ACTO XIV - Acto de contrición
I'M BACK
¡Dios! Subir este capi ha sido
una odisea T_T Pero por fin, después de tanto intento conseguí actualizar el
blog: disculpen la demora. Ya no voy a entretenerlos más y de paso les aviso
que abajo les dejo la próxima fecha de actualización :D Tal y como se los
prometí, ahora que ya acabé la u, estoy planeando subir los capis en intervalos
de tiempo más cortos, así que van a saber con anticipación qué días subiré los
próximos capítulos.
En esta oportunidad les quiero
hablar brevemente del tema La Fiancée, de Cécile Corbel (<3). Es una de las
canciones que usé para redactar este capítulo, más o menos para el final. No les
voy a decir mucho porque les spoileo todo antes de que empiecen, pero si desean
buscar la traducción, creo que con eso bastará para que entiendan un poco el
sentimiento que busco transmitirles con la última parte.
No quiero prolongar esto, ya que
he demorado meses y merecen este capi con todo el cariño del mundo. ¡Ojalá lo
disfruten tanto como yo! Creo que al final todos van a llegar a una misma
conclusión: varios personajes van a terminar metiéndose en muchos líos. Es que
estamos por llegar a la mitad de la historia, así que ya tocaba.
¡Los quiero a todos! ¡A partir de
hoy, sábado primero de setiembre (corrección: ya es domingo), retomo los capis
de Acto de contrición con fechas establecidas! Como en los buenos tiempos de
Noches de insomnio ;) (espero que eso sea suficiente para disculparme por la
enorme ausencia).
¡Vamos al capi!
ACTO XIV
LUCA
— ¿Pero
qué…?
Me quedé pasmado ante las letras que
vislumbraban mis ojos. No, sabía que mi padre era extremadamente calculador,
pero esto ya era superarlo todo.
Tragué despacio y observé a Naum, que aún
mantenía la mirada clavada en el papel que sostenía con dedos temblorosos.
Habíamos retornado a nuestra habitación después
de la cena. Zoltán y el hermano Casimiro habían pasado por todas las
habitaciones dejando la correspondencia. Minutos más tarde, Jude apareció por
la ventana, como siempre (su habitación estaba junto a la nuestra, así que solo
se deslizaba cuidadosamente por los bordes de la edificación y llegaba sin
ningún tipo de contratiempos), y se había llevado a Kim después de anunciarnos
que hoy habría reunión de extrema urgencia.
»— Nos vemos en una hora, cuervos — nos dijeron
antes de salir a hurtadillas. La verdad no tenía deseos de acudir a una reunión
extra oficial, Naum tampoco; así que nos acomodamos, él en la cama y yo en el
escritorio, a ver qué buenas nuevas nos traía la correspondencia de este mes.
»—
¿Cuántas? — le pregunté divertido. Torció el gesto, alborozado—. Vamos, sabes
que no me molesta en lo absoluto.
»— Ya
sabes…lo de siempre — murmuró.
»—
¿Tres? — tanteé. Desvió la mirada, incómodo, y rompí a reír—: Ya veo, son
cuatro. ¡Vamos, no te pongas así!
»— Sabes
que la tía Minerva no te escribe porque nunca respondes, y papá…bueno…
»— Es
casi un insulto para él invertir tiempo en escribir algo para mí. Ni siquiera
la tinta lo vale — declaré a carcajadas.
»— Luca,
no digas eso.
»— No me
afecta, idiota. Incluso me alivia. Siento escalofríos de solo ver su nombre en
algún sobre.
No era
novedad que después de tantos años, papá no me escribiera. A menos, claro, que
hubiera tenido algún altercado de fuerza mayor en el internado. Era por este
motivo que siempre que llegaba la correspondencia, yo solía recibir dos
misivas: una de parte de mamá, y otra de parte de la buena de Ania.
