de lo más normal; por lo que nos había
comentado Loi, en Lavehda hoy era un buen día para comprometerse.
»— ¡Que Khantati los colme de bendiciones! — gritó alguien y como
para confirmarlo se besaron.
» ¿Acaso me equivoco? — Las flores seguían cayendo: la imagen de aquel demonio
reapareció—. ¿Acaso este rostro no es el
que besas constantemente en sueños?
Recordé bruscamente su aparición en
mi habitación. Nunca llegué a entender cómo es que sabía aquello, y lo más
triste fue que no pude comentárselo a nadie por dos motivos enormes:
El primero: no estaba segura de si
había sido un sueño, como esos extraños que solía tener en donde la horrible
voz me hablaba.
El segundo: sería sumamente vergonzoso relatar el asunto. Sabía
cómo de puntilloso era Nanael, así que si le comentaba que había tenido un
invitado no deseado en mi habitación, era obvio que querría hasta el más mínimo
detalle.
No estaba preparada para eso. No
estaba lista para decirle que “un demonio se había presentado ante mí,
ofreciéndome darme el amor de aquel al que besaba entre sueños”, porque
evidentemente tendría que dar su nombre.
Aniel…
Ya ha pasado tiempo de aquello. Me
he mantenido alerta en caso de alguna nueva visita, pero no había vuelto. Estoy
empezando a pensar que nunca pasó.
»— Mi nombre es Berith, señora. Venía a presentarle mis respetos.
»— ¡Ya llegamos, pequeña! — oí de
Gremory y reaccioné.
Ya habíamos ingresado a la casa de Ipek. Loi estaba de pie, frente a un enorme espejo con ornamentos de oro
alrededor. Me quedé sin aliento al verla con el hermoso cabello cayéndole como
una cascada brillante por los hombros, y el delicado vestido que llevaba
parecía haberla transformado en una especie de diosa vestida de nubes
traslúcidas.
»— ¡LOI! — grité, entonces giró y
me quedé aún más boquiabierta.
»— ¡Albania, viniste!
¡Traía los ojitos delineados de
tal forma que resaltaban bellísimos! Y la joyería que llevaba puesta era
hermosísima: pulseras que tintineaban, anillos con piedras de colores y una
gargantilla que colgaba ligeramente de su cuello.
¡Estaba preciosa!
La abracé con fuerza y empezamos a
dar saltos frente a Ipek que estaba encargándose de su atuendo.
»— ¡De acuerdo, es mi turno! —
sentenció Gremory entusiasmada—. Pequeña, ¿dónde pusiste las cintas que traje
para trenzarte el cabello?
»— ¡Ay, sí! Las dejé en el taller de Janna.
Ahora voy a traerlas.
»— Si quieres te acompaño — me
ofrecí emocionada. Me encantaba caminar por Lavehda: cada calle era como estar
en uno de los cuentos que Alexia me enviaba sobre Nueva Ihara.
»— Yo creo que mejor no — dijo
Ipek y me sonrió—. Tenemos que prepárate a ti también. — ¿A mí? —. La festividad en honor al árbol sagrado de Khantati es
una fecha importante para los nuestros, y que cumplas años en esta misma fecha
es casi una bendición de su parte. Los invitados son recibidos como hermanos, y
aquellos que cumplen años en festividades como ésta, son representantes de
nuestros dioses.
Loi asintió entusiasmada y me
pidió que aceptara; después de todo era mi cumpleaños. Ipek le dijo que ella se
encargaba, y la vimos perderse por las cortinillas de seda vaporosa, en
búsqueda de las cintas que había olvidado.
Quién diría que celebraría mis
dieciséis en Lavehda.
Gremory ya estaba escogiendo entre
las miles de prendas que estaban colgadas en un armario de lo más lindo. Sacó
uno color melocotón con hilos y piedrecillas brillantes, y dijo que me quedaría
lindísimo. Para cuando Loi regresó, ya tenía a Ipek maquillándome los ojos y a Gremory
también vestida para la ocasión.
— No sé si Loi se los habrá
comentado…pero hoy a la medianoche me comprometeré — nos dijo Ipek de repente.
— ¡¿Qué cosa?! — gritamos Gremory y
yo.
Ipek soltó una carcajada y después
asintió, resplandeciente:
— Hoy es un buen día para hacerlo: Khantati
bendice a todas las parejas que se unen en esta fecha. Todos aquellos que se
comprometen en la festividad del Árbol sagrado, tienen altas probabilidades de
reencontrarse en sus próximas vidas.
En sus próximas vidas…
Janna apareció por la ventana y
llamó a Loi: la ceremonia empezaría a las seis así que ensayarían por última
vez. Gremory exclamó que aún no había terminado con ella, por lo que tomó todos
sus implementos (cepillos, cintas y broches), y salió despedida, también para
allá.
Ipek me observó de frente y
sonrió. Me acercó el espejo y entonces no pude con la alegría.
Me había dibujado algunos pétalos
minúsculos en la comisura de los ojos, e incluyó una pequeña piedrecilla verde
suave que pegó con una crema de olor a duraznos en mi frente.
Decía que simbolizaba el buen
juicio y atraía la buena fortuna.
— ¿Qué tal?
— ¡Muchísimas gracias! — respondí
encantada con lo que veía. No sabía que tenía las pestañas tan largas, ¿o sería
por el delineado? Ipek soltó una risita y después tomó mi cabello y roció sobre
él algo de agua de flores. Se asemejaba al aroma de uno de los frasquitos que
la tía Morgana me había obsequiado en aquel baúl que recibí hace dos años.
— Tienes unos ojos preciosos,
Albania. — Ya me lo habían dicho varias veces, pero su sinceridad pudo más
conmigo y terminé coloradísima —. ¿Sabes? Nosotros consideramos la mirada como una
de las armas de seducción más poderosas en el mundo entero: espero que sepas
usar la tuya, sería un desperdicio si no lo hicieras.
Negué algo avergonzada y rompió a
reír.
— Loi me ha comentado que mañana tienen
un baile muy especial.
Le dije que eso era relativo y me
observó curiosa.
— La verdad yo no tengo ningún
interés en asistir — resumí.
— ¿No hay ningún chico que te guste?
Bueno, de que había, había… Aunque
el término “chico” estaba mal empleado. Era un ángel…el más bello, el más
perfecto.
Y no lo había vuelto a ver desde
hace tanto tiempo.
— Supongo que es difícil pensar que
podrías casarte por obligación — añadió Ipek al verme tan pensativa. Suspiré,
algo agotada—. Eso es muy común, inclusive entre los míos. Gracias a los cielos
mi familia es modesta y todas esas cosas de “estirpe” y “apellido” no son de
importancia. Yo escogí comprometerme hoy, y también escogí al que será mi
futuro compañero.
