ACTO XIII - Acto de contrición

NO-TENGO-PERDÓN


Ya sé que están viniendo a leer el capi, pero si pudieran apedrearme virtualmente lo harían. :’( Estoy muy apenada por la tardanza de este capítulo: en verdad, en verdad. Sé que las disculpas valen nada porque la cosa son los hechos, pero quiero que sepan que les traigo este capi con amor y con algunos datos que van a empezar a enrumbar la historia a destinos que van a dejarlos tan perplejos como a mí. 

Si hay algo que me encanta de escribir, es que es como salir de viaje sin saber a dónde vas: a veces inicias con algo y terminas con otra cosa, y eso es lo que yo más amo de crear historias. Un día tienen un curso, y al día siguiente a tus personajes se les dio la regalada gana de cambiarte la dirección porque la historia en realidad se estaba yendo para este lado (ellos se dan más cuenta que yo, es por eso que siempre he pensado que yo solo redacto: ellos en realidad crean sus historias de vida). Estoy emocionadísima por compartir este Acto porque tiene muchas cosas: Valak, Somak, Nhyna, Seir, Aniel (*-*), Albania (<3), Loi, y un par de muchachos de Dominic Pascal. Y algo aún más increíble: por fin sabremos qué es el Baile de las luciérnagas del que tanto hablaba Nuna hace años. 

No voy a entretenerlos esta vez con ninguna canción porque sé que deben querer mandarme al demonio T_T (con Berith no, plis). Solo mencionaré que Mary, de Cécile Corbel, es indispensable para toda la parte final: se las he compartido tantas veces en Facebook y hasta les hice una traducción para que no se pierdan tremendo temón (sino lloran con él, no tiene corazón).

Listo, no los entretengo más.

Vamos al capi!!


ACTO XIII


VALAK

   ¿Manu...? ¡¿Mío?!
¡GRAAORR!
Mi fiel compañero soltó un gruñido, compartiendo mi respuesta:
   Claro que sí. Manu es tuyo, amiguito — confirmé y los enormes ojos me observaron, repletos de felicidad—. Todo lo que quieras…será tuyo.
Los niños siempre me parecieron la versión más débil y, por ende, más insignificante de los humanos: sin habilidad para comunicarse de la manera adecuada, sin tener pensamientos concisos, y chillando cuando se les viniera en gana solo para obtener lo que deseaban.
Sin embargo ahora las cosas eran diferentes, porque observaba los ojos de este pequeño, que cobijaban la dulzura de aquel perfecto pasado que tanto me costaba reencontrar, y automáticamente todos mis pesares desaparecían.
Cuando lo miraba a él, su madre era la que me devolvía la mirada.
Cuando lo miraba a él, del miedo que veía en los ojos de la portadora original, no quedaba nada.

~x~

»— ¿Estás hablando en serio?
»— ¿Por qué no lo haría?
»— Tu hermana lo dijo; ya sabes…podrías tener a la mujer que quisieras.
»— Ya te dije que Nhyna no es mi hermana; y solo está algo celosa, no le prestes atención.
»— Insisto. Podrías tener a la mujer que quisieras, ¿por qué…? ¿Por qué precisamente yo?
»— Todas las mujeres humanas son igual de molestosas. ¿Es necesario confirmar lo que ya te he repetido tantas veces?
»— Yo…no soy guapa, ni interesante, y si somos más meticulosos, ni siquiera tengo las habilidades mágicas que tú sí tienes. Solo…solo soy una humana más, y de las más simples, a decir verdad.
»— Me ofendes. ¿Crees que yo escogería a cualquier simple humana?
Los labios le temblaron, oí el latir de su corazón.
»— No sé qué mierda significa amor…pero si implica el desear permanecer al lado de una persona por lo que le queda de existencia a uno, entonces sí, es lo que siento. ¿Y simple? ¡Hazme el favor! Tengo gustos muy especiales, mi señora: si la he escogido, por algo será.
»— Yo…
»— ¿O qué? ¿Es que Nhyna siempre tuvo razón y no aceptarás casarte conmigo?
»— ¡Quiero hacerlo! ¡Claro que quiero hacerlo!
»— ¿Entonces?
»— Lo que temo es que tú algún día despiertes, y te des cuenta de lo poco que obtendrás conmigo a tu lado.
»— Estás ciega, completamente ciega…Georgia Vidor.

~x~

   Ma-nu… Maa…nuuu.
   Así es amiguito, su nombre es Manu.
   ¡Manu! — Y aplaudió, resplandeciente—. ¡Manu! ¡Manu!
¡GRAAOOO!
   Mira qué feliz lo has puesto.
Ésta fue su tercera palabra. Lo sé porque le comenté a Nhyna acerca de las otras dos: se enfadó, como siempre sucedía cuando hablaba de lo rápido que crecía Alen, pero no me importó.
Su segunda palabra fue mamá. La primera fue…
   ¡Papá!
   ¿Sí?
Me estiró los brazos:
   ¡Arriba! ¡Arriba!
Ven aquí, luz de mi vida.

~x~

»— ¡Pero qué pareja de esposos más tierna! ¿Cuántos años llevan juntos?
»— ¿Cuántos? ¿Cinco? — respondo, fingiendo no recordar.
»— Siete — me corrige ella, enfadándose. Frunce la boca, pequeña como el piquito de algún gracioso pajarito, y después rueda los ojos, llena de indiferencia—. Al parecer soy la única que lleva la cuenta.
»— ¿Siete años? ¿Y aún no tienen algún pequeñín dándoles dolores de cabeza? — La mujer nos mira asombrada; Georgia ríe nerviosamente, a lo mejor porque en el fondo sabe que es un tema que no me gusta tocar —. Deberían encargar a la cigüeña. Son jóvenes, pero mientras más tarden, más difícil será más adelante.
»— Preferimos disfrutar de nuestra vida conyugal por ahora — responde ella, tan diplomática como siempre—. Además, yo…aún no sé si realmente quiero convertirme en madre.
»— ¡¿QUÉ?! — El escándalo se revela en las facciones de nuestra chismosa vecina: no tiene nada más qué hacer que meterse en la vida de otros—. Pero hija, ¡¿cómo dices eso?! Siendo tan jóvenes ustedes, y con un esposo tan bien parecido… Vamos, encarga un niño pronto, ¡y si se parece a tu marido, muchísimo mejor! — Esta vieja cada vez me simpatiza menos—. ¡Es decir…! Tú también eres linda pero… ¡ya sabes lo que dicen! Si puedes mejorar la familia…
»— Usted por lo visto no tuvo con quien mejorar nada, ¿verdad?
»— ¡¿Qué?! — berreó la vieja. Sus gritos indignados me tuvieron sin cuidado; Georgia no hacía más que disculparse por las palabras que no dejaban de brotar de mi boca.
No pude evitarlo, lo odiaba…
Odiaba que todo el maldito mundo no viera lo perfectamente hermosa que ella era.

~x~

Las campanas del reloj retumbaron desde la sala: las siete de la noche.
   Ya debería irme… — musité. Nhyna retornaría en cualquier momento, y para colmo de males Somak había anunciado que pasaría a vernos.
No es que su presencia me incomode, pero en estas circunstancias la verdad hubiera preferido que nuestro reencuentro se pospusiera un tiempo. Después de que Nhyna tuvo la indiscreta decisión de ponerlo al tanto de mi situación, no había hecho más que rondar tras de mí, repitiendo y repitiendo que yo estaba perdiendo mi tiempo; que le avergonzaba verme en este estado.
Las tropas ya ni siquiera me importaban. Si Zamai quería más, no dudaría en entregarle todas las que deseara: a fin de cuentas, era mucho más valiosa la información que recibía a cambio de ellas.
Me incliné para despedirme de mi preciado amiguito.
   ¡No! — exclamó y me atrapó por la pierna. Sentí la fuerza de sus brazos pequeños; incluso tuvo el descaro de usar mi calzado como asiento—. ¡No irte!
   ¿Así que eres igual de testaruda que ella?
   ¡No irte! ¡Papá! ¡Papá! ¡No! ¡No! ¡NO!
La estúpida nana seguía desmayada sobre la alfombra; debía despertarla cuanto antes.
Lo tomé entre mis brazos; sentí su rostro refugiarse entre mi hombro y mi cuello:
   No…no vayas. No…degues.
   Es tarde. Pero mañana también vendré, como siempre. Sabes que nunca te he fallado.
Sentí su pecho vibrando, el llanto a punto de estallar.
   Llévame…llévame.
Tal vez más adelante, amiguito…
Tal vez más adelante decida llevarte conmigo.


~x~

»— ¿Qué pasa? ¿Por qué me estás mirando así?
»— No sé, se me antojó hacerlo.
»— ¿Se te antojó mirarme mientras duermo? — Tomó los cobertores y se ocultó bajo ellos: nunca comprendí por qué se avergonzaba con tanta facilidad.
Sentí los pequeños pies rozando los míos, y el castañeo de dientes se asomó a pesar de que trató de disimularlo.
»— No deberías pegarte demasiado, la chimenea no está abrigando la habitación tanto como debería…
»— Tú me observas dormir porque “se te antojó hacerlo”, ¿y yo no puedo simplemente querer estar más cerca de ti?
»— Sabes que mi cuerpo tiene la temperatura extremadamente baja — apunté por milésima vez—. Estamos en invierno, no querrás enfermarte.
»— ¿Lo dices porque estoy a punto de cumplir setenta?
»— Yo nunca dije nada sobre eso.
»— ¡Pero lo pensaste!
»— Vamos, mujer, no seas latosa.
»— Latoso tú, demonio arrogante. ¡Claro, como el señor es aún un jovencito! ¡Teme por la seguridad de su anciana esposa!
»— Discúlpame pero ¿has visto esta cara? ¿Sientes esto? ¡Se llaman arrugas, vieja loca! ¡Y estos pelos de aquí son canas! ¡Canaaaas!
»— Puede que te veas más viejo que yo, pero ambos sabemos que no es más que una careta. Tú no tienes setenta…
»— No, claro que no. Yo tengo más de mil años de existencia, así que el mayor sigo siendo yo.
»— No hablo de eso. Tu apariencia…esta no es tu verdadera apariencia. Ambos lo sabemos bien.
»— ¿Y eso qué? A mí me gusta, me siento bien así…
»— Yo…a veces me siento extraña.
»— ¿Qué? ¿Por qué dices eso?
»— Soy una anciana…compartiendo la cama con un hombre que parece ser un muchacho en su apariencia original.
»— Un muchacho con un lagarto de compañía, si me permites agregar.
»— Había olvidado a Manu. — Oí sus carcajadas, sentí que se pegó más; el castañeo de dientes aumentó —. Ummm…
»— ¿Ahora qué?
»— Te amo…
Maldita mujer loca.
Yo también te amaba…

~x~


   Señora, ¡buenas noches!
La mucama abre la puerta principal. Escucho la tenue ráfaga de viento que ingresa con la recién llegada: seguramente ha vuelto con miles de cajas, repletas de trajecitos para niños de tres años. Cada día que vengo a ver a Alen, siempre lo encuentro con dos o tres mudas más de ropa; es como si su madre se desviviera por atiborrarlo de cosas.
»— No molestes, mujer. Si estoy fuera de casa es porque tengo mucho trabajo. En vez de quejarte tanto, ¿por qué no haces como cualquier esposa normal y vas de compras? A lo mejor así también aprendes a arreglarte mejor… — se atrevió a decir en una oportunidad el sujeto ese, olvidando su figura fofa, calvicie y poca gracia—. A veces me pregunto cómo es que terminé casándome contigo.
Quise matarlo.
Quise matarlo pero antes echarle en cara todo lo repugnante que él resultaba. Todo lo repulsivo que su ser entero era.
Eres afortunado, malnacido.
Eres afortunado al tenerla a ella.
   La nana está con el pequeño Alen, como siempre — prosiguió la mucama. Deposité a mi amiguito en su cuna, envíe a Manu a nuestro hogar, me desmaterialicé y quebré el martirio de sueño.
La estúpida nana abrió los ojos, confundida, y se puso inmediatamente de pie, ante el llanto atroz que se desató.
   Dios, otra vez… — la oí susurrar preocupada, a propósito de su desmayo—. ¿Y ahora por qué lloras tú?
Tomó a mi amiguito por la cintura para sacarlo de la cuna y mecerlo como si se tratara de un paquete.
Él soltó un berrido y empezó a retorcerse, estirando los brazos hacia mí. Aun desmaterializado igual podía verme: a fin de cuentas, aún era un niño.
   ¡Papá! ¡Papá! ¡PAPÁ NO IRTE! ¡PAPÁ!
   Santo Dios ¿y ahora qué tienes tú? El señor Vasco no está aquí.
   ¡Papá! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ!
   ¡Ya déjate de berrinches, Alen! ¡¿Por qué lloras tanto?!
La perra le lanzó una nalgada, y si la puerta no se abría en ese instante, yo mismo le hubiera arrancado la mano.
   ¡MAMI! — gritó él…

