ACTO III - Acto de contrición
¡MUY BUENAS!
La lista de reproducción musical la encuentran aquí abajo, sha lo saben (les he puesto un par de Arrietty y el mundo de
los diminutos porque eran necesarias) y lo único que tengo para decir de
este capi 3… es que van a encontrarse con un personaje muy querido en Noches deinsomnio. Y que a partir de ahora empezamos con la historia de los
protagonistas de la saga.
No les digo más. Amo el inicio de este capítulo.
¨°*°*°*°¨
ACTO III
Alexia sabía
cuánto amaba y detestaba
al mismo tiempo
el pasaje de aquel libro:
«Es Julieta, es el
sol»
¿El sol?
Romeo juraba que su Julieta era el sol
pero yo podía gritarle al mundo entero que mentía.
Julieta no era el sol, ni se le asomaba si quiera.
En cambio él…
…él sí que lo era.
Él tenía al sol en
los ojos,
y cada parpadeo en su mirada equivalía a un amanecer…a un
alba.
Y que me bauticen cuantas veces quieran, si es él el
que escoge mi futuro nombre.
Y que me condenen a vivir enamorada, si mi alma caótica
complementa la belleza de su pureza.
Y si el estar a su
lado requiere de un pago, que el destino o toda la humanidad me lo pidan,
porque estaría más
que dispuesta a entregarles lo que quisieran.
Porque él era el sol mismo.
Porque Aniel era
“mi” sol.
Y también el aire que respiraba.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
Ya
es hora de dormir, dice Nunita. Le hago caso y cierro los ojitos. Además, no
estoy sola: ellos están conmigo,
siempre.
Él siempre está conmigo.
Todo
se pone oscuro, pero de ahí se pinta de colores. Aire juguetón: fruuum, fruuum. Luz calentita: mmmmnnn. Hojas bailan por aire juguetón
y luz calentita: sssss, ssssss.
Animalitos:
ahhmm, resporar, resporar.
Animalitos
y plantas resporan. Si no resporan no vivos.
Luz
día, y oscuro noche. Cuando es noche todo oscuro, frío; vocecitas feas
hablándome al oído, cerquita, muy cerquita.
Se ahogan.
¿Quién eres?
¿Yo?
Alania.
Para
abbolito soy “damita” y “qué pasa por esa cabecita”; y para Nunita “niña
preciosa”. Para Mejle, Sorel y Nereo “niña Alania”; para Alexia y tía Morgana
“princesa”. Para Joan “hermanita hermosa”, para Corín solo “Alania”.
¿Quién eres?
Ya
te lo dije: Alania. Ah, no, ¡Albbania! Albaaania. Es que no poder decir “be”,
pero Nuna dice practicar hace maestro.
¿Qué eres?
Albbbania,
como la bbbisabbbolita. Albania como el sol dijo que me llamara.
El sol
Abolito
ni Nuna saben, pero al sol mi nombre le gusta y siempre está conmigo. Recuerdo
su vocecita, “Llegó con el amanecer, con
el albbba”, dijo y sentí algo. Creo que se llama felicididad.
¿Qué eres?
¿Qué
soy?
Mmmm,
¿niña?
Ni Albania, ni niña, ni humana: eres mucho más que eso.
¿Por
qué dices eso? Está oscuro y Nuna no
está. ¡Shhh!
No niña, no humana
Nunita,
¡Nunita!
¡NO HUMAN…!
» ¡NUNITA!
» ¡Albania!
Voz
fea, voz fea, voz fea. Oscuro y ojos rojos. Ojitos rojos feos, feos, ¡muy feos!
» No llores, no llores.
» Parece que ha sido un mal sueño.
Ya se le va a pasar, déjala Aniel.
Aniel.
Ojos rojos, ¡ojos rojos feos!
Me dan miedo.
» Ya no llores. No pasa nada, bobita.
¿Eh? ¡Pero si es el sol! ¡El que
gustar Alania!
¡Albbbania, Albbbania! ¡Practicar
la be!
» ¡Niña Albania! ¿Qué pasó? — Nunita abre puerta. Me abraza
fuerte, fuerte.
Abolito aparece también.
» Hija, ¿qué pasó?
» ¡Abbolito! ¡Feos, ojos feos!
¡Feos!
» No llores, hija; ya estoy aquí.
Ningún “ojo feo” te hará daño; ¡haré que atrapen a todos los ojos que estén
deambulando por estos lares!
Me río:
» Abbolito tonto, ojos no tienen
patitas. ¿Cómo corren?
» Es una buena pregunta. — Abolito se ríe. Su bigote me pica;
me río más—. Ya no llores, hija. Vamos,
me quedaré aquí hasta que te duerm…
» ¡No! ¡Abbolito quedarse siempre!
¡Siempre!
» De acuerdo, de acuerdo. Hoy
dormiré aquí, ¿mejor?
» Abbolito, te quiero. — Se ríe, su bigote me pica más;
me río yo también.
¡Ojos feos fuera! ¡Abbolito pegarles a todos si molestar!
Abbolito
me lee cuento: el conejito que se pierde por salir de casa sin pedir permiso.
El
solecito sigue en la esquina. Está con otro chico.
» Abolito, ¿ves al solecito?
» ¿Mmm? Todavía no sale, hija. Aún
es muy temprano.
» ¡Sí salió! ¡Está allí, al frente!
¡Tiene el pelito marrón y es bonito!
No, abbolito no verlo. Solecito sonríe, se apoya sobre pared y me mira, ¡me
mira!
¡Es tan bonito el solecito!
El solecito…
*°*
Los
he visto desde hace muuuuucho. Siempre están ahí, o aquí, o allá y más allá
también. Aparecen, ¡pum!, y cuando
Nuna viene, ¡pum!, ya no están.
Siempre
están conmigo, pero hoy recién les hablé. Al solecito y al otro chico.
» ¿Quiénes son ustedes dos?
»
Somos tus custodios — habla el solecito.
Tiene
la voz bonita; no sé por qué pero recuerdo su voz linda desde siempre,
¡siempre!
» ¿Costud…? — ¡Ay! ¿Cómo era?
»
Custodios, Albania.
» ¿Sabes que me llamo Albania?— Me dice que sí. ¡Se sabe mi
nombre!—. ¿Y tú cómo te llamas?
»
Mi nombre es Aniel, y este de aquí, que no habla mucho, es Nanael.
A-ni-el
y Na-na-el.
Siento
que ya lo sabía.
El
solecito se llama Aniel. Qué bonito nombre.
» ¿A él la lengua cortó el ratón?
» ¿Mmm?— Le digo que Bejle dice que la
lengua el ratón comió cuando uno no habla, y se ríe. ¡Qué bonito se ríe!—. Nanael, habla un poco más o ella creerá que
el ratón te comió la lengua.
» ¿Qué?
» No pongas esa cara de viejo
renegón.
» No sé por qué pierdes el tiempo
charlando con ella. No era necesario presentarnos.
»Pero Albania ya tiene casi cuatro
años y está dominando el lenguaje; además ha preguntado nuestros nombres. Es
amable de nuestra parte resolver sus dudas.
» Te repito que no era necesario
responderle.
No
entindo nada. Nanael se molesta, Aniel se ríe…me gusta cómo se ríe.
» ¿Te puedo decir Aniel? — ¡Ojalá sí, ojalá si, ojalá sí!
» ¿Te puedo decir Albania? — Me sonríe bonito. Me río, él
también se ríe.
Voy
a tomar su mano, tal vez se siente igual de calientita que la del abuelito;
pero no…no puedo.
» Lo siento, no puedo
materializarme.
» ¿Materimateriazarte?— Vuelve a reírse y después dice
“no” moviendo la cabecita.
» Lo lamento, no puedes tocarme.
» ¿Eres un fantasma? — Bejle habla de ellos: dice que
son feos (pero él es lindo) y blaaaancos. Y cuando los ves te da un ¡pom! aquí, aquí, en el pecho, y
después tu corazón ¡bom, bom, bom!,
y gritas mucho, mucho.
¡Cierto!
¡Tal vez deba gritar!
» ¡AAHH!
¡Bejle estará muy orgullosa cuando
le cuente!
» ¡No, no! ¡Alban…!
» ¡Niña Albania, Santo Dios! ¡¿Qué
sucede?! — Nuna
bonita entra corriendo. Casi se cae—. ¿Qué
pasó, pequeña diablilla?
» ¡Nunita! ¡Fantas…! — Quiero contarle lo que he visto,
pero el solecito mueve la cabeza: no.
» ¿Niña?
» ¿Aniel?— le pregunto por si acaso.
»
No, Albania. Ella no puede verme. — Ahh, con razón el abuelo tampoco puede.
Nunita me mira, ¿y ahora qué le
digo?
» ¡Nada, Nunita! — Ammm. ¡Ah, ya sé!—. Sentí cosquillitas ¡y quise gritar!
¡Listo!
» ¿Qué? ¡Ay, pero con qué cosas me
sale, niña! En seguida regreso, estaba trayéndole algo de té con crema pero
solté la bandeja por semejante grito que pegó.
» ¡Perdón, Nuna bonita!
Nuna se va, me quedo con los
fantasmitas.
» ¿Eres un fantasma?
»
No, Albania, no somos fantasmas.
» Yo a veces sueño contigo. — El chico bonito abre los ojos:
¿sorpresa? Sí, ¡se sorpresa!—. Vuelas y
tienes plumas blancas. Si no eres fantasma, eres ángel, ¿verdad?
¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Angelitos!
» ¿Cómo me dijiste? ¿Son costure…?
» Custodios, Albania.
» ¿Custodios?
» No es necesario que sepa nada de
es…
» Claro que es necesario, Nanael. —Y me sonríe; en cambio el otro
chico se molesta más—. Somos los
encargados de velar por tu bienestar.
» ¿Velar por mi binestar?
» “Bienestar”: cuidarte.
» Eso no es cierto, Aniel.
Nosotros estamos aquí para…
» Basta, Nanael.
¿Cuidarme?
» ¿Los dos?
» Así es, los dos.
No,
los dos no van a cuidarme. Él va a cuidarme: el solecito.
Sueño
con él, sueño con él. He soñado contigo.
» Yo…
» ¿Sí, Albania?
Quiero
preguntárselo desde hace muchísimo tiempo:
» ¿Eres el sol?— Me mira…y se ríe con fuerza.
» No, no soy el sol.
» Pero sí tienes al sol en tus
ojitos, ¿verdad?— Ríe
más. Me gusta que se ría.
» Me temo que no.
No,
claro que sí.
El
chico bonito tiene al sol en los ojitos.
*°*
» ¡Aniel, Nanael, por aquí!
» ¿Albania? ¿A dónde vas?
» ¡¿Otra vez?! ¡La humana ya le ha
dicho que no corra!
» ¡Esa humana se llama Nuna,
Nanael! — lo
reprende Aniel.
Corre,
corre: Joan te trajo por aquí y por aquí, y por aquí…
¡Sí,
sí!
» ¡Miren!
Me
quito las botitas y trato de alcanzar el columpio: está enrollado sobre la rama
para que no se estropeé mientras nadie lo usa.
Está-muy-aaaalto.
No alcaaaaanzo. ¡Hmp!
» Albania, vas a mojarte el
vestido y reprenderán a la humana.
» Nuna…
» Lo que sea, Aniel.
» ¡Pero quiero columpiarme!
» No seas caprichosa, niña. — ¡Nanael no lo entiende!
Joan
le pidió al abuelo que le hicieran un columpio en la rama de este árbol que llega
hasta parte del arroyo. Es bonito jugar en él porque puedes mojarte los pies
mientras te columpias, pero Joan es más alto y él puede treparse al árbol para
desenrollar el columpio. En cambio yo…
¡Ay,
yo no alcanzo! ¿Por qué no seré más grand…?
Zuuuuumm
Suelto
un gritito porque el viento me despeina, y cuando veo bien… ¡Oh! ¡El columpio
se está desenrollando solito!
» Aniel, ¡¿qué demonios sucede
contigo?!
» Solo quiere columpiarse, Nanael.
¿Por qué eres tan severo?
» ¡Ella ya tiene seis años, debe
empezar a ser más responsable! — Bueno sí, los cumplí hace tres meses—. ¡¿Y encima llamar a los servidores de Drol
Asirb solo para desenrollar un columpio?!
» ¿Drol Asirb? — No sé quién es y si me ha hecho
este favor debo darle las gracias como Nuna siempre repite—. ¿Quién es Drol Asirb, Aniel?
» Es el custodio del viento, Albania.
Todo lo referente al aire, al viento, a la brisa y a las ventiscas es tema de
él.
Observo el columpio, ya listo para
que me suba a él.
» ¡Gracias, señor Drol Asirb! — digo y le hago esa reverencia
tan bonita que me ha enseñado la tía Morgana estirando la falda del vestido y
agachándome un poquito.
» No es nada, señora— escucho. ¿Mmm?
