ACTO XIV - Acto de contrición

I'M BACK


¡Dios! Subir este capi ha sido una odisea T_T Pero por fin, después de tanto intento conseguí actualizar el blog: disculpen la demora.  Ya no voy a entretenerlos más y de paso les aviso que abajo les dejo la próxima fecha de actualización :D Tal y como se los prometí, ahora que ya acabé la u, estoy planeando subir los capis en intervalos de tiempo más cortos, así que van a saber con anticipación qué días subiré los próximos capítulos.

En esta oportunidad les quiero hablar brevemente del tema La Fiancée, de Cécile Corbel (<3). Es una de las canciones que usé para redactar este capítulo, más o menos para el final. No les voy a decir mucho porque les spoileo todo antes de que empiecen, pero si desean buscar la traducción, creo que con eso bastará para que entiendan un poco el sentimiento que busco transmitirles con la última parte.

No quiero prolongar esto, ya que he demorado meses y merecen este capi con todo el cariño del mundo. ¡Ojalá lo disfruten tanto como yo! Creo que al final todos van a llegar a una misma conclusión: varios personajes van a terminar metiéndose en muchos líos. Es que estamos por llegar a la mitad de la historia, así que ya tocaba.

¡Los quiero a todos! ¡A partir de hoy, sábado primero de setiembre (corrección: ya es domingo), retomo los capis de Acto de contrición con fechas establecidas! Como en los buenos tiempos de Noches de insomnio ;) (espero que eso sea suficiente para disculparme por la enorme ausencia).

¡Vamos al capi!


ACTO XIV



LUCA

   ¿Pero qué…?
Me quedé pasmado ante las letras que vislumbraban mis ojos. No, sabía que mi padre era extremadamente calculador, pero esto ya era superarlo todo.
Tragué despacio y observé a Naum, que aún mantenía la mirada clavada en el papel que sostenía con dedos temblorosos.
Habíamos retornado a nuestra habitación después de la cena. Zoltán y el hermano Casimiro habían pasado por todas las habitaciones dejando la correspondencia. Minutos más tarde, Jude apareció por la ventana, como siempre (su habitación estaba junto a la nuestra, así que solo se deslizaba cuidadosamente por los bordes de la edificación y llegaba sin ningún tipo de contratiempos), y se había llevado a Kim después de anunciarnos que hoy habría reunión de extrema urgencia.
»— Nos vemos en una hora, cuervos — nos dijeron antes de salir a hurtadillas. La verdad no tenía deseos de acudir a una reunión extra oficial, Naum tampoco; así que nos acomodamos, él en la cama y yo en el escritorio, a ver qué buenas nuevas nos traía la correspondencia de este mes.
»— ¿Cuántas? — le pregunté divertido. Torció el gesto, alborozado—. Vamos, sabes que no me molesta en lo absoluto.
»— Ya sabes…lo de siempre — murmuró.
»— ¿Tres? — tanteé. Desvió la mirada, incómodo, y rompí a reír—: Ya veo, son cuatro. ¡Vamos, no te pongas así!
»— Sabes que la tía Minerva no te escribe porque nunca respondes, y papá…bueno…
»— Es casi un insulto para él invertir tiempo en escribir algo para mí. Ni siquiera la tinta lo vale — declaré a carcajadas.
»— Luca, no digas eso.
»— No me afecta, idiota. Incluso me alivia. Siento escalofríos de solo ver su nombre en algún sobre.
No era novedad que después de tantos años, papá no me escribiera. A menos, claro, que hubiera tenido algún altercado de fuerza mayor en el internado. Era por este motivo que siempre que llegaba la correspondencia, yo solía recibir dos misivas: una de parte de mamá, y otra de parte de la buena de Ania.
Naum, por otro lado, siempre recibía de tres a siete cartas. Mamá no solía tener ningún tipo de preferencia: cuando tenía ganas de escribir lo hacía para ambos, y cuando no, para ninguno. Ania, en cambio, nunca dejaba de hacerlo: cada mes siempre recibíamos una misiva suya en la que nos ponía al día sobre los acontecimientos en Lirau. Yo le había pedido hace un par de años con especial cuidado que, de escuchar algo, nos compartiera detalles sobre Marion Amira. Esto debido a que Naum no se había atrevido a hacerlo, y estando prácticamente en otra ciudad, temía que algún “rival” apareciese y se llevase a “su princesa” sin antes haber batallado: algo como lo que sucedió la vez pasada, con los famosos Forgeso. Desde aquella vez, Ania juraba que yo vivía secretamente enamorado de la hija menor de los Amira, lo cual resultaba siendo gracioso ya que no era yo, sino Naum, pero daba igual.
Y aparte de ellas, también estaban las cartas enviadas por otros parientes y las de papá: Naum recibía cartas suyas sin falta alguna. Debo admitir que en un inicio fue algo chocante comprobar que mi padre no tenía ningún tipo de deseo de comunicarse conmigo; pero a medida que pasaron los años fue bastante alentador, la verdad. Mariano Liberia solo gastaba tinta y tiempo en redactar cartas para su hijo Luca, solo y cuando fuera estrictamente necesario: tal y como sucedió la vez que dejé sin cabeza una de las tantas estatuas de San Dominic Pascal, por atinarle con un libro que lancé por la ventana de la alcoba.
En fin, abrí la de Ania: su ortografía y caligrafía habían mejorado muchísimo. Ella misma nos confesó que había decidido aprender a leer y escribir solo para poder seguir estando en contacto con nosotros cuando papá decidió que ya era hora de iniciar el internado, hace más o menos nueve años atrás.
Estaba disfrutando muchísimo de la anécdota que había incluido sobre el panadero y el perro que teníamos en la casa de allá, en Lirau, cuando vi a Naum reincorporarse violentamente.
»— ¿Estás bien? — indagué pero no obtuve respuesta. Lancé una broma, preguntando si papá ya se había enterado de la calificación que había obtenido en el último examen de Cálculo (había obtenido una A en vez del usual A+, y todos en el salón fingimos una escena dramática diciendo que se avecinaba el fin de mundo).
Pero leí por sobre su hombro, y entonces comprendí al instante el motivo de su repentino mutismo.


Espero que las clases de vals que les están impartiendo rindan sus frutos, hijo.
No es necesario, por supuesto, repetirte lo ya sabido: el día del baile, tu objetivo será única y exclusivamente la pequeña Albania. Enfócate en las clases de reforzamiento y mantente atento. Eres un buen chico, sé que sabrás hacerlo. Estamos a un paso de que Alcides acepte darnos la mano de su nieta. No me decepciones; el futuro de la familia recae en tus manos.

Con afecto.
Mariano Liberia.

Pd. Vigila que tu hermano no se meta en problemas. Ya oí que llegó una amonestación de parte del profesor Martellini; no sé por qué demonios ese muchacho no se comporta como es debido.