»— Te amo…

y me encontré cara a cara con ella, la de los ojos caídos y piquito de ruiseñor.
   ¡Señora Georgia, buenas noches! No…esperaba que volviera tan pronto de la reunión con sus amigas — balbuceó la nana idiota, evidentemente nerviosa ante la idea de ver descubiertas sus técnicas de “corrección”—. El pequeño Alen no dejaba de llorar y por eso…
   Sí, muchas gracias, Olidia. Volví antes de lo esperado porque la reunión resultó un tanto aburrida, y preferí pasar a comprarle algunas cosas. — Sonreí ante las bolsas que dos de los empleados dejaron junto al armario —. ¿Cómo se portó?
   Ba-bastante bien, a decir verdad — respondió la humana, mintiendo como siempre.
Ella nunca cuidaba de mi amiguito. Ni ahora, que quedaba desmayada después del martirio de sueño que solía lanzarle para que no fastidiara; ni antes, cuando lo único que hacía era limarse las uñas y leer esas estúpidas revistas a pesar de oír el llanto del niño.
   ¿Mi esposo aún no ha retornad…?
   Aquí estoy, Georgia. Acabo de llegar, el día estuvo hecho una reverenda mierda.
La figura del horrible sujeto apareció por el umbral. Apestaba ligeramente a alcohol, y estaba tratando de desanudarse la corbata.
Georgia tomó a mi pequeño amiguito en brazos y lo colmó de besos. Narró brevemente su travesía por algunas tiendas de ropa, evidentemente emocionada por las nuevas prendas.
   Ehh, bien, yo…me retiro, señores. Como les dije, estaré fuera de la ciudad por un par de días a partir de hoy, si no es mucha molestia.
   Oh, no te preocupes, Olidia. Ya encontré una nana sustituta mientras estés fuera; además, creo que aprovecharé que la junta de damas anda más ajetreada por el Baile de las luciérnagas que por otra cosa, y pasaré más tiempo con mi pequeño bebé.
   Imagino cómo han de estar todas las familias de las debutantes, señora.
   Sí, qué bueno que por ahora no tenemos que pensar en ninguno de esos eventos, ¿verdad, cariño? — aludió a su horrible esposo, pero el sujeto solo asintió, de malas formas. A veces me preguntaba cómo es que no le daba una buena bofetada. Conmigo lo hacía: cuando me ponía insolente, como ella solía decir, siempre me ganaba un buen golpe en la mejilla.
Aunque claro, esa fue la Georgia de vidas pasadas.
La Georgia que fue mi esposa.
   Con permiso, señora Georgia, señor Vasco. Ya debo retirarme — se despidió la humana idiota y pasó entre ambos.
Pero qué infeliz.
Hasta yo noté la mirada lasciva que el sujeto le lanzó a la mujer al perderse por la puerta del salón.
   Tal vez deberías ser más discreto. Guardar un poco las apariencias, ¿no crees?
Elevé la mirada ante su voz. Ahora que lo pienso, hace tanto que no he pasado a verla a ella. Usualmente estoy junto a Alen, por lo que ya no estoy al tanto de la relación entre Georgia y su horrible esposo humano.
¿En qué momento ella empezó a increparle cosas?
   ¿Ya vas a empezar? — ladró el sujeto—. ¿Ser más discreto para qué?
   ¿Cómo que para qué? — repitió ella, indiferente—. Olidia: prácticamente te la comes con la mirada. Y lo más ofensivo es que yo estoy presente.
   ¿Otra vez con tus alucinaciones, esposa mía? — Georgia frunció la pequeña boca, violentada por las palabras: maldito bastardo —. Primero me sales con que no quieres mudarte a Nueva Ihara por el clima; ¡ahora con esto! — resopló—. Ya me habían advertido tus padres que estabas algo mal de la cabeza, pero no creí que tant…
   ¡Cállate! ¡No vuelvas a decir eso!
   ¡¿A DECIR QUÉ?! — Y fui testigo de la mutación: de cómo la careta civilizada se perdía en el abismo de la ira —. ¡¿Qué no vuelva a decir qué, mujer idiota?!
La tomó por el cuello, y mi pequeño amiguito soltó un berrido, despavorido por la rudeza, aún en brazos de su madre a punto de ser vulnerada.
Di un paso hacia adelante: no, no puede ser que siempre que me vaya sucedan estas cosas.
   ¡A mí vas a respetarme, loca de mierda! Toda esa ropa y tonterías que compras, toda la comida que tragas y los lujos con los que vives son gracias a mí… ¡¿Y aun así te atreves a faltarme el respeto?!
Me quedé congelado: ¡cómo se atrevía!
   ¡Papá! ¡Papá! ¡PAPÁ!
Los ojos aterrados de Alen me miraban fijamente: ayúdame, ¡ayuda a mamá!
   Vasco, Vasco, por favor... — No… tú nunca has suplicado, amor—. Estás…estás asustando al niño.
   ¿Asustando al niño? ¡¿Cómo voy a asustar a mi propio hijo, estúpida?! — La zarandeó, aún con sus dedos alrededor del delicado cuello—. ¡Con un carajo, estás criando a un niño débil! ¡Vamos, dámelo!
   ¡No! ¡No quiere ir contigo!
El forcejeo inició; los gritos de niño rellenaron todo. Las súplicas de su madre retumbaban en toda la habitación.
Georgia, ¿con qué clase de sujeto lidias todos los días?
   ¡Que me lo des, estúpida!
   ¡Vasco, aún es pequeño y…!
   ¡Es mi hijo, y es un hombre! ¡DÁMELO! ¡Va a aprender lo que es no llorar! Cómo va a llorar si su padre lo quiere tant…
   ¡PAPÁ! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ!
Alen, mi Alen.
   ¡DÉJALO, VASCO, LO ESTÁS ASUSTANDO!
   ¡DÁMELO, MUJER IDIOTA!
No lo toques, humano asqueroso.
No con tus manos inmundas.
   ¡PAPÁ! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ!
   ¡CÁLLATE, MOCOSO! ¡AQUÍ ESTÁ TU PADR…!
¡BROM!
   ¡AHH!
Las puertas del armario temblaron cuando el cuerpo enorme impactó contra ellas. Iba a enseñarle al infeliz ese el significado de una verdadera golpiza, cuando de pronto sentí que me tomaron por el pecho.
¡No! ¡Déjenme!
Vi al sujeto poniéndose de pie, a los empleados ingresando preocupados por el estruendo. Georgia a un lado, lívida por completo, con mi hijo en sus brazos, retorciéndose y suplicándome a gritos que lo llevara conmigo.
Claro que sí. ¡Claro que nos iremos, Alen!
Pero todo se transformó en una mancha borrosa…
   ¡NO!
…y mi cuerpo fue transportado.
   ¡DÉJAME, SOMAK! ¡VOY A MATAR A ESE BASTARDO!
   ¡ESTÁ PROHIBIDO TOCAR A LOS HUMANOS, IMBÉCIL! ¡¿QUÉ DEMONIOS SUCEDE CONTIGO?!
   ¡Se atrevió a tocarla! ¡A ASUSTAR A MI HIJO!
   ¡MIERDA, VALAK, NO SE PUEDE! ¡ENTIENDE! ¡NO PODEMOS TOCAR A LOS HUMANOS! ¡¿Qué carajos pasa contigo?! ¡Vi claramente cómo lo aventaste contra ese armario! ¡Si no llego a tiempo para reducir la fuerza del impacto, podrías haberlo desnucado!
   ¡Esa era la intención inicial, idiota!
   ¡¿Pero es que acaso te has convertido en un perfecto imbécil?! ¡Matarlo hubiera significado la presencia de los khari para saldar cuentas!
   ¡Esos son cuentos, maldita sea! ¡Nadie ha visto en toda su vida a un khari!
   Valak, ¡con un cuerno! ¡Todo demonio sabe que está prohibido matar a los humanos! ¡Dicen que la pena es inapelable, y que es tremendamente atroz! — Traté de zafarme, pero Somak me tomó por el cuello y me obligó a verlo a los ojos—. ¡Carajo, Valak, escúchame! ¡Ese humano no lo vale!
   ¡Tú…no…entiendes! — Quise mandarlo lejos, exigirle que dejara de meterse en mis asuntos, pero me sostuvo con muchísima más fuerza—. ¡Ese infeliz es un cobarde! ¡¿Cómo pudo atreverse a tocarla?! ¡Y Alen…!
¡Maldita sea, no tenía ni tres años!
   La rubia tiene razón, estás demente. — Nhyna me importaba una mierda, ¡él mismo me importaba una mierda! —. Ese aliter tiene la culpa, ¿no es así? Zamai, con las tonterías que te ha ido diciendo, no ha hecho más que confundirte, alterarte. ¡Ese niño humano no es tuyo, Valak!
   Cállate… — musité.
   Valak, escucha. Por las tropas de Belial, ¡escucha! ¡Nosotros NO-NOS-REPRODUCIMOS! ¡No lo hacemos! ¡Todo lo que Zamai te ha dicho no son más que mentiras! ¡Los demonios no procrean! ¡No creamos vida, maldita sea! ¡Ese niño humano no te pertenece! ¡Estás viendo cosas en donde no las hay!
   ¡Tú no entiendes! ¡Nadie me entiende! ¡Solo te pido que me dejes en paz!
   ¡Carajo, Valak! ¡Entiende! ¡Esa mujer horrenda, ese niño…!
   ¡NO TE ATREVAS A HABLAR ASÍ DE ELLOS!
   ¡ESCUCHA, NO SON NADA TUYO! — explotó agitado, casi como aquella vez en la que me exigió que huyera de la batalla si no salíamos de ésa. Yo solía disfrutar los desafíos, las pruebas de poder, pero esos tiempos ya estaban olvidados.
Yo ahora solo quería algo muy simple: a ella…a ella y a nuestro pequeño niño.
   Esa humana no recuerda nada acerca de lo que vivieron en la vida que compartieron juntos, Valak. Ya lo sabías, ¡todos somos conscientes de ello!: los humanos olvidan, tienen la memoria frágil. Nada garantizaría que si te amó en una vida, volvería a hacerlo en las siguientes: por favor, comprende. Esto ya no es divertido.
   ¿Divertido? — repliqué, sin creerlo—. ¿Crees que todo no es más que un maldito puto juego para mí? — Exigí que me soltara pero no se movió ni un ápice—. Escucha, Somak: sabes que te aprecio, en serio; pero en este momento te estas convirtiendo en un estorbo. Estás interfiriendo en mis asuntos, y sabes bien que los demonios de mi especialidad detestamos eso.
   Tú no estás bien, colega. Nada bien — indicó aturdido. Iba a pedirle que se largara de una vez, pero apretó el agarre y me miró seriamente—: Creí que la rubia exageraba, pero después de esto la comprendo completamente. Hasta ese absurdo deseo de conversión a errante empieza a sonar creíble.
   No ha sido ningún deseo absurdo — aclaré y los ojos se le abrieron de par en par—. ¡Y ahora te voy a pedir que me dejes en paz de una buena vez!
   ¡¿Pero es que acaso tú estás loco?! — me espetó furioso—. ¡No puedes ir por la vida diciendo esos disparates, imbécil! ¡Cualquier otro demonio lo consideraría altamente ofensivo! ¡Ya de por sí yo me siento insultad…!
   ¡Déjame, Somak! ¡Déjame!
   ¡No! ¡Iremos ahora mismo a ver a ese aliter y aclararemos las cosas!
   ¡MANU! — lo invoqué y cayó pesadamente junto a nosotros. Sin embargo no se atrevió a atacarlo, como solía suceder cuando se trataba de él.
Fue tanta mi rabia que conseguí deshacerme del agarre, pero cuando estaba a punto de retornar a la casa de Georgia, me tomó por las solapas del chaleco, completamente descontrolado.
   ¡Suéltame!
   ¡No vas a ir a hacer más estupideces por hoy, Valak! ¡Nos iremos directamente a ver a Zamai, y si veo que no está dispuesto a colaborar, supongo que ya va siendo mi hora de matar por primera vez a un aliter!
   ¡Suéltame! ¡Suéltame!
   ¡QUE NO! ¡¿QUÉ COSA DEBO HACER PARA QUE ENTIENDAS?!
   ¡NADA! — grité encolerizado—. ¡NO DEBES HACER NADA PORQUE SON MIS PROBLEMAS, ¿DE ACUERDO?!
   ¡NO VOY A PERMITIR QUE SIGAS ASÍ, VALAK!
   ¡DÉJAME EN PAZ, SOMAK! ¡A QUIÉN MIERDA LE IMPORTA LO QUE YO HAG…!
   ¡A MÍ! ¡A MÍ, IMBÉCIL, A MÍ! — bramó y me sacudió con violencia—. ¡Me importa a mí porque has sido mi compañero por vidas! ¡Por muchísimas vidas! Nhyna está muy preocupada, y tiene razones, ¡claro que las tiene! Hoy yo mismo comprobé con mis ojos que estuviste dispuesto a arriesgar tu vida por la puta humana ésa.
   ¡Qué no la llames as…!
   ¡YO LA LLAMO COMO SE ME DÉ LA GANA, IMBÉCIL! ¡YO LA LLAMO PUTA, O HUMANA, O PERRA O COMO SE ME ANTOJE PORQUE ESO ES LO QUE ES!
   Radom morta portisa — anuncié el martirio de ofensa. Ya estoy harto de oírlos repudiarla.
Ya suficiente con su inseguridad.
Ya suficiente con ese marido gordo, calvo y con problemas de alcohol en su vida.
   ¡Ni se te ocurra atacarme, porque sabes que no eres rival para mí! — advirtió—. Iremos a ver a Zamai, para que de una vez termine con esta insana obsesión tuya.
   ¡No es una obsesión!
   ¡¿Entonces cómo le llamas tú a vivir pendiente de una sola persona por tantos años?!
   Puedo esperar… Puedo seguir esperand…
   ¡Esperando y un carajo! ¡La humana no lo vale! ¡Lo tienes todo, Valak! ¡TODO! ¡¿CÓMO MIERDA PUEDES SER TAN…?!
   ¡DEJA DE METERTE EN MIS ASUNT…!
Pero la oración no la terminé de decir, porque misteriosamente un zumbido agudo penetró la habitación de manera repentina…
¡POM!
...y un rayo de luz extremadamente brillante cayó en frente de mí.
¡GRAAAOOO!
   ¡Somak! — exclamé cuando Manu soltó un alarido, igual de asombrado que yo, ante la luz que acababa de aterrizar en la alfombra, pero que en su viaje había encerrado a Somak en una especie de tubo luminoso.
¡GRAAAOOO! ¡GRAAAOOO!
   ¡Cállate, Manu! — proferí alterado. ¡¿Qué demonios era aquel respland…?!
No pude continuar: de la nada, todo alrededor quedó sumido en una oscuridad absoluta, solo quebrada por el tubo luminoso.
Al frente, Somak abrió los ojos violentamente: estaban completamente blancos.
¿Pero qué…?
   La cámara de evocaciones ha sido solicitada — dijo una voz rasposa, proveniente de algún lugar. Manu, desesperado, trataba en vano de atravesar la luz que mantenía cautivo a Somak que seguía con la mirada en blanco y sin decir absolutamente nada—. Sus puertas están siendo abiertas para, tal y como dictaminan nuestras costumbres, darle el beneficio de la “toma de decisión” a aquel que ha osado invocarla.
¿Cámara de evocaciones?
   Viggo, duque demonio, poseedor del pasado, el presente y el futuro; con una legión de demonios bajo su mando y 150 tropas, acaba de aclamar su deseo por iniciar el proceso, por lo que a partir de este momento será denominado “el testimoniante”.
¿Testimoniante?
No me digan que…
   Somak, con un título de Señor Comandante, poseedor de la gloria y la fama para quién se lo solicite, 329 legiones de demonios bajo su mando y 408 tropas; ha sido designado, de manera aleatoria, para llevar a cabo la pregunta base, y por ende se le otorga el cargo de Magistrado de la Anunciación.
¡¿Qué?!
En ese momento el tubo de luz salió despedido hacia arriba. Había oído de los rituales de designación de cargo, pero nunca había sido testigo de uno: Somak soltó un bramido, a modo de conformidad, y adquirió su forma original para abrir los ojos, fulgurando de rojo, y desapareció casi al instante.
La usual invitación que recibíamos todos los demonios cuando iba a darse una Anunciación apareció: la llama verde brillante con la pluma roja flotó frente a mis ojos y se desvaneció tal y como apareció.
Retorné rápidamente a la casa de Georgia, y me encontré con una calma absoluta: ella estaba cenando con mi pequeño amiguito, y el humano despreciable ya dormía en su habitación. Sus prolongados ronquidos eran lo único que vibraba alrededor.
Me quedé observando como alimentaba a Alen. Las marcas rojizas que la mano asquerosa de su marido había dejado en su cuello me enfadaron.
Sin embargo no pude pensar en nada más, porque de repente me tomaron por la muñeca:
   ¡¿Acaso no lo sabes?! — exclamó Nhyna emocionada—. ¡Acaban de designar al ególatra de Somak como el magistrado de la Anunciación de un tal Viggo!
Iba a decirle que yo mismo había sido testigo de la designación aleatoria, pero ni me dejó responderle. Solo soltó una risa burlona y me transportó con ella.
La verdad a mí estos asuntos ya no me emocionan como antes, pero no tuve tiempo para decirle nada: ya estaba aquí, en el salón central de la Cámara de evocaciones, en medio de los millones de espectadores que gritaban, eufóricos.
   ¡Había olvidado lo amplio que es este lugar! — comentó Nhyna, y tenía muchísima razón.
En medio se abría la enorme arena en la que el testimoniante y el magistrado se encontraban cara a cara, y toda ella rodeada por las miles de tribunas que formaban sendos círculos que iban de mayor a menor proporción.
En las zonas más altas se ubicaban los palcos para los demonios de mayor rango de las diferentes especialidades que acudían a ver el espectáculo.
   ¡Ahí hay lugar! ¡Vamos!
   Nhyna, ¡esper…!
Aparecimos en la tribuna inicial, prácticamente al frente de la misma arena de batalla. Elevé la mirada y observé alrededor: habían cientos de los nuestros ya gritando entre emocionados y furiosos, algunos en sus formas originales, otros con aspecto de humanos para mayor comodidad.
Al frente, cruzando todo el campo, distinguí a Berith sentado en el espacio designado para todos los demonios de la especialidad a la que pertenecía el testimoniante. En medio de la enorme cantidad de espectadores, se elevaba imponente el trono en el que se ubicaba el rey de todos ellos, y a los costados los otros doce tronos, seis a cada lado, ordenados de manera descendente en relación al trono principal; en el que se ubicaban los doce príncipes regentes que sucedían al rey por orden de nacimiento.
Incluso desde aquí era posible distinguir la enorme indignación y disgusto que significaba para ellos encontrarse en esa ubicación: charlaban embravecidos, algunos agitaban los miembros, furiosos. A fin de cuentas, que un demonio de tu especialidad exprese su deseo por declararse errante, era considerado altamente ofensivo.
   ¡Allí arriba! — gritó alguien, y entonces del techo abierto algo enormemente pesado cayó brutalmente.
¡BROM!
La jaula de oro aterrizó sobre la arena botando polvo por el impacto. Los abucheos y gritos se desataron como interminables zumbidos, cuando dentro de ella distinguimos al tristemente ahora famoso “testimoniante”.
   Se está meando del miedo — oímos por detrás.
Y era cierto: con los ojos abiertos de par en par, y con los grilletes dorados manteniendo sus brazos y piernas unidos, Viggo observaba alrededor, de pie, y temblando por completo. No estaba en su forma original, ya que es bien sabido que toda Anunciación permite al Magistrado luchar de la manera en la que le apetezca, pero no sucede igual con el testimoniante: este, al renunciar a su naturaleza de demonio, aceptaba entregar sus tropas y poderes, incluyendo la facilidad de adquirir su forma original para las batallas. Era una manera de decirle “acostúmbrate, a partir de ahora será así si logras salir vivo de ésta”.
“Deshonra”, “aniquílenlo” y “maldito renegado” eran algunas de las frases que recorrían toda la estancia. Lo demás eran bramidos ininteligibles: Viggo tembló violentamente cuando empezaron a lloverle piedras a diestra y siniestra.
   ¡MÁTENLO! — gritó alguien, y toda la multitud lo aclamó.
   No quisiera estar en su lugar — musitó Nhyna.
La Anunciación era un ritual exclusivamente demoníaco; de los más solemnes que poseíamos. En primer lugar, el testimoniante pronunciaba la petición de abandono, añadiendo un martirio inacabado, para invocar la sala de evocaciones y en ese mismo instante, sin ningún espacio de tiempo, la misma petición elegía aleatoriamente a un magistrado para el proceso. Esta vez, con Somak, fue la primera que vi con mis propios ojos la designación de tal cargo.
Posteriormente, todos éramos invitados al espectáculo, y siempre sucedía lo que acababa de acontecer: el testimoniante era exhibido en una jaula, completamente encadenado, para que se le hiciera la pregunta que confirmaría su resolución o, en todo caso, se arrepintiera y cambiara de opinión. Todo esto frente al rey de las filas de su especialidad y sus doce príncipes regentes, quiénes en cierto modo fiscalizaban toda la sesión.
Hace muchísimo que no presencio una, pero todo está llevándose a cabo con la normalidad usual. Lo único diferente es que el asunto parece estar demorando un poco, ya que el trono sobre el que va sentado el rey de la especialidad, en este caso Balam, sigue completamente vacío; a pesar de que los supremos regentes suelen ser los más interesados frente a situaciones como ésta.
Repentinamente las cadenas sonaron, dejando eco: por lo visto Viggo había empezado a sentir eso que denominaban Le phaniké. Decían que al estar frente a la multitud, los deseos por escapar se hacían insoportables. El mismo cuerpo material sentía que se despojaría de parte de su naturaleza original, y eso provocaba que el testimoniante perdiera los papeles: algunos gritaban, lanzaban maldiciones y otros se laceraban. Era por esto que los errantes que salían airosos eran escasos: si no te mataba tu magistrado, podías terminar tan demente que terminabas suicidándote antes de conseguir escapar.
¡FRUUUM!
   ¡Ohhh!
Elevamos la mirada ante el sonido agudo. Al segundo siguiente, junto al trono vacío, una figura delicada y de piel translucida, color verde agua, apareció; portaba la cadena con la que solía arrastrar a esa enorme criatura de colores que parecía una de esas aves que los humanos llamaban “pavos”, y a la que él mismo denominaba “mascota”.
   ¡Saludos, colegas! — exclamó con voz risueña y todos alrededor se quedaron mudos—. Mi nombre es Bhad, como muchos ya sabrán; y sí, no soy estrictamente un demonio — agregó melosamente. Los doce príncipes regentes lo miraron como si su presencia los indignara—, pero soy el acompañante más cercano de su majestad, el rey Balam, y traigo conmigo un majestuoso recado de su majestuosa parte; pero este les será transmitido solo después, y no antes, de que el testimoniante reafirme su conversión a errante.
   ¿Ah?
Todos alrededor murmuraron, inseguros.
Nhyna volteó a verme, igual de confundida que la multitud.
   Yo que sé — le respondí —. Los genios son seres que jamás he llegado a comprender.
Viggo elevó la mirada, tan desconcertado como todos los espectadores; pero casi al instante la devolvió al frente, cuando una ráfaga de fuego cruzó toda la arena, se detuvo frente a él y adquirió la forma de una esfera rojiza.
El magistrado: Somak.
   Viggo, duque demonio, poseedor del pasado, el presente y el futuro; con una legión de demonios bajo tu mando y 50 tropas — dijo con una voz completamente diferente a la suya—. Yo, designado como magistrado de tu Anunciación, hago la pregunta de confirmación.
   Si supiera que es él, te apuesto que desistiría — murmuró alguien por atrás.
Todos sabíamos de quién se trataba el magistrado excepto el testimoniante, justamente por esto: para que el futuro errante no desistiera solo por temor a ser exterminado sin contemplaciones.
   ¿Hiciste la petición de abandono? — preguntó tranquilamente la esfera, flotando frente a él.
   S-sí — respondió Viggo.
   ¿Entonces tú…?
   A-anuncio mi…mi deseo de… ¡de convertirme en errante! — lanzó con toda la valentía que pudo.
La multitud soltó un berrido al unísono. Cinco de los doce príncipes se pusieron de pie, furiosos. Otro pidió que se calmaran, alegando que era la primera respuesta.
Bhad, por otro lado, alimentaba a la criatura que llevaba consigo lanzándole pedazos de algo que no distinguí bien y que eran atrapados por ella en el aire. Uno de los príncipes exigió más atención de su parte, y obtuvo un “disculpa, pero yo puedo hacer más de dos cosas a la vez”.
   Solo para cerciorarnos, ¿cuál es el motivo de tu deseo de conversión?
Viggo apretó los barrotes con las manos encadenadas y negó con la cabeza.
   ¿Estás seguro de que no quieres explicar tus motivos? — insistió la esfera rojiza. Por encima de nosotros empezaron a lanzar frases como “¡mátenlo!”, “¡no tiene honra!”—. Todos tienen derecho a una justificación.
   Yo…yo simplemente…quiero ser un errante. Los…los motivos no…no son importantes.
   ¡CLARO QUE SÍ! — berreó alguien de la tribuna de su especialidad—. ¡VIGGO ES UN MALDITO INFELIZ QUE SIMPLEMENTE NO QUIERE ACCEDER A TOMAR MÁS PACTOS!
   ¡¿QUÉ COSA?! — reaccionó la sala completa. Sin querer noté que en otra de las tribunas, una figura se puso de pie, interesado.
Seir.
   ¡Viggo siempre ha sido una deshonra! — continuó el anterior—. ¡Yo mismo he sido testigo de su negativa a realizar pactos! ¡Dice que le parecen un incordio! ¡QUE ES DEMASIADO TRABAJO!
   ¡Quiero convertirme en errante, nada más! ¡Tengo derecho a exponer mis motivos, pe-pero también tengo derecho a guardar silencio! — se atrevió a responder y la multitud lo repudió.
La tribuna de la especialidad de predicción gritaba, insultada.
   Te formulo la pregunta nuevamente, como dicta el protocolo: Viggo, duque demonio, poseedor del pasado, el presente y el futuro; con una legión de demonios bajo tu mando y 150 tropas, ¿hiciste la petición de abandono?
   ¡S-sí! — repitió y la multitud no pudo más—. ¡Sí lo hice!
   ¡DESTRÓZENLO! — bramó alguien y los reclamos subieron como una marea de voces—. ¡DESHONRA! ¡EXIJAN SU CABEZA!
   ¡EXIJAN SU CABEZA!
Uno de los príncipes regentes estuvo a punto de lanzarse hacia la arena sino fuera por Bhad que dejó de alimentar a su mascota y exigió que ahora le prestaran atención a él:
   ¡Bueno, bueno, es hora del recado! — anunció animoso; a su alrededor se desataron cuchicheos indignados—. Su majestad, el venerable y admirable rey Balam, a quien yo sirvo lealmente; me ha pedido de favor repetir exactamente las palabras que diré a continuación. — Su criatura plumífera soltó un chillido y aleteó las alas, como exigiendo atención. Bhad le pidió que se calmara con un “vamos, chiquitín, no te enfades”.
Los doce príncipes, a ambos lados, empezaron a murmurar contrariados.
   Algo no va bien — murmuró Nhyna a mi oído.
Y me señaló a Berith que traía un gesto de fastidio en el rostro.
   “Sé que las Anunciaciones son ritos que perpetúan nuestras tradiciones como demonios, y es por eso que… ¡Ah, con un cuerno, ¿a dónde se escapa ese pollo?!” — bramó teatralmente.
   ¡¿Pero qué…?!
Tres de los príncipes regentes se pusieron de pie, exigiendo explicaciones por lo último. Bhad soltó un suspiro melindroso, y aclaró que a él se le había ordenado repetir todo tal y como lo había escuchado, y que en ese momento Cavadrio, su mascota, había salido corriendo tras un ser que había visto merodeando cerca a los aposentos de su majestad, y éste último había exclamado aquello.
   ¡Al grano, genio! — le increparon.
   En primer lugar a mí no me hablan tan feo, ¿entendido, queriditos? — reclamó estrambóticamente —. Y en segundo, ¡vamos, no se pongan tan ansiosos que ya termino!
   Lo hace por molestarlos — oímos murmurar a alguien por detrás—. Bhad es extremadamente poderoso, y de Balam ni qué decir. Toda esta escena no es más que para burlarse de todos nosotros.
Nhyna me miró con una ceja en alto.
Me encogí de hombros: yo, la verdad, sé muy poco sobre la especialidad de Ver el pasado, el presente y el futuro; y de genios, mucho peor.
Lo que sí sabía era que Balam era conocido como el rey ausente; y creí entender los motivos.
   ¡¿QUÉ?! — bramó uno de los príncipes regentes y se puso de pie, al igual que toda la tribuna que albergaba a su especialidad —. ¡Balam no puede haber dicho eso!
   Bueno, ya que parecen ser algo lentos voy a repetirlo — musitó Bhad quejumbroso—. “Yo, Balam, rey supremo de las filas de la especialidad de predicción y respuestas relacionadas a cualquier intervalo de tiempo, comprendo que es la primera vez que un miembro de mis filas solicita una Anunciación, y notifico desde ya que no participaré de dicha convocatoria por lo que no tengo planeado exigir la cabeza de quien ha anunciado su conversión a errante”. — La multitud se puso de pie, enardecida; Viggo cayó de rodillas, aliviado. Después de todo, la batalla de Anunciación iniciaba cuando el rey de las filas del testimoniante exigía recuperar la honra del agravio a través del exterminio de ese mismo—. “Ya que mi presencia será nula, y no tengo ni tendré ningún tipo de exigencias con respecto a eso llamado «traición a la estirpe», — los murmullos se elevaron, ya anticipando la noticia—, opto porque se le deje ir en paz.
   ¡NO ES JUSTO! — gritó alguien y todos lo apoyaron.
Los doce príncipes regentes se pusieron de pie, indignados. Bhad elevó los brazos, indiferente, y alegó que él solo era un servidor y que no tenía la culpa de que “su majestad fuera majestuosamente perezoso”.
   ¡SILENCIO! — vociferó uno de los doce sucesores y toda la multitud quedó muda—. Puede que Balam, nuestro maldito rey ausente, haya decidido no acudir a un rito tan importante para nosotros como este— lanzó amargamente—. Pero yo, como Primer Príncipe Regente de la especialidad y sucesor directo al trono, me opongo por completo a la decisión y…
Los silbidos de apoyo se desataron, los gritos, los aullidos…
Viggo se puso de pie, observando todo completamente pasmado.
   … ¡EXIGO SU CABEZA!
   ¡NO! — gritó él; pero su voz fue cubierta por los gritos eufóricos de todos los espectadores.
   ¿Asumirás las consecuencias? ¿Recuerda que estás desafiando la resolución del rey de tus filas? — lanzó Bhad suspicazmente.
   Las asumo todas — respondió el primer sucesor, y la multitud explotó, extasiada—. ¡Y lo repito! ¡EXIJO SU CABEZA!
   ¡ESOOO!
   Como magistrado, dejo constancia ante todos los hermanos que la pregunta fue formulada y la respuesta confirmada. — La esfera rojiza empezó a hacerse más y más grande, hasta dejar vislumbrar qué cosa, o mejor dicho, “quién” estaba dentro de ella—. Sin más preámbulos, yo, el designado para el cargo de manera aleatoria…
El enorme antílope fue apareciendo lentamente en el centro mismo de la arena.
Viggo abrió los ojos, lívido.
   doy inicio a tu Anunciación.
   ¡NO! ¡NO! ¡BALAM DIJO QUE NO! ¡QUE PODÍA IRME! — gritó desesperado —. ¡ME ARREPIENTO! ¡ME ARREPIENTO! ¡RENIEGO DE MI DECISIÓN! ¡YA NO QUIERO SER UN ERRANTE!
   Demasiado tarde… — pude leer los labios de Somak; la sonrisa sangrienta se le amplió.
   ¡NOOOOO!
Y la cacería dio inicio.