En
fin, ¡el columpio! ¡Sí!
» ¡Gracias a ti también, Aniel!— le digo cuando empiezo a
balancearme. Me gusta meter los pies en el agua y después empujarla hasta
salpicar en el aire.
Aniel
sonríe cada vez que el viento cruza para bailar con las hojitas de los árboles.
Su sonrisa es bonita; su cabello también y sus ojitos: ¡todo él es tan bonito!
Cómo
me gustaría tomarlo de la mano. Sí, sí, no se puede: está prohibido.
Uy,
ya me hizo frío.
Vamos
a bajar con cuidadit…
» ¡Albania!
¡SPLASH!
Me
he caído del columpio pero no me ha dolido porque el agua es suave. ¿También
tendrá nombre como Drol Asirb?
» Claro que sí. Mucho gusto, mi
nombre es Yaccu, señora.
¡Oh!
¿Entonces eres Drol Yaccu? ¿O señor Drol Yaccu? ¿O señora? Lo digo por cómo
suena tu voz.
» Como prefiera.
¿Me
has oído pensar? Porque no he dicho nada en voz alta.
» Es que usted es un caso muy
especial.
¿Especial?
¡Oh!
Todo aquí abajo es medio azulito y medio verde, ¡como los ojos de Nanael!
También hay plantitas y algunos pececitos.
» ¡Niña Albania!
Nuna ha venido corriendo detrás.
Entra, me carga: adiós pececitos.
» ¡El niño Joan jamás debió mostrarle este lugar! ¡Ahora va a querer
dárselas de pato y siempre estará dentro del agua! — Le doy besitos para que no se enoje.
Al costado, Nanael está enfadado:
» ¡Te dije que iba a mojarse!
Tiene que aprender a comportarse.
» ¡No importa: no me hace frío! — Nunita me pregunta a quién le
hablo, no le respondo.
» No debías mojarte, y te mojaste.
Así de simple es la situación.
» Nanael, basta…
» ¡No! Basta tú, Aniel, ¡que estás
consintiendo demasiado a esta niña!
Aniel baja la mirada. No me gusta
que haga eso, parece que se siente triste.
Triste… ¿porque le han hablado
feo?
» ¡Eres malo, Nanael!
» ¿Malo?— Eleva una ceja: siento que la
garganta me pica mucho, mucho; que los ojitos me arden también—. Qué palabra tan burdamente humana, Albania.
» ¡Malo, malo!
» Si ser malo implica hacerte
notar tus errores, entonces sí, ¡claro que soy malo!
» Nanael, basta, no le respondas
así…
» ¡ERES MALO, MALO, NANAEL! ¡MUY
MALO!
» ¿Niña? ¿Qué sucede? ¿A quién le
habla?
¡Nanael es tan malo!
» ¿Niña? Oh, niña, ¿por qué está llorando?
*°*
» ¡Por aquí, Corín! ¡Por aquí!
» ¿A dónde? — ¡Ay, por qué pregunta tanto!
Regreso por ella. Sé que está algo
malita así que no debo hacer que corra tanto.
» ¡Por aquí! ¡Es hermoso, Corín! — La agarro de la mano y
avanzamos juntas entre los arbustos. ¡Seguramente va a gustarle muchísimo!
Ha estado molesta desde la semana
pasada: ya no quiere jugar conmigo y no sé por qué. Ya no me habla después de
las lecciones de la señorita Bona. Termina sus deberes, saluda al abuelo, y
Tamaya se la lleva a su casa.
Escuché a Nuna decirle a Bejle que
tal vez la tía Gisell tenía la culpa. No entendí por qué.
» Albania, ¡¿a dónde me estás
llevando?!
» ¡Aquí, tontita!
La pongo delante de mí y le enseño
el bonito prado lleno de flores que encontré ayer. ¡Hay muchísimas! ¡Y de
varios colores!
Arranco varias y se las doy en un
ramo…
…pero no las quiere aceptar.
» ¿Verdad que son muy bonitas,
Corín? ¡Es mi lugar favorito, pero si te gusta puede ser el tuyo!
» ¡Me trajiste solo para esto!— ¿Eh? ¿Por qué suena tan
decepcionada?—. ¡Solo son flores! ¡Si
quiero unas simplemente pido que me las compren! ¡Y más bonitas!
» ¿Más bonitas? — Veo mis flores: ¡pero si éstas
son tan lindas! —. Corín, ¿por qué estás
enfadada conmigo?
» Déjame, ¡no quiero jugar contigo
nunca más! ¡Y mi abuelo es mi abuelo!
¿Qué? El abuelo también es mi abuelo,
¿por qué me ha dicho eso?
Bajo el ramo: ella ya está
corriendo lejos, muy lejos.
» ¡Corín! — grito. A lo mejor está jugan…
No, no está jugando.
No volteó.
El cielo está gris: el abuelo dice
que eso pasa cuando los ángeles están tristes.
» Aniel…— digo en voz bajita y aparece a mi
lado. Nanael está más atrás—. Aniel,
¿estás triste?
» ¿Tú estás triste, Albania?
¿Yo? Bueno, tal vez un poquito.
» No llores…
Me limpio las lágrimas con
rapidez, pero siguen cayendo. ¡Caen muchísimas más! ¿Cómo se les dice que
paren?
» No llores, bobita. A lo mejor
Corín no ha tenido un buen día. —Siento algo de viento cálido rozarme el cabello. Elevo la
mirada: Aniel tiene puesta una mano sobre mi cabeza.
No la siento mucho, pero sé que
está ahí.
» ¿Fui mala, Aniel? Porque si es
así, no me acuerdo. ¿Le hice algo feo a Corín?
» Claro que no.
» ¿Entonces por qué está molesta
conmigo?
Me encojo y aprovecho para tocar
las flores: ¡son muy bonitas! ¿Por qué
no le gustaron?
» Hay cosas que los adultos no
deberían compartir con los niños — dice Nanael. Trato de entender sus palabras pero no lo
logro: ¿cosas que los adultos no deberían compartir con los niños?
Aniel vuelve a pedirme que ya no
llore, pero no puedo. Corín me simpatiza mucho, ¿por qué yo ya no le simpatizo
a ella?
» La han lastimado — dice bajito. Se arrodilla frente
a mí—. Albania, ¿quieres que te cuente un
secreto?
¿Eh?
» ¿Un secreto? — Me limpio las mejillas: ¿qué
será?—. ¡Sí, sí!
» Voy a mostrarte mi forma
original si prometes no llorar más.
» ¿Forma original? — Me da muchísima curiosidad—. ¿Así como Gremory cuando se hace lobita?
» Así es.
Dicen que es una demonio, pero a
mí me parece que es más un hada. Es muy graciosa y tiene el pelito
completamente gris, como de abuelita, pero parece más chiquita que Alexia. O
sea que no es abuelita.
A Nanael no le simpatiza mucho,
pero a mí sí.
» ¿Qué dices? ¿Quieres?
» ¡Sí, sí quiero! ¡Sí quiero,
Aniel! — ¿Será
un lobito también? ¡Seguro de los más bonitos!
» Me prometes que no llorarás más.
» ¡Te lo prometo, te lo prometo,
te lo prometo!
— ¡Ay, qué nervios!
» Aniel, ¡¿qué demonios planeas
hac…?!
» Liu vita.
¿Eh?
La voz de Aniel salió muy bajita y
al instante los ojos se le pusieron brillantes. El sol… ¡el sol brilló
muchísimo! No, ¡ya no es dorado! ¡Ahora era violeta!
Un fuerte viento lo rodeó. ¡Oh!
¡Es…!
¡Es el ave de mi sueño!
» ¡Aniel! ¿Eres tú?
Parecía un pajarito muy grande…
¡no! ¡Un cisne! ¡Sí, como del cuento! ¡Y era enoooorme!
Pasó volando junto a mí, y escuché
su cantar como lo más bonito del mundo. ¡No puedo creerlo!
» ¡Aniel, ¿pero cómo se te
ocurre…?!
» Nanael, no seas pesado y muéstrale
tu figura también.
» ¿Eh? ¡¿Tú también te conviertes
en cisne, Nanael?!
— Me dio risa que me mirara con ese gesto de abuelito gruñón y después rodó los
ojos.
» En fin, el daño ya está hecho. — Dio un salto—. Liu vita.
Solté un gritito: un lobo de color
rojo y ojos verdes cayó frente a mí. Se parece mucho a Gremory pero da alguito
de miedo.
¡Pero son igual de bonitos! ¡Los
dos!
Me divertí muchísimo con Aniel que
pasaba volando junto a mí y me despeinaba. Nanael, que no quiso jugar, se
recostó sobre el prado bostezando como Maltés que ya está algo viejito y no
ladra mucho.
» La verdad extrañaba sentirme
como yo.
» Ven a jugar un tanto.
» Aniel, nosotros no somos la
nodriza de esta niña así que no molestes. Si quieres jugar, juega tú.
» Qué poco amable eres.
Aniel mueve la cabeza: me dan
ganas de tocarla porque parece algodón. Estiro la mano con cuidado, para que no
se dé cuenta pero… ¡Oh, no puedo tocarlo! Es como si fuera de aire, qué
tristeza.
Me quedé jugando con él: hicimos
carreras. De derecha a izquierda…ah, no, ésta es la izquierda. De izquierda a
derecha y siempre me ganaba. Es que él puede volar y yo no.
» Yo también quisiera volar.
» ¿Ves lo que provocas? Ahora acabas
de meterle una idea extraña en la cabeza.
Aniel cruza volando a muchísima
velocidad y varios pétalos saltan. Traté de cogerlos todos, pero di un pasito
mal y terminé sobre la hierba. Me río, Aniel también lo hace.
Hay
flores de muchísimos colores: azules como el cielo cuando está de mañana,
rosadas como el vestido más bonito de Nunita adorada, grises como el bigote del
abuelo que tantas cosquillitas me da cuando me besa las mejillas, moradas como
algunas de las corbatas de Joan, blancas como los vestidos de Corín.
También
rojas, como los ojos que a veces se me aparecen por la noche; y
amarillas...amarillas como el sol.
No…el
sol no es amarillo. El sol es dorado, como las cadenas que Alexia y la tía
Morgana llevan en las muñecas.
No, en realidad no es de ese tipo de
dorado. El sol es más como la mantequilla derritiéndose cuando la linda Bejle
la echa sobre los panecillos recién hechos.
No,
tampoco. El sol es dorado como la miel, sí, sí.
Dorado
como la miel, dorado cálido, muy cálido. Casi tan cálido como cuando te abrazan
después de un sueño feo.
Dorado
como sus ojitos.
«Llegó con el amanecer…con el
alba»
Nunca le pregunté si eso que
recordaba había sucedido en realidad.
» ¿Albania? —me preguntó con su voz de cisne.
» Aniel, yo… — Dejó de volar y se paró delante
de mí. ¡Qué grande es!
» ¿Sí?
Nunita apareció entre los árboles.
Ya estaba algo oscuro: creo que me demoré mucho.
» Niña, ¡¿cómo me hace esto?!
¡Pensé que le había pasado algo muy malo!
» Lo siento, Nunita querida. ¡Es
que me entretuve jugando con las flores!
Y con Aniel que en su forma
original es aún más bonito.
» Su abuelo estaba a punto de
mandar traer a todos los empleados para que la buscáramos, ¡no vuelva a
hacernos esto jamás!
¡Cómo me encantaría mostrarle al
abuelo lo bonitos que son Aniel y Nanael!
Sobre todo Aniel.
*°*
Radiante.
Tres-o-ra-cio-nes-con-ra-dian-te.
La
señorita Bona dijo que radiante se usa para… ¿para qué?
— ¿De qué se ríe, niña Albania?
— ¡De nada, Nuna querida!
¿Para qué se usa? ¡Mmmm! ¡Piensa,
piensa!
Radiante tiene, ¿mmm?, cuatro
sílabas… ¡sí, sí! Ra: uno, dian: dos, te: tres. ¡Ah, no! ¡Tiene tres sílabas!
Pero… ¿qué era?
— ¿Qué sucede, niña Albania? Solo le
faltan las tres oraciones con radiante. ¿Qué pasa? ¿No se acuerda de las
lecciones?
Mmm, radiante. Radiante, radiante, radia…radi…ra…
Ra…ra… ¿ratón?
— ¿Radiante es dónde viven los
ratones, Nuna?
— ¡Pero niña…! — Nuna se está riendo
muchísimo: siento que me quiero reír yo también pero las mejillas me arden
mucho, ¡muchísimo!—. ¡Claro que no! Radiante y ratón no tienen nada que ver.
— ¡No te rías, Nuna!
Pobres ratones: se ríen de ellos y de los radiantes.
— Pero si es la cosita más linda.
No, niña: radiante y ratón no significan lo mismo ni tienen nada en común.
Ratón y radiante no van juntos, así dice Nuna. ¿Entonces…?