El pecho se me contrajo de la rabia.
Naum era uno de los pocos chicos que asistían casi “alegres” a esas estúpidas clases de vals. Solo por él acudía de buena gana: a veces hasta me animaba verlo esmerarse en los pasos de baile y escuchar con suma atención los consejos idiotas que impartía Inés.
Esas horas me parecían una pérdida de tiempo y una reverenda mierda: cinismo en su estado más puro. Pero para Naum no era así, y yo sabía por qué: mi hermano estaba esforzándose al máximo porque las consideraba su carta ganadora. Él ahí, de entre todos, era uno de los pocos que no buscaba obtener la atención de una chica por mero acuerdo familiar. Él estaba ahí, con el deseo más puro de aprender todo lo necesario para poder acercarse a la chica que quería desde que tenía uso de razón.
Y ésa no era Albania Formerio.
   Naum, escucha…
   No… — murmuró decaído. Dejó la carta a un lado y suspiró, acongojado.
   Naum, Naum… ¡carajo, Naum! — exigí. Tuve que arrodillarme para poder verlo a los ojos—. Escucha, yo sé que papá tiene altas expectativas con respecto a la absurda idea de la unión de apellidos, pero esta vez…
   No, Luca, ya sé lo que vas a…
   ¡Escucha! ¡Te he visto esforzarte como nadie en esas estúpidas clases! — reclamé airado—. Si haces lo que papá te está pidiendo, vas a perder la oportunidad que has estado esperando por años…
   Luca, es que no entiendes. Ese día todos van a estar pendientes de cada movimiento; si papá ve que yo no hago lo que me está pidiendo…
   ¡A la mierda si no lo ve! Naum, ¡tienes que empezar a hacer las cosas por ti, y por nadie más! Papá puede irse al infierno, ¡¿vas a permitir que eche tus planes por la borda?!
   Luca…
   ¡Luca, nada! Naum, esto no es como la vez que papá te obligó a dejar ese taller de Teatro que tanto te gustaba. — Por primera vez había visto a mi hermano entusiasmarse con algo que no fueran los libros, y papá no tuvo mejor idea que arruinarlo. Ni bien se enteró de su asistencia a las clases, vino personalmente a hablar con él: me sacaron de la habitación pero lo escuché. Le dijo que el teatro era un pasatiempo interesante, pero no para el hijo de un funcionario. El hermano Zacarías le había enviado una esquela comentando lo impresionado que estaba por el desenvolvimiento de Naum en las clases, pero ni siquiera lo tomó en cuenta. Él solo había visto el nombre de su hijo favorito al lado de la palabra teatro, y eso había sido suficiente para que lo obligara a renunciar.
Y lo odié; fue una de esas veces en las que deseé estamparle un buen puñetazo en la cara. Naum era mi hermano, el único que tenía, y Mariano Liberia era mi padre, y no me importaba que me tratara como la peor basura, pero con mi hermano era diferente. Detestaba que lo obligara a hacer cosas por el “apellido de la familia”, pasando por alto que a veces sacrificaba las cosas que lo hacían feliz.
Esta vez era igual pero al mismo tiempo no: el taller de teatro podía haber pasado a la historia, pero no iba a suceder lo mismo con Marion Amira. Naum ha esperado este momento casi con fervor; Mariano Liberia no iba a joderlo todo con sus estúpidos delirios de grandeza.
   Voy a hablar con él — sentencié—. Le enviaré una carta…¡no! Mejor un telegrama. Mañana… ¡no! ¡Ahora mismo buscaré al superior Zacarías y…!
   ¡No, Luca! ¿Qué demonios te sucede?
   “¡¿Qué demonios me sucede?!” ¡¿Qué te pasa a ti?! ¿Vas a permitir que papá te diga qué hacer en el maldito baile? ¡Eres el único imbécil que disfruta con todo esto! ¡No voy a dejar que arruinen lo único que has deseado por tanto tiempo…!
   ¡Luca, ya! Entiende…esto… — Torció el gesto, inseguro. Lo miré, esperando que me diera una buena excusa para no golpearlo —. A ver, ¿qué cosa vas a decirle a papá?
   ¿Qué cosa? ¡Pues la verdad! Que tienes planeado ir por Marion Amira y no por la princesa Formerio.
   No. Papá… Papá no va a entenderlo...
   Mierda, Naum, ¿por qué eres tan conformista? — Abrió los ojos, dolido, y no me quedó más remedio que bajarle la intensidad al asunto: no aguanto lastimarlo—. Mira, lo que trato de decirte es que esto algo importante, ¡muy importante para ti! Podríamos escribirle a papá y decirle que no quieres cortejar a Albania Formerio, pero que sí quisieras intentarlo de muy buena gana con la hija de los Amira. ¡O sino, simplemente podemos quedarnos callados, y ese día te lanzas con todo y mandas al diablo a papá y a sus planes!
   No…no es tan fácil. Sabes que papá…
Sí, claro que lo sabía. Todo esto era el resultado de tantos años de subyugo: poner sobre los hombros de mi hermano tantas expectativas habían terminado con él temiendo tomar sus propias decisiones.
   Naum, el que lo está complicando eres tú — lancé con honestidad brutal, pero no obtuve más que odioso silencio —. Mierda, ¿entonces qué hacemos? ¿Simplemente vas a seguir paso a paso las indicaciones de papá? Pensé que sentías algo más por Marion Amira…
   ¡Es que es así, pero tú no entiendes! — me respondió elevando la voz. De pronto se dio cuenta de su tono rudo y agachó la mirada, apenado—. Yo…yo quisiera oponerme… pero… Pero es que…
Solté un suspiro y me senté a su lado. Noté que empezó a frotar el dedo pulgar de una mano contra el índice, típico de cuando se sentía nervioso.
Observé la ventana frente a nosotros y a través del reflejo nos vi, tan diferentes…tan parecidos.
A ver, pensemos: papá solo quiere el apellido de la princesa Formerio, no le importan los medios, y Naum es su pieza ganadora. Él sabe lo que vale su hijo, o por lo menos uno de sus hijos: ha puesto todas sus esperanzas en Naum porque sabe que de los dos, él es el que realmente tiene la oportunidad de ganar.
Yo no podría competir. Soy la deshonra, el hijo fallado.
   Papá no me ha escrito esta vez, como siempre — inicié. Naum volteó a mirarme, confundido —. Y tampoco ha mencionado nada sobre el baile y sobre mí.
   Ya te dije que a lo mejor…
   No lo digo porque me afecte — le expliqué tranquilo—. Lo digo porque si no se ha tomado la molestia de mencionar el baile ni de escribirme nada, es porque yo, literalmente, tengo toda la potestad de hacer lo que se me pegue en gana esa noche.
   ¿Eh?
Por supuesto: para papá, este baile solo tenía importancia pero teniendo a Naum como ficha principal. Yo era la pieza de la que podían prescindir sin vacilaciones: yo, siendo invisible, en cierto modo era libre.
   Si yo deseara cortejar a Marion Amira el día del baile, a papá eso no le importaría — comenté esbozando la idea mentalmente. Claro, esa podría ser la solución…
Naum se puso de pie y caminó hasta la ventana. Se había enfadado.
   No hablo de hacerlo en serio, idiota. Sabes perfectamente que ella nunca me ha interesado de esa forma.
Volteó, más calmado:
   ¿Entonces?
   Podríamos intercambiar lugares — comenté pensativo—. Tal vez si aplano lo suficiente este condenado pelo, pueda hacerme pasar por ti.
   No hay forma de que lo hagamos, Luca — rebatió con firmeza—. Puede que nos veamos exactamente igual, pero tú mejor que nadie sabes que papá puede diferenciarnos con una sola mirada. Además, no tendría caso, porque el objetivo de esa noche es que yo lo intente con la princesa Formerio, en frente de todos.
Mierda, eso era cierto. Solo Ania y él eran capaces de distinguirnos sin dificultad. Mamá a veces dudaba cuando nos veía despeinados a ambos.
A menos que…
   ¿Y si voy de intermediario y no de emisor?
   ¿Cómo?
Me puse de pie, junto a él: los copos de nieve caían al otro lado de la ventana.
Este estúpido baile no está haciendo más que darme problemas; pero era una de las cosas que más ilusión le daban a él, a Naum, a mi único hermano…
A mi amado hermano, encargado de llevar sobre sí todos los “sueños egoístas” de mi padre.
   Podría acercarme a Marion Amira, y no sé, tratar de...dejarle una buena impresión sobre ti.
La princesa Formerio no iba a aceptar a ninguno de los pobres mortales que se le acercaran ese día, eso era seguro. Nunca había visto en ella algún tipo de interés por alguno de los chicos que la cortejaban, y si había rechazado seis pedidas de mano sin titubeos, era porque sencillamente no tenía planes cercanos de compromiso.
Intentarlo con ella sería una doble pérdida: uno por el rotundo fracaso, y dos porque Naum sí tenía alguien con quien quería intentarlo en serio.
   Le hablaré de ti, le comentaré la situación; que papá era el que buscaba un posible acercamiento con la nieta del señor Formerio, pero que en realidad tú tienes deseos de conocerla a ella, de escribirle y visitarla. Seré algo así como tu propio representante. A lo mejor y hasta lo encuentra “romántico”: ya sabes, todas esas cursilerías que enloquecen a las chicas cuando se habla de amor.
Me observó, no muy convencido. Vamos, la idea era una completa estupidez, como todas las cosas propias del romance y las relaciones de pareja. Pero sabía perfectamente que Naum no iba a darle la contra a mi padre, así que teníamos que encontrar alguna manera de darle la vuelta a la situación, pero no al extremo, como yo haría, sino con más sutileza, tan típico de mi hermano, el bien portado.
   ¿Tú…harías eso…por mí?
   Para que veas cuánto te estimo — resoplé—. Te voy a regalar esa famosa “oportunidad” de la que tanto habla la loca de Inés, y al finalizar la noche tendremos a Marion Amira suspirando por ti. Creo que igual ya necesitas un empujón porque realmente eres demasiado lento para estas cosas.
No iba a ser la gran cosa. Yo no tenía planeado acercarme a ninguna chica esa noche así que no perdía nada.
   Luca…
Me abrazó agradecido, tal y como hacia cuando éramos pequeños y me recostaba a su lado, después de que papá le ordenara a Ania que apagara la luz de su habitación.
Le temía a la oscuridad, a quedarse solo…
Yo lo sabía: por eso tomaba mi lámpara, y después de escuchar las puertas cerrarse, caminaba descalzo hacia la suya.
»— Dejaremos la mía prendida, porque papá nunca pedirá que la apaguen. Recuerda que todo lo mío es tuyo, hermanito. No temas porque…
   …siempre estaré contigo — me dijo con una leve sonrisa, como oyendo mis recuerdos.
Podía mandarlo todo al infierno. A papá, a su estúpido apellido y sus estúpidas clases de vals.
Pero a él jamás…a Naum jamás.

  