— ¿Tú lo escogiste?
— Síp. Es decir, él era tan tímido…
No me quedó más remedio que tomar las riendas o sino jamás sucedería nada. —
Solté una risa ante la frase—. No sé si habrás oído la historia de Hakan y Liu…
— ¡Sí! — casi grité.
¡Cómo olvidarlo! La señora Jaidev
y Kukuri nos habían hablado de ellos en Ampelio.
Fui tras el biombo a cambiarme de
ropa. El vestido que Ipek iba a prestarme era muy suave y parecía de ensueño.
Era de dos piezas pero muy ligero, nada a comparación de las pesadas faldas que
traían los vestidos de gala que solíamos usar.
— Bueno, Hakan y Liu tienen una
historia muy divertida. — La observé muy atenta a través del espejo mientras me
anudaba los cordones de la parte superior —. Supuestamente en una de sus vidas,
Hakan fue embrujado por una doncella y cuando Liu apareció en su vida, ¡el muy
tonto ni siquiera la reconoció! El día de la boda con esta otra doncella, Liu
se enfadó tanto que apareció montada en un caballo que le prestó el viento y
secuestró al novio.
Imaginé a una intrépida chica
montando un blanco corcel y deteniendo una boda en la cima de una montaña.
Todos los invitados la observaban horrorizados cuando de un golpe dejó
inconsciente a Hakan y lo subió a su caballo, tal y como narró Ipek.
Eso de llevarse al novio después
de desmayarlo sonaba a algo que Alexia haría.
Se me escapó la risa tonta: si
Nunita escuchara esto seguro le da un ataque.
— Finalmente Hakan consigue
recordarla. Mientras ella galopaba, él despertó y volvió a golpearse con la
rama de un árbol. Eso bastó para que la reconociera y huyeran hasta la puesta de
sol, en donde volvieron a ser uno. Así como lo cuento no suena tan gracioso, la
verdad — se disculpó divertida—. Es que yo bailo, es con lo que Khantati me ha
bendecido. Otros, como mi prometido, tienen el don del buen narrador.
— Yo oí otra, cuando estuve en
Ampelio — le comenté mientras me mostraba algunas de las joyas que me prestaría
ese día. Tuve que poner mucho empeño en no decirle sí a todo porque todas eran
demasiado bonitas—. Esa en la que fallece ahogada…
— ¿Esa en donde el mar se enamora de
ella? — Asentí—. Sí, es uno de los khanta
más tristes.
— ¿Khanta? — repetí curiosa.
— Así es como llamamos a las
historias de nuestros dioses. En el caso de Hakan y Liu hay una gran variedad.
Hay khantas trágicos, khantas de comedia, khantas repletos de erotismo...
— ¿E…erotismo? — repetí en voz alta
y me cubrí los labios rápidamente, avergonzada.
Ipek elevó una ceja, divertida, y
no pude evitar ponerme muy roja.
— ¿Qué sucede?
— Na-nada.
Solo había visto esa palabra una vez en toda mi vida; lo recuerdo
claramente. Fue en uno de los libros que me había enviado Alexia: “Historias
prohibidas de hadas y humanos”. Llegó a mis manos hace un par de semanas, y
como la portada se veía de lo más interesante decidí empezar a leerlo esa misma
noche.
“Primer veda”, era el título del primer capítulo, y trataba sobre
un joven que atrapó de casualidad un rayo de luna. Este rayo en realidad era un
hada de luz, y ella al ver por primera vez a un humano, cayó completamente
rendida. Entonces lo besó, y conoció por primera vez al amor: “Eros la hechizó, y de él brotó la pasión.
Lujuria y amor: de erotismo sucumbió”, decían las líneas, y me estremecí.
En ese momento Nunita entró a mi habitación y yo estaba tan
concentrada en la lectura que ni me percaté de su presencia. Cuando vio la
palabra “prohibida” en la portada frunció el ceño, recelosa, y me ordenó
inmediatamente que se lo entregara. Traté de restarle importancia pero me lo pidió
muy seria, y casi se desmaya cuando se lo pasé y vio la primera página.
»— ¡No sé cuántas veces voy a decirle al señor Alcides que su
prima no puede enviarle este tipo de lecturas!
»— ¡No estaba leyendo nada, Nunita! — me defendí, y como me
avergonzó tanto la idea de que el abuelo pudiera ver el texto dejé que se lo
llevara sin chistar.
— El amor carnal es una de las
formas más bellas de rendirle pleitesía a las creaciones más hermosas de
Khantati — oí de Ipek.
— ¿Las más hermosas?
— El amor y el cuerpo material. — Me
sorprendió muchísimo que dijera eso; a fin de cuentas, todo lo que escuchaba en
casa era que la creación más hermosa era el alma—. También lo es, pero algunas
religiones han devaluado el cuerpo…lo táctil. Si poseemos un alma, eso también
es gracias al contenedor que somos, ya que sin cuerpo…
— Tampoco habría alma — acepté
asombrada.
— Exacto. Ama tu alma…ama tu cuerpo:
ama tu existencia al completo. Ama lo que Khantati ha creado para ser “tú” — me
dijo y todo pareció verse místico.
¿Cómo era que Ipek sonaba tan
madura siendo apenas tres años mayor que Loi y yo?
— ¿Amas a tu prometido? — me atreví
a preguntarle cuando salimos ante la primera ronda de campanadas que sonaron
desde la plazuela principal en Lavehda.
— Estoy loca por él — me respondió
sin ninguna duda—. Y para él, yo lo soy todo.
Gremory me tomó por las muñecas y
me dijo que estaba preciosa. Me llevó junto a ella para ver a Loi, y a lo lejos
vi a Ipek junto a un muchacho de oscuros cabellos y porte severo. Sin embargo
cuando la vio sonrió como un niño, y después la besó en la frente. Ella sonrió.
Yo también quiero amar y ser amada
de la misma manera…
»— Y puedo ofrecerle lo que usted
más anhela: el amor de su ángel custodio.
No…
Así no lo quiero.
Si no es genuino, como lo de Ipek, no lo deseo.
¨°*°*°*°¨
SOMAK
— ¿Un cigarrillo, mi estimado señor
comandante? — me ofreció —. ¿O también le temes a eso?
No lo aguanté más: ese estúpido tono zalamero me revienta.
Saqué el revolver que llevaba en el cinturón y lo llevé directamente
a su cabeza.
Cierra la boca, maldito hablador.
— ¿Te han dicho con anterioridad que
tienes un pésimo sentido del humor?
¡PAM!
— No tengo sentido del humor —
sentencié cuando su cuerpo cayó de espaldas frente a mis ojos.
Ojalá lo hubiese asesinado.
