ACTO XII

PER-DÓ-NEN-ME

Quiero empezar con lo principal: millones de disculpas de rodillas y con cabeza baja incluida. Este capítulo ha demorado meses, ¡lo sé! Y me siento enormemente mal por haberlos hecho esperar tanto. Estoy a un ciclo de decirle adiós para siempre a la universidad, y ando metida en todas esas cosas que transforman a un estudiante en una especie de malabarista de actividades: prácticas, cursos hardcore finales, y sí, la tesis del mal. Todo se me ha juntado y me ha dejado espacios cortísimos para escribir, y no podía darles un capítulo mal redactado uno por respeto a ustedes, y otro por respeto a mí misma y a mis personajes, porque igual yo escribo porque me gusta hacerlo y me encanta que cada capi salga como lo había imaginado porque sino no hay chiste en escribir. Ya con mis disculpas expresadas, vámonos a lo usual (los quiero, no me odien):

Solo quiero anunciar que a partir del capítulo anterior, la dinámica de actualización de capis va a ser así: primero lo subiré aquí, al blog, y después de un par de días a PDF. Solo por una cuestión de tiempo: el PDF requiere de más preparación por todo el formato, así que demora un poquito más.

Como ya saben, en cada introducción hablo de alguna canción en particular, y en esta ocasión hablaré de una de las canciones que, para mí, representan a Nhyna: es Fuori dalla notte, de Ludovico Einaudi. Va a sonar súper raro lo que les voy a comentar, pero es como una especie de complemento de una de las canciones que me evocan a Alen: Fuori dal mondo (el que usé para el book tráiler de NDI). Ambos vienen en el álbum de Eden Roc, ambos tienen este inicio en el título “fuori” y el primero me habla de este “fuera de este mundo” que mi Alen/Aniel siente con respecto a lo que Sisa/Albania provoca en él, ya que de algún modo ella lo hace sentirse fuera de “su mundo” al cuestionar su propia existencia incapaz de enamorarse (los ángeles no aman) y a la vez en el sentido más romántico de la expresión: “ella lo hace sentirse fuera de este mundo, ajeno a todo excepto ella”. Y Nhyna, vaya, con Nhyna el Fuori dalla note es como una puñalada en el pecho, porque ella "está fuera de la noche", en el sentido de que no forma parte de lo que Albania y Aniel comparten (es un mero espectador); y lo que es más feo, ¡ella misma lo sabe! porque en el fondo Nhyna (más adelante) se siente así: fuera de batalla, porque en NDI ella misma admite que Aniel y Albania tuvieron un amor que solo podía considerarse "verdadero". De ese tipo que ella envidió y a la vez admiró.  

Solo voy a decir que este capi ha resultado increíble para mí. Amo a todos mis personajes, y este me ha mostrado tantas facetas de varios, que he sentido que cada uno merecería un final feliz (aunque la realidad no siempre es así :'( )

Vamos al Acto XII:



¨°*°*°*°¨

ACTO XII


MARION

   Diviértete, hija.
   ¡Sí, papá!
Me acerqué a darle un beso en la mejilla y casi corrí a la puerta. Tuve mucho cuidado de no parecer demasiado ansiosa: la abuela estaba sentada en la sala, tomando el té, y podría salirme con que llevara a Matilde conmigo. Y hoy, de todos los días, sería el menos indicado para tenerla al lado si los planes de Albania terminaban llevándose a cabo.
Ni bien crucé el umbral sentí algo de la suave llovizna nocturna. Nereo me cubrió rápidamente con el paraguas para llevarme hasta el coche, tan amable como siempre, y cuando me abrió la puerta…
   ¡Loi! ¡Pero qué hermosa estás hoy!
No pude con la sorpresa: ¡Albania estaba bellísima! Me miraba con sus enormes ojos repletos de juguetones planes, el cabello en el bonito moño con las ondas dispersas, los guantes de encaje y el cuello adornado por la gargantilla ajustada de encaje y terciopelo que si no me equivoco le envió Alexia hace unos meses atrás. Todo bajo la bonita capa perla que dejaríamos en el coche al llegar.
   Hoy las estoy viendo muy animadas, señoritas — comentó el señor Alcides al oírnos cuchichear emocionadas —. Hija, no sé qué esté pasando pero espero que no estés tramando alguna diablura.
   ¡Abuelo! ¿Cómo puedes decir eso? — le reclamó ella con aparente indignación —. Cualquiera pensaría que voy por doquier, causando revuelos. Ese es el estilo de Luca Liberia, no el mío — declaró y me guiño un ojo maliciosamente.
No te ruborices, ¡no te ruborices!
   ¡Por cierto!  Vamos, abuelo, ¡coméntale a mi Loi querida lo de nuestros planes!
¿Mmm?
El señor Alcides me sonrió:
   La próxima semana saldremos de viaje a Ampelio, hija. Tengo un par de negocios con la familia Duman y debo inspeccionar algunos asuntos de producción. — Albania me sonreía muy entusiasmada; me pregunté qué estaría planeando ahora —. Mi nieta pensó que a lo mejor te gustaría venir con nosotros. Partiremos en el primer tren y pasaremos unos cuántos días en la hacienda de los Duman. Podría ser un viaje agradable, si gustas acompañarnos, claro.
¡Ampelio!
   ¡Vamos, Loi, di que sí! Hace muchísimo tiempo que quería viajar allá, y como el abuelo y Joan estarán enfrascados en sus “asuntos de negocios” voy a estar muy sola. ¡Vamos juntas a contemplar todos esos viñedos! El clima parece estar muy bueno, y ¡la próxima semana iniciarán las festividades de la cosecha de vid, y por lo que me contó la tía Morgana hay rituales interesantísimos para la recolección de las uvas!
No tuve ni que detenerme a pensarlo: Albania siempre ha sido fácil de encantar si se trata de conocer cosas nuevas y yo de seguir sus planes. Aparte, no creo que papá ponga peros de por medio.
   Si deseas mañana puedo pasar a charlar con Gustav para solicitarle el permiso.
   ¡Sí, muchísimas gracias, señor Alcides! Ni bien regrese a casa se lo comentaré para que esté al tanto de su visita de mañana.
No pasaron demasiados minutos para que llegáramos al Teller. El señor Formerio nos ayudó a bajar a cada una mientras Nereo dejaba en la recepción el violín que Albania usaría tal y como se lo habían solicitado.
   Este teatro siempre va a ser mi consentido — nos comentó afectuosamente—. A Marlene solía gustarle tanto…
El teatro Teller es una infraestructura de tamaño mediano y en mármol al completo. Los escalones de la entrada conducen a un amplio pasadizo que termina en una sala de estar que une las puertas de ingreso para las distintas zonas frente al escenario y otras áreas del lugar (entre ellas los salones de recepción y los jardines de allá al fondo). Por años he compartido el palco del señor Alcides, así que ya me sé de memoria todo el camino por la hilera de escaleras alfombradas de la mano derecha, el giro en el último tramo rumbo a la izquierda y el cruce del umbral final.
El cóctel se llevaría a cabo en uno de los salones del tercer piso del ala adyacente, perteneciente al club del Teller, por motivo del estreno de la obra. La organizadora era una conocida del señor Formerio y le había pedido de favor que el “violín de su nieta” estuviera presente en la velada.
Albania era un prodigio musical reconocido por muchos en Lirau y hasta me atrevería a decir que en otras ciudades. Para mí, el único violín capaz de superar al suyo podría ser el del tío de Ipek, allá en Lavehda. Y a lo mejor ni tanto porque en realidad eran estilos completamente diferentes.
   La primera vez que vinimos se presentaba el Cascanueces, ambas no tendrían más de doce años y estaban muy emocionadas porque había decidido traerlas conmigo — evocó el señor Alcides y reaccioné de mi letargo. Nos detuvimos frente al gran mural de espejos adornados con piedrecillas rojizas por toda la temática de Carmen, y nos sonrió a través del reflejo —: En unos años serán ustedes las que me traigan a mí. Y a lo mejor tendrán que lidiar con una molesta silla de ruedas y soportar mi lentitud; por lo menos hasta que la muerte me recoja — concluyó con una carcajada.
Iba a decirle que yo aún lo veía muy joven, pero...
   Abuelo, deja de decir tonterías — repuso Albania disgustada —. Y si continúas con el absurdo tema de tus años, no volveré a llevarte ni una sola taza de chocolate a tu estudio. ¡Y olvídate de cualquier tipo de galletas porque le diré a Bejle que no te prepare ni una más!
   ¿De cuándo aquí las órdenes las dejé de dar yo? — rebatió el señor Alcides conteniendo una risa.
   Pues lamento decirte que en la casa todos están de mi lado.
El señor Formerio rompió a reír y le dijo que estaba demasiado bonita como para enfadarse. Albania torció el gesto y se hizo la difícil por unos minutos; pero después lo besó amorosamente en la mejilla y le dijo en bajito que no sabría que hacer sin él, así que dejara de decir esas cosas.
Pasamos por el vestíbulo y nos encontramos a varios conocidos. El señor Gerdau se acercó y mientras charlaba brevemente con el señor Alcides, le murmuré a Albania que a lo lejos estaba el señor Traugott. Reaccionó como ya me esperaba: se cubrió con el abanico de manera discreta y le pidió permiso al señor Alcides para ir subiendo al palco conmigo. Nos despedimos del señor Gerdau y prácticamente volamos a las escaleras alfombradas, justo segundos antes de que el señor Demetrio Leda se acercara a saludar. Por lo que sabía era un amigo muy cercano del señor Alcides. Incluso el señor David, el papá de Corín y Joan, había asistido a la misma universidad que el señor Louis, el hijo menor de los Leda.
   No quiero ni verle la cara al señor Erasmo — oí de Albania mientras subíamos—. ¡Estoy tan cansada de sus tontos juegos de palabras!
   A veces es demasiado insistente, sí.
   ¡Insistente es poco, Loi! Estoy harta de escucharlo decir que “cualquier mujer querría casarse con Darío”. — Lo imitó perfectamente, incluyendo el bamboleo del bigote de morsa (apodo otorgado por Nuna) —. No sé de dónde saco la fuerza de voluntad para no terminar diciéndole que ni en mil años me casaría con su hijo. ¡Es tan pedante…! ¡Y Joan piensa lo mismo!
En cierto modo era mejor no decirle nada: el señor Traugott parecía de esos hombres que harían todo un escándalo si una chica de quince años se atreviera a darle la contra.
   ¿Esa no es Corín? — curioseé de pronto.
Iba por el último tramo de escalones, envuelta en un hermoso vestido vaporoso y siguiendo a su madre, Gisell Formerio. Elevó una ceja, y después de la profunda mirada de pies a cabeza que nos lanzó, se volteó con el mentón muy arriba para ingresar a su propio palco.
   Sigo preguntándome cómo es que Corín consigue enfadarse fácilmente y sin motivo alguno.
   Yo creo que es por ti — respondí, conteniéndome las risitas.
Me miró espantada:
   ¡Pero si no me ha dado ni tiempo para decirle nada!
   Es por cómo vas hoy: probablemente se está muriendo de los celos. — Y me miró aun más desconcertada—. ¡Estás preciosa, Albania! Tan preciosa que no sé qué tan creíble sea el plan si tú vas así de hermosa y estás a mi lado — bromeé.
   ¡Loi, no me digas eso! — exclamó acongojada—. ¡Tú también estás preciosa! Yo…bueno, yo…yo solo… ¡Yo no quería….!
Me divirtió oírla tan angustiada, porque era obvio que trataba de explicarme algo que yo ya sabía sin necesidad de que me lo detallara:
Ella no había venido así de esplendorosa con la intención de opacarme…
…lo había hecho porque quería deslumbrar a “alguien” en particular.
»— ¡Aniel va a ayudarnos! ¿Verdad que sí?recuerdo que exclamó Amber en medio del extrañísimo plan que Albania había trazado para molestar a Anastasia. Y cuando el susodicho apareció, el gesto de nerviosismo en el rostro de mi amiga fue tan evidente, que no había manera de engañar a mis ojos.
Hasta ahora sigo sin comprender todas las cosas extrañas que parecen rodearla, porque reconstruir jarrones rotos y tener amigos capaces de viajar de un lado a otro en cuestión de segundos o tomar diferentes apariencias sin dificultad no son prácticas cotidianas. He aprendido a convivir con aquello que parece no tener explicación lógica alguna, ya que a fin de cuentas forma parte de lo que es ella y no es necesario saberlo todo para ser feliz y valorar a una persona.
Además, si hay algo de lo que puedo dar fe sin temor a equivocarme, es que cada vez que Albania habla sobre el famoso “Aniel” (el amigo imaginario que resultó “no tan imaginario”) los ojos le brillan de la emoción y sonríe como si todo en el mundo fuera perfecto.
Lo he visto ya un par de veces, sin cruzar demasiadas palabras con él, claro está. Es muy bien parecido y Amber suele describirlo como alguien muy amable y bondadoso. Y no sé si sea yo, pero hasta ahora no dejo de pensar que mi amiga tiene cierto interés en él que sobrepasa ampliamente la línea de buenos amig…
   ¿Loi? ¡Loi! ¡Vamos! ¡Ya hicieron la primera llamada!
   ¿Eh? Ah, ¡sí!
Ingresamos por la puerta forrada en terciopelo y nos acomodamos en nuestros respectivos asientos. El señor Alcides llegó unos minutos más tarde pero se entretuvo conversando con el señor Leda, al que había invitado a compartir nuestro palco junto a su esposa, ya que solo éramos tres personas en uno que era para siete.
Fue en ese momento que noté un breve destello proveniente de algún lugar en frente.
   ¡Loi! ¡Es Luca!
El corazón me golpeó con fuerza ante el susurro de Albania. Desde el palco del frente, los hermanos Liberia nos saludaban muy animados.
Apreté las manos sobre mi regazo.
   Loi, ¡vamos! ¡No seas descortés! —  me sermoneó juguetonamente y me pasó los binoculares que nos habían entregado junto con el programa  —. Luca se ha tomado la molestia de enviarnos una señal así que deberíamos corresponder a su saludo, ¡es lo que la señorita Bona siempre repite! ¿O no?
Tomé algo de aire y lo saludé con toda la naturalidad que pude. Golpeó a Naum como pidiéndole que nos saludara también, y después elevó una mano y me dibujó algo que parecía ser una sonrisa para después señalar sus propios ojos.
Estoy… ¿feliz de verte? ¿Significaría eso?
   ¡Presiento que el plan de hoy irá por buen camino, Loi! — oí de Albania que reía, encantada—. Si Luca no reacciona al verte tan “solicitada”, supongo que no me quedará más remedio que darle un buen puntapié y decirle que ya se deje jugueteos.
Sentí sus manos cubiertas de encaje rodear las mías. No pude evitar apretárselas con cariño.
   Te gusta muchísimo, ¿verdad, mi Loi querida? — Asentí algo ruborizada—. Nunca me contaste cuando empezó.
Luca Liberia…
En realidad ni yo sabía bien el “cuándo”, pero sí que recordaba el “cómo”. Mi madre me llevó a una de las reuniones de la beneficencia y ahí la señora Liberia me los presentó: ellos tenían siete años y yo apenas cinco. Pensé que era sumamente lindo ver a dos personitas tan parecidas a dos gotas de agua. Era la primera vez que conocía a gemelos.
Un año más tarde, en la fiesta por el cumpleaños de la nieta de los Lagares, mamá volvió a regañarme como siempre hacía. Cuando era más pequeña solía temerle muchísimo; no podía parar de temblar y rogaba para que no se me escapara ninguna lágrima porque eso la enfadaba más. En esa época aún no conocía a Albania y no tenía ningún amigo: era terrible oírla decir que no parecía hija suya y que me quedaría sola si no empezaba a hablar más.
Aquel día sus regaños ante mis pocos esfuerzos por socializar fueron demasiado duros. Ya no resistí más y me vencieron las ganas de llorar.
Entonces ahí pasó: la menor de las gotitas de agua apareció, y de la nada se transformó en un aguacero infernal.
»— ¡Usted no debería hablarle así a su hija! — le dijo seriamente con un dedo en alto y acusándola sin contemplaciones. Mi madre lo observó estupefacta, sin comprender cómo un niño de apenas ocho años y corbata mal puesta le hablaba como a su igual—. Papá me trata igual que usted, pero ella es una niña; ¡y a las niñas se les trata con delicadeza!
Nunca le dije directamente lo agradecida que estaba por eso.
   ¿Ese será el famoso Roy del que tanto nos ha hablado Anastasia? — oí de Albania.
Giré discretamente los binoculares: en el palco adyacente al de los Liberia, Anastasia y sus padres iban acomodándose y junto a ellos un joven al que nunca había visto en mi vida. Parecía algo adormilado por los movimientos suaves de su cuerpo, y se ponía muy rígido cada vez que el padre de Anastasia le dirigía la palabra.
   Abuelo, el muchacho que está junto a los Liwen…
   ¿Mmm? Oh, es el primogénito de los Quimet, hija: Roy o Ray, no recuerdo exactamente cómo se llama el muchacho. Fue compañero de Joan en la escuela; aunque creo que no eran cercanos.
   Nunca lo había visto antes — añadió y me lanzó una mirada de complicidad—. ¿Sabes si está comprometido o algo?
   Que yo sepa no. Pero la verdad es que los temas referidos a compromisos nupciales no suelen ventilarse más que en los círculos más íntimos de la familia; y yo no soy íntimo de los Quimet, hija.
   Ya veo.
   ¿Por qué? ¿Acaso ha llamado tu atención? — preguntó amablemente el señor Alcides.
Albania elevó una ceja y se abanicó, divertida:
   ¡El único hombre capaz de llamar mi atención en esta sala completa eres tú, abuelo hermoso! — dijo y le plantó un amoroso beso en la mejilla.
Los esposos Leda rieron, encantados.
   Tu nieta es como una preciosa muñeca, Alcides — la halagó la señora Ágata y el señor Demetrio la apoyó.
   Si les contara cómo es de consentida a veces... ¡Todos en casa se desviven por complacerla!
   ¡Abuelo, no digas eso! ¿Qué van a pensar los señores Leda de mí? — protestó y después bajó la voz—: En realidad el único consentido en casa es él, pero como parece “tan serio” nadie me cree — añadió y los señores Leda celebraron divertidos la ocurrencia.
Las luces tintinearon y bajaron de intensidad. El telón rojo vino se elevó poco a poco y dejó al descubierto el escenario. Los aplausos estallaron y casi todos en el público ahogaron una exclamación cuando la joven de elegante postura apareció, flotando en medio de los otros bailarines y con una rosa roja adornando su cabello: era la protagonista, la hermosa y seductora Carmen.
Aproveché y volteé discretamente los binoculares. Luca elevó la mirada…y tuve que desviar violentamente la mía, porque me sonrió sabiendo que lo observaba.
Pensé que me moriría de la vergüenza.
Disfruto muchísimo del ballet, pero en esta ocasión no me concentré en lo más mínimo en ningún acto. No podía dejar de observarlo: el cabello mal peinado, las pocas ganas de estarse quieto. En ocasiones solo cerraba los ojos y se golpeaba discretamente una rodilla, como siguiendo el ritmo de la música, hasta que su padre notaba el jugueteo y lo obligaba a comportarse con pequeños manotazos sobre la cabeza.
Ahora que lo pienso…si Luca me gusta tanto, ¿por qué hasta ahora no he tratado de acercarme más a él? Después de todo, Albania siempre dice que siente como si los gemelos hablaran observándome, como compartiendo entre ellos algo sobre mí. Y también está el porqué Anastasia siempre tiene que involucrarme en temas que los tienen de punto central; como aquella vez que  comentó que “yo no era lo suficientemente guapa” para ninguno de ellos, o lo de Luca y su famoso “papel de gran besad…”
   ¡Loi! ¡Loi!
   ¿Eh?
Todo el público estaba ya movilizándose de sus butacas en la zona inferior: ¡¿en qué momento se acabó todo?!
Volteé a ver a Albania que me observaba divertida:
   ¡Vamos! ¡El abuelo ya bajó con los señores Leda! — Y me tomó por la muñeca. Reconocimos de lejos a Darío Traugott que por poco y nos ve, así que nos metimos al tocador de la cuarta planta.
Cerramos la puerta tras nosotras; la oí soltar un enorme suspiro:
    ¿A dónde te fuiste a volar durante toda la función? — me preguntó divertida. Le respondí que me había puesto a pensar en algunas cosas y rompió a reír. Noté que se irguió suavemente y se observó en el espejo frente a nosotras—. Loi… ¿de verdad crees que me veo bien?
   ¿Es en serio, Albania Formerio? — repetí sin creerlo —. ¿“Tú” me estás preguntando eso?
   No te rías por favor. Solo… solo quería saber si me veía bien para la ocasión. — Fingí no comprender para que fuera más explícita —. Lo…lo digo porque es la primera vez que tocaré aquí, ¡y no quiero que la señora Aldabella se decepcione! De-después de todo se lo pidió con muchas ganas al abuelo.
   ¿Segura que solo es eso?
   S-sí, ¿qué…? ¿Qué más podría ser?
   No lo sé. A lo mejor estamos esperando… ¿ver a alguien “importante” esta noche?
   ¿I-importante? — balbuceó y para mi sorpresa se sonrojó bruscamente: vaya, ¿qué está sucediendo aquí? —. ¡Loi! ¡No…! ¡No es lo que tú crees!
   Yo no he dicho nada — disimulé —. Y mejor bajemos ya que el señor Alcides podría preocuparse.
La tomé de la mano y salimos rumbo al salón. La noté aturdida, como nerviosa y apenada.
   S-sí.
Mmm, a ver, sé que Albania tiene en claro que no va a casarse por negocios y he ahí el número extenso de pretendientes rechazados. Pero ahora que lo pienso, no será que…
¿No será que ella “ya tiene a un candidato”?

» Lo hablé ayer con el abuelo, Loi. He decidido rechazar la propuesta de Tomas Gerdau y todas las que vengan; si es que vienen más, claro.

