NOCHE XII - Noches de insomnio
NOCHE XII
Sisa
Recuerdo que la primera vez que Marcus me besó ambos juramos que jamás lo olvidaríamos. Y
creo que fue algo que no iba a costarnos demasiado, porque el hecho de
golpearnos la cabeza con la del otro ya de por sí hacía “único e inolvidable”
el asunto.
Después de la dolorosa punzada en la frente, nos miramos
confundidos y rompimos a reír con fuerza. Me dijo que era un completo fiasco
para esas cosas y yo le respondí que no era el único en la habitación que se
sentía de esa manera.
Entonces me sonrió, me tomó por el mentón y posó sus labios sobre
los míos.
Así fue mi primer beso: dulce y suave, con un chico que me repetía
miles de veces que no entendía por qué había aceptado estar con él. Con un
chico que me mostró lo especial y maravilloso que era.
Y la puerta se abrió, el abuelo entró diciendo que ya era muy
tarde y el “flacucho chico de gafas” ya debía irse a casa. Marcus se puso de
pie de un tiro y prácticamente salió como una flecha, temiendo que el abuelo
Cides hubiese sido testigo de la escena y llamara a su amiga “la escopeta” para
despedirlo.
Creo que puedo contar todas las veces que nos besamos en todo el
tiempo que duró nuestra relación, porque ambos éramos tan torpes con ese asunto
que preferimos reducirlos a la cantidad mínima. Además, en parte creo que todo
se resumió a una relación de noviazgo en la que ambas partes eran más “mejores
amigos” que “novios”.
Mientras algunas de mis amigas salían al cine a ver películas
románticas con sus parejas para terminar en una sesión de besos en la
oscuridad, Marcus y yo preferíamos entrar a ver alguna de acción o
ciencia ficción. Incluso nos inclinábamos por las de terror, porque era un pasatiempo increíble contemplar a los espectadores cada vez
que gritaban al borde del colapso.
»— ¡Jajajajajajaja! ¡¿Pero por qué se asustan tanto si esa sangre
no puede verse más falsa?! — exclamaba él mientras yo me retorcía de la risa a
su lado.
Y después la gente empezaba a reclamar que guardáramos silencio en
medio de una lluvia de rosetas de maíz, y ambos hacíamos esfuerzos enormes para
evitar revolcarnos de la risa.
Marcus Leda era para mí el chico atento que te sonríe tímidamente
cuando llegas a la escuela; pero cuando empezamos a salir algo cambió en él. O
tal vez lo correcto era decir que mi perspectiva sobre él cambió. Conocí a ese
Marcus divertido, lleno de historias que él mismo inventaba y con las que
quería escribir libros. A ese Marcus que a veces se sentaba frente al piano de
su padre, y dejaba que sus dedos flotaran con delicadeza y llenaran el ambiente
de notas increíblemente hermosas.
Marcus era casi el chico ideal: novio y amigo. Y los
meses que estuvimos juntos realmente fueron maravillosos.
Pero…
Pero aun así...aun con todas esas sensaciones de deslumbramiento
que me produjo conocer partes de él que nadie más conocía; aun con toda esa
alegría que me embargaba el saber que estaba con un chico que valía muchísimo,
un beso jamás me llenó de tantas cosas como el de ahora.
Tal vez porque nunca llegué a sentir por él más que un enorme
cariño fraternal.
Tal vez porque no pude enamorarme de él.
Y ahora…
Alen Forgeso…
Alen Forgeso es un
ángel.
Estoy besando a un ángel.
Intenté abrir los ojos cuando nuestros labios se separaron, pero
fue imposible. Es más, ni siquiera pude estar demasiado tiempo alejada de su
boca porque casi al segundo me acerqué a él con desesperación y caímos en uno nuevo.
Se me escapó un suspiro cuando se aferró con más fuerza a mi
cintura y sus dedos y los míos se entrelazaron con fuerza, como si bailáramos
una especie de vals mudo. Como si fuéramos
solo él y yo en el mundo: nada más importaba. Era como evocar la imagen de
alguien que ha vagado por la oscuridad sin saber qué camino tomar, y de repente
una luz intensa lo rodea, le grita que avance por sus senderos, que se deje
llevar porque ahora todo está en su lugar.
»— ¿Te has encontrado con
versos que dicen cuán espléndido es el placer producido por un beso?
Sí…sí me he encontrado con palabras que evocan a las caricias como
sensaciones divinas, pero tengo que admitir que leerlo es nada a comparación de
sentirlo.
Sentí la calidez de su cuerpo envolviendo por completo al mío. La
sensación de comodidad tan conocida y a la vez tan nueva, atrofiándome los
sentidos.
Dios…me estoy perdiendo. Me estoy perdiendo a mí misma y solo por
un beso.
Nos separamos y en ese lapsus sus ojos se encontraron con los
míos: lo miel había desaparecido, solo quedaba violeta eléctrico, desafiando
incluso a la luz de la luna. Estaba igual de agitado que yo, con los labios a
escasos centímetros de los míos, con su pecho rozando el mío...
Entonces no sé lo que pasó porque él parpadeó, como volviendo en
sí, y después un sonido estridente llenó mi habitación.
¡BROM!
Di un pequeño respingo en mi sitio, algo espantada, cuando lo
encontré muy lejos de mi alcance, casi agazapado en la pared de en frente.
Los ojos violeta me observaron llenos de conmoción.
—
A…Alen…
—
Lo…lo siento mucho — me respondió
pasmado.
Quise decir algo más, pero en ese momento las luces del pasadizo
se encendieron, y la puerta de mi habitación se abrió.
—
¿Qué sucede? — Giré, llena
de pánico, cuando Gisell apareció en camisón claramente disgustada. Parecía que
acababa de despertar.
—
¡Yo…pue-puedo explicarlo! —
dije rápidamente.
—
¿Ah, sí? Pues empieza. Ha
sonado como si hubiesen lanzado algo muy pesado contra la pared — me reprochó
fastidiada. Giré de reojo, esperando que Alen hubiera cambiado el color de sus
ojos para iniciar una buena excusa, pero prácticamente se me cayó la mandíbula
cuando no vi a nadie en donde estaba antes.
Literalmente había desaparecido.
—
¿Qué ha pasado? Habla —
insistió Gisell.
Corín apareció con el ceño muy fruncido, igual de fastidiada por el
repentino despertar:
—
Mamá, ¿qué sucede? Sonó
como si derribaran la pared.
—
Es lo que yo también estoy
preguntando. — Tragué despacio ante la mirada inquisidora —. ¿Y bien?
—
Yo…yo… ¡Me caí de la cama!
— exclamé atrapando la primera idea cuerda que se me cruzó por la mente —. ¡Me he dado un buen golpe con el piso, pero ya estoy
bien! ¡Ven! ¡No pasa nada! ¡Ni siquiera me ha dolido!
—
¿Ah? — Ambas me miraron
como si estuviera loca, pero como a la curiosidad le ganaba el sueño, me
creyeron y se fueron a dormir.
Cerraron la puerta de mi habitación y recién caí en la cuenta de
todo.
¿Qué…?
¡¿Qué acaba de suceder?!
« Lo besaste»
¡Cómo se me ocurrió besarlo!
Verifiqué que no estuviera por ningún lado y me acurruqué en mi
cama.
“Inalcanzable”, retumbó en mi mente. Se me encogió el abdomen ante el pensamiento;
giré y me quedé observando el techo. Elevé una mano, como intentando tocarlo,
pero fue imposible, estaba muy lejos…
Inalcanzable, como las estrellas…como el Sol.
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Alen
Mierda, mierda, mierda, mierda, ¡mierda! ¡¿En qué estaba
pensando?!
Salí del mar chorreando de agua y mojado hasta los huesos. Evité
acercarme mucho a la playa de al lado porque parecía que había una fogata
encendida, lo que significaba que había humanos acampando o algo por el estilo.
¿Cómo demonios se me ocurrió besarla? Evidentemente ella había
recordado las palabras de Tarek sobre mi naturaleza algo predispuesta a los
placeres sensoriales, y había asociado la situación con lo del beso que me vio
compartiendo con Nhyna. Lo había hecho porque me veía en mal estado, ¡y ella
tiene la mala costumbre de querer ayudar a todo el mundo!
Un beso, una caricia… A veces hasta una
simple risa, una lágrima, esas cosas que parecen minúsculas pero que tienen
muchas emociones en ellas me alimentan. El sonido de su violín es un ejemplo de
ello. No sé qué hay en él, o en los dedos de ella, que ni bien percibo una nota
automáticamente me siento más vivo que nunca. Pero un beso…
Jamás se me había pasado por la cabeza que un beso… ¡un solo
beso!, podía dejarme tan…tan…
« ¿Tan qué? ¿Alterado? ¿Nervioso? ¿Asustado?»
Ansioso.
« ¿Quieres más? ¿Es eso?»
¡Claro que no!
¡PAM!
Me recosté sobre uno de los árboles con más fuerza de la
necesaria, y varias aves que dormitaban en él despegaron, completamente
aterradas. Un par de gritos vinieron desde la playa: seguramente el grupo de
humanos ha oído el estruendo que he provocado sobre este pobre árbol, que no tenía
la culpa de que yo no pueda controlar, y mucho menos interpretar, ciertas
emociones humanas que me embargan. Es complicado vivir dentro de este cuerpo,
porque por alguna jodida razón los terrenales tienden a ser felices y después
pasar a estar enfadados o tristes o confundidos en menos tiempo del que uno
cree capaz. Y es por todo lo caótico que me parece esta naturaleza, que aún no
puedo adaptarme completamente a ella.
El viento pasó silbando junto a mí y trajo el aroma del agua
salada. Un par de olas acababan de chocar con fuerza contra las rocas.
Aún sentía sus dedos entrelazados con los míos: era extraño cómo
la calidez de otra persona puede llenarte de tanta paz al menor roce. Solía
tomar a Naina por la mano, a veces Marissa también lo hacía conmigo, pero era
la primera vez que sentía esta peculiar sensación de comodidad.
Y también era la primera vez que me pareció que la cercanía entre
cuerpos resultaba peculiarmente agradable.
¿Qué me sucede? ¿Por qué siento que el corazón me está latiendo con demasiada fuerza? Como si corriera huyendo vehementemente.
Los besos…los besos son de las caricias humanas más placenteras,
intensas e inexplicables, es por eso que me gustan mucho. Pero el último…
Besarla…besarla había sido casi como beber agua después de haber
estado vagando por el desierto por meses, en búsqueda de un vestigio de
esperanza. Y claro que sé lo que se siente aquello: mi cuarta vida… solo…en el desierto. Y algo igual de
desconcertante fue que mientras la besaba, la sentí encogerse, suspirar, y
después una emoción abrumadora la rodeó por completo. Nunca me había topado con
un sentimiento de ese tipo, por eso no pude reconocerlo. Era como una ola llena
de ansiedad, nerviosismo… Había algo fuerte que no pude interpretar, tal vez
también un poco de miedo.
Miedo…
Seguramente la he asustado porque tampoco fue como si la hubiera
besado con toda la delicadeza del mundo.
¿Por qué lo hice? ¿Por qué?
«Estabas débil, necesitabas alimentarte »
Seguramente fue por eso. Sí, sí.
Para cuando me di cuenta ya estaba caminando por las calles
solitarias de la ciudad. Oí un par de gritos y golpes sordos: genial, estoy de
un humor terrible y este grupo de humanos no ha podido escoger mejor momento para
ponerse a golpear a otro.
¿Cómo les dicen? ¿Pandillas?
Huele a alcohol: encima están ebrios.
—
¡Joder, no es tu puto
problema! — me grita uno de ellos cuando paso y levanto
del piso al pobre sujeto al que golpeaban sin piedad.
Le digo que se vaya con cuidado; dos se acercan con evidentes
ganas de convertirme en el nuevo objeto de golpiza. Sé que cuando me vaya tal
vez agarren a otro humano así que para ahorrarle el mal rato a la futura
víctima, uno a uno, a medida que se van acercando para golpearme, los toco en
la nuca y los desmayo porque ni siquiera tengo ganas de pelear. Es más, nunca
tengo ganas de hacerlo: es horrible. Los humanos pueden entenderse hablando,
pero por algún estúpido motivo una buena parte de ellos prefieren arreglarse a
golpes.
Listo. Por lo menos esta noche no serán peligrosos. Los observo
recostados en la acera, indefensos: no pasan de los veinte años. Deberían estar
durmiendo tranquilamente en sus casas y no dando tantos problemas.
Como ella...
¡Basta!
—
¿Alen? ¡Alen! — Elevé la
mirada y me encontré a Tarek observándome con curiosidad.