¨°*°*°*°¨

SEIR


Las calles de la ciudad parecían tan frías a esta hora. El viento soplaba, trayendo consigo aquella neblina tan usual en Izhi. No me gusta el ambiente gris, no me gusta la sensación de vacío; pero era lo que me atacaba frecuentemente después de algún pacto.
Como ahora.
El silencio era profundo, pero solo exteriormente. En mi cabeza, los gritos ya se habían desatado con furor. Aniel ya me lo había dicho: “sucede cuando obtienes nuevas; eso parece ponerlas algo frenéticas”.
Giré por la esquina; iría a buscarlo en un rato. Por ahora, lo único que quería era llegar a aquel espacio que usaba como hogar, y recostarme. Tal vez así podría quitarme de la cabeza los ojos repletos de esperanza del último humano con el que acababa firmar un contrato.
Empujé la puerta trasera y…
   ¡Joven Rye! Pero si es usted, ¡no pensé que llegaría tan temprano por la mañana! Conociéndolo, ya lo veía llegando a la hora del almuerzo — oí a Maga, la buena mujer que me tenía de inquilino en el segundo piso de su panadería. Eran las tres de la mañana, pero ella ya estaba de pie, corriendo de aquí para allá con sendas bandejas repletas de bollos a punto de ingresar al horno—. ¿Quiere que le lleve el desayuno a la cama?
   Pierde cuidado, mi guapa Maga. Creo que solo quiero descansar.
   Sé que no debería meterme, pero a ver si se pone un freno con eso de las fiestas. Usted es joven, pero no debería abusar. Lo veo salir fresco como un puberto, y regresa así, trasnochado y con unas pintas que asustan.
Solté una carcajada: si supiera que “la pinta” no era culpa de las malas noches, sino del “trabajo”.
   Vaya a descansar, en unas horitas le llevaré un buen caldo de pollo para ver si revive — me ofreció jovial. Asentí cuando acunó mi rostro con una de esas manos repletas de años de trabajo y ternura —. Descanse, ¿sí? Mi hija vendrá en cualquier momento con mi nieta; procuraré que la criatura no haga mucha bulla.
   Es tu casa, Maga — puntualicé divertido.
   Con esa cara que trae, nadie sería tan cruel como para hacer escandalo cuando evidentemente necesita una buena siesta.
   ¿Por qué eres tan buena conmigo?
   A lo mejor porque está muy guapo. — Depositó un beso sobre mi frente, tembló ligeramente (el típico escalofrío que la atacaba por mi naturaleza, desconocida a sus ojos pero reconocida instintivamente por su cuerpo), y después se perdió por la puerta, rumbo a la cocina, tarareando uno de esos temas que solía escuchar por las mañanas.
Maga era una mujer de sesenta años, fuerte, independiente, y muy bondadosa. Llegué a su hogar hace algunos años, cuando decidí establecerme en Lirau; pero hace un año me di un paseo por otros lares y la dejé, mientras buscaba algún tipo de información sobre los llamados errantes que habitaban el Mundo Terrenal. A mi regreso la encontré más delgada, y con los ojos cargados de nostalgia y añoranza. Ese tipo de sentimientos que son capaces de matar en vida.
Su esposo había fallecido durante mi ausencia. La única familia que le quedaba era una hermana a la que no frecuentaba mucho y de la que yo había oído muy poco, y la última de sus hijos ya había contraído matrimonio. Se mudó a Asiri, dejando a mi Maga sola en esta acogedora pero ahora solitaria casa. Solo me tenía a mí, su extraño inquilino al que siempre llamaba “bribón seductor”, y que para colmo de males era nada más y nada menos que un demonio.
Quise irme, porque ella solía tener pesadillas cuando yo pasaba mucho tiempo en casa (mi cercanía tenía sus consecuencias: sentía frío, a veces angustia, temblores, y todo a causa de mi naturaleza). Sin embargo cuando le comenté que tal vez me mudaría, los ojos se le llenaron de lágrimas que trató de ocultar. No pude contra eso: le dije que solo bromeaba y me gané un cucharonazo y después un buen plato de estofado.
Supuse que los temblores no eran tan malos a comparación de la soledad. Era por eso que fingía volver a casa y después desaparecía, haciéndole creer que dormía en mi habitación. Así por lo menos ella se creía acompañada, y mi presencia no le afectaba.
Ahora estaba contentísima, ya que esa hija menor, la última desposada, había anunciado que vendría de visita por algunos días, y Maga no había cabido en sí de la alegría.
»— Ni vaya a echarle el ojo porque está casada y ya tiene un niño — me había advertido hace dos noches, cuando me anunció su llegada—. Usted está muy apuesto y lo que quiera, pero no sabré yo lo bribonzuelo que es.
»— Te están diciendo cuentos, Maga — le resté importancia—. Todo lo que escuches no son más que calumnias. Me envidian por mi atractivo y simpatía.
»— ¡Ja! No habré visto yo misma la cantidad de chicas que andan buscando embrujarlo para quedarse con usted. Poeta viajero…artista y lisonjero: ya sé que le gusta ir probando de todo un poco, y nunca queda a gusto con alguna.
Rompí a reír y le prometí que no vería a su hija más que con ojos de hermano. Como no me creyó, no me quedó más que jurárselo por Aniel. Me preguntó quién era, y le dije que mi hermano.
Yo realmente no tenía nadie por quién jurar ni nada que perder; pero Maga merecía una promesa honesta, y él era lo más cercano que tenía a un vínculo, aparte de ella.
Pasé de largo por el pasillo y subí los escalones, tratando de ignorar los horribles gritos resonando en mi cabeza. Tomé la perilla de la última puerta, la de mi habitación, e ingresé, dispuesto lanzarme un martirio de aturdimiento, a ver si así conseguía perder la conciencia aunque sea por unas horas. Aniel podría llamarme en cualquier momento, así que debía estar preparado: su cita en esa famosa Sala Magna iba a darse entre alguno de estos días, y necesitaría del martirio de inducción que habíamos planeado con tanta anticipación.
Un par de eventos inesperados habían prolongado nuestro plazo. Aniel había sido citado para que se le pusiera bajo los efectos del Li-kay hace varias semanas atrás, pero por esas fechas la noticia estalló: estaban corriendo rumores de una comunidad de Enolas que se encontraba viajando entre vidas con el único objetivo de conocer a la Original.
Estuve presente cuando Nanael se lo notificó a Aniel en Izhi, en medio de la charla que teníamos sobre los recuerdos que él deseaba mantener ocultos de sus superiores. Escuché cuidadosamente el relato, y no se lo dije, pero yo vislumbraba un sentimiento que iba más allá del simple contacto carnal. Cuando me dijo que se sintió extrañamente tentado a quemar los arreglos florares que su custodiada había empezado a recibir de parte de sus pretendientes, reconocí aquello que los humanos denominaban celos. Aniel estaba celoso, y lo más gracioso del asunto era que no se daba cuenta de ello: meditaba y se cuestionaba a sí mismo por semejantes reacciones, y no me atreví a decirle lo que yo veía porque lo más probable hubiera sido que entrara en pánico.
»— Enolas: es una comunidad completa la que está viniendo a conocerla — resumió estoicamente su hermano de nacimiento. Aniel parpadeó, tan desconcertado como yo—. Sí, sé lo que estás pensando. Los enola son criaturas extremadamente reservadas: ni siquiera yo imagino cómo han de verse.
Yo incluso llegué a pensar que ya no existían. Decían que eran apenas unos cuantos en todos los universos, y que eran los hijos más puros del Todo. No por nada habían nacido del silencio que lo rodeaba.
Nadie sabía en dónde habitaban, ni de qué vivían, ni mucho menos cuál era exactamente su naturaleza.
»— Te quieren a ti, Aniel, para tratar de establecer el contacto. — Claro, no era para sorprenderse que el ángel portador de la “Pureza excelsa” fuese el más indicado para comunicarse con los hijos “más puros”—. Quise ser de algún tipo de ayuda, pero por la información que tienen los Phaxsi, son reacios a todos los seres que se alimentan de sonidos. En este caso, yo.
Aniel me pidió discretamente que no dejara de vigilar a su niña en lo que él arreglaba esos asuntos. Acepté de buena manera, y después adquirió su forma original para desaparecer por el firmamento.
Hacía un buen número de días que no sabía de él. Apenas y me había enviado un mensaje con Drol Asirb, en el que me pedía estar atento a su llamado, en caso de que lo citaran para lo del Li-kay.
¡AAAAAAHHHHH!
Los gritos retornaron: vida de mierda, no se puede vivir así. No entiendo cómo lo hacen aquellos que tienen millones de tropas, y aun así desean más.
Me quité la chaqueta y caí sobre el colchón mullido. Elevé la mano, dispuesto a auto-atacarme con ese martirio de aturdimiento que ya había planeado usar, cuando…
   Tengo en mi poder el precio para acceder a tus servicios — oí de algún lado. Los ojos se me cerraron con fuerza: no ahora, estoy agotado—. Y todas las letras de tu nombradía.
   Vamos, ahora no. Por favor — supliqué.
   Te invoco, consciente de tu reputación y con esta agua cargada de luz de estrellas. — Que no lo sepa, por favor, que no lo sepa —. Aparece ante nosotros, oh, poderoso Seir.
Mierda.
El remolino de viento me atrapó. Traté de aferrarme a las sábanas del lecho, pero sabía que era en vano. Cuando los ojos se me abrieron ya me encontraba en mi forma original, en un lugar repleto de velas encendidas; un círculo de sal sobre el suelo de madera húmeda me mantenía estático sobre mi sitio.
Observé al frente, y entonces me encontré cara a cara con el rostro de un humano, de un niño humano. Me observaba lívido, completamente aterrado, y junto a él una mujer de espeso cabello rizado y sonrisa eufórica permanecía de pie. Traía en las manos un gallo con el cuello abierto del que goteaba sangre que manchaba sus ropajes, y sobre el piso algunos cráneos ya gastados por el tiempo.
   Te dije que funcionaría, pequeño — lanzó dichosa—. No soy cualquier bruja.
No, claro que no. La observé de pies a cabeza: el círculo de sal, el gallo muerto, los cráneos y los ojos dorados que solo yo podía distinguir. Ella, sin lugar a dudas, se trataba de un mëdium.
Oí las gotas de lluvia colisionando contra las viejas ventanas. Aquí ya casi anochecía: me pregunto a qué parte del mundo habré llegado.
   Se-señora…
   Te lo dije, cumpliría tu pedido sin falta. Y tranquilo, mientras yo no lo autorice no podrá moverse ni hablar. Es un demonio muy poderoso, ¡un príncipe entre los suyos!, pero el círculo de sal bajo él lo ha convertido prácticamente en un sirviente así que no temas.
El niño respiraba agitadamente, con una bolsa de tela que apretaba con tanta fuerza contra su pecho que en cualquier momento se descocería. Me miró fijamente y di una ligera cabeceada, para calmarlo un poco.
   Hermoso, ¿no es verdad?
La mujer sonrió y apretó el cuello del gallo muerto, solo para humedecerse los dedos y después acercarse al niño que soltó un sollozo, aterrorizado, cuando ella le marcó la frente con la sangre.
Un momento: esto no forma parte del ritual común.
   Ahora, pequeño, entrégame las piedras de río que te pedí. ¿Las trajiste contigo?
   S-sí, señora — respondió tratando de contener las lágrimas. Parecía demasiado impactado con todo: supuse que el lugar y mi misma aparición lo habían dejado en ese estado.
La mujer recibió las dos piedras que él llevaba en la bolsa que apretaba contra su pecho, y después lanzó tres golpes con ellas. Algunas chispas saltaron ante la fricción, y entonces reconocí los planes.
En efecto, nada de esto formaba parte del ritual usual, porque ella parecía estar a punto de llevar a cabo otro.
No puedo creer que lo haga con él: ¡es apenas un niño!
Mi deber era cumplir al pie de la letra el pedido que solicitara el peticionario y no podía emitir ningún tipo de palabra a menos que él me lo permitiera, pero en este caso las cosas estaban tomando otro rumbo…