— Radiante se usa para describir
algo. — ¿Describir? Ah, entonces es
adjetivo—. ¡A ver! Por ejemplo: ¡qué
radiante se ven los novios!
— ¿Los novios, Nuna?
— Es una palabra que significaría lo
mismo que brillante, niña.
— ¿Brillante?
— Así es; pero no solo brillante de
luz, sino también brillante en modo…no sé, perfecto, o hermoso, o bonito. Algo
así como: “¡qué radiante se ve con ese vestido!”
— ¡Ya, ya, entendí! ¡Gracias, Nuna
querida!
— No es nada, niña Albania.
Ra-dian-te. Bri-llan-te. Her-mo-so.
la abuela Marlene con su sombrero es muy radiante
— ¿Así, Nuna?
¿Mmm? ¿Qué pasó? Nuna tiene los
ojitos llenos de agua.
— ¿Qué pasa, Nunita? ¿Lo escribí
mal? ¿Por eso quieres llorar?
— No, niña. Recordé algunas cosas.
Dígame, ¿aún recuerda a la señora Marlene?
¿A la abuela?
— ¡Claro que sí! El abuelito siempre
me habla de ella; dice que era muy bonita. Y que me quería muchísimo.
— Así es. Vamos, siga haciendo sus
labores. No la distraeré.
— ¡De acuerdo, Nuna precios…! ¡No! ¡No
me beses! ¡Me haces cosquillitas!
— ¡Cuánto la quiero!
— ¡Y yo a ti, Nunita querida!
Radiante.
el dia es radiante.
— ¿Nuna?
— Me parece que solo falta una tilde
por aquí, y las mayúsculas, niña. No las olvide.
— ¡Es verdad!
Nuna saluda a la niña radiante.
— ¿Y ahora, Nuna?
— ¡Perfecto, la tarea ya está
acabada!
Toc toc
¡Uy, la puerta!
— ¿Sorel? ¿Qué pasó? — pregunta
Nunita; yo aprovecho para ver si mi letra se ve bonita.
Radiante.
Radiante-brillante-bonito.
Ninguno está cerca. Nanael siempre
repite que no pueden estar todo el tiempo a mi lado, pero a mí me gustaría
muchísimo que fuera así.
Radiante.
Los ojos de Aniel son brillantes i bonitos radiantes como el sol
Como
el sol.
Él
dice que no cuando le pregunto si tiene dos soles en los ojos, pero yo sé que
sí. ¡Aniel tiene dos soles! ¡Tiene al sol en los ojitos!
¡Y
son tan bonit…!
— ¿Los ojos de Aniel son brillantes
y bonitos, radiantes como el sol?
— ¡Nuna, no lo leas!
— ¿Otra vez con…?
— ¡Nuna!
— ¡Niña Albania! ¡Niña Albania, no
corra!
Como el sol, así: bonitos y
brillantes.
Aniel…Aniel…
— Aniel — pido en voz bajita. Siento
un soplido del viento; el sol aparece.
— ¿Albania? — La luz del jardín es
fortísima y todo se ve muy bonito; pero los ojos de Aniel son más bonitos—.
¿Por qué corres?
— Porque Nuna va a atraparme. —Y me
sonríe, ¡me sonríe muchísimo mientras corre a mi lado!
Me
gusta que me sonría: pero solo a mí. A veces le sonríe a Nanael, a los
pajaritos, e inclusive al propio sol y no me gusta.
— ¿Otra vez haciendo correr a Nuna?
—Su voz es suave, sus ojos brillan, su cabello también. Es marrón, como el de
los bombones rellenos de fresa que el abuelo suele traerme—. Pero qué traviesa
nos está resultando, señorita.
Señorita.
— ¿Y eso está mal, Aniel?
— Por ahora…no. —Y sonríe. Me sonríe—. Por ahora no.
— Claro que está mal. Nuna se la
pasa corriendo de arriba hacia abajo, ¡es joven pero es desconsiderado de su
parte hacerla correr tanto!
— Nanael, no seas tan estricto. Es
apenas una niña, y ni siquiera Nuna se queja tanto como tú.
Ya casi llegamos al columpio junto al riachuelo. Nanael vuelve a
enojarse conmigo, pero no me importa. Lo que si no me gusta es que le hable a
Aniel con ese tono tan feo.
— Nanael, pareces un anciano renegón
cuando pones esa cara. ¿Ves? Hasta a Albania le ha dado risa.
— Estás malcriándola, Aniel, y en
cualquier momento…
¡El columpio!
¡Ah! ¡Antes debo sacarme las
botitas o sino Nuna se molestará más!
Han vuelto a enrollarlo en la rama
más alta, pero le pido al señor Asirb que me ayude un poco con eso. Silba
contento y el columpio se desenrolla por sí solo.
Nanael ya me ha dicho que no debo
llamarlo por “dimiedades” o algo así, pero él nunca se niega a ayudarme cuando
se lo pido así que no hay problema.
Igual la señora Yaccu que me recibe
amablemente cuando caigo al arroyo.
— Recuerda que tienes las lecciones
con la señorita Bona a las cinco.
— ¡Ya acabé todos mis deberes,
Aniel! — Sonríe de nuevo; me sonríe mientras el columpio se mueve y yo siento
que vuelo, vuelo muy, muy alto, ¡casi hasta tocar las nubes!
Y el sol brilla muy, muy, muuuy fuerte en sus ojos.
Radiante…radiante.
— Radiante.
— ¿Has aprendido una nueva palabra,
Albania?
— ¡Sí! ¡Radiante, Aniel! ¡Nuna me
dijo que se usa para…!
— ¿Sí?
Para tus ojos.
— ¡Para el sol! Radiante, ¡radiante como
el sol!
— Así es.
Que sonría siempre, ¡siempre! ¡Y
nunca deje de estar contento! Para que la luz siga bailando en sus ojitos, y el
viento con su cabello.
Porque yo…yo…
Yo también quiero bailar con el sol.
¨°*°*°*°¨
NUNA
—
¡Niña
Albania!
La
muy diablilla se ha perdido por el sendero que conduce hasta el bendito
columpio que se le construyó al niño Joan y que ahora se ha convertido en su
lugar favorito. Las cuerdas cuelgan de la rama del árbol que está junto al
arroyo, así que todo aquel que se columpie en él tiene la posibilidad de
mojarse los pies mientras lo hace, o de darse un enorme chapuzón si se cae.
Es
un lugar precioso, si quitamos el hecho de que siempre que juega ahí tengo que
cambiarle los vestiditos por ropa seca. Ya le he pedido a Nereo que asegure el
columpio, pero no sé cómo esa niña llega a desenrollarlo.
—
¡Niña!
¿Dónde está?
—
¡Por
aquí, Nuna! — exclama. Ya está balanceándose con alegría. ¡Ay, no!
—
¡Se
va a mojar el vestid...!
¡SPLASH!
—
¡Niña
Albania, ¿otra vez?!
La
observo chapotear contenta después de dejarse caer dentro del arroyo: ha
adquirido la mala costumbre de balancearse y a último momento impulsarse con
fuerza y lanzarse hacia el agua.
Lo
bueno es que la corriente es sumamente tranquila, así que no corre con el
riesgo de ser arrastrada hasta el mar.
Ríe
contentísima cuando me observa llegar a la orilla. El vestidito y los rizos
castaños le chorrean por completo.
—
¿Es
que acaso quiere matarme de un disgusto, pequeña diablilla?— replico agotada.
—
¿Matarte?
Oh, claro que no, Nuna adorada. ¡Si eres lo que más quiero en la vida! Tú y el
abuelo, claro—añade como si no pudiera dejarlo de lado—. Y también Joan, y la
tía Morgana y Alexia y el tío David, y la linda Bejle, y Nereo, y Sorel, ¡y el
viejo Maltés! y…
—
No
me salga con cuentos, niña Albania, que si me quisiera no me haría pasar por
todos estos disgustos. — La tomo en brazos cuando sale del agua mientras suelta
más risitas—: ¡Con este ya son tres vestidos los que he tenido que cambiarle
durante todo el día! Si no se va al mar termina metiéndose en el arroyo, ¡o en
las fuentes de los jardines!
—
Pero
a ti te gusta cambiarme los vestidos para que todos me vean bonita, ¿verdad,
Nuna querida?— Sus bracitos se enroscan alrededor de mi cuello y después me
besa con ternura las mejillas: ¡pero qué tramposa es!—. ¡Nunita! Tú me quieres
tanto como yo a ti, ¿verdad?
—
Si
sigue comportándose como un caballo loco y metiéndose en cuanto hueco lleno de
fango halla, o zambulléndose en el arroyo, mi cariño por usted decaerá.
—
¡No,
Nuna! ¡No digas eso!
—
Entonces
sea buena niña y compórtese.
La
niña Albania asiente, prometiéndome que no volverá a portarse mal mientras la
llevo a sus habitaciones para ponerle el cuarto vestido del día. Pero sé que la
promesa no durará mucho porque pedirle que se esté quieta es como pedirle al
señor Alcides que deje de ser tan testarudo.
Estaba
muy tranquila, haciendo sus deberes escolares, hasta que de la nada salió
corriendo como un potrillo, riendo algo avergonzada cuando leí en voz alta la
última oración que había escrito en su cuaderno de notas mientras atendía la
llamada de Sorel en la puerta.
“Los ojos de Aniel son brillantes y bonitos, radiantes como el
sol”
Otra
vez andamos con ese amigo invisible: la he oído miles de veces repetir ese
nombre cuando cree que está sola. Y a veces charla con tanto ánimo que estoy
empezando a pensar que ese tal Aniel a lo mejor sí existe.
Bejle,
la vieja cocinera, me observa pasar con ella en brazos y ríe entre dientes
después de anunciarme que la antipática de Tamaya ya está en el salón, junto a
la niña Corín, para recibir las lecciones que la señorita Bona viene a dictar
cada tarde.
—
¿Otra
vez jugueteando en el columpio junto al arroyo? Va a matar a Nuna si sigue
queriéndoselas dar de pez, señorita— la regaña Bejle con afecto. Mi niña suelta
más risitas—. Por cierto, hay panecillos dulces para el té después de que
termine sus lecciones, así que esfuércese.
Ella se retuerce entre mis brazos, llena de felicidad:
—
¡Gracias,
Bejle! — grita aplaudiendo entusiasmada mientras subimos a su habitación—.
¿Oíste eso, Aniel? ¡Panecillos dulces!
—
¿Aniel?
¿Otra vez ese misterioso “amigo”, mi niña? — le pregunto con interés. He oído
del señor David que los temas de los niños hay que tocarlos con el mismo nivel
de importancia que ellos le ponen: de esa forma se sienten más libres de poder
charlar abiertamente de los problemas que los aquejan.
Pero parece que no he sido lo suficientemente persuasiva
porque ella suelta más risitas mientras se cubre la pequeña boca y niega con la
cabeza, diciéndome que no se trata de nadie.
—
Lo
siento, Nanael — murmura divertida.
¿Aniel? ¿Nanael? Me pregunto de dónde habrá sacado esos
nombres tan raros.
Ah, ya: a lo mejor de la señorita Alexia que cada vez que
viene de visita trae consigo experiencias y recuerdos cada vez más extraños. La
última vez trajo consigo algo llamado “origami” (nos mostró figuras de animales
perfectamente hechas en papel). Lo practicaban en un país algo lejano, y lo
aprendió de una mujer que conoció en los eternos viajes que hace para “disfrutar
de la vida”, como siempre repite.
—
Nuna,
¿crees que ya estén cerca?— me pregunta con sus enormes ojos llenos de
felicidad.
—
¿Cerca?
— repito mientras le quito las ropas húmedas. ¡Qué bueno que llegué a tiempo!
Solo se ha dado un chapuzón así que solo es cuestión de cambiarla de ropa—.
¿Habla del señorito Joan y del señor Alcides?
—
¡Sí,
Nunita! — Le pido que alce los brazos para ponerle el vestidito perla con
flores bordadas que el señor Alcides compró hace poco, y después la hago girar
sobre la cama, de pie, para atarle el lacito de la espalda—. ¿Estarán cerca?
¿Llegarán mañana?— exclama saltando sobre el colchón.
—
Probablemente,
niña.
Termino de vestirla y después le indico que se siente en
el pequeño taburete frente a la cómoda con el espejito en el que se ve todos
los días. Al igual que todos los muebles de la habitación, el señor Alcides
también mandó traer este desde el extranjero y diseñado especialmente para su
tamaño, así que yo tengo que agacharme
para llegar a su altura.
El señorito Joan ya llevaba algunos años en Dominic
Pascal, al que su padre, el señor David, y todos sus primos habían acudido
desde los nueve años. Las primeras temporadas habían sido muy duras ya que para
cualquier niño resulta complicado separarse de sus padres para convivir con
niños de otras familias; pero después de tantos años, el venir de visita solo
en determinadas fechas ya era algo hecho costumbre para el señorito.