Vi alrededor y comprendí que ya había retornado al departamento.
¿Cómo? Es algo que yo también quisiera saber.
Caminé hasta el sofá y me dejé caer con toda la ropa mojada.
—
¿Qué pasó? ¿Te encontraste
con Berith o algo? — Negué con la cabeza porque sentía que los labios aún me ardían,
que todo el cuerpo me vibraba quién sabe por qué maldito motivo—. Oye, tus
ojos…
No entendí a qué se refería; pero se perdió en su habitación y
después volvió para pasarme un objeto rectangular, eso que llaman espejo.
Lo tomé algo confundido y después observé mi reflejo.
¿Pero qué…?
—
¿Qué pasa? ¿No puedes
cambiarlos?
Mis ojos seguían de color violeta. Me pregunto cómo es que los
humanos a los que desmayé antes no se aterraron.
Ah sí, prácticamente nadaban en alcohol.
—
¿Qué hiciste antes de venir
aquí? — me preguntó Tarek desconcertado.
—
Nada — respondí a la
defensiva.
—
¿Fuiste a ver a Bellota?
—
Sí, tiene razón: no sueña —
resumí incómodo.
—
¿Y después?
—
Vine aquí. Antes desmayé a
un grupo de humanos; estaban dando problemas.
—
¿Por qué estás mojado?
—
Fui a Izhi.
—
Y te lanzaste — sentenció.
Volteé a verlo ante su tono de superioridad y después me sonrió—. ¿Pasó algo
con ella?
—
¡Claro que no! — repliqué
bruscamente. Tarek me lanzó una mirada llena de suspicacia—. ¿Qué te pasa? ¿Por
qué me miras así?
—
Nada, digo que es muy
extraño que tus ojos sigan de color violeta. Es como si algo te hubiera
transmitido mucha energía, no sé. Es solo una suposición mía.
—
¿Y por qué incluyes a Sisa
en esto? — pregunté tenso.
—
Pues porque ibas a estar
con ella verificando sus sueños, ¿por qué más sino? — Fue como un baldazo de
agua helada directo hacia mí, porque el único idiota que andaba delatándose era
yo—. No te enfades. A veces ese humorcito de ángel/humano bipolar que te mandas
hace que quiera asesinarte.
Torcí el gesto y volví a mi sitio en el sofá:
—
Lo siento, no quería
hablarte de ese modo — me disculpé, fastidiado conmigo mismo.
—
Pierde cuidado, ya estoy
acostumbrado. La oveja a veces se pone malgeniada — añadió riendo un tanto. No tenía
ni ganas de reprocharle nada.
—
¿Estabas de salida? — le
pregunté al verlo con la chaqueta de cuero puesta.
—
Oh, en realidad ya regresé.
Fui a…bueno, ver un par de asuntos. — Elevó las cejas, de buen humor y me
tendió una caja de color negro. Lo miré sin comprender—. Como estabas algo
débil por lo del bloqueo te traje
esto. — Destapó la cubierta y me encontré con cuatro filas, cada una con cuatro
cubos de chocolate glaseados—. Pero ya que te veo muy lleno de energía tal vez
ya no sean necesari…
—
Tarek… — advertí ante el
tonito divertido: él sabe cuánto me gustan y disfruta poniéndome en estas
situaciones.
—
Pero pueden ser
completamente tuyos... ¡si me dices que me amas! — me dijo cantarinamente.
—
Olvídalo, iré por un par yo
mismo.
—
¡Imbécil! Uno que piensa en
ti y a ti que ni te importa. — Me aventó la caja de bombones y después se tiró
sobre el sofá individual, soltando un largo suspiro.
—
¿Y ahora qué te pasa? ¿En
serio quieres que te diga que te quiero? — le pregunté divertido.
—
¿Sabes? Realmente…realmente
quisiera poder leer los pensamientos de las personas, o por lo menos ver los
sueños. Ustedes sí pueden, ¿verdad?
—
Leer los pensamientos de
los humanos solo es posible hasta que tienen doce años. Y los sueños…bueno, eso
sí se puede. ¿Por qué? — indagué con curiosidad, ya por el tercer bombón:
estaban muy buenos.
Tarek se estiró un tanto y volvió a suspirar:
—
Acabo de verla, estaba
dormida. Es un espectáculo verla dormida, hermano —me dijo maravillado —.
Parecía una de esas princesas de cuento de las que tanto hablan los humanos. Su
largo cabello cubría parte de su rostro; una de sus manos reposaba sobre su
mejilla, y la otra caía con delicadeza fuera de su cama. Meciéndose con
suavidad, como bailando.
Elevé una ceja, preguntándome si Tarek habría comenzado a consumir
drogas o algo por el estilo.
—
¿De qué hablas? ¿Estabas
soñando o qué? —pregunté sin comprender—. Y si es alcohol, ya te he dicho que
no abuses de él. De por sí tú ya estás algo descontrolado así que meterte
sustancias que alteran los sentidos…
—
No estoy ebrio, imbécil.
Hablo de la princesa de piel canela. — Rodé los ojos, ya entendiendo el punto—.
Olvidé contarte que ayer descubrí que su nana y su hermano mayor la llaman
Marion; y Bellota ya me respondió indirectamente por qué llega tarde a casa
algunas veces: practica ballet. Cuando está de buen humor enciende el equipo y
se pone a bailar graciosamente mientras ordena sus cosas para la escuela. Es
bellísima, preciosa, y está tan llena de vida.
Sabía que cada palabra que Tarek pronunciaba era completamente
sincera (después de todo ningún errante puede mentir), y no era la primera vez
que me comentaba sobre su travesía por saber más de esa chica, pero ya era
momento de aclarar las cosas.
—
Tarek, escúchame: ni se te
ocurra acercarte a ella —advertí, pero estaba tan ensimismado que me pasó por
alto.
—
Como dijiste que irías a
verificar los sueños de Bellota, pensé que sería una buena idea pasar a ver a
la princesa. Sé que repruebas que no pida permiso, pero no pude evitarlo.
Estaba soñando y mientras la veía sonrió así, sin abrir los ojos. Por un
momento pensé que lo hacía por mí…
Movió una mano con velocidad, y los ventanales del balcón se
abrieron ante su orden. El viento sopló con fuerza entre nosotros, y su voz
sonó tan llena de emoción que por un momento me vi a mí mismo hace un rato,
sentado frente a ella, que respiraba
bajito y traía el cabello avellana desordenado.
—
Entonces soltó una pequeña
risa…pero después una lágrima se le escapó.
—
¿Lloraba? — pregunté
extrañado.
—
Sí, Alen: lloraba. La
princesa lloraba; no sé por qué. Su bonita sonrisa se hizo dolorosa y después
empezó a llorar. Me acerqué a ella, pero en ese momento abrió los ojos y tuve
que salir a todo escape. No, no me vio — añadió ante mi ceño fruncido—. ¿Por
qué lloraría, hermano? Ustedes son mejores para entender esas cosas.
—
No lo sé. Tal vez un mal
sueño, o un mal recuerdo de esta vida…o tal vez de otra — respondí recordando a
Naina y las imágenes sobre multitudes y fuego que la atormentaban.
—
Un mal recuerdo…
Se quedó en silencio y la verdad me sorprendió verlo tan metido en
sus pensamientos, porque él no suele ser de los que invierten demasiado tiempo
en reflexiones.
Pero porque es mi amigo, sé perfectamente cómo de juguetona es su
naturaleza. He visto a Tarek perseguir a sinfines de chicas hasta que terminan
cayendo en sus brazos, y después despedirlas con una sonrisa risueña mientras
les promete el tenerlas en su memoria como el “amor de su vida”. Pero ambos
sabemos que ese famoso “amor” del que tanto hemos escuchado es uno al que no
hemos tenido el placer de conocer. Y dudo mucho que lo hagamos en un futuro, o
por lo menos en mi caso, ya que estoy plenamente seguro de que no soy una
existencia diseñada para amar.
Y es por todo eso que esta vez no voy a permitir que continúe. Con
Loi Amira no.
—
Tarek, escucha, ya te he
dicho que no me interesa en lo absoluto lo que hagas con tu vida. Eres dueño y
señor de ella, y puedes conquistar a todas las chicas que se te antojen
mientras ellas estén dispuestas a aceptarte; pero por esta vez…solo por esta vez
sé más prudente y aléjate de esa chica — le pedí seriamente.
—
¿Qué? ¿Por qué me dices
eso? — me preguntó desconcertado.
—
Es amiga de Sisa. Es la
misma que practica ballet, ¿verdad? ¿Loi? — Asintió—. Bueno, siempre que
Bellota habla de ella se llena de muchas emociones: gratitud, cariño,
protección; así que, por favor, si vas a salirme con que solo quieres acostarte
con ella, te voy advirtiendo que te mataré si sigues con el jueguito este.
—
Yo…yo… — Por un momento se
quedó en silencio, concentrado, como pensándolo.
—
¿Qué pasa?
—
Yo no sé lo que quiero —
murmuró —. Es mi naturaleza. No puedo pelear contra mí mismo cuando algo me
llama mucho la atención, lo sabes de sobra.
—
Sí, pero por favor, intenta
pensar que también lastimarás a Sisa si lastimas a su amiga.
Aguardé su respuesta; por un momento percibí cierta confusión
dentro de él.
—
¿Tarek?
—
No sé, no sé lo que quiero.
Ya sabes que nosotros somos más complicados que ustedes. — Se me frunció el
ceño ante tamaña respuesta: era sincero, sí, pero aun así no me parecía
correcto —. Además…no estoy seguro de si lo que acabas de decirme sea lo que
estoy sintiendo. Lastimar a la princesa es algo que no me suena…agradable
Me quité la camiseta mojada y retorné con una muda de ropa seca.
Me comí el noveno bombón.
—
Alen…
—
¿Mmm? — Me acerqué y lo
encontré en el balcón—. ¿Qué sucede?
—
Una vez me dijiste que
cuando viste la luna por primera vez, recién comprendiste el significado de
“belleza”, ¿verdad?
—
Pensé que era un agujero,
pero después sí. Es más, sigue pareciéndome muy hermosa.
—
Y fue la primera vez que
pensaste que algo podía ser muy bello, ¿verdad?
Asentí, aún desconcertado.
—
¿Entonces debo llamarla a
ella “mi luna”?
Lo miré, un tanto sorprendido, porque esa sonrisa estaba tan llena
de algo que nunca antes había visto en él.
¿Deslumbramiento?
Tarek siempre anda repitiendo lo hermosas que le parecen las
chicas, pero es la primera vez que siento que su percepción no está basada solo
en algo externo.
Está siendo atraído por algo más fuerte…por algo interior.
—
Tu luna es nada a
comparación de la mía. La tuya es pálida y parece no moverse para nada. La mía
tiene piel canela, está llena de vida, llena de una fuerza que entre los suyos
ya de por sí es notoria. Y no puede estarse quieta: siempre sonriendo, siempre
bailando. — Y sus ojos llenos de ilusión me atacaron con brusquedad.
¿Qué es este matiz emocional? Supuestamente puedo leer a la
perfección toda emoción en cualquier ser.
Pero este…este es uno que no logro reconocer de manera exacta.
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Sisa
—
¡SISA!
—
¡AHH!
¡BRAUIMM!
¡Ay! ¡Mi violín!
Me agaché de un tiro y lo tomé con velocidad ante el resueno de
las cuerdas. Pobrecito, se ha dado un buen porrazo con el suelo.
—
¿Puedo saber qué te
sucede? — me preguntó Loi severamente desde el sofá. Se puso de pie y retrocedí
por inercia ante su ceño disgustado—. Tenemos menos de una semana para enviar
la grabación y tú estás como en otro mundo desde el lunes. ¡¿Sisa, qué demonios
te pasa?!
Estábamos en la habitación que usaba su papá para escuchar música.
Igual que toda su casa tenía una decoración muy clásica: muebles de caoba y enormes
lámparas de cristal que contrastaban con todo el equipo de última tecnología
que usaba el señor Gustav para sentarse a escuchar un buen par de discos.
Aunque bueno, la descripción del lugar era lo último tomando en
cuenta la mirada asesina que tenía Loi en este momento.
Mirada que realmente merezco.
—
Nada, Loi, solo...solo
estoy algo...algo distraída.
—
¿Algo? Bellota, ¡ayer te
metiste a otro salón! Si el profesor Ademar no te hubiera visto habrías pasado
todo el día en la sección de Zara Lagares — añadió Etel conteniendo una risa.
Bueno, ya, estoy bastante distraída.
—
¿Ha pasado algo en tu casa?
— me preguntó Tomas. Negué con la cabeza—. ¿Entonces?