…y para mi comunidad, cualquier tipo de variación ya podía tomarse como un vacío legal.
   Alto, mujer — repliqué—. Aún no hay un peticionario directo, así que puedo hablar sin necesidad de obtener un permiso — expliqué ante su sorpresa.
Adopté mi forma humana y el niño retrocedió, aún más espantado.
   El peticionario directo es este pequeño. — Y lo tomó por la nuca, obligándolo a avanzar a pesar de que había empezado a temblar violentamente—. Disculpe si estoy demorando…
   No es el proceso acostumbrado — rebatí. Ya de por sí odiaba los pactos; ese niño se estaba muriendo del miedo: solo quería irme, Maga subiría en cualquier momento con el desayuno—. Me invoca el peticionario directo y solo a él le brindo mis servicios. En este caso me has invocado tú, pero estás llevando a cabo otro ritual dentro del ya iniciado. Quita la sal y déjame salir, no cumpliré nada.
   Reza en silencio — murmuró ella y reconocí las coplas: eran las que usaban los primeros humanos para impedir ser escuchados. Probablemente para que el niño no oyera la charla —. Supongo que se ha sentido ofendido debido a que no se lo he explicado de la manera adecuada.
   Estás por realizar otro ritual — indiqué—. No tengo por qué quedarme si no vas a solicitar un pacto que implique mi especialidad.
   Oh, tranquilo; como le comentaba: el pacto sí se llevará a cabo, pero el ritual que estaba por iniciar era para…
   Es para cobrar lo que vale el alma de ese niño — concluí con brusquedad. No suelo enfadarme, no es mi estilo, pero lo que estaba haciendo esta mujer me enfurecía —. Solo un mëdium sabría exactamente que se recibe una comisión especial por entregar almas de niño.
   Valen una fortuna de tropas — añadió encantadísima—. Mírelo como un negocio beneficioso para ambos. Sé que ustedes valoran muchísimo las tropas, y yo simplemente quiero robustecer mi línea de inmortalidad: ya sabe, los míos viven mucho, pero no eternamente. Este niño que le ofrezco no es uno cualquiera, nació en año bisiesto, a las doce en punto entre el 28 y 29 de febrero. Lo reconocí de inmediato: puede escuchar al Tiempo, y a veces Drol Kohn lo ha visitado entre sueños. ¡Es un ejemplar único! Usted, al tratarse de un príncipe demonio, no podía recibir nada menos. Y mi paga, evidentemente, resultaría más sustanciosa.
Su cinismo me enmudeció: supuestamente los mëdium eran parte de los primeros humanos, pero a la vez eran una comunidad a parte. Esto debido a que sus habilidades les permitían comunicarse con seres diferentes, como ángeles, demonios, aliters, enolas, y hasta podían entender el lenguaje de entes como el viento, el agua o los mismos humanos ya fallecidos.
Un mëdium no podía estar ofreciéndome el alma de un niño, ¡no era para eso que existían!
   ¡¿Le has, siquiera, explicado que contraerá el firmar un pacto conmigo?! — reclamé enfadado.
   Lo usual: que perderá su alma cuando fallezca.
¡Era mucho más que eso! ¡Iba a mantenerse dentro de mí, pudriéndose lentamente y sintiendo un dolor insoportable, casi como si aún conservara su cuerpo material!
   ¡No voy a hacer ningún pacto!
   No puedes negarte: sé tu nombre real, te invoqué con él, y ya sabes cómo son las cosas. Ahora cierra la boca, Seir.
Quise decir algo más pero volví a adquirir mi forma original ante las órdenes. La mujer lanzó el gallo muerto a un costado y tomó al niño por la muñeca. Quise largarme, pero el círculo de sal me lo impedía.
   Vamos, Landis, repite el nombre que te dije y después haces la petición. — Relinché, esperando asustar al niño, pero la mujer lo empujó con más fuerza—. Ya sabes que es la única forma de hacerlo.
   S-sí, se-señora Helena.
Me moví frenéticamente, relinché varias veces más, pero no sirvió de nada. El niño tomó una de las piedras y la puso frente a mí, cautelosamente.
¡No lo hagas! ¡Vas a venderme tu alma, y será más doloroso porque irá acompañada por la comisión que se le debe pagar al mëdium!
   Yo, Landis, te suplico que cumplas mi petición…oh, poderoso Seir. — Mierda.
Suspiré, derrotado, y el remolino blanco me cubrió para mostrarme nuevamente en mi forma humana.
Sobre mi mano derecha apareció la esfera dorada que albergaba todos mis contratos, y sobre la izquierda el escalpelo que usaba como pluma. La mëdium soltó un silbido, asombrada ante el volumen de la esfera, y sonrió discretamente, tal vez imaginando la enorme comisión que recibiría por el título que yo poseía.
   Landis Baptiste, trece años, el último de cuatro hermanos — inicié automáticamente—. Nacido en año bisiesto, a las doce entre el 28 y 29 de febrero. Yo, Seir, tercer príncipe regente de las filas de Decarabia, escucho atentamente tu pedido.
   Quiero que sanes a mi madre — resumió angustiado—. La…la señora Helena ya…ya me dijo que no hay cura ¡y no quiero que se muera! ¡Es…es la única familia que me queda y yo…! ¡Yo…!
   No son necesarios los detalles, niño — lo calló la mëdium, impaciente—. Él puede verlo todo.
Y así era: siempre que había algún pedido, ni bien pronunciaban mi nombre yo ya tenía toda la información habida y por haber del peticionario.
Vi las paredes roídas por el viento, la humedad de un hogar maltrecho, y en el fondo un camastro albergando a una mujer extremadamente delgada. Su pequeño hijo a las justas podía juntar el dinero para alimentarla, y efectivamente, era la única familia que le quedaba.
Observé detalladamente el semblante cadavérico, los miembros huesudos, y examiné de pies a cabeza su interior. Órganos comprometidos: ninguno. Músculos atrofiados: unos cuantos. Huesos, ligamentos, articulaciones…
Sustancia dañina.
La mano cadavérica tomó el vaso que reposaba en la mesa junto al camastro. Vi el agua deslizándose por los labios resecos, y lo comprendí.
Esta mujer no está moribunda; solo está envenenándose con esa agua contaminada que bebe día tras día.
Observé de reojo a la mëdium. Estaba impaciente, pero muy satisfecha.
Maldita mentirosa.
   Landis Baptiste, me has solicitado la cura para tu madre. — Los ojos oscuros brillaron. Nuevamente aparecía, siempre dispuesta a saludarme desde la mirada de los peticionarios: esperanza —. Está estipulado que si sabes mi nombre yo debo cumplir al pie de la letra tus mandatos; pero también debo explicarte brevemente las consecuencias: tu alma se me será otorgada a modo de pago, y ésta será recogida solo cuando llegue tu hora de deceso.
   Ya…ya sé eso. La señora Helena ya me lo explicó.
   ¿No tienes inconvenientes? ¿Aun así deseas realizar el pacto? — insistí. El niño asintió, asustado pero muy seguro—. ¿Incluso si te digo que tu madre no está desahuciada?
   ¿Eh?
   ¡Cállate, demonio miserable! — bramó la mujer airada—. ¡Cumple con tu trabajo y lárgate!
   ¡Pe-pero la señora Helena dijo que…! — balbuceó, sorprendido.
   Tu madre puede salvarse sin necesidad de brindarme tu alma a cambio…
   ¡CÁLLATE Y SOLO CUMPLE LO QUE SE TE HA PEDIDO!
   …solo es cuestión de que vigiles bien de dónde obtienen los líquidos que ingieren.
   ¡No puedes hacer eso! — me reclamó la mujer tomando al niño del cuello—. ¡Tú solo debes cumplir el maldito pacto para el que se te ha invocado!
   Antes debo repetir las consecuencias de firmarlo, y si el peticionario decide retractarse, yo no tengo la obligación de hacerlo cambiar de opinión.
   ¡SOLO LLÉVATELO, MALDITA SEA! — chilló ofuscada.
   Vuelve a casa y haz lo que te digo. Apúntalo en algún lado porque después de esto olvidarás todo lo que ha sucedido — repliqué. Me miró, dubitativo, y me lancé hacia adelante, esperando asustarlo—. ¡Lárgate, niño! ¡Tu madre no va a morir!
   ¡Ah! — soltó un grito y su pie empujó la piedra que tenía frente a mí. El círculo de sal se abrió ligeramente:
Listo.
   ¡No! ¡Tú no te…!
   ¡VETE! — bramé tomando a la mujer por el brazo, antes de que fuera tarde. El niño me miró, aterrorizado, pero salió corriendo a todo escape: aún podía oír su corazón latir asustado. Vete, ¡vete y no vuelvas más, alma de niño! La mëdium empezó a recitar algunas coplas, dispuesta a atacarme, pero me adelanté a su movimiento—: Nien Augen Pour Mëdium.
   ¡NO! ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?! — chilló airada. El martirio flotó y salió tras él: ya no lo encontraría, jamás. Ese niño sería inubicable para ella: sus ojos no lo verían nunca más—. ¡¿Qué sucede contigo, demonio malnacido?!
Los ventanales se azotaron con fuerza: las velas se apagaron. Los ojos dorados de la mujer resplandecieron, amenazantes:
   Si no querías aceptar el contrato era suficiente con decírmelo. ¡No tenías por qué arrebatármelo! ¡¿Sabes cuánto cuesta encontrar ejemplares como él?!
   Los mëdium existen para que los terrenales puedan comunicarse con los demás entes. Para que aprendan a vivir en armonía con aquello que existe pero no pueden ver. ¡Estás deshonrando el motivo de tu existencia!
   ¡Y ustedes solo viven por las tropas, y por lo visto tú no entras en esa categoría! ¡Maldito bastardo! — escupió llena de frustración. Sabía que no podía hacerme nada: yo tenía todas las de ganar incluso moviendo un solo dedo—. ¿Te sientes muy a salvo por tu título y tu naturaleza, verdad? ¡Pero escúchame atentamente, Seir, príncipe regente! Yo, Helena, hija de la lluvia y el fuego, juro por mi condición de mëdium que nos volveremos a ver: tal vez no en meses, tal vez no en siglos, pero sucederá, y cuando sea el momento, te lo voy a cobrar.
Cerré los ojos: Maga está subiendo los escalones, estoy casi seguro. Ya va a llegar con el desayuno.
   Y voy a disfrutarlo…muchísimo, demonio maldito. Tal vez no en esta vida, tal vez no en las que vienen, pero aguarda, aguarda y témeme. Llorarás, gemirás y suplicarás, porque te daré en donde más te duela. Márcalo con mi hambre y sed de justicia, para finalmente saciarlos — recitó pero desaparecí, bastante divertido la verdad.
Yo no tengo absolutamente nada que perder, así que ella puede maldecirme lo que quiera: no me asusta.
   ¡BÚ! — oí repentinamente, y me encontré cara a cara con unos enormes ojos acaramelados. No entendí bien qué sucedió hasta que observé alrededor y comprendí que ya había vuelto a casa de Maga.
   ¿Y tú quién eres? — solicité curioso. Estaba agotado y al parecer, al momento de transportarme, llegué a mi habitación pero al suelo, para ser más específicos. Y ahora, algo muy pequeño estaba recostado sobre mi pecho.
Vaya, ¿qué sucede el día de hoy? ¿Es acaso el día de encontrarme con niños humanos o qué?
   Buapo — balbuceó divertida. Bueno, eso es evidente—. ¡BUAPO!
La puerta se abrió:
   ¡Santo Dios! ¡Joven Rye, discúlpeme! — exclamó Maga tomando a la niña en brazos—. ¡Mi hija llegó y esta pequeña que ya aprendió a caminar no deja de meterse en donde pueda!
   ¡BUAPO!
   No pasa nada. Me cae bastante simpática: es muy sincera —comenté y Maga le dio un sonoro beso en la mejilla—. Te estoy viendo muy contenta con esta faceta de abuela.
   Es la cosita más preciosa que me han podido regalar. ¿Ha visto lo grande de sus pestañas?
Asentí. Maga me preguntó si quería el desayuno en la habitación y acepté. Solo quería descansar.
Salió con la niña en brazos, colmándola de mimos.
Qué extraño: recuerdo a esa mujer, Helena, y me siento defraudado. A veces parece que El Todo hace las cosas al azar. Maga debía ser mëdium, ella, que hablaba con demonios, los alimentaba y encima los albergaba en casa.
El mundo es tan extraño.
En fin. Tal vez lo mejor era dejar todas las reflexiones para después: Aniel podría llamarme en cualquier momento, y tenía que estar con mis habilidades al máximo si queríamos que ese martirio de inducción funcionara de la manera adecuada.