Recuerdo la enorme conmoción que se desató cuando Albania recibió su primera pedida de mano. Corín estaba de tan mal humor que se convirtió en un martirio compartir las clases con ella; y ni qué decir de Anastasia porque por obra y gracia de algún “pajarito” se terminó enterando y con ella por lo menos quince personas más.
También recuerdo claramente la tarde en la que la señorita Bona decidió hablarnos de los deberes que una adquiría al casarse. La verdad no le estaba tomando la atención necesaria, hasta que escuché un tembloroso “Nuna”, y después un estruendo: de ahí solo alcancé a ver el lazo granate que recogía todo el cabello de Albania, que desapareció completamente horrorizada por la puerta.
»— Oh, pierdan cuidado, niñas. Es normal sentir algo de temor al principio; después una ya lo toma con más calma — nos aseguró la señorita Bona pero al final no fue así, porque Albania nunca se calmó y sencillamente optó por rechazar la propuesta de Tomas Gerdau y todas las que vinieron.
Se armó un pequeño escándalo entre los círculos más conservadores y cercanos al señor Alcides a propósito de eso; y Albania se ganó un buen par de miradas entre acusatorias y repletas de admiración de parte de varias chicas de nuestra edad.
Igual no le importó. Ni a ella ni al señor Formerio, por lo que la noticia pasó de ser un escandaloso suceso a uno sumamente interesante.
»— No cualquiera se da el lujo de rechazar tantas propuestas de matrimonio — había comentado mi abuela con una expresión difícil de interpretar —. Y son familias de buenos apellidos... Esa niña o debe estar loca o debe saber lo que vale y busca algo más. A lo mejor es influencia de su tía: todo el mundo sabe lo excéntrica que es Morgana Privato.
Llegamos al salón. Al vernos, el señor Alcides nos hizo un gesto que significaba un “aquí estoy, no se alejen demasiado”. Saludamos a algunos invitados, y comprobé que a unos metros Luca charlaba con la señora Minerva, su tía abue…
   Buenas noches, señorita Albania, señorita Amira — oímos a nuestras espaldas.
Albania me miró de reojo, angustiada, y resopló discretamente antes de voltear.
¿No dicen que de quién más huye uno…?
   ¡Joven Darío! — exclamó con una sonrisa que le costó mantener—. No sabía…que vendría. Qué gusto verlo.
   Mi madre es devota de estas funciones, así que mi padre y yo decidimos acompañarla — nos explicó. Albania asintió rápidamente, tal vez pensando en usar la típica salida de “olvidé algo en el tocador, ya regreso”—. La vez que pasamos por su casa, señorita Albania, su abuelo nos comentó que a lo mejor no acudirían, así que la sorpresa es mía.
   Sí, es que…bueno, a veces…uno…no sabe que… ¡que inconvenientes podrían surgir!
   ¡Fue por mí! — me apresuré a decir porque su vacilación se había notado muchísimo; Albania asintió, agradecida—. Yo aún no había decidido si vendría o no, y como siempre venimos juntas…
   Pero usted va a tocar algo en esta velada, ¿no es así? — insistió Darío Traugott, pasándome por alto al completo: bueeno… —. Es extraño que su abuelo la comprometa para algunos eventos y después diga que no va a acudir. Tal vez debería darle más espacio para decidir sus actividades. Es lo malo de ser tan joven; a lo mejor abusa un poco de su autoridad.
El tono bromista fue excesivamente acusador: era como si esperara escuchar de Albania un “¡tiene toda la razón, mi abuelo es un dolor de cabeza!”.
Cosa realmente mala si se trataba de ella.
   Pues yo no veo nada de raro en que mi abuelo prefiera no dar detalles de lo que hago o dejo de hacer — respondió sin poder contenerse —. No tengo más de quince años, joven Darío, ¿cómo podría yo someter a juicio las decisiones de mi abuelo?
   No, es decir… Solo pensé que…debía ser algo agotador que siempre la esté comprometiendo para este tipo de presentaciones — se apresuró a justificar ante el tono áspero.
   Mi abuelo sabe perfectamente que amo tocar el violín, así que mientras se trate de eso yo puedo cumplir con todos los compromisos que él desee — aclaró y el ambiente se tornó sumamente tenso, porque cuando Albania se sentía a gusto, no dejaba de hablar y sonreír; pero de lo contrario…
Como nadie decía nada, el joven Darío se atrevió a comentar lo bella que estaba esta noche. Ella se lo agradeció escuetamente, tal vez algo incómoda por la larga mirada que le dio a su cuello.
   Si me disculpan — tomé lo primero que se me ocurrió después de la pedida silenciosa de “auxilio” que me lanzó discretamente —, siento que me he sofocado un poco y quisiera algo de beber.
   ¡Te acompaño! — exclamó Albania y la horrible mirada que Darío Traugott me lanzó podría haberme arrojado lejos de haber podido. A lo mejor fue mi imaginación porque duró apenas un instante, pero fue como si lo hubiera ofendido de sobremanera—. Ha sido bueno verlo, joven Darío. Espero que se divierta.
   ¿Es necesario que vayan ambas? — terció irritado.
De acuerdo, acabo de caerle antipatiquísima.
   Completamente necesario — respondió Albania con brusquedad. Le lancé una mirada fugaz, esperando que comprendiera que no debía molestarse por eso—: Acompañaré a la señorita Marion porque hemos venido juntas, y es bueno moverse un poco después de estar tanto tiempo reposando sobre una butaca; fue un gusto saludarlo.
Nos despedimos cordialmente y atravesamos el espacio para llegar al pasillo que conectaba este salón con el otro. Al interior de ese había un piano y algunas personas observando admiradas la mesa que sostenía una torre de copas de cristal, con lo que parecía ser champán y fresas dentro.
   Dios, creo que acabo de convertirme en la peor enemiga de Darío Traugott — resoplé agotada.
   ¡¿Has visto lo poco considerado que es?! “¿Es necesario que vayan ambas?” — lo imitó indignada—. ¡Odio a ese tipo de sujetos! Te juro que un día voy a perder los papeles y le diré que ni se me acerque, Loi. Encima no sé si le gustó la gargantilla o qué pero no dejaba de verme el cuello.
Yo también noté eso.
   ¡Joan y Nunita tienen muchísima razón al decir que es un…!
   ¿Puedo saber de quién hablan con tanto ardor? — la interrumpieron de pronto—. Porque hace un buen rato las veo correteando de aquí para allá y sin parar de cuchichear.
Bien, no sé si la noche no está saliendo tan estupenda como esperábamos o qué, porque las personas que menos queríamos cerca están apareciendo demasiado rápido.
Observé a Albania de reojo y me la encontré resoplando aún más disgustada por la reciente voz.
   Si están buscando a mis primos, están por allá, charlando con mi madre. — Las mejillas se me encendieron violentamente; Anastasia nos sonrió bajo el abanico rosa palo que llevaba a juego con el vestido. ¿Por qué los ha mencionado? ¿Habríamos sido demasiado obvias? — ¡Y qué milagro! Ninguna ha traído a su nana. ¡Ah, es verdad! Ya tienen quince, ¿no es así? Es que a veces se me olvida por la forma tan infantil en la que se ven a pesar de los vestidos que usen. — Nos observó de pies a cabeza y después soltó una carcajada—. Es como ver a una niña disfrazada de su madre.
Albania elevó una ceja y le sonrió ampliamente.
   En realidad andábamos correteando de aquí para allá, como mencionas, para justamente evitar esto: “encontrarnos contigo” — reconoció en tono risueño, y el gesto de indignación en el rostro de Anastasia fue colosal —. Lastimosamente parece que algunas personas no comprenden rápidamente los “no te acerques” y aún así ¡insisten e insisten!
  Sigo preguntándome cómo es que la gente puede permanecer a tu lado — replicó violentamente—. Eres una completa grosera.
   Tal vez tú tienes la respuesta para eso — concedió —, porque si soy “tan insolente” como mencionas, no sé por qué sigues aquí, con nosotras.
   ¡Eres tan…!
Ya había una ganadora en esta discusión así que iba a pedirle que nos fuéramos al balcón de la otra sala, pero…
   Ya te he dicho que es imposible tener una charla coherente con ella — dijeron y para nuestra mala suerte a Anastasia le llegaron sus “infaltables refuerzos” —. Mi abuelo se desvive por ella, aun pasando por alto que es una completa majadera y solicita hasta los obsequios más imposibles. Me pregunto cuánto habrá costado cumplirle el capricho de ese horrible vestido.
 A mí también me da gusto verte por aquí, Corín — inició Albania sin inmutarse—. Mi “horrible vestido” y yo te agradecemos que le pusieras tanta atención como para traerlo a colación.
Santo Dios, ¿las chicas podemos llegar a ser tan odiosas por cosas tan minúsculas? Porque era evidente que toda la escena que le estaban haciendo a Albania era a causa de su apariencia.
Ella no tenía la culpa de que todo el mundo volteara de tanto en tanto a verla.
   ¿Hoy también le pediste al abuelo que te dejaran tocar aquí? — preguntó Corín en tono áspero pero sin dejar de sonreír, casi como una viva representación de mi madre y su “compostura frente al público” —. ¿O serás un tanto menos ostentosa y pasarás la velada como una mortal más?
A lo lejos vi al famoso Roy Quimet, parpadeando con algo de interés y con la mirada puesta hacia aquí.
Oh-oh.
   La verdad es que no me perdería por nada del universo ser el centro de atención así que sí, hoy también se lo he solicitado — le respondió tranquilamente—. Y para mi colección de “obsequios imposibles”, como mencionas, ¡esta mañana he pedido un unicornio! Ya le he dicho al abuelo que si no lo consigue dejaré de respirar hasta que me ponga morada del disgusto: tal y como tú hiciste cuando no conseguiste el poni que tanto pedías.
   ¡Eres una completa majadera! — la acusó Corín ofendidísima—. ¡Eso es lo que eres, Albania; y usas a mi abuelo solo para que te cumpla todos los antojos que se te vienen en gana!
Iba a pedirle que ya dejara de molestarnos, pero Albania me atrapó por la muñeca con suavidad y me sonrió, restándole importancia.
   No he conocido a nadie más caprichosa que tú — continuó Corín—. Pides perfumes que nadie más puede conseguir, y ahora vestidos como… ¡como este horrible que traes! — Albania se abanicó con indiferencia y se entretuvo observando sus guantes, como pidiéndole que no se olvidara de ellos—. No sé con qué cara te atreves a solicitar tanto, aun sabiendo que ni siquiera eres de la fami…
   No me culpes del poco afecto que recibes en casa, Corín — la interrumpió con más seriedad antes de que yo terminara metiéndome: ¡odiaba que emplearan ese truco tan bajo! ¡Albania era una Formerio más! ¡El señor Alcides siempre lo ha repetido! —. Y no sé si tus notas en Lenguaje sean tan malas como las de Matemáticas, pero déjame asegurarte que la definición de “caprichosa” se aplica más para los casos de “Bejle, me rehúso a tomar té porque sencillamente ya se me quitaron las ganas”.
   ¡Yo nunca he dicho eso! — replicó con el rostro colorado.
   ¿Alguien está hablando de Anastasia? — preguntó alguien más—. Porque si se trata de caprichosas, mi prima se lleva la corona, ¡y por mucho!
Luca acababa de aparecer silenciosamente y parecía haber escuchado parte de la discusión.
Oh-oh.  
   ¡Voy a decírselo al tío Mariano! — explotó Anastasia que estaba disfrutando toda la escena que Corín le estaba haciendo a Albania hasta que Luca intervino. Naum apareció como por arte de magia —. ¡No puedo concebir que tengas diecisiete años y sigas maltratándome de esta manera! ¡Naum! ¡Qué bueno que estás aquí! ¡Tienes que hacer algo porque tu tonto hermano nuevamente está fastidiándome!
   ¡Eso no es cierto! — me atreví a decir, y la mirada de todo el grupo cayó sobre mí—. Es...es decir…
   ¡Tú lo conoces! ¡Sabes perfectamente lo molestoso que es conmigo! — replicó y Luca rodó los ojos, alterándola aún más—. ¡Voy a decírselo a tus padres, Luca Liberia!
   ¿Ah sí? ¿Y qué crees que puedan hacerme? — lanzó desafiante.
   ¡Tal vez enviarte a ese maldito internado del que parece no aprendes nada!
   Como te explico, querida prima, que vivo acostumbrado a esa basura de lug…
   ¡Luca, ya! — lo detuvo Naum que se puso entre ambos, no sin antes lanzarle una mirada de advertencia. Pero todo el asunto se tuvo que apaciguar casi a fuerza, porque el joven que había llegado con Anastasia se acercó a nosotros y nos saludó muy animado. A lo mejor de lejos todo no parecía más que una charla muy divertida.
Albania le lanzó una mirada discreta de pies a cabeza, y después me miró a mí como diciendo “no es la gran cosa”.
Anastasia, por otro lado, pareció olvidar todo el lío y adoptó su postura más encantadora. Fue algo perturbador porque sonrió ampliamente y presentó a Luca y a Naum como sus queridos primos, y a Corín, a Albania y a mí como sus grandes amigas.
Cuando dijo que compartíamos secretos desde pequeñas, Albania casi no lo resistió. Tuvo que abanicarse con fuerza para disimular la risa.
   Usted es Albania Formerio, nieta de Alcides Formerio — comentó el famoso Roy Quimet y Anastasia no pudo disimular su expresión horrorizada —. He  oído muchísimo de usted.
   No sé por qué siento que no es la primera vez que me dicen eso — replicó mi amiga divertida.
   Me pregunto por qué hablaran “tanto” de ti, querida Albania — lanzó Anastasia sin poder contenerse —. Después de todo, no sé qué tan agradable resulte el convertirse en un “cotidiano” tema de conversación. A mí personalmente me espantaría estar en “boca de todo el mundo”.
Albania elevó una ceja, a punto de lanzar una respuesta evidentemente arrolladora.
   En realidad no es nada malo — se adelantó Roy Quimet, nada enterado de la tensión en el ambiente —. Suelen hablar muchísimo de lo extraordinaria que es con el violín; y de las pocas veces que sale de casa. 
   A lo mejor me tomen por una aburrida, pero la verdad es que sí, no salgo mucho — admitió más tranquila, y me lanzó una sonrisita que interpreté inmediatamente:
La gente cree que Albania raras veces pone los pies lejos de su mansión…pero lo más probable era que conocíamos más lugares que cualquier chica de nuestra edad gracias a Amber, que nos llevaba con ella a cualquier lugar que le pidiéramos.
Anastasia empezó a mostrarse nada contenta por tener que compartir la atención de Roy Quimet. En un momento incluso se atrevió a pedirle que mejor fueran a buscar a sus padres, y él pidió cortésmente que se quedaran un poco más porque se estaba divirtiendo muchísimo con los comentarios de Luca a propósito de Dominic Pascal (después de todo, Roy ya era un exalumno).
El tema ahora era el bibliotecario, un tal hermano Rupert. Por lo visto tenía el sueño tan profundo que todos los alumnos a veces no sabían si estaba dormido o muerto.
   Ese hombre tiene el sueño tan pesado que ni con miles de trompetas podríamos despertarlo. ¡Ah, pero si hablamos de sus propios ronquidos…! — añadió Luca con acritud y Roy Quimet no aguantó más: rompió a reír tanto que tuvo que limpiarse algunas lágrimas.
Anastasia volteó a verlo con odio y Luca le hizo un mohín que Naum tuvo que detener:
   No la provoques.
   Es mi pasatiempo favorito — oí que le susurró—. No me pidas que abandone lo que más amo, Naum.
Casi se me escapa una risita: me animó enormemente que mi mejor amiga y el chico que me atraía tuvieran puntos en común.
   ¡Querida mía! — oímos de repente —. ¡Llevo buscándote hace mucho!
Giramos y una mujer casi del vuelo de mi madre nos observó, aliviada.
   ¡Señora Aldabella! — exclamó Albania alarmada —. ¡Ay, por Dios! ¡Discúlpeme! Se me olvidó por completo acercarme a presentarle mis saludos.
   Ni te apures — concedió comprensivamente. Albania le pregunto si ya era el momento para que se presentara como su abuelo le había solicitado, y la señora preguntó si no era un mal momento ya que se veía muy animada entre nosotros.
   ¡Claro que no! Mi abuelo me comentó que quería que la acompañara con el violín, y para mí será un honor. Llevo toda la velada esperándolo.
Algo que me encantaba de Albania era esa manera tan natural que tenía para congeniar con las personas. Si no le simpatizabas, definitivamente se convertía en un incordio (como ella misma decía), pero de ser lo contrario, era la persona más dulce y amable del mundo entero.
Anastasia torció el gesto burlonamente.
   ¡Señora Aldabella! No sé si lo sepa, pero nuestra amiga, Anastasia, tiene una voz espectacular — lanzó Corín con asombro sobreactuado—. A lo mejor le gustaría incluirla en…
   ¡Es verdad! — exclamó la mujer entusiasmada —. ¡Pero si eres la pequeña hija de los Liwen, Anastasia! — Ella asintió, repleta de satisfacción: Roy Quimet preguntó con curiosidad a propósito de ello—. Oh querido, déjame decirte que esta niña tiene una voz preciosa. Recuerdo que cuando pasaba por casa de sus padres siempre la oía cantar como un pequeño pajarito por la mañana.
   Es que mis sesiones de práctica son intensas — comentó complacida—. Siempre he pensado que el talento debe cultivarse. La música no es solo un “pasatiempo”.
Albania asentía, sin tomarse en serio ninguna de sus palabras; pero la señora Aldabella dijo que tenía muchísima razón y le preguntó si no le gustaría prestar su voz para una que otra canción.
   ¡¿Por qué, Dios?! ¿Es acaso porque me burlé de los ronquidos de trompeta del hermano Rupert? — oí de Luca en bajito y Naum lo reprendió. La señora Aldabella preguntó qué tema sería el mejor para interpretar y Anastasia sugirió títulos que yo en mi vida había escuchado.
Uno de los tantos empleados que deambulaban de aquí para allá se acercó a Albania para entregarle el estuche con su violín. Sacó el color perla, obtenido hace poco, y la señora Aldabella la alabó por su excelentísimo gusto para combinar accesorios. Roy Quimet tuvo la mala suerte de comentar que estaba emocionado por escuchar en vivo el famoso violín del que tanto le habían hablado, y Anastasia lo miró tan contrariada que él se apresuró a recalcar que también ansiaba escucharla a ella.
   Buenas noches a todos — inició la señora Aldabella cuando todos los invitados nos encontrábamos ya en el salón que tenía al piano en medio —. Como le comentaba a mi esposo, uno de mis sueños siempre fue traer a Lirau el maravilloso espectáculo que significa un ballet tan majestuoso como el de Carmen, así que espero que el estreno haya dejado boquiabiertos a más de uno. — El señor Alcides nos observaba tranquilamente desde el frente, y más al fondo Darío Traugott charlaba discretamente con su padre (me pregunto qué estarán diciendo ahora). La primera actriz, la que interpretaba a Carmen, ingresó junto a los que interpretaron a Don José y al Torero y en medio de ramos de flores, obsequios y aplausos interminables agradecieron la gran acogida. Y cuando el momento del brindis concluyó, la señora Aldabella anunció el pequeño número a su cargo.
Agradeció profundamente a Albania y a Anastasia por aceptar tocar junto a ella.
   Espero que no vayas arruinarlo con tu horrible violín — murmuró Anastasia. Albania ahogó una risa, justo antes de tomarme por la muñeca porque inconscientemente había dado un paso en su dirección.
   Déjalo así, Loi — me susurró divertida—. Si Anastasia no quiere que arruine su momento con mi violín, voy a comportarme y trataré de “complacerla”.
No llegué a comprender del todo; pero tuve que aguantarme la curiosidad porque la señora Aldabella inició con la melodía en el piano, y acto seguido la voz se presentó.
No voy a negar que Anastasia no me simpatiza, pero aun así es imposible no reconocer que tiene una voz particularmente bella. Los invitados contuvieron la respiración, emocionados por la suavidad del tema; y Roy Quimet al lado parpadeaba tan sorprendido que a lo mejor tampoco había tenido la oportunidad de escucharla hasta ese momento. La señora Aldabella estaba tan contenta con el acompañamiento vocal, que no dejaba de sonreír mientras sus dedos manipulaban velozmente las teclas del piano.
Entonces los minutos empezaron a correr…
…y las palabras de Albania a cobrar sentido.
   Esa niña se está ahogando — oí en bajito de uno de los invitados más longevos, y a pesar de que su esposa lo regañara con un “¡Te van a escuchar!”, tenía muchísima razón.
Anastasia tenía un hermoso tono soprano, de eso no había duda, pero por mucho que alardeara de sus sesiones de práctica intensiva no tenía una pulida técnica vocálica. En medio de todos los invitados su mirada chocó contra la de Albania: “¿a qué hora entrarás con tu violín? ¡Me estoy quedando sin aire!”, fue lo que yo alcancé a interpretar.
Mi amiga se dedicó a observar en otra dirección, como no percatándose del llamado de auxilio y disfrutando de la melodía. Anastasia empezaba a forzar sus cuerdas vocales; tanto que la señora Aldabella elevó la mirada del piano, perturbada por lo diferente que empezaba a sonar la tonada.
Entonces la voz empezó a salir temblorosa, algunos invitados a cuchichear entre ellos por la evidente situación de emergencia…
…hasta que el arco se elevó con destreza...
   ¡Oh, pero si es tan maravillosa! — dijo alguien.
y la melodía en violín dominó toda la estancia.
   ¡Es la pequeña Albania, no podía esperar menos! — exclamó la señora Aldabella sin poder contenerse y todos rompieron en aplausos, maravillados ante el sonido; porque era como si el violín acabara de despertar de un profundo sueño y anunciara su entrada, risueño y repleto de coquetería.
Anastasia tomó aire discretamente y se tuvo que resignar a aplaudir como los demás, porque Albania ya se había apoderado de toda la atención y no había manera de opacar a su violín. Todos la observaban como era usual: encantados por lo hábil que era para ejecutar los movimientos y disfrutar la melodía ella misma sin descuidar el sonido. Y cuando la presentación concluyó los aplausos no bastaron, y ni qué decir de los miles de cumplidos que empezaron a lloverle. Me sonrió encantada, y se dedicó a responder los insistentes “una canción más, por favor” que le pedían a toda voz. Se me escapó una risita cuando vi a Anastasia con el ceño muy fruncido.
Entonces otra melodía en violín inicio a pedido de los asistentes; y todo estaba muy tranquilo hasta que oímos las puertas abrirse, y de pronto los cuchicheos se hicieron aun mayores, frente a los tres invitados más que aparecieron acompañados por uno de los mayordomos.
¿Acaso ellos…?
Inspeccionando todo a su alrededor, una mujer de bastón caminaba indiferente y enfundada en un vestido que mi abuela hubiera alabado y envidiado de estar aquí. Iba escoltada por dos jóvenes…dos jóvenes que parecían salidos de alguna especie de libro de Literatura romántica, ya que provocaron una conmoción difícil de ignorar entre todos los invitados, sobre todo en las chicas más jóvenes. Albania elevó la mirada, y solo yo me di cuenta de la enorme ansiedad que la abrumó: tomó una discreta bocanada de aire, como para que nadie la viera, y fingió mirar a otro lado al mismo tiempo que volvía a enfocarse en el violín, como si ella no hubiera visto nada, como si ella no estuviera igual de asombrada que todos los demás por esa magistral entrada.
El rubio me sonrió a lo lejos: recordé bruscamente todo el asunto del plan que habíamos trazado pero ni así pude evitar ruborizarme. Y cuando estuvieron a pocos metros de donde estábamos, comprobé a todas luces mis conjeturas:
El que respondía al nombre de Aniel tenía un aura de niño/hombre que conseguía deslumbrar a cualquiera; tanto que cuando se detuvo frente a nosotros mi amiga se irguió en todo su esplendor, como esperando que él la notara, y el violín se volvió loco de amor.
No me quedaba ninguna duda al respecto: mi querida amiga, mi Albania adorada…
…acababa de revelarme su más profundo secreto con una sola mirada.