No sé…es extraño. No puedo concentrarme bien desde…
Desde la vez en la que él y yo…
—
¿Eh? ¿Por qué te estás
sonrojan…? ¡Oye, pero si pareces un foquito de navidad, Bellota! — exclamó Etel
llena de sorpresa.
—
Es…es que creo que me va a
dar gripe — improvisé rápidamente.
Sentía que estaba poniéndome aún más colorada por las miradas
curiosas, así que retrocedí y me dejé caer sobre el otro sofá. Agotada y enojada
conmigo misma.
—
Te traeré algo de agua — se
ofreció Tomas con amabilidad y salió rumbo a la cocina.
—
No pues, esto es grave,
Bellota. ¿Qué sucede? — me preguntó Loi—.
Si no se trata de la loca de Gisell y su loquita, entonces…
—
Realmente estoy bien, creo
que solo es cansanc…
—
¿Alen? — dijo Etel y pegué un
brinco en el sofá de manera inconsciente. Los ojos de ambas se abrieron
inconmensurablemente—: ¡¿Tiene que ver con él?!
—
¡No! ¡Cla-claro que n…!
—
¡Pasó algo entre ustedes,
¿verdad?! — exclamó Etel sacudiéndome. La miré, completamente espantada—:
¡Sisaaaaa!
—
¡No, ya les dije que no! —
respondí, poniéndome de pie.
Loi me lanzó una sonrisita maliciosa:
—
Ese sonrojo es porque estás
recordando cosas malas.
—
¡Claro que no! — rebatí
pero aun así se pusieron a dar vueltas mientras gritaban algo de “lo sabíamos”.
¡Dios, ¿por qué soy tan
mala disimulando?!
—
Sisa, escucha — me dijo Loi
después del baile extraño—, deja por un momento al apuesto Alen y sus perfectos
cabellos marrones…
—
¡Y sus bonitos ojos color
miel! — apuntó Etel con voz soñadora. La
miré con mala cara cuando se dejó caer sobre mis piernas, con dramatismo—: No
lo niegues, porque se nota que tú también lo crees.
—
Yo no he dicho nada — bufé
disgustada.
—
…porque ahora tenemos que
enfocarnos en el audio que tienes que grabar — concluyó Loi —. Mira, el lunes
estaremos grabando la pista oficial, así que tienes todo el fin de semana para
practicar como posesa, ¿me has entendido?
Asentí y Loi me palmeó las mejillas como una madre afectuosa.
—
Qué buena chica.
—
¿Qué te pasa, bellota
tonta? — me reprendí en voz bajita cuando terminamos el ensayo y retorné a
casa—. ¡No puedes estar tan distraída!
Abrí la puerta que conducía al patio y Petardo prácticamente se
aventó sobre mí. Cuando pasé por la cocina, me encontré con una nota de Gisell
que decía que volvería algo tarde porque había salido a una reunión de padres
de la sección de Corín.
Observé el plato con mi cena lista para entrar al microondas, pero
la verdad era que no tenía nada de apetito.
Volví a la sala con un vaso de jugo y me dejé caer sobre el sofá
más grande. ¿Cuánto ha pasado desde aquello? Casi una semana, ¿verdad?
Sí, mañana se cumple exactamente una semana. He evitado a toda
costa pensar en lo que sucedió enfocándome en los horribles ejercicios de
Física y las toneladas de tarea que nos han dejado en Historia, así que no ha
sido demasiado complicado.
Ah, y también ayudaba el hecho de que no lo he visto ni una vez
desde aquel día.
«Ya, sí, ¿y qué ibas a decirle?», me dijo esa odiosa voz interior, «Hola, Alen, ¿qué tal? ¿Recuerdas que te besé el sábado pasado? Solo
quería decirte que no fue mi intención; simplemente quería ayudarte y para
darme cuenta prácticamente ya estaba sobre ti. Lo siento mucho, es que eres
algo atractivo, ¿sabes?»
Sí, claro, como no.
¡Ay, todo estaba mal! ¡TODO!
« Pero en un momento te correspondió. E inclusive él fue el que
profundizó el bes…»
—
¡Ayy, ya cállate horrible
voz de mi cabeza! — exclamé revolviéndome el cabello.
Tal vez esto era lo mejor: no verlo por un tiempo, cosa que
intentaba ordenar mis ideas y agarrar valor suficiente para mirarlo a los ojos
cuando me lo encontrara otra vez.
¡¿Cómo demonios se me pudo ocurrir esa estúpida idea?!
—
Ahora no, Petardo. Lo
siento mucho — me disculpé cuando vino con su correa en el hocico. Creo que
entendió mi tono desanimado porque la dejó caer sobre la alfombra y después
reclinó su cabeza sobre mis piernas—. Ay, Petardo, creo que ahora sí arruiné
todo.
Aunque tal vez podría intentar solucionar las cosas si la próxima
vez que nos vemos no digo nada al respecto. Total, si yo no lo menciono…tal vez
él sea lo bastante considerado como para hacer lo mismo.
Esa es una buena opción; porque la que implicaba fugarme del país
para no verlo nunca más, iba a ser algo complicada de realizar.
Sí…suena bastante bien.
Tomé el estuche del violín: aprovechando que ni Gisell ni Corín
estaban en casa, practicaría todo lo que pudiera, y de paso evitaría seguir
dándole vueltas al asunto porque acabo de comprobar que cuando estoy sola tengo
más espacio para llenar la mente de imágenes y hay una en particular que me
está taladrando el cerebro.
Ojos miel, cabello desordenado, luz de luna, labios…
¡Ya, basta! ¡Vamos a practicar!
Saqué las partituras de La
chacona de la partita e inicié mi sesión de práctica. Aproximadamente diez minutos después me detuve bruscamente. La
cabeza me iba a explotar si seguía pensando y pensando en él.
—
Sisa, ¿pasó algo? — oí al
lado.
Volteé con curiosidad, solo para encontrarme cara a cara con el
culpable de mi maldita distracción de toda la semana. Estaba ahí, muy tranquilo
y parado junto a mí:
Alen.
Solté un suspiro de mala gana, hasta que…
¿Eh?
Momento, ¡¿qué está haciendo aqu…?!
—
¡AHHHH…!
—
¡¿Pero qué te pasa?! —
exclamó cubriéndose los oídos ante el alarido que solté y que probablemente se
escuchó hasta el otro lado del planeta.
—
¿Qué…? ¡¿Qué me pasa?! —
reclamé al borde del colapso—. ¡¿Qué haces aquí?!
—
Sentí que me llamabas y
quedamos en que vendría sin demora si lo hacías, ¿recuerdas? — me explicó como
si fuese lo más obvio del mundo. Me puse una mano sobre el pecho: Dios, va a
darme un infarto—. Oye, ¿estás bien?
—
Aún no me acostumbro a que
hagas estas cosas. — Me senté sobre el sofá a ver si sí recuperaba el alma que
se me había escapado a quién sabe dónde—: No es necesario que pregunte por
donde entraste, ¿verdad?
—
Pues no fue por la puerta o
por la ventana. Puedo atravesar cualquier superficie y transportarme a
cualquier lugar— me dijo con sonrisa de niño bueno.
—
Ah, qué bueno. — Lo oí
soltar una breve risa que poco a poco se transformó en un ataque de carcajadas
colosal. Fruncí el ceño—: ¿Y ahora a ti qué te pasa?
—
Eres una personita de lo
más graciosa.
—
¿Llamas “gracioso” al hecho
de que casi me matas de un infarto?
Estaba recuperando poco a poco el ritmo cardiaco normal, hasta que
noté un detalle en particular.
—
Alen, ¿dijiste que
“sentiste que te llamé”? — me cercioré, y asintió con tranquilidad.
Eso… eso significa… ¡¿eso significa que puede leer mis
pensamientos?!
¡Claro! Si había manipulado mis recuerdos para que olvidara
ciertas cosas, probablemente podía hacerlo. Eso significaba que todo lo que
estaba pensando en este momento estaba siendo escuchado por él. Y si sintió que
lo llamé, ¡entonces está al tanto de que andaba dándole vueltas al asunto del
sábado pasado y…!
—
¿Mmm? ¿Sucede algo? — Lo
miré, completamente horrorizada—. Oye, ¿en serio estás bien?
—
Puedes leer pensamientos,
¡¿verdad?!
Elevó una ceja divertido, y después se sentó elegantemente sobre
el sofá:
—
Pues sí, la verdad es que
sí puedo leerlos — respondió con arrogancia.
¡Maldita sea, lo sabía!
¡¿Y ahora por qué se está riendo?! ¡¿Y por qué me está mirando con
tanta atención?! Está leyéndome,
¿verdad? ¡¿Verdad?!
—
Tienes que decirme cómo
logras divertirme tanto, Bellota. Hablo en serio — me dijo en tono soñador.
—
¡Deja de leer mi mente! —
exclamé protegiéndome con los brazos.
—
Oye, escucha…
—
¡Y todo lo que leíste
antes! ¡No…! ¡No! ¡Ni siquiera sé bien lo que pensaba y…! ¡Y…!
—
Sisa, relájate. Escucha,
puedo leer pensamientos, sí, pero en tu caso me temo que es imposible — ¿Ah? Lo miré sin comprender, y se
encogió de hombros—: Está estipulado en las reglas que solo podemos leer la
mente de los humanos hasta que tienen doce años. Pasada esa edad, ya no es
posible hacerlo.
—
¿Entonces por qué viniste?
—
“Sentí” que me llamabas. No
leo pensamientos, pero puedo percibir emociones. Estaba pasando a ver a Naina y
lo sentí. Es algo complicado, no sé cómo explicártelo para hacerlo sencillo.
Era como una especie de eco alrededor con mi nombre…no sé si me dejo entender.
—
Y cuando borrabas mis
recuerdos o los manipulabas, ¿no tenías que leerlos? — apunté con desconfianza.
—
Ok, voy a intentar ponerlo
de manera sencilla: imagina que cada recuerdo tiene un color, ¿de acuerdo? — Asentí—.
Bueno, los recuerdos que tenían que ver conmigo se veían en ciertas
tonalidades, entonces de ésos, manipulaba aquellos que a su vez tenían ciertos
tonos de confusión. Digamos que puedo ver colores, pero no contenidos.
Bien, creo que puedo comprenderlo.
—
¿Entonces estabas
llamándome o no? — me preguntó con curiosidad.
Bajé la mirada al violín, y recién caí en la cuenta de todo esto. No
lo había visto desde el sábado pasado, después de que prácticamente huyera
porque probablemente pensó que estaba “acosándolo”.
Sí, creo que esa es la expresión.
—
Eh…pues… no — respondí
tratando de sonar segura.
—
Vaya, supongo que estoy algo
oxidado con esto de las emociones — murmuró contrariado.
—
Quedemos en algo, ¿sí? A
veces la mente del ser humano vuela y recuerda muchas cosas y no sé…tal vez
deberíamos quedar en que vengas solo si me escuchas llamarte en voz alta, ¿te
parece?
—
¿En voz alta?
—
Sí. — Asentí
fervientemente, esperando que resultara. Después de todo, cuando no tengo la
mente ocupada en otras cosas por lo visto pienso demasiado en él, y sería algo
embarazoso para mí que anduviera apareciéndose cada cinco minutos.
—
Parece una interesante
propuesta: está bien — aceptó. Después me sonrió y automáticamente el cuerpo se
me crispó de los nervios.
Él está de lo más tranquilo… ¿por qué yo no puedo estar igual?
Apreté el mango del violín, intentando relajarme. Qué bueno que
los latidos del corazón no se pueden escuchar externamente, o tendría que
explicar por qué sonaba tan desesperado.
—
¿Estás bien? Te noto algo
agitada.
—
Perfectamente — le respondí
rígida.
Nos quedamos en silencio por un buen espacio de tiempo, hasta que
lo oí soltar un suspiro casi imperceptible:
—
Eres algo complicada.
Elevé la mirada, su voz llena de confusión me sorprendió:
—
¿Por qué lo dices?
—
Es muy sencillo para mí
leer las emociones de los terrenales. — Recordé el término que solía emplear Hethos
la vez que nos conocimos: “terrenales” es como también nos dicen a nosotros,
los humanos—. Es como si cada uno tuviera un mapa lleno de caminos, rutas
dibujadas con diversos colores que me llevan a deducir qué cosas los embargan
en ciertas situaciones. Pero contigo… contigo el asunto es extraño porque a
veces los caminos y los colores se entrecruzan y es imposible que llegue a
saber cómo te sientes exactamente en determinadas circunstancias.
—
¿En determinadas
circunstancias?