¨°*°*°*°¨

NHYNA

Han sido semanas sin verlo. No sé en dónde está, no sé nada de su paradero. Seguí a Seir, esperando obtener alguna respuesta, pero no obtuve nada. La última vez que lo había visto había sido aquella noche, cuando su estúpida custodiada se atrevió a darme una bofetada. Después pasaron los días, entre Valak y Somak no pude ir a espiarlo como acostumbraba, y cuando decidí ir a buscarlo, no lo hallé: literalmente se había esfumado del mundo terrenal.
»— Volverá cuando termine los pendientes que tiene consigo—fue lo que le oí decir al pelirrojo que tenía por hermano, cuando la mocosa preguntó por él, igual de inquieta que yo.
Cielos, han pasado más de diez años y yo sigo atrapada en la ciudad de Lirau. Cuando Somak preguntaba el motivo de mi extraña permanencia (ya que odiaba establecerme en cualquier lugar por más de un par de meses), culpaba a Valak. Siempre repetía que él no quería mudarse por su asquerosa humana, y en un inicio fue así…hasta que un día comprendí con pavor, que yo tampoco quería cambiar de aires.
Quería quedarme aquí, el tiempo que él estuviera presente. Y lo que me daba más asco era comprender que el asunto empezaba a parecerse a la obsesión que el idiota de Valak tenía con la famosa Georgia Vidor. Acusaba a Valak de siempre estar persiguiéndola, de mantenerla siempre bajo su escrutinio, como una miserable alma en pena: observándola de lejos, sonriendo en silencio, conformándose con el humillante papel de espectador, y entonces el baldazo de agua helada me empapó: ¿en qué momento me transformé en algo similar? ¿En qué momento yo, una demonio con la especialidad de brindar amor, había terminado cayendo en los encantos de un ser que ni siquiera se percataba de todo lo que conseguía con su sola presencia? Aniel me parecía hermoso, la encarnación de esa belleza que tanto buscaba y que jamás había encontrado; pero ya no eran solo el color de sus ojos, o la forma de su boca. Ya no era solo el amago de sonrisa que ponía cada vez que sonaba burlón, ni su cabello flotando porque al condenado viento le encantaba acariciarlo. Ya no era solo eso…y eso me producía arcadas, porque yo, que siempre he enaltecido la visible, lo material, lo tangible, como la parte más importante de cualquier ser creado…
…ahora estaba siendo deslumbrada por cualidades que no se distinguían con una simple mirada.
»— Es normal tanto deslumbramiento, mi rubia muñeca — me había dicho Somak antes de que fuera designado como magistrado de la Anunciación de Viggo y terminara deshonrado frente a centenares de demonios—. No he tenido un mayor acercamiento a ese ángel, que el que tú me has permitido — inició juguetonamente—, y claramente se percibe diferente. No voy a negarte que es apuesto porque lo es, pero lo que resulta tan llamativo de ese sujeto es que su sola esencia está repleta de luz. Me pregunto…si será verdad que fue creado con un suspiro de sol.
»— ¿Qué? — repetí desconcertada. Somak elevó las cejas, indiferente —. ¿Quién te ha dicho eso?
¿Un suspiro de sol? Si casi sonaba a poema…
»— Lo escuché por ahí, ya ni recuerdo bien en dónde.
¿Hay forma de escapar de un suspiro de sol? No, no lo creo. Te abrasa, te quema…te mata.
Estúpida mocosa.
La odio. Nunca he odiado a una humana más que a Georgia Vidor, pero parece que esta vez habían superado el récord. Tan caprichosa, tan demandante: se atrevió a abofetearme, solo porque se sentía amenazada. Ya la había visto besarlo en secreto cuando era más pequeña, era normal que el sentimiento se desarrollara, se intensificara…
»— Los niños crecen. Y cuando lo hacen, sus sentimientos mutan. Más si se trata de una niña — fue lo que Berith me dijo la primera vez que nos vimos—. Pero si me dejaras ver tu futuro…
»— Nhyna, Berith es demasiado conocido entre los nuestros por sus embustes. No caigas: no seas tan jodidamente ingenua, por favor.
Lo sé, claro que sé que no es más que un truco para caer en un contrato que quién sabe qué me pedirá a cambio. Pero es que la sensación de vacío, la frustración, empezaba a hacerse tan insoportable… Nunca me han rechazado, nunca he recibido un no por respuesta, y lo único que obtenía de Aniel eran sonrisas puras y charlas que nunca desembocarían en algo más.
Pero solicitarle ayuda a Berith sería como lanzarse a un mar de lava. Las probabilidades de salir airosa eran nulas… Pero si él estaba diciéndome la verdad, entonces tendría la respuesta para obtener lo que tanto deseaba.
A él…
   ¿Dónde está? — oí de pronto. Volteé y comprobé que Somak acababa de aparecerse aquí, en el cuarto de baño. Me miró fijamente y después se quitó las prendas, una a una, solo para…
   ¿Qué haces? — repliqué.
   ¿Qué no es obvio? Tomar un baño, mi preciosa y rubia muñeca.
   ¡Pero no conmigo, animal!
El agua rebalsó y cayó como cascadas por los bordes de la tina. Somak se recostó sobre el lado opuesto, frente a mí. Traté de empujarlo, exigiéndole que se largara, pero solo echó la cabeza hacia atrás y suspiró, angustiado.
¿Qué pasa? ¿Por qué está así de nuevo?
   No me tomes a mal pero…tal vez ya deberías olvidarlo — indiqué indiferente. Las velas aromáticas que había encendido tintinearon: por lo visto el comentario no le había caído tan bien que digamos—. Fue un error, sí, pero ya no se puede hacer nada.
Había oído que cuando un recién declarado errante lograba escapar, el magistrado de su Anunciación sentía tal repulsión por sí mismo y por su error, que lo único que anhelaba era encontrarlo para matarlo.
   ¿Dónde está? — ladró de nuevo, ignorando mi consejo: supuse que hablaba de Valak. Somak era atractivo, casi tanto como Aniel, pero tenía un carácter de mierda—. Habla, muñeca.
   No sé, supongo que ha de estar con el mocoso humano y su madre. Ya sabes cómo…
   ¡¿Acaso no me oíste cuando te dije que debíamos evitar que lo hiciera tan seguido?!
   ¡No me alces la voz, imbécil! — repliqué harta—. ¡No soy su jodida nana! ¡Si Valak no entiende con palabras yo no puedo hacer nada! ¿Qué quieres? ¿Qué lo encadene para impedir que se largue a la casa de la inmunda humana?
   ¡Así por lo menos serías de mayor utilidad!
   ¡Vete a la mierda, imbécil! — Salí de la tina, con todo mi baño relajante completamente arruinado, y le arrojé un par de velas al agua, para arruinárselo también.
   ¡Carajo, Nhyna…!
   ¡Estoy harta de que entren a mi morada y me traten como basura! ¡He soportado por décadas los constantes lamentos de Valak, ¿y sabes qué?! ¡Ya estoy harta! ¡Si quiere largarse con la humana a Nueva Ihara o a dónde sea que se la lleve su esposo, yo no lo seguiré! ¡Puede irse a donde se le plazca y condenar su maldita existencia a una puta humana que no lo merece y nunca lo merecerá!
Berith entrando a casa y tratándome como una estúpida, ahora Somak, ¡qué se  creían!
   Muñeca, escucha…
   ¡Escucha y una mierda! — repuse y me puse la bata, malhumorada, para salir rumbo a la sala.
Somak elevó una ceja y salió, desnudo. Soltó una carcajada cuando rodé los ojos, reconociendo ya su jodido acto presuntuoso: le gustaba que lo observaran con su forma humana. Sabía que era atractivo y se regodeaba por ello; una actitud que conseguía hacerlo aún más irresistible.
Moriría si Aniel tuviese la mitad de arrogancia que este bastardo. Sería el ser más perfecto creado por el Todo: bello y a la vez consciente de su belleza.
   Ya sabes que a veces te quedas mirando la nada, ¿verdad, preciosa? — oí de pronto. Somak corrió las puertas del armario y sacó una botella de licor—. Cuando uno se abstrae es porque prefiere estar en cualquier otro lugar menos en el que está presente.
   Mira tú, no has podido explicarlo mejor — respondí arisca.
Abrió la botella y se la bebió hasta la mitad. Se acercó y me la ofreció, en símbolo de reconciliación.
   Sé que estás algo inquieta por no saber el paradero de tu cándido Adonis, rubia — añadió divertido cuando se sentó en el sofá de en frente. Iba a dejarlo hablando solo cuando escuché que suspiró—. Lo que pasa es que la situación de Valak me está desquiciando un poco.
Ahí está. Otra vez el tono angustiado.
   Somak, dime la verdad — exigí. Elevó la mirada y me escuchó atentamente—. ¿Qué fue lo que te dijo Viggo el día de su Anunciación?
No ha querido decírmelo, pero estoy más que segura que el mugroso errante le dijo algo antes de escapar. Algo que había conseguido desconcentrarlo para la perfecta huida. Algo que lo tenía inquieto y que no había querido compartir con nadie.
Sin embargo se mantuvo relajado, sin mover los labios más que para beber más.
Recordé la mirada que lanzó a la tribuna segundos después de oírlo: había algo que no me estaba gustando en ese pasaje.
   Somak, si lo que te dijo Viggo tiene que ver con Valak, tengo derecho a saberlo — insistí—. ¡He vivido con él por vidas! Tal vez no tantas como tú en su momento, pero…
Lo observé fijamente. El gesto se le puso muy serio.
Me asusté.
   Nhyna, ese día, antes de llegar a la jodida Anunciación…— inició en tono bajo. Me incliné, para escucharlo mejor—…impedí que el idiota de Valak matara al esposo de la humana.
¿Qué…?
Traté de no verme muy afectada, pero la respiración se me había acelerado.
Sentí un hueco horrendo ampliándose en mi pecho.
   Él no lo haría… No es tan estúpido como para…
   No lo hizo a conciencia — añadió. Me dijo que había lanzado al humano contra un armario y que si no llegaba para atraparlo, hubiera muerto desnucado—. Nhyna, Valak está empezando a perder el control con todo este asunto…
   Somak, lo que sea que te dijo Viggo en el instante en el que consiguió escapar, ¿tiene que ver con Valak? — Me miró fijamente pero no pronunció palabra alguna—. ¡Maldita sea, no leo mentes, imbéc…!
   No puede decirlo, preciosa — oí por detrás. Giré violentamente y me encontré a Berith con su acostumbrado cigarrillo en mano.
Somak se puso de pie, pasando por alto su desnudez.
   Cuando uno de los míos lanza una predicción, el oyente no puede decirlo en voz alta…porque corre con el riesgo de acelerar lo visto.
Entonces…¿entonces era eso?
¿Viggo había compartido con Somak algún suceso del futuro?
   ¿Vas a insistir con lo mismo?
   Mi estimado señor Comandante — inició Berith zalameramente—. Te comenté desde un inicio sobre la oferta que traía para ti de parte de mis superiores. La analizaste y al parecer…
   No me interesa, ya te lo dije — concluyó.
¿Oferta? ¿Pero qué…?
   Lo sé, parece que nuestros planes no te resultan tan interesantes como pensábamos, pero escucha, realmente apreciaríamos tenerte con nosotros: tu naturaleza guerrera te hace indispensable en nuestra causa, así que permite que mejore la propuesta.
Observé a Somak, buscando algún gesto que pudiera brindarme mayores explicaciones; pero su mirada permanecía sobre Berith, tan tranquilo como solía verse siempre.
   Si aceptas la oferta que te he propuesto, voy a incluir en los beneficios la respuesta que tanto buscas. Viggo era uno de los peores miembros de nuestra especialidad, pero él mismo te lo dijo, ¿no es así? Que la predicción que estaba compartiendo contigo era incierta: no estaba seguro de si era verdad o era mentira.
Algo se quebró: el cuello de la botella que sostenía Somak se había rajado por la fuerza con la que la sostenía.
   Yo puedo despejar la duda, quitarle lo ambiguo a la premisa. Y evidentemente con eso, podrías evitar que sucediera lo que sea que te haya dicho.
   ¡Oigan, ustedes do…!
   Estoy más que seguro que a nuestra preciosa muñeca también le encantaría que aceptaras la oferta.
Fruncí el ceño, sin comprender nada.
Somak, al lado, partió el cuello de la botella, arrojó a un lado los restos y continuó bebiendo en silencio.
Vi la sangre deslizarse por sus labios ante el pico improvisado, mezclándose con el alcohol.
¿Por qué empiezo a sentir que nunca debí dejar entrar a Berith en nuestras vidas?