¨°*°*°*°¨

ANIEL

No conocía el significado de la expresión “sentirse nervioso”…
   Bueno, ¡es hora, niños!
…hasta ahora.
»— Promete que vas a darle un buen provecho a toda mi labor — me había dicho Nhyna cuando estábamos a punto de salir, rumbo al dichoso teatro en el que se llevaría a cabo el cóctel del que tanto había escuchado—. A lo mejor me provoca y les doy una pequeña visita más tarde.
»— ¡Aniel! ¡Aniel, ven aquí! ¡Es decir…! ¡Alen, hijo, vámonos!
Sonó muy extraño no ser llamado por mi nombre original.
»— Nos vemos, Nhyna.
»— Adiós…ángel idiota — me dijo y se elevó para darme un beso en la mejilla. Gremory me tomó por la muñeca, impaciente, y aparecimos en Lirau. Para cuando lo comprendí, Seir ya estaba empujándome hacia a lo que parecía ser un coche con conductor incluido.
   ¿Qué es esto? — curioseé ante los constantes “¡entra de una vez!”.
   Se llama “coche”, hermano: tiene ruedas, una pequeña cabina, y es manejado por…
   Sé qué es un coche, Seir. Yo me refería a…
   ¡Apresúrense! — bramó Gremory y nos obligó a ingresar. El interior estaba completamente forrado y acolchado, y a través de la pequeña ventana corrediza distinguí a un hombre en el volante
   Son tropas, ni te apures — añadió Seir con una gran sonrisa—. No hemos traído a ningún humano en contra de su voluntad y tampoco hemos robado ningún coche, si es lo que estabas pensando.
   ¿Tropas? — indagué confundido.
   Uno puede usar sus tropas de la manera que más le plazca. Algunos las usan como soldados o como armas en batalla; yo, en cambio, prefiero darles formas más artísticas y productivas: tal vez como una lujosa mansión, un coche estupendo o un complaciente conductor.
Me acerqué a la pequeña ventana y comprobé que el susodicho respiraba con algo de dificultad.
   Seir, él no está…
   E-es-toy…bien — respondió el hombre con voz apenas audible. Se veía sumamente delgado y terriblemente agotado—. De…ver-dad. Más…que bien.
Y me sonrió a pesar de que le costó muchísimo hacerlo.
   A ellos les gusta salir, Aniel. Acostumbrarse a la atmósfera humana es complicado y por eso les cuesta respirar, pero dales unos minutos y estarán como si nada.
Cerró el compartimiento y se recostó sobre el respaldar.
   Eso demanda muchísima energía, Seir — le advirtió Gremory con la voz de su nueva apariencia—. Podría pasarte factura más adelante, y no quiero andar recogiendo demonios desmayados.
   Son pequeños gustos que me doy de vez en cuando — le restó importancia.
   Us-usted…es…es a-ma-ble — añadieron desde el otro lado, y nunca pude estar más de acuerdo.
Seir desvió la mirada: sabía lo difícil que le resultaba lidiar con el asunto de sus tropas.
   ¿Y bien, Gremory? — lanzó para cambiar de tema —. ¿Qué sugieres para esta noche tan especial?
   Primero lo primero: no más Gremory por hoy, solo “abuela Magda”. — Ambos asentimos—. Lo único que quiero es que se comporten como ya quedamos: sonrientes, misteriosos y caballerosos. Yo me encargaré de los invitados más longevos, y de los detalles más formales por si preguntan cosas como parientes o negocios. Todo lo referente a la familia Forgeso recaerá en mis manos.
   ¿Quiénes?
   Los Forgeso. — ¿Qué?—. ¡Nosotros, Aniel! — Ah, sí.
Seir había encontrado el apellido en un sobre de extranjera procedencia entre los documentos de la sastrería de la que habíamos tomado prestados los trajes. Nhyna lo escuchó y comentó que sonaba bien, y Gremory añadió que era una ventaja que fuera una familia sin residencia en lugares cercanos a Lirau, porque así habría menos necesidad de excesiva manipulación mental en caso de que por azares del destino nos encontráramos con humanos que sí reconocieran el apellido.
   Ustedes se encargarán de los jóvenes; ¡ah, y no olviden que el objetivo principal es tratar de obtener la atención de la preciosa Loi! El plan es mostrarse sumamente interesados en ella, lo cual no va a ser nada dificultoso porque es una preciosura de niña. — Seir sonrió tan maliciosamente que tuve que recordarle que yo la conocía y estaría vigilando que no se pasara de listo—. Ni bien crucemos la puerta, les indicaré el círculo de amigos de las pequeñas. Sobre todo a ti Seir, que solo conoces a la encantadora Albania.
   Creo recordar que las vi a ambas cuando eran pequeñas…
   Claro que sí, cuando fingiste ser un pícaro potrillo solo para jugar con ellas — terció Gremory, y la sonrisa retorcida reapareció.
¡Pom!
   ¡Auch! Hermano, ¿me has golpeado? ¡¿A mí?! ¡Que te estimo tanto!
   Deja de poner esa cara porque te juro que realmente vas a sentir lo que es que te golpee.
   ¡Y yo que pensé que realmente me extrañaste! —  Ahora entiendo a Gremory con todo eso de “rey del drama”—. La próxima vez me iré un tiempo tan prolongado que saldrás a buscarme, ¡ya verás!
Seir se había enfrascado en un viaje que duró casi un año; apenas había vuelto hace unos días y por eso le entusiasmaba de sobremanera todo el plan que había trazado Albania. Un día desapareció de la nada y cuando pregunté por él, Gremory me respondió que a lo mejor se había aburrido de Lirau y decidió darse un paseo por otros lares.
No se lo he dicho, pero en algunos momentos sentí demasiado su ausencia. Ya me había acostumbrado a que se apareciera de tanto en tanto para solicitarme apaciguar a sus tropas.
»— Era momento de cambiar de aires, hermano — me respondió cuando retornó. Sentí algo muy curioso cuando me materialicé para estrecharle la mano, porque me alegré enormemente al verlo—. Y no sé por qué te cuento estas cosas a ti…pero la verdad es que he descubierto que hay más errantes de los que uno espera en el mundo terrenal — agregó en voz baja, y recordé que hace un buen tiempo anda dándole vueltas a ese asunto.
Los errantes eran demonios que habían renunciado a su naturaleza original: podían vivir entre los humanos sin ningún problema, exceptuando que se les privaban de la mayoría de sus poderes originales…
Y claro, todo eso si es que seguían con vida después de la tan conocida Anunciación.
»— Te diría que no es más que una costumbre demoníaca sanguinaria — me había comentado Nanael cuando le hablé de ello—, pero la verdad es que forma parte de sus protocolos y yo respeto eso. Supongo que consideran altamente ofensivo el renegar sus naturalezas, o tal vez es una forma de evitar que abandonen a su comunidad: pura y simple lealtad.
»— ¿Pero eso no sería ejercer de manera más auténtica…su derecho al libre albedrío?
»— La libertad no sirve de nada si no se emplea de la manera adecuada, Aniel. Existen reglas, y deben cumplirse. Es lo mismo que sucede con los nuestros: si bien los métodos que se aplican en las Audiencias a los llamados Desertores no son tan letales como las Anunciaciones de los demonios, en cierto modo se les aplican pruebas insoportables con la intención de hacerlos desistir. ¿Un antiguo ángel entre los humanos? ¡Por El Todo! O naces ángel o naces humano: la sabiduría del Creador no debería cuestionarse. Y eso es lo que uno hace cuando decide ser algo que, en primer lugar, nunca fue.
Nanael tenía una afanosa inclinación por las reglas y la disciplina, así que ponerse a discutir con él era en vano.
   Recuerden que el plan debe salir a la perfección, porque sino todo esto habría sido una pérdida de tiempo — añadió Gremory y recordé a Albania pidiéndonos con muchísimo fervor que tratáramos al máximo de llevar a cabo todo lo planeado:
»—Es por Loi — nos dijo a Seir y a mí—, ella es tan bonita pero le cuesta tanto trabajo aceptarlo… ¡Y aún más por culpa del horrible pastel de navidad que se la pasa molestándola siempre que tiene oportunidad!
Sé lo importante que es Loi para ella, así que dentro de mis posibilidades trataría de hacerlo bien.
   Estamos a minutos de llegar — anunció Gremory—, y yo sigo pensando que no deberías emplear el nombre de Tarek, Seir.
   ¡Vamos, vieja abuela! Me han trasquilado buena parte de la melena y me han dado barba; eso sin contar que me han obligado a verme unos años más viejo de lo que suelo verme. ¡Nadie va a reconocerme! Y ya lo dije: en caso de que lo hagan, dudo mucho que alguien diga algo, porque eso significaría admitir que son parte de las festividades algo “libertinas” del Zahir.
No terminaba de comprender ese asunto. Nhyna me había explicado brevemente que Seir, con el nombre de Tarek Rye, solía pasearse por las celebraciones que se hacían en el pueblo por el Zahir.
»— Ningún humano de los que verán hoy pondría en juego su reputación admitiendo que asisten a ese tipo de celebraciones — me dijo tranquilamente —. El Zahir en el pueblo es de ese tipo de fiestas en las que las más bajas pasiones se desatan sin control alguno. Los humanos “de buenas familias” repudian la inmoralidad, Aniel; pero que la repudien no significa que no “la practiquen”. — Me sonrió y después rompió a reír, tal vez por mi gesto de confusión: ¿qué? ¿Por qué practicar algo que repudias? —. Es lo que ya mencioné, la tan conocida “imagen”: los humanos valoran muchísimo el cómo se ven frente a otros humanos. — Sí, eso lo sabía gracias a las charlas que Nuna no dejaba de darle a Albania —. Los jóvenes suelen escaparse a esas celebraciones y en ellos es normal por la curiosidad de su edad. Pero te puedo apostar que también acuden miles de humanos maduros: ya casados, ya con hijos, tal vez buscando encontrar ese tipo de placer que dicen aborrecer pero que en el fondo anhelan.
No dejo de pensar que la naturaleza humana es increíblemente compleja.
   ¡Ay, cómo me encanta esta parte de la ciudad! — exclamó Gremory de la nada.
Volteé con curiosidad, y me encontré con una calle repleta de florerías.

» ¡Mira todas las flores que me han llegado, Aniel!

Maldita sea: otra vez.
   Sería tan lindo que Nanael me obsequiara aunque sea una sola — continuó Gremory y Seir mencionó lo sencillo que era deslumbrarla—. Las flores poseen un lenguaje romántico para los terrenales. ¿No has visto la cantidad de tipos que existen y todos los arreglos que se elaboran con ellas?
Lenguaje romántico...
La imagen de Albania al pie de las escaleras se arrojó en mi contra. Estaba repleta de alegría, observando todos los ramos que Bejle y Nuna tuvieron que acomodar entre la entrada, las escaleras y el pasadizo que daba para el estudio principal.
»— ¡Santo Dios! ¡Pero si la casa ya parece un jardín de tanta flor por aquí y por allá! ¡Vamos, niña! Va a tener que ser más concienzuda con lo que dice, porque ya me da miedo con qué pueda encontrarme cada vez que abra la puerta.
»— ¡Pero yo ni siquiera se los pedí, Bejle! — respondió ella con la sonrisa oculta que todos, incluyéndome, notamos —. No sé por qué ha sucedido esto. Tomas Gerdau, ¡como nunca!, se atrevió a hablarme y solo le respondí que me gustaban mucho las flores cuando me preguntó por ello. ¡No entiendo de dónde han salido todos estos ramos!
»— Evidentemente de todos esos admiradores que usted tiene y que andan muy pendientes por complacerla — explicó Nuna.
»— No vaya a decir que también le gustan los elefantes o algo así, ¡que en cualquier momento llegarán por docenas! — añadió Bejle conteniendo una carcajada—. Vamos por algunos jarrones, Nuna, que me da una pena tremenda dejar que todas estas flores se mueran al mismo tiempo.
»— ¡Gracias, Bejle preciosa! — le dijo y la besó en la mejilla.
»— ¡Es imposible no enamorarse de esta niña! — añadió en tono jocoso para Nuna.
Rosas rojas, rosas blancas, margaritas, azucenas, claveles, jazmines y otras más. Algunas en arreglos enormes, otras en ramos sencillos. Cintas por aquí, tarjetas por allá; incluso distinguí algunos poemas redactados con caligrafías meticulosamente curveadas y pequeños dibujos en acuarela adornándolos.
»— ¿Ves esto, Aniel? Si siguen así, ¡podría hasta abrir mi propia floristería! — exclamó al encontrarnos a solas. Me costó demasiado trabajo responder así que solo asentí —. Mi abuelo ya ha dejado en claro que no planeo aceptar ninguna propuesta de matrimonio ¡pero aun así insisten con los obsequios! — declaró agotada—. La insistencia me pone de los nervios…pero si van a incluir este tipo de detalles tal vez no deba quejarme — añadió y sacudió uno de los ramos que traía unos pequeños pajaritos de madera adheridos, y que simulaban silbar por las campanillas que llevaban en el cuello.
Entonces se dio media vuelta para perderse por los escalones, con el cabello flotándole y las risas resonando entre sus labios. Y yo me quedé ahí, rodeado de flores, de aromas, de cintas, de tarjetas, de poemas, de emociones; porque cada uno de esos presentes materiales estaban repletos de ellas: anhelo, esperanza, admiración, fascinación, y otras tantas más que ni siquiera me molesté en analizar.
»— ¡¿A quién se le ocurre regalar rosas blancas si hay interés amoroso?! — Oí a Bejle por el pasillo.
»— Las rosas blancas son sinónimo de respeto y pureza, Bejle, ¿cuál es el problema? — le respondió Nuna.
Fue inevitable, lo admito. Sin planearlo ya había recordado aquella rosa que le entregué como obsequio en uno de sus cumpleaños.
»— El problema es que esos muchachos parecen no darse cuenta de lo avispada que es la niña, Nuna. Ella es vivaz como un colibrí, como un pequeño potrillo que corre libre y no quiere ser domado. ¡Te apuesto mi vida entera que ella aceptará al primer hombre que le demuestre estar verdaderamente interesado en ella! Y cuando digo “verdaderamente”, hablo de uno con más agallas que solo enviar “rosas blancas”.
Ni siquiera terminé de escuchar la respuesta de Nuna. Salí rumbo a Izhi completamente frenético, trastornado, huyendo de todos esos arreglos que corrían peligro bajo mis manos; porque no era normal lo que estaba sintiendo…
…no era normal querer vulnerar creaciones del Todo.
Atravesé los árboles y terminé materializándome. El viento frío me golpeaba el rostro, el olor a tierra húmeda me llenaba los sentidos. Bejle tiene razón: Albania es así, vivaz como un colibrí, pero sobre todo libre… libre de los protocolos que le inculcan y que se niega a cumplir.
¿Por qué siento que nunca debí obsequiarle una maldita rosa blanca? ¿Por qué debo luchar con las ganas irrefrenables de volver al vestíbulo e incinerar todos esos absurdos arreglos? Las flores no habían sido concebidas para quemarse, ¿por qué querría hacer algo semejante?
Quemarlas, pisarlas, arrojarlas lejos de ella; porque todas esas flores no contenían más que mentiras. Porque al final, todas esas flores no habían sido obsequiadas más que para intentar cautivarla, embelesarla…
Enamorarla…
No entendí el desconcierto, la molestia, el fastidio…
¡SPLASH!
…porque eso fue todo lo que sentí antes de arrojarme al vacío. Lo último que vi fueron las estrellas en el cielo nocturno de Izhi, antes de ser opacadas por las brumas del mar.

¿Qué está pasando conmigo?

Está frío… Siento frío porque estoy materializado.
Siento frío porque materializado todo se siente más.
Así sienten los humanos…
¿Cuándo empezó esto?

» ¿Albania? ¿Estás llorando?
» ¿Qué haré, Aniel? El abuelo acaba de decirme… ¡que Tomas Gerdau ha pedido mi mano en matrimonio!