El mismo señor Alcides había decidido recogerlo pasar por
el ya que ahora se encontraba en Libiak por un asunto de negocios.
—
¡Joan
debe estar muy alto, ¿verdad, Nuna?! ¿Crees que esté tan alto como el abuelo?
—
A
lo mejor, mi niña. Ya es casi un hombre: en algunos meses cumplirá quince años.
—
En
la carta que me escribió decía que estaba trayéndome algunos obsequios, ¿verdad
que sí? ¿Lo recuerdas, Nuna querida? ¡La leímos en voz alta!
—
Sí,
mi niña, sí. — Y volvió a reír contentísima.
Mentiría si dijera que ser nodriza de esta niña no es un trabajo agotador
porque la mayor parte del tiempo me tiene correteando de aquí para allá. Pero
estaría siendo aún más embustera si no admitiera que me encanta cuidarla.
Ya han pasado siete años desde su llegada a esta casa. Como
lo ordenó el señor Alcides, en vista de que Tamaya ya había sido designada como
nodriza de la niña Corín, yo me encargaría de la niña Albania. La muy perversa
se burlaba de mí diciendo que le habían encargado a la legítima heredera de la
casa, y que con el paso de los años perdería mi trabajo. No obstante, tuvo que
tragarse sus palabras porque la niña Albania ahora era una Formerio más: el
señor Alcides la quería tanto como al señorito Joan o a la niña Corín. Y ni que
decir de la señora Morgana y la señorita Alexia que prácticamente la han
convertido en la princesa de la familia.
Tiene los ojitos enormes y de un color que jamás había
visto. Son como pardos, medio verdes, tal vez grises, con un brillo especial. He
escuchado infinitas veces decir al señor David que los ojos son los de su
madre, aquella pueblerina llamada Aura que se desvaneció como un fantasma. A
veces el tema de aquella chica sale de manera tan repentina y siempre de labios
del señor David, que Bejle y otros criados más se han atrevido a sugerir que la
tal Aura había impresionado al señor a tal estado de marcarlo con su recuerdo.
A veces creo que sí: la mirada llena de fastidio que pone
la señora Gisell cada vez que su esposo toca el tema de la chica llamada Aura,
me lo confirma un tanto.
Yo, por mi lado, no llegué a ver los ojos de aquella mujer
así que me conformo con decir que los ojos de mi niña son los más bonitos del
mundo entero. Siempre que me mira con ellos es inevitable que no piense en lo
hermosa que será cuando adquiera la mayoría de edad. Ya me imagino la cantidad
de pretendientes que va a tener tratando de llamar su atención para desposarla:
¡Dios Santísimo! Dentro de algunos años el llevarla al baile de Las Luciérnagas
va a ser una completa odisea.
Aún es pequeña, pero a pesar de que la mayor parte del
tiempo anda corriendo como un caballo loco, he notado que tiene los movimientos
muy ágiles y ligeros para su edad, a diferencia de otros niños que simplemente
corren y terminan lastimándose al no poseer todavía una capacidad motriz
adecuada. Nunca, en estos siete años, esta niña ha sufrido un accidente. Una
vez se tropezó a unos cinco escalones de la primera estancia y pensé,
horrorizada, que se daría un encontrón con el piso; pero no, dio un brinquito y
cayó de pie, como si no hubiera pasado nada.
Su ángel de la guarda de seguro ha de quererla mucho.
También tiene unos peculiares gestos risueños que muchas
veces impiden que uno la sermonee como corresponde (he visto infinitas veces al
señor Alcides tratar de reprenderla por salir corriendo hacia el bosque, pero
basta que ella le diga “lo siento, abuelo” mientras lo besa con dulzura en las
mejillas, para que el señor suspire desilusionado ante lo imposible que resulta
enfadarse con ella). La señora Morgana y la señorita Alexia también son en
parte culpables, porque siempre que están de visita por la casa le celebran las
risitas explosivas que se le escapan después de alguna travesura.
Eso sin contar que cuando algo no le gusta el tono risueño
se pierde, y suena inclusive tan indiferente como podría sonar el mismo señor
Alcides cuando está enfadado.
Sí, debo admitirlo: esta niña está creciendo con
demasiados mimos, y eso en algún momento podría jugarle en contra.
—
¿Nuna?
¿Por qué te has quedado callada? ¿Te has enfadado de verdad? — La miro a través
del espejo. Parpadea insistentemente y después se apoya sobre mi brazo—:
¡Nunita, no te enfades, por favor!
De acuerdo, ¿quién puede enfadarse con esta criatura?
—
No
estoy enfadada, niña — le digo y termino de cepillar su cabello mientras me
cuenta con lujo de detalles que el señorito Joan le ha prometido un libro de
cuentos ilustrado —. Ya está, niña. Tan bonita como de costumbre — indico
satisfecha al terminar la labor.
Frunce los labios y después me observa con curiosidad:
—
¿Crees
que soy bonita, Nuna?
La pregunta casi me hace reír.
—
¡Pero
por supuesto que sí!
—
¿Tan
bonita como el hada del cuento que leímos anoche?— Le digo que sí. Infla los
mofletes, como pensándolo y después da una palmada—: ¿Y también tan bonita como
el sol o los cisnes?
—
¡Por
supuesto, pequeña diablilla! — respondo haciéndole cosquillas. Ríe llena de
alegría y me dice que entonces cuando sea más grande, podrá bailar con el sol
si es tan bonita como le digo.
Y aquí vamos de nuevo con las frases extrañas.
Se pone de pie ágilmente; da un par de giros sobre sí
misma mientras observa su vestido flotar en el espejo.
—
¡Oh!
¡La señorita Bona ya debe haber llegado!
Acomodo el vestido y las demás prendas mojadas en la cesta
de ropa que debo mandar a la lavandería, y después salgo detrás de ella que ya
está corriendo como un torbellino hacia la sala principal.
¡Momento! No se ha puesto las botitas.
Intento seguirle el ritmo pero aunque tengo casi treinta y
ocho años de edad, me falta un poco el aire. Llego lo más rápido que puedo para
encontrarme con la antipática de Tamaya que está en la sala, leyéndole a la
niña Corín.
—
Alguien
no está haciendo bien su trabajo — canturrea cuando ingreso con las botitas en
mano.
Mi niña Albania se ha quedado de pie, frente a la ventana
que da para los jardines y ahora ríe en voz bajita.
—
Como
siempre, es un placer verte a diario, Tamaya — le respondo en tono agrio.
—
Otra
vez está hablando sola — replica ignorando mi fastidio—. Yo que tú hablaría de
esto más seriamente con el señor Alcides, Nuna. — Finjo no escucharla,
desanudando los cordones de las botitas oscuras —. Albania tiene casi ocho
años: ya no está en edad para eso de los amigos imaginarios.
—
La
"niña" Albania — recalco— es muy lúcida para su edad. No sé por qué
siempre sales con comentarios completamente fuera de lugar, Tamaya.
—
De
acuerdo, no diré nada más. ¡Ah, es cierto! El señor David me pidió que te entregara
esto. — Me pasa una invitación en tonos pasteles—. Es para la “niña” Albania —
añade con una sonrisita.
¡Ay, cómo la odio!
Abro el sobre con indiferencia: ah, claro, el sábado.
—
Es
para la fiesta de cumpleaños de la señorita Corín. Y procura llevarla con las
botas puestas: esa niña parece más un animalito salvaje que otra cosa. En fin,
no sé ni para qué te digo todo esto, a fin de cuentas ni si quiera es una
Formerio de verd…
—
¡Cierra
el pico, Tamaya! ¡Y si vuelves a decir algo parecido, juro que no la contarás
porque se lo diré al señor Alcides!
—
Ya
veo de dónde viene todo el asunto: ¡pero si tú eres igual de salvaje!
—
¡¿Qué
cosa…?!
Para su buena suerte anunciaron la llegada de la señorita
Montano, así que tuve que guardarme las ganas que tenía de agarrarla de los
pelos.
Las lecciones de la tarde iniciaron: fui a ponerme yo
también un vestido seco porque al tomar en brazos a la niña Albania se me había
humedecido el que traía puesto. Y después me dispuse a terminar el bordado que
había empezado hace tres días mientras escuchaba a la señorita Montano hablar
sobre multiplicaciones y divisiones.
Tamaya soltó un siseo bajo, llamando mi atención.
Solté un suspiro, llena de fastidio: ¿ahora qué quiere?
—
Albania
no está haciendo sus deberes, Nuna — me cuchichea—. No sé qué clase de modales
le has enseñado a esta niña.
—
¡Tamaya,
una más y…!
—
Albania,
¿qué sucede? ¿No comprendes los ejercicios de multiplicación? — oí de la
institutriz.
Tamaya me sonrió llena de burla. Iba a ponerme de pie para
intentar excusar su comportamiento, pero la señorita Bona se acomodó los lentes
y después parpadeó, sumamente sorprendida, al inclinarse sobre el pupitre para
ver los cuadernos de trabajo:
—
Ya
veo, ya los habías culminado.
—
Los
terminé ayer por la noche — respondió mi niña con tranquilidad—. No podía
dormir y me ayudaron a acab… ¡Di-digo, los hice sola!
—
¿Te
“ayudaron”? — repitió la señorita Montano, curiosa—. Este tema recién lo
veríamos hoy. Nuna, ¿acaso usted…?
—
No,
señorita Montano.
—
¿Entonces
alguien más te ayudó, Albania? Porque estos son ejercicios de un nivel más
avanzado y los has resuelto perfectamente.
—
Aniel
sabe muchas cos… ¡eh, nop! ¡Los hice yo sola! — exclamó, corrigiéndose a sí
misma.
Mmm, otra vez el tal Aniel.
Empiezo a preocuparme.
—
¿Tú
sola? — Mi niña repite que sí. La señorita Montano se ve sumamente
impresionada.
—
¡Mentirosa!
— reclama la niña Corín estridentemente—. ¡Estaban muy difíciles! ¡Seguro te
ayudó la vieja Bejle o Nereo!
—
¡No
le digas vieja a Bejle!
—
¡Entonces
no digas mentiras!
—
¡No
estoy diciendo mentiras!
— Niñas,
¡NIÑAS! — exclamó la señorita Montano. Ambas se encogieron y la observaron,
apenadas—. Suficiente, sigan con sus ejercicios. Albania, te daré otro par para
que practiques.
—
Sí,
señorita Bona.
Como el señor Alcides estaba de viaje, cualquier tema que
tuviera de punto central a la niña me concernía a mí: fue inevitable que la
sonrisa de satisfacción se expandiera por mi rostro, cuando la señorita Montano
se acercó para decirme que le subiría el nivel a los temas de matemática que mi
niña dominaba, para así explotar al máximo sus capacidades.
Voy a guardar en mi memoria, por lo que me resta de vida,
el rostro desencajado de la cara de caballo de Tamaya.
Más tarde el reloj de la sala se pronunció: si bien las
lecciones de matemáticas resultaron sumamente amenas, no sucedió lo mismo con
las de música. Mi niña aún no dominaba las notas en el piano, a diferencia de
la niña Corín que para sus siete años ya tocaba bastante bien.
— Bueno,
es evidente que algunas cosas se heredan. El señor David también es muy bueno
con el piano — murmuró Tamaya, conteniendo una risa—. Supongo que la tal Aura
no tocaría ni la puerta.
—
Tamaya,
te lo estoy advirtiendo. ¡Una más y…!
La señorita Montano concluyó con las lecciones a las seis,
como de costumbre. Se despidió y las bandejas con el té y los bollos dulces
aparecieron desde las cocinas.
— Ojalá
los probaras, son muy dulces — comenta mi niña observando al lado izquierdo—.
Al abuelo también le gustan mucho. Son suaves y cuando los muerdes…— Se da
cuenta de que todos en el salón la observamos y da un respingo.
Suelta una risita y vuelve a quedarse en silencio.
— ¿Sigues
hablando sola? — lanza la niña Corín con burla. Mi niña se enfoca en su tacita
de té con crema y no responde—. Te estoy hablando, Albania.
—
Ya
lo sé, Corín; y no hablo sola.
—
¡Claro
que sí! Acabas de decir “ojalá los probaras”.
—
Pues
quería decirlo y ya.
—
¡Las
cosas no se dicen y ya!
—
¿Quién
dice que no?
—
¡Todos!
—
Niña
Albania, niña Corín… — pido.
—
¿Quiénes
son todos? — replica nuevamente mi niña, y el tonito indiferente acaba de
aparecer.
—
¡Todos…todos
son….! —exclama la niña Corín, pero como no encuentra la respuesta aprieta los
puños con fuerza y los ojos empiezan a aguársele.
Ay, no, Señor.
—
Ya,
niñas, suficiente. ¿Qué les parece si pido que nos traigan más té?
Me pongo de pie y me dirijo a las cocinas: puedo pedir que
atiendan cualquier pedido tocando las campanillas que reposan sobre la
chimenea, pero no me gusta emplearlas porque el mismo señor Alcides evita a
toda costa hacerlo a menos que sean casos en los que el llamado era
estrictamente necesario.