¨°*°*°*°¨

NHYNA

Lo que estaba sucediendo ahí al frente no era una batalla, era una masacre.
   ¡DESPEDÁZALO, SOMAK!
La multitud vociferaba completamente enloquecida. Solo Viggo podía comparársele, aunque él gritaba más del pavor que de la euforia. Somak había iniciado su ataque hace apenas unos instantes pero su oponente estaba casi acabado: se había lanzado contra la jaula de oro con una fuerza descomunal, y después de quebrarla había adquirido su forma humana solo para tomar por la cabeza a Viggo y lanzarlo con furia contra las paredes de las tribunas.
¡BROM!
El impacto resonó en toda la cámara. El cuerpo caía debilitado por el golpe nefasto, pero Somak apareció velozmente ante él y le clavó los dedos en el cuello.
   ¡10 TROPAS! — anunció y tironeó salvajemente con la otra, sacándolas casi a la fuerza en medio de los espasmos violentos del cuerpo de Viggo. Franjas negras salieron expulsadas de su boca, acompañadas de chillidos agudos. Somak elevó el brazo triunfal y lanzó el grupo de almas hacia la tribuna de predicción que las recibieron eufóricos.
Viggo aprovechó el momento de celebración y se transportó hasta la parte superior de una de las paredes limítrofes. La única salida que había dentro de la arena de batalla era el enorme agujero que se vislumbraba en el techo: si conseguía llegar hasta allá, estaba salvado.
   ¡¿A dónde vas?!
Pero Somak se dio cuenta de sus intenciones y se movilizó como una mancha borrosa, surcando las paredes como si no fueran más que un par de pasos para él. Viggo soltó un grito, trató de escapar, pero Somak lo atrapó por las cadenas que sujetaban sus piernas, y lo lanzó por los aires. Iba a impactar contra una de las tribunas, pero todos los espectadores gritaron y la barrera translúcida que invocaron solo consiguió devolverlo hacia su oponente que interceptó el trayecto con un golpe directo que lo mandó en otra dirección, y nuevamente otra tribuna lo devolvió, para repetir el mismo proceso.
Sentí algo de lástima por él. Somak ya de por sí era reconocido por sus habilidades de batalla, sobre todo de cuerpo a cuerpo: no iba a salir vivo de ningún modo.
“Diez tropas”, “treinta tropas”, “cincuenta tropas”, era todo lo que gritaba cada vez que conseguía atraparlo por la boca y extraerle todas las almas que podía.
Había olvidado que decían que una de las partes más dolorosas de la conversión era ésa: despojarse de las tropas.
   ¡RENIEGO! ¡RENIEGO DE MI DECISIÓN! ¡RENIEGO! ¡RENIEGO! — suplicó Viggo en un momento de tregua, completamente destrozado.
Somak volvió a transformarse en antílope y se lanzó a todo galope contra él.
   ¡DILO MÁS FUERTE! ¡A LO MEJOR ASÍ ME DA PENA Y TE MATO MÁS RÁPIDO!
Una enorme llamarada de fuego despegó de la boca de Somak hacia Viggo que consiguió esquivarla pero no del todo. Su pierna izquierda estaba completamente ensangrentada, y ahora con quemaduras que habían dejado la piel abierta, casi cocida.
   ¡POR FAVOR, NO! ¡BALAM DIJO QUE…!
   ¡UN BRAZO PARA EL REY AUSENTE! ¡EL OTRO PARA LOS DUQUES Y MARQUESES! ¡DOS PIERNAS PARA LOS PRESIDENTES! ¡Y EL TORSO PARA LOS PRÍNCIPES REGENTES! — bramaron y Somak dio un salto, casi poético, y aterrizó en su forma humana. Elevó los dos brazos y en sus manos aparecieron dos enormes espadas curveadas y repletas de irregularidades en los filos.
Era evidente: ese idiota es fanático de las armas humanas. No iba a perderse la oportunidad de emplearlas.
   ¡NO! ¡SOMAK! ¡SOMAK, NO…!
   ¡¿Qué pasa?! ¡A dónde se fue toda esa basura de querer convertirse en errante! — ladró descontrolado. Viggo observó a todos lados, inquieto, buscando alguna manera de escapar—. No sé qué es peor: si un declarado errante, o una mierdilla de cobarde que reniega a último momento de su decisión.
   ¡Yo…! ¡Yo no sabía lo que…!
   ¡LA CABEZA! — bramaron desde la tribuna.
   Lo siento. Al público… — Y la carrera se desató—. Lo que reclama.
   ¡NOOOO!
Somak apareció velozmente ante Viggo y elevó las espadas sin ningún esfuerzo para hundirlas ferozmente en el mismo lugar en el que se encontraba. Viggo dio un salto pero soltó un alarido y dejó un enorme charco de líquido oscuro: Somak había conseguido clavarle ambas espadas en los pies, pero por el terror había huido desgarrándose parte de ellos.
   No es tan divertido — comentaron por detrás. Valak y yo intercambiamos miradas, con curiosidad—. Somak es un señor comandante y pelea como los antiguos demonios guerreros: es casi una oda a los nuestros verlo batallar. Viggo no es más que basura.
   ¡PELEA, PEDAZO DE MIERDA! ¡¿NO QUE QUERÍAS LARGARTE DE AQUÍ?! ¡¿NO QUE QUERÍAS SER UN MALDITO ERRANTE?! — bramó Somak y la multitud lo aclamó. Uno de los doce príncipes regentes elevó una copa, brindando en su nombre—. ¡LÁRGATE CON HONOR, MISERABLE! ¡YA SEA MUERTO PERO CON HONOR! — Y se lanzó sobre él.
¡BROM!
El golpe que hubiera partido en dos a Viggo no logró su cometido, ya que este consiguió escabullirse antes de que la rodilla de Somak impactara contra su abdomen. Sin embargo su velocidad fue casi deprimente frente a la de Somak que sonrió y se dio el lujo de dar un salto, una voltereta y propinarle una patada directamente en la cabeza.
La multitud quedó sumida en silencio cuando Viggo botó una enorme cantidad de sangre por la boca (su cuerpo empezaba a parecerse más al de los humanos, la sangre ya corría por sus venas), y trató de ponerse de pie, algo grogui después del golpe. Somak elevó un brazo a modo de victoria, y la especialidad de predicción soltó un grito al unísono.
   Un brazo para el rey ausente, el otro para los duques y marqueses. Dos piernas para los presidentes — canturreó Somak, avanzando a paso lento hacia Viggo que ya no podía ni ponerse en pie—. Y el torso para los príncipes regentes.
   N-no…no, por fa-favor…
   ¿Puedo quedarme con el cuello? — preguntó Somak a la tribuna de predicción que lo observó, maravillada. Yo misma quedé algo deslumbrada ante el porte de guerrero, manchado pero por la sangre del oponente y casi nada agotado.
De reojo ubiqué a Gremory: es cierto, ella también formaba parte de la especialidad de predicción.
Sin embargo no parecía estar disfrutando de la escena. Observaba a cualquier lado menos al frente, y cada vez que toda su tribuna gritaba eufórica, ella solo guardaba silencio.
   Somak es un imbécil arrogante — comentó Valak a mi lado—. Parece que no ha tenido una batalla en siglos. Podía haber acabado con Viggo de un solo golpe, pero ha prolongado el asunto.
   ¡Puede quedarse con lo que desee, estimado señor Comandante! — respondió uno de los príncipes regentes y toda la tribuna lo apoyó. Berith, a un lado, reía a carcajadas, maravillado y bebiendo más de su copa de plata—. Me disculpo por el penoso oponente, pero le agradezco el maravilloso espectáculo.
   Bueno, me quedo con tu cuello — anunció y lanzó las espadas a un lado, solo para elevar los brazos e invocar lo que parecía ser un largo alambre repleto de púas—. Un gusto conocerlo, duque Viggo. Sus 50 miserables tropas no significaron nada: tu historial como demonio es realmente ridículo.
Y de un movimiento lanzó el alambre hacia delante y enroscó el cuello de Viggo con él, empezando a ahogarlo lentamente, de pie frente a él, como para no perderse ni un detalle de los gestos de desesperación en su rostro.
   ¡N-no! ¡P-por fa…vor!
La multitud empezó a tomarse con más calma el asunto. Los gritos bajaron, pero los brindis y las risas se desataron en medio de la contemplación de la ya cercana exterminación. Valak volvió a comentar lo rimbombante que podía llegar a ser Somak, alargando más un proceso que por hacerse lento resultaba mucho más doloroso.
Estaba a punto de retirarme ya que mi misión estaba cumplida. Yo no había venido a ver luchar a ese ególatra, a fin de cuentas ya sabía de sobra lo bueno que era. Solo había querido traer a Valak conmigo, para que comprendiera lo delicado que era hablar sobre conversiones a errante y demás estupideces.
Sin embargo oí un murmullo colectivo de confusión: elevé la mirada y me encontré a Somak, aún tirando del alambre por ambos lados, pero…
¿Qué…?
Arrodillado y casi desfalleciente, Viggo se mantenía algo erguido, con los ojos brillándole de rojo escarlata y su cuerpo emanando una tenue luz rojiza, mientras movía los labios lentamente y asentía con debilidad. Somak lo observaba fijamente: del gesto sangriento en su rostro ya no quedaba rastro alguno.
¿Qué cosa le estaría diciend…?
   ¡MÁTALO! — bramó alguien y todo sucedió a velocidad máxima. Viggo dejó de hablar y Somak abrió los ojos, sorprendido, y volteó violentamente a ver en nuestra dirección. El choque de miradas fue tan brusco que me sobresalté, pero ahí comprendí que en realidad no me observaba a mí…
…observaba a Valak.
Con el rostro repleto de espanto.
   ¡SE ESCAPAAAAAAA! — bramaron y reaccioné del letargo solo para ver a Viggo adquiriendo su forma original por última vez, un peludo zorro, y perdiéndose por las paredes, a toda velocidad.
Somak demoró en ubicarse; los gritos del público lo obligaron a reaccionar. Intentó atraparlo pero la distracción había durado apenas un parpadeo pero eso ya había sido suficiente para una perfecta huida. Trató de cubrir el techo con su cuerpo, pero la criatura se escabulló con lo último que le quedaba de fuerzas, casi rozando su costado, y desapareció.
¡No puedo creerlo! ¡Se le había escapado! ¡A él! ¡A Somak!
Viggo ya era un demonio convertido a errante.
La multitud empezó a berrear, indignada. Los doce príncipes regentes lanzaron sus copas, completamente airados. Los abucheos ahora fueron contra Somak que en otras ocasiones hubiera reaccionado como un desquiciado, golpeando a todos, pero ahora lo único que hacía era mirar a Valak, que trataba de calmar a unos cuantos de nuestra tribuna.
   ¡YA LO TENÍAS! ¡¿CÓMO SE TE PUDO ESCAPAR?! — gritaban varios. Berith, a un lado, escupía furioso pero a la vez le murmuraba algo velozmente a otro sujeto de piel de leopardo en la tribuna de al lado que asentía con seguridad.
Seir, por la tribuna de en frente, se acercó a Gremory que le sonrió, agradecida, y ambos desaparecieron.
Volteé a mirar a Somak: seguía sin reaccionar, en medio de la arena, y ahora con un gesto de frustración en el rostro.
¿Qué podría haberle dicho Viggo para que terminara distrayéndose a tal magnitud? ¿Qué podría haberle dicho para que ahora ni siquiera le importara estar siendo insultado por toda la cámara de evocaciones y solo estuviera ahí, flotando como si todo hubiera sido irrelevante para él?
Volvió a lanzarle una mirada a Valak y claramente vi el fastidio mezclado con angustia.
Eso no me gustó, no me gustó nada.
Por un momento sentí un horrible agujero en el pecho: ¿por qué lo miras así, Somak? ¿Por qué?
¿Qué te dijo Viggo antes de que escapara?