— Qué gruñón me has resultado —
comentó desde la alfombra, con la mirada clavada en el techo.
Sí, ya sabía que era imposible
hacerlo.
— Jódete, Berith.
Tomé una de las botellas que Nhyna guardaba en el estante de abajo
y me transporté al exterior. Había olvidado que toda esta estúpida ciudad
estaba de fiesta, y me da asco ver a tantos humanos revoloteando juntos.
Desaparecí y llegué a un lugar apartado: Khilari. Pasé entre
algunos callejones, buscando algún tipo de entretenimiento más selecto. No
demoré demasiado: oí a tres hombres murmurando por lo bajo y después se
perdieron por la puerta trasera de lo que parecía ser una sastrería.
Excelente.
Destapé la botella y me bebí todo el contenido. Nunca en todos mis
años de existencia he sentido esta maldita cosa: es como si no pudiera pensar
más que en lo que el desgraciado de Viggo me había dicho.
»— Sé lo que te han dicho. Y yo puedo decirte cómo evitarlo…pero
tienes que aceptar unirte a nosotros.
»— Pensé que era una oferta, pero empiezo a sentir que es una
extorsión — recuerdo que le respondí a Berith cuando me abordó al concluir esa
estúpida Anunciación.
»— ¿Extorsión, mi señor comandante? Me parece que no es el juego
de palabras adecuado. — Sacó la jodida caja de metal y me ofreció un cigarrillo
también en esa oportunidad—. Te ofrecimos unirte a la causa, Somak, porque como
tú no hay igual. Eres un guerrero por naturaleza: amas las trifulcas, ¡los
conflictos! Más adelante vamos a necesitar de tus estrategias bélicas, de tu
poder de planificación, de esa retorcida manera de disfrutar que laceren el
cuerpo de los que consideras tus piezas. Escucha, no solo estamos tú y yo: ¡hay
muchos nombres más que te enloquecerían de la euforia! Te los diría pero sería
dar demasiado sin haber recibido, por lo menos, una respuesta afirmativa de tu
parte. Conoces a Gaap El Terrible, ¿no es así? El que fue el magistrado de la
Anunciación de Orias. Ese maldito animal, el único capaz de devorar ángeles y
demonios, ¡está de nuestro lado!
Gaap era lo que lo humanos llamarían caníbal. Decían que se había
comido a más de 300 demonios, y que ahí radicaba el motivo de su bestialidad.
»— Ya te dije que no estoy
interesado.
En un principio lo estuve, no voy a negarlo. Incluso había venido
a esta época porque Berith envió a varias de sus tropas para comunicarse
conmigo. Él sabía de la ubicación de Valak, ya que comentó que sería una buena
oportunidad para reencontrarme con un viejo camarada.
Falso.
Después de escuchar la propuesta extraña que me había hecho a
medias, respondí que lo pensaría. Me habían prometido ser parte del surgimiento
de un arma de la que nadie jamás había oído ni visto. Sería tan letal que
inclusive toda la comunidad de ángeles podría desaparecer si se sabía usarla de
la manera adecuada; eso sin contar que los mugrosos humanos por fin estarían en
el lugar que les correspondía, en el último peldaño, como lo que siempre
debieron ser: nuestros jodidos esclavos.
Resultó atrayente, definitivamente. Sin embargo Berith se volvió
tan insistente, que la oferta pasó a convertirse en algo fastidioso, irritante.
Me gusta que me propongan las cosas, no que me las impongan.
Y eso de La Original sencillamente me traía sin cuidado. Su
origen, su actual convivencia con los humanos y sus dos custodios (quien por
cierto, uno de ellos había resultado ser el cándido adonis de la rubia muñeca),
eran detalles que resultaban irrelevantes para mí. No me importaban en lo más
mínimo, ni siquiera ella: era interesante todo lo que la envolvía, es verdad;
ese cuerpo humano conteniendo a ángeles y demonios fusionados. Era casi la
trinidad perfecta, pero a mí ni me iba ni me venía.
Después estalló lo de la Anunciación, las palabras del bastardo de
Viggo, y Berith y su insistencia transformada ahora en obligación. Empecé a
atar cabos: no, este imbécil no había mencionado a Valak solo para que pudiera
visitar a un viejo amigo, como había dicho en un principio.
Parecía que todo había estado perfectamente planeado, y lo que era
aún más sospechoso: Berith me quería en su organización sin lugar a negativas.
— Largo, mocoso — oí de pronto. Un
hombre me cerró el pasó en cuanto abrí la puerta trasera por la que habían
ingresado los otros humanos—. Este no es lugar para…
— Largo, inútil.
¡BROM!
Después me preguntan por qué los
humanos me sacan de quicio. ¡Son tan débiles! Yo solo le di un leve empujón al
sujeto este, y que se viene a desmayar.
Crucé el umbral y me encontré con
una escalinata estrecha que parecía conducir a un sótano. A medida que bajaba
los murmullos se fueron transformando en gritos. Ni bien pisé el último
escalón, otro pasadizo me recibió.
Estupendo: peleas clandestinas.
— Trescientos al flacucho — aposté
en cuanto llegué al círculo: si lo mataban frente a mis ojos ya me daba por
servido. El viejo que llevaba las cuentas me miró de pies a cabeza, tal vez no
ubicando mi rostro, pero en cuanto le mostré los billetes esbozó la sonrisa carente
de dentadura.
Mi caballo ganador salió a campo:
era perfecto. Huesudo, encorvado y con la piel tan amarilla que parecía cera.
Iban a darle una paliza increíble: a lo mejor y hoy era mi día de suerte y lo
mataban. Pero lo vi inclinarse, no para prepararse para la lucha, sino para
recibir de manos de otro un ave de plumajes rojizos.
Su contrincante hizo lo mismo:
sacó a su propia criatura y se aseguró de colocar de la mejor manera la pequeña
cuchilla en la pata derecha.
Mierda: qué aburrimiento. ¿Así que
no serán humanos matándose?
— ¿En serio te conformarás con una
ridícula pelea de gallos? — Resoplé ante la voz: no iba a rendirse. Berith me
había seguido literalmente hasta el otro lado del mundo—. Acepta el trato,
Somak: tendrás las peleas que desees, apostarás lo que se te venga en gana. — ¿Por qué carajos no se calla?—. Y si
todo va como planeamos, a lo mejor y hasta tienes tu propio caído como
combatiente. ¿Te imaginas? Sé que amabas asistir al coliseo; qué buenas épocas:
ver a humanos matándose por puro placer de un tercero.
— Lárgate.
— Todo eso, Somak…todo eso podría
ser tuyo. Y lo que es más importante, aunque te niegues a admitirlo,…
Lo observé, esperando que cerrara
ya el pico.