—
Por ejemplo ahora: sé que
estás sorprendida por mi repentina llegada, pero hay algo más que no logro
distinguir bien.
La garganta se me secó porque lo que acababa de decirme era casi
como si me estuviera delatando a mí misma. No se ha dado cuenta de que esas
“determinadas circunstancias” parecen coincidir con su presencia. Siempre que
está cerca de mí, a veces todo lo que tengo dentro se dispara y yo misma no me
comprendo. El besarlo fue una decisión que salió de todos esos sentimientos
confusos, y por lo visto no fue la mejor idea.
Petardo pasó frente a nosotros y se echó sobre la alfombra. Repentinamente
todo se sumió en un silencio sepulcral.
¿Qué siento?
La verdad… la verdad es que en este momento yo también quisiera
saberlo.
—
Estás nerviosa, asustada. —
Evité verlo a los ojos pero él se inclinó un poco, para observarme fijamente—.
También noto algo de desconfianza.
—
N-no — balbuceé torpemente;
los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos—. ¿Qui-quieres jugo?
Me puse de pie antes de que me respondiera y fui a la cocina por
un vaso. Intenté que los segundos que me demoré en servirlo me ayudaran a
relajarme, porque sentir las mejillas ardiéndome muchísimo no era muy cómodo
que digamos.
Guardé la caja de jugo en el refrigerador, volteé y…
—
¡Ah!
¡CRASH!
Retrocedí tan asustada cuando lo vi aparecer muy cerca de mí, que
el vaso se deslizó de mis dedos y fue a parar sobre las losetas.
—
Sisa…
Me encogí bruscamente por su cercanía; me enfoqué firmemente en
los pedazos del cristal quebrado que destellaban en el piso para no tener que
enfrentarme a sus ojos.
—
Sisa, no…— me pidió. Elevé
la mirada por el tono abatido, y me lo encontré con una mano levantada, casi
como a punto de tomar mi rostro; pero se quedó ahí, en el aire, sin avanzar más
—. No me temas, por favor.
¿Cómo…?
Abrí los ojos, sorprendida, porque de todas las cosas que sentía
en ese momento, miedo era lo último.
—
Sé que tal vez no sea la
mejor manera de decir esto pero…lo del sábado pasado... —inició sumamente
apenado; sentí un vacío en el abdomen por el tono tan de súplica—. Yo…yo fui
algo rudo y es evidente que te he puesto a la defensiva.
Y otra vez sucedió: la mirada de niño me estremeció, el corazón me
latió más de prisa ante su gesto de remordimiento. Me quedé observándolo en
silencio, escuchando sus palabras sin oírlas realmente, y tratando de
encontrarle sentido a mi propio sentir; porque si bien él tenía razón al decir
que me he puesto a la defensiva, en realidad no era por un beso que había
conseguido asustarme…
Era porque en el fondo me
había gustado.
—
El sábado… el sábado pasado
no me comporté de manera adecuada; quería pedirte disculpas por ello. Ha sido
algo cobarde de mi parte el haberme demorado tanto, pero la verdad es que no
tenía el valor suficiente para verte después de lo que sucedió.
Yo tampoco…tampoco tenía el valor…
Elevé una mano, queriendo llegar a su rostro para pedirle que
dejara de atormentarse, pero…
—
Me encontraba algo débil
por lo del bloqueo — añadió, y mi
mano cayó estática porque eso sí que lo oí muy bien—. Espero que puedas
perdonarme.
Y los latidos de mi corazón se relajaron súbitamente, la sensación
de hormigueo se dispersó. Estaba débil…
Claro, estaba débil. Los besos lo alimentan…
No hubo ningún otro tipo de sentimiento en ese beso. No hubo
nada…porque en sí, lo que había entre nosotros también era eso.
Nada.
—
No me temas, por favor — me
pidió. Elevé la mirada y recién me di cuenta de que estábamos demasiado cerca, otra vez...
Fue inevitable: mis ojos bajaron a sus labios, el pulso se me
aceleró.
—
Alen, no…— le respondí en
voz baja —. No te tengo
miedo.
—
Estás nerviosa — insistió.
—
N-no es cierto.
—
Y desconfías mucho. —Traté
de retroceder pero me tomó por la mano: ¿qué
estamos haciendo?, retumbó en algún lugar dentro de mí. Estábamos disculpándonos por algo que no debió suceder, entonces ¿por
qué lo que sentía alrededor se parecía tanto a lo que sentí aquella vez en mi
habitación, con la luz de la luna convirtiéndolo en aquel ser que colindaba
entre lo real y lo mágico? Con lo que sentí antes de que cayéramos en ese beso
por el que tanto se estaba disculpando.
—
También veo miedo…
Pero no es a ti, es a lo que me provocas….
…porque no es normal que
cada vez que vea tus ojos solo tenga ganas de besart...
¡Poom!
Dimos un respingo, sobresaltados ante el sonido del impacto contra
el piso. Volteé y me encontré a Petardo meneando la cola mientras engullía con
felicidad el sándwich que había sacado de mi mochila. Había dejado caer todos
mis implementos de la escuela sobre la alfombra en su búsqueda de comida.
—
Eh… ¡de-debo limpiar esto!
— dije, atrapando la primera idea que se me cruzó por la mente. La tensión que
había alrededor se disipó.
Me puse de
cuclillas para recoger los restos de cristal, pero él me detuvo:
—
Espera, te harás daño. Además,
fue mi culpa, yo lo arreglo.
—
No te preocupes, lo limpio
rápido.
—
Tal vez mi limpieza sea más
eficaz — añadió divertido.
Elevé una ceja y después me quedé con la boca abierta cuando vi
que movió los dedos en el aire, en forma circular, y poco a poco los restos de
cristal se fueron uniendo hasta formar nuevamente el vaso.
—
¡Listo! No pasó nada —
anunció satisfecho.
—
Así no vale — añadí y
rompió a reír. Petardo se acercó con velocidad, como encantado por su risa, y
se lanzó sobre él, exigiendo afecto.
Me puse de pie y fui por el trapeador ya que el jugo sí seguía
sobre las losetas.
—
¿Y puedes arreglar
cualquier cosa? — pregunté con curiosidad.
—
Depende: si el objeto tiene
un valor sentimental es imposible. — Me quitó el trapeador con suavidad y secó
con rapidez la parte húmeda —. Por ejemplo, si el osito de peluche que un padre
afectuoso le regaló a su hijo se destruye, sería imposible unir las piezas para
que quede como nuevo. El objeto ya no es solo algo material, tiene sentimientos
de por medio así que es invaluable, y no hay manera de dejarlo en su estado
original.
—
Vaya.
—
Los sentimientos son una
parte importante en la existencia de los tuyos, Sisa; pero a veces olvidan de eso.
Iba a preguntarle sobre lo que me dijeron acerca del Todo y sus creaciones, pero inesperadamente
sentí un brusco mareo. Me tambaleé un tanto, y…
—
¡Sisa!
Otra vez…
La imagen perdió consistencia, los colores se unieron en una
mancha borrosa, y después vi algo semejante a un jardín enorme. Una pileta en
medio y muchos árboles por detrás.
Me adentré en el bosque, con el sol filtrándose a través de los
espacios entre las ramas, y distinguí un par de voces:
» Sabes que está mal hacer correr tanto a Nuna, ¿verdad?
» Sí, lo sé. No te enfades
conmigo, por favor.
Sí, otra vez, ambas voces. La de la niña y el chico que siempre la
acompaña.
» Pues ya es hora de que
empieces a pensar más en los demás, Albania — oigo una voz nueva… definitivamente le pertenece a un chico. A
otro chico…
» ¿Estás regañándome? — suena enfadada: la niña está
disgustada.
» Eres pequeña, pero para
tu edad eres bastante testaruda y muy egoísta — otra vez la voz nueva. El chico suena riguroso;
las palabras son un evidente regaño.
» ¡Cállate! ¡Cállate!
» Tienes que aprender a ser
más…
» ¡No quiero escucharte!
¡No quiero!
La niña suelta un par de sollozos y entonces…entonces la otra
figura la levanta en brazos. Le acaricia los rizos marrones mientras ella se
aferra a su cuello y esconde el rostro en su hombro. Es el primer chico, con el
que suele hablar tan afectuosamente.
El que huele a sol, a estrellas.
» Deja de consentirla. Es
por eso que se comporta como una niña caprichosa.
» Pero es una niña — agrega el que la tiene en brazos; Albania se
refugia en su cuello.
Veo los delicados rizos castaños de ella rozar la barbilla de este
chico, pero no puedo distinguir ni un rostro.
» Sabes a lo que me refiero
— apunta el otro con severidad.
El chico anterior parece sonreír con condescendencia:
» No seas tan estricto.
» Tú me das miedo, ¡vete!
» Albania, no digas eso. Él
es como yo…significaría que yo también te atemorizo.
» ¡Oh, no! ¡Tú no! A ti no
tendría por qué temerte; eres demasiado hermoso para tenerte miedo.
» Qué halagado me siento,
señorita.
» No soy egoísta, ¿verdad
que no?
» Por supuesto que no,
Albania.
» Y siempre vas a quererme,
¿verdad?
» Todo lo que dure mi
existencia.
—
¡Ah!
Parpadeé con fuerza: estaba recostada sobre el sofá con Alen
arrodillado a mi lado, sujetando mi mano con delicadeza.
—
¿Qué pasó? — me preguntó
preocupado—. Te desvaneciste y…
—
La vi… otra vez — respondí fatigada.
Me miró con atención y le narré de manera veloz lo que había visto: dos chicos,
la niña que lloraba reclamando que no era egoísta. El chico que siempre aparece
junto a ella la consuela, pero esta vez también hay otro que suena más severo y
hasta le reprocha su actitud demasiado consentidora con ella.
—
¿Ella era…?
—
Sí, Albania.
Cerró los ojos, fastidiado:
—
Odio todo esto — murmuró—.
No sé qué hago aquí, ni siquiera sé por qué demonios tengo ese nombre tatuado
en mi brazo.
No pude evitar mirarlo con algo de congoja. Se dio cuenta y me
sonrió levemente:
—
Estoy bien. En realidad ya
estoy acostumbrado — añade y me comenta acerca de sus pocos recuerdos. Entonces
comprendo el motivo de sus constantes cambios de humor. Creo que yo también
estallaría furiosa de estar en su lugar; jugando un juego del que no sé
absolutamente nada.
—
Nueve vidas… — musito; él
asiente mientras le acaricia las orejas a Petardo—. Entonces tu primera familia
fue Naina.
—
Bueno, no tanto como
familia pero sí… fue el primer humano con el que tuve contacto directo. — Noto
que frunce los labios de manera distraída y después sus ojos se apagan.
Recuerdo fugazmente que Tarek mencionó algo con respecto a Naina y un hecho un
tanto crudo en su primera vida.
Iba a decir algo para cambiar de tema, pero di un respingo en el
sofá cuando mi celular sonó estridentemente.
Creo que en cierto modo ayudó porque él empezó a reír ante el
movimiento inconsciente de mi cuerpo. Lo vi con mala cara y le pedí que
guardara silencio en lo que contestaba la llamada:
—
¿Bueno? ¡Oh, abuelo! —
exclamé demasiado emocionada.
—
¿Cachorra? ¿Cómo estás? — le respondí que bien
mientras la sonrisa se me ampliaba más y más al escucharlo—. Niña ingrata, ¡te has olvidado de tu abuelo
y de tu hermano…!
—
¡Seguramente porque anda perdiendo el tiempo con motociclistas! — oí algo lejano.
Reconocí la voz de Joan al instante; Alen, a mi lado, elevó una
ceja divertido.
—
¿Qué? — suelta el abuelo engruesando la voz. ¡Ay, no!—. ¿De qué motociclista está hablando tu
hermano, jovencita?
—
Oh, ¡de nada abuelo! Ya
sabes cómo es de molestoso — respondí con unas ganas tremendas de tener a Joan
en frente para darle un buen par de patadas —. Y… ¿cómo están ustedes?
Me pasé algo de media hora charlando con el abuelo, defendiéndome
de las acusaciones de Joan a propósito de “mi motociclista”, y después vacilé
un tanto antes de despedirme. Quería decirles lo de la prueba de preselección a
la que me presentaría, pero aún estaba algo insegura con respecto a si pasaría
o no, así que preferí guardarles la noticia para más adelante.
—
Realmente quieres muchísimo
a tu abuelo y a tu hermano — oí de Alen. Lo miré con curiosidad—. Tus ojos se
iluminan cuando hablas de ellos. Mientras charlabas por el celular
prácticamente estabas explotando de la alegría.