—
¡Bejle…!
¿Mmm?
No hay nadie por aquí: ¡ah, seguro y andan ayudando con la
limpieza de los cuartos de huéspedes! El señor Alcides había pedido que los
mantuviéramos listos por si la señorita Alexia o la señora Morgana llegaban de
visita el fin de semana.
Retorné
al salón unos minutos después con una bandeja y una tetera repleta de té, la
jarrita de crema y terrones azúcar. Estaba a punto de empujar la puerta cuando
escuché la voz de la niña Corín:
—
Papá
lo quiso; yo no quería que vengas a mi fiesta, tampoco mamá.
—
No
me importa.
— No
vengas a mi fiesta. — ¡Pero qué antipática puede ser una niña, por todos los
cielos!—. Puedes quedarte jugando con esos amigos que ni siquiera existen.
— ¡Claro
que existen! — exclama mi niña indignada—. ¡Que tú no los veas no significa que
no existan!
— ¡No
existen! ¡No existen! ¿Acaso puedes verlos?
— ¡Claro
que sí! ¡Yo los veo!
— ¿Y
te entienden?
— ¡Sí!
— ¿Y
puedes tocarlos?
Aguardo la respuesta de mi niña, pero solo escucho la
risita despectiva de la niña Corín:
— ¿No
existen, verdad Tamaya?
— Así
es. Está loca, niña Corín; no tiene por qué intentar comprenderla.
¡Ah no! ¡Eso sí que no!
Abro
la puerta prácticamente de una patada y observo completamente disgustada a esa
mala mujer: está sentada junto a la niña Corín que ríe, en voz bajita, mientras
mi niña Albania sostiene su tacita de té con una evidente mueca de
desconcertada tristeza en el rostro.
—
¡Oh,
más té! Gracias, Nuna.
—
No
lo traje para ti, Tamaya — proferí enfadada.
Solté
la bandeja sin ningún tipo de delicadeza sobre la mesita de en medio y me
acerqué rápidamente a la niña Albania.
Iba
a tratar de corregir el horrible momento, pero un coche se estacionó en las
afueras de la casa: era la señora Gisell que se le había antojado venir a
recoger a su hija y a Tamaya, y como todo el mundo parecía estar en otro lado
menos en la primera planta, tuve que ir a recibirla.
Cuando
retorné al salón mi niña ya se había esfumado.
¨°*°*°*°¨
BEJLE
Santo
Dios, me pregunto en dónde habré puesto los atizadores que Nereo compró hace
unos dí… ¿Eh?
Me
detuve en la entrada de la cocina porque algo llamó mi atención: la niña
Albania estaba ahí, sentada sobre el suelo, en una esquina, y con la mirada
decaída.
¿Eh?
¿Y ahora qué pasó?
—
¿Niña Albania? ¿Qué está haciendo sentada
aquí, tan solita?
Di
unos pasos hacia ella, pensando encontrarla con alguna chuchería que tal vez
querría ocultar, pero nada: solo estaba ahí, abrazándose las rodillas, con los
bordes del vestidito perlado tocando el suelo y los ojos perdidos.
— ¿Niña Albania? — Nada. ¡Santo Dios, esta
niña se ha quedado congelada!—. ¡Niña Albania! — la llamé con más fuerza y al
instante dio un respingo, asustada:
— ¡Bejle!
— ¿Qué
pasó, niña? ¿No debería estar terminando su lonche en el salón?
— Es
que me terminé mi parte muy rápido— me respondió con una enorme sonrisa: el
gesto de angustia se perdió—. ¡Los bollos estaban muy ricos!
— ¿Qué
sucedió, niña? ¿Acaso la niña Corín volvió a decir algo que la molestó?
Esa
niña ha tenido la mala suerte de tener a una mujer tan antipática como Tamaya
de nodriza, que oírla soltar algún disparate no era para asombrarse.
— Lo
que Corín diga no me importa nada— me respondió con altivez. Me recordó
muchísimo al señor Alcides; cada gesto era una copia fiel de su abuelo—. Nuna
querida siempre me dice que no debo prestarle atención, así que nunca escucho
lo que me dice.
— ¿Segura?
Asintió
fuertemente, y como me dio algo de pena verla esforzándose por no verse triste,
le ofrecí algo de leche caliente para que se la tomara aquí, en la cocina.
— ¡Gracias,
Bejle! — me respondió en un gritito entusiasmado.
Me
quedé unos minutos observándola en silencio, mientras se bebía muy contenta su
tacita con leche y miel. Noté que estaba por acabarse el contenido, pero se
quedó mirando fijamente el interior y soltó un suspiro bajito.
No
sé si sea yo, pero siempre he tenido la ligera impresión de que esta niña tiene
añoranza en la mirada. Es como si deseara algo con todas sus fuerzas y no
pudiera obtenerlo.
Me
pregunto qué podría ser, porque en la casa prácticamente tiene de todo: el amor
de su abuelo y todas las muñecas y vestidos que quiera pedir.
— Bejle
— me llamó indecisa—, ¿tú sabes a quiénes se les dice loca?
— ¿Loca,
niña? — Asintió—. Bueno, no soy muy buena con esto de significados, pero loca
es cuando a una le falla el coco — expliqué dándole un pequeño golpecito en la
frente.
—
¿Fallarle?
¿Eso significa que no trabaja bien?
No
es novedad que esta niña salga con preguntas algo extrañas (una vez me preguntó
cómo se sentiría tocar el sol. Evidentemente le dije que uno se rostizaría y se
rió muchísimo); pero me pregunto de dónde habrá sacado tal pregunta.
Loca…
— Niña,
¿acaso pasó algo?
Se mordió los labios y volvió a negar fuertemente con la
cabeza:
— Solo
quería saber. — No le creí.
Me
puse de pie para fregar la tacita ya vacía, y en ese momento la oí agregar algo
más:
— Corín
no quiere que vaya a su fiesta de cumpleaños. — Ya decía yo que pasaba algo—. ¡Pero
está bien! ¡Además, yo tampoco quiero ir! ¡Seguro voy a estar muy aburrida! —
explotó con muchísima convicción.
Solté
una breve carcajada ante el encantador gesto de humor de perros en la carita de
niña.
— Además,
¡yo no hablo sola! — agregó. Ah, seguro y le han salido de nuevo con todo eso
de que su famoso amigo “Aniel” no existe—. Lo que pasa es que nadie puede ver
lo bonito que es — dijo con la voz apagada.
La
condenada mirada de tristeza volvió a los ojitos, así que me sentí con la
responsabilidad de intentar ayudar en algo. Nuna ha cuidado con tanto esmero a
esta niña, ¡que da rabia que personas como Tamaya o la malcriada de la niña
Corín se atrevan a lastimarla!
— ¿Le
gusta jugar con burbujas de jabón, niña Albania? — le pregunté mientras
enjuagaba la tacita en el fregadero.
— ¿Burbujas
de jabón? — repitió.
Los
ojos se le abrieron, llenos de ilusión, cuando la primera burbuja brotó de la
cañita que soplé después de sumergirla en la mezcla de agua y jabón.
— ¡Bejle,
qué hermosas son!
Qué sencillo es hacer feliz a un
niño.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
— Hasta
ahora no ha habido ningún inconveniente con la Original, más que el del grupo
de demonios que intentó inmiscuirse en su habitación hace unos meses. No nos
dieron demasiados problemas gracias al gozo de protección que Aniel me ayudó a
completar — escuché que le decía Nanael a Caila que permanecía en su forma
original, posada sobre el tronco de aquel enorme abeto—. A veces oye voces,
pero solo en sueños. Y sí, es una
desventaja que no podamos leer su mente, como pasaría con cualquier niño hasta
los doce años, pero por el momento no hemos visto
ningún tipo de reacción alarmante. Tal vez se deba a que es pequeña, pero si
percibimos algún tipo de conducta sospechosa procederemos a…
Me
alejé y dejé de escucharlo.
Nanael
es sumamente práctico, y sé que nuestro deber se reduce al de observar los
cambios emocionales y mentales por los que pasa nuestra custodiada, pero aún no
comprendo cómo es que puede hablar de ella como si se tratara de una especie de
experimento que en cualquier momento podría salir mal.
— “¿Cómo?”
Muy sencillo: recordando nuestra tarea principal — dijeron al lado. Solté un
bufido: olvido activar la barrera que impide que nos comuniquemos sin necesidad
de hablar—. También oí eso; no es muy amable de tu parte querer cerrarle tus
pensamientos a tu hermano de nacimiento, Aniel.
Lo miré, ligeramente disgustado:
— Lo
que no es amable es tu forma de describir la situación con Alban…
— Nuestra
custodiada— me interrumpió.
— Albania
no es una especie de…
— Nuestra
custodiada.
— ¡Ya
lo sé! Lo que trato de decir es que Alban…
— ¡Nuestra
custodiada, Aniel! — pronunció estoicamente—. Escúchame, deja de decir
“Albania, Albania” y llámala nuestra custodiada, por favor.
— ¿Por
qué? — repliqué desconcertado.
— ¡Porque
llamarla Albania te está vinculando demasiado a ella!
— ¿Vinculando?
— Traté de no reírme: por todos los cielos, ¡¿acaso no era evidente?!—. Nanael, hemos pasado siete años a lado
de esa niña, ¿cómo es posible que creas que el vínculo inicial que tenemos con
ella no se fortalezca?
— ¿Fortalezca?
— Suelta una carcajada. A veces me pregunto por qué resulta tan difícil para él
tratar de llevar mejor las cosas—. Aniel, nosotros no tenemos por qué
fortalecer nada con ella.
— ¿No
tenemos? —repetí sin creerlo—. Nanael, por si lo has olvidado, somos sus
Custodios.
— Es
nuestra principal tarea: no la olvidaría.
—¿Entonces?
— exclamé confuso—. ¡Los Custodios se vinculan de cierta manera con sus
custodiados!
—
No
es el caso.
— ¡Cómo
que no! Ella es nuestra custodiada y nosotros…
—
No
es una situación convencional, Aniel.
El tonito irónico empezó a fastidiarme.
— Nanael,
hagámoslo a tu modo y veamos el asunto desde el lado más objetivo: ¡claro que
es una situación de lo más convencional! — indiqué con seriedad—. Una
custodiada, dos custodios: es igual. Siempre ha sido así con cualquier humano,
así que no veo el motivo por el que te parezca tan descabellado que nos
vinculemos a ella.
— No
es lo mismo.
— ¡Claro
que sí! ¡Albania es nuestra custodiada! ¡La situación es la misma de siempre!
Era
una niña de siete años que correteaba, disfrutando de las cosas que apenas iba
conociendo en el mundo. Tenía seres queridos que la protegían y a los que ella
deseaba proteger; tenía sueños coloridos y se maravillaba por las cosas más
simples de la vida, como cualquier niño.
— No
es así.
— ¡¿Cómo
que no?!
— ¡Es
irracional pensar que todo esto es normal, Aniel!— bramó—. ¡La situación nunca
será la misma si el custodiado se trata de una aberración!
¿Qué?
Bien, eso era más de lo que podía escuchar.
— Nanael,
has soltado el disparate más…
— Nada
de “disparate”. Escucha, sé que ella parece una niña, no voy a negártelo. Tiene
la apariencia, el razonamiento y la conducta de una niña, pero no lo es. Ni
siquiera es un ser humano.
—
Que
“tiene la apariencia, el razonamiento y la conducta de una niña” pero ¡¿no lo
es?! — repetí exaltado—. ¿Has escuchado la tremenda estupidez que has dicho?
— Aniel,
su naturaleza no-es-humana. —Bien, su tranquilidad empezaba a resultarme
sumamente irritante—. Y no olvides que no podemos leer su mente por completo:
solo nos guiamos por sus emociones. Así que no sabemos exactamente qué está
pasando por su cabeza.
—
Está
bien que no sea humana, pero eso no te da derecho a llamarla “aberración”.
Imagina si estuviera por aquí, ¿cómo se sentiría al oírte?
¿Aberración?
¡¿Acaso está loco?!
— Bueno,
si quieres términos sencillos: uno, no lo entendería porque no creo que sepa el
significado, y dos, aunque no quieras aceptarlo, es eso. La Original es una
aberración: una creación que no debió nacer.
— ¡¿Y
quién eres tú para decir eso?! — Cálmate,
cálmate.
— ¿Es
que acaso estás empezando a creer que el nacimiento de ese supuesto ser
“perfecto” en realidad sí es por una buena causa? — me reprochó airado—. ¿Estás
justificando el accionar de los rebeld…?
— No
te estoy hablando de “causas”, Nanael. No me interesa en lo absoluto todas esas
explicaciones absurdas sobre por qué se dio la rebelión: lo único que me
interesa en este momento es el bienestar integral de Albania, “nuestra”
custodiada. ¡Ella no eligió nacer así!