— …conservarías a tu amigo vivo.
La pelea empezó: los gallos matándose el uno al otro. Uno se
distrajo por un trozo de pan que cayó de las tribunas; el otro aprovechó y
lanzó el tajo a matar.
Muerto por un trozo de pan...
Mierda.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
— ¡Escucha, hermano! El martirio de
inducción va a dejarte algo adormecido, aletargado. Ni bien salgas de esa sala
rara…
— Magna…
— Sí, sí, ¡vendrás a buscarme sin
demora, ¿me has entendido?! — Asentí muy convencido—. Aniel, por amor a lo que
más valores, ¡no lo olvides! El martirio que voy a lanzarte ahora va a dejarte…
— Adormecido. Lo has repetido varias
veces.
— Sí, sí, pero que te pongan bajo el
Li-kay solo incrementará esa
sensación. Procura mantenerte aislado en cuanto terminen contigo: no hables con
nadie, no observes a nadie. Te retiras sin decir absolutamente nada, y vienes a
buscarme, ¿comprendido?
— ¡Que sí!
Seir había dejado muy en claro cada uno de los efectos a los que
me vería sometido después de que lanzara aquel martirio sobre mí. Lo había
repetido tantas veces que cometer algún error sería casi cómico.
Esperaba terminar cuanto antes, para así poder ir a verla. Hoy era
su cumpleaños, y aún teníamos un asunto delicado que aclarar:
Los nueve besos en la bodega de aquel teatro.
— Hermano, ¡no me estás prestando
atención! Escucha, casi te cercenas un brazo una vez, y eso que fue un martirio
leve, así que por favor...
— ¡Ya entendí! Apresurémonos que en
cualquier momento vendrán por mí.
— Vaya que estás un pelín exaltado.
— Ya te dije que es importante.
— Sí, sí.
Seir aspiró una gran bocanada de aire y adquirió su forma
original. Me dijo que debido a la cantidad de recuerdos que ocultaríamos, era
necesario concentrarse al máximo. Lo escuché recitar el martirio y poco a poco
algunas inscripciones en tonos rojizos empezaron a brotar de su cuerpo. Una a
una fueron creando una especie de mural repleto de emblemas; minutos después,
me preguntó si estaba listo.
» Aniel, solicitamos tu
presencia en la Sala Magna ahora…
— Hazlo — le pedí impaciente.
Estaban llamándome: si no acudía, vendrían por mí.
— Se devient…mirage oldu — murmuró—. Que lo visto…sea espejismo
No sentí más que una brisa cálida golpeándome el rostro. Seir
volvió a tomar forma humana y agitó los dedos frente a mis ojos. Parecía que lo
hacía extremadamente lento y todo alrededor parecía sonar con eco.
De pronto abrió los ojos y me tomó por los hombros: “vienen por ti, hermano. Escucha, ¡vuelve a
Izhi en cuanto termines, yo estaré ahí! No sabemos qué otros efectos podrían
surgir: tal vez hables de más, tal vez termines revelando cosas que siempre has
guardado para ti mismo. ¡Oye! ¿Me estás escuchando?”.
Claro que lo escuchaba, ¿por qué hablaba como si yo no entendiera
lo que me decía?
Entonces todo se transformó en una espiral de colores. Sentí un
brusco mareo: los ojos de Caila me observaban suspicaces.
— ¿Aniel? ¿Te sientes bien? ¿Por qué
demoraste tanto?
No le respondí y pasé de largo hasta el umbral: no hables con nadie, no observes a nadie.
Ya había llegado a la Sala Magna. ¿Cómo? Es algo que también quisiera saber.
Cerré los ojos y adquirí mi forma original. Sentí cada una de mis plumas
rozándose entre sí por el movimiento. Me lancé al enorme agujero y aterricé en
la superficie completamente negra. Podía ver mi reflejo a través de ella.
Cuando elevé la mirada, me encontré cara a cara con una criatura
un poco más robusta que yo. Su pelaje era oscuro, y sus ojos violeta brillaban
con muchísima fuerza.
Parecía ser una pantera, y me observaba severamente. Creí escuchar
algo, pero volvía a sentir lo mismo de hace un rato: los sonidos parecían tener
ecos tan profundos que no llegaba a distinguir significados.
Principado, Li-kay, Abdiel,
fue lo poco que conseguí oír.
» Li-kay…
Sentí un jaloneo brusco y después perdí el ritmo visual. Imágenes
iban y venían, arremolinándose unas contra otras; por momentos algunas se
iluminaban extremadamente y perdían sus formas. Todo blanco, todo blanco…que lo visto sea espejismo… Negro, a
color, y blanco, nuevamente blanco, blanco porque lo visto solo era espejismo…
— Acabamos. No hay nada inusual… —
oí lejanamente. La pantera era un sujeto alto, me miraba suspicaz, receloso.
Y el eco…el eco no se iba, el eco regresaba. Los ojos de Caila,
los Abdals: “no pasa nada, está aletargado. Debe ser por el ataque de antes… el
mismo Drol Qinaya pidió que reposara en sus aposentos”.
— No — alcancé a decir, y lo escuché
como fuertes campanadas. Caila me miró preocupada: “Aniel, ve a descansar.
Nanael estará contigo en unos momentos”, y de ahí todo se hizo lejano y
borroso: enola, Nanael, comunicar. Y
Seir, la voz de Seir resonaba: vuelve a Izhi…a Izhi.
En Izhi debía estar.
— ¿Aniel? ¡Aniel! ¿Me escuchas? —
Asentí muy seguro, pero Seir no dejaba de sacudirme. “¿No querías que regresara
a Izhi? ¡Aquí estoy!”, quise decirle, y creo que lo hice, pero de ahí solo
observaba los musgos húmedos. Escuché unas carcajadas, mi pecho subía y bajaba:
¿eh? ¿El que se reía era yo?
Sí, parecía que era yo: a lo mejor
por eso estaba inclinado, o quién sabe. Mi rango de visión parecía haberse
hecho muchísimo más agudo de lo que ya era.
Un momento… ¿cómo llegué a Izhi?
¿Todo había sucedido tan rápido o…?
— No eres consciente de todos tus
movimientos. — El eco seguía sonando, pero había menguado al menos un poco. Las
ramas se movían lentamente; de pronto mis plumas se hicieron piel. Observé mis
manos, mis dedos —: ¡Mierda! ¡No ahora! —
maldijo.
¿Qué sucede? ¿Por qué está tan
enfadado?
Traté de concentrarme pero no
podía con el viento soplando alrededor. Seir volvió a sacudirme: pacto, me están llamando, no te muevas:
volveré. Quédate aquí…
Quédate aquí, aquí me quedaría. El
remolino se lo tragó: di un paso en falso. Mi cuerpo se tambaleó.