¨°*°*°*°¨

NAUM

   Ite Missa est — anunció el padre al frente.
   Deo gratias — respondimos todos y el coro inició el tema final. Al fondo, el hermano Casimiro coreaba muy contento el Salve Regina.
La hora que duró la liturgia tuvo una especie de efecto relajante en mí: no solo por el acompañamiento en piano que solía quedar en manos de Marcus Leda, sino por todo en general. Los chicos suelen quejarse de lo aburrido que resulta acudir a las misas de la siete de la noche de los jueves y a la de la siete de la mañana de los domingos; sin embargo a mí me resultan bastante interesantes. No sé si sea un pasatiempo extraño, pero me gusta observar el rol que cada participante cumple en toda la ceremonia: el sacerdote, los acólitos, incluso aquellos estudiantes que solo leían las peticiones o llevaban las ofrendas. Luca dice que suena idiota, pero la idea de la misa como una representación de la pasión, muerte y resurrección del “Hijo de Dios” siempre me pareció tan extraña como curiosa: que una copa de vino y un pedazo de pan simbolicen la sangre y la carne de un personaje tan interesante como Jesucristo, era casi como ver a la metáfora en persona.
   Se ha pasado toda la hora golpeteando los dedos contra la madera, señor Liberia — oí repentinamente. Por un momento pensé que me hablaban a mí, pero recordé que yo había estado muy quieto.
No, otra vez esta semana…
   Tu hermano va conseguir que lo expulsen en cualquier momento — me susurró Tomas al oído, cuando el maestro León obligó a Luca a ponerse de pie y a salir con él de la capilla. El coro seguía entonando el tema de salida; a través del umbral vi a mi hermano con las manos en los bolsillos y la típica mirada indiferente, casi retadora.
Entonces pasó lo de siempre: el maestro sacó la vara que llevaba consigo a todos lados y después movió los labios, exigiendo algo que ya sabía de memoria. El coro llegó a la nota más elevada, y después sentí el latigazo casi imperceptible en las palmas de las manos.
   ¿Naum? — oí de Tomas. Apreté los puños discretamente: no me dolía, era obvio; pero así nadie me creyera, juraba que había sentido levemente el impacto de la vara contra la piel.
El maestro León ingresó de nuevo a la capilla: Luca se quedó con las manos en los bolsillos, afuera, observando el cielo ya oscuro, y con dos golpes recién ganados.
   Luca debe estar loco. Este mes lo han amonestado más de diez veces — añadió Norman Diuca, con el pelo rubio rojizo oculto bajo la venda que cubría parte de su cráneo después de la caída que tuvo hace una semana —. Naum, no es por ser entrometido, pero deberías intentar hablar con él.
¿Crees que no lo he intentado?
   Hoy el cuervo aterriza en el sótano — oí a mis espaldas. Giré de reojo; Jude sonrió.
Las reuniones en el sótano solíamos tenerlas los viernes, y hoy era jueves. Qué extraño.
   Parece que el idiota de Kim quiere contarnos algo — añadió ante nuestro gesto confuso.
Fila por fila la capilla empezó a vaciarse. Jude pasó a paso veloz, mientras repetía en murmullos “hoy el cuervo aterriza en el sótano”.
La invitación obviamente iba dirigida solo a los miembros del club que Kim bautizó como “Los cuervos noctámbulos”, pero había una secreta satisfacción en anunciar a todas voces alguna reunión a la que solo algunos tenían permitido acudir.
Todo había empezado hace tres años, cuando Kim descubrió aquella trampilla debajo de la alfombra de piel de oso, en la esquina derecha de las cocinas. Solía escaparse por las noches a explorar los espacios del internado, y una vez retornó con un entusiasmo raro en él: Kim era de esos chicos que ya no se asombraban con nada, por lo que cuando nos comentó del pasadizo que había descubierto a todos nos atrapó una insana curiosidad por conocerlo.
Después de un par de visitas más, comprobaron que aquel pasaje no era usado por los hermanos de la comunidad, y por los kilos de polvo y telarañas que lo invadían, a lo mejor ni sabían de su existencia. Así que después de un par de noches en vela dejamos limpio aquel pasadizo que conducía a lo que parecía ser una mini sala de reuniones muy antigua, y se convirtió en una especie de “casita club” para nosotros. Hasta los de primer año ya han oído de ella; bueno, en realidad todo el mundo lo ha hecho excepto la hermandad y los maestros: es como un secreto a voces. En algunas de las últimas reuniones se había tocado el tema de quiénes serían los legítimos sucesores de los Cuervos Noctámbulos, ya que nosotros acabábamos a mediados del próximo año, y dejar la sala sin ningún tipo de uso sería un desperdicio. Además, Kim repite que no habrá nada más increíble que haber sido fundadores de algo, así sea un estúpido club de estudiantes (palabras suyas), dentro del internado en el que hemos permanecido casi diez años y del que pronto tendríamos que despedirnos.
 La sala había iniciado con una mesa armable que Tomas Gerdau robó de su casa, y para ahora ya hasta teníamos una pequeña cocina para preparar té, un estante con las historietas y libros para adultos que Jude compraba de una librería en lo más recóndito de Libiak, y otras cosas que los miembros del club habían ido donando para rellenar la sala y hacerla más “nuestra”.
Inclusive Marcus, que era tan poco participativo para este tipo de asuntos como yo, se atrevió a traer un reloj mediano de los que diseña la empresa de su abuelo; y hasta un juego de ajedrez tallado en madera (que si no me equivoco le había enviado su hermana mayor, Abigail, del extranjero).
   Ssss, qué frío… — oí de Tomas que iba saliendo delante de mí.
Me encogí un poco: la capilla estaba muy cálida a diferencia de los exteriores. Teníamos que cruzar toda la cancha de deportes para llegar hasta la entrada al edificio y de ahí ya podríamos ir a nuestras habitaciones. Las clases siempre acababan antes de las siete, por lo que después de la misa de hoy, ya no quedaban más que horas libres hasta las diez, que era la hora en la que cinco campanadas bien dadas anunciaban que ya nadie podía andar deambulando por los pasillos.
Eso, sin embargo, no significaba ningún impedimento para darse un paseo nocturno. No soy muy devoto de saltearme las reglas, pero debido a que Luca sí lo es, la mayoría de veces que le ha apetecido darse una escapada por los lugares más insospechados de Dominic Pascal, yo he terminado siguiéndole los pasos.
   Gerdau, Itamar, Massud, Diuca… — escuchamos la voz del hermano Rupert, siempre con ese bostezo a medio acabar. Traía consigo un papel del que iba leyendo los apellidos: después de cuatro nombres más, lo oí —. Y Liberia, ambos — recalcó en alusión a Luca y a mí—. Se quedarán en el pasillo hasta que el maestro Martellini les dé el alcance.
   ¡¿Qué?! — exclamó Luca. Dios, por qué no puede quedarse callado —. Hermano Rupert, ¡son más de las ocho de la noche! Debemos ir a cenar para ya retirarnos a nuestras habitacio…
   Son órdenes del superior Zacarías, Liberia.
   ¡Pero…!
El hermano Rupert se encogió de hombros y se perdió por la entrada, rumbo al ala este del edificio. Un trueno por algún lugar del cielo nos obligó a apresurarnos.
   Qué fiasco — masculló Norman aburrido—. Oigan, si nos quedamos demasiado tiempo con el maestro Martellini creo que yo paso de la reunión de hoy. ¡Y ni me miren así! Todos saben perfectamente que mañana tenemos esa porquería de la prueba de Trigonometría, y si regresamos tarde, cenaremos tarde y salir más de las doce al sótano me va a dejar completamente destruido.
La verdad creo que yo también pasaré de la reunión de hoy. Además, ni siquiera era en horario oficial; era solo por ese asunto de lo que quería contarnos Kim.
   Bueno, allá ustedes si no quieren — dijo él como leyéndome el pensamiento—. Pero tengo una noticia bomba, así que…
Lo que Kim pueda decirnos a mí sinceramente me tiene sin cuidado. Si me siento igual de cansado, creo que yo también desistiré como Norman.
   ¡Maldita sea, pero qué frío está haciendo!
   Ya deje de quejarse, Gerdau. Cualquiera que lo escuchara pensaría que es una niñita llorona.
Giramos ante la voz y nos encontramos con la postura recta y el uniforme gris, casi militar, del alguacil Zoltán: era el jefe auxiliar de la clase de último año. Es costumbre en Dominic Pascal que a los encargados de vigilar el comportamiento de los estudiantes fuera de las aulas se les llame “alguaciles”; y de todos los que hay en el internado, Zoltán era de los más letales.
   Pero es que hace frío…
   Ni una palabra más, Gerdau — concluyó con esa voz extremadamente gruesa, inconfundible en su hablar. Solo por él, Dominic Pascal a veces parecía más un colegio militarizado que un internado de hermanos religiosos—. A ver, ¿están los diez que ordenó el superior Zacarías? Sí, parece que sí. De acuerdo, síganme. Martellini ha tenido un percance pero nos dará el alcance en el salón.
Atravesamos los pasillos tanto curiosos como agotados: la verdad, yo también solo quiero irme a la cama. La semana de exámenes bimestrales nos ha dejado a todos así de exhaustos.
   Alguacil Zoltááán — exclamó Norman pero fue ignorado. Rodó los ojos y suspiró, solo para engruesar la voz; tal y como a Zoltán le gustaba escucharnos—. ¡Alguacil Zoltán, señor!
   Dígame, Diuca.
   ¿A dónde nos está llevando?
   Estamos dirigiéndonos al salón Maxime — respondió y todos protestaron, comprendiendo mejor el asunto—. El maestro Martellini nos dará el alcance allá después de que encuentre las partituras del vals…
   ¡Zoltán, ¿acaso nos están llevando a bailar?! — reclamó Kim ofuscado: era el único que se atrevía, después de Luca, a llamarlo sin el título de alguacil—. ¡Mañana tenemos una prueba importante, por Dios! ¡¿Qué clase de tontería es ést…?!
   Massud, le pediré que baje la voz si no quiere pasar todas las tardes que quedan del mes limpiando los retretes de cada sección — advirtió y Kim rodó los ojos—. El superior Zacarías ha recibido órdenes estrictas de parte de sus familias, así que es deber de la institución colaborar con todas las actividades que reflejen la clase de educación que ustedes están recibiendo.
   Mierda, esto es por el estúpido Baile de la Luciérnagas — escupió Jude cuando llegamos al salón Maxime, que era el aula en el que todas las secciones tomaban las clases de Baile y etiqueta de gala —. Se lo oí decir a mi madre, así que seguramente es eso.
Yo también había escuchado algo similar, pero…la verdad a mí no me parecía algo estúpido.
Creo que recibir apoyo de parte de personas expertas en el tema, nos ayudarán muchísimo. Después de todo, el Baile de las luciérnagas es un evento importante y además…la señorita Marion definitivamente acudiría.
Y ésa era la oportunidad perfecta para darle indicios sobre mis intenciones para con ella.
   Bueno, señores, voy a explicarles brevemente que haremos a partir de este día en lo que va llegando la persona que me ayudará con esto — exclamó el señor Martellini cuando llegó cargado de partituras y algunos libros voluminosos—. Todos los jueves, después de la Liturgia, nos encontraremos en el salón Maxime — Las protestas empezaron a oírse—, para sus clases de vals.
   ¡¿Quéééé?!
   ¡Silencio, jóvenes! — bramó el alguacil Zoltán—. No se les está preguntando, se les está notificando lo que se hará a partir de hoy.
   ¡Pero, señor, si ya tenemos las clases de los miércoles…!
   ¡Basta!
Volteé de reojo y me encontré con los rostros furiosos y fastidiados de la mayoría de mis compañeros; de todos, en realidad. El único que parecía tomárselo con más calma era Marcus Leda, que ni había parpadeado ante la noticia.
   Como bien saben, ustedes han recibido con anterioridad clases de baile y etiqueta de salón — añadió el maestro Martellini—. Desde el séptimo año se les ha proporcionado todo tipo de conocimientos para eventos que requieran de ese tipo de aptitudes. Todos aquí saben bailar, eso no es discutible. Sin embargo, estamos próximos a un acontecimiento sumamente importante para familias como las suyas. — Kim masculló en voz baja: “estúpido apellido”—. Sus padres nos han solicitado con anticipación algunas clases extra curriculares para el evento que se dará en un par de meses; y evidentemente hemos aceptado de buen agrado, ya que la institución promueve la tradición familiar y las buenas costumbres.
   ¡Buenas costumbres y un carajo! — susurró Jude hastiado.
   Como ya sabrán, el Baile de las Luciérnagas es un evento que se repite cada año, pero para las damas es solo una vez en la vida. Las familias más selectas de cada ciudad suelen considerarlo una tradición extremadamente importante: en Libiak, en Asiri, en Lirau, en Ampelio, y en las demás ciudades del país se realiza el baile, y desde hace muchísimo tiempo atrás.
   Señor Martellini, disculpe, pero nosotros no somos el foco de atención de ese baile — acotó Norman displicentemente —. Así que no veo cuál es el punto de estas clases.
   Usted está en un error, señor Diuca. Claro que son parte importante de este evento — respondió el señor Martellini—. Si bien es cierto que las damas más jóvenes de determinadas familias serán las que sean presentadas en sociedad, no pueden olvidar que no cualquier jovenzuelo acude a este evento. Son los jóvenes solteros de las familias más tradicionales los que tienen una invitación y, por ende, algún tipo de oportunidad de crear los cimientos para alguna relación futura con alguna de las familias presentes.
   ¿Por qué no lo dice con las palabras exactas? — lanzó Luca mordazmente —. Es una fiesta para escoger esposa.
   ¡Luca! — lo reprendí.
   ¡¿Qué?! ¡Pero es cierto! — repitió y el aguacil Zoltán llevó una mano a la vara que llevaba colgando de su cinturón—. El Baile de las Luciérnagas es una fiesta en donde las familias presentan a las mujeres más jóvenes pero también ya disponibles a ser desposadas. Como dijo Norman, no entiendo el punto de ensayar para un evento en el que las que van a estar más ocupadas exhibiéndose son las chicas.
   Liberia, hoy no hay cena para ti — apuntó el alguacil Zoltán duramente.
   Estás completamente equivocado, muchacho — oímos de repente. Una mujer de aspecto severo acababa de ingresar al salón: traía el cabello atado en un moño extremadamente apretado y una postura perfectamente erguida. Tras ella, tres chicas aparecieron. Todas con vestidos oscuros y sin ningún tipo de gestos en el rostro. Varios de mis compañeros soltaron risitas, emocionados, ante las recién llegadas.
   ¡Oh, señorita Inés, buenas noches! Qué alegría que nos acompañe en esta sesión.
   Buenas noches, profesor Martellini — respondió la aludida casi indiferente—. En cuanto a ti, muchacho, permite que te aclare un poco el panorama: El Baile de las Luciérnagas es una fiesta, es verdad, en donde se busca construir relaciones sociales, que si están bien encaminadas, podrían terminar en matrimonio.
   Es lo que dije… — respondió Luca atrevidamente.
   Básicamente es eso, sí, pero no es como que sea un evento en el que las chicas simplemente se “exhiben a sí mismas para buscar marido”. Cada una de esas chicas provienen de familias que han venido cultivando la tradición que implicar tener un apellido reconocido. No van a escoger a cualquier mocoso malcriado que por dárselas de rebelde quiera romper el protocolo o desmerecerlo. El Baile de las Luciérnagas lleva ese nombre por el rito principal que se lleva a cabo en él: las debutantes llevan consigo luces de bengala, y acceden a encender con ellas solo las de aquellos que consideran dignos para otorgarles un baile de los tantos que se interpretan en la noche. Y con esto trato de decir, que no es una simple reserva de baile como sucede en cualquier otra fiesta: las debutantes están siendo instruidas para escoger al mejor postor, y al referirme a esto hablo no solo de simpatía. Buenos modales, respeto, encanto, e inclusive un buen desempeño en el baile, son factores que condicionan estas cosas. ¿Y por qué? Porque no solo se está escogiendo a un “novio”, se está escogiendo a un posible nuevo miembro de la familia. La decisión no radica solo en la dama, sino también en sus padres. Si van con esa actitud, no podrán obtener el último baile de la que elijan: ya que si bien ustedes tienen la potestad para invitarlas a bailar, ellas tienen la potestad para negarse a aceptarlos.
Todos se quedaron mudos antes la explicación. Yo, personalmente, le encontré muchísimo sentido a sus palabras.
Realmente quiero ser el que baile el último tema de la noche con la señorita Marion. Realmente quiero que esa noche sea especial para ella.
Realmente quiero conseguir valor para decirle que me encantaría conocerla más, visitarla en su casa, y hasta poder mandarle algunas cartas.
   A lo mejor no todos estamos interesados en bailar con alguien en particular ese día — reanudó Luca —. A lo mejor solo acudiremos como meros espectadores.
   Eso díganselo a sus padres personalmente, a mí se me llamó para un objetivo en particular: convertirlos en caballeros que abran la boca más que solo para decir disparates; y para que comprendan que no solo sus palabras comunican. Un gesto, una sonrisa, ese tipo de cosas pueden definirlos como ganadores o perdedores. Vamos, empezaremos ahora con la postura y la forma adecuada de solicitar un primer baile.
La mujer dio un par de palmadas después de presentarse como señorita Inés Florencia, y nos explicó rápidamente que las tres chicas junto a ella serían nuestras parejas de baile durante todas las sesiones.
   Esto… ¿no suena un poco calculador? — comentó Tomas mientras el maestro Martellini charlaba con la señorita Inés sobre el tema más adecuado para iniciar—. Digo, que nos den clases para simpatizarle a una chica es un poco…
   ¿Acaso no quieres? — rebatió Kim—. Porque ese día, la princesa Formerio va a tener por lo menos a quince candidatos buscando obtener el último baile de la noche con ella.
Tomas abrió los ojos violentamente: parecía que no había pensado en eso.
   Me sigue sonando calculador y hasta cínico — arremetió Luca.
   Liberia, no seas ingenuo. Sabes perfectamente que todo en la vida es así. No espero asistir a ese baile y encontrar a la mujer de mi vida; pero mi padre se moriría de la felicidad si consigo acercarme por lo menos un poco a Albania Formerio. A fin de cuentas, ha rechazado como que seis pedidas de mano. — Tomas carraspeó un poco; Kim torció el gesto—: Oh, lo siento, colega. No quería abrir viejas heridas.
   ¿Acudirás al de Lirau? — le preguntó Jude.
   Sí, mi padre ya lo habló con mi madre: han hecho de todo para que mi tío obtenga una invitación. Después de todo, a mí me han invitado al de aquí. Comentaban que lo más probable es que este año el baile en Lirau esté repleto: después de todo, dos de las nietas de Alcides Formerio acudirán a ese.
   El de aquí, en Libiak, no tiene a ninguna debutante así de solicitada — reflexionó Jude—. A lo mejor va a estar muy aburrido. Tal vez deba decirle a mis padres que quiero asistir al de Lirau. ¿Qué dices, Marcus? ¿Vamos? Porque aquí las chicas no parecen muy prometedoras.
   Lo siento, pero yo asistiré al que se llevará a cabo aquí, en Libiak — respondió inmutable.
   Pero solo estaremos nosotros dos del grupo…
   No acudiré al baile por el grupo — concluyó y se alejó de nosotros.
Jude frunció el ceño:
   ¿Y ahora qué le pasa?
   Técnicamente has insultado a su “chica” — susurró Norman—. Lo más probable es que Marcus se encuentre en el baile con la chica a la que tanto le escribe, ¿no crees?
Jude asintió, comprendiendo el punto.
   Bueno, muchachos, ¡comenzaremos con la primera lección! ¡Postura y mirada! — anunció la señorita Inés.
   Por cierto, ¿cuánto tiempo durará la clase? — preguntó Tomas.
   Dos horas, cada jueves.
   ¡¿Quééééé?! — gritaron todos.
   Ustedes cenarán a las 10:00 p.m.
Los chicos se miraron entre sí. Pensé en el examen de Trigonometría de mañana.
   Por favor, que el cuervo no aterrice esta noche — suplicó Norman.
Kim resopló:
   Profesor Martellini, ¿puedo ir antes a los servicios?
   Adelante, señor Massud.
   Iré a decirle a los demás que se suspende la reunión de hoy — nos masculló desganado.


¨°*°*°*°¨

ANIEL

»— Aniel, tenemos una citación para la Sala Magna en algunos días. Te aviso porque sé cuánto te debilita pasar de un lado al otro, así que aliméntate lo mejor que puedas.

   Sempte quitte etza, nel azperanto vitte luta. Rassta mega evidentzia, je suis implerato vehrsa.

»— ¿Es en serio, hermano? ¿Acaso estás pensando en ocultarte todo lo que le resta de vida a tu custodiada? No puedes vivir esquivándola.

   Sempte quitte etza, nel azperanto vitte luta. Rassta mega evidentzia, je suis implerato vehrsa.

»— ¿A…Aniel? ¿Aniel, me…me escuchas? — Sí…claro que sí. Así no quiera, mi ser entero te escucha —. No…no sé si lo recuerdes, pero…Loi y yo partiremos a Ampelio, con el abuelo. Ya sabes, por lo del consorcio que la familia está planeando firmar con los Duman. Estaré fuera más o menos una semana. Yo…yo solo quería saber si… — Y baja la voz; suena apenada—. Yo solo quería confirmar que estás bien.

   Sempte quitte etza, nel azperanto vitte luta. Rassta mega evidentzia, ¡je suis implerato vehrsa!

»— Estoy dejando una caja de bombones en el armario en el que guardo mis violines. Si…si te apetece…puedes comerlos. A…a fin de cuentas…los traje para ti.

   ¡Sempte quitte etza, nel azperanto vitte luta! ¡Rassta mega evidentzia, je suis implerato vehrsa! ¡Je suis implerato vhersa! ¡JE SUIS IMPLERATO VHERSA!

¡BROM!
Abrí los ojos con violencia. Frente a mí, uno de los árboles más viejos de Izhi acababa de desplomarse violentamente a causa de la energía que había despedido de mí mismo.
   ¿Qué fue eso? — reconocí la voz de Nereo—. ¿Acaso será posible? ¡Parece que un árbol se ha venido abajo!
¡Corre!
Salí a todo escape, pasando por alto que desmaterializándome sería imposible ser descubierto a ojos humanos. Pero es que estaba tan ofuscado, ¡tan aturdido…!, que ya ni podía ordenar bien las ideas.

»— Ojalá…podamos hablar cuando regrese.