— Ella,
en primer lugar, no debió nacer— sentenció con firmeza.
No tengo un cuerpo material, pero sentí como si algo por
dentro me aplastara con fuerza.
— Nanael,
estás cegado por las pre-concepciones que tienes sobre la Original— lancé
sumamente tenso.
—
Aniel,
no intentes emplear razonamientos humanos conmigo. ¿Pre-concepciones?
Escúchame, solo hay una definición para la Original: fue creada con la
intención de derrocar e inclusive apoderarse del Todo. Su nacimiento trajo
consigo la desaparición de miembros en contra de su voluntad, y se planeaba
usarla para crear a más “sujetos perfectos”. El Todo no la creó: es una
aberración, una equivocación, así que…
—
Eres
un imbécil — brotó de mis labios, casi sin planearlo.
—
El
lenguaje humano me tiene sin cuidado, Aniel. Puedes emplear los adjetivos que
quieras, no me afectan en lo absoluto.
Me
di la vuelta y sellé mis pensamientos. Me hundí en lo más profundo de Izhi;
llegué hasta la zona en la que un enorme acantilado se abría paso.
Me
recosté sobre uno de los árboles; abajo el mar chocaba con suavidad contra las
rocas.
Aberración…
No, ningún ser merecía tal apelativo.
— Sé
que no debo inmiscuirme en sus charlas — volteé de reojo y me encontré con la
mariposa blanca que emanaba luz rosa: Caila—, pero creo que deberías escuchar
las palabras de Nanael.
No respondí.
— Tienes
razón: ella actualmente es una niña, pero recuerda que es solo la prisión de su
verdadera naturaleza.
Traté
de enfocarme en cualquier otra cosa menos en las palabras de Caila: no quería
ser grosero, y era evidente que lo sería si trataba de rebatir su postura.
Una ola acaba de impactar contra una de las
rocas y la ha partido en dos; más allá, el huevo que reposa en un nido bajo las
plumas de un ave acaba de dar sus primeros indicios de voluntad: va a nacer.
— Ella
es un arma peligrosa, Aniel. Fue creada con un propósito y…
— Ella
no eligió nacer así — dije sin más.
Caila adoptó su forma humana y me
miró, completamente sorprendida:
— ¿Estás
justificando su creación? — Otra vez.
— Caila,
si me disculpas, quisiera estar solo.
Asintió. La mariposa blanca reapareció solo para perderse
entre los árboles de atrás.
¿Por
qué ella y Nanael toman mis palabras como una justificación al nacimiento de la
Original? Lo único que trato de decir es que no hay que estar a favor de algo
para comprender la situación que rodea el punto central.
La
Original, Albania, no había escogido
nacer así, así que atribuirle todas las desgracias que atacaron a los universos
durante su creación era absurdo. Y si el Todo había optado por darle una
oportunidad para vivir, ¿quiénes éramos nosotros para cuestionar su existencia?
Se
guardaba la esperanza de que toda su naturaleza inicial se fusionara con el
cuerpo humano que el Todo había preparado para ella, y de esa manera se
trataría solo de un humano más: frágil, sensible, y con capacidad para amar y
vivir sus vidas cíclicamente.
Tanto Nanael como yo hemos sido testigos de
sus sueños. Hasta ahora no he visto nada relacionado a su naturaleza
originalmente destructora; solo me he topado con jardines repletos de flores y
una fuerte fijación con el sol. Y claro, a veces malos sueños que la obligan a
despertarse violentamente…
…solo
para buscar la presencia de su abuelo o de Nuna.
No,
yo no me voy a limitar a “observar”. Nunca he pensado que a eso se reduzca mi
tarea.
Nunca
se lo he comentado a Nanael pero siempre he sentido de manera un poco extraña
(porque es como si algo me lo gritara por dentro) que el Todo no nos ha creado
solo para vigilarla y destruirla en caso de descontrol.
O
bueno, por lo menos en mi caso.
Algo
de luz plateada empezó a abrirse camino sobre la tierra. Elevé la mirada: las
nubes grises que estaban apresando a la luna ya la dejaban libre.
Me
puse de pie y cerré los ojos: hay luna llena cada cierta cantidad de días y
debo aprovecharla.
—
Así
que tú te alimentas con la luz de la luna, eh — oí desde atrás.
Demonio.
Giré
con sigilo porque la voz era una que no había escuchado hasta ahora. Observé a
todos lados y no vi absolutamente nada.
Me
erguí, completamente a la defensiva porque definitivamente no era la presencia
de Gremory. No era novedad que algunos demonios se acercaran demasiado
planeando conocer a Albania, o inclusive buscando llevársela (lo cual era sin
duda un pésimo plan teniendo a Nanael cerca: era demasiado bueno con gozos y
salmos de protección y ataque, así que era en vano cualquier tipo de movimiento
en su contra).
Pensé
en invocar un salmo de ofensiva, solo por si las dudas, pero la voz anterior
soltó una risa:
— Tranquilo,
hermano. Solo andaba por aquí porque la noche es estupenda y yo me alimento de
la luz de las estrellas.
¿Qué?
No
pasaron más de unos segundos para que de los árboles de atrás saliera un sujeto
de largo cabello rubio y ojos azules claros.
Lo miré con desconfianza porque de su brazo colgaba algo
parecido a una sombra.
Entrecerré
la mirada: la sombra se movía y parecía tener rostro, pero tenía vacías las
cuencas de los ojos y la boca se le abría de manera exorbitante…
Un alma humana.
— ¿Quién
eres? — exigí seriamente.
— ¿Mmm?
Ah, ya veo. Te has puesto así por esto, ¿verdad? — Señaló a la sombra que se
retorció y soltó algo semejante a un grito: parecía la sombra de un terrenal pero
a la vez no. Era como la figura del cuerpo humano, pero sin fuerzas;
escurriéndose, de manera un tanto grotesca, del brazo del demonio—. Acabo de
hacer un pacto. Y esto es el vestigio del alma humana que me pertenecerá cuando
el dueño fallezca.
—
¿Pacto?
— repetí.
El
demonio abrió la palma de su mano derecha, y la sombra se hundió literalmente
en el medio, como absorbida.
—
Es
demasiado largo de contar, no me hagas explicarlo. — Avanzó unos pasos y se
dejó caer sobre la tierra, con los brazos completamente estirados—. Ah, qué
bonita está la noche, ¿verdad? Tanto que no me importará estropear con tierra
este fantástico traje de caballero de alta sociedad.
—
¿Estás
aquí por algo en particular? — le espeté.
—
¿Algo
en particular? — Se sentó y elevó las cejas—: Bueno, ya te dije que me alimento
de la luz de las estrellas. Disculpa que haya aparecido así, pero este es uno
de los mejores lugares para contemplarlas.
En eso tiene razón. Es por ello que vengo a alimentarme
aquí yo también.
—
Te
he visto en varias oportunidades alimentarte de la luz de la luna, pero tu
esencia está más ligada al sol — comentó con interés. Lo observé en silencio—.
Debes ser tan único y extremadamente fuerte como dicen los rumores, teniendo
como elementos regentes a fuentes de energía tan exclusivas como ésas.
¿Rumores?
Iba
a preguntarle a propósito de eso, pero cerró los ojos con fuerza y después
torció el gesto con dolor.
— ¡YA
CÁLLENSE, MALDITA SEA! — bramó furioso y varios pájaros salieron volando de sus
nidos, asustados —. Vida de mierda —masculló.
Es evidente que es lo que le pasa…
…lo anormal es que no lo disfrute.
—
Creí
que los tuyos sentían placer cuando oían gritar a las almas humanas que les
pertenecían—comenté algo desconcertado.
— Bueno,
es un placer algo sobreestimado —me respondió hundiéndose los dedos sobre las
sienes—. Créeme, no es agradable escuchar alaridos cada cinco minutos.
—
Es
algo que tú mismo buscaste, ¿o no?— respondí con algo de brusquedad.
Pactos
con humanos. No imagino cómo pueden hacer eso: condenar a un alma a servir
eternamente como parte de sus tropas.
—
Si
el humano me invoca empleando mi nombre real, no puedo negarme a hacer un
pacto, así que no es como si yo lo hubiera buscado — me sonrió—, Aniel.
¿Qué…?
— ¿Cómo
sabes mi nombre?
— ¡Oh,
vamos! La pregunta sería ¿quién no sabe tu nombre? Hermano, ¡todo el mundo
habla de los dos custodios que se encargan de vigilar a la Original!— Vaya, qué extraño eso de ser tema de conversación cotidiana—. Ser hijos directos del Todo,
planeados, y encima creados para una misión en particular los hace únicos en su
clase: a ti y a tu hermanito, que tanto ha impresionado a esa loca de Gremory.
— ¿Gremory?
¿Conoces a Gremory? — Me sentí un tanto menos amenazado ante la mención.
— Podría
decirse que nos caemos en gracia.
Volvió
a recostarse sobre la tierra y suspiró; abrió la palma de su mano y miles de
diminutas sombras emergieron, nuevamente con esos rostros deformados y gritando
a todo pulmón.
— Ahí
está la luna, véanla — les dijo. Las sombras seguían chillando y tratando de
escapar—. No sé qué más podrían querer para calmarse un poco.
Sé que no es mi problema, pero…
— Estira
tu brazo.
— ¿Qué?
— Que
estires tu brazo. —Me miró con curiosidad y lo estiró en mi dirección.
Traté de concentrarme lo
suficiente: oh, ya veo. Todas están demasiado inquietas porque hay un nuevo
integrante. Es por la última futura alma que este demonio acaba de obtener.
Elevé una mano y se me ocurrió
dibujar un gozo de sueño relajante. No soy tan bueno como Nanael creando gozos,
pero creo que éste no va a salir tan mal.
Los gritos cesaron.
— ¿Qué
hiciste? — me preguntó impávido.
— Les
pedí que descansaran un poco— respondí. No había sido nada del otro mundo—.
Evidentemente para ellas tampoco es agradable estar condenadas a vivir dentro
de ti.
—
Ya
lo había intentado antes. — Lo miré, sin comprender—. Le pedí a un arcángel que
tratara de darles algo de paz, a ver si así también me dejaban descansar algo a
mí. Hizo lo que pudo pero no logró demasiado.
Me encogí de hombros, sin saber qué responderle.
— A
lo mejor es porque tu especialidad es la pureza excelsa. —De acuerdo, eso de
que me conocen bastante bien parece que es cierto—. ¡Muchísimas gracias!
— Me
temo que no va a durar mucho. En cualquier momento despertarán y reiniciarán
los gritos.
— Pues
tener por lo menos un par de minutos en silencio ya es suficiente para mí,
hermano.
Tenía
una peculiar manera de decir “hermano”. Toda la solemnidad que implicaba la
denominación de “hermano ángel” o “hermano demonio”, se perdía por el tono
relajado.
Es
increíble cómo pueden cambiar los significados solo con los tonos empleados.
—
Descansen
un buen rato, ¿quieren? — les pidió, recostándose nuevamente.
Le
dije que podría funcionar el charlar con ellas con más cercanía y llevarlas a
tomar algo de sol, porque la luz del día es mucho menos solitaria que la luz
nocturna.
— ¿Oyeron
eso? Si son buenas, juro que las llevaré a ver el sol todos los días— dijo
esperanzado, hablándole a la palma de su mano—. Y si anochece… ¡buscaremos un lugar
en el que aún no haya oscurecido, ¿de acuerdo?!
Se veía muchísimo más tranquilo, hasta algo feliz.
— Eres
el primer demonio que conozco que no se regodea por las almas que tiene
consigo.
Todos
los demonios que había podido conocer hasta el momento alardeaban por la
cantidad de almas que les pertenecían, y este sujeto realmente tenía
muchísimas.
Qué
extraño que quiera callarlas y no dejarlas manifestarse para enaltecerse por
ello.
— ¿Cuál
es tu especialidad? ¿Ver sucesos en el tiempo u otorgar amor?
— ¿Amor?
— me preguntó y después soltó una carcajada—. ¿Qué te hace pensar eso?
— Gremory
comenta que los que más almas consiguen son aquellos que ofrecen ver partes del
futuro o el pasado; amor, y dinero, claro, porque los humanos suelen pedir eso.
—
Sí,
tiene algo de razón: ambos conocemos a una demonio que tiene por especialidad
brindar amor; tiene muchísimas tropas, no sé cómo logra vivir con
ello—respondió agotado—. Pero no, mi especialidad no es el amor.
Elevó
la palma de su mano, como tratando de alcanzar la luna. La abrió más: no sé si
fue mi impresión, pero juraba que esperaba verla partirse y dejar todas las
almas que guardaba consigo escapar.
¿Quién es este demonio?
—
Mi
especialidad es curar enfermedades, hermano ángel — me respondió algo desanimado.