—
Son las personas que más quiero
en la vida — acepté. Petardo se entretenía mordiendo con suavidad sus
zapatillas—. Por cierto, una vez mencionaste algo de que los mejores recuerdos
que tenías eran gracias a un par de “cabecitas blancas”, ¿verdad? — Él asintió
—. ¿Hablabas de los abuelos de Naina o…?
—
No, en esta vida solo tengo
a Copo de nieve si se trata de abuelos. — Soltó un suspiro y después sonrió con
tristeza—: Hablaba de Marine y Francesco.
—
¿Marine y Francesco?
—
Sí, mis abuelos en mi
segunda vida.
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Alen
Ahora entiendo por qué Hethos repite que el poder de la palabra
unido al del recuerdo es sumamente asombroso: ella solo había preguntado
quiénes eran Marine y Francesco, y ahora estaba aquí, narrándole con lujo de
detalles todo lo que tenía en la mente con respecto a mi primera familia.
Recuerdo que abrí los ojos algo desorientado, y lo primero con lo
que me topé fue con un cuadro en perfectas tonalidades de azul. Giré levemente
y a lo lejos vi colinas y paisajes entre verde y marrón.
«El campo», pensé, «estoy en el campo».
Y después apareció él, con una sonrisa cariñosa en el rostro y
diciendo que me había quedado dormido mientras leía recostado sobre la hierba. Era un hombre mayor, de grises
cabellos y piel dorada, tal vez por el sol que evidentemente era incandescente
en esta zona: “Apresúrate, hijo. Tu madre dice que el almuerzo está listo. No
queremos hacerla esperar porque sino después se pondrá de un humor de los mil
demonios”.
Lo seguí, algo desconcertado, para finalmente encontrarme frente a
un humeante plato de sopa. Una mujer de blancos cabellos cortos nos recibió con
las manos sobre su cintura, en pose de mando: “Ustedes dos siempre me hacen
esperar. ¡Apresúrense que la sopa se enfría!”. Me senté de manera veloz ante su
rostro lleno de severidad, pero después una sonrisa maternal lo adornó. Sus
dedos me acomodaron el cabello con ternura.
El sonido de los cubiertos chocando contra la porcelana, las risas
afectuosas, las palmadas llenas de cariño: a eso se redujo mi segunda vida. A
una casita en el campo con esta pareja de ancianos que se habían hecho cargo
del nieto que había perdido a sus padres cuando era muy pequeño. Al despertar
diario con los rayos del sol y esa clase de amor tan lleno de entrega, afecto y
protección que parecía existir solo en los cuentos.
En esa vida solía tener diecisiete años.
Había llegado completamente lleno de aversión hacia los humanos
por todo lo que había sucedido en mi vida anterior, en la primera; porque todo
lo que le hicieron a Amali por mi culpa fue algo que jamás llegué a comprender.
Pero Marine y Francesco no tuvieron que hacer demasiados esfuerzos para que yo
empezara a quererlos.
—
¿Amali? — me pregunta Sisa
en voz baja, haciéndome volver al presente. Niego con la cabeza y continúo la
historia porque no estoy preparado para hablar de ello.
No quiero hacerlo, me trae muy malos recuerdos: ella era tan solo
una niña y sufrió terriblemente por mi causa. Solo he hablado de esto con
Tarek; no tuve que decírselo a Hethos porque él mismo estuvo presente, a lo
lejos…observando a la multitud que la
condenó.
—
¿Alen?
—
Marine y Francesco tenían
algo de setenta y tantos años — añado rápidamente—. Supongo que estarían por la
edad de tu abuelo, más o menos.
—
¡Oh, sí! El abuelo Cides
tiene setenta y cinco, ¡pero si lo vieras! A veces Joan y yo decimos que ha
hecho un pacto con el diablo o algo porque no se le nota. — Rompió a reír, muy
divertida, y después se cayó de inmediato, espantada—. ¡Lo siento! No...no
quería…
Arqueé una ceja porque era evidente que pensaba que me había
ofendido con eso de “pacto con el diablo”.
Realmente es muy graciosa.
—
El hecho de que tenga
naturaleza de ángel, no significa que tengas que tener cuidado con esas cosas
que ustedes, los humanos, creen que nos afectan o están en contra de nuestros
“principios”.
—
¿Ah no? — me preguntó con
curiosidad.
—
No — respondí divertido—.
Hay cosas que sí les fueron reveladas a ustedes, como el nombre de algunos de
los nuestros; por ejemplo “Gabriel”. — Ella asintió, con mucho interés —. Pero
también hay partes que ya han nacido de sus propias intersubjetividades. Por
ejemplo, si intentaras arrojarles agua bendita a Berith o a Nhyna, lo máximo
que conseguirías sería darles un breve baño, nada más.
—
¿Entonces no funciona como
protección?
—
Cualquier cosa funciona
como protección cuando está de por medio la “fe” de las personas.
Mi segunda vida, siendo sinceros, fue la que más paz y
tranquilidad me brindó. Fue la que me hizo volver a creer en la humanidad,
porque mamá Marine y papá Francesco (solté una breve carcajada porque recuerdo
que si los llamaba de otra manera, ellos solían disgustarse), fueron de esa
clase de humanos que me demostraron que si bien yo había visto una faceta
terrible de ellos, no todos eran así.
Pero también fueron de los que más trabajo me costó desprenderme.
—
¿Ángel o humano? — me
preguntó Sisa. Fruncí los labios y asentí—. ¿Entonces siempre te pregunta eso
si te acercas demasiado a la que se supone es tu familia en determinada vida?
—
Sí, solo sucede cuando me
vinculo demasiado con ellos. Cuando se trata de gente externa no hay demasiado
problema. Supongo que es normal porque la misma esencia del humano es ser “sociable”,
así que limitarme también en ese sentido haría imposible hasta mi misma
permanencia.
—
Inicias una nueva vida
cuando te vinculas demasiado — comentó en voz baja.
—
Eso…o sino el despertar la
curiosidad de personas externas.
Abrió los ojos, sorprendida:
—
Era por eso que…— Asentí.
Sí, era justamente por eso que evitaba darle demasiadas explicaciones al
respecto—. Pero ahora…al contarme todo esto…
—
No te preocupes. Ya que
pareces ser mi Verdad, no hay problema.
Noté que parpadeó algo aturdida cuando me oyó decir lo último.
—
Tu Verdad… — murmuró.
Aquí vamos de nuevo: otra vez hay matices que no logro distinguir.
Está nerviosa, decaída, sorprendida, todo a la vez…pero ¿por qué?
—
¿Cuánto tiempo ha sido el
máximo que has pasado en una vida? — me preguntó con mucha curiosidad—. ¡Oh, si
no quieres contestarme no es necesario que lo hagas!
—
Tranquila, no estás siendo
indiscreta. Comprendo tu interés. — Me sonrió con timidez y no pude evitar
pensar que los cambios emocionales en los humanos realmente eran muy complejos,
por no decir vertiginosos.
Observé inconscientemente el techo, recordando…
—
El máximo intervalo de
tiempo fue en mi sexta vida. Llegué a estar dos años completos con una mujer
que era mi hermana.
Recuerdo que evité a toda costa relacionarme con ella; y ayudó
muchísimo que la casa en la que vivíamos fuera inmensa y estuviera repleta de
empleados, porque así yo evitaba charlar con ella de manera directa. Todo lo
que poseíamos había sido herencia de “nuestros” padres. Fue la única vida en la
que estuve relacionado con todo lo que implicaba bienes materiales
descomunales: autos lujosos, cenas en hoteles exclusivos, parientes con altos
cargos gubernamentales. Esas cosas que tienen un valor que aún no llego a
comprender del todo.
Pero poco a poco fui cediendo porque la joven que creía ser mi
hermana realmente se preocupaba por mí. En esa casa inmensa, su única compañía
era yo: ese hermano de trece años con el que ella anhelaba tener mayor
interacción. Ese hermano que nunca pudo entregarle el obsequio que había hecho
para ella por el día de su cumpleaños, porque fue trasladado a otra vida cuando
empezaron a llevarse mejor.
—
El menor período fue en la
segunda — añadí sin que me lo preguntara. Sentí sus ojos observarme con
sorpresa—. Me encariñé con Marine y Francesco demasiado rápido. Gabriel
apareció justamente cuando él falleció… Apenas había pasado tres meses junto a
ellos.
—
¿Papá Francesco falleció? —
me preguntó en voz bajita.
Sí, falleció; era un hombre mayor, fuerte para su edad, pero
cierta tarde llovió como si el cielo se hubiese partido, volvió a casa
empapado...
Cuatro días más tarde sus ojos grises se cerraron para no abrirse
jamás.
“Cuida de tu madre, hijo”
Se lo juré, le juré que lo haría. Que no dejaría sola a Marine;
que sería el mejor hijo que una madre podría haber deseado.
» El Código de Dualidad ha
sido quebrantado…
» ¿Qué…?
» O vives como humano, disfrutando del calor de la familia que te
acoge; o persistes en la búsqueda de tu verdadero nombre para retornar a donde
perteneces.
Recuerdo la mezcla de emociones que me embargaron en ese momento.
¿Por qué Gabriel estaba aquí? ¿Código de Dualidad? No me habían informado nada
de eso.
» Vuelvo a reformulártelo, calehim: ¿Ángel o Humano?
» ¿De qué estás hablando? — pregunté sin
comprender bien lo que sucedía.
Mamá Marine me necesitaba, solo había salido por las flores que me
había pedido para la tumba de papá; debía volver pronto.
» Responde, calehim: ¿Ángel o Humano?
» ¿Qué?
» ¿Ángel o Humano?
» Ángel — respondí, abrumado por el tono de voz
exigente, por la confusión inmensa que me atacó.
» Que así sea.
—
Y empezaste tu tercera
vida… — murmuró Sisa con voz apagada.
Mamá Marine. La dejé sola: sin esposo y sin nieto.
Lo único que me consuela un tanto es que la pena no iba a ser el
doble; después de todo, a mí me olvidó ni bien desaparecí.
Como todos, en realidad.
Porque todos los que llegan a amarme…al final terminan
olvidándome. Lo triste es que yo los recuerdo… a todos y cada uno de ellos.
Sobre todo, a los que quise más.
Yo no olvido.
—
¡Alen! ¡Lo siento mucho! —
Abro los ojos, sorprendido, cuando siento sus dedos tomándome por el
rostro. Y no es hasta que los siento recorrerme las mejillas con delicadeza,
que comprendo que sin querer he terminado llorando.
Se me escapa una carcajada con algo de burla, porque el llorar es
algo inútil en mi caso.
Sonreí, y cuando estaba por decirle que me encontraba bien, que
simplemente me había emocionado un tanto al hablar de esa pareja de ancianos
que tanto quise, un nudo se me formó en la garganta.
Ella también tenía los ojos llorosos.
— Sisa… — Me observó con culpa y le sonreí para calmarla—: ¡Estoy bien! Es solo que me he dejado llevar y he subestimado el poder del recuerdo. Lo siento mucho, no te pongas triste.
—
¿Quieres que toque algo? —
me dijo poniéndose de pie de un salto y tomando el violín con algarabía. La miré
algo sorprendido por su intempestivo cambio de humor—. ¡Ah! ¿Y sabes qué más?
Gisell compró una caja de bombones y por lo que sé están muy buenos. Espérame
aquí que iré a robarme unos cuantos.
—
¿Qué? No, no es necesar…
No me hizo caso: ya la estoy viendo subir los escalones de dos en
dos y con mucha energía.
No pasan más de cinco minutos para que baje con cuatro bombones
envueltos en papel dorado. Me los entrega llena de emoción y al instante toma
el violín, y una melodía bellísima me embarga los sentidos.
La veo tocar con esmero, la oigo reír mientras me dice que me coma
los bombones antes de que se arrepienta y me los quite; y mientras cumplo sus
órdenes, sonrío porque sé que toda esta escena es solo para animarme.
Me ha notado algo decaído, así que no ha tenido mejor idea que
alimentarme con chocolates y tocar para mí porque sabe que amo el sonido de su
violín.
Despojo al bombón de su envoltura y me lo llevo a la boca. Siento el
sabor expandirse, y después me recuesto sobre el respaldar del sofá mientras la
escucho seguir tocando.
Marine y Francesco me devolvieron la confianza en los humanos;
Marissa y Santiago me lo confirmaron.
Pero lo que estoy sintiendo con esta chica empieza a llenarme de
algo más que confianza.
¿Admiración?
Sí, creo que sí.
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Sisa
—
Tranquila, Bellota. Si no
te sale simplemente lo repetimos. Total, es una grabación, así que hay chance
de corregirla — me dice Etel mientras me masajea los hombros porque realmente
estoy que me muero de los nervios.