Fue ahí: todo empezó en ese momento. Recuerdo que la encontré llorando sobre la alfombra en la que solía reposar junto a Godón. Pensé que había pasado algo muy malo, así que me materialicé y al darse cuenta de mi presencia me rodeó el cuello con fuerza. No pasaron ni dos segundos y las palabras brotaron una a una; mi cabeza trabajando a toda velocidad: pedida de mano, matrimonio, quince años, compromiso…
…Tomas Gerdau.
Traté de ubicar el rostro. Sí, claro: los cumpleaños a los que ella solía acudir, el niño de la corbata azul. Ahondé más profundo y de repente lo encontré ahí, escondido entre los adultos, observándola de lejos, con el brillo en los ojos y la sonrisa desbordando de anhelo.
Tomas Gerdau.
Esa vez no dije nada: no pude. Solo la escuché hablar y fue tan miserable de mi parte porque por primera vez, en todos mis años en este mundo, dejé de escucharla.
No la escuchaba. Veía los labios moverse y yo asentía, fingiendo comprender; con la imagen del niño Gerdau nublándome la visión. Como una especie de ser escondido entre las sombras pero siempre presente: estando pero a la vez no.
»—…casarme con él — alcancé a escuchar y todo se disparó sin control. Las lágrimas rodando por las mejillas, los sollozos resonando en mis oídos. Quería decirle tantas cosas pero a la vez no sabía cómo iniciar: ¿por qué lloras, Albania? ¿Es porque la felicidad no cabe en ti y estás reaccionando como cualquier humano ante noticias que lo entusiasman demasiado? ¿O es acaso porque estás aterrada, asustada, confundida…frente a la inminente presentación del que podría ser tu futuro esposo?
 Podía leer emociones, y a lo mejor si ponía más atención podría haber descubierto la respuesta sin necesidad de interrogarme tanto. Pero ni yo mismo lo comprendía, aún no lo hago, porque todo lo que traía en mente era a mi custodiada llorando sobre mi hombro…
…y una extraña y fastidiosa carga oprimiéndome el pecho.
»— No quiero, ¡no quiero! — exclamó y los sonidos empezaron a notarse, la visión a aclararse. Parpadeé, reaccionando ante las palabras, y yo mismo no puede contenerme:
»— No pueden obligarte — resumí con los labios tiesos. Los ojos me miraron, sus ojos me miraron —. Nadie puede obligarte a hacer algo que no quieres, Albania. Tú, como cualquier ser de este y todos los universos, posees el don del “libre albedrío”.
»— Libre… — murmuró y asentí, luchando por comprenderme a mí mismo.
Tranquilo, es normal. Verla así te ha puesto a la defensiva…ya sabes que no soportas verla llorar.
Fue lo que me dije, lo que algo me dijo, ya no sé.
»— Te juro que no voy a casarme con Tomas Gerdau, Aniel — fue todo lo que oí días después. Me observó segura, repleta de determinación…
…y una traicionera sensación se asomó sin mi permiso.
»— Estás en todo tu derecho de expresar tu negativa frente a una decisión tan importante — me atreví a responder con toda la entereza que pude, porque la perversa calidez en el pecho me aturdía enormemente: ¿qué te pasa? ¿Por qué te sientes así? No es lógico, no es normal, querer gritar y decirle que todo está muy bien. Así todo está muy bien: que se quede así —. Podrías comentárselo a tu abuelo, después de todo él te puso al tanto del asunto para que tuvieras conocimiento de ello, y podría hasta jurar que ha sido para pedir tu opinión al respecto.
Y lo hizo, y también todo empeoró. Ella charlaba con su abuelo en el estudio, explicando el porqué de su rotunda negativa…mientras yo lo observaba todo bajo un elaborado gozo de camuflaje que ni Nanael podría haber descubierto: puse muchísimo empeño en hacerlo. Empeño que después me descuadró: ¿qué te pasa, Aniel? ¿Qué haces aquí observando a hurtadillas? ¿Por qué es tan importante ver por ti mismo cómo ella no considera “digno” a ninguno?
Lo entendí, ligeramente lo entendí: era obvio, claro que sí. Ella debía casarse feliz y no aterrada: ella debía escoger por decisión propia al humano con el que compartiría un rito tan importante como lo era el matrimonio, y no por una cuestión de imposición. Desposar a alguien implica, para los terrenales, un cuidado y respeto mutuo: no podía escogerse de la noche a la mañana con quién hacerlo.
Tomas Gerdau desapareció como un soplido en el silencio; pero fue como si el rechazo llamara a la puerta de la atracción. Tras él vinieron uno, dos, tres, cuatro…cinco más: Naum Liberia, Kim Massud, Darío Traugott, Honorato Lanceti, Edgard Ramatt. Me sabía cada maldito nombre, memoricé cada rostro. No es que sea demasiado dificultoso por mi misma naturaleza, pero era extraño…era muy extraño porque sus figuras al completo me acechaban: Gerdau, Liberia, Massud, Traugott, Lanceti, Ramatt; Gerdau, Liberia, Massud, Traugott, Lanceti, Ramatt; Gerdau, Liberia, Massud, Traugott, Lanceti, Ramatt. Basta, ya sé que son ellos. ¡Basta, ya sé cómo se ven! Y entonces, “Aniel, he recibido mi segunda pedida de mano, ¿no te parece raro?”. Y ella ríe y yo sonrío, sonrío tanto como los malditos labios tiesos me permiten. “Aniel, no vas a creerlo, ¡el abuelo dice que nuevamente ha sucedido!”; y ella vuelve a reír y yo sonrío, ordenándole a mis ojos no delatar la extraña irritación que empieza dominarme sin control. “Aniel, la tercera; Aniel, la cuarta, Aniel, la quinta, la sexta”. Aniel, Aniel, Aniel…y ella ríe nuevamente y yo ya no puedo hacerlo con la facilidad de la primera vez porque siento que hay un maldito nudo en mi garganta. No soy humano, no soy humano, pero juro que seis veces sentí una extraña rabia en el pecho; seis veces reí fingiendo que el sonido salía natural…
…y esas mismas seis veces rogué oír los mismos “no planeo hacerlo”.
Terminé flotando sobre las olas hasta que Nanael me ubicó y tuve que inventarme un falso deseo de sentir el agua salada para explicar mi extraño comportamiento.
¿Qué pasa? ¿Qué está sucediendo conmig…?
   ¡Hermano! — Volví en mí; Seir me observaba divertido —. Te has quedado mirando por la ventana con el ceño tan fruncido que parecía haberte ofendido de la peor manera. — Le dije que no era nada y soltó una carcajada—: Vamos, no estés tan tenso: ¡solo es cuestión de que lo disfrutes! Relájate un poco y sígueme la corriente, ¿de acuerdo?
   Hijos, ya llegamos — anunció Gremory—. Vamos: Tarek, Alen…
Alen…
   ¡Sí, abuela Magda!
   ¡No grites, mocoso malcriado!
Gremory y Seir avanzaron raudamente hacia el enorme edificio. El hombre de la entrada pareció verse algo desconcertado pero después de algunas palabras de parte de ellos, y de ver la invitación que llevaban consigo, sonrió y les dio una cordial bienvenida.
   ¡Alen, apresúrate!
Alen…
Me costó comprender que Gremory se dirigía a mí. Di un par de pasos sin dejar de contemplar lo alta e imponente que se veía la construcción desde aquí abajo.
Los humanos no vuelan, no tienen la fuerza que alguien como Seir o yo tenemos. No leen emociones ni sueños, tampoco pueden sanar a otros y mucho menos tienen la capacidad para usar martirios o gozos.
No tienen nada de eso, pero a la vez pueden construir monumentos como este.
   Lo están esperando — me dijo el cochero amablemente. Ya tenía las mejillas sonrosadas, parecía más corpulento que hace unos minutos y sonreía ampliamente—. ¡Apresúrese, joven Alen!
Alen…
Mi reflejo me devolvió la mirada a través de las ventanas del coche; me quedé estático, tieso.
Seir se acercó resplandeciente:
   ¿Puedo preguntar que le sucede a “mi primo favorito”?
   No tengo ni la menor idea de cómo actuar — confesé.
No le había encontrado ningún sentido a toda esa charla sobre “accesible pero inalcanzable” que tuvieron Nhyna y Gremory en la sastrería, así que literalmente estaba a punto de ingresar a un lugar repleto de humanos sin la más remota idea de qué hacer.
   Ya sabía que andabas pensando en eso. — Abrió la puerta del coche, se inclinó y abrió una especie de trampilla en el piso alfombrado. Rebuscó entre el espacio y finalmente sacó una pequeña botella de metal —. Esto va a relajarte un poco, así que...
         —   No pienso embriagarme si es lo que estás sugiriendo.
         Ya sabía de las aficiones de Seir y no, gracias.
       — Sería épico verte en ese estado— se excusó con una carcajada—. Lo siento, tenía que intentarlo.
Gremory golpeó el bastón contra el piso, exigiendo que aceleráramos el paso. El hombre a su lado se encogió, amilanado.
   Escucha, hermano: todo será como cualquier día. Saludar a la gente, bromear con ella, reír, opinar: todo es exactamente igual a tener una charla conmigo, con Nanael, Gremory ¡o tu misma custodiada! Te he visto platicar con ella, se la pasan muy bien. Olvídate de todas las tonterías que te han dicho Nhyna y Gremory, y vamos enfocarnos en el plan inicial: conseguir que esta noche la famosa Loi Amira se sienta como una reina. Y claro, si mentir te resulta muy complicado, simplemente evitemos dar demasiada información para no recurrir a ella.
   ¡Niños! — insistió Gremory.
Seir se despidió del cochero que nos deseó animosamente una gran noche, y finalmente subimos las escalinatas. Casi las contabilicé, aún algo inquieto.
   Bienvenido, joven Forgeso — me dijo el hombre de la entrada con demasiada solemnidad—. Que pase una agradable velada.
   Gra…gracias.
Crucé el umbral y todo empezó a entremezclarse. Fui bautizado por el Todo ni bien mi existencia dio inicio, y sé que el que camina soy yo: Aniel; sin embargo siento el peso de quien en este momento sería Alen: un paso, dos, uno, dos. Gremory y Seir suben, riendo entre ellos, y de la nada los oigo: «Alen, apresúrate». «Hijo, no tenemos todo el día». Acelero y entonces comprendo que soy Aniel, pero para los humanos que nos observen ingresar seré Alen, Alen Forgeso.
Dos siendo uno… ¿cómo es posible eso? Soy Aniel y a la vez seré aquel que hoy nombren Alen, alguien que en realidad no existe pero a la vez sí: acaban de crearlo. Y ya solo al nombrarlo reafirmo la existencia de este que soy y a la vez no, porque tiene un rostro, tiene un nombre y ahora será presentado frente a seres que no cuestionarán su existencia.
   Vamos, hermano — me dice Seir antes de llegar al salón del que provienen las voces —. Por unas horas…solo serás un humano más.
El hombre que custodia la última entrada empuja las puertas y la música estalla en mis oídos…
El mágico violín.
   Pero ¿quiénes son esos? — capto brutalmente. Aun materializado, mis sentidos están mucho más desarrollados que el de cualquier humano, así que todos y cada uno de los murmullos que se desatan los recibo sin ninguna dificultad. A Seir y a Gremory les debe pasar igual, solo que ellos parecen estar disfrutándolos.
Los miles de ojos se clavan sobre nosotros, de pies a cabeza; una joven ahoga una exclamación al vernos pasar. Siento que está mal, que todo está saliendo mal. Percibo las emociones alrededor, la música resonando en mis oídos, y estoy expuesto a tantos estímulos que materializado es imposible reconocerlos todos. La sorpresa, la intriga, el inexplicable interés, la sospecha, la admiración, la desconfianza, el nerviosismo, el deslumbramiento, la curiosidad, todo revuelto en decenas de mini escenarios llamados “humanos”.
«El de cabello marrón es tan guapo», alcanzo a escuchar en medio de tantos murmullos y Seir me lanza una mirada divertida. No sé cómo responder a eso, así que observo al frente y me encuentro con los cabellos grises de Gremory que va a un paso por delante de nosotros y es más pequeña de lo acostumbrado. Seir vuelve a sonreírme mientras va saludando a todo el mundo con asentimientos de cabeza. Decido hacer lo mismo y una chica, no más joven que Albania, eleva su abanico y lo sacude intensamente después de regalarme un guiño veloz.
   Una de las tantas "interesadas” — me susurra Seir en tono bromista. Decido ignorarlo, observo al frente, y…
Cielos.
Me arrepiento de inmediato, el aire deja de pasar. Por primera vez siento eso que algunos llaman “quedarse sin aliento”.
Una maldita sensación aparece insolentemente, asomándose sin solicitar mi permiso, y como un asistente tremendamente indeseado.
¿Qué es? ¿Acaso…?
Fascinación…
   Ahí están — añade Seir y lo escucho lejano.
Sí, ahí están.
Ahí está.                    
Fascinación, maldita fascinación.
Al frente, rodeada por casi todos los invitados, con la traviesa sonrisa y el violín en brazos, reconocí a la única persona en la estancia que sabía verdaderamente quién era yo. Seir murmuró algo de “¿ella es Loi, la que está junto a tu custodiada?”, pero ni siquiera pude responderle porque la traicionera sensación iba expandiéndose con lentitud, otra vez, golpeando insistentemente y sin explicar el porqué de su presencia.
Y esta vez no hubo rabia, no hubo frenesí. Solo fascinación: pura, dura e insensata fascinación.
»— No es anormal que la niña reciba tantas pedidas de mano, mujer. Mírale nomás los ojos: ¡todos se le arrojarían a los pies si ella se los pidiera! — le dijo una vez Bejle a Nuna —. A veces pone carita soñadora y no hay quien pueda contra eso. La señora Morgana lo predijo ni bien la vio cuando era ¡chiquitita, chiquitita!: “esa niña va a ser hermosa”. — Y yo también lo sabía, claro que lo sabía: Albania era hermosa, no había duda de ello. Yo mismo se lo he repetido a Nanael desde que la vimos llegar con el amanecer y en brazos de Rumilat. Ella era igual de hermosa que todas las creaciones del Todo.
La única diferencia era que antes…
…esa belleza no solía agobiarme.
Fascinación, oscura fascinación.
« ¿Qué sucede contigo, maldita sea? ¡No hay nada lógico en todo lo que estás pensando!»
Es el estar materializado, sí. Debe ser eso.
La melodía en violín concluyó y la estancia se llenó de aplausos. La mirada risueña de la que Bejle tanto hablaba apareció, y me abrumó por completo.
Fascinación, fascinación.
Condenada fascinación.
¡Basta!
   Te has quedado perplejo — oí de Seir mientras las palmadas continuaban—. Supongo que es normal; después de todo están muy guapas.
Aflojé un tanto esta cosa llamada corbata, pero comprendí que el nudo no tenía nada que ver con la sensación de asfixia.
   Los ojos se han hecho para contemplar, hermano. — ¿Contemplar? —. No tendría nada de malo que encontraras atractiva a tu custodiada.
   ¿Qué? — objeté bruscamente, pero mi protesta se perdió en medio de los saludos que se desataron a diestra y siniestra después de la evidente manipulación mental a la que fueron sometidos algunos de los invitados. Oí a Gremory presentarnos frente a una mujer que respondía al nombre de Aldabella, y decenas de ojos humanos iniciaron con la inspección. «Ah, señora Magda, claro que la recuerdo», escucho. «Por supuesto, sus nietos menores: Alen y Tarek, ¡pero qué grandes ya están!». «¿Y cómo están las cosas por casa?, oí que había decidido iniciar una travesía por todo el mundo». «Qué orgullosa debe estar de tener a unos nietos tan apuestos que hayan decidido acompañar a su querida abuela».
Trato de no marearme frente a las respuestas que van brotando por todos lados. Gremory sonríe enigmáticamente y resuelve sin titubeos todas las interrogantes que se lanzan por doquier. Seir suelta una carcajada, y hace alarde de su gran capacidad de socialización cuando se disculpa a propósito de mi mutismo y aparente timidez.
   Mi primo es algo reservado. Usted debe recordarlo en las tardes de té, siempre escondido entre los arbustos — suelta y la mujer llamada Aldabella asiente plenamente encantada, sin saber que está bajo un martirio de recuerdos falsos lanzado a posta por Gremory.
Observé alrededor, buscando relajarme, cuando de pronto lo oí:
   Yo que tú ni estaría por aquí — le susurraron a alguien más, muy bajo pero perfectamente audible para mis oídos, y cargado de crueldad —. Ese horrible vestido le quitan a cualquiera las ganas de mirarte.
La frase me pareció de lo más curiosa, pero la conmoción que se desplegó alrededor me afectó más: ese alguien más, en este momento, acaba de sentirse excesivamente acongojada.
Giré, buscando el lugar del que había provenido el susurro, cuando de repente noté el próximo incidente. Los dedos de una joven dejaron caer la copa que traía sujeta, tal vez abrumada por el agravio que acababa de recibir. Soltó un pequeño grito, como anticipando el impacto contra la alfombra…
   ¡Ah!
…y no pude evitarlo.
Mi brazo automáticamente se alargó, el cristal liso rozó mis dedos y lo atrapé casi por instinto. Noté el malestar que había quedado impregnado en él, porque los objetos son muy buenos almacenando las emociones y sensaciones que los humanos que los portaban llevaban consigo. Y no fue hasta que observé fijamente los sorprendidos ojos marrones, que comprendí que la dueña de la copa casi abatida se trataba de más ni menos que de Loi.
De Loi que se encontraba igual de abrumada que Albania cuando, más pequeña, Corín solía burlarse de ella.
» Yo que tú ni estaría por aquí.
¿Quién había sido? ¿Por qué le dirían eso a una persona tan amable como ella?
   Tranquila, aquí está — dije al ofrecérsela. Me miró, algo asustada…
   ¡Vaya, vaya! ¿Cómo es posible esto, primo? Digo frente a todos que eres el tímido de la familia, ¡cuando en realidad estabas esperando impresionar a la señorita más bella del lugar! —…y el mejor sujeto para situaciones como ésta decidió intervenir.
Loi parpadea, algo aturdida, mientras alrededor todos rompen a reír por las palabras de Seir que, parece, está tomándole el pelo a su muy “callado primo”.
   Lo mejor que ha podido hacer nuestra abuela es traernos con ella a esta reunión — agregó —. Está plagada de jóvenes hermosas y tú, primo mío, pareces estar tan interesado en hablar que hasta podría considerarse como una terapia para tu usual mutismo.
Me sorprendo ante la naturalidad de Seir porque hasta casi yo me he creído toda la historia. Loi me observa fijamente, con algo de curiosidad, y ahora que lo pienso detenidamente, la verdad es que nunca hemos sido presentados de manera oficial.
   Mi nombre, aquí, es Alen Forgeso — le explico y me sonríe —. Y este de aquí es mi primo Tarek.
   A su completa disposición — añade él con un guiño que la ruboriza de sobremanera.
   ¡No he visto a nadie más veloz en toda mi vida! — oímos y reconozco la voz de hace un rato —. Mi nombre es Anastasia Liwen, ¡y estoy encantada de conocerlos! ¿Es su primera vez en Lirau?
Volteo y por fin doy con la dueña de la voz anterior, la que acababa de intimidar a Loi.

»— ¡Es culpa de Anastasia que a veces mi Loi no hable en las reuniones! ¡Ay, ese horrible pastel de navidad!

Así que es ella…
   Realmente es extremadamente rápido — continúa—. ¡Me atrevería hasta a asegurar que practica algún tipo de deporte como la esgrima o la equitación!
Intento decir algo, pero…
   Vaya, alguien parece tener muy buenos reflejos —…su voz surge de algún lado, y de repente me encuentro con el par de ojos divertidos y la sonrisa tratando de ser disimulada —. Me pregunto… si todas dejáramos caer nuestras copas al mismo tiempo, ¿usted podría atraparlas todas?
Albania aparece ya sin el violín y me mira, sonriendo y agitando ese abanico que reconozco: es uno de los últimos obsequios de Alexia.
   Qué bromista es usted, señorita Albania — dice alguien más, y un rostro conocido aparece a su lado: el hijo de Erasmo Traugott, el de las flores, el de los poemas —. Es evidente que el joven Forgeso ha resultado algo… “llamativo” para todas las damas de este salón; pero dudo que su atractivo incluya hasta “poderes sobrenaturales” para atrapar tantas copas juntas.
   Quién sabe; a lo mejor sí. Tal vez podríamos intentarlo — insinúo, y Seir me mira tan atónito que rompe a reír; tal vez tan asombrado como yo por semejante respuesta.
¿De-dónde-demonios-salió-eso?
Darío Traugott eleva una ceja y noto que instintivamente se acerca más a Albania.
Ella, sin embargo, avanza un paso y rompe la cercanía.
   Si no es una osadía de mi parte, ¿puedo preguntarle su nombre, señorita? — escucho de Seir que está interpretando su papel al cien por ciento —. Tal vez así también pueda obtener el de su preciosa acompañante, que parece no desea complacerme con el sonido de su voz.
Escucho con fuerza los latidos del corazón de Loi. Gremory, más allá, me lanza una mirada de aprobación.
   Mi nombre es Albania Formerio, y ella es mi mejor amiga, Marion Amira. Es un placer conocerlos — dice y compruebo que le está costando muchísimo trabajo no lanzarse a reír—. Y su primo, “tan callado”, ¿querría complacerme a mí repitiéndome su nombre?
Está jugando conmigo, pensando que va a ganar; pero no va a hacerlo porque me encanta ganarle, porque verla enfadarse o sorprenderse es de mis pasatiempos favoritos. Como cuando cae al arroyo después de transportarse y se enfurruña como si fuera mi culpa el reírme de lo graciosa que se ve; o cuando le digo que Nuna tiene razón cuando repite que ella aún es una niña y por eso resulta tan sencillo complacerla o disgustarla.
   Es un placer, señorita Formerio. Mi nombre es Alen Forgeso, y como bien recalcó mi primo con su querida amiga, estoy aquí para servirle.
Y los ojos se le abren. ¿Repletos de qué? No lo sé, a ella nunca la comprendo del todo.
   Es u-un placer…joven Forgeso. —  Se agitó un poco, lo sentí, pero supuse que porque la presencia de Darío Traugott tan cerca de ella la estaba incomodando demasiado.
Una pieza en piano inició de manos de la anfitriona de la reunión, y las charlas entre pequeños grupos se reiniciaron. Seir sonríe cuando cinco jóvenes lo rodean solo para interrogarlo a propósito del curioso tema de “si está comprometido”; y Albania se aleja llamada por su abuelo.
Loi está tan o más nerviosa que yo mismo, que me inclino un tanto y le comento que estamos en las mismas condiciones.
Me mira más animada y entonces suelta una risita:
   Ahora comprendo porque a Albania le pareces tan... — La miro confundido, pero no me dice más —. Ya que estás aquí, no permitas que Darío Traugott se le acerque demasiado — añade y la observamos riendo con su abuelo y, los tan mencionados en casa, señores Leda —: No lo aguanta y él parece demasiado insistente.
   Gracias — se me escapa. Me pregunta con curiosidad por qué, y no sé cómo hacer breve todo lo que guardo por ella desde hace tiempo. Recuerdo a Albania llorando cuando Corín renunció a ser su compañera de juegos por decisión propia, y aún más el frenesí y la alegría intensa que la colmaron cuando su abuelo aceptó que recibiera las clases en casa junto a “su nueva amiga”.
Por mucho que Nanael diga que fue una mala idea inmiscuir a Loi en todo este asunto, yo seguiré pensando que fue bueno que Albania conociera eso que los humanos llaman “amistad” gracias a ella.
Observé de reojo y Seir me sonrió mientras terminaba con la enorme curiosidad de todas las jóvenes que lo rodeaban. Loi también miró en su dirección y se ganó otro guiño de su parte.
   Tranquila, no es de temer — aclaré al verla encogerse sutilmente —. Es muy amable: algo juguetón, pero inofensivo. Puedo dar fe de ello.
   ¿Son amigos?
   Mmm, no sé si el término se aplique igual pero…creo que sí.
Albania observó en nuestra dirección y nos sonrió.
Iba a comentarle a Loi lo bien que me estaba resultando desenvolverme con ella frente a tantos humanos, cuando percibí una enorme cantidad de emociones acercándose.
Alguien no está muy a gusto por aquí; parece como si se sintiera amenazad…
   Qué extraño, nunca había oído de usted ni de su familia — dijeron. Loi elevó la mirada y los latidos de su corazón resonaron en mis oídos: se ha puesto muy nerviosa —. Igual no es tarde para un par de presentaciones, creo yo.
Giré y me encontré con un rostro del que se hablaba mucho en casa. Y a su lado, la misma reproducción de facciones…
   Soy Luca Liberia, y él es mi hermano Naum. Es un placer conocerlo.
La sensación de amenaza provenía de ambos.