Naum,
por otro lado, siempre recibía de tres a siete cartas. Mamá no solía tener
ningún tipo de preferencia: cuando tenía ganas de escribir lo hacía para ambos,
y cuando no, para ninguno. Ania, en cambio, nunca dejaba de hacerlo: cada mes
siempre recibíamos una misiva suya en la que nos ponía al día sobre los
acontecimientos en Lirau. Yo le había pedido hace un par de años con especial
cuidado que, de escuchar algo, nos compartiera detalles sobre Marion Amira.
Esto debido a que Naum no se había atrevido a hacerlo, y estando prácticamente
en otra ciudad, temía que algún “rival” apareciese y se llevase a “su princesa”
sin antes haber batallado: algo como lo que sucedió la vez pasada, con los
famosos Forgeso. Desde aquella vez, Ania juraba que yo vivía secretamente
enamorado de la hija menor de los Amira, lo cual resultaba siendo gracioso ya
que no era yo, sino Naum, pero daba igual.
Y aparte
de ellas, también estaban las cartas enviadas por otros parientes y las de
papá: Naum recibía cartas suyas sin falta alguna. Debo admitir que en un inicio
fue algo chocante comprobar que mi padre no tenía ningún tipo de deseo de
comunicarse conmigo; pero a medida que pasaron los años fue bastante alentador,
la verdad. Mariano Liberia solo gastaba tinta y tiempo en redactar cartas para
su hijo Luca, solo y cuando fuera estrictamente necesario: tal y como sucedió
la vez que dejé sin cabeza una de las tantas estatuas de San Dominic Pascal,
por atinarle con un libro que lancé por la ventana de la alcoba.
En fin,
abrí la de Ania: su ortografía y caligrafía habían mejorado muchísimo. Ella
misma nos confesó que había decidido aprender a leer y escribir solo para poder
seguir estando en contacto con nosotros cuando papá decidió que ya era hora de
iniciar el internado, hace más o menos nueve años atrás.
Estaba
disfrutando muchísimo de la anécdota que había incluido sobre el panadero y el
perro que teníamos en la casa de allá, en Lirau, cuando vi a Naum
reincorporarse violentamente.
»—
¿Estás bien? — indagué pero no obtuve respuesta. Lancé una broma, preguntando
si papá ya se había enterado de la calificación que había obtenido en el último
examen de Cálculo (había obtenido una A en vez del usual A+, y todos en el
salón fingimos una escena dramática diciendo que se avecinaba el fin de mundo).
Pero leí
por sobre su hombro, y entonces comprendí al instante el motivo de su repentino
mutismo.
Espero que las
clases de vals que les están impartiendo rindan sus frutos, hijo.
No es
necesario, por supuesto, repetirte lo ya sabido: el día del baile, tu objetivo
será única y exclusivamente la pequeña Albania. Enfócate en las clases de
reforzamiento y mantente atento. Eres un buen chico, sé que sabrás hacerlo.
Estamos a un paso de que Alcides acepte darnos la mano de su nieta. No me
decepciones; el futuro de la familia recae en tus manos.
Con afecto.
Mariano
Liberia.
Pd. Vigila que
tu hermano no se meta en problemas. Ya oí que llegó una amonestación de parte
del profesor Martellini; no sé por qué demonios ese muchacho no se comporta
como es debido.
El pecho
se me contrajo de la rabia.
Naum era
uno de los pocos chicos que asistían casi “alegres” a esas estúpidas clases de
vals. Solo por él acudía de buena gana: a veces hasta me animaba verlo
esmerarse en los pasos de baile y escuchar con suma atención los consejos
idiotas que impartía Inés.
Esas
horas me parecían una pérdida de tiempo y una reverenda mierda: cinismo en su
estado más puro. Pero para Naum no era así, y yo sabía por qué: mi hermano
estaba esforzándose al máximo porque las consideraba su carta ganadora. Él ahí,
de entre todos, era uno de los pocos que no buscaba obtener la atención de una
chica por mero acuerdo familiar. Él estaba ahí, con el deseo más puro de
aprender todo lo necesario para poder acercarse a la chica que quería desde que
tenía uso de razón.