—
Vamos, toca una vez más
para nosotros a modo de práctica, y de ahí iniciamos con la grabación oficial —
me pide Loi.
—
¡Síp!
Me pongo de pie con el violín en mano, Tomas, Etel y Loi aguardan
ansiosos; y después de la gran bocanada de aire que tomo inicio La chacona de la partita.
Los tres minutos pasan velozmente. Bajo el violín con un gran
suspiro y los tres se ponen de pie, a aplaudirme con energía.
—
¡Ya estás lista, Bellota! —
exclama Etel abrazándome.
Tomas me aprieta una mano en símbolo de apoyo.
—
Etel tiene razón, Sisa.
Procura sonar así de genial en la grabación y la preselección es pan comido —
me dice Loi después de tomar del escritorio de su papá el celular con el que
grabaríamos el tema,
—
Mmm, por cierto ¿no hubiera
sido mejor que lo hiciéramos en un estudio profesional o algo así? — pregunta
Tomas dubitativo.
—
Gaib Art pide que las
grabaciones sean estrictamente caseras; así es más sencillo que evalúen la
técnica sin arreglos de por medio. Está en las bases— le explicó Loi—. En fin,
¿empezamos? — Le respondo que estoy más que lista —. Ok. Apretaré el botón, te
haré una señal con el pulgar, y después de contar hasta diez dirás tu nombre,
tu instrumento e inicias, ¿de acuerdo?
—
¡Entendido!
Tomé varias bocanadas de aire y después asentí con firmeza. Loi
eleva el pulgar; cuento hasta diez, elevo el arco y…
Toc toc
—
Marion, ¡venía a traerle a
tus amigos un poco de té helado!
Janna, la mujer que había sido la nana de Loi desde que era un
bebé, nos mira sonriente desde la puerta abierta.
—
Ok, ok, lo haremos de nuevo
— dice Loi después de que Janna saliera riendo entre dientes cuando le contamos
que acababa de interrumpirnos sin querer.
Elevé el arco nuevamente, la serie del uno al diez pasó por mi
mente y…
¡Toc toc!
—
¿Síííí? — preguntó Loi con
cara de resignación.
—
Loi, hay una señora
esperando en el teléfono — anunció una de las empleadas de su casa—. Dice que
es madre de tu amigo Tomas, que le llama porque no contesta el celular.
—
¡Tomas! — lo reprendió
Etel.
—
Hoy es el cumpleaños de mi
hermano, supongo que debe estar llamando para decirme que vuelva temprano.
Se puso de pie para contestar la llamada desde el teléfono del
pasillo, y después volvimos a intentarlo una vez más.
El pulgar de Loi volvió a elevarse. Asentí, tomé una gran bocanada
de aire: unos, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… ¡diez!
Bien, empecem…
—
¿Marion? — La puerta se
abrió y un hombre joven, con chaqueta, pantalones de vestir y barba tenue nos
miró con curiosidad.
—
¡Iago! — exclamó Loi
malhumorada.
Etel y Tomas se desparramaron sobre el sofá, agotados de tanto
intento en vano.
—
¿Qué manera de recibirme es
esa? — preguntó el recién llegado con una ceja en alto. Saludó a Etel y a Tomas
con amabilidad, y después me presentaron al explicarle todo el asunto de la
grabación para lo de Gaib Art.
—
Entonces tú debes ser la
famosa “Bellota”— acotó amablemente—. Marion habla mucho de ti. ¡Bueno! La
verdad siempre habla mucho de todos sus amigos porque no deja de parlotear a
toda hora. — Loi le hizo una mueca burlona —. Últimamente mi padre y yo nos
percatamos de que había añadido a alguien nuevo a la “pandilla” — agregó
divertido.
El hermano mayor de Loi, Iago Amira, tenía veintiocho años y
parecía muy relajado y juguetón para ser doctor. Etel le preguntó qué tal el
trabajo y él le respondió que lo de siempre: la zona de oncología solía ser una
de las más difíciles en cualquier clínica. Nos habló un poco de su día y de lo
nostálgico que lo ponía el vernos porque recordaba sus épocas de escuela.
Soltaba risas cada vez que Etel le repetía lo guapo que estaba, y hasta me hizo
sonrojar cuando me dijo que debería darle una oportunidad a Tomas porque era un
gran chico.
Sentí una ligera punzada de orgullo al imaginar a Joan así de
genial cuando terminara la carrera y tuviera casi treinta años.
Bebió algo del té helado que Janna acababa de traer para él, y
después tomó uno de los controles y encendió el equipo de sonido.
Una melodía electrónica inició: la reconocí al instante.
—
Supongo que están
emocionados por todo el rollo de ese DJ que vendrá en un par de meses.
Loi y Tomas se removieron en el sofá, emocionados:
—
¡Sí, viene en agosto!
—
¿Y van a ir? — preguntó
Iago con interés.
—
¡Aunque sea en última fila
pero de todas maneras! — respondió Tomas con convicción.
Hace unos días un compañero del salón llegó con la noticia sobre
la venta de entradas, y automáticamente todos se pusieron en modo “depresión
extrema” porque estaban algo caras. Supongo que como JOBEY estaba en una época
de apogeo musical, el motivo de los precios radicaba allí.
—
Bueno, justamente quería
hablarles de eso. Iba a comentárselo hoy a Marion pero ya que están todos aquí...
— Dio una palmada, como anunciándose y sonrió enigmáticamente —: Un amigo de la
universidad es parte de la asociación promotora del concierto, así que…
Loi se puso de pie de un tiro:
—
No me digas… — Iago
asintió—. ¿Iago? ¡Iago, no bromees con eso!
—
Tendré algo de diez
entradas gratuitas para la zona más próxima al escenar…
—
¡WAAAAAAAAAAAAAA! — Loi
soltó un grito enorme que probablemente se escuchó hasta la escuela. Y cuando
Iago mencionó que solo necesitaba dos entradas y las otras ocho le pertenecían
por completo, hasta yo terminé jaloneándome de la emoción con ellos cuando dijo
que iríamos juntos.
—
Tu hermano es estupendo,
¡nunca me cansaré de repetirlo! — dijo Tomas agotado después de que Iago
recibiera una llamada y saliera diciendo que tenía que ir a encontrarse con
alguien. Loi frunció el ceño cuando le preguntó si se trataba de la tal Helena
y él le dijo que sí, pero después se le pasó al recordar lo del concierto.
—
¡Ese día será uno de los
mejores de toda mi vida! — gritó Etel.
Loi se tiró sobre nosotros y después caímos sobre la alfombra,
riendo como locos.
—
¡Caray! ¡Nos hemos desviado
del punto! ¡La grabación de Bellota! — exclamó un minuto después, poniéndose de
pie y completamente despeinada. Pero al final fueron más intentos en vano,
porque cada vez que los veía se me escapaba la risa tonta por lo del concierto;
así que el veredicto unánime fue que mejor lo grabara sin compañía.
—
Ok, escucha, Bellota.
Presionas este botón, no, este de aquí. — Asentí—. Cuentas hasta diez y de ahí
empiezas, ¿comprendido?
—
Está bien. — Loi me sonrió,
y después los tres cerraron la puerta tras de sí.
Tomé una gran bocanada de aire y asentí para mí misma:
—
Bueno, Sisa, ¡vamos a
hacerlo!
Hice una prueba veloz con el violín y decidí presionar el botón de
grabación de una vez por todas. Total, ¡creo que ya estoy lo suficientemente
preparada!
Sí, ahora mismo lo acabamos.
—
Sisa Daquel, instrumento:
violín — digo, tal y como me han pedido en las instrucciones para enviar el
audio, e inicio con toda la seguridad que puedo.
Me concentro en las partituras porque este tema no puedo tocarlo
de oído; posiciono el violín sobre mi hombro izquierdo y lo dejo cantar.
Intento poner todo mi esfuerzo, repitiéndome que, de pasar, podré contarles al
abuelo y a Joan mis planes, y seguramente ambos van a estar tan contentos como
yo.
Esta melodía es un tanto complicada por los cambios veloces entre notas, pero la dificultad es comprensible al escuchar lo hermosa que resulta. No la puedo tocar tan bien como lo haría un profesional, pero creo que se acerca un tanto.
Respiro bajito, tratando de no arruinar la grabación, y continúo. Cierro
los ojos cuando llego a ese puente que tanto me gusta y que me he esforzado en
practicar muchísimo. Vuelvo la vista por breves segundos a la partitura para
cerciorarme de las notas que vienen, y me dejo llevar por un instante, cuando
recuerdo al abuelo repitiendo que si el violín suena bien es porque el
violinista lo está tocando con cariño.
Aunque a veces suena tan bonito que me da la impresión de que
tiene vida propia.
La melodía original es algo larga, por eso cuando llego al
movimiento en el que se cumplen los tres minutos que debe durar la grabación,
la finalizo con delicadeza. Me acerco casi de puntas al mueble en el que está
el celular y detengo la grabación.
¡Listo! Ahora solo es cuestión de…
—
No es tuya, pero también me
ha gustado — oí de algún lado.
Volteé violentamente solo para encontrarme a Alen sentado de
manera relajada sobre el escritorio del papá de Loi.
—
¡Al...! — cerré la boca inmediatamente
porque los chicos podrían entrar—. Alen, ¡¿qué haces aquí?! — repetí en voz
bajita.
—
Me gusta demasiado el
sonido de tu violín. Es imposible que no venga si lo escucho — me respondió muy
suelto de huesos.
—
¿Qué haces aquí? — oí a
otra voz—. Te vengo buscando desde hace un buen rato.
Giré, di un brinco, y esta vez no pude contenerme:
—
¡AHHH...! ¡Hmpp!
—
¡Shhh! ¡Bellota, soy yo! —
exclamó Tarek cubriéndome la boca—. ¡Momento! Esta es la casa de la princes…
La puerta se abrió bruscamente:
—
¡¿Sisa?! — profirió Tomas
alarmado. Loi y Etel lo empujaron sin piedad a un lado, para entrar con la
misma expresión de susto:
—
¡¿Qué pasó?!
—
¡Es que…! — Los miré llena
de espanto, esperando que Alen y Tarek tuvieran una mejor explicación para
encontrarse aquí conmigo; pero cuando volteé…
Sí, ya no estaban.
—
No pasa nada — respondí agotada.
¿Por qué me hacen esto? ¡Van a pensar que estoy loca!
—
Mmm, bueno... Yo digo que
ya está listo — aprobó Loi después de que escucháramos mi audio y olvidaran mi
extraño alarido. Etel y Tomas me aplaudieron, emocionados.
Sí, yo también creo que por lo menos la parte del audio ya la
tengo lista. Ahora solo queda darle una revisada a mi ensayo.
—
Solo faltan cortar los
segundos en mudo del inicio, ¿verdad? — Asentí—. Entonces hoy mismo lo envías,
¿está bien?
—
¡Sí!
—
Y ni bien aprietes el botón
de “subir archivo” vas a avisarnos, ¡a los tres! ¿Entendido, Bellota?
—
¡Síp!
Janna nos trajo pastelitos y una jarra de jugo de naranja a la
habitación de Loi, después de que Tomas se despidiera porque tenía que volver a
casa por el cumpleaños de su hermano.
—
Bueno, ya que quedamos solo
chicas, ¡quiero lanzar el tema de conversación! — dijo Etel arrojándose sobre
la enorme cama de Loi.
Rebotó graciosamente, fingió tener un micro en la mano y nos sonrió
con picardía:
—
Respóndanos, señorita Marion
Amira, ¿no le gusta ni un poquito el chico de la vez pasada: Tarek Rye?
Loi rodó los ojos y se sentó sobre la alfombra. Se acomodó en una
flexible postura, muy de bailarina, sin prestarle atención.
Estaba acompañando los “uuyy” que Etel empezó a soltar, cuando de
repente me golpeó con fuerza un pensamiento: Tarek… Tarek no es un…bueno, no es
un ser humano convencional. Él…él es un demonio; o bueno, para ser más exactas
un antiguo demonio: un errante.
« Pero parece un buen
chico»
Sí, para qué negarlo.
Ay, debí haber hablado de esto con Tarek porque estoy en esa
encrucijada que implica el decirle a tu amiga si debe tomarse las cosas con
cuidado o no.
—
Loi, ¡Loi!
—
¿Qué quieres, Etel? —
preguntó desganada.
—
¡Vamos! ¿No te gusta ni un
poquito?
—
Etel, no he visto a ese
chico desde la vez que Sisa me lo presentó así que ¡cómo quieres que te dé un
veredicto con respecto a si me gusta o no!