Se enfocó en las estrellas y soltó una risa baja—: Tal vez es por eso que me da
tantos remordimientos tener almas que pidieron sanar dolencias, a modo de
tropas.
Curar enfermedades.
Vaya, no…no lo sabía.
—
Por
cierto, te escuché hace un rato charlar con esa Virtud.
—
¿Con
Caila?
Asintió:
—
Tienes
muchísima razón, hermano. — Me sonrió y se puso de pie—. A veces uno…no elige
nacer así. Simplemente sucede.
Me
sentí un tanto mal por haberle increpado su actitud con las almas que gritaban.
Yo también me había dejado guiar por pre concepciones, tal y como le había
reprochado a Nanael.
—
Mi
nombre es Seir; ha sido un placer conocer a la pureza excelsa. No olvidaré
nunca lo que hiciste esta noche, hermano: estos minutos de paz que tengo
conmigo son el mejor regalo que me han dado durante todos mis años de vida. Si
en algún momento necesitas de mi ayuda, llámame sin pensarlo: te juro que
acudiré.
Soltó
una carcajada, un suave remolino lo envolvió y un caballo de pelaje claro
apareció en su lugar. Se puso de dos patas, a modo de despedida, y después
salió trotando en dirección contraria. Relinchando, lleno de felicidad.
Me
quedé un rato más en Izhi; oyendo las olas del mar impactar con fuerza contra
las rocas y preguntándome cuán extraño puede ser el mundo en general.
No
todos los demonios son perversos, eso es evidente.
El
Todo…el Todo era demasiado extenso y sabio como para crear criaturas con
matices ya determinados. Creo que…tal y como su naturaleza lo dicta, cada
creación suya tiene algo místico, algo que los hace únicos e irrepetibles.
Y
si Él quiso que la Original no fuera destruida en el mismo instante en el que
fue creada, tal vez era por algo.
Retorné
a los jardines de la enorme mansión de los Formerio. Escuché a algunos
servidores de Drol Asirb silbando juguetonamente alrededor.
—
¡Aniel!
¡Aniel! — oí a lo lejos.
Elevé la mirada y me la encontré viniendo hacia mí,
repleta de alegría.
—
¿Puedo
saber por qué está tan animada, señorita? — le pregunté.
Soltó un par de risitas y se detuvo
frente a mí:
—
¡La
linda Bejle acaba de enseñarme algo! ¡Ven aquí, donde hay más luz!
La seguí, rumbo hasta la fuente iluminada por las lámparas
ya encendidas que habían alrededor.
—
¿Qué
sucede?
—
¡Espera!
Debo mezclarlo bien porque ya se me acabó pero Bejle preparó más. —La miré con curiosidad
mientras movía algo que parecía ser agua con jabón en una tacita de porcelana—.
Bejle me enseñó a hacerlas con una cañita, ¡pero Sorel me hizo este aro y salen
más grandes!
Me
incliné y vi el famoso aro: se trataba de un alambre doblado en forma circular
y con una parte vertical que servía para sostenerlo.
Lo
sumergió en la taza de porcelana, lo sacó y después sopló con suavidad:
Vaya…
—
Mira,
Aniel, ¡es una burbuja de jabón! — exclamó cuando la esfera brillante salió
flotando delicadamente—. ¿La ves? ¡¿La ves?!
Claro que las veo: es la primera
vez que lo hago.
—
Las
veo, Albania.
Me
quedé contemplando las burbujas transparentes, casi deslumbrado. Dentro de mí,
el mecanismo que me brindaba respuestas frente a sucesos nuevos se desató: las
burbujas se forman por la mezcla obtenida de agua y jabón. El aire las impulsa,
el aro les da la forma y la composición del jabón permite que…
De
acuerdo, tengo la definición “objetiva”, pero no me parece suficiente.
Entonces
la escuché:
— ¡Es
el viento vestido de jabón, Aniel! ¿Lo ves? ¡Tiene puesto sus mejores vestidos!
— Y empezó a girar contenta, jugueteando con todo ese viento vestido de jabón.
El viento vestido de jabón. Casi pude escuchar a Drol Asirb
riendo con fuerza.
Albania
hizo algunas burbujas más y después se puso a saltar, tratando de atraparlas.
El viejo Maltés apareció desde las cocinas y trató de hacer lo mismo.
Ella
rompió a reír y después lo abrazó con ternura:
— Bobito,
¡ya estás viejito pero sigues pareciendo un cachorrito! — le dijo y lo besó en
la cabeza peluda.
Oí
a Maltés exclamar cuánto la quería mediante ladridos algo ahogados. Es verdad,
ya está algo viejo.
— Aniel,
¿viste qué lindas son las burbujitas?
Me miró con los ojos grises,
verdes, tal vez pardos, y recordé bruscamente a Aura. Ella solía repetir que
Albania era la niña más linda del mundo y la quería como su madre. Realmente la
quería.
Tal y como…
—
¡Niña,
pero qué está haciendo aquí! ¡Llevo buscándola un buen rato! ¡Ya está corriendo
aire y puede resfriarse!
—
¡Nunita
querida, mira las burbujas! ¡Bejle me enseñó a hacerlas!
Nuna se acercó y la abrazó con
fuerza. Mencionó algo de que Corín y Tamaya eran las locas y no ella, y después
la besó con cariño en las mejillas.
—
¡Nuna,
me haces cosquillas!
Esta
mujer quiere a esta niña como si fuera su propia hija. Nanael suele repetir que
es una respuesta emocional al hecho del que nos enteramos hace unos años: Nuna
había perdido a un bebé que esperaba con muchísima ilusión, y Albania era casi
como la representación de lo que pudo “ser” si aquel niño llegaba a nacer.
Yo
creo que tal vez en parte sea eso, pero sería mezquino pensar que ése es el
único motivo. Sería como decir que Nuna quiere a Albania porque ve en ella al
fantasma del niño que no pudo conocer, y no creo que un vínculo tan sincero
como el que tiene con ella se base solo en eso.
Creo que los vínculos que se crean entre los
seres en realidad nacen por el tiempo y las experiencias compartidas.
Nuna
siempre repite cuánto la quiere, y no hay nada más sincero que eso.
—
Vamos
adentro para que ya se ponga la ropa de dormir, ¿de acuerdo?
—
Sí,
Nunita.
La observé en silencio, le sonreí
y me regaló una última burbuja:
—
Ésta
es para ti, Aniel — me susurró mientras Nuna avanzaba unos pasos más adelante.
—
Muchísimas
gracias — le respondí. Se acercó a mí y elevó la mano, tratando de rozar la
mía.
—
Existes,
¿verdad, Aniel? No eres un invento… — La miré sin comprender—. No estoy loca,
¿verdad que no?
¿Qué…?
—
Claro
que no, Albania — oí desde atrás. Giré, Nanael nos observaba—: Nosotros
existimos, pero hay humanos que creen tener siempre la razón. No les prestes
atención.
—
Tiene
razón — añadí: seguramente había sido algún comentario de Corín o de su nana,
Tamaya—. Esa cabecita funciona muy bien — le dije desordenándole el cabello.
Solo conseguí que se moviera un tanto con el viento porque no podía
materializarme.
Nos miró, algo más animada, y después asintió contenta.
—
¡Niña
Albania!
—
¡Voy,
Nunita! — exclamó—. Vendrán más tarde a contarme el cuento de la gallinita,
¿verdad?
—
Por
supuesto — le respondí. Albania sonrió; Nanael rodó los ojos:
—
Sí,
iremos— accedió.
La
vi alejarse, volteando de tanto en tanto, y después se pegó a los pliegues del
vestido de Nuna mientras reía, feliz.
—
¡Te
quiero! — gritó y después ocultó el rostro en las faldas de Nuna, que le
preguntó que a quién se lo decía y ella respondió que a la bonita noche de luna
llena, o a lo mejor al sol.
Sonreí.
— Por
lo menos esta vez no dijiste alguna tontería — mencioné cuando la vimos
ingresar a la casa.
— No
está loca, eso es cierto — me respondió Nanael—. Aun así, sigo pensando que no
deberías vincularte demasiado a esa…
— Niña
— agregué sin darle tiempo para soltar algún feo apelativo.
— De
acuerdo, a esa niña — accedió malhumorado.
— ¡Aquí
estabas!— oímos—. ¡Te vi charlando hace un rato con la tal Caila! ¡¿Por qué
hablas tanto con ella?!
Gremory apareció de la nada y se lanzó sobre mi hermano de
nacimiento.
Él dio un giro rápido y la esquivó, enfadado:
— ¡¿Otra
vez tú?! ¡¿Hasta cuándo, maldita sea?!
— ¡Hasta
que me des un beso, por lo menos!
— ¡¿Qué
cosa?!
Dejé
a ese par discutiendo y preferí seguir al viejo Maltés que esperaba obtener
alguna ración extra para la cena.
Las
luces del balcón que conducía hacia el jardín se encendieron. La oí soltar
varios grititos, emocionada, cuando Sorel anunció que Alcides y Joan Formerio
estarían llegando a la casa mañana por la mañana.
Ella
ha aprendido lo que es profesarle cariño a otros seres…
…creo
que es suficiente para demostrar que es un ser humano.
—
¡Nunca
te han besado, ¿verdad?!
—
¡Déjame
en paz, demonio! —bramó Nanael.
Voy
a demostrarles a todos que esta niña, mi
custodiada, podía vivir como cualquier ser humano.
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
¿Mmm?
¿Dónde estoy? Todo está oscuro y… ¿Eh? ¡Vuelo! ¡Estoy volando!
Giro
en el aire, ¡qué bonito se siente no pesar nada!
Todo
está oscuro pero puedo ver un poco porque acaban de encender las lucecitas. ¡Ah
no! ¡Son estrellas! ¡Miles de estrellas por todos lados!
Me
acerco a una; trato de tomarla pero… ¡Oh, no puedo! Es como si solo fueran de
aire.
De aire…
Encerrada y
custodiada para evitar ser hurtada
¿Qué?
Giro
de nuevo, y veo algo muy extraño: parecen varios círculos, uno sobre otro. Como
miles de aros, como el que Sorel hizo para mí y mis burbujas. Pero cada círculo
tiene como puntitos brillantes que se mueven lentamente.
No…no
son puntitos. Son… ¿personas?
Sí,
son personitas. Se ven pequeñitas como hormigas pero son personas; mmm…pero
algunas tienen alas, y otros parecen animalitos.
¿Qué?
¿No son personas?
»Ángeles, demonios, aliters, enolas, abdals, armonías, drols. — Otra
vez esa voz.
Manebit Clausum,
Mare i Filla
I tako da nema
svemir neravnoteža
¿Qué
cosa dicen? ¿Están cantando?
Todo
empieza a pesarme: las manos, las piernas. Trato de no caerme moviendo los
brazos porque todo está muy oscuro allá abajo.
Encerrada y
custodiada para evitar ser hurtada
¿Encerrada
y custodia…?
Seres insignificantes tratando de
contener mi magnificencia.
¿Eh?
¿Quién habla?
Un solo suspiro de mi parte los disolvería
de todos los universos.
¿Qué?
¿Quién eres? No…no entiend…
Llamando aberración, ente,
equivocación, ¡error!, a un ser mucho más perfecto que ellos. ¿Qué se han
creído?
¡Nuna!
¡NUNA!
Hace
frío y las personas que cantan en los círculos suben la voz. No entiendo ni una
palabra, pero me da miedo. Me da muchísimo miedo.
¡NUNITA!
¡NUNA!
Trato
de escapar, pero no avanzo nada. ¡Nuna! ¡ABUELO!
¿A quién podríamos comernos
primero? Tal vez a todos esos vanidosos seres llamados Abdals.
¡ABUELO!
¡ABUELO!
O mejor aún, tal vez a esos
hermosos ángeles que tanto predican su “bondad infinita”. A los demonios vamos
a dejarlos para el final…
La
cosa que habla se ríe fuertemente. Su risa es horrible, suena monstruosa.
De
repente siento que mi boca se está moviendo: ¡la que se ríe soy yo!
¡NO!
¡NO!
Me
caí.
Todo
se puso negro.
Manebit Clausum,
Mare i Filla
I tako da nema
svemirneravnoteža
Madre
e hija a la vez. ¿Quién?
Evidentemente yo
Cada
minúsculo ser alrededor de mí se empeñaba en hacer su parte lo mejor posible.
Después de todo, el Rito de encierro debe estar a la altura si el ser que van a
sellar es tan perfecto como yo.
Estúpidos
seres inferiores: son tantos y me han tomado con la guardia baja que no puedo
ni siquiera defenderme. ¿Creen que no sé lo que sienten con mi presencia? Temor,
odio, rechazo, repulsión. Inclusive ellos, los ángeles que tanto predican su
bondad, me desprecian.
¿Por
ser perfecta? ¿Por ser más que uste…?
¿Qué es eso?
¡Ah!
Así que ése será uno de mis famosos custodios. Lo sé, claro que lo sé.