Mierda.
Me detuve frente a los peñascos que últimamente se habían convertido en mi mejor compañía. Ellos eran los únicos que contemplaban todo el caos de emociones que se desataba en mi contra, y que terminaban estallando en un solo acto: avanzaba raudamente, a veces casi sin planearlo, y caía, solo caía. Caía tratando de despojarme de todo aquello que se había liberado sin control alguno aquel día que yo no debí acompañarla a esa reunión.
Aquel día que fingí ser otro…
El día que Alen Forgeso nació.
No...
» ¿Qué sucede, hermano ángel? — oí con fuerza. Las olas me observaban desde lo más profundo del abismo—. ¿Por qué te he visto atormentándote día y noche, noche y día? Bajo el hermano sol, bajo la hermana lluvia, casi como cargando sobre tus hombros la angustia en su forma más pura, casi al instante de ser creada y, por ende, más dolorosa.
Angustia…
¡BROOM!
Un trueno estalló por algún lugar del firmamento: sonó a carcajada. Era como si Drol Dev se burlara de mi estado.
» Aniel… ¿qué sucede, Aniel? — volví a oír de Drol Yaccu—. ¿Por qué te ves tan atormentado, siendo tú uno de los hijos más amados del creador?
   Sempte quitte etza, nel azperanto vitte luta. Rassta mega evidentzia, je suis implerato vehrsa.
» Sabes que repetir gozos de bloqueo no servirá en este caso, ¿verdad? — Esta vez fue Drol Asirb, que se presentó como un intenso soplido de brisa—. Huir nunca ha sido la mejor decisión, sea cual sea la circunstancia.
» Él no está huyendo, mi querido Drol Asirb — respondió el mar, danzando furiosamente bajo la tormenta que Drol Dev en cualquier momento desataría—. Él solo…está confundido.
No…no es eso.
Con todo el respeto que se merece, Drol Yaccu, no es eso.
» Claro que está huyendo, mi señora. Evadir es lo mismo que evitar. Evitar es lo mismo que esquivar. Esquivar es lo mismo que escapar…
Escapar… ¿pero de quién?
De ella…
   Sempte quitte etza, nel azperanto vitte luta. Rassta mega evidentzia, je suis implerato vehrsa.
No, miento. No trato de escapar de ella.
Trato de escapar de mí mismo. De todo lo que mi ser manifiesta…
De todo lo que mi cuerpo des…
   Y si tu mano derecha te hace pecar…córtala y tírala — oí de pronto.
¿Cómo?
Giré: un sujeto que no había visto nunca me observaba desde los árboles. Se acercaba lentamente, contemplando todo a su alrededor y con las manos en los bolsillos, muy seguro de sí mismo.
   ¿Qué dijiste?
   Si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala — repitió y los ojos se le encendieron de rojo escarlata —, porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno.
Y sonrió de una manera un tanto perturbadora: cinismo, burla…
¿Quién…?
   ¿Quién eres? — exigí sin comprender su presencia.
   Mateo, capítulo 5, versículo 30 — me respondió tranquilamente, y un rayo aterrizó tan cerca de él que si no era porque avanzaba hacia mí, le hubiera dado directo sobre la cabeza.
Elevó la mirada, como tratando de ubicar al responsable, y después soltó una carcajada:
   Es el pasaje de un libro escrito por los humanos; le llaman las Sagradas escrituras. Debo admitir que tiene cosas interesantes en su interior.
» Vete, Aniel… Él no es de confianza — susurró Drol Yaccu para que solo yo pudiera escuchar la advertencia.
Drol Asirb también me lo dijo.
   ¿Quién eres? — repetí a la defensiva. Tal vez debía retirarme, como acababan de sugerirme, pero me preocupaba que se tratara de algún forastero buscando encontrar a Albania.
Ya había sucedido con el vaisiux, pero también con otros seres: enolas, aliters y otros que al no ser ángeles ni demonios, aún sabían de la existencia de la Original ya que sus recuerdos no habían sido tomados. Albania no lo sabía, pero Nanael y yo habíamos ahuyentado a varios que trataron de acercarse a ella, no solo con fines de contemplación.
Algunos querían llevársela…otros simplemente matarla.
Después de lo del vaisiux, un ataque semejante la dejaría muy lastimada. Tanto física como emocionalmente.
No iba a permitirlo.
   ¡Vamos, responde! ¿Quién eres y qué quieres?
   Pensé que eras un poco más gentil de lo que pareces en esta oportunidad. — Sacó un cigarrillo y trató de encenderlo—. Mierda, con este clima no se puede ni fumar bien.
   No voy a repetirlo más, así que de una buena vez responde: ¿quién eres y qué quieres?
   ¡Oh, vamos! No tienes por qué ponerte tan a la defensiva. Pasaba cerca de aquí, y en una visión que tuve…vislumbré que nos conoceríamos. En realidad no te conozco ni sé nada de ti, más que estabas susurrando gozos de bloqueo con una insistencia bastante inusual.
¿Visión?
Recién percibí su esencia: traía ropajes humanos pero se trataba de un demonio.
   Mi nombre es…Berith — se presentó y lanzó el cigarrillo a un lado, sin conseguir encenderlo —. Y como te dije, solo se me reveló que te conocería este día. Mi especialidad es la Predicción y responder preguntas de cualquier intervalo de tiempo. Es algo engorrosa mi situación, ya que como ha sucedido ahora, a veces las visiones aparecen y me revelan ciertos eventos que al fin y al cabo no son extremadamente importantes. — Chasqueó los dedos y un paraguas apareció en sus manos: lo abrió en el preciso momento en el que la lluvia que se avecinaba estalló—. Detesto mojarme si no lo he planeado con anterioridad, ¿tú no? Eso de no tener el control absoluto de lo que suceda conmigo me pone de los nervios.
Traté de no verme demasiado receloso: Gremory también tiene la habilidad de ver el Pasado, Presente y Futuro; pero jamás había mencionado que tuviera visiones espontáneas. Siempre repetía que ella decidía cuándo y dónde tenerlas.
¿Quién es este sujeto y qué planea?
   Mmm, parece que he llegado en mal momento, ¿verdad? — dijo ante mi silencio—. Disculpa que te interrumpiera. Creo que estabas teniendo alguna especie de charla íntima con algunos Drols. — Un trueno volvió a resonar, esta vez como un rugido amedrentador—. No conozco en persona a Drol Dev, pero parece un tanto malhumorado.
» Vete… — repitió Drol Yaccu para mí—. Vete, Aniel, hijo más amado. Vete…
Hice un ademán de avanzar en sentido contrario, pero me cerró el paso velozmente.
Me sonrió y los ojos se le volvieron a poner rojos. Por un momento sentí como si estuviera analizándome.
   Reconozco cuando no soy un invitado deseado — aclaró de buen humor—, así que pasaré a retirarme, no te preocupes. — Giró; Drol Yaccu suspiró, aliviada—. Por cierto, no sé mucho de Caelum, la lengua exclusivamente angelical, pero debo admitir que me ha sonado un tanto peculiar el gozo…si es que no oí mal.
Las olas estallaron con fuerza contra los peñascos de abajo. El agua de lluvia iba empapándome de pies a cabeza.
   Sempte quitte etza, nel azperanto vitte luta. Rassta mega evidentzia, je suis implerato vehrsa — recitó y me sonrió con burla—: “Agua que todo lo quitas, elimina la huella, del indicio asomando, transformado en prueba”. Es un gozo de bloqueo, ¿no es así?
No supe qué responderle. Ya de por sí resultaba inusual tener esta charla con alguien a quien apenas conozco.
   No sé mucho de gozos…pero los martirios de bloqueo sirven para aislar objetos, entes, inclusive sonidos y…sentires, ¿no es así? — Sacó otro cigarrillo y esta vez sí consiguió encenderlo—. ¿Tratando de bloquear alguna especie de sensación…?
Lo observé sin ningún gesto. ¿Por qué parece que busca información?
   De acuerdo, de acuerdo, resulto sospechoso, ¿verdad? Tranquilo, ya me voy — indicó divertido—. Ese libro tiene tantas buenas cosas… Muy buenas, ¡en verdad! — canturreó para sí mismo, mientras se alejaba con su paraguas y su cigarrillo—. Si tu mano desea algo, córtala, tírala lejos, porque puede contaminar todo lo demás. ¡Mutílala, cercénala! porque puede desear tocar más…
Sentí un vacío en el abdomen. Oí su risa alejándose entre el bosque.
   …porque puede desear corromperse más. — Las olas estallaron con fuerza, pero su voz me traspasó por completo —: porque puede desear corromperla…a ella…más.
¿Qué ha dicho?
   ¡Espera!
» ¡NO, ANIEL!
¡BROOM!
Mi voz fue cubierta por un ensordecedor trueno. El sujeto, Berith, se transportó y desapareció.
» Drol Dev tiene razón, Aniel. No es necesario hacer preguntas. Déjalo así…déjalo así.
Pero… ¡pero es que lo que acaba de decirme…!
» Sabemos que te ha desconcertado, pero ese demonio se caracteriza por ser especialmente diestro en generar incertidumbre e intrigas. No lo tomes en cuenta, no importa, olvídalo ya.
Escuché los soplidos amables de Drol Yaccu y Drol Asirb. Drol Dev pareció estar de acuerdo porque pronto dejó de escucharse y se retiró, convirtiendo el aguacero en una lluvia silenciosa. Prometí no seguir a ese demonio y retorné a Izhi, con el maldito problema que aún tenía conmigo.
»— Aniel, tenemos una citación para la Sala Magna en algunos días. Te aviso porque sé cuánto te debilita pasar de un lado al otro, así que aliméntate lo mejor que puedas.
Nanael me había dicho aquello ayer por la noche. Hace muchísimo tiempo que no teníamos una reunión parecida, ya que últimamente solo acudíamos a la Estancia Alba a rendir declaraciones sobre el comportamiento y los cambios de Albania. La Sala Magna era empleada cuando nos ponían bajo el Li-kay, esto con el fin de comprobar que no estuviéramos mezclando recuerdos; y a ella no acudíamos hace mucho, uno por lo desgastante que resultaba tanto para los que lo inducían como para Nanael y para mí, que éramos los sujetos inducidos, y dos porque después del ataque del vaisiux, varios vigías pasaban a visitarnos frecuentemente por si había alguna novedad, y ellos terminaban dando informes tan objetivos que ya no requerían de ningún tipo de confirmación.
Y si hay algo que se ve cuando a uno lo ponen bajo los efectos del Li-kay, son los recuerdos y también las emociones. Y en estos momentos lo último que deseo es abrirle mis pensamientos a un comité que no hará más que analizar el porqué de todas las cosas de las que serán testigos.
La ira, el frenesí, la angustia, el alivio… Todo, todo eso.
No es algo reciente todo aquello, viene desde hace un tiempo, latiendo descontrolado. Primero los pretendientes, después los obsequios, y lo que fue aún peor…
Lo que pasó en aquella bodega hace unos días.
Los nueve besos…
No.
No, no puedo permitir que vean todo eso. Nos concernía a ambos, solo a ambos. Y además, conociendo a Nanael, conociendo como son los nuestros, probablemente iban a culparla…iban a culparla aludiendo que había sido obra de la Original, cuando en realidad el culpable era yo.

Quería desterrar el recuerdo, sacarlo de mí, porque ahora, cada vez que cerraba los ojos, veía ondas marrones y una copa a medio terminar. Percibía el aroma a dulzura, el aroma duraznos, y después la textura de una boca de fresa, la seda de un vestido color ocre bajo las manos. Escuchaba sonidos que provenían desde dentro de mí mismo, y también de la boca que retenía entre los labios. Los dedos enroscándose en mi cabello, el pecho subiendo y bajando; y todo explotaba, porque lo único que escuchaba era “Aniel, Aniel” pero con su voz desfalleciendo. Recordaba la piel desnuda de su cuello, la suavidad de sus manos, y entonces me repugné, porque en ese momento pasó algo que nunca había sentido en toda mi maldita existencia.

Mis manos quisieron explorar, mi boca quiso marcar. Todo aquello fue lo que sentí en unos miserables minutos, y a costa de ella, que probablemente no se daba cuenta de todo lo que producía en mí. Y me odié más que a nada en la vida, porque por un breve instante la deseé de una manera prohibida y a la vez desconocida. Sabía que es el deseo, pero no lo había sentido jamás. Y si soy plenamente sincero…la verdad es que ni siquiera comprendía bien cómo todo aquello que se sentía de manera tan intensa, podría hacerse palpable de algún modo físico.

El demonio de hace rato tenía razón. Cuando algo está contaminado se debe cercenar, se debe extirpar, porque sino se corre con el riesgo de corromperse más. De corromperla más…

Mis manos…. ¡mis malditas man…!