—
¡Porque el gusto nace por
los sentidos más básicos! No te estoy preguntando si sientes algo más por él
como “amor” o esas cosas. — Loi resopló, aburrida—: Si algo te gusta es porque “encanta”
tus sentidos: tus ojos si es hermoso a tu vista; tus manos si es suave a tu
tacto, tu gusto si es agradable en tus labios o tu oído si es armonioso.
Eso suena coherente. Bastante coherente, a decir verdad.
—
Así como, yo supongo, a
Sisa le gusta Alen — agregó con una sonrisa cómplice.
¿Ah? ¿Que me gusta Alen?
Si tomamos como referencia el comentario de Etel tal vez la
respuesta sería “sí”. Sus ojos me parecen hermosos, su voz me suena melodiosa
y su cabello muy suave al tacto.
Y el gusto… Su boca
Odié el escalofrío que me recorrió la columna.
—
¿Sisa?
—
Alen me cae bien, igual que
Tomas — me apresuré a responder.
—
¿Y por qué esa respuesta
tan a la defensiva? — apuntó Loi con una ceja en alto.
Me entretuve mordiendo los bordes del pastelito y fingí tomármelo sin
importancia:
—
Porque realmente Alen no me
gusta.
—
Sisa, es que… ¿es que acaso
sí ha pasado algo entre ustedes? — me preguntó Loi con algo de preocupación.
Tragué despacio: ¿tanto se notaba? —. Porque si te hizo algo, así esté
cayéndose de guapo créeme que iremos a darle un buen par de golpes a esa linda
cara suya.
Solté una pequeña risa y negué con la cabeza:
—
No, no ha pasado nada, Loi.
La verdad… la verdad era que me moría por hablar con alguien sobre
lo que había sucedido la vez pasada. Decirles que la cabeza por momentos iba a
explotarme porque el recuerdo de nosotros besándonos en mi habitación aún me
abrumaba de sobremanera. Pero el hacerlo implicaba demasiadas cosas: ¿por qué
estaba en mi habitación? ¿Por qué pensé que besarlo lo ayudaría?
—
Yo sé lo que está pasando
por esa cabeza de bellota — comentó Etel con una sonrisa fraternal. Volteé a
observarla —. Tienes miedo, ¿verdad?
—
¿Ah? ¿Miedo?
—
Síp, miedo. Miedo porque
igual que en todas las historias de romance, la palabra “amor” rima con “dolor”.
— Y lanzó un suspiro algo dramático.
No sabía si reírme o no.
—
¡Por Dios! ¡Dispárenme que
eso ha superado todo! — profirió Loi sin creerlo—: Etel, ¡esa ha sido la frase
más cursi del día!
—
¡Pero es la verdad! El amor
de verdad suele ser algo mortífero, como en una buena tragedia. Justamente los
amores más apasionantes son los más mortales. ¡Romeo y Julieta se amaron tanto
que…!
—
Murieron, sí, pero eso fue
por un descuido; ¡bastante tonto, a decir verdad! — Etel abrió la boca,
indignadísima ante las palabras de Loi—. Ahora existe el Internet y los
teléfonos móviles; ya no se corre con el riesgo de que no te lleguen los
mensajes importantes como: “Romeo, fingiré mi muerte, no vayas a suicidarte.
Besos, Julieta”.
No pude evitar partirme de la risa con lo último. Hasta Etel lo
hizo.
Un par de minutos después Loi soltó un suspiro tan agotado que las
carcajadas se nos apagaron:
—
La verdad, Sisa, es que
aunque repito que Alen está más bueno que estos pastelitos y yo sí me apuntaría
a hacerle de todo — me dijo divertida—, si crees que el involucrarte demasiado
con él va a terminar lastimándote, lo ideal sería que entonces las cosas sigan
así.
—
¿Eh?
¿Por qué Loi ha sonado tan decaída de la nada?
—
En realidad, no sirve de
nada enamorarse si no se está seguro de ser correspondido. — Me reincorporé
para ver a Loi porque su tono había cambiado. Etel soltó un suspiro y le
acarició la cabeza con cariño—. El que se enamora
pierde, porque es el que entrega más, y no hay nada peor que entregar de más…
Papá es un ejemplo de ello.
Por un momento me sentí desorientada, viendo por primera vez esa
mueca tan llena de fastidio en su rostro.
Entonces tomó uno de los cojines que tenía cerca y lo lanzó con
fuerza.
Se estrelló contra la pared y rebotó.
—
Y yo también, por estúpida
— añadió. La sonrisa triste me conmocionó —. Supongo que es genético
¿Qué?
Loi se encogió de hombros, restándolo importancia.
—
No digas eso — murmuró
Etel—. No fue así.
—
Sí, sí fue así. Fueron muy
claros conmigo cuando empecé esa relación. Yo me dejé llevar sin pensar
en protegerme. Sin pensar que, así como en un momento sientes que vuelas, al
siguiente estás estrellándote contra el pavimento.
La observé en silencio porque no sabía nada de esto.
—
Papá le entregó todo a
Lorain; sí, mi madre y la muy… — Apretó los labios y después rodó los ojos,
buscando relajarse—. Ya puedes imaginarlo, ¿verdad? Prefirió irse con un hombre
más joven; y nunca fue sincera con papá. — Tragué despacio porque sabía parte
de la historia, pero era la primera vez que Loi ahondaba en el asunto—. Y para
rematarla, cuando volví a verla hace un par de años, amenazó a papá con
quitarle mi custodia si se negaba a darle un monto mensual que cubriera sus
gastos. Por lo visto el guapo publicista con el que se fugó ya se había
aburrido de ella.
No supe qué decir; me sonrió:
—
Evidentemente papá tenía
todas las de ganar, pero le preocupaba que todo el tema me afectara. Después de
todo, una madre no vuelve solo por “el dinero que puede proporcionarle su
hija”, ¿verdad? O bueno, no una madre como las que nos pintan en todos lados. La
verdad es que a veces quisiera volver a verla para decirle un par de cosas…
pero de ahí recuerdo que no vale la pena y se me pasa.
—
Lo lamento, Loi — le dije
con algo de tristeza.
—
Oh, no te preocupes,
Bellota. Uno supera estas cosas más rápido de lo que se cree. Muchos dicen que
el cariño de una madre es irremplazable, pero la verdad es que yo no lo he
necesitado. Créeme que ver a tu padre y a tu hermano explicándote lo que es el
período, es una anécdota que se guarda para toda la vida.
La oí reír, animada, pero aun así supe lo difícil que era aquel
pasaje para ella.
—
Y por otro lado, yo…
Se tomó unos segundos, como buscando por dónde empezar, así que le
dije que no era necesario pero ella asintió, diciéndome que estaba bien.
—
Yo… bueno… Tenía catorce
años cuando sucedió todo esto con mi madre y su pedido de dinero. Me sentía
deprimida, triste… Cuando ella volvió pensé que querría entablar algún tipo de
relación conmigo, recuperar los años que se había perdido, conocerme más… Pero
solo había venido a pedirme que intercediera por ella con papá para lo de sus
gastos mensuales.
Un par de gotitas golpearon la ventana con suavidad: había
empezado a llover.
—
Me dijiste que tu primer
novio fue Marcus Leda, ¿verdad, Bellota? — Asentí sin comprender la repentina
mención—. Y también nos contaste que fue uno de los mejores chicos que
conociste, ¿no es así?
—
Sí.
—
Bueno, la verdad es que mi
primer novio no fue tan genial como esperaba; llegó cuando me encontraba en un
estado terrible, justo después de lo que pasó con Lorain y papá. — A mi lado
Etel chasqueó la lengua, disgustada—. Era un completo imbécil. Me moría por él
en segundo año; no sé cómo demonios se enteró de eso. — Soltó un suspiro y
después sonrió, tratando de alivianar el asunto—. El caso fue que me dijo que
podíamos salir con la condición de que yo siempre tuviera presente que lo que
teníamos no era nada formal. Bastante directo, eso sí. Aplaudo su sinceridad.
—
Ese idiota — murmuró Etel.
Loi sonrió:
—
La idiota fui yo — la
corrigió con tranquilidad—. Yo sabía desde un principio que no debía
engancharme al completo con un chico que no iba en serio. Para cuando me di
cuenta, él ya estaba lejos; persiguiendo a las nuevas chicas de secundaria.
Todo porque no quise acostarme con él en esa maldita fiesta... Me afectó
demasiado; no aguantaba sus burlas y las de sus amigos por los pasillos. — Suspiró
fastidiada—: Era tan débil que tuve que cambiarme de escuela para no seguir
viéndolo y terminar llorando en los baños.
Me sorprendió muchísimo la declaración, porque jamás se me habría
ocurrido imaginar a Loi llorando por un chico.
—
Sí, ahora me doy asco yo
también — me dijo riendo.
—
Es lo único bueno que puedo
agradecerle a ese imbécil: que te cambiaras de escuela y nos hayamos conocido —
comentó Etel abrazándola con afecto—. Si algún día me lo topo, ¡voy a dejarlo
irreconocible! ¡Maldito idiota malnacido!
—
Ya pasó bastante tiempo y
la verdad es que ya está superado. Si lo viera de nuevo a lo mejor y hasta me
río en su cara — añadió Loi con humor—. Lo tuyo con Marcus fue genial, ¿verdad?
—
Bueno sí… pero el asunto
con él fue que en realidad éramos más amigos que novios.
—
¿No te gustaba ni un
poquito? — me preguntó Etel.
—
Sí me gustaba, pero…a veces
sentía que lo quería como un hermano. Ya les dije que empezamos a salir porque…
Lo que Marcus y yo tuvimos inició de manera extraña. Después de
todo era uno de mis mejores amigos: no iba a soportar que lo lastimaran
burlándose de él si lo rechazaba.
—
¿Y Alen? — me preguntó Etel
con picardía.
—
Alen nada — respondí
echándome sobre la alfombra.
Alen nada porque era un ángel. Y si hablamos de cosas
inalcanzables, creo que la palabra “ángel” ya de por sí deja en claro las
cosas.
Y si hablamos de dejar en claro las cosas…
—
Madre mía, ¡ya son las
siete! — exclamé al ver la pantalla de mi celular. Tenía que volver temprano a
casa porque había estado llegando muy tarde toda la semana pasada a propósito
de los ensayos para la grabación de mi audio. Etel dijo que también ya se iba,
y Loi que aprovecharía para ir al edificio en el que ensayaba para ver lo del
cambio de sus horarios.
Bajamos y minutos más tarde estábamos ya caminando por la acera,
hablando sobre la exposición para Tutoría que nos habían dejado de tarea para
dentro de dos semanas. A todos nos había tocado por sorteo un personaje en
particular, reconocido mundialmente por diversos méritos
La lluvia se había detenido hace mucho, pero había dejado ese
simpático aroma a acera mojada alrededor.
—
Pues Da Vinci me parece una
figura bastante buena — dijo Loi; Etel asintió, muy entusiasmada con su
trabajo—. A mí me ha tocado Jane Austen y sinceramente no sé quién es.
—
¡Es la autora de Orgullo y
Prejuicio, Loi! ¡Ya te lo había dicho! ¿Elizabeth Bennet? ¿Señor Darcy?
—
¿De tus historias favoritas?
— Etel asintió con fervor; Loi torció el gesto, aburrida—: Y tú, Bellota, creo
que…
—
Sí, me ha tocado Einstein —
señalé agotada.
La Física y yo somos dos entes completamente incompatibles: ¡no sé
por qué se empeña en perseguirme!
—
¿Sabías que tocaba el
violín? — Volteé a ver a Etel, sorprendida y ella asintió con solemnidad—: Era
un maestro en números, pero también tenía su lado musical.
—
¡Vaya!
Mmm, tal vez el tema no iba a resultar tan difícil.
—
¡El desgraciado de Tomas
tiene demasiada suerte! Casi todo el salón quería hablar de JOBEY. Su
exposición va a estar genial.
Loi estaba despotricando contra él con todos los insultos habidos
y por haber, cuando repentinamente algo llamó nuestra atención.
¿Pero qué…?
—
¿Eso es una paloma? —
preguntó Etel observando a la recién llegada que nos miraba desde la acera.
Ahí, a unos pasos, una paloma blanca torcía la cabeza de lado a
lado, y sostenía con el pico el delicado tallo de una pequeña flor roja. En su
pata izquierda tenía un pequeñito rollo de papel atado a ella.
¿Mmm?
—
También tiene una nota —
añadí.
—
Pues no sé si estoy loca,
pero parece como si quisiera que la tomemos — dijo Etel.
Movía el pico de arriba hacia abajo, y sin dejar de observarnos.