Y ésa no
era Albania Formerio.
—
Naum, escucha…
— No… —
murmuró decaído. Dejó la carta a un lado y suspiró, acongojado.
— Naum,
Naum… ¡carajo, Naum! — exigí. Tuve que arrodillarme para poder
verlo a los ojos—. Escucha, yo sé que papá tiene altas expectativas con respecto
a la absurda idea de la unión de apellidos, pero esta vez…
— No,
Luca, ya sé lo que vas a…
— ¡Escucha!
¡Te he visto esforzarte como nadie en esas estúpidas clases! — reclamé airado—.
Si haces lo que papá te está pidiendo, vas a perder la oportunidad que has
estado esperando por años…
— Luca,
es que no entiendes. Ese día todos van a estar pendientes de cada movimiento;
si papá ve que yo no hago lo que me está pidiendo…
— ¡A
la mierda si no lo ve! Naum, ¡tienes que empezar a hacer las cosas por ti, y
por nadie más! Papá puede irse al infierno, ¡¿vas a permitir que eche tus
planes por la borda?!
— Luca…
— ¡Luca,
nada! Naum, esto no es como la vez que papá te obligó a dejar ese taller de
Teatro que tanto te gustaba. — Por primera vez había visto a mi hermano
entusiasmarse con algo que no fueran los libros, y papá no tuvo mejor idea que
arruinarlo. Ni bien se enteró de su asistencia a las clases, vino personalmente
a hablar con él: me sacaron de la habitación pero lo escuché. Le dijo que el
teatro era un pasatiempo interesante, pero no para el hijo de un funcionario.
El hermano Zacarías le había enviado una esquela comentando lo impresionado que
estaba por el desenvolvimiento de Naum en las clases, pero ni siquiera lo tomó
en cuenta. Él solo había visto el nombre de su hijo favorito al lado de la
palabra teatro, y eso había sido suficiente para que lo obligara a renunciar.
Y lo
odié; fue una de esas veces en las que deseé estamparle un buen puñetazo en la
cara. Naum era mi hermano, el único que tenía, y Mariano Liberia era mi padre,
y no me importaba que me tratara como la peor basura, pero con mi hermano era
diferente. Detestaba que lo obligara a hacer cosas por el “apellido de la
familia”, pasando por alto que a veces sacrificaba las cosas que lo hacían
feliz.
Esta vez
era igual pero al mismo tiempo no: el taller de teatro podía haber pasado a la
historia, pero no iba a suceder lo mismo con Marion Amira. Naum ha esperado
este momento casi con fervor; Mariano Liberia no iba a joderlo todo con sus
estúpidos delirios de grandeza.
— Voy a
hablar con él — sentencié—. Le enviaré una carta…¡no! Mejor un telegrama.
Mañana… ¡no! ¡Ahora mismo buscaré al superior Zacarías y…!
— ¡No,
Luca! ¿Qué demonios te sucede?
— “¡¿Qué
demonios me sucede?!” ¡¿Qué te pasa a ti?! ¿Vas a permitir que papá te diga qué
hacer en el maldito baile? ¡Eres el único imbécil que disfruta con todo esto!
¡No voy a dejar que arruinen lo único que has deseado por tanto tiempo…!
— ¡Luca,
ya! Entiende…esto… — Torció el gesto, inseguro. Lo miré, esperando que me diera
una buena excusa para no golpearlo —. A ver, ¿qué cosa vas a decirle a papá?
— ¿Qué
cosa? ¡Pues la verdad! Que tienes planeado ir por Marion Amira y no por la
princesa Formerio.
— No.
Papá… Papá no va a entenderlo...