   ¡¿Pero qué estás haciendo?! — oí de pronto y me asieron con fuerza. Me topé con los ojos de Seir que me observaba desconcertado—. Hermano, ¡caray! Los salmos de disección no son para aplicarlos en uno mismo, ¡¿es que acaso quieres quedarte sin brazo o qué?!
Comprobé que una de mis manos había invocado el salmo que había mencionado, y había estado a punto de golpearme el otro brazo sin contemplaciones.
   Te dejo unas horas y ya te encuentro nuevamente todo loco y ofuscado — me regañó divertido. Echó un vistazo en todas las direcciones, intrigado, y después torció el gesto—: Qué extraño es verte en este lugar. ¿Planeabas hacer algo?
Observé alrededor: había llegado, sin planearlo, hasta la cabaña en la que Aura vivió con Albania en sus primeros meses de vida. El agujero que había hecho el vaisiux había sido cerrado por los Abdals hace mucho, y al frente había un camastro repleto de pétalos y hojas secas.
Seir suspiró y se recostó sobre el camastro, un tanto pensativo.
   Si te soy sincero…la verdad es que comprendí porque no asisto a una Anunciación hace mucho — me comentó después de ponerme al tanto de su último paradero—. Gremory se impresionó muchísimo. Ella, en particular, era una de las pocos demonios que jamás había asistido a una Anunciación.
Traté de asentir, porque en el fondo no estaba prestándole demasiada atención.
   Ya veo— comenté para no ser descortés.
   ¿Qué sucedió? ¿Por qué parece que tu cuerpo está aquí y tu mente anda divagando por otros lares?
No escuché bien lo que dijo, así que me limité a asentir.
Cielos, ¿qué voy a hacer con la Sala Magna? Drol Asirb tiene razón: los gozos de bloqueo no funcionarían bajo los efectos del Li-kay.
Seir me observó fijamente y sonrió:
   ¿Y sabes qué más? Fui a tomar algo de té a la morada de Drol Qinaya. ¡Si supieras…! Me dijo que ya se cansó de suministrarle el sueño a los humanos, así que ha decidido abdicar y dejar al mundo entero en un insomnio eterno para que así aprecien las bondades de dormir.
   Mmm, qué bueno — respondí sin seguirle el hilo verdaderamente.
   Ah, también tuve una entrevista con El Todo. Me ha comentado que quiere abandonar su puesto así que me ofrecí de voluntario, y aceptó. A partir de ahora soy el nuevo creador. Alábame e híncate, ser inferior.
   Mmm, quién lo diría.
   Y aprovechando todo esto, quiero decirte que en el fondo estoy un poco enamorado de ti, pero probablemente no vas a hacerme caso porque andas con otras cosas en la cabeza. Vamos, ¿aceptarías ser mi compañero de todas las vidas? No eres mi tipo del todo, pero creo que puedo tolerarlo.
   Mmm, sí, ¿por qué no?
Y escuché una carcajada prolongada. Elevé la mirada y me lo encontré rodando por el suelo de la cabaña, divertido.
   ¡Hermano, te he dicho una sarta de disparates y ni te has percatado! — ¿Eh? —. ¡Por Decarabia! ¿Qué sucede contigo? ¿Sigues así por lo del cóctel?
Desvié la mirada. Él no lo entendía… No entendía lo que había provocado.
Yo, ese día…
   ¿Era por eso que estabas tratando de amputarte la mano? — me acusó suspicazmente. No le respondí pero parece que vio algo en mi gesto—. ¡Por los pelos de Balám! ¡¿Es en serio?! Aniel, ¿qué clase de estupidez estabas pensando?
Le conté brevemente lo del encuentro que había tenido hace unos instantes. Me escuchó atentamente y después quedó pensativo, tal vez igual de intrigado que yo por la aparición.
   Berith… Me parece que Gremory ha hablado de él, pero no lo conozco personalmente. — Se rascó la barbilla y después me reprendió—: Aniel, ¿acaso ibas a hacerlo?
   Ya te dije que ni siquiera me di cuenta de que había invocado el salmo de disección.
   Vaya…qué extraño. Me pregunto si no te habrá lanzado alguna especie de martirio de inducción—.  Lo miré, sin comprender—. Si no me equivoco ustedes usan gozos de Persuasión cuando desean que algunos hagan ciertas cosas no a voluntad. — Bueno, existen esos gozos pero la mayoría cree que es poco aceptable usarlos—. Ya, sí, sí, es que ustedes son los “buenos”. Para nosotros existe algo similar, solo que se llaman martirios de Inducción: podemos literalmente obligar a que cualquiera haga lo que deseamos así él no desee hacerlo. Supongo que podrías haber caído en uno de ellos estando tan distraído como pareces estar.
Martirio de inducción…
   ¿Por qué alguien que apenas te conoce, querría que te quedes sin un brazo? — musité.
Seir elevó una ceja y rompió a reír:
   Hermano, tú nadas en el mar de la ingenuidad y la pureza extrema. — Nunca me había ofendido tanto que mencionaran mi especialidad de esa manera—. Hay demonios que gozan solo viendo cosas como ésa. Te cercenas un brazo, te mutilas una pierna... Es por eso que varios juegan muchísimo con los humanos.
   Tu comunidad es algo extraña — comenté fastidiado.
   Por cierto, si ibas a cortarte algo debido a la culpa de lo que pasó con tu custodiada, creo que había algo más condenable que tu brazo.
Me observó hacia abajo, y volvió a estallar en carcajadas:
   En cuerpos como los nuestros, lo primero que reacciona cuando hay contacto de ese tipo es el…
   ¡Ya entendí, cállate! — repliqué incómodo, pero solo conseguí que riera más.
   Eres como el hermano pequeño que siempre deseé tener. A lo mejor podríamos tener algunas charlas de sexualidad humana. — Me puse de pie y salí de la cabaña, pero no se rindió—. Dime, Aniel, ¿sabes, siquiera, cómo se concreta el acto sex…?
   ¡Ya, Seir, lárgate! — bramé.
Atravesé el camino repleto de arbustos y árboles, recordando violentamente sus palabras:
»— Estar materializado significa “sentir” como humano, y tu cuerpo sencillamente ha actuado como el de uno más.
¡Demonios!
   Me parece que estás un pelín de alborotado con este asunto; pero si me permites comentarte algo, solo quiero que sepas que nadie mejor que yo…tuvo un vistazo en primera fila de lo que sucedió en esa bodega. Y mira que cuando digo primera fila, es que estuve exactamente a tres pasos de ustedes y su escena lujuriosa.
Iba a pedirle que dejara ya ese tema por la paz, pero elevó una mano, exigiendo que lo escuchara:
   Aniel, a lo mejor creas que yo no soy tan pudoroso ni respetuoso por ciertos protocolos a los que tú si les otorgas cierto valor. Pero déjame decirte algo: lo que yo vi ahí, cuando aparecí, no tenía nada de malo.
   Tú…tú no entiendes…
   Escucha, hermano: sé que los tuyos creen que los míos simplemente revoloteamos por el mundo humano con una filosofía hedonista que nos hace carecer de todo tipo de pensamientos relacionados a la responsabilidad y el deber. — ¿Y no era así?—.  De acuerdo, sí, es verdad, no voy a negártelo. Pero si hay algo que yo siempre he practicado en todos mis años de existencia, es aquello llamado “la libertad de elección”.
¿Cómo…?
Seir se acercó a mí, y me lanzó un puñetazo amistoso en el brazo.
   Yo, ese día, no vi a un primero transformando en víctima a un segundo. Y puede que te suene sorprendente, pero aunque algunos de los míos gocen con tomar las cosas que desean por la fuerza, no hay nada que desprecie más en el mundo que no tomar en cuenta la opinión del otro involucrado.
   No…no comprend…
   Ese día no te vi vulnerando a nadie, Aniel. Yo, ese día…simplemente vi a una pareja descubriendo la curiosidad y la confianza que se apoderan de uno cuando hay una mutua atracción. Cuando se desea “explorar” al otro, porque lo encuentra llamativo, bello, a sus ojos.
¿A...? ¿Alabanzas físicas?
   Que podamos materializarnos es obra del Todo; que podamos sentir es algo que desarrollamos por nosotros mismos, pero en teoría también es creación suya. Dime por qué tú, que perteneces a esa comunidad que nunca cuestiona al creador, ¿te atreves a concebir el contacto como algo repudiable, cuando también es obra suya?
Seir no tenía y a la vez tenía mucho de razón.
   El deseo no es algo repudiable cuando es bidireccional, Aniel. Y ese día, yo vi el mismo ardor que vi en ti, en esa niñ…
¡No!
No, no podía continuar con esta charla; porque si aparecían palabras relacionadas al “tal vez”, al “quizás”, probablemente mi estropeada mente terminaría deseando cosas que no se me estaban permitidas. No fue un beso como los que solía darle de pequeña, no fue un beso como el primero que le entregué a sus trece años.
Fueron nueve malditos besos que traían consigo otro tipo de emociones, de sensaciones.
   De acuerdo, a lo mejor es demasiado pronto para hablar de estas cosas, tomando en cuenta tu naturaleza y tu misma especialidad. No sé, tal vez deberías intentar enfocar tu atención en otras cosas; viendo cómo te pones y eso que es solo cuando te la mencionan.
   No…no me pongo así porque menciones a Albania… — refuté en voz baja.
   No, en realidad te pones así porque cuando la mencionan, piensas en ella, y cuando piensas en ella, creo que la mente se te dispara por zonas a las que no quisieras que llegara, ¿no es así?
No respondí. ¿En qué momento Seir se volvió tan experto en comprenderme más que yo mismo?
   He conocido casos parecidos al tuyo. Lo más recomendable cuando quieres evitar pensar en cosas que te alteran de esa manera es enfocarte en otra cosa. Te diría que pusieras especial interés en algo que te resulte complicado, pero me da la ligera impresión de que eres bastante bueno en muchas cosas.
   Mmm…
   Yo recuerdo que pasé una larga temporada intentando pensar en cualquier otra cosa que no fueran mis tropas, y opté por iniciarme en el arte ceramista. La verdad no me fue muy bien que digamos porque hay que tener una paciencia increíble y eso no iba conmigo, pero me ayudó de algún modo.
¿Algo que me resultara complicado?
   Tal vez podríamos entrenar juntos — me sugirió después de meditarlo un tiempo: ¿entrenar? —. Ya sabes, uno…debe estar preparado ante cualquier eventualidad, y la verdad yo hace muchísimo tiempo que no he puesto especial interés en mantenerme en forma.
Recordé lo poco que sí había escuchado de lo que me dijo cuando llegó, y de pronto volvió a mí bruscamente lo de la Anunciación a la que había asistido.
   Entrenar… — musité con cuidado—. Seir, ¿no será que tú realmente estás pensando en…?
   ¿Eres bueno con las armas? — me lanzó de pronto. Negué con la cabeza —. Mmm, ¿y qué tal las luchas cuerpo a cuerpo? — Negué por segunda vez.
La verdad es que las pocas veces que Nanael y yo habíamos tenido que enfrentarnos contra alguien, yo había luchado más por instinto que por técnica. A fin de cuentas, yo nunca había sido adiestrado en las artes de batalla.
Nanael, a diferencia de mí, tenía algunos conocimientos innatos de ello. El Todo decidió otorgarle esa facultad en vez de a mí.
    Nunca está de más aprender a luchar, hermano. Y no, no lo digo porque avale la violencia, sino porque en tu caso es requerido. El vaisiux que se presentó hace unos años pudo haber sido uno de los tantos seres que buscan acercarse a tu niña; y nada garantiza que más adelante no aparezcan otros, muchísimo más poderosos.
No…no lo había pensado de ese modo.
   Podríamos intentarlo, ¿no crees? Así yo me pongo en forma y tú… Bueno, dejas de darle vueltas a ese asunto que tan alterado te tiene.
Seir tiene razón: puedo invocar salmos y luchar instintivamente, pero a lo mejor no estaría de más dedicarse de forma más instruida a ello, solo por si las dudas. Solo por si algunos otros seres buscaran acercarse a ella.
Y a lo mejor como él mencionaba, eso también le daba un respiro a mi cabeza: tal vez enfocándome en algo como un programa de entrenamiento, mis pensamientos no estarían tan pendientes de Albania.
   Y retomando ese tema… vamos, cuéntame qué es lo que te tiene tan meditabundo. ¿Es acaso que no sabes cómo volver a ver a tu custodiada en cuanto regrese de Ampelio?
Ése era otro detalle: no me atrevía a verla a los ojos.
Antes de que partiera, tuve la excusa de sentirme algo agotado por lo que permanecí en nuestro lugar original, y por ello Nanael no sospechó nada. Pero en algún momento yo tendría que enfrentarla, y honestamente no encontraba las palabras adecuadas para tratar de dejar las cosas como estaban antes.
   Mmm, entonces es eso — me respondió después de que terminé comentándole lo de la Sala Magna—. Li-kay, el antiguo arte angelical para ingresar al interior de cualquier ser — recalcó. Iba a decirle que tal vez debía irme a pensar bien qué haría pero soltó una carcajada y me dio un empujón tan fuerte que me lanzó contra los arbustos—. Uy, lo siento. Ven, dame la mano. Bueno, escucha hermano: supongo que ya va siendo hora de que te devuelva el favor de relajar a mis tropas. — ¿Eh?—. Probablemente te deje en un estado algo ido, pero creo que un martirio de inducción podría resultar de ayuda.
   ¿Cómo?
   No me gusta cómo se oye, pero…puedo lanzarte un martirio. Sabes que no sería capaz de atacarte, así que puedes confiar en mí— aclaró optimistamente—. Y al tratarse de un martirio de inducción, lo que te obligaría a hacer es a pensar que no pasó nada aquel día en la bodega, por  el tiempo que dura tu encuentro en esa famosa Sala Magna. De esa manera, si buscan en tus recuerdos, no encontrarían nada, ya que técnicamente no sucedió nada.
   ¿En serio puedes hacerlo? — exclamé demasiado sorprendido.
Seir elevó una ceja y me miró de mala gana:
   A veces olvidas que tengo un título de príncipe regente, ¿verdad? Tengo ciertas habilidades que cualquier demonio no tendría. Un par de Tronos induciendo Li-kay no serán nada para mí.
Sentí una especie de alivio interior. Seir me observó y rompió a reír; pero después suspiró:
   Lo que sí te voy a pedir…es que seas honesto conmigo. Porque si es todo un comité de Tronos induciéndote el Li-kay, lo más probable es que no solo vean tus recuerdos…sino también tus emociones.
Entendí a lo que se refería. Me inquietó la idea de tener que hablar de ello.
   Tienes que contarme desde cuándo pasó esto… — Tragué despacio ante el tono serio —. Para así poder seleccionar todo esos recuerdos, esa sensaciones…y ocultarlas por un momento
Desde cuándo pasó esto…
No lo sé, Seir.
A lo mejor desde la primera pedida de mano.
A lo mejor desde siempre.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA

Ya era de noche, pero aún se sentía el bochorno de la tarde. Estaba terminando de hacerle una linda trenza a mi Loi querida para que ya nos fuéramos a dormir.
   ¡Me encanta Ampelio! — me dijo emocionada. Traía las mejillas sonrosadas, igual que yo, debido al sol incandescente de la mañana. Matilde había insistido en que lleváramos sombrillas para evitar tostarnos la piel, pero al final los rayos nos habían dado directo en el rostro.
Y hablando de Matilde…
Ay, ¿por qué, Dios?
   Albania, lo siento muchísimo. Te juro que hice de todo para que papá me dejara venir sola, pero ella se puso tan insistente…
   Pierde cuidado, mi Loi querida — le respondí sujetando el final de la trenza con el lazo blanco, a juego con su camisón de dormir—. No te voy a negar que nos hubiéramos divertido más sin ella al lado, pero son cosas que a veces no se pueden evitar.
El señor Gustav, el papá de Loi, había aceptado de buen agrado la invitación del abuelo, así que Loi se vendría a Ampelio con nosotros. Sin embargo el día que partimos ella llegó con su equipaje, y a su lado Matilde, su nana. En ese momento se me desinfló el pecho de la frustración, porque Matilde es muchísimo más estricta que Nunita, lo que en palabras simples era: no íbamos a poder hacer nada más que contemplar.
Y así fue: llegamos a Ampelio muy temprano por la mañana y Matilde estuvo casi pegada a Loi y a mí todo el tiempo, susurrando cosas como “saluden apropiadamente, párense derechas, no hablen con extraños, no compren nada que les ofrezcan”. Fue un terrible martirio porque solo en la estación ya habían miles de cosas que yo desconocía: por lo visto la festividad de la Vendimia era un evento que se realizaba en toda la ciudad, y los mercaderes llevaban consigo dulces que jamás había probado, hechos de higos y uvas.
Algunos miembros de la familia Duman habían venido por nosotros, y nos llevaron con ellos hasta la casa principal para que pudiéramos ponernos más cómodos. Durante todo el trayecto no quise más que bajarme del coche, porque el paisaje era hermosísimo. Había un sol intenso, casi cegador, y el ambiente no se sentía tan húmedo como en Lirau o Libiak. Todo estaba repleto de zonas de cultivo y cosecha, y de todas las personas que vi, la mayoría se movilizaban en ágiles caballos.
La casa principal de la familia Duman era una preciosa mansión de mármol y caoba. Todo se veía de un perla y marrón reluciente, y el interior se asemejaba a una cabaña pero en dimensiones más extensas. Cinco perros enormes salieron a darnos la bienvenida, y recordé lo vigoroso que solía ser Maltés antaño.
»— Es un placer para mí recibirlos en mi hogar — anunció amablemente el señor Pietro Duman. Era como de la edad del abuelo, solo que su porte entero inspiraba vida a campo y a vitalidad. De reojo vi que mi abuelo lo observó de pies a cabeza, tal vez por las botas y el sombrero, y sonrió maravillado.
La tía Morgana me lo comentó una vez: el abuelo Cides siempre quiso vivir en el campo, alejado del ajetreo de la ciudad. Era por eso que la casa allá se encontraba casi en las afueras.
Ampelio se parece un poco a Asiri, que es la ciudad que solemos visitar con el abuelo cuando él quiere relajarse un poco y dejar atrás problemas de trabajo. Ambas son ciudades que tienen partes céntricas repletas de movimiento y comercio, pero también conservan muchas áreas campestres, solo cubiertas por árboles,  riachuelos y montañas. El abuelo siempre dice que lo único que lo mantiene vivo en Lirau es el bosque Izhi, que es una de las pocas partes en las que aún no se ha llevado a cabo ningún tipo de urbanización.
»— Como podrán ver, todos aquí están con la cabeza revuelta y sacando ocho pares de brazos a fuerza por las actividades de la vendimia — nos explicó cuando salimos a observar los viñedos. Quería tirar la absurda sombrilla y meterme entre los ramos de vid, como Joan estaba haciendo, inspeccionando las uvas y aprendiendo a sacarlas sin echarlas a perder. Pero Matilde no dejaba de susurrarnos miles de prohibiciones e insistía e insistía en que debíamos mantener las fastidiosas sombrillas cubriéndonos la mayor parte de piel.
Y encima de todo eso, me estaba muriendo de calor porque incluso nos había obligado a usar vestidos de manga larga para evitar quemaduras innecesarias. Mi viaje a Ampelio se estaba arruinando, ¡y no podía decir nada porque Matilde podría reprender a Loi al retornar, o incluso podría terminar diciendo que yo era una mala influencia! Y a lo mejor lo era, pero si su principal cuidadora lo sabía, podrían reducir las horas en las que nos veíamos. No tanto por el señor Gustav, sino más por la señora Lorain o la abuela antipática de Loi.
Observé con envidia a Joan, con las botas y el sombrero, ya viéndose tan ampeliano, corriendo de lado a lado solo para comprobar la extensión del viñedo, cuando de pronto sucedió lo impensado. Fue como si un fuerte soplido de viento proviniera de algún lugar especial del mundo entero, porque escuchamos galopes, y a lo lejos una figura en caballo se fue acercando a una velocidad temeraria hasta donde nos encontrábamos.
El señor Duman soltó una carcajada al reconocer al visitante. Matilde ahogó una exclamación, ofendida por la imagen, y entonces yo sentí como si todo ese maravilloso viento ingresara como olas de inspiración a cada parte de mí cuerpo.
A caballo y sin ningún tipo de vacilaciones, una joven jinete venía gritando “¡Alé! ¡Alé!”, como para que su compañero aumentara la velocidad. No llevaba ninguna vara y se sujetaba de las riendas solo con una mano, porque la otra iba acomodando su sombrero. Me deslumbré por completo cuando la vi, como flotando en su caballo que parecía el viento, y al llegar frente a nosotros, terminé plenamente hechizada por toda su figura.
Se bajó del caballo de un salto y cayó frente a nosotros como si no pesara nada. Traía botas y un vestido sencillo que no parecía ser ningún tipo de impedimento para que montara. Se sacó el sombrero de cuero, solo para revelarnos un moño atando de forma desordenada su cabello. Los ojos eran brillantes, y su piel estaba completamente tostada por el sol y adornada por algunas simpáticas pecas. Nos miró contentísima, pero antes de saludarnos se acercó al señor Duman y le lanzó un puñetazo amistoso en el hombro.
»— Ouch, hija, cada vez se te endurecen más las manos — se quejó divertido.
»— O a lo mejor a ti los brazos se te están poniendo más débiles, abuelo — le respondió y entonces lo comprendí.
Ella era la nieta de la que el señor Duman nos había hablado tanto en el desayuno: Cloe Duman, la única mujer de la familia que había decidido incursionar en los procesos de producción.
Me quedé sin aliento al observarla, casi como me sucedió la primera vez que Alexia llegó a casa y me saludó. Cloe era de ese tipo de chicas que transmitían una increíble seguridad solo con su sonrisa. Sacó un pañuelo de la pequeña bolsa de cuero que llevaba atada a la cintura, y se secó las manos y el rostro antes de saludarnos. Me dio un beso en la mejilla y todo lo que sentí fue aroma a menta y a libertad.
Iba a comentarle a Loi que ya la admiraba solo viéndola, pero comprendí que no era la única que se sentía así.
Me emocioné mucho, muchísimo en realidad, cuando comprobé que Cloe hablaba sobre la producción de la vid con total destreza, y cierta persona en particular parecía estar más ensimismado observándola que escuchándola.
¡Joan!
Solté una carcajada discreta y le apreté el brazo a Loi. Observó en la misma dirección, y me miró, igual de emocionada que yo. Soltamos un par de risitas, y después escuchamos que iríamos al pueblo.
»— No quisiera que lo tomen como una indiscreción, pero yo les sugeriría ponerse algo más cómodo, jovencitas — nos dijo Cloe amablemente—. Apenas son las nueve ¡y miren este sol! Al mediodía será insoportable; si desean puedo prestarles algunos vestidos más confortables.
»— ¡Por favor, sí! — casi grité, y todos rompieron a reír por la efusividad con la que lo dije.
»— Y si lo que desean es protegerse la piel, tenemos un ungüento de uvas que hemos desarrollado para bloquear los rayos del sol — añadió y Matilde pareció muy interesada en ello.
Cloe elevó una ceja y se acercó a mí, muy sonriente:
»— Tengo la ligera sospecha de que es culpa de la nana — me susurró mientras Matilde observaba algunos racimos. Asentí con pesar y me dio dos besos en las mejillas.
»— Comprendo eso, ¡vamos! Tengo unos vestidos que les van a encantar.
¡Y claro que nos encantaron! Eran ligeros y muy prácticos. El corsé se llevaba por encima y era de cuero, casi como la perfecta armadura de una princesa guerrera.
»— Si no quieren no los lleven— nos sugirió—. Son muy cómodos pero creo que no es su estil…
»— ¡Los llevaremos! — exclamamos Loi y yo al mismo tiempo, y rompimos a reír al comprender lo ansiosas que sonábamos.
Matilde no tomó de buen humor el cambio de indumentaria, pero no dijo nada porque ella también se estaba muriendo de calor. En el centro de la ciudad hubieron comparsas y ferias coloridas. Los días en Ampelio me parecieron casi un sueño, porque el abuelo y Joan se reunían con el señor Duman para ver asuntos financieros y de gestión, y Cloe venía por nosotras en la tarde para que la acompañáramos a ver la cosecha de los viñedos. Los trabajadores la saludaban amistosamente y ella se sabía el nombre de cada uno de ellos, y se acercaba a supervisar la labor, siempre con una sonrisa y una voz de mando que no denotaba superioridad sino compañerismo. Una tarde descubrimos a Joan espiándonos entre los racimos, y Cloe lo invitó a unírsenos en vez de “fingir ser un arbusto”. Él tomó de buen agrado el chiste, y extrañamente sentí como si mi hermano, por primera vez en la vida, pareciera conocer lo que era el verdadero interés por algo más que la Astronomía.
La miraba y sonreía embobado, y extrañamente se convirtió en un sujeto tan torpe, que Cloe era la que terminaba rescatándolo de algún tropezón y futura caída. Joan era un defensor apasionado sobre los derechos laborales, siempre lo había sido desde la secundaria; y creo que en el fondo, la actitud de Cloe fue lo que terminó de encantarlo.

»— Cada botella de vino lleva en su interior la pureza de las mejores uvas; pero no solo eso: también está impregnada de la labor de cada uno de los miembros de la empresa y nosotros recompensamos eso con un salario que incentive el trabajo y no la explotación. Desde el niño que trae los panes para el desayuno, hasta aquel que embala la última caja reciben un pago justo a cambio — le respondió cuando Joan le preguntó a propósito de su estrategia de producción.