Está
ahí, observándome estúpidamente, claramente sorprendido.
Parece el sol…
Qué
ridiculez. No sé por qué he pensado en eso.
Mmm,
interesante. No me mira con asco como su hermano. Sí, el de al lado.
Con
que la pureza excelsa. Con razón dicen que lo puro es amigo de lo ingenuo, y
fanático de lo estúpido.
Deja
de mirarme, ángel odioso. Deja de mirarme
con tus ojos de sol…
Ah,
genial. Así que ya están acabando con tod… Rayos, no quiero dormirme, en
serio…no…no…
Se
van, voy perdiendo cada concepto… ¡atrapada en un cuerpo humano! ¡¿Qué clase de
falta de respeto es ésa?!
Me
voy…me hundo en lo más profundo. No seré yo pero a la vez lo seré. Mmm, así que
el cuerpo de un bebé… ¿eso significa que voy a crecer poco a poco?
De
qué me sirve convivir con ellos: van a despreciarme. Estúpidos seres
inferiores, ¡cómo los odio a todos!
Sonará
extraño, pero veo cada parte de mí desmoronarse: inclusive mi voz está
cambiando. Suena suave, me gusta…mmm, ya no me gusta: no puedo pronunciar nada.
Bebé…bebé human…
Otra
vez oscuridad alrededor.
¿Eh?
Abro
los ojitos: no sé dónde estoy. Veo el amanecer y me siento muy triste; tan
triste como cuando Nuna me dijo que la abuelita Marlene nunca más abriría los
ojos. Todos pensaban que no entendía las palabras, pero sí, sí las entendí.
Sabía que cerrar los ojitos para siempre significaba no ver nunca más a esa
persona.
Es…estoy
soñando, sí, sí. Hace un rato volaba en un cielo repleto de estrellas; escuché
voces cantando y una más fea que poco a poco se hizo más suave. Y de ahí… ¿qué
pasó?
¿Dónde
estoy?
¡Oh!
¡Veo a Nanael, y a una chica a su lado con los ojos muy parecidos a los míos!
¿Por qué no puedo moverm…?
¿Mmm?
Mis manos son muy chiquitas, parecen como de bebé.
¿He
vuelto a hacerme chiquita? Nunita decía que cuando era más pequeña parecía una
bolita.
»— Se ve indefensa pero guarda dentro de ella algo monstruoso.
Es la voz de
Nanael. Está hablando… ¿de mí?
¿Monstruoso? ¿Por
qué?
Algo aquí adentro
me duele mucho.
»— ¡Oh, no, no llores, pequeña!
¿Monstruoso? ¿Por
qué? ¿Y por qué no puedo moverme bien? ¿Por qué parezco un bebé?
»— Shh, shhh, ya no lloremos, ¿sí? Todo está bien,
preciosa.
¿Por qué Nanael ha
dicho que guardo algo monstruoso? ¿Por qué?
Observo alrededor,
en este cuerpo de bebé, y de repente veo los ojos de sol. Aniel…
Esto…esto es un
sueño, sí, pero siento…
Siento como si ya
hubiera pasado.
»— Y bien, ¿cómo la llamaremos?
»— ¿Es necesario?
»— Debe tener un nombre humano.
¿Eh? Pero si me
llamo Albania, Albania Formerio, y tengo siete años, solo que por algo muy
extraño me veo como de uno.
»— Titania
— dice una chica casi de la edad de Gremory—.
Tal y como su naturaleza misma. Aunque tenga esta apariencia en realidad es
enorme; titánica, descomunal…
Monstruosa, descomunal—
repite la voz fea que oí
antes—; estúpidos seres inferiores.
Monstruosa,
descomunal. ¿Monstruosa, descomunal?
¿Hablan
de mí? ¿Por qué?
Quiero
llorar de nuevo. ¿Dónde está Nuna? ¿Dónde está mi abuelo? ¡No me gusta este
sueño!
Quiero
secarme las lágrimas pero no puedo hacer más que mirar.
No
soy monstruosa, no soy descom…
»— Pero llegó con el sol. Llegó con el amanecer… con
el alba.
Aniel.
¿Qué ha dicho el odioso ángel de los ojos de sol?
»— Albania.
Pude
salir del cuerpo de ese bebé, y floté nuevamente. Floté alrededor de lo que
parecía ser el bosque Izhi, y vi todo desde arriba.
Ahí
estaba, Aniel…Aniel...
Aniel
sonriendo, Aniel escogiendo mi nombre.
Bajé
con cuidado y aproveché para tocarlo. Como era un sueño pude hacerlo, ¡pude
hacerlo! Su cabello era muy suave, como el algodón, ¡tal vez tan suave como las
nubes!
»
¡Aniel, Aniel! — lo llamé. Volteó y me sonrió:
»
¿Qué pasa, señorita?
»
No soy monstruosa, ¿verdad que no?
»
Por supuesto que no.
Y
vuelo, ¡vuelo muy alto! ¡Alto! ¡ALTO!
— Aniel…Aniel…
— ¿Albania?
¡Pom!
Abrí los ojos con fuerza. Sentí el colchón de mi cama.
— ¿Ya reaccionó? — dijo Nanael.
— Sí, ya despertó —
¿Eh?
Me senté y me froté los ojitos porque aún veía
borroso. ¿Qué pasó?
— ¿Aniel?
— Albania, ¿estás bien? — Asentí—. Qué bueno.
— ¿Qué…? ¿Qué pasó? — pregunté en voz bajita, pero me
dijo que nada.
Por la ventana apareció una mariposa blanca muy
bonita; y también algunos hombres con ropas que parecían de metal y los rostros
completamente tapados por telas negras.
— ¿Quiénes son ellos, Aniel? — curioseé.
— Nanael, puede ver a los Abdals — respondió y su voz
sonó sumamente seria.
¿Qué
pasó? Aniel no suele sonar así.
Pero
al instante me sonrió y me dijo que no pasaba nada.
— Estaba dormida, vimos sus sueños, como siempre— les
dijo Nanael a los señores de ropas de metal—. Estaba teniendo una especie de
remembranza del Rito de encierro, y después todo se quedó en negro. La oímos
murmurar algunas palabras pero no pudimos ver nada.
¿Rito
de encierro?
— ¿De qué está hablando Nanael, Aniel?
— De nada, bonita. — Sentí que me inflé de la emoción. ¿Bonita?—. Son cosas que tiene que
hacer.
— ¿Así como el abuelo que tiene que viajar a varias
ciudades para ver lo de las tiendas de chocolate?
— Algo así — me respondió con una sonrisa. Me acarició
el cabello, pero solo sentí airecito cálido—. Dime, Albania, ¿recuerdas qué
estabas soñando?
— ¿Pero no me dijiste que ustedes podían ver mis sueños?
— Sí, pero esta vez no pusimos la suficiente atención; y
tus sueños siempre son muy bonitos — me respondió con tranquilidad.
Mmm…
— Bueno, estaba volando, y habían muchísimas estrellas…
— Sí, vimos eso.
Le conté que flotaba y habían personitas caminando en
un círculo enorme y después oí que cantaban y…
¿Y qué más?
— ¿Qué sucede? — me preguntó Aniel—. ¿No recuerdas más?
Traté muchísimo, ¡en serio! Pero no…no recordé nada.
— Lo siento — murmuré algo triste. Me sonrió y me dijo
que no importaba; que era mejor volver a dormirme o sino Nuna se despertaría y
vendría a verme y perdería sus horitas de sueño.
Asentí
fuertemente y me recosté de costado.
— Probablemente no soñó nada más — oí a Aniel.
Me
di la vuelta con cuidadito: ahí seguían esos señores y la mariposa blanca.
— No es lógico que de la nada su mente se apague por
completo — dijo Nanael. ¿Se apague?—.
Me pregunto si lo que guarda dentro de ella habrá querido comunicarse o algo
por el estilo.
— Es probable que sí — dijo uno de los señores con la
cara cubierta—. El ente estaría…
— ¿Podrían irse a hablar de esto a otro lado? — dijo
Aniel, y su voz sonó nuevamente disgustada.
Es
extraño oírlo así.
— Aniel…
— Hablo en serio, Nanael.
— Ya he sido muy claro con el asunto del vínculo. — ¿Qué?
¿De qué hablan? ¿Por qué están discutiendo?
Nanael
suele pelear con Aniel pero siempre es por juego, en cambio ahora suenan
enfadados.
— Y yo he sido igual de claro con respecto a mi postura,
Nanael.
— ¡Si dejaras de ser tan ingenuo…!
Quise
escuchar más…
— ¿Qué estás haciendo, pequeña?
…pero Gremory
apareció en forma de lobita y apoyó su cabecita peluda junto a mi mejilla: la
sentí. No sé por qué a ella sí puedo tocarla y a Aniel no.
— No les prestes atención, solo hablan de temas
aburridos.
— Gremory, ¿por qué puedo tocarte a ti sí y a Aniel no?
— Bueno, porque ahora estoy en mi forma original y
materializada. —Ah, materializarse. Cierto, había olvidado esa palabra—. Tal
vez algún día logremos que él o el gruñón de Nanael se materialicen aunque sea
un ratito.
— ¿Se podrá? — le pregunté emocionada.
— No le metas ideas en la cabeza, demonio — lanzó
Nanael.
Gremory
soltó una risita y me guiñó un ojito:
— A lo mejor sí, pequeña.
¡Ojalá!
Sentí que los ojitos se me cerraban de nuevo: miles de
flores de colores aparecieron. No escuché la voz más.
— Aniel… — lo llamé en voz bajita. No sé bien si soñaba
o estaba despierta.
— ¿Qué sucede?
Su voz siempre suena amable.
— No soy un monstruo, ¿verdad que no?
— ¿Por qué me preguntas eso? — Me froté los ojos.
Bostecé —. ¿Acaso Nanael te dijo algo?
— No, solo…solo quería — bostezo de nuevo. Creo que sí
es un sueño—, solo quería preguntar.
— No eres un monstruo; claro que no eres un monstruo. —
Sentí el airecito cálido sobre las mejillas.
Quiero tocarte.
— No soy un monstruo…
— Claro que no.
Hablamos bajito. Me da más sueño.
— ¿Y llegué con el…sol? — Más aire cálido, ahora sobre
mi pelo.
— Así es, llegaste con el sol.
— Y por eso…me llamo Albania.
Abrí un poco los ojitos. Me sonreía.
— Sí.
Llegué con el sol. Llegué con el sol.
Llegué contigo.
Todo se apagó.
Odioso ángel de los ojos de sol…
…¿qué estás haciendo conmigo?
¨°*°*°*°¨
Algo que me encanta de esta historia, hasta el momento, es que Albania
tiene una fuerte fijación con el sol y Aniel parece no darse cuenta de la
asociación que ella ha creado; y no solo ella, sino también lo que guarda
dentro de sí misma. Y es tan increíble porque él no ha hecho más que ser él
mismo, ¿es decir? “Ser amable”. Creo que una de las cualidades más hermosas de
Aniel, es que por ser eso mismo: “la pureza”, tiende a ser muy empático, a
ponerse en el lugar de los demás. Y creo que eso explica muchísimo ciertas
relaciones futuras: su amistad con Tarek, su misma
relación con Albania… y a lo mejor la extrema obsesión que una demonio tiene
con él.
»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«
Me encanto este capítulo!!! Albania es hermosa pero luego recuerdo lo que le hizo a Aniel y pues... Tarek te extrañe tanto, ya era hora que apareciera y Gremory es un amor, en el fondo estoy segura que a Nanael le gusta.
ResponderBorrarCarlaaaaa, holiiiiisss!!! Jajajajajaja, si verdad?? a mí también me pasa lo mismo con ella: la veo tan linda y de ahí me acuerdo de lo que vio Alen cuando recordó su asunto con ella y ya no es tan linda ¬¬
BorrarYa era hora de traer a Tarek de vuelta. Lo tenía planeado desde hace uuufff! sus existencias originales tiene mucho que ver en el porque de su amistad *__* ya veremos más adelante. Y gremory y Nanael son un caso xDDD, jajajaja
Miles de gracias por comentar!! Realmente me inspira muchísimo recibir comentarios, así sean poquísimo. Es una de las mejores cosas de escribir: el interactuar con los lectores!! GRACIAAAASSSS AKLDJSAJDKAJSD!!
OH!Aparecio Tarek!!! ya lo extrañaba! *-* estuvo muy interesante este capiiii! me voy al siguiente ya mismo!!! xDDD Gremory siempre me hace reir, me encanta cuando pelea con Nanael!
ResponderBorrarEl loquillo de Tarek no puede dejar de aparecer, xD es parte indispensable ya de toda la historia (creo que Alen sin Tarek tampoco sería el mismo, es como su...par absoluto xDD). HAHAHAHAHA, Nanael quiere matarla, pero quien sabe qué pase más adelante.
BorrarGracias por leer la historia, Luuuuu!! <3 <3 eres lo máximo!