¡BROM!
Peso…peso porque estoy
materializado. Peso porque en este momento soy como cualquier humano.
Un humano aletargado, para ser más
exactos.
Las estrellas: habían miles, miles
de ellas. Miles de estrellas desfilando, desfilando y cantando; tal y como
sucedió la primera vez que la vi.
Poco a poco, poco a poco
recordaba. El viento ya no se sentía tibio, estaba haciéndose frío. El Li-kay, ese Principado llamado Abdiel:
no hay nada inusual dijo, porque no había visto absolutamente nada de lo que yo
consideraba más valioso.
¡Pom! El sol pareció encenderse en
la oscuridad. ¡Pom!, volvió a apagarse. Vi la fresa sumergida, la seda dorada.
El viento jugueteaba con cabellos marrones, color chocolate. La sonrisa de
niña, los pucheros infantiles. Entonces los ojos se abrieron, y me encontré con
ese cielo verde, gris, a lo mejor pardo. Y brillaba, brillaba tanto que podría
haberme quedado contemplándolo eternamente. El cielo fulgura peligroso, y
después amenaza con estallar en aguacero: “quién en su sano juicio besaría a
alguien como yo”, reclama y todo
estalla, estalla porque si es así, yo ya perdí la cordura hace mucho. Yo la
besaría, la besaría siempre porque lo era todo y sin ella era nada. Ella con la
sonrisa de aurora, con la mirada de ensueño; ella a la que deseé regalarle una
rosa roja, y por la que empezaba a añorar en silencio. Ella la de la boca de
fresa y labios de miel; ella a la que en un instante quise abrazar y, solo por un momento de brumas, poseer .
Aun sin comprender exactamente qué significaba
aquello.
— Aniel…
Ella, la de la voz melodiosa.
— ¡Aniel!
Ella, la que acababa de aparecer en el silencio.
“Procura mantenerte aislado, no queremos que cometas alguna
locura”, eso dijo Seir. Es lo que me había dicho Seir.
¿Qué dijo Seir?
No lo sabía, ahora solo la veía a ella, a ella…
Y a sus hermosos ojos.
¿Hijo más amado yo? No,
falso…
Hija más amada ella. Ella,
porque era perfecta.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
Había quedado completamente asombrada con la ceremonia para el
árbol sagrado de aquel dios llamado Khantati. Hubo velas encendidas, pétalos de
flores y campanillas sonando por todos lados. Loi se presentó con un grupo de
cinco chicas, lideradas por Ipek, quienes bailaron un tema llamado “el sueño de
Khantati”. Casi me pongo a llorar de la emoción cuando salió corriendo y prácticamente
se convirtió en el viento, saltando de aquí para allá con delicadeza y
torciéndose graciosamente mientras jugaba con el manto brillante que colgaba de
sus brazos. En un momento se quedó muy quieta, respirando silenciosamente, y
cuando los tambores y el violín del tío de Ipek resonaron, dio un par de
vueltas casi en puntillas y descalza. Gremory y yo no pudimos más y rompimos en
aplausos, pero tuvimos que detenernos inmediatamente porque era parte de un
ritual ceremonial y nadie debía hacer ningún tipo de ruido.
Si el baile no fuera mañana nos habríamos quedado más tiempo; pero
Loi temía que Matilde subiera a su habitación y se diera cuenta de que algo iba
mal. Como Gremory había tenido que crear a dos quimeras para camuflar nuestro
escape de casa, solo había podido conseguir que se vieran igual a nosotras, mas
no que sonaran igual. Si Matilde o Nunita ingresaban y preguntaban algo, la que
se supone era Loi y yo, solo respondería con un: “hmp”, fuese cual fuese la
pregunta.
Nos despedimos de Ipek y le deseamos lo mejor del mundo para su
compromiso. Qué lástima que fuera a ser tan tarde: Janna había comentado que la
familia del futuro novio tendría que presentar sus respetos a la de la novia
para así sellar un acuerdo entre futuros parientes, y para esto la mujer más
joven de la primera familia tenía que interpretar un khanta acompañado por el hombre más joven de la otra familia.
Ahora
entendía un poco del por qué la tía Morgana amaba tanto Nueva Ihara: allá tenían
rituales ancestrales muy variados e interesantes. Eso sin contar que las
historias de sus dioses sonaban a magia pura.
Loi y
yo tuvimos que volver a nuestros aburridos vestidos y después nos despedimos.
Gremory se ofreció a llevarnos a ambas, pero le pedí que solo se encargara de
Loi. Yo podía transportarme y volver a casa sola, y así también evitaba que
siguiera gastando fuerzas.
Cerré
los ojos y me concentré lo suficiente. No fue hasta que sentí el viento frío
recorrerme el cuello desnudo que descubrí el error: había pensado en
transportarme a Izhi cuando debía pensar en volver a mi habitación.
En
fin.
Izhi
se encontraba calmado, repleto de esa sensación de soledad que suele rodearlo
en noches como ésta, con luna a medio crecer. El arroyo se deslizaba
suavemente, las hojas susurraban tímidamente. El enorme árbol del que colgaba
el columpio de Joan seguía ahí, tan imponente como siempre.
Ya tengo dieciséis años….
Observé
las luces de allá al fondo, en casa. Sí, lo mejor era regresar de una buena ve…
¿Eh?
Antes
de que girara algo brillante llamó mi atención. Cruzando el río y en el césped
había algo…no, alguien.
Alguien
parecía estar inconscien…
¡NO!
¡SPLASH!
No tuve que pensarlo demasiado: mi cuerpo actuó
más por instinto que por razón. Ya estaba cruzando el río dando enormes
zancadas. No iba a llegar tan rápido como quería a pesar de lo sosegado de la
corriente, así que cerré los ojos y me transporté.
¿Por qué?
¿Acaso…acaso sería…?
El cuerpo me tembló violentamente: cabello
desordenado...
Eché a correr: ¡era él!
— ¡Aniel! — grité casi con el alma en la boca.
No se movió; solo seguía ahí, como desmayado—. ¡ANIEL!
No podía pensar con claridad. Llegué hasta él
y lo vi con los ojos cerrados, respirando suavemente pero completamente pálido.
No… ¡no entiendo nada! ¿Acaso no estaba
ocupado? ¿Acaso no estaba lejos de mí pero a salvo? ¡¿Por qué estaba en este
estado?!
—
¡Aniel! —
repetí y palmeé su rostro con suavidad—. ¡Aniel! ¡ANIEL!
Los ojos
se le abrieron lentamente. Observó al frente, como si hubiera algo curioso en
el cielo, y después bajó la mirada. Me estremecí bruscamente porque no dijo
absolutamente nada, pero elevó una mano para rozarme una mejilla.