¨°*°*°*°¨

ALBANIA

   Una vez más — me ordenó Nanael con esa voz de abuelito renegón—. Aún puedo sentirte en la habitación.
Suspiré, agotada, porque ya era la quinta vez que lo intentaba en la mañana, y no funcionaba.
   ¡Vamos, niña! ¡No le estás poniendo empeño!
   ¡No me grites! — repuse harta.
   ¡Voy a gritarte todo lo que quiera hasta que el salmo de camuflaje haya sido perfeccionado! — rebatió de malgenio.
No aguanté más. Me puse de pie, enfadadísima, ¡porque odiaba estas clases cuando él estaba así de insoportable! Por la tarde tenía el ensayo para el baile y en la noche tendría que soportar la horrible presencia de Gisell y Corín por la cena familiar en casa del abuelo.
¡Todo este día estaba resultando un fiasco!
¿Quería un salmo de camuflaje? ¡Bueno, se lo iba a dar!
   ¡Vamos, otra ve…!
   ¡Nec mátia, nec sensus! — lancé...
¡Fuuum!
…y la habitación se oscureció. Los ojos de Nanael se entrecerraron antes de que los perdiera de vista.
¡Listo! A ver si así me deja en paz unos cuantos minutos.
Dios, estoy cansada de estas clases, de asistir a los horribles ensayos del Baile de las Luciérnagas que ya estaba tan cerca de llevarse a cabo. Y estoy aún más cansada de no poder dormir como corresponde, por estar dándole vueltas al mismo asunto.
Ya pasaron casi dos meses y medio desde lo que sucedió en la bodega del Teller entre Aniel y yo, y aún no habíamos intercambiado ningún tipo de palabra sobre ello. Es más, no he conseguido verlo a solas ni una sola vez.
Volví de Ampelio y creí encontrarlo en mi habitación, esperando mi regreso como siempre, pero esta vez hallé también a los enmascarados que decían llamarse Abdals vigilando todo a mi alrededor. Pregunté desconcertada por qué estaban aquí, y la respuesta que obtuve de parte de Nanael fue que la fecha de mi cumpleaños se acercaba, y que era importante que me mantuviera resguardada. Busqué más explicaciones pero nunca obtuve nada más que simples monosílabos. Y sumado a todo esto, Aniel no hacía más que charlar con la joven que solía transformarse en mariposa, Caila si estaba en lo correcto, y evadirme la mirada.
Para cuando ella se fue, él y Nanael empezaron a rellenar mi habitación de salmos y gozos que reconocí como de protección. Los Abdals se retiraron después de elaborar sellos extraños que terminaban haciéndose invisibles al adherirse a las paredes.
»— Aniel… — lo llamé cuando quedamos solo los tres. Nanael me lanzó una mirada de reproche, como exigiendo que no lo desconcentrara, pero yo ya no podía seguir prolongando esto —. Aniel…
 »— Reserva burgosje et la maison…
»— Aniel… — insistí casi persiguiéndolo. Él iba de un lado a otro, pronunciando gozos que se desprendían de sus dedos e iban adquiriendo sellos en el aire—. ¡Aniel!
»—…resguarde pura…
 »— ¡Te estoy hablando! — grité y Nanael me reprendió disgustadísimo.
Los ojos miel descansaron sobre las cortinas de mi habitación, y después se enfocaron en los míos.
»— Te juro que vamos a hablar…pero debes aguardar un poco — me pidió cortésmente. No me pude contener y atrapé sus dedos entre los míos.
Mi corazón palpitó violentamente cuando su mano comprimió la mía, como pidiéndome que confiara en él.
Pero el momento se rompió, porque Nanael se puso entre ambos y nos miró seriamente.
»— ¿Qué está pasando aquí? — exigió con brusquedad, y retiró a Aniel de un empujón.
Nuestras manos se soltaron. El gesto de disgusto en su rostro se acentuó:
»— Ustedes dos van a empezar a explicarme qué está sucediendo aquí si no quieren que…
Iba a responderle que no le incumbía, pero la puerta se abrió y Nunita ingresó, emocionadísima.
»— Mi niña, ¡acaban de llegar los vestidos! Deje lo que sea que esté haciendo y vamos a probárselos de una vez.
Ambos desaparecieron, justo cuando la modista subió a mi habitación con los modelos que la tía Morgana le había pedido que me confeccionara. Por la noche Nanael reapareció, pero solo, y lo único que atinó a decirme fue que “Aniel había sido invocado por sus superiores, así que iba a quedarse un tiempo con ellos. Que tenía asuntos pendientes que yo no comprendería, así que sería en vano explicármelos”.
»— ¿De qué necesitan hablar ustedes dos? — exigió severo. Tragué despacio y lo único que atiné a inventarme fue que Aniel había estado enseñándome algunos salmos y que necesitaba hablar con él sobre ellos.
No me creyó absolutamente nada, pero no insistió. Y desde aquella vez empezó a mostrarse aún más reacio de lo que era conmigo.
Me pasé los días en Izhi, caminando entre los árboles mientras trataba de comprender cómo era que todo parecía haberse complicado demasiado. Yo…yo estaba segura de lo que sentía por Aniel, pero no tenía ni la más remota idea de lo que pasaba por su mente. Recuerdo que aquella vez en el Teller, le reproché el no haberme besado nuevamente después de lo ocurrido con el vaisiux, y lo que recibí a cambio fueron sus labios. ¿Qué significaba eso? ¿Era una negación a lo que yo había pensado: que no quería besarme otra vez? ¿O simplemente fue un impulso, una forma de aplacar el horrible sentimiento de rechazo que había mantenido guardado dentro de mí? Los días pasaban, Nanael empezó a ponerse demasiado estricto con las clases de salmos, y los ensayos para el baile se intensificaron. Las clases de la señorita Bona se estaban poniendo tan difíciles, y yo no dejaba de preguntarme qué cosa era tan importante como para que los días pasaran y Aniel no reapareciera. Para colmo de males el señor Traugott seguía viniendo a casa, acompañado de Darío, y yo no hacía más que responderle de la manera más fría posible, porque nunca iba a olvidar lo altamente ofendida que me sentí con sus acusaciones e insinuaciones.
Lo único bueno de todo esto, era que Joan había decidido quedarse un par de semanas más en Ampelio. Hace dos noches recibí una carta suya, en la que me hablaba muy emocionado de todo lo que Cloe le estaba enseñando sobre la producción de vinos. Mi abuelo también ya había notado cierto interés de parte de mi hermano por la nieta del señor Pietro Duman, y se lo había comentado sutilmente al tío Dav...
   ¡Ah!
Solté un grito, espantada, cuando algo semejante a una cuchilla partió en dos mi escondite. La oscuridad se disipó.
Nanael permanecía de pie, frente a mí, y con el brazo con el que había destruido mi salmo de camuflaje elevado a centímetros de su rostro.
   Ese no era el salmo que estábamos practicando.
   ¿Querías uno de camuflaje, no es así? Bueno, te di lo que tanto pedías — respondí con firmeza.
   Fue Aniel, ¿no es verdad? El que te enseñó el Nec mátia, nec sensus.
   ¿Y qué si fue él? Ya te dije que también ha estado dándome clases.
   No me tomes por estúpido, niña — me recriminó. Las cosas cada vez se ponían más tensas entre nosotros, y parecía que el motivo era que Nanael sospechaba que algo había sucedido entre Aniel y yo.
Cosa que era real pero que él desconocía por el momento.
Tocaron la puerta y Nunita ingresó, diciendo que ya darían las dos de la tarde, y que debía empezar a prepararme para que llegáramos puntuales al King’s Rose.
 Era el salón en el que se llevaría a cabo el baile; y juro que en cuanto se acabe todo este asunto no volveré a poner un pie en aquel lugar. Estoy aburrida de verlo.
   ¿Cuándo volverá? — me atreví a preguntarle antes de que saliera por el balcón.
Nanael volteó a mirarme, circunspecto:
   Ya te lo dije: cuando termine los pendientes que tiene consigo.
Y desapareció: tal y como había sucedido las últimas semanas.
Nanael y yo no podíamos permanecer demasiado tiempo juntos. Parecía que a él le incomodaba demasiado mi presencia, y por mi parte, el sentimiento era mutuo.
   ¿Por qué esa cara, mi niña? — me preguntó Nunita ya en el coche—. Parece como si acudir a cada ensayo fuera un dolor de cabeza para usted.
No le respondí más que con una sonrisa que traté de hacer genuina. No le encontraba todo lo encantador que ella sí al Baile de las Luciérnagas, y al estar tan cerca la fecha, cada ensayo parecía acentuar mi antipatía por ese día.
Había oído al señor Traugott comentarle al abuelo que Darío intentaría obtener mi último baile ese día. Tuve que fingir no escuchar nada porque antes de que le respondiera con un “prefiero que me rompan las piernas a bailar con su hijo”, Nunita ya me había dado una leve palmadita en el brazo, casi diciendo “es fastidioso, pero es mejor guardar silencio”.
Nunca creí que las palabras de la tía Morgana fueran tan exactas. Podían pintar el Baile de las Luciérnagas todo lo hermoso y mágico que quisieran, pero habían puntos que no me convencían del todo. Yo, en particular, no tenía ninguna intención de entregarle mi último baile a nadie, pero no me parecía justo que las chicas tuviésemos que esperar a ser invitadas. Pensé en Loi y sus deseos por acercarse a Luca Liberia, y en una oportunidad me atreví a preguntarle a la guía principal si nosotras podíamos invitar al chico que deseáramos en caso este fuera muy tímido.
Lo único que recibí fue un gesto escandalizado de parte de ella, y las risitas de Corín y Anastasia que murmuraron “ofrecida”.
¿Por qué? ¿Por qué no era tolerable que una tomara la iniciativa?
»— Usted es la que elige, mi niña, así que no veo cuál es el problema — trató de explicarme Nunita.
»—¡El problema es que si espero que me inviten, siento como si solo fuera una pieza que debe esperar ser tomada! Tal y como repetía la tía Morgana.
»— Ay, mi niña, ya le he repetido miles de veces que la señora Morgana a veces es un…tanto peculiar con sus ideas.
El baile sería en dos semanas, exactamente un día después de mi cumpleaños. Por ese mismo motivo había decidido que este año no lo celebraría más que con el abuelo y los miembros de la casa. No me sentía con ánimos para eventos sociales, y además de eso, ya estaba cansada de competir contra el Zahir. Ahora que cumpliera 16 años, las fiestas ya no podía hacerlas de mañana o tarde, ya que serían extremadamente aburridas. Y por la noche del 05 de octubre, ya habían suficientes reuniones a propósito de esa festividad como para sumar una más a la lista.
   ¡Loi! — exclamé cuando ingresamos. Aún era temprano por lo que las guías y organizadoras estaban dándonos tiempo para saludos y charlas—. Lo único bueno de esto es que por lo menos te veo. ¿Mmm? ¿Por qué traes esa carita?
   Anastasia es increíble — me comentó agotada. Le pregunté que a qué se refería y suspiró—: Escúchalo por ti misma.
Me acerqué discretamente al grupo de chicas que rodeaban a Anastasia. Ella permanecía al medio, con toda la actitud de alguien que evidentemente está siendo el principal objeto de atención.
¿Estaría alardeando nuevamente sobre el hijo de los Quim…?
   Obviamente yo puse un alto a todo el asunto. La noche era mágica y él se veía tan apuesto… Pero no podía continuar con el flirteo sin la autorización de mis padres, porque no es algo que una chica bien portada haga.
¿Qué…? ¿Y ahora de qué…?
   Sin embargo prometió mantenerse en contacto conmigo. Ayer recibí una carta suya, es por eso que recién me atrevo a comentar todo esto.
No sé si mi gesto de desconcierto fue demasiado evidente o qué, porque Corín volteó a verme y lanzó una carcajada:
   Ya llegaste, “Alby” — me saludó usando en tono irónico el nombre con el que Alexia me llamaba—. Al parecer a alguien no le sentó demasiado bien el no haber sido el centro de atención en el coctel de la señora Aldabella.
Ni bien escuche “coctel”, recordé bruscamente lo que más estaba tratando de evitar: la bodega del Teller, la copa de champám, la fresa sumergida. Los ojos miel y su boca sobre la…

»— Te juro que vamos a hablar…pero debes aguardar un poco.