¨°*°*°*°¨

NHYNA

Siempre me he preguntado qué de hermoso encuentran en la luna. Llevo aquí como dos horas, observándola desde la rama de este árbol, y sigo pensando que es una roca blanca con demasiadas imperfecciones como para ser considera bella.
Y hablando de cosas bellas…
»— ¡Aniel! ¡Aniel, ven aquí! ¡Es decir…! ¡Alen, hijo, vámonos!
»— Nos vemos, Nhyna — se despidió con la maldita sonrisa amable y no aguanté más.
»— Adiós…ángel idiota — repuse y deposité un casto beso en su mejilla.
Seir y Gremory fueron los que más se demoraron con todo el asunto de la indumentaria para el maquiavélico plan de la mocosa y el cóctel que tenía programado: no dejaban de probarse prenda tras prenda, buscando verse lo más perfectos posibles.
Y al otro lado de la habitación, sentado con los codos apoyados sobre las rodillas y expresión pensativa…
…el humano soñado, de traje y con los perfectos cabellos peinados. Vestido y asesorado pulcramente por mí.
Los ropajes formales le habían otorgado una apariencia más audaz, incluso misteriosa. Era innegable, lo acepto: Aniel, como nuestro recién inventado Alen, era terriblemente apuesto.
»— ¿Qué sucede? — le pregunté.
Sus ojos se elevaron, intranquilos:
»— No es nada.
Pero claro que era todo. Era obvio: como ángel, no encontraba el placer que nosotros, demonios, hallábamos en interpretar papeles que provocaran admiración entre los humanos. Por ello no era inaudito encontrar a algunos de los nuestros como figuras magistralmente reconocidas en su mundo. Es parte de nuestra naturaleza: nos gusta ser contemplados, endiosados, incluso venerados.
»— No lo pienses demasiado — comenté al aire.
»— No puedo hacerlo— me respondió con sinceridad. Mis ojos recorrieron su cabello, sus mejillas, sus labios. Cuello, brazos, pecho, manos...
Estúpido ángel, ¿cómo puedes ser tan jodidamente atractivo y no notarlo?
Seir apareció, ya con la barba rala que lo habíamos obligado a usar y aguardando fervoroso la prometedora puesta en escena. No se parecen en nada, pero me recordó tanto al Valak de antaño; con el cabello rubio y los ojos azules brillándole de puro jugueteo.
»— Vamos, preciosa. ¿Vez a la humana de allá? Dicen que ha consagrado su vida a ese dios del que muchos hablan pero al que pocos entienden. ¿Qué dices? ¿Apostamos? Porque te juro que en una hora va a cantar plegarias de alabanza, pero hacia mí.
Fue hace tanto… Aquella tarde, el infeliz de Valak se presentó como un joven perdido y hambriento a una pobre novicia de apenas dieciséis años. Traté de no reírme cada vez que lo oía usar el tono indefenso con el que solía embaucar a los humanos que se dejaban llevar por su apariencia adolescente. Sin embargo cuando empezó a acariciar el virgen pecho con gesto decidido al ver a la presa ya pescada, cerré los ojos y decidí esperarlo en una taberna más o menos decente. Apareció dos horas más tarde, con el cabello alborotado y riéndose a carcajadas; contándome con lujo de detalles lo pudorosa (y gritona) que resultó aquella humana.
Recordé con algo de humor que algunos de los nuestros solían decir que Valak era perverso, y sí, lo era. Remordimientos, escrúpulos u honor eran palabras que le horrorizaban. Podía ir por la vida, junto a mí, burlando a millones de humanos y después poner gesto ingenuo y retirarse sin decir ni una palabra. Sé que Seir es así, igual de voluble y perro jugador, pero la diferencia es que mi pequeño hermano llevaba en su esencia más pura una especie de don para divertirse de manera magistral con los humanos.
Ese era el Valak que extrañaba; el Valak que solía divertirse sin miramientos. Ese Valak que no tenía clavado en la cabeza el maldito nombre de la humana insípida de Georgia Vidor…
¡Fssss!
Giré confundida: los arbustos de allá atrás se habían removido con una fuerza peculiar, como ocultando a algún pésimo fugitivo. Salté de la rama y me desmaterialicé por si las dudas; no tenía ganas de andar esquivando humanos o algún tipo de criatur…
¡Fssss!
   ¿Y ahora qué?
Salí hasta el claro del bosque porque el sonido esta vez provino de los arbustos de en frente, y me encontré con el arroyo dirigiendo sus aguas tranquilas hacia el mar. Volteé una vez más, y percibí una presencia muy semejante a la mía.
Demonio.
Me sentí amenazada; Izhi repentinamente se vio extremadamente peligroso. A lo lejos, por los árboles del fondo que tan oscuros se notaban, algo fulguró bajo la luz de las estrellas.
Parecían ser cuchillas, completamente desenvainad…
Bravata.
   ¡No!
Cerré los ojos y aparecí a orillas del mar, ya lejos de la espesura del bosque: evidentemente acababa de sentir la presencia de un demonio al que no conocía y que estaba armado al completo. Y todo demonio sabe perfectamente que traer armas desenvainadas frente a uno desconocido, es claramente un anuncio de bravata: un desafío entre demonios con el único propósito de apoderarse de algunas tropas (por no decir todas) del otro.
¡Fssss!
Las olas del mar estallaron estrepitosamente contra las rocas; el mismo silbido de hace un rato resonó.
¡Maldita sea!
¡Fssss!
   De acuerdo, voy a decirlo de frente — advertí en medio de la orilla, evitando a toda costa que se notara mi temblorosa voz—. ¡No soy guerrera! No soy devota de las reyertas de cuerpo a cuerpo, así que declino de la propuesta.
Mi anuncio resonó en la nada: el eco de respuesta me tensó un tanto
¡Fssss!
Observé alrededor, buscando algún punto que me diera la ubicación del retador: árboles al fondo, rocas en medio de la orilla. Olas, olas y más olas.
   ¡Hablo en serio! — reafirmé—. ¡No pienso luchar contigo así que estás perdiendo tu tiempo!
Me acomodé el cabello, algo insegura, y decidí alejarme con toda la tranquilidad posible. La huida suele estimular aún más a los demonios guerreros; y si el que estaba rondando por aquí realmente buscaba una bravata y me veía huir por segunda vez, trataría de atacarme sin miramientos y estaría perdida.
Maldita sea, Valak. Tú eras el encargado de alejar a todos los idiotas conflictivos. Después de todo a ti sí te gustaban estas cosas.
¡Fssss!, izquierda, ¡fssss!, derecha, ¡fssss!, ¡con un cuerno!
   ¡Ya basta! — bramé perdiendo la paciencia—. ¡Ya dije que no acepto! — Pero por la zona en la que concluían los árboles, distinguí un par de ojos escarlata destellando. Oí más de dos pisadas y comprobé que no estaba en su forma humana. El nivel de energía que desplegó me espantó por completo.
¡No, no hay forma! ¡No pienso pelear con alguien así!
   ¡Raus dehor! — invoqué rápidamente y el martirio de ocultamiento se expandió. Lo único que necesito en este momento es huir y no dejar ningún tipo de huellas para ser perseguida.
Crucé toda la playa a la mayor velocidad posible. La única vez que fui testigo de una bravata fue cuando Valak fue desafiado por un demonio de rango inferior: se arrepintió enormemente porque mi estúpido hermano no se tomaba nada a broma. Ni bien vio la lanza apuntando a su corazón, invocó a Manu y consiguió 1000 soldados más para sus tropas sin dificultad alguna. Aún recuerdo los chillidos del retador, que se dio cuenta de su error demasiado tarde: Valak ya tenía consigo a sus tropas y no se conformó hasta arrancarle las dos piernas.
»— Vagar por la vida arrastrándote va a ser una buena manera de recordarte que no hay peor error que desafiarme — le comentó tranquilamente—. Y agradece que los bozales ya estén muy pasados de moda, o sino me encargaría de ponerte uno tan imposible de quitar, que toda tu miserable existencia sería una completa deshonra.
   ¡Ah! — Me detuve en la entrada de la ciudad y cerré los ojos para transportarme. Aparecí en el pequeño salón junto al balcón de nuestra morada. Chasqueé los dedos para encender a la vez todas las lámparas…
…cuando sentí algo aún peor que el reciente estúpido anuncio de bravata.
   ¡Valak! — proferí furiosa—. ¡VALAK!
No recibí ninguna respuesta y de su presencia nada: no estaba. Lo único era el olor que pululaba alrededor y que me produjo arcadas.
¡Por el Todo! ¡¿Cómo se ha atrevido a hacerlo?!
   ¿Nhyna? — oí de pronto.
   ¡Tú…! — lancé al voltear y encontrármelo cara a cara.
Parecía haber regresado de la casa de la humana idiota; y eso solo significaba una cosa.
   ¿Yo qué? — se atrevió a preguntarme inocentemente.
   ¡Valak, maldita sea! ¡¿Dime a qué mierda está apestando toda la habitación?!
   ¿Qué? ¿Pero qué te pasa? — me recriminó ofendido—. Acabo de regresar y todo lo que haces es ponerte a gritar como una loc…
   ¡No me cambies de tema! — protesté enfadada—. ¡Vamos, responde! ¡¿Qué es ese maldito olor?!
   No sé de qué me hab…
   ¡No te hagas al imbécil porque lo sabes perfectamente! — Por el Todo, una cosa era visitar al engendro humano en su casa, ¡pero traerlo hasta acá era muy diferente! —. ¡Valak, ya te he dicho que…!
   ¡Por Foreas, deja de gritar! ¡Haces un drama por ridiculeces, Nhyna!
   ¡¿Ridiculeces?! — repliqué irritada —. Valak, lo único que deseo es tener algo de paz cuando regreso a la que se supone es mi morada en esta vida, ¡y me encuentro con el asqueroso olor de ese hediondo mocoso! ¡¿Acabas de llevarlo a casa después de haberlo tenido aquí, verdad?!
   ¡¿Y qué si lo hice?! ¡Después de todo también es mi morada! ¡Y no te expreses así de él!
   ¡Yo hablo como se me dé la gana, imbécil! — No lo mates, no lo mates—. Mierda, ¡primero la estúpida bravata y ahora esto…!
   Espera, ¿qué has dicho? repitió turbado —. ¿Bravata? ¿Acaso te han desafiado?
   Acabo de huir de una, sí — respondí agotada. La pestilencia ya me daba igual; me dejé caer sobre el sofá más cercano.
Demonios, seguramente Seir y la idiota de Gremory la están pasando mejor que yo.
   Tú no eres precisamente una rival poderosa, Nhyna. — ¿Ah sí? Elevé una ceja, ofendida —. De lo que hablo es que no entras en la categoría de “contendiente codiciado”. Retarte a una bravata sería hasta humillante para alguien que si lucha, porque tú no eres una guerrera.
   Bueno, anda a decírselo al idiota que andaba desenvainando sus armas frente a mí en Izhi. A lo mejor quería tropas de golpe y buscaba una batalla fácil, quién sabe.
   Qué extraño — comentó dubitativo—. El principal objetivo de las bravatas no son las tropas, sino el cotejo de destrezas. Y para medir las habilidades de uno, solo se busca a demonios luchadores reconocidos como tales.
Bueno, sí. Más allá de que sonara muy mal eso de “no estar a la altura”, Valak tenía mucha razón. Las bravatas son rituales no practicados por todos los demonios. Sé que soy perfecta en muchos sentidos, pero nunca me he engañado con respecto a mis habilidades de batalla.
¿Por qué habrían intentado inmiscuirme en una lucha si no era lo suficientemente poderosa para ello?
A menos, claro, que no quisieran retarme a mí; sino a…
¡BROM!
   ¡Valak!
De la nada las ventanas de nuestra morada se azotaron entre sí con fuerza. Todas las lámparas de la habitación se apagaron al mismo tiempo.
   Estoy aquí, Nhyna. ¡No te muevas!
Apagar las luces en nuestro caso era innecesario, después de todo nuestro campo de visión no se ajusta a las características humanas. Sin embargo el gesto parecía más por un asunto de “intimidación”, que por simplemente dejarnos a oscuras.
   ¿Qué está pasando? — murmuré aturdida. Valak se agazapó sutilmente, tal vez llegando a la misma conclusión que yo.
No me querían a mí. Lo querían a é…
 ¡CUIDADO! — grité pero fue demasiado tarde. Algo extremadamente rápido pasó casi rozándome y se lanzó directamente hacia él.
Sentí la enorme cantidad de poder rellenando todo el espacio de la habitación. Valak intentó esquivarlo pero no lo consiguió.
   ¡¿Quién eres?! — bramó e invocó rápidamente a Manu que cayó delante de nosotros, a modo de escudo, y lanzó un gruñido ensordecedor:
¡GROOAAARR!
La mancha borrosa le había dejado un profundo tajo en el hombro. La camisa de lino que Valak usaba para su falsa careta humana, ahora colgaba desgarrada por el brazo.
   ¡Ya no lucho, si es lo que buscas! — aclaró sin dejar de observar a todos lados.
Una inhalación profunda, casi indignada, nos llegó de algún lugar:
   Que ya…¿no luchas?
Un momento…esa voz.
   Así es, estoy retirado — confirmó Valak y era verdad. Con su nivel actual no había forma de pensar si quiera en enfrentarse al loco que andaba escondido por algún lad…
   ¡NO! — grité cuando la sombra reapareció y se arrojó sobre nosotros. Manu abrió la boca, desenrolló la enorme lengua dispuesto a atacar, al mismo tiempo que Valak se movilizó rápidamente, invocó un martirio de defensa y…
¡POM!
…su cuerpo impactó con otro igual de férreo. El sonido del descomunal choque resonó en medio de la oscuridad.
   ¡Ya te dijo que no lucha, animal! — exploté, y comprobé que Valak sostenía algo, impidiendo su avance. Parecían ser dos cuchillas tan pulidas que tintineaban con la poca luz que ingresaba del exterior. La sangre empapó sus manos al aferrarse a las hojas afiladas y estar materializado.
Empecé a plantearme el llamar a Berith para que nos ayudara un poc…
   ¿Es en serio? ¿Ésta es la manera más atenta que tienen para recibir a sus invitados?
La voz me descuadró; los ojos de Valak se abrieron sorprendidos. Incluso Manu soltó un gruñido que sonó a “¿mmm?”, a pesar de tener la lengua enroscada fuertemente en uno de los miembros del atacante.
Y ahí, al observar con más detenimiento la figura, distinguí al monumental antílope, de facciones suaves, pelaje brillante y porte elegante. Las cuchillas que Valak sostenía entre sus manos no eran más que sus cuernos.
No necesité de más presentaciones.
   ¿Somak? — balbuceó Valak incrédulo. El antílope elevó las cejas y se retorció ágilmente para deshacerse del agarre del que era víctima, solo para dar unos cuantos pasos elegantes e inspeccionar toda la estancia.
Maldita sea, justamente de todos los seres en el universo, tenía que ser precisamente él.
   Qué humilde es su morada… Parece una pocilga — casi nos escupió.
   ¡Somak! — exclamó radiante el otro dueño de “la pocilga”.
Conozco a Valak desde hace una cantidad inimaginable de tiempo, y justamente por eso sé que yo nunca fui su primera compañera de travesía. El primero había sido él, este demonio que acababa de aparecerse en nuestra morada y que era uno de esos seres insufribles con los que no podía lidiar.
Somak era un maldito demonio tan respetado en nuestra comunidad como ese famoso Naberius al que hasta ahora no he tenido el placer de conocer.
Placer del que me pueden privar eternamente, porque para ególatras ya suficiente conmigo misma.
   Te dejo un par de siglos, ¿y ahora te encuentro convertido en un vulgar demonio cualquiera? — lanzó burlonamente y elevó la cabeza de manera pomposa, típico en él. Manu soltó un berrido tan emocionado que me ofendió un poco.
Estúpido animalejo, a mí nunca me has recibido con ese tipo de celebración.
   Pero… ¡¿pero qué estás haciendo aquí?! — exigió Valak alborozado: la visita lo había animado muchísimo —. ¡No sé de ti hace…! ¿Cuánto? ¿Cinco vidas, Nhyna?
   Más o menos — respondí fastidiada: ojalá hubiesen sido más.
El aludido dio un salto (excesivamente elegante), y adquirió su forma humana solo para estrechar a Valak con esa rudeza que en su lenguaje significaba estima.
Lo observé con más detenimiento y solo pude pensar algo:
¡Jo-di-do bastardo!
Es imposible que alguien que ha visto por lo menos una vez a este imbécil, lo olvide. Pero después de tanto tiempo sin saber de su paradero, como que la imagen que tenía de él había sido una muy mala referencia. El cabello oscuro mantenía su usual estilo: corto casi al ras por los lados laterales, pero extremadamente voluminoso en medio. Parecía haberse quedado con la moda de otra época porque los pantalones hasta las rodillas ya no se usaban en ésta hace mucho; eso sin mencionar el chaleco con bordados en hilos brillantes, el saco oscuro de corte largo y el pendiente en forma de espada que llevaba colgando en la oreja derecha.
Sin embargo se trataba de él, así que podía hasta ponerse una mugrosa sábana, combinarla con los objetos más estrambóticos (casi su sello personal) y aun así verse completamente fabuloso.
Recordé el equipo que conformó con Valak antes de mi llegada y su repentina desaparición; y comprendí por milésima vez por qué decían que juntos eran una dupla extremadamente asombrosa. Valak solía disfrutar de los desafíos, y Somak era increíblemente bueno para hacerse enemigos que lo odiaran y a la vez lo veneraran.
Traté de no verme demasiado sorprendida al volver a ver su aspecto humano después de tanto; pero el muy idiota se dio cuenta y rompió a reír, complacido:
   Puedes contemplarme, rubia; no muerdo — ladró y se relamió los labios insolentemente.
Imbécil.
Su especialidad era brindar gloria y fama a todo aquel que la pidiera y le pagara, claro está. Era uno de los pocos entre los nuestros que podía escoger con quiénes hacer pactos y con quiénes no, lo que le daba cierta “categoría” como él mismo repetía, ya que solo accedía a cumplir pedidos a seres que él considerara dignos. Poseía un título de Comandante que solo unos cuantos llevaban consigo, y se comentaba que era de esos contados que habían conseguido follarse ángeles sin problema alguno.
   La moda de esta parte del mundo terrenal es un asco — comentó después de observar a Valak de pies a cabeza.
   A mí y a Nhyna nos agrada — alegó él decepcionado —. Tiene un aire elegante.
 ¿Elegante? — resopló divertido y nos examinó casi con pena—. Siento diferir contigo, compañero, pero toda me resulta monótona. Por lo menos en Nueva Ihara han experimentado con telas menos corrientes que por esta zona.
   Sabemos de Nueva Ihara — respondí irritada—. Y también que la mayoría viste con paños de seda, pero paños a fin de cuentas.
   Muñeca… ¡Mi preciosa y rubia muñeca! — me dijo con zalamería —. Tú tienes un problema de percepción con el que no podría lidiar. Tendrías que nacer de nuevo y pedirle al Todo algo de buen gusto.
   ¡¿Qué?!
   ¿Pero qué estás haciendo aquí? — quiso saber Valak, que me atrapó por la cintura antes de que me lanzara sobre su “amiguito”.
Manu se encontraba tras él: daba un paso, como buscando acercarse a Somak, pero instantáneamente se encogía y ocultaba la cara tras la larga cola.
   Y tú, ¿acaso ya no saludas? — El ridículo reptil lo miró con los amarillentos ojos cargados de anhelo—. Recuerdo claramente que el que te alimentaba con más dedicación era yo, bolsa de escamas — le reprochó divertido, y el muy traidor soltó un berrido, emocionado, para arrojarse hacia él como un cachorro de sabueso.
Valak también se acercó riendo.
Ya, estupendo. ¿Así que ahora me he convertido en la invitada relegada en mi propia morada?
   ¿Y qué hago por aquí? Bueno, no es demasiado complicado: me aburrí y quise probar algo nuevo — simplificó de cuclillas y acariciando la enorme mandíbula de la bestia que gruñía satisfecha —. Ando sopesando algunos negocios, y como me comentaron que te habían visto por esta época tan peculiar, decidí aprovechar y comprobar por mí mismo qué tal te iba sin mí.
   ¿Negocios? — repetí —. ¿Qué clase de negocios podrían traerte a un período tan poco conflictivo como este?
   Digamos que estoy incursionando en placeres más selectos — me respondió altaneramente —. Las guerras ya no son lo mío, rubia. Los humanos en algún momento dejarán de luchar cuerpo a cuerpo, usarán armas más letales que abreviarán los ataques, y eso va a quitarle algo de diversión al asunto. Así que para evitarme el amargo sabor de las decepciones futuras, he decidido buscar otro tipo de entretenimiento.
Somak amaba las épocas repletas de trifulcas y batallas entre humanos. Lo recuerdo gozar enormemente en aquellas expediciones denominadas conquistas y revoluciones. Literalmente se excitaba solo estando sentado en algún punto estratégico y observando a humanos matándose unos a otros.
Este tiempo no es totalmente pacífico, pero a diferencia de otras eras, todo parece marchar muy tranquilo.
   Eso sí, no voy a negar que de todos los inventos que he encontrado en mi camino, ¡hasta ahora este se lleva el premio! — exclamó eufórico, se llevó la mano a uno de los bolsillos, tan rápido que apenas pude verlo y…
¡PAM, PAM, PAM!
   ¡Ah!
Casi di un brinco después de los tres balazos que atinó a lanzar contra los floreros situados a espaldas de Valak.
   ¡¿Pero qué mierda te pasa?! — reclamé.
   Así que ya conociste al famoso revólver — comentó el agraviado como si nada.
   ¡Quién fue el jodido iluminado que creó esta cosa! — Y admiró el artefacto casi extasiado; Valak soltó una risa y comentó que había olvidado su afición por las armas humanas—. Es una puñetera maravilla, infeliz. ¡Y cómo canta…!
¡PAM, PAM, PA…!
   ¡Basta! ¡Los humanos de cerca pensarán que están asesinando a alguien, imbécil!
   Que vengan, rubia — me respondió con fiereza—. Tengo ganas de practicar mi puntería.
   No digas estupideces; no podemos tocarlos, animal. A menos que quieras conocer a los khari en persona.
   ¿Qué? ¿No me digas que te has convertido en uno de esos “humano-fanáticos” que no dejan de defenderlos? — me acusó burlonamente—. ¿Es por eso que toda su morada apesta a ellos?
¡Pero miren con qué ironías vengo a encontrarme!
   Tal vez deberías preguntarle eso a “alguien más” — repuse. Valak me lanzó una mirada de advertencia pero al carajo.
Somak nos observó, con la sonrisa divertida congelándose del desconcierto:
   No comprendo. ¿Acaso el olor de humano…?
   Tu amiguito anda trayendo bebés humanos a nuestra morada y sin mi consentimiento.
   ¿Qué? ¿Bebés humanos? ¿Acaso me he perdido de alguna especie de nueva afición o…?
   A lo mejor tú, que lo conoces de más tiempo, consigues entenderlo — concluí y los ojos verdes de Somak tintinearon, aún más confundidos.
   ¿Valak?
   Yo…es una historia algo larga…
   ¿Ah sí? — replicó suspicazmente—. ¡Pues qué coincidencia! Yo no tengo nada que hacer esta noche.
Decidí dejar a ese par en lo que iba por un vestido nuevo. A lo mejor me entraban ganas de ir a darle una ojeada a la famosa fiesta esa en dónde Aniel interpretaría al recién creado Alen Forgeso, y no quería ir con los mismos ropajes con los que me vio por la tarde.
Regresé cuando tuve puesto un increíble vestido negro bordado con cuentas y piedrecillas brillantes. La charla no habrá durado más de dos horas a lo mucho. Hipnoticé a una humana para que me hiciera el favor de peinarme, y cuando estuve lista la ordené que se retirara de mi habitación y saliera por la puerta trasera.
Justo cuando la sentí muy lejos e iba poniéndome los guantes satinados en tonos perla, lo oí estruendosamente:
   ¡¿DE UNA PUTA HUMANA?!
Retorné al salón. Por el grito ya debe estar al tanto de todo.
   Somak, querido, ¿fue tu dulce voz la que escuché resonar por todo Lirau?
El aroma a leche materna ya se estaba disipando.
 ¡¿Cómo pudiste permitir esto?! — me recriminó embravecido. Extendí el abanico y lo bamboleé suavemente contra mi rostro —. ¡Rubia, maldita sea!
   Tú, mejor que nadie, sabes lo jodidamente terco que es — expuse con tranquilidad. Somak resopló y se desordenó el cabello, ofuscado—. ¿O no, Valak?
   No tenías por qué mencionarlo — me espetó enfadado.
   ¿Que no tenía…? ¡Claro que tenía! — bramó Somak —. ¡¿Acaso has perdido la razón?! ¡¿Y encima por una inmunda humana?!
   ¡No le digas inmund…!
   Oh, vamos, ¡solo cierra la puta boca!
¡PAM!
El cuerpo de Valak salió despedido hacia atrás después del disparo que le estalló en el pecho. Se estrelló contra los adornos de la repisa del fondo.
Manu soltó un berrido, angustiado, y fue tras su amo.
   ¿Por qué lo permitiste, rubia? ¡Podría haberlo esperado de cualquiera menos de él! ¡Posee un título de presidente, decenas de tropas y una reputación inigualable! ¡¿Qué más podía pedir?!
   Hice de todo, Somak. Pero él es demasiado testarudo, o imbécil. Ya no sé.
 ¿Es cierto que ya no lo ama? — me preguntó consternado—. ¿Que lo vio en esta vida y prácticamente lo despreció?
Sí, había sido así. Juro que quise matarla cuando la vi gritar de ese modo. ¡Cómo si Valak no fuera ya suficientemente digno solo tratándose de él!
Somak apretó los puños, contrariado. La noticia lo había tocado más de lo que pensé.
   De una humana… Me dan náuseas de solo imaginarme subyugado por uno de su clase. Y eso de “amor”… ¡qué reverenda estupidez! A veces no sé ni para qué carajos sirve tu especialidad — me espetó enfadado.
No pasaron más de algunos minutos para que el estúpido recobrara la conciencia. Se puso de pie y los vestigios de la bala en su pecho se cerraron lentamente.
   Eso no fue muy cortés, viniendo del que se supone fue un gran compañero.
 Que te hayas fijado en una humana ha ofendido nuestras vidas de camaradería — objetó fríamente. Iba a servirme algo de ginebra de la repisa de bebidas, pero Somak me quitó la botella y se la bebió completa de un solo trago.
   Miren al que alardea de “buenos modales” — satiricé.
   Por lo menos dime que es bonita.
Solté una carcajada y negué rotundamente. Valak iba a protestar pero Somak cerró los ojos y desapareció.
No pasó mucho para que retornara con expresión indignada:
   Mierda, ¡habiendo tantas humanas guapas y me sales con ésa!— resopló, y el comentario ofendió tanto a Valak que intentó arreglar el asunto con violencia; pero violencia fue lo que obtuvo cuando Somak desapareció de su alcance y rápidamente lo atrapó por el brazo. Lo estrelló contra una de las paredes, casi hundiendo su rostro contra el tapiz.
El movimiento fue tan brusco que, supuse, era a modo de escarmiento.
   ¡No vuelvas a hablar así de ella!
   ¡No te las des de “flamante caballero” si ni siquiera puedes defenderte de un movimiento tan minúsculo como este! — le reprochó enfadado. Valak le gritó a Manu que lo ayudara, pero Somak solo lo miró y el reptil se encogió, amedrentado —. Ese costal de escamas sabe muy bien lo que es la lealtad, pedazo de mierda. Lo he alimentado mejor que tú, he curado sus heridas cuando te largabas a fornicar con putas humanas, y hasta ha dormido a mi lado. Nunca me traicionaría, ¡a diferencia de otros!
   ¡¿De qué rayos estás hablando?! ¡No te he traicionado!
   ¡Eres una deshonra para los nuestros, imbécil! ¡Dejé a un presidente admirado por muchos, y ahora que regreso, más ilusionado que nunca por el reencuentro, me topo con un esperpento de demonio deprimido, infeliz, y apestando a engendro humano!
   ¡NO HABLES ASÍ DE ÉL! — vociferó. Somak lo soltó, solo para ganarse una mirada repleta de odio—. ¡Nhyna y tú me tienen harto, buscando meterse en mis asuntos y controlar mis decisiones! ¡¿Y qué si amo a una humana?! ¡¿Y qué si amo a su hijo?!
   ¡Eso es lo más repugnante que he podido oír…! — musitó Somak ofendido.
   ¡¿Y qué si decido quedarme a esperarla cuántas vidas quiera?! ¡¿Eh?! ¡No les concierne! ¡Son MIS jodidos problemas!
   Te lo dije, no escucha — reafirmé. Somak hizo un ademán y de la nada sacó un enorme mazo con púas que estrelló sobre la pequeña mesa de en medio, fastidiado —. Te rogaría que no destruyeras mis muebles.
   Haz lo que se te dé la gana — concluyó lanzando el mazo a un lado. Manu berreó, acongojado —. No estoy aquí para reprocharte tu actitud, porque como bien dices son tus asuntos. A la mierda si quieres llorar tras una humana y su asquerosa prole. Ya se te pasará, no por nada tenemos la eternidad para corregir nuestros errores.
   Ella no fue un error — rebatió—. Ni ella ni Alen lo fueron.
El tono resignado volvió a inquietarme. Siempre sucedía cuando se ponía a hablar de la asquerosa humana y sonaba tan diferente a como solemos ser los demonios.
» Tal vez… Tal vez debí renunciar a mi título, Nhyna…
Maldita sea, eso del errante es solo un capricho, ¿verdad? Él jamás se atrevería…
   Sabes que la existencia del engendro en cierto modo la une al hombre que la preñó, ¿no es así? — lanzó Somak.
Yo ya se lo había dicho pero…
   Alen es mío —…sí, no escuchaba—. El infeliz lo concibió, pero solo fue un instrumento del Todo para permitir la perpetuación del amor entre Georgia y yo. Me pertenece más a mí que a él.
Somak iba a protestar pero discretamente le pedí que lo dejara así: Zamai le había metido demasiadas cosas en la cabeza a Valak y era muy difícil hacerlo desistir. Era un aliter que conocíamos hace vidas; actualmente se encontraba en este mundo, disfrutando de la morada que había encontrado en un templo abandonado. Valak solía buscarlo para preguntarle tonterías a cambio de algunas tropas que a él le servían como protección, ya que los aliters son de por sí demasiado débiles para defenderse.
Lo último que le había dicho había sido que el mocoso podría contener parte de los recuerdos del amor que la humana había sentido por él en su existencia pasada. Ese niño, para Zamai, podría ser el hijo que Valak y la humana estúpida habían deseado tener y que tantas veces se había negado a existir debido a nuestra incapacidad para reproducirnos.
   Y tú, rubia, ¿acaso vas a algún lado? Pareces una muy mala imitación de noche estrellada.
Elevé las cejas, ofendida. Valak rompió a reír:
   ¿Acaso planeas ir a espiar al ángel ese?
   Detestas que se metan en “tus” asuntos, pero sí buscas fisgonear en los míos, ¿no?
Traté de evadir el tema, pero Somak se instaló cómodamente en el sofá más amplio y Valak le comentó detalles sobre mi aparente “deslumbramiento”.
   Me he cenado a varios ángeles  — comentó con cinismo—. No son la gran cosa, rubia. A lo mejor es más por curiosidad que por otra cosa que andas tan alborotada por ese.
   Ya lleva casi ocho años humanos tras este — canturreó Valak. Tomé el florero de la mesa de al lado y se lo aventé —. No es agradable que hablen de tus cosas, ¿no es así?
   Cállate, idiota.
   Mmm, pero si ha llamado la atención de nuestra princesa de plata, debe ser un espécimen inigualable — comentó Somak pensativo —. ¿A qué jerarquía pertenece? Si hablamos de ti, he de suponer que debería ser, mínimo, un phaxsi.
   Es un custodio — canturreó Valak.
   ¡¿Un custodio?! — Y se largó a reír—. Vaya, tus expectativas han decaído, Nhyna.
Preferí no rebatirle nada. Después de todo, podría darle curiosidad conocerlo y Somak es de esos que no se detienen cuando encuentran algo que les produce demasiado interés. En un momento me encontró hermosa a mí y no dejaba de perseguirme como perro faldero. Todo acabó cuando tuvimos un encontrón; épico, debo admitir, pero que no pasó de eso.
Sería terrible que encuentre a Aniel interesante y se transforme en un horrible obstáculo.
No, señor. Ya suficiente con su odiosa custodiada.
   ¿Berith? — oí de Valak y volví en mí—. ¿Y qué clase de negocios podrías estar haciendo con él, Somak?
   Armas, compañero — le respondió satisfecho—. Digamos que están ofreciéndome un arma que no cualquiera podría poseer, así que estoy considerando evaluar la propuesta.
   Nunca me escuchas pero igual voy a decírtelo: no bajes la guardia— le pidió Valak. Somak lo observó desconcertado —. Berith…no me inspira confianza. Se hizo muy cercano a Nhyna pero a mí no me termina de convencer.
   No somos tan cercanos — aclaré. Observé el reloj sobre la chimenea: casi las once.
¿Cómo andarán las cosas por allá?
   Mmm, ¿Nhyna? ¿A dónde vas?
   Aún apesta a leche. — Valak rodó los ojos; Somak le dijo que era cierto—. Iré a caminar un poco.
Cerré los ojos y ambos se perdieron de vista. Sentí el viento atravesando el enorme jardín del famoso Teller.
Las luces de la tercera planta estaban todas encendidas: supuse que el evento debía ser ahí. Me desmaterialicé y aparecí en un pequeño balcón, solo para contemplar el dichoso coctel que parecía estar en su máximo apogeo. Los humanos reían entre ellos, la melodía de un par de músicos rellenaba toda la estancia y los sirvientes iban y venían de aquí para allá.
No parece la gran cosa.
   ¿Han visto lo guapo que es el nieto de la señora Forgeso? — Me quedé estática tras las cortinas que ondeaban delicadamente. Observé a la muchacha que había hablado y a sus dos acompañantes.
   ¿Cuál de los dos? — preguntó otra.
   Ambos son apuestos, pero como dijo Corín, el menor tiene algo… —  agregó la siguiente.
   ¡Pues yo pienso que es más guapo el mayor! Aunque el asunto es ¡qué cosa ha hecho Marion Amira para que no dejan de charlar con ella!
   ¡Anastasia acaba de ir tras el menor! Parece que salió del salón a despejarse un poco, ¡me pregunto si conseguirá algo! Parece tan reservado. — Y los abanicos se agitaron, en las manos de chiquillas casi desfalleciendo.
Se me escapó la risa tonta: “parece tan reservado”. Era obvio que estaban hablando de Aniel.
Salté al balcón de al lado, y junto a una mesa repleta de torres de copas de cristal con fresas y champán en su interior, distinguí a Seir charlando muy animado con la niña humana con la que solía ver a la custodiada de Aniel. Traía el largo cabello liso atado por un listón perla en una coleta alta, a juego con toda su indumentaria, mientras dos humanos más, idénticos entre ellos, también intentaban involucrarse en la conversación.
Qué raro. No ubico ni a Aniel ni a la chiquill…
   ¡Qué tenemos por aquí…!
   ¡Ah! — Giré violentamente y las carcajadas de Somak estallaron.
Estaba sobre mí, prácticamente adherido a la superficie del balcón de más arriba.
   ¡¿Qué rayos haces aquí?!
   Así que tu “iré a caminar”, significaba venir a darle un vistazo a esta fiesta de humanos. — Dio un salto y cayó junto a mí con ligereza—. Valak ya me comentó algo del raro plan ese… A ver, ¿en dónde está el famoso ángel por el que andas colgada?
   Yo no estoy colgada por nadie — repliqué disgustada. Cuando regrese, Valak va a oírme.
   Es extraño esto de ver a un custodio materializándose y paseando alrededor de humanos — comentó pensativo—. A lo mejor por eso te llama la atención.
La verdad es un punto que yo también vengo cuestionándome. No sé cuántas veces ya le he preguntado a Aniel qué de especial tiene su custodiada para poder lanzar salmos y obtener caprichos como el de esta noche; pero nunca he obtenido más que constantes “no me preguntes más”.
   ¿Ése no es el príncipe de la especialidad de sanación? ¿Seir? — Asentí ante su inspección burlona: dijo que había oído algunos rumores extraños sobre él —. ¿Y bien?, ¿dónde está tu famoso ángel seductor?
Le respondí que no lo veía por ningún lado, esperando que se largara de una vez, pero ni se movió.
En fin.
Cerré los ojos y me adentré entre los humanos, invisible a sus ojos. Me disgustó haberme puesto este hermoso vestido para que al final nadie lo contemplase.
   Sigo pensando que la moda de este lugar es una reverenda porquería. ¡Y mira esos trajes tan aburridos! — A medida que avanzábamos, Somak iba desechando cada indumentaria como si fuera su pasarela privada—: No, asco, asco. Aún más asco…ese de allá… ¡el triple de asco!
   Eres tan puntilloso — resoplé y entonces lo sentí.
Claro: está aquí, pero no en esta sala.
Atravesé la puerta de roble del fondo de la estancia. Me adentré en los pasillos alfombrados del club y para mi sorpresa alcancé a distinguir a la chiquilla humana, la custodiada de Aniel, teniendo una conversación en otro de los salones. Parecía algo incómoda frente al hombre que evidentemente buscaba mayor cercanía.
Qué raro: no está con Aniel.
Pasé velozmente antes de que me notara, porque por alguna misteriosa razón ella sí podía verme aún sin estar materializada.
   Un momento — oí de Somak en mi caminata —. Esa chica…
   Estoy harta de oír lo “fascinante” que resulta, así que mejor trágate el comentario si es ése— advertí, pero se quedó observándola tan concentrado que preferí adelantarme.
Volteé por la derecha y a lo lejos vi una puerta blanca. La atravesé con la máxima discreción, para encontrarme con un largo pasillo que se abría por ambos lados. Al frente había un salón más, repleto de ventanales con vitrales de grabados tan finos que cualquiera podía observar el interior sin la necesidad de ingresar.
Me detuve frente a uno de ellos…
…solo para por fin dar con él.
Iluminado por la tenue luz de una araña de cristal, y junto a uno de los balcones que daban para los jardines, ahí estaba, charlando con una jovencita de cabellos rizados a la que prácticamente se le caía la baba con solo mirarlo.
Sobre ambos, una brillante mariposa rosa flotaba suavemente. Supuse que estaría esperando que se quedase a solas para hablar con él.
   Si su estadía en Lirau se prolonga, podría pedirle a mi padre que les dé un tour por toda la ciudad a usted, su primo y su abuela.
   Mmm, sería…muy amable de su parte — respondió Aniel con vacilación. Fue demasiado cómico verlo sufrir, porque evidentemente le costaba muchísimo “mentirle” a aquella humana—. Yo…eh…en seguida retornaré al salón principal. Muchas gracias por ofrecerse a acompañarme.
   Es normal que haya querido algo de silencio. El ambiente está algo cargado por allá — insistió ella demasiado acomedida—. Su primo y usted han…estado muy entretenidos con…la señorita Amira.
   ¿Loi? — repitió él y la chica lo observó sorprendida—. ¡Es decir!, la señorita Marion. Ehh, sí, es…es una persona sumamente gentil. Es…es imposible no ver lo hermosa que es su alma.
La chica demoró en procesar las palabras. Atinó a asentir y después añadió un: “sí, es simpática” sin verdadera convicción.
Aniel reiteró que regresaría al salón en unos minutos. La niña por lo visto comprendió que deseaba estar a solas, porque comentó torpemente que iría a ver cómo estaban las cosas por el otro lado.
Cruzó la puerta sin percatarse de mi presencia, y en ese momento la mariposa rosa revoloteó alrededor de él.
Fue casi inconsciente, porque terminé apoyando las manos sobre el cristal a través del que lo veía.
   No se te ha podido ocurrir mejor idea que escoger al más inalcanzable — oí de pronto.
Me sobresalté bruscamente.
   No se trata de cualquier custodio, rubia. — Somak me había alcanzado y ahora observaba al frente, igual que yo—: No sé por qué le reprochas tanto a Valak su actitud si estás en las mismas condiciones, princesa.
Iba a aclararle que nada de eso, pero me extrañó su excesiva introspección.
   ¿Qué estás buscando, Berith? — susurró.
   ¿Qué has dicho? — reclamé. Somak se encogió de hombros —. Acabas de decir el nombre de Berith.
   Acabo de recordar que tengo unos asuntos que verificar con él — resolvió tranquilo. No sé por qué no terminé de creerle —. Te dejaré a solas con tu cándido adonis, rubia. Siempre he pensado que estás algo chiflada, pero no voy a negar que esta vez te has lucido. Si consigues follarte a este sujeto, te juro que te convertirás en mi única diosa a ser venerada. Y si no… a lo mejor yo intente darle una probada.
   ¡Ni se te ocurra, infeliz!
 ¡Jajajajaja, rubia posesiva! — Me mordió el hombro que llevaba descubierto, e instantáneamente desapareció.
¡Pero qué imbéc…!
   ¿Nhyna?
El cuerpo se me erizó de pies a cabeza. Por un segundo me pregunté en qué momento alguien consiguió provocarme todo esto solo con su voz.
Aniel me miraba desde adentro, desconcertado. Elevé el mentón y me materialicé para cruzar la puerta como cualquier humano más.
   Pensé que toda mi asesoría serviría más que para encontrarte a solas. ¿Qué pasó? ¿Eres tan aburrido que ni por lo bien que te ves has conseguido compañía?
Soltó una carcajada y después de una reverencia, la mariposa rosa se fue volando por el balcón.
   Caila vino a darme un recado de Nanael. — Ah, el pelirrojo malhumorado—. Me pidió un lugar discreto así que…
   ¿Y qué tal todo? ¿Marchando bien?
   Gremory dice que sí, así que quiero creerle. — Se aflojó la corbata y se desordenó el cabello de manera distraída. Somak no era nada a su lado… —. Y Seir dijo que probablemente todo acabe en una hora a lo máximo, así que voy a tomarlo como una victoria.
   ¿Demasiado complicado?
   Sí — admitió agotado—. Hay demasiadas emociones alrededor, y materializado resulta una odisea interpretarlas. Ahora entiendo por qué los humanos terminan cometiendo tantos errores: es imposible saber exactamente cómo actuar con tantos estímulos alrededor.
Salió y se apoyó sobre el balcón, riendo divertido. Al lado había una escalinata de piedras que conectaba este salón con el inmenso jardín de allá abajo y la primera planta. Algunas enredaderas y arbustos lo decoraban casi sin querer.
Me acerqué y lo escuché en silencio. Traté de no mostrarme excesivamente maravillada cada vez que hablaba sorprendido de detalles tan minúsculos como que el corazón de los humanos sonaba como un pausado tamborileo de dedos sobre tela estirada; o que el lenguaje de los abanicos lo había mareado un tanto.
   Seir repetía a cada rato: si se agita rápido es esto, si es lento lo otro. Si se cubren el rostro, si te sonríen, si lo cierran, ¡si lo abren! — Rompió a reír y la melodía me hechizó—. Ahora entiendo por qué Albania practicaba tanto.
La sonrisa se me congeló.
   No la veo por aquí, ¿qué pasó? ¿Acaso pelearon? — lancé con indiferencia.
  No, la dejé charlando con algunos amigos de su abuelo, y Gremory sugirió que… — Y se calló repentinamente. El ceño se le frunció, como percatándose de algo —. Albania…
   ¿Qué pasa? — indagué desconcertada, y aún más cuando estuvo a punto de dejar el balcón sin decirme nada. Lo detuve por la muñeca—: ¿Aniel?
   Disculpa, yo… Sentí como si ella me llamara.
   Es una fiesta — sugerí —. Déjala. Debe estar divirtiéndose con sus amigos.
Acabo de verla con un sujeto en otro de los salones. Déjala, déjala…
Olvídate de ella.
   Va a cumplir dieciséis, ¿verdad? — fingí interés—. No sé si Gremory te lo ha dicho, pero a esa edad a las niñas les gusta tener más independencia. Después de todo…ya inician las tan conocidas pedidas de mano.
La mandíbula se le tensó: eso no me gustó en lo absoluto.
   Sí, ya…ya estoy al tanto.
¿Por qué se ha puesto a la defensiva? ¿Qué…? ¿Qué significa…?
   ¿Aniel?
  Yo…creo que debería ir por ella — corroboró y la rigidez de su cuerpo me alarmó por completo: ¿qué sucede? ¿Por qué el tema lo ha incomodado? —. Mi deber es estar con ella, así que...
Inclinó un poco la cabeza, imitando el saludo de los humanos, y me dio la espalda dispuesto a retirarse.
No, no te vas a ir así.
   ¡Aniel! — lo llamé.
Giró, servicial, y los ojos claros me embrujaron.
Bendito seas, ángel maldito.
   Buenas noches — alcancé a decir porque ya no había forma de retenerlo. Me erguí lo más que pude, apoyé una mano sobre su pecho…
…y alcancé su cuello.
El aroma de su piel me estremeció. Me hubiera encantado abrir los labios, pero ya sabía que él era de los lentos.
Besos castos, roces sin segundas intenciones. Así era él.
Me separé y me topé con sus ojos sorprendidos. Pensé en jugarle alguna broma a propósito de su enorme asombro pero…
¡PAAF!
…la furia estalló y demoré en ubicar su procedencia.
   ¡No vuelvas a hacerlo! — me increpó una voz dulce y a la vez llena de ira. Y no fue hasta que sentí el ardor en la mejilla izquierda, que comprendí exactamente qué había sucedido.
La mocosa, la tal Albania, había aparecido de la nada y había osado abofetearme.
   ¡Tú…! — bramé enardecida—. ¡¿Te has atrevido a golpearme, niñata estúpida?!
   ¡No soy ninguna niñata!
Aniel la tomó por las muñecas y se puso entre ambas, exigiéndole que se calmara:
   ¡Basta, Albania! ¡¿Pero qué sucede contigo?! ¿Por qué hiciste eso?
   ¡¿Que por qué lo hice?! ¡Suéltame! ¡Suéltame, Aniel! — Iba a enseñarle a esa mocosa lo que significaba una verdadera golpiza, pero él negó con la cabeza, rogando que no respondiera—. ¡Suéltame, Aniel!
   Nhyna… Nhyna, lo lamento — me dijo apenado. Quise darle un buen par de bofetones a la insolente, pero de repente oí un sollozo y los ojos cargados de odio se clavaron en mí.
Celos. La niña siente celos.
Celos de mí.
   Nhyna… — oí de él, y comprendí el “por favor, olvídalo”. La vi morderse los labios, impotente, humillada, y comprobé lo ventajoso de la situación.
Esta era mi mejor carta a jugar: mostrarle que él ahí, apenas tenía a una problemática y belicosa niña.
La sensatez supera a la inmadurez. La sensatez no pelea, la sensatez “perdona”, porque la sensatez es capaz de pensar con la cabeza.
Y obviamente, en esta ocasión yo sería la sensatez.
Asentí, fingiendo comprensión, pero antes la observé fijamente:
Mírame, mocosa, graba mi rostro. Soy la que va a terminar arrebatándotelo, porque nunca vas a ser lo suficientemente madura para él.
Desaparecí.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA

» Es un placer, señorita Formerio. Mi nombre es Alen Forgeso, y como bien recalcó mi primo con su querida amiga, estoy aquí para servirle.
Cuando Aniel ingresó al salón toda la piel se me erizó. Me costó muchísimo guardar la compostura, porque verlo así, tan parecido y a la vez diferente a los muchachos que solía ver fue demasiado. Estaba de traje y perfectamente peinado: las ondas desordenadas habían sido dominadas y lo habían transformado en alguien completamente diferente, incluso distante, lejano…inalcanzable. Cuando se presentó ante mí sentí un ligero cosquilleo, porque ese muchacho, Alen Forgeso, era igual de atractivo y luminoso que mi Aniel, pero mis ojos ya no eran los únicos que podían contemplarlo.
»— Realmente es extremadamente rápido. — Oí de Anastasia mientras iba acercándome después de guardar el violín. A lo lejos ya las había visto, a todas, mirarlo como si se tratara de alguna especie de manjar a punto de ser degustado—. ¡Me atrevería hasta a asegurar que practica algún tipo de deporte como la esgrima o la equitación!
El falso tono encantador me fastidió, como siempre. Ya la había oído emplearlo con Roy Quimet, pero que lo empleara también con Aniel me irritó aún más.
Era obvio: ella, igual que la mayoría de chicas del salón, se morían por simpatizarle.
»— Qué bromista es usted, señorita Albania — dijo Darío Traugott después del jugueteo que se me escapó y que iba dirigido a Aniel más que a Alen —. Es evidente que el joven Forgeso ha resultado algo…“llamativo” para todas las damas de este salón; pero dudo que su atractivo incluya hasta “poderes sobrenaturales” para atrapar tantas copas juntas.
No me gustó el sarcasmo de sus palabras. Iba a responderle que “uno nunca sabe”, pero lo siguiente me dejó perpleja:
»— Quién sabe; a lo mejor sí. Tal vez podríamos intentarlo — oí de labios de él, lleno de seguridad y hasta algo de arrogancia, y mi corazón enloqueció.
Aniel era parte de mis días, de mis noches, de mis sueños, pero Alen…Alen Forgeso parecía ser alguien al que apenas iba conociendo. Era mi Aniel, pero a fuerza de estar frente a otros, estaba tratando de adaptar todas sus actitudes al ambiente: el lado tan burlón que solía sacar solo para mí, repentinamente estaba siendo expuesto a más personas. El demonio llamado Seir era tan natural, que por un segundo dudé de todo lo que sabía: por un segundo realmente los imaginé como parte de aquella misteriosa e interesante familia apellidada Forgeso. Por un segundo imaginé los viajes que habían realizado con la señora Magda, su abuela, y la cantidad de admiradoras que iban dejando por doquier. Y por un instante me sentí como una más de esas tantas chicas que buscaban obtener la atención de alguno de ellos, tal vez la del de cabello marrón, y pedirle al abuelo que invitara a su abuela para el té de la tarde. A lo mejor así se podría iniciar alguna especie de plan sutil para conocerlo y que me conociera más.
Boom-boom Boom-boom
El corazón me latió con violencia. Fugazmente me imaginé ahí, al pie de las escaleras, esperando su llegada y charlando con Nunita de lo emocionada que estaba. De lo feliz, de lo encantada, lo maravillada y ansiosa que me sentía…
por nuestro recién anunciado compromiso.
   ¿Hija? ¿Te sientes bien?
   S-sí, abuelo. No me pasa nada — respondí abrumada.
En un momento los señores Leda se acercaron a charlar conmigo, y en ese momento noté que Loi rompió a reír en voz bajita, después de que Aniel le dijera algo de manera muy discreta. La vi acomodándose el lazo del cabello y una de sus pulseras se enroscó en la seda. Luca y Naum Liberia observaron a lo lejos el proceso de desenroscado, y por su expresión, ellos estaban sintiendo lo mismo que yo.
Aniel se había inclinado amablemente para soltarle la pulsera y ponérsela nuevamente en la muñeca. Mi Loi querida sonrió y después asintió, agradecida.
El pecho se me contrajo ante la escena: fue una idea tonta, lo sé, pero no pude evitarlo.
Sé que yo tracé el plan, que yo misma le supliqué a Nanael que nos dejara traerlo; pero después de las casi dos horas que él y el ocurrente “Tarek” estuvieron muy pendientes de Loi, algo muy extraño empezó a golpetear insistentemente. Observé los ojos marrones y el hermoso cabello negro azabache, y recordé lo bella que era Loi. Ella era preciosa, lo sabía desde la primera vez que la vi. Mi Loi era la joven más hermosa que conocía, y aunque Nunita repitiera que yo también lo era, sabía que no había forma de competir con una belleza así de “real”.
Loi era tal y como todos la veían: pura y simplemente Loi.
Loi no tenía algo amorfo, descomunal y con miles de brazos y piernas habitando dentro de ella.
« Algo que yo sí soy», reflexioné horriblemente y la presión en el pecho se hizo insoportable.
Aniel soltó una carcajada, el demonio Seir lo empujó de manera amistosa; miles de chicas los observaron fascinadas. Y mi Loi querida ahí, en medio, más esplendorosa que nunca.
Instintivamente observé mi reflejo en los ventanales completamente negros por la oscuridad del exterior: no sé ni para qué me preparé tanto…
Saboreé el último bocado de champán y me di con la sorpresa de que había terminado mi cuarta copa.
El abuelo, más allá, conversaba animado con los esposos Leda.
Aniel ríe; me mira y parece que va a acercarse, pero parpadea, como percatándose de algo, y entonces se inclina levemente frente a Loi, a modo de disculpa, y se pierde rumbo a otra de las puertas.
¿A dónde vas?
Tomo otra copa y avanzo distraídamente, pero Anastasia corre a cerrarle el paso mientras mueve insistentemente el abanico y le dice algo. Quiero escuchar qué pero no lo consigo por la distancia.
Sin embargo lo veo asentir, no muy seguro de sí mismo, y entonces ambos se pierden por la puerta.
No, ¿a dónde vas con ella?
   ¡Oh, cariño! ¡No te presenté mis saludos al llegar! Hace tiempo que… — El rostro de la señora Liberia aparece e impide que avance. Trato de sonreírle sin escuchar verdaderamente lo que me dice, y con una horrible angustia en el pecho—…y me encantaría que tocaras en alguna de mis veladas.
   Por supuesto, no tiene por qué preguntármelo — respondo mecánicamente. Me besa en las mejillas y distingue a un conocido; se despide y menciona algo de Naum. Asiento levemente, porque sé que es otra vez el tema del compromiso que ya rechacé.
La señora Liberia se aleja y me importa muy poco ser discreta o no. Loi me observa confundida desde el fondo, pero solo niego y prácticamente salgo del salón. Cierro la puerta tras de mí: el pasadizo alfombrado está completamente deshabitado.
No, ¿a dónde has ido? ¿A dónde te está llevando ese horrible pastel de navidad?
Voy algo desorientada, sintiendo algunos músculos más suaves de lo normal y la extraña sensación de que camino sobre plumas. “Niña Albania, usted no está acostumbrada a beber”— recuerdo de Nunita—. “Además, atenta contra las buenas costumbres que una jovencita de su edad beba más de dos copas de licor”.
Nunita, Nunita, cómo te digo que no fue a propósito: ni siquiera me di cuenta.
Volteo por el lado izquierdo y doy con otro pasillo igual de extenso. Avanzo raudamente, esperando alcanzarlos; y si Anastasia dice algo, le diré que solo salí por aire. Aire, aire, necesito aire.
Nunca más de dos copas.
¿Dónde estás?
Giro la perilla de una puerta blanca, y me encuentro con un salón mediano. El club del Teller es enorme; tiene miles de áreas que aún ni conozco.
Me acerco al ventanal para observar hacia el jardín, por si diviso algo; hasta que escucho un par de pasos.
Giro, demasiado exaltada, con la idea errónea de que puede tratarse de él.
   ¿Se siente usted bien? La vi salir algo indispuesta.
Trato de mantener el gesto neutro en mi rostro.
Dios, toda la noche tratando de esquivarlo para que justamente ahora se aparezca.
   ¿Señorita Albania?
   Me encuentro en perfectas condiciones, joven Darío. Muchas gracias.
¡Lo odio! ¡¿Por qué no entiende que no me gusta que esté tan pendiente de mí?!
Paso de largo, dispuesta a dejarlo solo, cuando siento que me atrapan por el antebrazo.
   Ha bebido más de dos copas, mi señora. — Y su ira me aturde, la voz elevada también: observa la copa en mis dedos como si fuera la peor de las ofensas—. ¡¿No puede pensar acaso en lo que podría decir la gente de usted?!
¿Qué cosa?
Los ojos se me abren desmesuradamente: el tono autoritario me ha tomado con la guardia baja.
   ¿Dónde quedaron los modales que le exige su estatus? ¡Esto definitivamente es el resultado de pasar tanto tiempo acompañada por la servidumbre! — ¿Qué…? —. Es obvio, en esa casa usted está sola, se aburre, ¡y no le queda más que convivir con ellos!
No concibo ninguna de las palabras que salen de su boca. Y es tanto mi pasmo por la sarta de incoherencias que está enunciando, que no lo aguanto más y lo que Nunita siempre me ha pedido que no haga, sucede:
La risa me gana la batalla.
   ¿Está regañándome? — replico divertida, porque todo esto debe ser una broma: ¡ni siquiera el abuelo se ha atrevido a sermonearme de este modo! Darío Traugott me observa seriamente; trato de deshacer el agarre de mi brazo pero siento que presiona más—. Joven Darío, creo que el que ha bebido de más es “otra persona”, y está empezando a resultar sumamente desagradable.
Tiro con toda la fuerza que puedo y consigo zafarme: me ha dejado los dedos marcados y un horrible escozor en la piel.
   Está adquiriendo costumbres abyectas que no van con su condición. Yo mismo fui testigo de ello en una ocasión, al ver la confianza con la que su mayordomo se dirigía a usted. Sus criados están influyendo en sus modal…
  Voy a dejarle en claro un par de puntos, joven Darío — lo interrumpo porque ya fue suficiente. Una cosa era oír las mismas tonterías de la madre de Corín, Gisell, porque en fin, es esposa del tío David y madre de Joan y no tiene caso pelear con ella. Pero Darío Traugott era diferente, no tenía por qué tenerle ningún tipo de consideración—. No sé cuál será su modo de ver las cosas, pero no pienso tolerar que se exprese de esa manera de las personas que considero “mi familia”.
   ¡¿Qué está diciend…?!
   Lo que oye. Esa “servidumbre” de la que usted habla de manera tan despectiva, son parte de mis días, parte de “mi vida”. Son tan importantes para mí como mi propio abuelo o como mis tíos y primos.
 Mi padre tiene mucha razón — escucho. La mandíbula le tiembla y noto que empieza a enfadarse más, mucho más…
…pero no me importa. Nunca me ha importado. Gisell, Corín, Nanael…estoy acostumbrada a que se enfaden conmigo sin motivo aparente.
   ¡Usted está muy malcriada!
   ¿Disculpe? — repito empezando a enfadarme yo también.
   Detesto estas tonterías del ballet, ¡pero he tratado de tragarme toda mi antipatía solo por usted! — bramó iracundo —. ¿Y qué he recibido a cambio? ¡Absolutamente nada!
   Joven Darío, usted no está pensando bien las cosas — señalé algo perturbada: odiaba que me alzaran la voz, pero el tono se tornaba algo amenazante. En contra de mi voluntad recordé violentamente al vaisiux: sé que Darío Traugott no es ni la mitad de peligroso, pero la inseguridad, la debilidad…todo lo estaba sintiendo como aquella vez—. En ningún momento le pedí que acudiera por mí, así que no sé por qué considera que yo debía retribuirle su presencia.
Me miró fijamente, como buscando la respuesta más dura para “mi insolencia”, pero sus ojos bajaron a mi cuello y su respiración se agitó. Tuve el impulso de cubrirme los hombros porque un miedo que jamás había sentido me cubrió de pies a cabeza.
Expuesta y vulnerable.
¿Por qué? Jamás me he sentido así.
Aniel…                     
Aniel….
   Es una señorita preciosa, Albania Formerio, pero me temo que está olvidando su posición como mujer. — Elevé una ceja, esperando que continuara: no por nada Alexia ya me había hablado de los de ese tipo —. Usted será entregada al hombre más conveniente, y cuando eso suceda aprenderá a respetarlo a él y a respetarse a sí misma. ¡Espectáculos como el que acaba de dar esta noche no serán consentidos nunca más!
   ¿De qué está hablando? — repliqué irritada—. No he dado ningún espectáculo.
   A lo mejor nadie se ha dado cuenta, pero yo tengo muy buen ojo para estas cosas, mi señora. Las cuatro copas de licor son altamente deshonrosas, ¡y ni qué decir de las miradas prolongadas a ese infame sujeto recién llegado! — El corazón empezó a latirme con violencia: se estaba acercando demasiado —. ¿Acaso no ha pensado en su honra? ¡¿No ha pensado en qué dirían los demás al verla observar con tanta insistencia a un hombre al que apenas conoce?!
No, no lo he pensado.
¡No lo he pensado y a él eso no le incumbe!
 Piense bien qué hace — me advirtió —, porque aquellos que han pedido su mano podrían abandonar la oferta.
Nunita siempre me pide que razone antes de hablar: “a veces es muy lengua suelta, mi niña preciosa”, pero en esta ocasión no había forma de refrenarme.
Darío Traugott no era nadie para decirme qué hacer o cómo comportarme.
   El único que podría preocuparse por todas las cosas que usted ha mencionado es mi abuelo, joven Darío — expliqué con toda la entereza posible —. Y con respecto a “las ofertas” que menciona: la verdad me tiene sin cuidado si las abandonan o no. — Abrió los ojos, ofendido —. Y puede ahorrarse todo ese sermón de “la perfecta esposa”, porque la afortunada que usted obtenga, no seré yo.
   ¡Señorita Formerio, está sobrepasando los lím…!
   ¡No! ¡El que los ha sobrepasado hace mucho es usted! — exploté—. Nunca quise ser grosera pero si insiste se lo diré claramente: ¡no voy a casarme con usted! ¡Nunca! ¡NUNCA! ¡Prefiero que me maten a eso!
   ¡Es una…! — Lo último que vi fue su rostro iracundo, porque aferré con más fuerza la copa que había traído conmigo y pasé de largo. Trató de tomarme por la muñeca pero casi le grité que ni se atreviera a tocarme. Oía los latidos de mi corazón muy cerca a los oídos y el mareo del champán me hacía temblar un poco. Abrí la puerta y prácticamente salí corriendo, con la horrible sensación de que Darío Traugott podría salir y atraparme por la cintura. Recordé la presión sobre mi brazo y me provocó escalofríos.
Llegué hacia un nuevo pasillo, pero me di con la sorpresa de que no conducía al salón en el que estaban todos los invitados. Traté de serenarme porque de nada servía perder los papeles en una situación como ésta: Darío Traugott no era el vaisiux, él no podría hacerme daño.
Te ha dado asco oí de ella, que tan silenciosa había estado por tantas horas—, el cuerpo repele a aquellos que lo miran con lascivia cuando es una cuestión unilateral.
¿Lascivia?
Avancé unos pasos más y llegué a otro pasillo. Como no iba a arriesgarme a retornar por el pasillo en el que había dejado a Darío Traugott, decidí continuar de largo. Vi los perfectos vitrales exhibiendo el salón interior, y entonces distinguí la presencia de dos personas que salieron al balcón. Me acerqué con cautela y las ondas rubias me descuadraron.
Ella no era Anastasia.
Me quedé en silencio, observándolos charlar tranquilamente, y entonces todo empezó a venir de golpe: ¿acaso Aniel habría salido del salón para verla a ella? ¿Y, en primer lugar, qué hace ella aquí?
Traté de calmarme: después de todo, a lo mejor había venido a traerle un recado. Sí, claro que s…
Ella no solo quiere “charlar”.
Lo último que oí fue su voz repleta de una rabia que yo también compartí, porque sucedió lo impensado, y todo estalló de manera irracional dentro de mí. Mente, cuerpo, razón, emoción, todo se entremezcló. Recordé a Darío Traugott tomándome por el brazo, sus ojos observando mi cuello, no, observaba mi pecho, y la furia se desató, porque en ese momento ¡yo lo llamé! ¡Lo llamé y él no acudió porque seguramente estaba muy entretenido con la dueña de las ondas rubias!
Y la odié, la odié más que a nada…
¡¿Quién se cree que es?!
…porque la vi besando su cuello, y ya no pude evitarlo.
¡PAFF!
   ¡No vuelvas a hacerlo! — chillé y para cuando lo comprendí, ya había sentido el impacto de mi palma contra su mejilla. A lo mejor fueron las cuatro copas, la rabia contenida, o el miedo de hace un rato, porque ni siquiera recordaba cómo había llegado hasta allí.
Probablemente empujé la puerta y avancé vertiginosamente, dispuesta a alejarla de él.
Los ojos miel me observaron estupefactos; ella, por otro lado, tuvo el atrevimiento de indignarse:
   ¡Tú…! — me gritó y los ojos se le pusieron rojos—. ¡¿Te has atrevido a golpearme, niñata estúpida?!
   ¡No soy ninguna niñata!
   ¡Basta, Albania! ¡¿Pero qué sucede contigo?! — me reclamó el sol, traicionero sol —. ¿Por qué hiciste eso?
   ¡¿Que por qué lo hice?! ¡Suéltame! ¡Suéltame, Aniel! — Traidor, ¡traidor! ¡Así que estabas con ella!—. ¡Suéltame, Aniel!
   Nhyna… Nhyna, lo lamento — se disculpó y la humillación me cubrió de pies a cabeza. ¿Por qué te disculpas con ella? ¡¿Por qué?!
¡Soy yo la que te llamó y no obtuvo respuesta!
¡Soy yo la que acaba de ver cómo te besó!
Los ojos me ardieron, sentí los sollozos viniendo a mí, y lo último que quería hacer en este momento era llorar.
   Nhyna… — repitió él y su súplica se me clavó en el pecho. La rubia de ondas me miró casi con pena y asintió, solo para desaparecer, completamente indiferente.
Y yo me quedé ahí, como una idiota, con Aniel negando con la cabeza, casi agotado.
 Volvemos a lo mismo de siempre, Albania — inició y el tono cansino me lastimó —. No consigo entender qué ha sucedido esta vez…
   ¡Nada! ¡No ha sucedido nada! ¡Como siempre, tú nunca notas nada!
   ¡Albania!
No pude evitarlo. Salí corriendo por los escalones del costado, destino al jardín, porque las horribles ganas de llorar ya me estaban venciendo. Me mordí los labios fuertemente, porque lo único que quería hacer era golpearlo: golpearlo por ser tan idiota y a la vez tan perfecto. Tan perfecto como Alen, tan perfecto como Aniel; porque uno iba encantando a chicas humanas y el otro a demonios y a…
Y a lo que sea que fuera yo.
La aberración…
   ¡Albania!
¡Déjame sola! ¡Déjame sola!
   ¡Nec mátia, nec sensus! — susurré y la burbuja de camuflaje me cubrió por completo, antes de cerrar los ojos y transportarme.
Ya suficiente con escucharlo defenderla. Ya suficiente con haberla visto tan cercana a él. Lo único que me quedaba, por lo menos, era que no me viera llorar.