Por un segundo pensé que se trataba del
demonio de la vez pasada, pero no había forma. Sabía que era Aniel, estaba
completamente segura.
—
Aniel,
¿qué…? ¿Qué sucede? ¿Por qué…?
— Feliz cumpleaños, bonita — murmuró y se
reincorporó. Me miró fijamente y el cuerpo me tembló: había posado su frente
sobre la mía; los ojos de sol me cegaron—. Dieciséis años…dieciséis hermosos
años…
— ¿A-Aniel? — balbuceé.
— ¿Eres feliz, Albania? ¿Has sido feliz en estos
dieciséis años de vida?
Me quedé de una pieza, sin comprender por qué
hablaba así. De pronto lo vi tan pálido, tan sonriente, tan ido, que lo imaginé
con los ojos cerrados por completo, bajo un sueño eterno.
— ¿Por qué
quieres llorar?
Por ti…
Porque desapareciste así, sin decir nada, y
ahora por algún extraño motivo te he imaginado muerto.
— Te
fuiste…te fuiste y no supe de ti — admití y sus ojos me miraron tranquilos,
esperando que continuara—. Después yo me fui…y ni siquiera te despediste. ¡Y a
mi regreso…! A mi regreso ni siquiera…
— Estaba
algo ocupado, pero te pedí que esperaras, que hablaríamos… — Me aferré a su
cuello y sentí la bonita calidez de sus brazos alrededor de mi cintura—. ¿Qué
te has hecho en los ojos? Se ven más hermosos de lo acostumbrado.
Me
sobresalté bruscamente: ¿qué sucedía? Él nunca me hablaba de esa manera. Es
decir, no es como si me desagradara, pero Aniel tenía la odiosa costumbre de
hablarme como si fuera una niña, pero en este momento…
En este
momento era como si estuviera charlando con alguien de mi misma edad.
—
¿Qué pasa? — me preguntó curioso—. ¿Estás
enfadada por tu obsequio?
— Claro
que no — repliqué indignada: ¿cómo podía pensar eso? —. Ya te dije que
desapareciste y pensé…pensé…
Que ya
no querías verme, que todo había sido un error.
— Estuve
algo ocupado. Hay…hay un par de visitantes que no se ha anunciado pero que
parecen querer hacer acto de presencia…
— ¿Cómo? —
Deslicé mi mano por el prado y me aventuré a tocar su mano. El corazón se me
infló de la emoción cuando atrapó mis dedos y los apretó cariñosamente.
— Están
viniendo a conocerte —. ¿A mí? —. Pero como son seres de los que tenemos muy
poca información, es que hemos estado intentando establecer contacto previo.
— ¿Es por
eso que estás así de exhausto? — Elevé la otra mano con algo de nerviosismo y
la hundí en su cabello. Sonrió y dijo que no importaba —. Claro que sí. Lo
último que quiero es verte así.
— Si es
por ti no hay problema. — De acuerdo, voy a desmayarme—. Si me pidieran la
vida, gustoso ya la habría dado.
No pude
con lo último. Algo estaba sucediendo y no sabía exactamente qué. Aniel…Aniel
era el ser más amable y bondadoso que yo conocía; pero en esta oportunidad
estaba a punto de enloquecerme. Si volvía a sonreír así, casi como el novio de
Ipek cuando la vio llegar a él, no podría contenerme más y terminaría
gritándole que viniera mañana a pedir mi último baile.
Entonces
lo recordé: había una charla pendiente, algunas cosas que aclarar. Observé sus
ojos y fue inevitable que me enfocara en su boca.
¿Alguien
puede volverse adicta a los besos?
Porque era exactamente lo que me estaba
sucediendo.
— Tenía un
obsequio…en realidad lo tengo guardado desde hace tanto… — ¿Eh? —. Esa rosa
nunca debió ser blanca, pero es que hay tantas cosas de este mundo que aún no
conozco.
¿Eh? ¿Nunca debió ser blanca?
¿Es que acaso está delirando o algo?
— ¿Acaso
no lo recuerdas? — me preguntó sonriente. No sé qué cara habré puesto que rompió
a reír y terminé aún más fascinada —. Después del canto de ese ciselo…
Me concentré, buscando el pasaje. Mi yo con
trece años, buscándolo alrededor de mi habitación.
»— Los Ciselos son un tipo de aves que no viven
por aquí. No llore, señorita cumpleañera. Tengo un obsequio más… pero voy a
dárselo después de su fiesta de cumpleaños.
Claro,
ahora que lo pienso mejor, aquel día él prometió darme un obsequio más.
Entonces el vaisiux apareció y…
— Justamente
no lo volví a mencionar por eso. Temía que lo recordaras, que los malos
recuerdos te abrumaran.
Ya
habían pasado años, pero si me preguntaran cuál había sido la escena más
horrorosa de toda mi vida, diría que el usar aquella horrible máscara que él
llamó bozal.
— Es por
eso que era necesario que intentara contactarme con los que están viniendo —
añadió. El viento le desordenó el cabello: hermoso
casi resonó en mi mente —. Esa vez me juré a mí mismo que nunca más te
sucedería algo semejante.
— ¿Por…?
¿Por qué?
— ¿Que no
es obvio? — respondió arrogante. Se puso de pie y automáticamente lo atrapé por
la muñeca.
¿Qué era lo obvio? Dímelo, dímelo…
¿Acaso
sería posible…?
¿Acaso
me amab…?
— ¡Ah! —
solté un gritito cuando me tomó en brazos. Me aferré a su cuello cuando empezó
a correr, muy contento. Sentía el viento impactarme contra el rostro, y los
árboles quedarse atrás uno a uno. Lo oí reír, y entonces recordé haberle oído
decir a aquel demonio llamado Seir, que Aniel amaba correr así, veloz, casi
desafiando al propio viento. Solté otro grito cuando giró violentamente, sin
avisarme, y entonces a lo lejos vi un manto oscuro, tan oscuro como el mismo
firmamento.
¡Un momento…! ¡¿Eso..?! ¡¿Eso no era el mar?!
— ¿Aniel?
— Estaba corriendo rumbo a los peñascos, rumbo al abismo—. ¡ANIEL!
No me
dio tiempo para más. Cerré los ojos fuertemente y solté un grito que
probablemente se oyó a kilómetros de distancia. Tomé una fuerte bocanada de
aire, esperando respirar a pesar de hundirnos en las profundidades del mar,
pero me envolvieron en una especie de tibia brisa. Sentí que los brazos que me
acunaban me dejaban sin protección, y cuando estaba por volver a soltar un
alarido, repentinamente caí sobre algo mullido, una superficie extremadamente
suave y con el aroma más dulce del mundo entero. Abrí los ojos y me encontré
sobre las plumas del ave al que amaba con locura desde que tenía memoria.