La familia Duman hacían vinos y espumantes, de la mejor calidad por lo que he oído. Tenían una línea con botellas de vinos muy añejos, y otros con vinos jóvenes. Cada botella tenía un diseño único y un nombre relacionado al año de su cosecha. Hasta donde sé, el abuelo y el señor Duman planean una alianza para sacar una línea que incluya bombones con un sabor especial, hechos a base de chocolate negro, para un maridaje entre vino y chocolates.
Joan escuchó a Cloe muy concentrado, y cuando los trabajadores la elevaron en brazos, como una barra en su honor, lo vi sonreír más seguro que nunca.
   Si el señor Duman y el abuelo firman la alianza, yo creo que Joan va a pedir ser el encargado de las visitas a Ampelio — comenté cuando terminé de ponerle el lazo a Loi.
   Así parece — me respondió riendo un tanto.
Matilde había salido a tomar un baño en su habitación. La verdad fue un alivio porque la hemos tenido pegada a nosotras durante los cinco días que ya llevamos aquí.
   Albania…
   ¿Sí, mi Loi querida?
Dejé el cepillo a un lado y corrí a abrir las ventanas. A lo lejos se veían las luces y se escuchaba el jolgorio del centro de la ciudad. Hoy había sido el último día de la cosecha y por ende el día central de la vendimia. Parecía que habían fiestas por todos lados, e inclusive la familia Duman había organizado una en su segunda casa, pero Matilde dijo que una cosa era un cóctel y otra una fiesta de esa magnitud; que no cumplíamos ni los 16, así que de modo alguno acudiríamos.
Pensé que rogárselo al abuelo nos daría una oportunidad de asistir, pero Matilde mencionó que Nuna no aprobaría esto, y con eso me silenció por completo. Si Nunita se enteraba se me armaría una buena.
Así que sí, Loi y yo nos habíamos quedado con ella en la casa principal mientras todos los demás andaban disfrutando de música y baile.
Como me gustaría ser Joan.
   Nunca terminaste de contarme qué pasó esa noche — oí de Loi de pronto—…con Aniel.
No…
Volví la mirada a la enorme ventana. La visita a Ampelio había sido casi tan perfecta, que no había tenido tiempo para pensar en nada más. Ver a Joan tan dispuesto a acercarse a Cloe me alegró muchísimo, porque ella sería ideal para él; pero también me hizo pensar que a veces, si algo te importa, en serio vas a poner todo el empeño necesario para conseguirlo, para estar al tanto…para no dejarlo en un “¿y ahora qué sigue?”.
Aniel…Aniel no se había comunicado conmigo desde lo que sucedió aquel día. Por momentos recordaba la escena, cerraba los ojos y sentía su boca, y el cuerpo se me escarapelaba. Todo había sido increíble, pero lo que vino después no me gustó en lo absoluto.
Lo llamé, e inclusive le pregunté a Nanael por él, pero no había obtenido ningún tipo de respuesta. Al salir de viaje, cuando era más pequeña, ellos siempre me acompañaban a donde fuera; pero en cierto momento decidieron que ya era hora de darme algo de espacio. No me quejaba de eso, pero si había algo que siempre pasaba era que Aniel nunca dejaba que me fuera sin despedirme de él.
Esta vez no fue así. Partí a Ampelio hace cinco días, y él ni se molestó en decirme adiós. Nanael comentó que probablemente estaba muy agotado por lo de pasar demasiado tiempo rodeado de humanos, y que por eso seguía en su lugar de nacimiento, pero eso no me bastó. Aniel…Aniel nunca vino a verme, y en cierto modo eso me hacía pensar que probablemente lo que pasó en la bodega fue algo que nunca debió suceder.
Cada vez que pensaba en él, todo se aglomeraba en mi contra: recordaba los besos, cada uno correspondido, y sentía que flotaba, que la piel me ardía. Pero de ahí confirmaba que nunca hablamos de ellos, nunca me dijo nada al respecto, y me daba algo de miedo pensar qué podía pasar cuando yo retornara a Lirau.
¿Nada volvería a ser como antes?
   ¿Albania?
Solté un suspiro: cómo expresarte, mi Loi querida, que siento que entre él y yo nunca pasará nada más.
Toc toc
   ¡Matilde, pasa! — exclamó Loi.
Se me frunció el ceño: ay, seguro va a decir que ya es hora de dormir.
¡Pero si apenas son las once!
Toc toc
¿Mmm?
Loi y yo intercambiamos miradas. Qué raro.
Me puse de pie y abrí la puerta:
   ¿Sí?
   Sabía que no podían estar dormidas.
   ¡Cloe! — Le pedí que pasara y cerré la puerta, entusiasmada.
¡Me encanta que venga a buscarnos porque siempre se le ocurren cosas geniales!
Traía unos botines de cuero marrón, una falda rojo vino y una blusa perla encarrujada manga corta bajo un hermoso corpiño, también de cuero. Su cabello estaba atado en una suave cola de caballo que dejaba todas las hebras desordenadas por encima de su cabeza, y traía brazaletes tejidos en las muñecas.
¡Estaba preciosísima!
Alto, esperen un momento…
   Pensé que estarías en la fiesta de la segunda casa — reflexioné.
   La fiesta en la segunda casa es para los accionistas, los catadores y los directivos de la empresa — nos comentó relajadamente—. Yo siempre asisto a la que organizamos en las bodegas más antiguas, las que ya no se usan hace tiempo.
Bien,  Joan va a morirse: él solo aceptó ir a la otra fiesta porque pensó que ella acudiría.
   Bueno, no sé si la invitación les parezca apropiada, pero pensaba llevarlas conmigo — anunció resplandeciente—. No es justo para ustedes quedarse en la mansión solo porque son chicas y encima menores de edad. Mientras estén conmigo, no pasará nada malo.
¿Eh? ¿Qué…?
¿Qué dijo?
   Mmm, bueno, tal vez no resultó tan emocionante como pensé que serí…
   ¡CLARO QUE VAMOS! — chillamos Loi y yo.
Cloe rompió a reír cuando nos vio saltar y correr de aquí para allá, buscando qué ponernos.
   Pe…pero, ¿y Matilde? — lanzó Loi y se detuvo abruptamente—. No hay forma de que nos deje salir.
   Eh, bien, aquí viene la parte oscura del plan, porque siempre ha de haber una. — Ambas la observamos, expectantes—. Su nana dormirá profundamente con el té que Renata le llevará a su habitación. Son hiervas relajantes que van a dejarla completamente rendida, y tiene un sabor exquisito así que se lo beberá sin problemas. — ¡¿Es en serio?! ¡Vamos a poner a dormir a Matilde! ¡Este plan no puede gustarme más! —. Lo ideal sería que regresemos antes de las cuatro, porque la segunda casa dará por finalizada la fiesta a las cinco. Retornamos, se cambian rápidamente, se dan un baño veloz, y aquí no pasó nada. El baño lo digo porque definitivamente van a volver con el olor del tabaco que fumen los otros invitados impregnado en el cabello, y para que más tarde no se sientan tan agotadas. Igual podrán descansar bien ya que mañana será un día tranquilo después de la fiesta en la segunda casa, así que dudo que alguien se dé cuenta.
Loi me miró, algo insegura, pero yo estaba completamente avocada a ir. ¡Unas horas sin Matilde, y en una fiesta a la que Nunita nunca me dejaría acudir, era una oportunidad única en la vida! No iba a dejarla pasar.
   Solo unas cuantas reglas — dijo Cloe cuando salíamos por la puerta posterior. Matilde se tomó el té sin problemas: ayudó muchísimo que Loi se sentara un rato con ella a charlar sobre algunas inquietudes falsas que tenía sobre el Baile de las Luciérnagas—. Primero: son menores de edad, así que no van a beber más que vino de frutillas, ¿de acuerdo? Tal vez algo de cerveza, si es que les gusta, ¡pero mídanse, ¿de acuerdo?! No quiero tener que llevarlas a casa en hombros porque va a ser muy difícil que consigamos pasar desapercibidas.
Loi y yo rompimos a reír: prometido.
   Segundo: no se alejen mucho de mí. Confío en ustedes, pero sería terrible que se perdieran porque ahí sí “adiós, alianza, adiós maridaje” — bromeó y asentimos.
Subimos a uno de los coches conducidos por un muchacho de aspecto bonachón y sonrisa felina.
   Luiggi, pobre de ti si abres la boca. Todos ya me prometieron que no dirían nada, pero tú a veces tienes la mala costumbre de hablar demás.
   Pierde cuidado, Cloe. Te juro que esta vez seré una tumba. Además, si el señor se entera de que accedí a llevarlas, a mí también me caería una de las buenas.
Atravesamos los viñedos, solo iluminados tenuemente por la luz de las estrellas increíblemente brillantes en este cielo tan despejado. Abrí las ventanas del coche y el viento me impactó en las mejillas: me encanta el clima de Ampelio. A lo lejos distinguimos una bodega enorme, como una cabaña prominente, con varias luces encendidas y algo de música resonando desde adentro.
   Han empezado desde la tarde — comentó Luiggi, conteniendo una risa.
   Mmm, entonces ya estarán prontos a terminar — agregó Loi algo desilusionada.
   ¡Para nada, señorita! Esa fiesta va a durar, por lo menos, ¡hasta las nueve de la mañana!
Y era cierto. Cuando llegamos, el jolgorio parecía estar en su pico más elevado. Habían sendas mesas repletas de platillos y postres, decenas de jarras de metal pasando de mano en mano, y barriles empotrados contra las paredes que tenían grifos de los que sacaban algo que parecía ser vino.
   ¡MIREN QUIÉN ACABA DE LLEGAR! — bramó un señor de largas barbas blancas, y todos giraron y rompieron en aplausos cuando Cloe apareció con Loi y conmigo de acompañantes.
   ¡Parece que el asunto por aquí ya está muy animado! — exclamó con la voz en alto, y varios la aclamaron. La música se detuvo por unos segundos—. Bueno, damas y caballeros: como les comenté por la tarde, la cosecha de este año ha sido un verdadero milagro. A pesar de la cantidad de problemas que se presentaron, y las dificultades que tuvimos debido a los cambios bruscos del clima, es mi deber comentarles que la producción de este año parece ser una de las mejores que hemos tenido en décadas. — Varias voces se elevaron, repletas de entusiasmo—. Me complace decir con orgullo que nuevamente lo hicimos, y permítanme hacer un brindis por todos y cada uno de ustedes, ya que sin su ayuda, ¡la familia Duman no sería absolutamente nada!
Los invitados aplaudieron, agradecidos y emocionados. Yo misma sentí que las palabras, al sonar tan sinceras, me llenaban de admiración.
   Esta reunión es para ustedes y claro, ¡para mí! — aclaró y rieron con ella—. Mi abuelo pasó hace un rato por aquí; pero como saben, tuvo que retirarse por todos los protocolos de negocios y a ponerle una cara anfitriona a la reunión de por allá. Pero como yo soy la que verdaderamente ama divertirse, en mi nombre y en nombre de todos ustedes, ¡vamos a divertirnos como se debe en este día tan especial!
Una mujer le acercó una copa repleta de vino. Cloe la aceptó animosamente y se la bebió de un largo trago:
   ¡POR LOS VIÑEDOS DEL VALLE LA GOLONDRINA! — instó y todos elevaron sus copas.
   ¡POR LOS VIÑEDOS! — respondieron con fuerza.
Una señora muy amable nos pasó dos copas a Loi y a mí. Nos miramos entre sí, algo divertidas, y ella nos guiñó un ojo, como diciéndonos que por una vez no había problema.
   ¡Por la familia Duman! — gritó alguien por atrás y todos elevaron la voz aún más que en el primer brindis.
Sentí el sabor dulce palpando mi boca. ¡Dios, qué rico está!
   ¡Y por la señorita Cloe! — añadió alguien y todos aplaudieron y golpearon las mesas, llenos de euforia —. ¡A ver si ya se casa conmigo! — concluyó el brindis y todos rompieron a reír, incluida ella. Por un momento sentí que el futuro que yo ya vislumbraba para ella y Joan se vio amenazado, pero al comprobar que el grito lo había dado un señor muy ancianito, me sentí más aliviada.
   Por cierto, como todos sabemos, la rifa de este semestre lo ganó Melchor — anunció Cloe después de comerse algunos pedacitos del queso que iban pasando en bandejas de plata—.  Melchor, ¿dónde estás hombre? ¡No te veo de lo pequeñito que eres!
   ¡Por aquí, señorita Cloe! — gritó alguien desde muy atrás y Loi y yo no pudimos evitar reír, junto a los demás, cuando cuatro señores más lo elevaron en hombros para que se le viera.
   Hombre, como ganador de la rifa semestral, te dije que obtendrías lo que pidieras. Los dos caballos ya están esperándote allá, en los establos, y a ver si les compras algo de heno del bueno ahora que ya no tendrás que pagar el alquiler de la casita. Cómprale algo lindo a tu esposa, porque para aguantarte como aquí te aguantamos, realmente es una santa.
    ¿Disculpe, señorita Cloe? — gritó el señor Melchor, sin comprender bien.
Loi y yo también nos miramos, expectantes.
   ¿Cómo que “disculpe, señorita Cloe”? — exclamó ella divertida—. Pero hombre, ¡¿acaso no pediste la casa en la que viven tu esposa y tus hijos?! ¡No me vas a venir ahora con que cambiaste de idea!
   ¿Có-cómo?
   Bueno, los papeles ya los tiene mi abuelo. Mañana pasa a recogerlos a la casa, solo necesitan tu firma.
   ¡¿Qué?! ¡Pero señorita Cloe…! — Vi al hombre emocionarse hasta las lágrimas, y no pude evitar pensar que la alegría de una sola persona podía convertirse en la alegría de toda una comunidad. Los demás invitados empezaron a golpearlo amistosamente, mientras el señor trataba de limpiarse las lágrimas, diciendo que jamás pensó que tal obsequio llegaría. Cloe soltó una risa y le dijo que pensar ello era una ofensa; que las rifas que se llevan a cabo cada seis meses, realmente cumplían lo que el ganador pedía si es que estaba en las posibilidades de la familia.
   No llores, hombre. Esto no es un obsequio; te lo has ganado. Solo tú, y algo de buena suerte es lo que ha hecho posible esto.
Loi me miró, tan conmovida como yo estaba, y para darnos cuenta ya estábamos aplaudiendo, junto a todos, al señor Melchor que había sacado a Cloe a bailar a modo de agradecimiento. La vimos girar y saltar de un lado para el otro, disfrutando de la música, y entonces fue extrañísimo, porque deseé con todas mis fuerzas que Joan estuviera aquí para que comprobara con sus propios ojos lo increíblemente radiante que era ella.
El tiempo se pasó veloz. Loi y yo probamos el queso más exquisito y el vino más dulce que jamás habíamos bebido. En un momento nos pasaron una jarra de cerveza, y sinceramente me dio una curiosidad tremenda el probarla ya que sería la única oportunidad que tendría para hacerlo, sin que Nunita gritara cosas como que una dama no bebía esas cosas. Miré a Cloe, suplicante, y ella asintió, pero me advirtió que solo un trago.
El sabor me pareció sumamente amargo. La gente a mi alrededor rompió a reír cuando hice una mueca demasiado expresiva.
   Yo supongo, por su edad, que están a punto de asistir al Baile de las Luciérnagas, ¿no es así? — nos preguntó una mujer de hermosas trenzas adornadas con cintas de colores.
   Sí — respondimos. Era tan engorroso ese asunto: llevamos preparándonos tantos meses para ello, que trato de pensar lo menos posible en esa fecha.
   ¿Qué es eso del Baile de las Luciérnagas? — nos preguntó Luiggi, desconcertado.
   El Baile de las Luciérnagas es una tradición muy antigua, que se lleva a cabo en todas las ciudades y a las que asisten familias muy selectas — le respondió la mujer de antes—. La señorita Cloe también asistió a uno hace siete años, más o menos.
   ¿Qué pasó? ¿Qué clase de puñal es ése de revelar mi edad? — bromeó Cloe risueña—. Sí, mis padres me obligaron a asistir, pero fue en vano porque al final terminé bailando con el abuelo.
   ¿Eh? ¿Y eso por qué? — preguntó Luiggi.
   Ese baile tiene todo un ritual de ejecución muy particular — comentó la mujer—. Lleva por nombre De las Luciérnagas, debido a que las damas que son presentadas aquel día llevan consigo luces de bengala. Son ellas las que abren el baile, con las bengalas en sus manos, que son encendidas solo por sus padres o alguna figura de autoridad de la familia principal. El primer baile es con ellos de pareja: padres, tíos, abuelos, y después la fiesta se lleva a cabo como cualquier otra fiesta. Las chicas pueden bailar con quienes les plazca, pero el baile final, el que se da a medianoche, es sumamente importante. Para el último baile, el vals final, los chicos se acercan a las debutantes con una bengala en mano también, y las invitan a ser sus últimas parejas: si la chica accede, estira la bengala para que sea encendida con la bengala del muchacho; pero si no, simplemente se niega y espera a que se acerque el que ellas crean indicado.
   ¡Por todos los Santos! ¡¿Qué clase de tradición dolorosamente destruye almas es ésa?! — exclamó Luiggi horrorizado. Todos reímos ante su gesto repleto de indignación—. ¿Significa que si yo invito a una linda chica, pero ella no me encuentra igual de lindo, todos en el salón presencian mi rechazo?
   Y no solo eso — agregó la mujer —. Si la muchacha te acepta, pero su familia no, su padre o tío, o el que haya abierto el baile con ella, tiene la potestad de acercarse y negarse rotundamente al baile.
   ¿Eso pasó contigo? — le pregunté a Cloe que comía algo de fruta picada de un bonito plato de porcelana.
   La verdad mi caso fue más tranquilo: ningún muchacho me pareció atractivo. Mis padres dieron el grito al cielo como me acerqué al abuelo y le pedí que cerrara el baile conmigo. En fin, son cosas que pasan. Algunas encuentran al hombre indicado con una mirada; otras, como yo, demoran más tiempo.
Había sucedido tal y como con Alexia. Ella tampoco había accedido a bailar con nadie por lo que me comentó la tía Morgana.
   ¿Y ustedes ya tienen a algún candidato? — nos preguntó una ancianita de pelo esponjoso cubierto por un brillante manto repleto de piedrecillas de colores —. Podría jurar que tienen muchos pretendientes revoloteando alrededor.
Algún candidato…
Con él…
Con él quisiera bailar mi último vals.
Aniel…
   ¡Basta, doña Jaidev, está ruborizándolas! — pidió Cloe, y recién comprendí que tanto Loi como yo nos habíamos puesto coloradas—. O a lo mejor es tanto vino. Creo que por ahora vamos a alejar esto de aquí — añadió y alejó la última jarra a modo de broma.
Bailamos unas piezas más: me encantaba el sonido de la guitarra, el acordeón y el arpa mezclándose con el del violín de Luiggi. Me sorprendió muchísimo lo diferente que sonaba en sus manos: era como si su violín fuera uno más pícaro, porque conseguía que los pies se me movieran y las ganas de bailar aparecieran.
Los temas que yo toco en las reuniones a las que asisto con el abuelo, no son ni la mitad de animados que los que sonaban aquí.
   ¡¿De Nueva Ihara?! — exclamó Loi emocionada. Doña Jaidev asintió, complacida por la reacción ante su lugar de procedencia —. Pero eso está tan lejos…
   Sí, emigré con mis hijos hace más de cuarenta años — nos explicó amablemente. Loi le comentó que llevaba clases de baile en Lavehda, un vecindario repleto de ciudadanos de Nueva Ihara allá, en Lirau, y Doña Jaidev le dio dos besos en las mejillas, diciéndole que según sus costumbres, los bailarines eran enviados por el mismo Khantati, su dios supremo, para mostrarle a los humanos parte de su divinidad—. Que hayas decidido instruirte en un tipo de danza que te era ajena, y por voluntad propia, es porque probablemente tu alma está conectada con el creador. Sabes que la danza y el canto son las formas más plenas de alabanza para nosotros, ¿verdad?
   Sí, Janna me lo ha comentado, ¡y no puedo estar más de acuerdo! — respondió orgullosa y entonces sentí que el pecho se me infló.
¿Quién era esa joven de largo cabello azabache y ojos brillantes? ¿Era mi Loi querida? Porque no recordaba haberla oído hablar con tanta seguridad como ahora.
   ¡Vamos, doña Jaidev! Dígame si voy a casarme con una linda chica o voy a conseguir fortuna de aquí a un par de años — pidió Luiggi.
   No pienso leer esa palma jamás — replicó ella indignada —. La última vez que lo hice vi toda la clase de fechorías que harías así que no pienso involucrarme más. Tú eres de esos pícaros jovenzuelos, que van picando de flor en flor, chupándoles el dulce néctar y después pasando a la siguiente sin remordimiento alguno.
   ¡Óigame! No lo diga así. ¿Qué van a pensar la señorita Albania y la señorita Loi de mí?
   Pues que deben permanecer lejos, nada más — corroboró Cloe y las carcajadas se desataron, incluyéndome.
   Pero si deseas, puedo leer tu palma, pequeña — me ofreció Doña Jaidev. Recordé Lavehda y a la mujer de espeso cabello oscuro que intentó leer el futuro de Gremory —. Vamos, te prometo que si veo algo malo, no te lo diré.
Si ve algo malo…
En realidad, lo que me preocupaba un poco era el hecho de que pudiera notar algo extraño en mí, así como sucedió con Gremory. A fin de cuentas, yo era…
   Si no quieres, no es necesario que accedas — me dijo Cloe con amabilidad—. Además, aunque Doña Jaidev me mire mal, siempre insistiré con lo de que el destino nos lo forjamos nosotros mismos. No hay forma de que ya esté escrito en palmas o en cartas del tarot cosas que recién van a redactarse.
   En eso tienes razón, mi pequeña — le respondió Doña Jaidev con ternura —. Pero la lectura no es para que aceptes tu destino: el truco está en que si lo sabes, y no te gusta lo que ves, entonces tienes la oportunidad de cambiarlo.
Loi me miró y se ofreció en lugar de mí, pero la señora Jaidev me pareció tan simpática que no quise rechazar su ofrecimiento.
   ¡Oh! ¡Pero qué veo aquí! — exclamó y soltó un par de carcajadas maternales—. Pero si nuestra preciosa Albania está enamorada.
   ¡¿Qué?! — chillé coloradísima y todos los que nos escucharon alzaron sus copas, como celebrándolo.
   Mmm, bueno, parece que es alguien apuesto y muy gallardo. Alguien cercano…bastante cercano a decir verdad.
   ¿A-así? — traté de sonar algo dubitativa.
   Creí que leía el futuro y no el presente, Doña Jaidev — insinuó Luiggi con ganas de fastidiar—. Vamos, ¡vea si al final no soy yo el futuro esposo de la gentil señorita!
   ¡Usted, chitón! — lo regañó un hombre y lo jaló de la oreja. No pude evitar reír.
   Mmm, futuro… — Sentí algo de cosquillas cuando los dedos de Doña Jaidev recorrieron las líneas de mi palma —. Vaya, ¿esto acaso…?
   ¿Doña Jaidev….?
   ¡Pero mire qué pícara me ha resultado, pequeña Albania! — Me dio una palmada suave y rompió a reír—. Ahí dice que va a casarse dos veces, ¡y que las dos serán por amor!
   ¡¿Qué cosa?! — grité pasmada y los invitados rieron, igual de divertidos que Doña Jaidev.
   Dos matrimonios, ambos por amor. Dos hijos, aunque creo que lo último no lo estoy viendo de manera adecuada. Supongo que es el vino.
   ¿A-a qué se refiere? — pregunté entre curiosa y divertida.
   Yo veo claramente dos hijos, cada uno portará ese título, pero ninguno provendrá de tu vientre. Serán tuyos, pero no los llevarás en tu interior.
   ¿Ah? ¡Pero qué clase de vino le han dado a Doña Jaidev! — exclamó Luiggi —. Oigan, ¡le han dado vino adulterado a la anciana!
   ¡Cierra la boca, muchacho del demonio!
Volteé a ver a Loi, algo abochornada y divertida por lo último: ¡¿dos matrimonios y dos hijos?! Vaya, es demasiada información.
   Tranquila, Doña Jaidev nunca le atina — me dijo Cloe en tono bromista —. Para ella yo estoy casada hace cinco años y ya tengo mil hijos, ¡y mira! Ni lo uno, ni lo otro, así que…
Iba a decirle que iría por algunas botanas, cuando de repente escuchamos las puertas abrirse. Giré, aún riendo por lo último, cuando de repente Loi se quedó tan helada como yo frente a la escena.
¡Ay, no!
¡Joan!
Traté de encontrar un buen lugar para que Loi y yo pudiéramos ocultarnos prontamente, pero lanzó un silbido, ese con el que solía detener a Maltés cuando parecía irse corriendo, y entonces comprendí que era demasiado tarde: ya nos había visto.
Miré a Cloe, tratando de pedirle miles de disculpas con la mirada porque era obvio que la habíamos metido en un lío tremendo.
Joan pasó entre las mesas, saludando a algunos hombres que lo reconocieron, y a medida que iba acercándose, notaba el gesto en su rostro excesivamente serio para lo usual en él.
   Nos van a castigar de por vida, Albania — me susurró Loi aterrada y comprendí a qué se refería.
No solo nos habíamos salido de la casa sin permiso, sino que estábamos en una fiesta en la que la mayoría fumaba y habíamos bebido algo de vino (yo incluso cerveza), sin ser mayores de edad.
Cloe nos miró y le restó importancia: «tranquilas, no va a pasar nada» fue lo que nos dijo con la voz más tierna que jamás había oído.
   No sé si estoy viendo mal, o es que estoy viendo a la señorita Marion y a mi pequeña hermanita, la señorita Albania, en una fiesta ya entrada la noche cuando deberían estar durmiendo en sus habitaciones — lanzó suspicazmente al llegar a nosotras.
   ¡Joan, escucha…! ¡Puedo…! ¡Puedo explicarlo! — supliqué inmediatamente.
   Albania, voy a darte dos opciones porque si el abuelo y la señorita Matilde se enteran de esto no quiero ni pensar cuántos meses pasarán castigadas ustedes dos —inició muy serio—. La primera opción es que regresen a la casa principal ahora mismo y así yo fingiré que no vi absolutamente nada.
Observé a Loi: ¡sí, de acuerdo! ¡Volaríamos como sea! ¡Podría hasta usar un salmo de transportación para ambas!
   O la segunda — anunció y una sonrisa se le asomó por la comisura de la boca—: que la señorita Cloe me obsequie cinco bailes en lo que resta la noche, y después yo mismo las llevo a casa, y también finjo que no vi absolutamente nada.
¿Eh…?
Traté de procesar la información junto a Loi, y entonces comprendimos lo que eso significaba:
   ¡JOAN, ERES EL MEJOR! — chillé y me lancé a abrazarlo. Loi dio un par de brinquitos y también se lanzó sobre nosotros.
   Bueno, depende de la señorita Cloe cuál es la opción ganadora — lanzó él, plenamente seguro.
Volteamos a ver a Cloe que traía la mirada entrecerrada, como tratando de no reírse por la inusual invitación.
   ¿Y bien? ¿En qué quedamos? — insistió él, muy relajado.
Detrás de ella, yo misma vi que varios de los invitados sonreían, como aceptando el asunto.
   Supongo que no me dejas otra opción — respondió y lo jaló a la pista de baile.
Loi y yo gritamos, emocionadas ante la escena.
¡Joan, tienes que casarte con esta chica!