» ¿Mmm? ¿Sucede algo, bonita?

» Esto no puede seguir así, Albania. No consigo entender qué ha sucedido esta vez…

“No consigo entender…”
Qué va a entender…si siempre nos habla como si aún fueses una niña.
   ¡Ah!
Esta vez no aparecí sumergida en ningún lado. Observé alrededor, algo mareada tal vez por haber usado dos cánticos al mismo tiempo o por las cuatro copas que Nunita nunca habría aprobado. Había llegado a una habitación iluminada por cuatro débiles lámparas de gas en cada esquina, y repleta de estantes con botellas de vino. No estoy muy lejos: si no me equivoco es el pequeño bodegón frente al jardín, casi al finalizar el sendero que se abre al pie de la escalinata junto al balcón.
¿Esto es todo lo que vas a hacer? — la oí. Basta, no estoy de humor—. ¡Lo besó! ¡Ambas lo vimos! ¡LO BESÓ!
“Ambas” lo vimos. Ambas…ambas…porque yo, a diferencia de Loi, a diferencia de Anastasia, e inclusive a diferencia de la tal Nhyna, no era una, sino era dos…dos…
¿Como Alen, como Aniel?
No, claro que no. Porque él, como uno o como otro, nunca terminaba siendo tan repulsivo como yo.

»— ¡SILENCIO, ABERRACIÓN!

Hace mucho que las pesadillas ya dejaron de asustarme. Kalmiya, Sabnock, ellos ya no existían…
…pero todo lo que me obligaron a ver nunca se borró.
No vale la pena recordarlo. Fue hace mucho.
   No es el mejor consuelo — respondí desanimada.
Me buscaban a mí…
   A ambas…
Sentí algo húmedo al inicio del pecho: me encontré con algo de champán cubriendo mi piel y parte de mi precioso vestido, y la copa casi vacía con la brillante fresa en su interior. Probablemente fue cuando salí corriendo, o cuando le lancé la bofetada a la tal Nhyna, o cuando Aniel me tomó por las muñecas para “protegerla” a ella.
   Nunita va a enfadarse al sentir el aroma — musité decaída. Me había dicho que no bebiera más de dos copas, y yo también lo sabía perfectamente. Al inicio había sido solo para probar, ya que la señora Aldabella suele ser muy creativa con todo el asunto de la comida y la bebida, y las copas con fresas en su interior se veían deliciosas.
No sé en qué momento terminé una y empecé con la otra y así sucesivamente.
Dejé la copa sobre uno de los estantes y me senté en una pequeña banquita que ubiqué, dispuesta a tratar de quitar la horrible mancha y a relajarme un poco. Ojalá no hubiera dejado la bolsita de mano con el abuelo: ahí llevaba un pañuelo y algo de perfume que me hubiera servido.
Supongo que debería retornar al salón en un par de minutos más. Después de todo, el abuelo dijo que a medianoche debíamos retirarn...
   Dasaim— oí de algún lado. Me puse de pie, alarmada: salmo de revelación — loin figura.
¡No!
   Nec mátia… — inicié al ver mi barrera desvaneciéndose, pero…
   Ya no, Albania. Ya no.
…Aniel me atrapó por la muñeca con firmeza.
   ¡Ya te dije que…!
   Lo escuché claramente: “como siempre, nunca noto nada”. — El cuerpo me tembló al oírlo tan serio. Traté de soltarme pero no lo conseguí—. Y ya que pareces tan enfadada por cosas que “no noto”, vamos a sentarnos a charlar sobre eso.
   Estás perdiendo el tiempo, Aniel — sentencié indiferente. Recordé a la rubia, a su beso, y lo “tranquilo” que él estuvo al recibirlo—. ¿O tal vez debería decir “Alen”? ¿Qué haces aquí? A lo mejor todas tus admiradoras están sufriendo por no saber a dónde fuiste.
   ¿De qué estás hablando?
Los ojos miel le brillaron tenuemente por la escasa iluminación del lugar: se está enfadando, lo sé perfectamente; pero no me importa. Enfádate, ¡enfádate lo que quieras!
   No soy yo al que acaban de besar — declaré irónica.
   No estoy entendiendo absolutamente nada, Albania.
Primero con Corín, con todas las chicas que lo miraban embelesadas. Después Anastasia, y la rubia de ondas perfectas. E inclusive con mi Loi adorada.
Así era él, siempre lo ha sido: un coqueto, un horrible coqueto. Un horrible coqueto que andaba recibiendo halagos sin inmutarse; un horrible coqueto que andaba sonriéndole a todo el mundo y después fingiendo no comprender la conmoción que provocaba.
Un horrible coqueto que se había llevado mis tres primeros y únicos besos…
…y nunca se había atrevido a hablarme al respecto.
Fue inevitable: observé su boca. Recordé mi cumpleaños número trece, frente al columpio de Joan, minutos antes de que el vaisiux me llevara consigo.
No se lo dije, nunca lo mencioné; porque era obvio el porqué el coqueto nunca volvió a tocar el tema.
Aquel día yo tuve una especie de ataque del que solo recordaba algo mínimo; se lo oí decir a Nanael a aquella mariposa rosa y a toda la comitiva que solía rodear mi habitación: “ella se encargó por sí sola del vaisiux”.
No recordaba nada de eso, pero lo que sí tenía muy lúcida era la imagen de mis manos cubiertas de líquido negro viscoso, y mis labios repletos de sangre…
De sangre de Aniel.
Yo, ese día, traté de atacarlo.
Estúpido ángel de ojos de sol…
Yo, ese día…la exhibí a ella.
   ¿Qué sucedió? ¿Por qué atacaste a Nhyna?
No me hables como si fuera una niña.
No me hables como si fuera una bestia a la que hay que mantener tranquila.
   Albania…
Desde ese día, desde ese día…
Nunca tocamos el tema de aquel beso.
   Albania, ¡te estoy hablando!
Mi Loi querida…mi Loi querida es tan hermosa…
   Albania, vas a hablar o sino…
Tan hermosa que a ella sí podrías besarla de nuevo.
   ¡Albania!
Te comprendo, sé lo que estás pensando…
   Albania, acabas de abofetear a alguien que no te había hecho nada. ¿No crees que merezco una explicación?
Él vio la parte más real de nosotras. Esa que todos llaman “aberración”….
Vio a la aberración…
¿Cómo querer besar otra vez a algo tan horrendo?
   Albania, sigo esperando.
Espera…espera lo que quieras, horrendo coqueto, porque no pienso hablar. No pienso hablar de lo maravilloso que debe resultar ser besado por alguien tan hermosa como esa demonio de ondas rubias…
…no pienso hablar de lo terrible que ha de ser tener en tu memoria el haber besado a alguien como yo.