¿Qué…?
— Feliz
cumpleaños… — oí a través del hermoso ulular y tuve que poner mucho empeño para
no terminar asfixiándolo al aferrarme al largo cuello resplandeciente —. No
tengo rosas rojas, ni poemas…pero te puedo jurar que cada vez que estés feliz y
quieras celebrarlo, o estés triste y busques consuelo, saldremos así…a dar un
paseo.
— ¿Siempre?
— me aseguré, recostándome sobre las suaves plumas. Me dijo que sí pero eso no
me bastaba—. ¿Siempre, Aniel? ¿Incluso en nuestras próximas vidas?
» Khantati bendice a todas las
parejas que se unen en esta fecha. Todos aquellos que se comprometen en la
festividad del Árbol sagrado, tienen altas probabilidades de reencontrarse en
sus próximas vidas.
— En todas
las que vengan…
— Júramelo.
— Te lo
juro.
Nunca
creí observar el mar e Izhi desde esta altura. Me acurruqué en el dorso suave, perdida
en el aroma a estrellas y a sol, y me pregunté tímidamente si esto no sería una
confesión.
¿Era
así? ¿Debía tomarlo de esta manera?
Planeamos
un tiempo más hasta que el viento frío amenazó con arruinar el paseo. Tirité
levemente, a pesar de lo cálida y cómoda que me sentía aquí, y entonces sentí
que se irguió un tanto:
—
Tienes frío — ululó. Quise mentirle pero los
dientes me castañearon.
Recorrimos
la orilla. Me pidió que me aferrara a él porque subiríamos a Izhi.
Suspiré, casi hipnotizada por la suavidad de su
cuerpo, y entonces todo volvió a suceder de manera vertiginosa. El viento
cálido nos envolvió y al segundo me encontré sobre sus brazos, siendo guiada
hasta el columpio de Joan.
— Espero
que el obsequio te haya gustado — me dijo. Aún vi aquel gesto risueño en su
rostro, casi como ido, adormilado, pero no me importó: podría haber muerto de
la felicidad solo con estos minutos a su lado.
Me
depositó con delicadeza en la hierba suave, y me miró contento. El corazón me
latió con tanta violencia que ya no pude soportarlo más.
— Júralo…júrame
que siempre vas a estar conmigo — le pedí.
Sentí sus dedos presionando los míos, sus ojos
observándome tranquilos.
— Siempre…
— me aseguró y los labios me tentaron. Las imágenes destellaban: aquella
bodega, el sol disfrazado de humano…
Alen…Alen Forgeso.
Ven…ven
mañana y reclámame como tuya, porque ya lo soy…
Me erguí
todo lo que pude y ya no lo controlé: mi boca rozó su mentón y el aroma a sol
me extasió. Los ojos miel me miraron, casi como preguntando algo que no
requería de autorización. Me puse de puntillas y entonces se inclinó. Para
cuando volví en mí, ya tenía su boca sobre la mía; los nueve besos
transformándose en diez, once, casi veinte. No sé en qué momento terminé
obligándolo a retroceder hasta que dimos contra el tronco de aquel árbol.
Enrosqué mis dedos en el cabello desordenado, y entonces lo comprendí:
comprendí qué era lo que había sentido el hada de luz cuando conoció el amor
por primera vez. Comprendí la palabra deseo, comprendí el nombre de Eros: hijo
de Afrodita, hijo de Ares, del amor y la guerra, del subyugo y de la sumisión.
Rompimos
el beso y me sumergí en lo miel: Khantati, Dios o El Todo; yo, Albania
Formerio, o La Original como me conocen algunos, te juro aquí, bajo la luna
creciente y frente a este arroyo, que daría mi alma entera con tal de ver estos
ojos en todas mis existencias.
Me
sonrió y lo atraje hacia mí. De pronto el beso pareció insuficiente, pareció
incompleto; abrí los labios y...
…todo
estalló.
— Ah… — Mi
alma se transformó en suspiro; mi cuerpo en brasa hirviendo. Sentí su lengua
ingresando y el delirio retumbó. Mis uñas se clavaron en sus hombros, su boca
bebía de la mía. No aguanté más: la respiración se disparó. Mi pecho rozó el
suyo, y mis piernas empezaron a flaquear.
Tócame…tócame…
— ¡¿Qué
está pasando aquí?!
Solté un
grito que no tuvo nada que ver con lo anterior. De la nada toda la espiral de
comodidad se transformó en desesperación. Alguien nos había obligado a
separarnos bruscamente, y se trataba de aquel al que menos esperaba en este
día.
Nanael
técnicamente había tomado a Aniel por el brazo y lo había empujado lejos.
—
¡¿Qué demonios está pasando aquí?!
—
Nanael, no es lo que parec…
— ¡Silencio!
— me espetó bruscamente y después lo vi como un loco, tomándolo por el cuello
fuera de sí—. ¡¿Esto es lo que haces cada vez que te dejo a solas con ella?!
¡Aniel, ¿qué mierda sucede contigo?!
— ¡DÉJALO!
— chillé asustada.
— ¡¿Y qué
diablos es esto?! — reclamó indignado. Aniel lo observaba muy serio pero sin
reaccionar—. ¡Pero si tienes un maldito martirio de inducción sobre ti! — ¿Qué? ¿Martirio…? —. ¡¿Quién fue?!
¡¿Ella?! ¡No es posible, estoy muy seguro de que no sabe usar más que salmos y
gozos!
— Nanael,
cálmate…
— ¡¿Qué me
calme?! ¡Acabo de encontrarlos y…!
— ¡NO SON
TUS ASUNTOS!
— ¡ERES MI
HERMANO DE NACIMIENTO, CLARO QUE SON MIS ASUNTOS!
De pronto lo vi: sangre…
Aniel estaba sangrando por las muñecas.
— ¡No!
¡¿Qué le estás haciendo?! — reclamé.
Nanael giró; por un momento creí que me golpearía.
— ¡FUERA
DE AQUÍ!
— ¡NO LA
TOQUES! — bramó Aniel y al instante apareció frente a mí—. ¡Ni se te ocurra
tocarla!
— No puedo
creerlo… Sabía que pasaba algo, ¡sabía que las cosas no marchaban bien! ¡Pero
de todos los posibles errores…!
Error…
—
Basta…
—
¡De todas las posibles blasfemias…!
— ¡BASTA!
— gritó Aniel y todo perdió sentido. Nanael se lanzó hacia el frente y para mi
horror lo golpeó en el abdomen, loco de ira. Traté de interponerme,
suplicándole que no lo lastimara, pero no pasó mucho tiempo para que ambos
adquirieran su forma original.