¨°*°*°*°¨

MARION

De todas las reuniones a las que había acudido, ésta no tenía comparación. Y lo que me sorprendió aún más fue que cuando preguntamos la hora, y nos respondieron que casi las tres de la mañana, Albania y yo sentimos como si apenas hubiéramos bailado unos cuantos minutos.
La música había bajado un poco, y los invitados se habían dividido por grupos para charlar. «Es lo usual», nos explicó Cloe, «descansarán un rato conversando, y después todos volverán al ruedo porque estas reuniones suelen acabar por la mañana, casi al mediodía».
Evidentemente nosotras tendríamos que irnos a las cuatro en punto, pero ya con las horas que habíamos permanecido aquí, era suficiente: realmente nos habíamos divertido muchísimo.
Ahora, el joven Luiggi ya se encontraba recostado sobre una de las mesas de madera, reposando un tanto después de las varias jarras de cerveza que se había bebido. Y la señora Jaidev observaba todo con sosiego, riéndose en voz bajita cada vez que veía a alguien tratando de bailar pero fallando por el cansancio o por el mareo producido por el licor.
Cloe y Joan conversaban muy atentos el uno con el otro en la mesa de al lado. Albania no dejaba de mirarlos y después se reía sola, muy emocionada, y repitiendo que si por ella fuera Cloe ya sería parte de la familia.
En un momento los músicos interpretaron un tema un tanto más suave, incluso melancólico. Estaban muy cerca de nosotros y ahora que la mayoría ya no bailaba se les podía escuchar con mayor detalle. Un hombre desde el fondo gritó que por qué lo lastimaban de esa manera con semejante tema, y algo de «Marietta, ¡por favor, regresa!».
Observé de reojo a Albania: se había quedado pensativa, escuchando el tema muy concentrada y tamborileando los dedos sobre la mesa al ritmo lento de la canción. “Si me amas, pruébalo”, cantó la joven que acompañaba a la orquesta, y mi amiga soltó un suspiro que tiñó todo su rostro de tristeza.
No hemos tenido tiempo para charlar sobre esto. Lo único que sabía y de lo que estaba plenamente segura era de que había sucedido algo con Aniel el día de la reunión de la señora Aldabella. No recordaba haber visto a Albania “tan en las nubes” como la vi ese día, ni tan triste como la encontré en días posteriores.
Pensaba en tratar de averiguarlo en el viaje; más por preocupación que por curiosidad. Pero Matilde había arruinado mis planes cuando anunció que vendría conmigo de forma rotunda.
   Yo...sssolo quiero… — exclamó el hombre anterior, el que extrañaba a “Marietta”, arrastrando las palabras. Parecía estar algo ebrio—. Yo ssolo quiero que Kukuri me cante éssa… Ésssa de la chica que ssse ahoga y nunca ssse casssa con sssu amor. ¿Me la cantarásss, preciosa niña? Vamos, hazlo por este viejo zorro que nunca valoró lo que tenía a su lado.
   Vaya, eso es demasiado denso — comentó Luiggi con la cabeza clavada en la mesa—. El licor saca las penas y a los románticos ocultos.
   ¿Qué es eso de la chica que se ahoga y nunca se casa con su amor? — pregunté interesada. La señorita  Kukuri, la chica que cantaba, me sonrió y aprovechó para sentarse a beber algo de jugo mientras el hombre, por el fondo, insistía con Marietta.
   Es una canción de amor — me respondió con amabilidad—. Pero ésa en particular no tiene un final muy bonito.
   Sin embargo de todas las canciones de Rode y Vinay, es la que más me gusta — agregó Cloe enternecida.
Joan la miró, interesado:
   ¿Rode y Vinay?
   La primera pareja, de donde brotó el amor — explicó la señorita Kukuri orgullosa—. Para los míos, Rode y Vinay son los padres de todas las emociones. El gran Padre creó las cosas, los árboles y los cielos, pero el amor es una creación espontánea, algo que brotó por sí mismo, porque el amor no se crea ni se construye, el amor simplemente aparece cuando decide hacerlo.
Aparece cuando decide hacerlo…
Suena…suena tan razonable.
   Las historias de Rode y Vinay han sido transmitidas de generación en generación, tradicionalmente de manera oral. No solo aparecen en las narraciones de la comunidad de Kukuri, también aparecen en los textos sagrados de mi religión — añadió la señora Jaidev. Puse especial atención porque Janna nunca me había hablado de ello—. Rode y Vinay aparecen en cualquier lugar del mundo, en cualquier cultura o religión. Son obra de Khantati, pero a la vez se transformaron en creadores, ya que gracias a ellos nacieron los sentimientos. — Luiggi abrió los ojos y murmuró algo de “ya empiezan con sus historias raras” —. Aparecen siempre como la primera pareja que se amó, y se han creado cantos y narraciones con respecto a ellos. Debido a la naturaleza cambiante del mundo, y a las constantes vidas por las que circulamos, ellos siempre se presentan juntos pero con diferentes nombres. A veces como Rode y Vinay, para los míos como Hakan y Liu, para otros como Praxila y Leonidas, y a veces simplemente como Alen y Sisa.
A mi lado Albania empujó su copa de jugo de granada, profundamente sorprendida.
   ¿Có-cómo dijo? ¿Alen…?
   Así es, Alen y Sisa. Son Hakan y Liu, o Rode y Vinay, solo que con nombres que se adaptan a otra cultura, a otro credo. En todas las civilizaciones aparecen, siempre con nombres diferentes, pero siempre buscándose el uno al otro.
   Hay canciones que narran sus desventuras y su dicha cuando consiguen encontrarse — añadió la señorita Kukuri, satisfecha ante la enorme curiosidad de todos—. Siempre en diferentes escenarios, siempre con diferentes obstáculos, pero siempre con la historia base de la creación de su amor.
   ¿Cuál es esa historia base? — preguntó Joan y Albania asintió muy interesada.
   ¿Doña Jaidev? — la invitó la señorita Kukuri, y ella asintió, maravillada:
   La historia de Hakan y Liu es breve pero repleta de magia que encandila a cualquiera que comprende que en la simpleza se encuentra lo complejo. Khantati se hallaba en su plácido sueño, cuando sin querer, de él empezaron a brotar las cosas que ahora conocemos: las estrellas, el firmamento, la tierra, las plantas, los animales, el aire, el agua, el viento y el fuego.
   Para los míos esa historia es algo diferente, pero al final tiene el mismo propósito: la creación del mundo entero  — agregó la señorita Kukuri.
   Para nosotros también hay otra versión — añadió Cloe—. En siete días Dios creó todo; sin embargo a mí me gustan más estas otras versiones — comentó divertida y Joan asintió, muy seguro de ello.
La señora Jaidev suspiró y esbozó una sonrisa: 
   El gran Khantati vio toda la obra que había brotado sin su voluntad, y quedó tan sorprendido que dejó que todo siguiera tal y como ya se había creado. Sin embargo, se percató de que todas esas creaciones espontáneas necesitaban alimentarse para no perecer. Fue entonces que decidió llamar al Sol y pedirle que nos brindara su energía; o como nosotros lo conocemos: el soberano Hakan.
  El sol… — murmuró Albania.
  Al ser el hermoso Hakan el guardián de todas lascosas, Khantati decidió ponerlo sobre todas las demás creaciones, para iluminar todo el firmamento. Entonces dio un último vistazo a todo lo creado, y decidió dejarlo avanzar por sí solo.
Luiggi soltó un ronquido que nos distrajo por un momento. La señora Jaidev sonrió y continuó:
   Los días pasaron y los seres creados empezaron a desenvolverse en su nuevo hábitat: animales, plantas, humanos, todos empezaron a vivir en armonía. El soberano Hakan vivía solo, observando todo desde su lugar predilecto pero a fin de cuentas solitario, por lo que Khantati decidió obsequiarle una hermana: entonces creó a la Luna. No obstante el soberano Hakan continuaba en su solitaria contemplación, ya que si bien la presencia de su hermana lo acompañaba, aún había algo que no tenía.
   Aquí viene mi parte favorita — agregó una joven que también se había sentado en una de las mesas cercanas para escuchar la historia, tal y como otros más. La señora Jaidev asintió:
   La tierra observaba al soberano Hakan en su convivencia solitaria y de repente sintió deseos de acompañarlo. Estos deseos, al ser tan fuertes, se convirtieron en una pequeña semilla, y esta semilla, con el único propósito de convertirse en su compañía, se transformó en Liu, la única flor que nació sin ser creación de Khantati. La única flor que nació por voluntad propia, todo para acompañar a Hakan en su eterna contemplación.
Sentí un ligero temblor al lado mío. Albania aspiró algo de aire discretamente:
   Entonces…esa flor…  ¿nació solo para acompañar al solitario sol?
   Así es, pequeña. Y eso es lo hermoso de la historia: el amor no fue creado, el amor nació por sí mismo. El amor nació cuando un ser vio la necesidad de otro, y quiso convertirse en el remedio de aquello que lo aquejaba.
La observé de reojo: los ojos se le habían puesto llorosos.
¿Qué le pasa? ¿Por qué está tan triste?
   Kukuriiii, ¿no vasss a  cantarme la de la chica que ssse ahoga? Esss mi favorita — insistió el hombre que seguía repitiendo el nombre de “Marietta”.
   Bueno, vamos a complacer al caballero — anunció ella animada.
   ¿La de que la chica que se ahoga? — pregunté porque aún no había comprendido la relación entre lo que nos habían contado y aquello.
   Como lo mencioné, las historias de Hakan y Liu varían siempre: a veces contraen matrimonio y tienen muchísimos hijos. A veces él nunca la encuentra, o ella no llega a reconocerlo. En otras ocasiones se enamoran de otros, y no alcanzan la felicidad.
   Porque viven varias vidas — completó Albania y la señora Jaidev asintió.
El violín de uno de los músicos inició un tema que desde la primera nota sonaba a melancolía. Ahora que no había demasiada bulla, la voz de la señorita Kukuri sonaba con mayor claridad. Tenía un tono soprano precioso, tan suave como el de un ave cantando. Anastasia habría matado por llegar a las notas a las que ella llegaba con tanta facilidad.
La historia narraba las desventuras de un joven que solía pedirle matrimonio a la chica que amaba. Ella, sin embargo, se negaba rotundamente debido a que deseaba viajar a través del mar y explorar el mundo entero. El joven volvía a su casa cientos de veces, con la esperanza de obtener un sí, hasta que ella le juró aceptarlo después del último viaje que realizaría. “Iré a las costas, a ver a las sirenas, y cuando regrese, y mis ojos ya hayan visto los últimos tesoros, al altar contigo llegaré”.
La señorita Kukuri cantaba enfatizando las palabras con sus manos, como danzando solo con los dedos: “ella decidió partir al mar, él juró esperar. Espérame, amor mío, cuando la noche fallezca, mis ojos volverán”.
Albania escuchaba la canción tan atenta que por un segundo la vi con la mirada perdida, casi como imaginando las escenas. Yo también lo hacía: veía a una hermosa joven intrépida, trepándose a las velas de un enorme barco, y despidiéndose de la orilla, rumbo al mar.
La noche nunca acabó, de ella el mar se enamoró. Duerme, amor mío, duerme bajo el mar. De ella el mar se enamoró, nunca la quiso soltar”.
Sentí que los ojos se me cristalizaron, pero a mi lado un sollozo se perdió. Elevé la mirada cuando Joan se puso de pie y se sentó junto a Albania, la abrazó y soltó una risa, pidiéndole que no llorara, que solo se trataba de una canción de amor.
   Ya, tontita, no llores — le pidió, y la besó en la cabeza. Albania soltó una pequeña carcajada y dijo que era la canción más hermosa que había escuchado jamás. Se limpió las lágrimas y se ruborizó al ver que todos la miraban. Cloe también se acercó, y le dijo que al final, Hakan y Liu si se quedaban juntos, y le pidió a la señorita Kukuri que cantara esa otra en la que tenían miles de hijos.
La señora Jaidev sonrió:
   Tu amiga es una niña sensible — me comentó. Asentí: sé que Albania siempre se muestra fuerte e indiferente, pero en el fondo siente las cosas con muchísima fuerza—. Y además de todo eso…está muy enamorada.
Lo sabía. Está enamorada de él.
De Aniel.




¨°*°*°*°¨


Este capi ha estado repleto de perspectivas: Valak, Somak y Nhyna tienen sus líos, Seir también tiene los suyos, los chicos de Dominic Pascal también, Loi igual, y bueno, Albania y Aniel están en otros niveles (esos dos tienen que sentarse a charlar de la manera más prolongada y explicita para que ya se dejen de cojudeces XD). Créanme que he tratado de sentarlos, pero mi hijo aún se resiste (suena raro, lo sé, pero es así x__X)

Voy a comentarles algo que no van a creer pero es necesario porque me gusta emocionarme: cuando Doña Jaidev lee la palma de Albania, quedé estúpida, porque fue algo que apareció como un destello en medio de un viaje que realizaba a la universidad. Estaba escuchando Belfast, de Cécile Corbel, y de repente la escena saltó a mis ojos, de manera tan repentina y a la vez TAN COHERENTE, que terminé gritando internamente porque ella ha visto cosas que la misma Albania aún desconoce (y que yo, hasta ese momento, también desconocía – sí, ya sé que suena raro pero fue así -).

¡Miles de gracias por la lectura! Si el capi te gustó, apóyame con un comentario. ;) no gano más que placer al hacer esto, y realmente me gusta mucho que compartan conmigo sus inquietudes o emoción (si es que han terminado tan emocionados como yo XD)

Nos vemos pronto en el Acto XIV.

»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«

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