¨°*°*°*°¨

ANIEL

»— ¡No vuelvas a hacerlo! — fue todo lo que alcancé a escuchar de la voz que tan bien conocía…
…porque al segundo Nhyna estalló colérica. Y no era para menos, después de la bofetada que Albania le propinó sin motivo alguno.
»— ¡Tú…! ¡¿Te has atrevido a golpearme, niñata estúpida?!
Me quedé perplejo, no voy a negarlo. Uno porque ni siquiera noté el momento en el que llegó junto a nosotros, y dos porque ni yo mismo comprendía lo que acababa de suceder.
Nhyna aceptó retirarse sin reclamos. Traté de obtener una explicación, por mínima que sea, para comprender las razones que habían provocado todo eso.
Ella ya tiene casi dieciséis años, maldita sea. No puede seguir comportándose como una niña caprichosa porque es justamente lo que Nanael tanto le reprocha.
»— Volvemos a lo mismo de siempre, Albania. No consigo entender qué ha sucedido esta vez…
»— ¡Nada! ¡No ha sucedido nada! — me espetó airada—. ¡Como siempre, tú nunca notas nada!
¿Qué?
Y lo último que vi fue su cabello desapareciendo por las escalinatas que se abrían paso en el balcón, rumbo al inmenso jardín del edificio.
»— ¡Albania!
Traté de detenerla porque no íbamos a terminar discutiendo por un sinsentido de esa magnitud. Sin embargo la escuché claramente susurrarlo…
»— ¡Nec mátia, nec sensus!
»— ¡No!
…y desapareció antes de que pudiera atraparla.
¡¿Qué demonios le sucede?!
 Llegué hasta la primera planta y observé todo alrededor. ¡Me arrepiento enormemente de haberle enseñado ese maldito salmo de camuflaje!
» ¡Como siempre, tú nunca notas nada!
Entonces habla, niña. ¡Habla y dime qué cosa es lo que no entiendo!
Cálmate, cálmate, me pedí intranquilo. Ella me hace perder los papeles, a veces batallo con eso llamado paciencia por su culpa. Pero si ambos estamos así de ofuscados, nunca va a hablarse de la manera adecuada.
¿Y a hora a dónde fue?
Me desmaterialicé y retorné al salón. Los invitados seguían disfrutando la velada y Alcides Formerio charlaba muy animado con los esposos Leda. Seir se dio cuenta de mi presencia y me miró confundido:
   ¿Qué sucede, hermano? ¿Por qué no estás materializado? — me preguntó al llegar a mí y fingir tomar otra copa de la torre de cristal que adornaba la mesa principal.
   Estoy buscando a Albania.
   ¿Tu custodiada? — repitió moviendo los labios sutilmente, supongo que para evitar que lo vieran como un loco hablando solo—. Salió hace un rato, y tras ella el sujeto de allá atrás. No sé si guardará relación, pero él regreso hace unos minutos y bastante malhumorado.
Giré y di con Darío Traugott que efectivamente traía mala cara.
 Si ves que Alcides Formerio ya está por retirarse, avísame cuanto antes, ¿sí? — le pedí. Después de todo, no parecía darse cuenta de la ausencia de Albania y eso no le traería ningún problema a menos que ya fuera la hora de despedirse y no la hallara por ningún lado.
   Sí, no te preocupes. Te avisaré con anticipación.
   Gracias.
Se alejó bastante animado, rumbo a la zona en la que Loi y los gemelos Liberia conversaban.
Bueno, ya comprobé que por aquí no está.
Regresé al jardín y no sentí nada alrededor. Un salón, dos salones, tres, cuatro y varios pasillos más: ¡por el Todo, este lugar está repleto de habitaciones!
Volví al salón del que la vi huir y me concentré esmeradamente. No puede ser que no pueda ubicar a la que se supone recién está aprendiendo a dominar salmos.
Ella no va a ser tan desconsiderada como para dejar a su abuelo sin vestigios de su presencia; así que no debe andar muy lejos de aquí.
Deambulé por la estancia, tratando de ubicarla y comprendí lo obvio. Claro: se ha ocultado con el salmo de camuflaje y acto seguido se ha transportado. ¿Pero a dónde? ¿A dónde, niña revoltosa? ¿A dónde?
De un salto llegue al jardín y vislumbré tenuemente la silueta verde agua que me indicaba exactamente su ubicación. La distinguía borrosa y algo difusa por el nec mátia, nec sensus: está moviéndose, ahora acaba de sentarse. Escuché el palpitar de su corazón, casi sabiéndomelo de memoria, y después el suspiro que solía soltar cuando estaba enfadada y juraba que todo el mundo estaba equivocado menos ella.
Dieciséis malditos años…
Casi dieciséis años a su lado y aún parece que no llego a comprenderla.
» ¡Como siempre, tú nunca notas nada!
Cómo voy a notarlo si no me lo explicas.
Cuatro lámparas, botellas por aquí y por allá. El lugar exacto está al frente, en la primera estancia…
…¡exactamente aquí!
   Dasaim — y la veo ponerse de pie, asustada, descubierta — loin figura.
La silueta verde agua pierde lo difuso, el lugar se ilumina. La veo por completo, distingo un olor dulzón alrededor: ¿fresas? y antes de que re invoque el salmo quebrado, la detengo.
   Ya no, Albania. Ya no.
   ¡Ya te dije que…! — inicia pero la callo porque el que va a hablar ahora soy yo.
   Lo escuché claramente: “como siempre, nunca noto nada”. Y ya que pareces tan enfadada por cosas que “no noto”, vamos a sentarnos a charlar sobre eso.
No voy a perder los papeles, siempre evito hacerlo. ¡Pero es que a veces con ella es tan difícil!
   Estás perdiendo el tiempo, Aniel —aclara altiva. Cálmate, cálmate—. ¿O tal vez debería decir “Alen”? ¿Qué haces aquí? A lo mejor todas tus admiradoras andan sufriendo por no saber a dónde fuiste.
¿Qué?
   ¿De qué estás hablando? — repito sin tener ni la menor idea de sus palabras. Me observa, como si tuviera la culpa de todo alrededor y poco a poco la paciencia empieza a abandonarme.
   No soy yo al que acaban de besar — me lanzó fríamente.
   No estoy entendiendo absolutamente nada, Albania.
Seir vuela a mi mente: “¿Tu custodiada? Salió hace un rato, y tras ella el sujeto de allá atrás”.
Darío Traugott.
Todo esta escena… ¿toda esta escena tendría que ver con él?
   ¿Qué sucedió? ¿Por qué atacaste a Nhyna? — insisto.
Nanael dice que es impredecible, que la Original a veces domina sus pensamientos. ¡Estoy harto de decirle que no es así! ¡Harto de repetirle que Albania no es solo un contenedor!
Harto de tratar de demostrarle que es más que eso.
Pero ella a veces no ayuda comportándose de este modo.
   Albania…
Los ojos me observaron fijamente. Noté que se entrecerraron con enfado, tal vez hasta con algo de rencor.
   Albania, ¡te estoy hablando!
No responde. Se muerde los labios y aprieta los puños pero no dice más.
   Albania, vas a hablar o sino… — Me mira y a la vez no lo hace, como perdida en un mundo ajeno a este. No pierdas la paciencia, no la pierdas—. ¡Albania!
Las luces tintinean; ella parece retornar. Eleva las cejas, aburrida, y entonces lo comprendo.
Está haciéndolo, ¡como siempre está haciendo lo que Nuna ya le ha dicho que no haga!
Está, sencillamente, ignorando lo que no quiere escuchar.
   Albania, acabas de abofetear a alguien que no te había hecho nada. ¿No crees que merezco una explicación? — replico tenso, y por un momento las palabras de Nanael cobran sentido: «es caprichosa a morir, Aniel, y tú solo estás alimentando esa faceta suya»—. Albania, ¡maldita sea! ¡Me dices que nunca noto nada! ¡De acuerdo, lo acepto! Y a lo mejor estás en lo cierto, ¡pero el asunto es que nunca voy a terminar de comprenderte si no hablas!
   ¡¿Y qué quieres que te diga?! — me grita colérica, explotando por completo —. ¡No puedo hacer nada si te gusta andar seduciendo a la gente y yo no te importo nada!
   ¿Qué? ¿Has escuchado la sarta de tonterías que acabas de decir?
   Anastasia, Corín, y hasta la tal Nhyna. ¡Y mira que no estoy contando a todas las chicas del salón! ¡Y mucho menos a mi Loi querida!
   ¡¿Qué tiene que ver Loi en todo esto?!
   ¡Estabas coqueteando con ella! — ¿Qué está diciendo? —. Y no pongas ese gesto de sorpresa porque yo misma vi lo “atento” que estuviste con ella.
   Solo por si las dudas, te recuerdo que tú misma pediste eso. — Está loca, por el Todo, ¡está completamente loca! —. ¿No fue lo que nos dijiste a Seir y a mí? ¡Gremory y tú lo planearon así!
   ¡JAMÁS TE PEDÍ QUE FUERAS TAN SOCIABLE! — casi gritó —. Estabas sonriéndole a todo el mundo, hablando con todo el mundo. ¡Todas las chicas estaban prácticamente ofreciéndose en bandeja de plata para que las tomaras en cuenta!
No di crédito a ninguna de sus palabras: por todas las creaciones, no hay lógica en todo lo que está diciendo.
Entonces la veo tratar de calmarse. Se acomoda el cabello y eleva el brazo hasta el estante junto a ella. Sigo el recorrido de sus dedos hasta llegar a la copa que toma entre sí: está casi vacía y una solitaria fresa reposa en el fondo. Recuerdo que llevaba una cuando abofeteó a Nhyna.
El olor dulzón de hace un rato…
   Albania, ¿cuánto has bebido?
   No es de tu incumbencia — me responde indiferente.
   Nuna ya te ha dicho…
   Sé lo que Nunita dice, no tienes que repetírmelo, ¡gracias! — Trato de arrebatársela pero se va hacia atrás, tercamente, como siempre.
   Albania, dame esa maldita copa.
   ¡No estoy ebria si estás tratando de decir eso!
   ¡Te has puesto a pensar, si quiera, en lo que diría tu abuelo de verte en este estado!
   ¿En qué estado? ¡Aniel, estoy perfectamente bien! ¡Estoy harta de que piensen que no puedo comportarme! ¡Se lo dije al molesto de Darío Traugott — el nombre me fastidia, me irrita—, y ahora te lo repito a ti!
   ¿Pasó algo con ese sujeto?
   Te hubieras preocupado por eso antes.
   Albania, dame esa maldita copa. — Me mira, casi retándome, y se la lleva a los labios—. ¡Con un cuerno, Albania, dame la maldita copa!
Eleva las cejas, casi sin creerlo y rompe a reír, muy divertida:
   ¿Así que ahora también te enfadas como cualquier humano? ¿Qué será lo siguiente? ¿Sacar a bailar a todas las chicas que andan embobadas por ti?
   Ya fue suficiente. Vámonos. Volveremos al salón y tratarás de comportarte hasta que sea la hora de despedirnos.
   Vuelve a los brazos de tus admiradoras, Alen Forgeso. — Paciencia, paciencia—. Ya veré como regreso.
   Albania, es la última vez que…
   No tengo nada que hablar contigo, ¡volveré por mis propios medios! — responde y trata de irse.
¡Pero con un demonio, no va a dejarme así!
   ¡Estoy harto de estas escenas! — estallo yo también. Y sé que está mal y que no tengo derecho a hacerlo, porque no soy humano y solo ellos pueden dejarse dominar por eso que denominan emociones—. ¡Tienes casi dieciséis años, maldita sea! ¡Hasta cuándo vamos a seguir así!
   ¡Todo esto es por la bofetada que le di a tu amiguita, ¿verdad?!
   ¡Claro que sí! — bramo ya fuera de mí—. Nhyna no te había hecho nada. ¡No puedes atacar a alguien así, de la nada! Y cuando te pido explicaciones, ¿qué obtengo? ¡Nuevamente, nada! ¡NADA!
   ¡Déjame sola! ¡Solo quiero que me dejes sola! — Y los ojos le brillan, y me odio tanto porque lo que más detesto en el mundo es verla llorar—. ¡Así como lo hiciste cuando te llamé pidiendo auxilio, y nunca viniste por estar con esa horrible amiga tuya!
Se agita, los ojos le brillan más. Entonces noto el movimiento instintivo de su brazo derecho: está enrojecido, como si hubiera sido cogido con rudeza. Es imposible no notarlo porque casi vivo memorizándola día a día.
   ¿Sucedió algo con el hijo de Erasmo Traugott? — repito tratando de calmarme. La imagen de Nhyna retorna: ¿a dónde vas?
En ese momento yo la sentí: sentí que me llamaba.
   ¡Vete! ¡Ya te dije que regresaré sola!
   Me dices que “no noto nada”, ¡bien! ¡¿Qué quieres que note, maldita sea?! ¡No leo mentes, Albania!
Su brazo vulnerado, los ojos brillosos. El rostro de aquel sujeto me ataca y entonces ya no me contengo: ¿por qué grito? ¿Por ella que no habla? ¿Por mí que parece la he descuidado en un momento de vulnerabilidad?
¿O por Darío Traugott que anda muy pendiente de ella, y es uno de los que la quieren como esposa?
   ¡No voy a explicarte nada! ¡Déjame sola, Aniel! ¡Vete, lárgate con tu maldita amiga a la que sí le recibes todos los besos que quiera darte!
   ¡¿Qué?!
Entonces los ojos preciosos me miran, y una a una las palabras brotan. Yo mismo siento que me hundo lentamente.
 ¡Hace dos años me besaste! ¡Hace dos años, y nunca hablamos al respecto! ¡HACE DOS AÑOS Y NUNCA VOLVISTE A HACERLO!
El pasmo, el desconcierto: todo se desplegó en mi contra. Recuerdo la sensación que me atacó cuando vi a la joven sobre el columpio; el estremecimiento que me provocó comprobar de quién se trataba.
Y lo que fue aún peor: el sabor de una boca que yo no merecía haber probado.
   ¡Vete! — me espetó y sus puños trataron de empujarme —. ¡Vete y déjame sola! ¡Lárgate con la demonio esa y bésala lo que quieras!
   Albania…
   ¡Vete! ¡VETE, VETE! ¡Déjame sola! — Y comprobé con horror que los labios le temblaban, que los ojos habían abandonado el tono altivo y ahora solo revelaban angustia —. ¡Ya lo entendí! ¡Ya lo comprendí! ¡Quién en su sano juicio besaría a alguien como yo!
No digas eso…
   No soy Loi, no soy Anastasia, ¡no soy la rubia que te besó hoy! — No, claro que no. No eres ninguna —. ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé!
Escucho el reclamo, el manifiesto exteriorizado, y los ojos la vencen y empieza a llorar. Uno a uno escucho los adjetivos brotando: aberración, repulsiva, horrorosa, y lo que más temo empieza a visibilizarse.
Cada una de las palabras que más he odiado se presentan pero ahora en su propia boca. Los miedos, los temores, todo lo que quise evitar para ella en realidad sí llegó a tocarla, a marcarla, porque la tengo aquí, llorando, tratando de golpearme con puños que no lastiman; repitiendo que el vaisiux y Nanael tenían razón, y que no era anormal que alguien como yo solo hubiera querido borrar aquel pasaje de mis recuerdos.
Sí, claro que sí. Claro que quise borrarlo, desterrarlo…
…pero no por los motivos que ella creía.
La oí gritarme, odiarme, y entonces dejé de escucharla, otra vez. Solo la veía hablarme, pero ya no procesaba nada. Escuché miles de veces: “déjame, déjame”, y me topé con la horrible realidad de que no había forma de hacerlo. Y justamente fue por esto que nunca hablé de aquel beso a sus trece años…
…porque estaba sintiendo algo que se me estaba prohibido conocer.
   ¡DÉJAME SOLA! — me espetó y ya no pude más. Recordé cada uno de los rostros que la deseaban como esposa y el sonido de su violín en las tardes en Izhi. La sonrisa, los ojos, los gestos de enfado y engreimiento: todo, recordé todo lo que la convertía en ella misma y no aguanté. La oí gritarme una vez más, diciendo algo de que “podía hacer lo que se me viniera en gana con mi amiguita” y todo estalló con violencia; porque ahí, tácitamente…
…reconocí a ese mal llamado “celos”.
Celos…
Por mí.
Lo siguiente que escuché fue un quejido de su parte, su espalda chocando contra uno de los estantes. Traté de controlarme y no lastimarla, pero ni siquiera podía reconocerme en ese instante. Los besos no son rudos, los besos no son rudos...
Sin embargo ya la tenía ahí, aprisionada entre mi cuerpo y miles de botellas de vino que temblaron ante el choque.
¡Suéltala, suéltala!, gritó mi parte más racional; pero fue en vano, no la oí.
Ya estaba ahí, tratando de refrenar algo que sencillamente era imposible.
Ya estaba ahí, reencontrándome con su boca.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA

El recuerdo de todos los besos que tuve en mi vida se ubicaban en mis trece años. El primero fue un “gracias” después de obsequiar un chocolate, el segundo un roce que siempre guardé en secreto; y el tercero un grito de alivio frente al columpio de mi hermano bajo la luz de una tímida luna.
Mi cuarto beso se dio a los casi dieciséis. El cuarto, el quinto, el sexto, el séptimo, el octavo y el noveno también. Todos separados por apenas unos segundos e iniciados con una extraña rudeza que no me molestó en lo absoluto. Cada uno era el preámbulo para el siguiente, mucho más largo, más lento y también más profundo.
¿Qué pasó? Aún no me ubico por completo.
El corazón me palpitaba loco y el cuerpo me temblaba. En un momento dejé caer la copa que llevaba entre los dedos porque necesitaba tocar su cabello, su rostro, sus dedos. Me erguí lo más que pude, rogando que el contacto jamás se acabase, y cuando sentí sus manos aferrándose a mi cintura me estremecí, plagada de algo que estaba sintiendo con demasiada fuerza.
Me estoy hundiendo…me estoy hundiendo con él y algo tira con violencia de mí.
Rompimos el beso por unos segundos y me topé cara a cara con los ojos miel. El aire casi dejó de pasar porque sentía que hacía enormes esfuerzos por respirar. Me miró, algo consternado, y mi boca se abalanzó sobre la suya, esperando que comprendiera que buscaba, quería, más.
Sentí la dureza del estante clavándose contra mi espalda y se me escapó un quejido. El beso se rompió bruscamente, sus ojos me miraron preocupados. Hasta ahora ninguno había dicho nada, absolutamente nada, y sentí el miedo expandiéndose en sus pupilas. No, no me duele...no me duele…
Bajé la mirada a sus labios, a su cuello, y ubiqué el lugar en el que ella lo había besado. Cubrí la zona con mis dedos y froté, deseando borrar la horrible marca invisible, y entonces no sé bien qué pasó, porque así como obtuve mi quinto primer beso, también entregué el primero en el cuello.
Me puse de puntillas hasta alcanzar su altura y me entregué de lleno al aroma a sol y estrellas. Sentí los dedos de Aniel bajando a mi cintura, a mis caderas, y entonces mi sexto beso apareció. Él se inclinó, frotó suavemente su mejilla contra la mía y de su boca la mejor caricia brotó. Fue tanto lo que sentí que prácticamente me aferré a su cuello mientras sus labios me contaban cosas que las palabras nunca hubieran podido decir. Sentí la necesidad de pedirle que acelerara y a la vez fuera más lento, porque empezaba a sentir demasiadas cosas en la piel, en el cuerpo…y a cada nuevo beso la cercanía se me hacía cada vez más extensa.
Estábamos casi pegados el uno al otro, pero necesitaba sentirlo más, más…
   No… — se me escapó cuando trató de alejarse y el séptimo beso inició. Hundí los dedos en su cabello y algo majestuoso sucedió: lo oí como agotado, débil, jadeante, cuando me atreví a morder su labio inferior.
¿Qué es esto? ¿Por qué siento este dolor tan placentero?
   ¿Qué estoy…haciéndote? — murmuró y su voz me llenó de algo inexplicable. Me atreví a romper el beso solo para mirarlo a los ojos y sentí un mareo intenso atacándome de pies a cabeza. Recordé a Darío Traugott observándome, observando mi cuerpo, y entonces me pregunté algo muy curioso.
Aniel…¿Aniel también podría mirarme así?
Me erguí nuevamente y lo obligué a mirarme los ojos. Acaricié sus mejillas, sus labios, y entonces yo misma bajé la mirada. Noté que él siguió la misma ruta de mis ojos, y entonces la respiración se le agitó.
Sí…
Algo tremendamente intenso se apoderó de mí. No sé si fue el champán o todo en sí, pero me atreví a tomarlo por el cuello e iniciar el octavo beso. Una de mis manos se deslizó por su pecho y entonces todo empezó a descontrolarse.
Sentí mi cuerpo chocando contra el muro de al lado, el beso expandiéndose con más fuerza que nunca…
…y una calidez embriagante atacando por el frente.
Aniel rompió el beso bruscamente, completamente agobiado. Quiso alejarse pero no lo dejé…
¿Qué es? Estoy sintiéndolo…estoy sintiéndote…
El noveno beso inició: no se pareció en nada a los anteriores. Tal vez porque esta vez sentí el cuerpo de Aniel chocando contra el mío; y porque misteriosamente una parte de mí quería sentirlo dentro, tocando, explorando
   ¡Herman…! ¡Ay, por Decarabia!
¡CRASH!
El estruendo rellenó todo; yo misma solté un grito del susto.
Aniel me soltó bruscamente y miró alrededor, casi espantado.
   Ehh…bueno, yo solo venía… — El demonio que había venido con ellos, Seir (o Tarek, como lo llamaban todos), acababa de aparecer y había empujado sin querer varias botellas de vino que se estrellaron contra el piso.
Todo el ambiente se sentía excesivamente caluroso, ahora que lo noto.
   Yo solo vine a cumplir con mi parte, hermano: avisarte cuando Alcides Formerio estuviera a punto de buscar a su nieta. — ¡Dios, el abuelo! —. Aún no ha dicho que ya se va, pero lo vi bostezar así que probablemente en cualquier momento diga que…
   Sí, gracias, Seir — resumió él, incómodo.
   Nunca he sido de los entrometidos, así que disculpen si interrump…
   ¡Ya, gracias Seir! — repitió Aniel. Quise decir algo pero Gremory apareció, viéndose como la abuela Forgeso, y repitiendo que mi abuelo había empezado a preguntar discretamente por mí pero que ella le había dicho que me había visto en el tocador de damas.
   ¡Pero qué te pasó en el vestido, preciosa! — Se acercó y con un toque lo dejó como nuevo. Se lo agradecí profundamente y me obligó a irme con ella para evitar inconvenientes.
Regresé al salón, algo aturdida y como en las nubes.
Aniel…Aniel y yo…             
Loi me miró con curiosidad. No pude evitar sentirme tan mal al haberme enfadado por un plan que yo misma había trazado.
   Albania, ¿qué pasó? — me preguntó en voz bajita en el coche, pero no encontré las palabras para responderle.
Esa noche le di las buenas noches al abuelo y a Nunita, que dijo verme más risueña de lo normal. Me acurruqué entre las sábanas y traté de no perderme en mis propias sensaciones cada vez que recordaba lo que pasó en la bodega del Teller.
Quise hablar con él, esta vez sí dejar las cosas claras en vez de dejarlo pasar como cuando tenía trece años.
Sin embargo no apareció: ni ese día, ni al siguiente, ni al posterior.
 Está ocupado — me resumió Nanael al preguntárselo—. Creo que estar rodeado de tantos humanos lo ha aturdido un poco. Está descansando en nuestro lugar de origen. Ya les había advertido que no era una buena idea.
¿Eh?
Quise comprenderlo, pero no había modo de hacerlo sin hablar con él.
¿Por qué no practicas lo que tanto profesas? “Cómo entender al otro si no hablas…”.
Al sexto día ya no había modo de esperar más explicaciones; el abuelo vino y dijo: «mañana partimos a Ampelio. Espero que estés lista, hija».
Estaba lista, abuelo.
Pero parecía que él no…

¨°*°*°*°¨

ANIEL

No había forma de verla. No podía plantarme frente a ella y explicarle detalle a detalle las disculpas que tenía para ofrecerle, porque ni yo mismo entendía cómo fue que me atreví a hacer todo lo que hice en ese momento.
No me despedí de nadie. Yo simplemente desaparecí de esa bodega y prácticamente volé a Izhi.
Seir se lo tomó a broma. Al regreso no paró de reír, y si bien tuvo la cortesía de no mencionarle nada a Gremory, aun así no dejó de parlotear al respecto cuando me vio salir chorreando de agua, después de terminar arrojándome por los precipicios, rumbo al mar.
»— No sé por qué te asustas tanto, hermano. Lo que te ha pasado es normal. — No, no era normal. No era nada normal—. Estar materializado significa “sentir” como humano, y tu cuerpo sencillamente ha actuado como el de uno más.
Es que ahí está el error. Yo no soy un humano más.
»— El Todo es muy curioso con respecto a sus decisiones. A algunos nos otorga una forma y a otros otra, y cuando decidimos materializarnos éstas se adaptan a la naturaleza humana.
No, toda esta charla me tiene sin cuidado.
Estaba mal, lo que hice estuvo mal.
»— No tendrías por qué avergonzarte: es algo muy natural. — Me dejé caer sobre la hierba, con la luna brillando intensamente sobre mí y los ropajes que habíamos sacado prestados de aquella sastrería completamente estropeados; pero en este momento no me importó. Era lo último que me importaba—. Tranquilo, hermano. Lo que has tenido ha sido una simple y muy inoportuna erección. Nada más.
¿Qué…?
»— Aunque no sé qué tan “inoportuna” haya sido, porque el ambiente ahí estaba muy animado.
Me puse de pie, perplejo, y lo dejé hablando solo. Sentí que el mundo empezó a resquebrajarse poco a poco, porque lo que Seir había dicho tenía y a la vez no tenía sentido alguno.
Sé lo que significan cada una de sus palabras: no soy humano pero tampoco un ángel que no conoce términos que se aplican a su cotidianidad.
Lo que Seir acababa de decir se relacionaba pura y llanamente al deseo…
…al deseo carnal…
Al deseo sexual.
No, Albania

¿Cómo me atreví a hacerlo?



¨°*°*°*°¨

JAJAJAJAJA NO SABEN CÓMO ME HE DIVERTIDO ESCRIBIENDO ESTE CAPÍTULO.

Puntos al aire porque sí y para ya no aburrirlos:
  • Somak ES importante, really.
  • Nhyna no solo quiere comerse a Aniel, a mí eso me huele a algo más…
  • Valak no deja de romperme el corazón.
  • Gremory es demasiado estupenda!
  • Acabamos de ver una especie de indicio de la futura amistad de Alen y Tarek. Y sí, los diferencio porque Aniel y Seir no son exactamente ellos (aunque en términos prácticos sí, pero en experiencias y en vidas no, pero bueno…ojalá me entiendan).
  • AMÉ este capítulo, no sé ustedes.
  • Los quiero, prometo no demorar mucho para el 13 (porque el asunto ya se puso intenso ojojojo).


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