— Mierda,
Naum, ¿por qué eres tan conformista? — Abrió los ojos, dolido, y no me quedó
más remedio que bajarle la intensidad al asunto: no aguanto lastimarlo—. Mira,
lo que trato de decirte es que esto algo importante, ¡muy importante para ti!
Podríamos escribirle a papá y decirle que no quieres cortejar a Albania
Formerio, pero que sí quisieras intentarlo de muy buena gana con la hija de los
Amira. ¡O sino, simplemente podemos quedarnos callados, y ese día te lanzas con
todo y mandas al diablo a papá y a sus planes!
— No…no es
tan fácil. Sabes que papá…
Sí,
claro que lo sabía. Todo esto era el resultado de tantos años de subyugo: poner
sobre los hombros de mi hermano tantas expectativas habían terminado con él
temiendo tomar sus propias decisiones.
— Naum, el
que lo está complicando eres tú — lancé con honestidad brutal, pero no obtuve
más que odioso silencio —. Mierda, ¿entonces qué hacemos? ¿Simplemente vas a
seguir paso a paso las indicaciones de papá? Pensé que sentías algo más por
Marion Amira…
— ¡Es que
es así, pero tú no entiendes! — me respondió elevando la voz. De pronto se dio
cuenta de su tono rudo y agachó la mirada, apenado—. Yo…yo quisiera oponerme…
pero… Pero es que…
Solté un
suspiro y me senté a su lado. Noté que empezó a frotar el dedo pulgar de una
mano contra el índice, típico de cuando se sentía nervioso.
Observé
la ventana frente a nosotros y a través del reflejo nos vi, tan diferentes…tan parecidos.
A ver,
pensemos: papá solo quiere el apellido de la princesa Formerio, no le importan
los medios, y Naum es su pieza ganadora. Él sabe lo que vale su hijo, o por lo
menos uno de sus hijos: ha puesto todas sus esperanzas en Naum porque sabe que
de los dos, él es el que realmente tiene la oportunidad de ganar.
Yo no
podría competir. Soy la deshonra, el hijo fallado.
— Papá no
me ha escrito esta vez, como siempre — inicié. Naum volteó a mirarme,
confundido —. Y tampoco ha mencionado nada sobre el baile y sobre mí.
— Ya te
dije que a lo mejor…
— No lo
digo porque me afecte — le expliqué tranquilo—. Lo digo porque si no se ha
tomado la molestia de mencionar el baile ni de escribirme nada, es porque yo,
literalmente, tengo toda la potestad de hacer lo que se me pegue en gana esa
noche.
— ¿Eh?
Por
supuesto: para papá, este baile solo tenía importancia pero teniendo a Naum
como ficha principal. Yo era la pieza de la que podían prescindir sin
vacilaciones: yo, siendo invisible, en cierto modo era libre.
— Si yo
deseara cortejar a Marion Amira el día del baile, a papá eso no le importaría —
comenté esbozando la idea mentalmente. Claro, esa podría ser la solución…
Naum se puso de pie y caminó hasta la ventana.
Se había enfadado.
— No hablo
de hacerlo en serio, idiota. Sabes perfectamente que ella nunca me ha
interesado de esa forma.
Volteó,
más calmado:
— ¿Entonces?
— Podríamos
intercambiar lugares — comenté pensativo—. Tal vez si aplano lo suficiente este
condenado pelo, pueda hacerme pasar por ti.
— No hay
forma de que lo hagamos, Luca — rebatió con firmeza—. Puede que nos veamos
exactamente igual, pero tú mejor que nadie sabes que papá puede diferenciarnos
con una sola mirada. Además, no tendría caso, porque el objetivo de esa noche
es que yo lo intente con la princesa Formerio, en frente de todos.
Mierda,
eso era cierto. Solo Ania y él eran capaces de distinguirnos sin dificultad.
Mamá a veces dudaba cuando nos veía despeinados a ambos.