   Vas a tener que disculparme, Corín, pero no he comprendido del todo el tema de conversación — me apresuré a responder antes de darle oportunidad alguna a mi mente de dispararme con imágenes que por ahora no quería recordar.
   Te preguntaba qué se sentía el no haber sido el objeto de atención por primera vez en tu vida — declaró altiva. Seguí sin comprender—.  Anastasia llegó hoy con la fabulosa noticia de que uno de los nietos de la señora Forgeso le había enviado una misiva. Sorprendente, ¿no es así?
¿Ah sí…?
   Sí, pero no lo comenten tan a la ligera que es un secreto entre ambos — recalcó Anastasia en tono cómplice, y empezó con la narración para “supuestamente” ponerme al día.
Ahora resultaba que la abuela Forgeso (Gremory), era íntima de un pariente lejano suyo, y que por ese motivo ella tenía altas probabilidades de volver a ver a alguno de sus “famosos” nietos. Soltó una risita presuntuosa, diciendo que incluso habían ido a tomar el té a su casa y uno de ellos parecía muy interesado en ella. Que todo había empezado cuando ambos salieron a tomar aire, ahí, en el Teller, y que en ese espacio de tiempo habían congeniado tanto que él le solicitó permiso para escribirle.
Esa era una mentira enorme; y Loi lo sabía porque yo le había contado parte de lo que había sucedido esa noche, el último día que estuvimos en Ampelio.
   Pero yo creí que estaban interesados en la señorita Marion — añadió Candela Diuca, pensativa—. Mi madre también. Todos vimos ese día que ambos no dejaban de charlar con ella.
Loi parpadeó, sin saber cómo continuar el comentario.
   ¿Acaso no me viste salir con uno de ellos? — insistió Anastasia con voz sabionda.
   ¿Y cuál de los dos es? — preguntó otra de las chicas, ansiosa.
Anastasia sonrió:
   Hablo del menor: Alen… Alen Forgeso — anunció, y no pude creer tal descaro.
¡Cómo se atreve a decir tantos disparates juntos!
Quise desmentirla, pero la verdad era que por un lado era una pérdida de tiempo: Alen Forgeso jamás se volvería a mostrar en público. No volverían a verlo…
Ni siquiera yo lo había vuelto a ver desde aquel día.
Y por el otro: haciéndolo solo conseguía darle a Anastasia lo que tanto buscaba, y eso era nada más y nada menos que atención.
Decidí dejarlo pasar, pero Loi no pudo contenerse y explotó, como nunca la había visto:
   ¡Eso no es cierto! — replicó con fuerza —. ¡Nada de lo que has dicho es verdad!
Anastasia volteó a verla como si la hubiera abofeteado.
   ¿Me estás llamando mentirosa, Marion Amira?
   ¡Sí, lo estoy haciendo, porque estás inventándote todo eso! — Todas las chicas se sorprendieron por el tono rudo, tan poco frecuente en Loi.
Anastasia frunció el ceño, irritada:
   Estás poniéndote así porque jurabas que tú fuiste el centro de atención de aquella vez, ¿no es así? — lanzó venenosamente —. El hecho de que hayas charlado un tanto con los nietos de la señora Forgeso, no te da derecho a llamarme mentirosa.
   ¡Puedo asegurar que no dices más que mentiras porque yo sé de alguien que conoce a la señora Forgeso, y esa persona puede refutar en cuestión de segundos todo lo que estás contándonos! ¡El joven Alen no puede haber hecho nada de lo que estás diciendo, porque él estaba interesado en Albania! ¡Estoy segura!
¡¿Qué?!
Me sonrojé violentamente. Corín elevó una ceja y volteó a mirarme, muy seria:
   ¿El abuelo sabe de esto?
   Niñas, ¡niñas! Vamos a empezar — oímos la voz de la guía principal, y aproveché el pánico para tomar a Loi por el brazo y llevármela a nuestros lugares en el salón, a punto de iniciar el ensayo.
   Mi Loi querida… ¡¿qué has hecho?! — murmuré mientras nos acomodábamos en uno de los extremos de la amplia pista de baile.
   ¡No la aguanto, Albania! ¡Tú estuviste con él, ustedes se besaron! ¡¿Cómo puede inventar semejante…?!
   ¡Shhhh! No lo digas así — pedí avergonzada. Giré de reojo y comprobé que Corín no dejaba de observarme, ceñuda.
¡Ay, no! Espero que no pregunte nada porque sino las cosas solo van a empeorar.
A la mitad del ensayo, la guía principal nos hizo practicar el encendido de las luces de bengala. Loi se trasladó al otro punto, practicando una vez más cómo acceder ante la solicitud de un baile, y en ese lapsus Corín apareció junto a mí.
   Lo que Marion ha dicho…
   Shh, Corín, estamos en pleno ensayo — la regañé brevemente, rogando que por amor a quién sea ya olvidara el asunto.
   No me cambies de tema. — Me ofrecí de voluntaria para practicar el movimiento en caso de que la respuesta fuera un “no” al pedido de baile, y me desplacé hasta el otro extremo. Corín hizo lo mismo y volvió a aparecer junto a mí—. ¿El día del baile planeas aceptarlo si es que acude?
Por un segundo la garganta se me secó. Imaginé a Aniel ingresando por las enormes puertas del salón, en traje y con una bengala en mano.
Dios, no tenía ni que pensarlo: si él me solicitara el último vals, yo hasta podría no bailar con nadie, solo aguardando la última pieza.
   ¡Respóndeme!
   La única persona con la que baile será el abuelo — aclaré tensa. Sentía las orejas arderme de la vergüenza. Volteé a ver a Loi que giraba con gracia ante la mirada repleta de odio de Anastasia.
Sonreí un tanto: las clases de baile en Lavehda habían provocado tantos cambios en ella. Mira que lanzarse a gritarle al odioso pastel de Navidad.
   ¡A ver, niñas! Vamos a ensayar una vez más, pero ahora con las bengalas encendidas. Lo último que queremos es que ese día alguna obtenga una quemadura…
   O en el peor de los casos termine incendiándose — comenté de mala gana y algunas chicas rieron junto a mí.
Volteé a ver el enorme reloj de pie del otro extremo de la sala: apenas eran las cuatro.
Faltaban tres horribles horas más de ensayo.
   ¡A ver, todas juntas! Oh, señor, lamento no poder aceptar esta pieza — exclamó la guía teatralmente—. ¡Vamos, niñas! ¡Todas juntas!
   Oh, señor… — oí en coro a todas.
Mátenme.

¨°*°*°*°¨

MARION

   ¡Bien hecho, señorita Amira!
   Gracias — respondí algo apenada después de encender la bengala con la de la señorita Paris, y me dijo que ya podía sentarme.
Corrí hacia el asiento junto a Albania. Me recibió con una enorme sonrisa y después resopló, aburrida.
Ya sabía que odiaba los ensayos a muerte. En una oportunidad incluso envió a Amber transformada en ella y se quedó en Izhi, practicando con el violín.
¡Ah, es verdad!
   Albania, olvidé mencionártelo — inicié algo nerviosa. Volteó a mirarme, curiosa—. El mismo día del Zahir y de tu cumpleaños se va a realizar el homenaje al Árbol Sagrado en el que reposa Khantati — expliqué emocionada. Me encantaba que me observara con esa atención cuando le contaba las cosas que me enseñaba Janna en Lavehda—. Y por costumbre, todos los jóvenes que se están instruyendo en el arte de la Danza deben rendirle homenaje.
   ¡No me digas…!
   Janna dice que ya estoy preparada para hacerlo. — Bueno, me lo había dicho hace mucho, pero había preferido mantenerlo en secreto hasta que realmente estuviera segura de presentarme —. Así que no sé si ese día quisieras venir conmigo a…
   ¡Mi Loi querida! ¡Vas a presentarte en público! ¡Claro que estaré ahí! ¡Amber va a morirse de la emoción cuando lo sepa!
   Ya lo sabe. Como siempre me acompaña a los ensayos, Janna la invitó personalmente.
Recuerdo que cuando la oyó, soltó un grito fortísimo y empezó a preguntar cosas sobre la indumentaria, los accesorios, y demás cosas que pudiera necesitar para la presentación. Janna le dijo que no tenía que preocuparse por eso, pero Amber insistió en ser por lo menos la encargada de arreglar mi cabello.
Acepté la propuesta más que contenta: ¡ella había sido parte de todo esto! Gracias a ella y a Albania yo había conseguido llevar las clases por más de tres años y sin haber sido descubierta. Era lo menos que podía hacer para complacerla.
   Esto significa que va a ser el primer Zahir que pasaremos fuera de casa — me comentó Albania con complicidad.
Bueno, si lo veía de ese modo, sí.
Aunque por lo que Janna me ha comentado, el Zahir se celebra de manera diferente en el centro de la ciudad y en Lavehda, esto debido a que ambos acontecimientos formaban parte de diferentes culturas. En el primero las celebraciones duraban tres días, y eran en honor a los ángeles caídos que San Zahir trataba de atrapar después de que estos escaparan de su custodia. En Lavehda, por otro lado, se celebraba el día del Árbol Sagrado de Khantati. Se preparaban platillos de Nueva Ihara, nadie podía comer carne y se realizaban rituales de compromiso para aquellos que planeaban casarse en fechas cercanas.
   ¡Este es el mejor regalo de cumpleaños que he podido recibir para este año! — me comentó contentísima en medio del fuerte abrazo que me dio. Me preguntó si usaría alguno de esos vestidos vaporosos que usaban en Lavehda, y cuando estaba por decirle que sí…
   ¿“Ofreciendo” abrazos?  Te veo muy acomedida, Albania. ¿El día del baile también estarás así de “ofrecida”?
…Corín apareció, con el usual gesto de burla que traía cuando se dirigía a Albania.
   ¿Te puedo ayudar en algo en particular, Corín? — resopló, aburrida.
   No.
   Ah, qué bueno.
   Pero la que sí puede ayudarnos es la señorita Amira — añadió Anastasia. Elevé la mirada, sin comprender—. Dijiste que conoces a alguien capaz de refutar todo lo que yo había dicho sobre Alen Forgeso, ¿no es así?
Oh-oh.
   Pues bien, si no quieres que creamos que no eres más que una mentirosa; espero que puedas decirnos de quién se trata. O mejor aún…
Albania me miró, tragó despacio ante la sonrisa de Anastasia.
   …tal vez pedirle al mismo joven Forgeso que acuda al baile. Claro, si es que realmente tienes contacto con ellos, y si es que él está “tan interesado” en la señorita Formerio, como mencionaste. Si es verdad, claro está.
Genial. Yo y mi gran boca.
Albania suspiró: vaya buen lío en el que acabo de meternos.