Las tres nos miramos y finalmente Etel se acercó con cuidado, pero
la paloma retrocedió. Intenté hacer lo mismo, pero también fui rechazada.
—
¿Ah? ¿Qué pasa? — preguntó
Loi cuando Etel la empujó de lado.
—
Tal vez quiere que la tomes
tú.
—
¿Yo? Ay, Etel, qué vas a
decirme: ¿que ella puede escoger a quién le da la flor o algo así?
—
¡Solo hazlo! — exclamó
ansiosa.
—
Pero…
—
¡Caramba, hazlo!
Loi rodó los ojos y después se acuclilló, fastidiada:
—
A ver, ¿vienes? — le
preguntó desganada, y Etel y yo abrimos los ojos de par en par cuando la paloma
accedió y se acercó con sus andares bamboleantes a Loi que también se
sorprendió ligeramente.
Se acuclilló para tomar la flor de su pico y quitar la nota de su
pata con delicadeza.
—
¿Eh? ¿En mis sueños…cada
noche? — leyó Etel por encima del hombro de Loi, y en ese lapsus me di cuenta
de que, al frente, un chico alto de cabello rubio nos observaba fijamente.
Estaba parado bajo un farol…
¡Momento, pero si es…!
—
¡Hola, princesa! — dijo
apareciendo de la nada en frente de nosotras.
—
¡Ah!
A mi lado, Etel dio un brinco mientras Loi se reincorporaba,
parpadeando, muy, muy, muuuy, sorprendida.
—
¿Tú? — exclamó
desconcertada.
—
Le pedí a mi simpática
amiga que te contara mi secreto — le dijo con una sonrisa—. Que te dijera dónde
usualmente te encuentro todos los días.
Loi parpadeaba, aún asimilando la información, mientras Etel me
apretaba el brazo bastante emocionada.
Para qué negarlo: Tarek sabía cómo hacer sus jugadas.
—
¿Y ahora tú qué estás
haciendo? — oímos una voz aburrida desde atrás. Etel lanzó un chillido ahogado
que detuvo abruptamente cuando el dueño de la voz apareció delante de nosotras.
Pero mi brazo empezó a ser apretado con más fuerza, sin piedad
alguna.
—
¡A…Alen! — lo saludé algo
sorprendida y a la vez adolorida por los dedos de Etel.
—
Sisa — dijo a modo de
saludo. Lo noté algo serio —. ¿Qué estás haciendo aquí, Tarek?
—
¿Yo? Nada. Aquí, saludando
a la princesa, a mi Bellota favorita. — Me guiñó un ojo y después volteó a ver
a Etel—. Y a su linda amiga ¿llamada…?
—
¡Etel Franco! — exclamó
encantadísima.
Es imposible que Tarek no le caiga bien a alguien. ¡Es simpatiquísimo!
—
Bueno pues: hola, Etel, soy
Tarek Rye.
—
¡Sí! Bellota y Loi me han
hablado mucho de ti — respondió animada. Loi frunció los labios y le propinó un
codazo discreto—. ¡Pero si es verdad! — Otro codazo—. Ah, ya entendí — murmuró.
Loi puso los ojos en blanco; Tarek nos miró divertido:
—
Y ya que estamos en una
especie de primer encuentro masivo, déjenme presentarles a mi querido amigo.
Princesa, Etel, él es mi amigo: Alen Forgeso. Tú ya lo conoces, Bellota, así
que no hace falta.
Alen tenía el rostro de un asesino en serie hasta que Tarek
pronunció su nombre. Relajó el semblante y les regaló a Etel y a Loi una amable
sonrisa:
—
Es un placer; las tres van
a la misma escuela, ¿verdad? — Loi y Etel asintieron con emoción. Tarek
insistió en invitarnos algo, así que nos encaminamos rumbo a una cafetería cercana.
Mientras Etel charlaba con él y Loi andaba propinándole miles de
codazos más, exigiendo discreción, Alen retrocedió un par de pasos, justo por
la distancia en la que yo iba:
—
Es un idiota, lo lamento.
Intenté detenerlo, pero es como un niño, no me hace caso.
Su tono agotado me dio muchísima gracia.
Los tres se detuvieron frente a una máquina de muñecos de felpa; Tarek
exclamó, animoso, que sacaría un par para ellas.
—
Parece que tu amiga
realmente ha llamado mucho su atención.
—
Eso significa que Loi le
gusta, ¿verdad? — apunté divertida, pero como demoró en contestar volteé a
verlo: traía los labios fruncidos—. ¿Alen?
Se quedó observando fijamente la escena de en frente: Tarek muy
concentrado manipulando las palancas de la máquina, buscando obtener algún muñeco.
—
¿Alen? — insistí algo
tensa.
— Mira, es complicado explicar la situación…
—
¿A qué te refieres con “complicado”?
— exigí con más firmeza.
—
Tarek es un errante… ya
sabes, un demonio que vive entre los humanos por iniciativa propia. — Ya, eso
sí lo entiendo—. Es parte de su naturaleza original que cuando algo le llama la
atención no ceda hasta que… bueno, consiga lo que quiere.
¿Ah sí?
—
¿Y qué es “exactamente” lo
que quiere? — pregunté con la mandíbula rígida.
Al frente, Tarek sacó dos peluches y se los ofreció con una enorme
sonrisa a ambas. Etel lo aceptó sin chistar, pero Loi se veía algo recelosa.
—
Creo que ni él mismo lo
sabe. — ¿Qué dijo? —.
Sisa, Tarek es mi amigo. Es uno de los pocos demonios que, sé, no les gusta
atormentar a los seres humanos, pero…
—
¡¿Cómo que no lo sabe?! — exploté
sin creerlo—. ¡Entonces qué cosa está buscando al intentar conquistar a Loi!
—
Sisa…
—
¡Alen, no! — advertí
enfadada. Acababa de enterarme de la situación con el primer novio de Loi: ¡jamás
iba a permitir que otro viniera a jugar con ella!
—
Sisa, escucha…
—
¡No! ¡Vas a decirle que se
aleje o sino te juro que…!
—
Sisa, yo no…
—
¡¿Tú no qué?! ¡¿No vas a
decirle?! — reclamé furiosa—. ¡Bueno, pues si tú no puedes claro que yo puedo!
¡Tar…!
—
¡Alto ahí, furiosa Bellota!
— Me detuvo por el estuche del violín antes de que me lanzara hacia adelante, y
sonrió algo divertido—: ¿Crees que sería tan miserable como para no pedirle que
esta vez vaya en serio?
—
Pero no me dijiste que…
—
Conozco la naturaleza algo
“juguetona” de Tarek — me dijo y rodó los ojos—. Pero sé que esa chica es tu
amiga y la quieres mucho. No voy a dejarlo avanzar si veo que sus intenciones
no son buenas, ¿de acuerdo?
Lo observé fijamente: gesto
que me indique si miente, gesto que me indique si miente, gesto que me indique
si miente…
De acuerdo, parece que no está mintiendo.
—
¿Me lo prometes? — le
pregunté con algo de desconfianza.
—
Te lo prometo, protectora
Bellota.
—
¡Oigan! ¡Ustedes! — gritó
Etel a dos esquinas con cinco peluches en la mano: ¿tanto habíamos hablado? —.
¿Van a quedarse ahí parados?
—
¡Ya dejen de coquetear y
vengan! — la acompañó Loi y ambas, junto a Tarek, se carcajearon de lo lindo.
Sentí que el rostro se me encendió de la vergüenza.
Alen, por otro lado, los observaba con las cejas elevadas,
completamente tranquilo.
—
¿Vamos? — me dijo.
—
Sí…
No tendría por qué estar de otra manera, ¿no?
A fin de cuentas, parece que la única que se pone nerviosa soy yo.
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Subir archivo
Son las doce de la noche y sigo observando la página de Gaib Art
sin dar paso alguno; todo alrededor está sumido en un silencio que hasta asusta
porque Gisell y Corín ya están dormidas. Podría haber enviado el audio hace
horas, pero la verdad es que uno: estoy nerviosa, y dos… no tengo sueño.
Le di una última ojeada a mi ensayo: habían salido ocho hojas. Lo
he revisado como posesa algo de cincuenta veces. Hasta le pedí a Etel, Loi y
Tomas que revisaran la ortografía por si las moscas. Me dijeron que estaba
perfectamente redactado.
El chat grupal se me abrió otra vez, con los peculiares apodos que
solíamos usar y que más parecían estados. Loi estaba preguntándome si ya había
enviado el audio.
No soy una bellota dice:
Ahorita lo hago
Iago deja a la horrible Helena dice:
Oks!! :3
Yo también quiero un chico guapo dice:
LOI, ACEPTA A TAREK!! ESTÁ GUAPÍSIMO
Y ES MUY AMABLEEEE!! <3 <3 <3
Iago deja a la horrible Helena dice:
Etel, no jodas! Y ya vete a
dormir!
Solté una carcajada, y finalmente le di clic al bendito botón para
comprimir el archivo de audio y mi ensayo. Esperé que toda la barra de carga
estuviera completa y después…
Enviar
—
Listo, ya está.
Mi carta ha sido jugada.
Les avisé a los chicos que ya estaba hecho. Tomas, a pesar de no
estar conectado, me envió un mensaje al celular diciendo: “Bien hecho, Bellota!”
y después me despedí de ambas por el chat y de él con un mensaje de texto.
Cerré la laptop y me estiré sobre la silla del escritorio.
Ya está hecho, ahora a esperar, nada más. Ojalá que el audio haya
sido lo suficientemente bueno como para pasar. ¡Y si sí, podré contarles al
abuelo y a Joan que podría conseguirlo en Gaib Art…!
—
Ya, relájate. Deja de emocionarte
tanto — me reprendí, a ver si así se me quitaba la enorme sonrisa. Sentía
tantas ganas de bajar saltando por las escaleras y correr por todo el
vecindario.
Por un segundo imaginé al abuelo y Joan si pasaba a la siguiente
fase… ¡Dios! ¡Sería demasiado genial!
Me puse a dar brincos que intentaba hacer insonoros para evitar
que Gisell despertara, y entonces sentí que flotaba, flotaba. ¡Flotaba de la
alegrí…!
» Pues lamento ser la que
tenga que dar las malas noticias…
¿Eh? Ya…ya no estoy en mi habitación. Veo una sala perfectamente
decorada, la luz amarilla del candelabro inmenso que cuelga del techo.
» ¿Malas noticias? Por
favor, puedes decirme todo lo que se te antoje, pero no vas a arruinar este
momento.
» Claro que puedo hacerlo.
— Una risa estalla, la madera cruje en la
chimenea. La charla se desenvuelve entre dos chicas —: Acaba de llegar al pueblo, y prácticamente es el mejor partido que toda
mujer pudiera desear…
» Te lo vuelvo a repetir,
no pierdas tu tiem…
» ¿Pero es posible que
creas que con todo eso no esté comprometido? ¡Por favor, Albania! Te creí más
perspicaz.
» ¿Qué? ¿De qué hablas?
Distingo una nota de incredulidad en la que se supone es la voz de
Albania. Ya no es una niña; de por sí el tono de voz ya no le pertenece a una pequeña.
Es una chica… una mujer…
» Está comprometido,
querida, “comprometido”. Y por lo que sé, se muere de amor por su futura
esposa.
» ¡Mientes! ¡Mientes…!
» ¿Quieres saber el nombre
de la afortunada?
Y apareció: ¡lo vi! Vi un reflejo. El reflejo de una imagen… ¡un
rostro!
—
¡Ah! — Abrí los ojos con
violencia. La habitación se movió un poco; me aferré con fuerza al respaldar de
la silla y logré llamarlo —: ¡Alen!
No pasaron ni dos segundos para que apareciera frente a mí.
—
¿Sisa? ¿Qué pasó? ¿Estás
bien? — me preguntó lleno de preocupación.
—
Lo vi, ¡lo vi! — le dije
agitada.
—
¿Qué viste?
—
Acabo de tener una visión,
¡y por fin vi un rostro!
Había reconocido sus ojos, la forma de su rostro. Su cabello…
—
¿Qué? — exclamó
sorprendido—. ¿Pudiste ver a Albania?
—
No…no sé si era ella pero…
¡pero distinguí a alguien!
Intenté controlar mi respiración, Alen me observaba exaltado.
—
¿Quién…?
Era ella…sí. Cabello negro, piel pálida. Sí, era ella, ¡no
hay duda!
—
Vi a una chica a la que ya
he visto antes. ¡Era ella, estoy segura!
—
¿De quién se trata?
—
Estudia en mi escuela. Se
llama Zara…. Zara Lagares.
Los ojos miel se
abrieron, llenos de sorpresa.
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