A menos que…
—
¿Y si voy de intermediario y no de emisor?
—
¿Cómo?
Me puse
de pie, junto a él: los copos de nieve caían al otro lado de la ventana.
Este estúpido baile no está haciendo más que
darme problemas; pero era una de las cosas que más ilusión le daban a él, a
Naum, a mi único hermano…
A mi amado hermano, encargado de llevar sobre
sí todos los “sueños egoístas” de mi padre.
— Podría
acercarme a Marion Amira, y no sé, tratar de...dejarle una buena impresión
sobre ti.
La princesa Formerio no iba a aceptar a ninguno
de los pobres mortales que se le acercaran ese día, eso era seguro. Nunca había
visto en ella algún tipo de interés por alguno de los chicos que la cortejaban,
y si había rechazado seis pedidas de mano sin titubeos, era porque sencillamente
no tenía planes cercanos de compromiso.
Intentarlo con ella sería una doble pérdida:
uno por el rotundo fracaso, y dos porque Naum sí tenía alguien con quien quería
intentarlo en serio.
— Le
hablaré de ti, le comentaré la situación; que papá era el que buscaba un
posible acercamiento con la nieta del señor Formerio, pero que en realidad tú
tienes deseos de conocerla a ella, de escribirle y visitarla. Seré algo así
como tu propio representante. A lo mejor y hasta lo encuentra “romántico”: ya
sabes, todas esas cursilerías que enloquecen a las chicas cuando se habla de
amor.
Me
observó, no muy convencido. Vamos, la idea era una completa estupidez, como
todas las cosas propias del romance y las relaciones de pareja. Pero sabía
perfectamente que Naum no iba a darle la contra a mi padre, así que teníamos
que encontrar alguna manera de darle la vuelta a la situación, pero no al
extremo, como yo haría, sino con más sutileza, tan típico de mi hermano, el
bien portado.
—
¿Tú…harías eso…por mí?
— Para que
veas cuánto te estimo — resoplé—. Te voy a regalar esa famosa “oportunidad” de
la que tanto habla la loca de Inés, y al finalizar la noche tendremos a Marion
Amira suspirando por ti. Creo que igual ya necesitas un empujón porque
realmente eres demasiado lento para estas cosas.
No iba a ser la gran cosa. Yo no tenía planeado
acercarme a ninguna chica esa noche así que no perdía nada.
— Luca…
Me abrazó agradecido, tal y como hacia cuando
éramos pequeños y me recostaba a su lado, después de que papá le ordenara a
Ania que apagara la luz de su habitación.
Le temía a la oscuridad, a quedarse solo…
Yo lo sabía: por eso tomaba mi lámpara, y
después de escuchar las puertas cerrarse, caminaba descalzo hacia la suya.
»— Dejaremos la mía prendida, porque papá nunca
pedirá que la apaguen. Recuerda que todo lo mío es tuyo, hermanito. No temas
porque…
— …siempre
estaré contigo — me dijo con una leve sonrisa, como oyendo mis recuerdos.
Podía mandarlo todo al infierno. A papá, a su
estúpido apellido y sus estúpidas clases de vals.
Pero a él jamás…a Naum jamás.
¨°*°*°*°¨
SEIR
Las
calles de la ciudad parecían tan frías a esta hora. El viento soplaba, trayendo
consigo aquella neblina tan usual en Izhi. No me gusta el ambiente gris, no me
gusta la sensación de vacío; pero era lo que me atacaba frecuentemente después
de algún pacto.
Como
ahora.
El
silencio era profundo, pero solo exteriormente. En mi cabeza, los gritos ya se
habían desatado con furor. Aniel ya me lo había dicho: “sucede cuando obtienes
nuevas; eso parece ponerlas algo frenéticas”.