¨°*°*°*°¨

ANIEL

   ¿Los filamentos te incomodan?
   No — respondí, pero sinceramente era como tener miles de agujas incrustadas en la frente y varias partes del cuerpo.
   ¿Y ahora? — me preguntó Caila.
Dolían mucho más, pero daba igual. Podía estar en la misma posición por días si era necesario.
La comunidad de Enolas que se acercaba me tenía intranquilo; el mismo Nanael se había visto algo inquieto. Si la única forma de conseguir contactar con ellos era tenerme a mí como intermediario, permanecería sentado aquí todo el tiempo que los Phaxsi y Abdals desearan.
   Si deseas, podríamos detenernos por un intervalo de tiempo — ofreció Rumilat. Elevé las alas de mi forma original, esperando que desde donde estuviera comprendiera que me sentía con ánimos de continuar.
Cerré los ojos y me enfoqué en los pulcros muros, de blanco resplandeciente. No sé exactamente cuánto tiempo llevo aquí. He tratado de pensar en ella lo mínimo, porque gracias a los filamentos que tenía conectados en todo el cuerpo, los Phaxsi me habían informado que en determinados momentos los canales de comunicación que conseguían vislumbrar, usándome como mediador, perdían consistencia.
Pensar en ella me alteraba por completo, y en este momento lo último que necesitaba era desconcentrarme.
La vez que el vaisiux la secuestró, me juré que nunca más dejaría que pasara algo similar. La noticia de que más de un ser estuviera en pos de ella, no era alentadora, y menos teniendo tan poca información sobre ellos.
   ¡Ahí! ¡Estamos consiguiendo establecer una conexión! — bramaron. Los filamentos me atravesaron sutilmente pero evité quejarme—. Aniel, ¡Aniel, ¿crees poder segu…?!
   ¡Solo háganlo! — respondí inmediatamente. Los muros de cristal temblaron un tanto; Caila, al frente, adoptó su forma humana para acercarse a mí.
   ¡Por todas las creaciones, estás sangrando! — murmuró preocupada. Le dije que no importaba —. Es que es imposible que sangres en este espacio, Aniel. La Estancia Alba es un espacio que neutraliza cualquier reacción relacionada al Mundo Terrenal. Y el sangrado es algo que solo sucede en allá.
   Olvídalo.
   Tendré que hablar de esto con Nanael. Es como si tu cuerpo estuviera pareciéndose al de los human…
   ¡LO TENEMOS! — bramó Rumilat—. ANIEL, ¡NO PERMITAS QUE SE PIERDA LA CONEXIÓN!
Un sonido extremadamente agudo me atravesó y repentinamente distinguí un hilo azul a lo lejos. Sentí que me acercaba a él pero parecía tan escurridiz…
   ¡Él es! ¡Prometido es él! ¡Prometido es él!
¿Qué…?
   Hablar con todos posible no es. Hablar con todos negarse tendremos.
   ¿Aniel? — oí lejanamente. Abrí los ojos y comprendí que parecía haberme aislado del espacio.
Ya no estaba en la Estancia Alba: ahora parecía estar en flotando en algo que parecía ser el cielo nocturno humano, repleto de estrellas. Traté de mover los miembros, pero comprendí que no tenía materia.
Era como si fuera un ente abstracto, como si me hubiera convertido en un pensamiento.
   Prometido, hablar con todos negarse tenemos. Confiar en hijos ángeles no hacemos. Si hablar quieres con nosotros, cerrar oídos ajenos.
   ¿Ustedes…son los llamados enola? — me atreví a preguntar y el espacio vibró—. ¿Eso es un sí?
   Hablar no hasta que cerrar oídos ajenos. En hijos ángeles confiar no hacemos.
   Pero…yo también soy un hijo ángel — rebatí con cautela. No podía darme el lujo de perderlos después de tanto tiempo buscando comunicarme con ellos.
   Diferente ser tú, porque prometido ser. Prometido ser, noble señora de la. Hijo ángel no importa, amado eres por la noble señora. Cerrar oídos ajenos, confía, prometido, nosotros hemos.
   Desconecten los filamentos — pedí, esperando que me oyeran porque no comprendía exactamente en dónde me hallaba. Era un espacio que mi mecanismo de respuesta no reconocía—. Son ellos, pero me dicen que no hablarán a menos que sea una charla privada.
   Aniel, ¿estás seguro? — oí lejanamente: era Caila—. No sabemos cómo son y…
   Háganlo, no sucederá nada.
La sensación de agujas punzantes desapareció una a una. Supuse que estaban desconectando cada filamento.
   ¿Dolía, prometido? — oí —. Lejos te vimos…silencio soportando. No quejar, no basta decir. Comunicarte buscabas, sin importar dolor.
Comprobé que ya podía verme: elevé los miembros y me encontré con mis alas. Estaba en mi forma original.
Entonces sentí como si deslizaran seda sobre mis plumas. Elevé la mirada y me encontré con figuras ondulantes que iban y venían suavemente. Pasaron junto a mí, rozándome: ¿prometido, no duele ya? ¿No duele ya?, era todo lo que oía.
   Mi nombre es Aniel y…
   Quién eres sabemos, hijo más amado. El Todo pensó en ti desde un inicio, desde un inicio en ti pensó. Tu moldeamiento vimos, el afecto que puso reconocimos. Aniel eres pero también no serás. Ángel eres, pero prometido más.
   Disculpen que haya insistido tanto, tratando de comunicarme — expliqué, dispuesto a obtener toda la información necesaria—. A lo mejor suene descortés de mi parte iniciar así, pero he oído que están planeando… “visitar” a la…Madre e Hija.
Me costó trabajo decirlo así: para mí era Albania, solo Albania.
   Viajado por vidas estado hemos. Paseando, paseando, sin encontrar noble señora. Llegaremos pronto, su presencia sentido hemos.
   Disculpen mi atrevimiento, pero podría preguntar…¿qué están buscando con esa visita?
   Conocer la noble señora. Por años querido hemos. Su esencia fuerte percibimos; respeto presentarle queremos.
Bueno, por lo visto solo querían verla en persona.
“No seas tan ingenuo, Aniel”, imaginé a Nanael.
   Daño jamás haremos, preguntar si quieres eso. Señora noble irse pronto, lugar otro a. Viajar difícil nosotros para.
   ¿A otro lugar? — pregunté desconcertado—. ¿Acaso ustedes pueden ver…sucesos futuros o…?
   Sentir deseos, lejanías y cercanías.
   ¡ANIEL! ¡ANIEL!
Sentí nuevamente las punzadas: ¡estaban conectándome de nuevo!
   Cerrar oídos ajenos, ángeles no queremos.
   ¡Esperen! ¿Por qué desean verla?
   Felices también sido hemos. Hijo amado, con afecto moldeado, y como prometido marcado, te visto hemos. Al purificador conocido, felices sido hemos.
   ¡ANIEL! — El hilo azul se quebró: las paredes tintinearon.
   ¡ESPEREN! ¡NO CONECTEN LOS FILAMENTOS! — bramé, ¡necesitaba más respuestas!
Pero el cielo estrellado desapareció…
…y los muros blancos de la Estancia Alba me recibieron.
¡BROM!
¡Ah!
Sentí un dolor terrible en la espalda: parecía como si hubiese impactado contra el suelo después de una brusca caída.
   ¡Aniel! — oí a Caila.
   ¡Les pedí que desconectaran los filamentos! — repuse enfadado—. ¡No he conseguido na…!
   ¡Entraste en una especie de trance! — exclamó y entonces comprobé que estaba rodeado por la comitiva de los Phaxsi que me observaban casi pasmados —. Y empezaste a desangrarte a una velocidad vertiginosa.
Bajé la mirada y comprobé que había adquirido mi forma humana y estaba, literalmente, sobre un enorme charco de sangre.
   ¿Qué…?
¿Por qué?
   ¿Desde cuándo? — demandaron. Elevé la mirada y me encontré con los ojos de Rumilat.
No entendí.
   ¿Desde cuándo empezaste a usar parte de tu atributo trascendental? — inquirió, y recordé la vez del vaisiux.
Había sido instintivo, ni siquiera lo había planeado.
   Llévenlo a los prados de Drol Qinaya. Necesitamos que se recupere.
   Aún puedo continuar — respondí ofendido.
   Aniel, me sorprende que con tu categoría no sepas a qué te estás exponiendo — me dijo Caila aturdida—. Eres poderoso, pero de seguir usando parte del atributo que ningún inmortal toca podrías terminar pereciendo.
   Solo lo usé un par de veces — reconocí desconcertado. Ya sabía las consecuencias, pero habían sido muy pocas: tres a lo máximo.
No había usado demasiado...
…¿por qué estaba sucediendo esto?


¨°*°*°*°¨

ALBANIA

Me desperté bruscamente en medio de la penumbra. La había oído reír, a la voz horrible, y me había asustado terriblemente.
Tomé la jarra de agua que reposaba sobre mi mesa de noche y me serví un poco. Me bebí de un trago el contenido y comprobé lo de siempre:
Mi habitación se veía muy sola desde que no lo encontraba vigilando mi sueño.
Me incorporé y caminé hasta el balcón. Afuera la luna se veía triste, a medio crecer. Algunos sonidos del exterior eran lo único que rellenaba todo alrededor.
»— Te juro que vamos a hablar…pero debes aguardar un poco.
Los ojos me ardieron y se me escapó el sollozo que tanto odiaba soltar. Extraño muchísimo a Aniel, y lo peor es que aún no estoy segura de qué obtendré cuando vuelva a verlo, porque lo que sucedió en la bodega del Teller aún no había sido aclarado entre ambos.
Ojalá vuelva pronto… la oí a ella, otra vez, y después soltó una carcajada—. Tengo hambre hace mucho.
¡Cállate!
Odiaba cuando decía esa clase de cosas.
¿A quién podríamos comernos primero? Tal vez a todos esos vanidosos seres llamados Abdals…
¡Cállate! No haces más que decir tonterías.
¿Recuerdas la vez que probamos su sangre? ¿Cuando lo mordimos?
¡Cállate!
Qué delicia…
Diseñé el salmo silenciador que me había enseñado Aniel hace mucho y lo activé. La escuché reír pero poco a poco las carcajadas cesaron.
A veces siento pena por ella, pero cuando se pone así de odiosa comprendo por qué nos ven con tanto temor.
Descorrí las cortinas y abrí las ventanas de mi balcón. Izhi se veía tan silencioso.
   ¿En dónde estás, Aniel…?
   Aquí — susurraron detrás de mí y el cuerpo se me escarapeló. Giré violentamente y me lo encontré con una sonrisa, parado en medio de mi habitación.
Corrí a abrazarlo, llena de alegría, pero antes de que me lanzara sobre él, como planeaba hacer, reconocí la sonrisa, el aroma…
   ¡Pasmo tranto! — invoqué firmemente y retrocedí un paso.
La barrera de doble protección me cubrió de pies a cabeza.
   ¿Bonita? — me preguntó con la hermosa voz.
   ¡¿Quién eres?! — exigí enfadada. Los ojos miel se torcieron con desconcierto—. ¡No imites sus gestos porque sé perfectamente que no eres él!
No era Aniel, no era mi Aniel.
   “Pasmo tranto” — repitió y la sonrisa se le hizo burlona, los ojos se llenaron de malicia. No había forma, no era él—. Parece que sabes algunos gozos de protección. Pensé que solo te enseñaban salmos.
   ¡¿Quién eres?! — exigí nuevamente.
Nanael era un completo fastidio pero había algo que no podía negarle: me había preparado para esto, por años; siempre repitiendo que podía defenderme sola si aprendía a hacerlo. Aniel también lo hacía, pero la excesiva severidad de Nanael me había convertido en una maniática al momento de aprender los salmos que me enseñaba. Era solo para demostrarle que podía hacerlo, pero en este momento estaba sirviéndome muchísimo.
   Advierto que no le tengo miedo, sea quien sea. Nunca me ha gustado que invadan mi espacio personal, y usted lo está haciendo al aparecer sin haberse anunciado.
   Eres tan brava, pequeña. Con ese porte de reina demandante… Era obvio, está en tus genes — añadió como para sí mismo —. Debo apresurarme o en cualquier momento vendrá el pelirrojo a echarme. Mi martirio de anulación no durará mucho.
   ¡Le exijo en este momento que salga de mi habitación!
   ¿Me estás echando aun cuando vengo con el rostro de aquel a quien que tanto adoras?
Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.
¿Quién…? ¿Quién es él? ¿Por qué diría algo así? Nadie…nadie sabe de lo que siento por…
   ¿Acaso me equivoco? ¿Acaso este rostro no es el que imaginas constantemente besar en sueños?
La respiración se me disparó: ¿quién es? ¿Qué está haciendo aquí?
   Fuera — repetí, pero la voz esta vez me salió extremadamente débil.
   Mi nombre es Berith, señora. Venía a presentarle mis respetos. — De un momento a otro su apariencia cambió: vi a un sujeto de cabellos negros, como de la edad del hermano de Loi, observándome con un brillo que asustaba en la mirada: ojos rojos. Demonio —. Y puedo ofrecerle lo que usted más anhela…
   No sé de qué habl…
   El amor de su ángel custodio.
Los ojos se me abrieron de par en par.
   Solo con un chasquido de dedos, si me permite alardear.
No supe qué responder ante aquello.


¨°*°*°*°¨

Voy a dejar un par de puntos al aire:
  • Aniel me preocupa, lo digo en serio. Cuando terminé de redactar su parte me di cuenta de que algo no estaba yendo bien con él; y es serio. Es bastante serio porque ni siquiera él mismo entiende qué está sucediendo consigo mismo.
  • Luca y Naum van a pasar una velada ajetreada el día del baile, ya lo estoy viendo xd
  • El baile le va a traer muchos dolores de cabeza a vaarios
  • ¡Loi está cambiando tanto! Creo que la Loi que conocimos en Noches de insomnio está dando sus primeros pasitos aquí.
  • Somak es un maldito hijo de perra (yo :v ), pero realmente está preocupado. 
  • Cuando escribo las partes de Berith, siempre termino algo asombrada porque termina sorprendiéndome a mí misma por los giros y planes que va sacando del bolsillo.
  • Mi pequeña Albania va a recibir una visita increíble…
  • En dos capis, llegamos a una parte CRUCIAL de la historia.
Nos vemos nuevamente el 22 de setiembre ;) (prometo tomar las precauciones necesarias para esta vez no demorar como hoy).

¡COMENTEN! No pido más que cariño para la historia. Ya estoy terminando la edición de Noches de insomnio, ¡por fin! Estoy demasiado emocionada con eso.

¡Nos vemos!

»ɜ~ɛ~ɜ~ɛ«

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