¡No! ¡NO!
— ¡PAREN!
— chillé espantada; Nanael me mostró los dientes, frenético, y le temí. Le temí
más que nunca porque a pesar de tratarse de él, nunca lo había visto así. Casi
como si fuera la furia misma.
Aniel
estaba pensando en alejarse para obligarlo a perseguirlo, pero el lobo rojizo
fue más veloz y terminó embistiéndolo con todo su cuerpo antes de que despegara.
— ¡NO LE HAGAS DAÑO! — grité cuando lo vi caer
sin fuerzas sobre el arroyo. Corrí hacia allá pero Nanael fue más veloz. Dio un
salto y prácticamente aterrizó junto a él—. ¡NO, NO POR FAVOR!
Mostró los dientes y lo capturó por el cuello
para después empezar a sacudirlo con violencia.
¡No! ¡Lo va a matar!
— ¡Pequeña! — oí de pronto y me encontré con
Gremory que abrió los ojos, sorprendida ante el espectáculo.
— ¡Gremory! ¡Gremory, tenemos que hacer algo o
lo matará!
— ¿Pero qué…? — Oí el ulular adolorido y ya no
pude más. Giré, dispuesta a sumergirme en el arroyo y separarlos yo misma, pero
me detuvieron por el brazo—. Pequeña, ¡tienes que volver a tu casa ahora mismo!
— ¡¿Qué?! ¡No! ¡No voy a dejarlo! — Oí un
aullido; Aniel había conseguido defenderse de algún modo, pero poco sirvió:
Nanael recobró su forma humana, él también, exactamente para detener el puño
que iba directo a su rostro.
— Pequeña, escucha, yo…yo no sé qué ha sucedido
pero te juro que trataré de separarlos. ¡Pero tú debes regresar a casa ahora
mismo! Hace un segundo pasé a dejarte un recado de Loi y me encontré con la
escena: ¡tu nana no deja de llamar a tu puerta, la quimera está por
desaparecer…! ¡Si no te encuentran en tu habitación arderá Troya!
— ¡No, Gremory, no puedo…!
— ¡¿Es en serio?! — oímos y de pronto lo vi: el
demonio rubio de la vez pasada. Tarek… No, Seir—. ¿Qué ha pasado? ¡Solo me fui
una hora!
— No lo sé, ¡no lo sé! ¡Yo acabo de llegar! —
respondió Gremory exaltada—. ¡Pequeña, vete! ¡Vete! Seir y yo nos encargaremos…
— ¡Pero…!
— ¡VETE! — me gritó Aniel a lo lejos. Lo
observé, consternada, y asintió severo. Apreté los puños y me transporté, con
la horrible sensación de haberlo arruinado todo.
Aparecí en el balcón: mi otro yo acababa de
desvanecerse. Efectivamente estaban golpeando la puerta con insistencia.
—
¡Niña
Albania! ¡Niña Albania!
Me
quité el vestido de un tirón y lo escondí bajo la cama ya que estaba algo
húmedo. Me puse la piyama casi luchando contra ella y me acurruqué entre las
cobijas, temblando por completo.
No
podía quitarme de la cabeza los ojos llenos de rabia de Nanael.
— ¡Niña Albania! ¡Voy a entrar!
Por favor, que esté bien. Que Gremory y Seir
puedan ayudarlo.
— Nu-Nunita… — balbuceé temblando. Me miró
ceñuda pero después sonrió con comprensión: supuse que me veía como alguien que
había estado profundamente dormida y acababa de despertar bruscamente —. ¿Qué…?
¿Qué sucede…?
Rogué porque no notara el vestido oculto bajo
mi cama.
Aniel…Aniel…
— ¿Qué sucede? ¡Pues que llegó tu obsequio de
cumpleaños, princesa! — oí desde la puerta, y de inmediato reconocí la voz.
— Tía… ¡tía Morgana!
— En realidad la tía solo ha sido la encargada
de traerlo — dijo alguien más, y los ojos se me abrieron—. Porque el regalo soy
yo…
Se quitó el sombrero de copa. Casi pude ver
los ojos recelosos de Nunita ante la corbata masculina en su atuendo.
—
¿Y bien?
¿Cómo has estado, Alby?
Me
quedé de una pieza.
— He venido por tu cumpleaños; y también por ese absurdo baile de las luciérnagas.
Mi adorada prima: Alexia.
¨°*°*°*°¨
Estoy impactada por todo lo que se viene en el ACTO XVI. Lo he venido
planificando desde que escribía Noches de insomnio, porque se viene un suceso
que nos va a cambiar todooo lo que ya hemos visto hasta ahora. Me llegó una
preguntita hermosa al inbox, y esa fue por qué Sisa veía a Albania tan mala
cuando aquí, en ADC, no parece tan así: bueno, la respuesta está dividida en
dos partes. La primera: sabemos que Bellota no tenía más que retazos de
recuerdos sobre Albania, así que como dicen…si no tienes la versión completa,
no puedes asegurar nada. Y la segunda: a lo mejor mi pequeña Albania ha tenido
ciertos motivos que más adelante comprenderemos mejor.
Entre otras cosas: Somak me ha resultado un personaje
estupendo. Cuando nació ya tenía pensado un perfil definido para él, pero ha
terminado sorprendiéndome porque se me ha escapado de las manos y ya está
caminando solo. No voy a decir que lo que le ha comentado Berith en una parte…no
sea algo que suceda en el futuro (a lo mejor si leen entre líneas se comprenda
mejor *-* ).
¡Bhaaad! Bhad y Cavadrio son dos de los personajes que tenía
más ganas de presentar yaa. Van a ser importantísimos: creo que han notado,
como dijo Aniel, que él no sabe de luchas (por eso Nanael lo ha agarrado de piñata
en este capítulo XDD). Bhad va a tener mucho que ver aquí me parece. Eso sin
contar que Seir también va a pasar un tiempo a su lado (ya sabemos gracias a
quien tenemos a Tarek en Noches de insomnio <3)
Luca Liberia: Dios, cuando escribí su parte sentí la rabia
de un hijo rechazado por estupideces. Mariano Liberia no es un padre “malo”,
pero deja bastante que desear, no voy a negarlo. Y Lavehda… de verdad Lavehda
es uno de los lugares más hermosos y mágicos de la historia. Todo lo que Ipek
ha comentado sobre los rituales y Nueva Ihara son importantes…en el siguiente
capi vamos a comprender yaaa por qué *-*
Listo, los dejo porque al final yo termino hablando más que
ustedes. No olviden comentar.
La fecha tentativa de actualización será el 26 de octubre :D
Pd. Alguien se dio cuenta de que Hethos apareció? *-*
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
O adquirir el libro completo.
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