Giré por
la esquina; iría a buscarlo en un rato. Por ahora, lo único que quería era
llegar a aquel espacio que usaba como hogar, y recostarme. Tal vez así podría
quitarme de la cabeza los ojos repletos de esperanza del último humano con el
que acababa firmar un contrato.
Empujé
la puerta trasera y…
— ¡Joven
Rye! Pero si es usted, ¡no pensé que llegaría tan temprano por la mañana!
Conociéndolo, ya lo veía llegando a la hora del almuerzo — oí a Maga, la buena
mujer que me tenía de inquilino en el segundo piso de su panadería. Eran las
tres de la mañana, pero ella ya estaba de pie, corriendo de aquí para allá con
sendas bandejas repletas de bollos a punto de ingresar al horno—. ¿Quiere que
le lleve el desayuno a la cama?
— Pierde
cuidado, mi guapa Maga. Creo que solo quiero descansar.
— Sé que
no debería meterme, pero a ver si se pone un freno con eso de las fiestas.
Usted es joven, pero no debería abusar. Lo veo salir fresco como un puberto, y
regresa así, trasnochado y con unas pintas que asustan.
Solté una carcajada: si supiera que “la pinta”
no era culpa de las malas noches, sino del “trabajo”.
— Vaya a
descansar, en unas horitas le llevaré un buen caldo de pollo para ver si revive
— me ofreció jovial. Asentí cuando acunó mi rostro con una de esas manos repletas
de años de trabajo y ternura —. Descanse, ¿sí? Mi hija vendrá en cualquier
momento con mi nieta; procuraré que la criatura no haga mucha bulla.
— Es tu
casa, Maga — puntualicé divertido.
— Con esa
cara que trae, nadie sería tan cruel como para hacer escandalo cuando
evidentemente necesita una buena siesta.
— ¿Por qué
eres tan buena conmigo?
— A lo
mejor porque está muy guapo. — Depositó un beso sobre mi frente, tembló
ligeramente (el típico escalofrío que la atacaba por mi naturaleza, desconocida
a sus ojos pero reconocida instintivamente por su cuerpo), y después se perdió
por la puerta, rumbo a la cocina, tarareando uno de esos temas que solía
escuchar por las mañanas.
Maga era
una mujer de sesenta años, fuerte, independiente, y muy bondadosa. Llegué a su hogar
hace algunos años, cuando decidí establecerme en Lirau; pero hace un año me di
un paseo por otros lares y la dejé, mientras buscaba algún tipo de información
sobre los llamados errantes que
habitaban el Mundo Terrenal. A mi regreso la encontré más delgada, y con los
ojos cargados de nostalgia y añoranza. Ese tipo de sentimientos que son capaces
de matar en vida.
Su
esposo había fallecido durante mi ausencia. La única familia que le quedaba era
una hermana a la que no frecuentaba mucho y de la que yo había oído muy poco, y
la última de sus hijos ya había contraído matrimonio. Se mudó a Asiri, dejando
a mi Maga sola en esta acogedora pero ahora solitaria casa. Solo me tenía a mí,
su extraño inquilino al que siempre llamaba “bribón seductor”, y que para colmo
de males era nada más y nada menos que un demonio.
Quise
irme, porque ella solía tener pesadillas cuando yo pasaba mucho tiempo en casa
(mi cercanía tenía sus consecuencias: sentía frío, a veces angustia, temblores,
y todo a causa de mi naturaleza). Sin embargo cuando le comenté que tal vez me
mudaría, los ojos se le llenaron de lágrimas que trató de ocultar. No pude
contra eso: le dije que solo bromeaba y me gané un cucharonazo y después un
buen plato de estofado.
Supuse
que los temblores no eran tan malos a comparación de la soledad. Era por eso
que fingía volver a casa y después desaparecía, haciéndole creer que dormía en
mi habitación. Así por lo menos ella se creía acompañada, y mi presencia no le
afectaba.
Ahora
estaba contentísima, ya que esa hija menor, la última desposada, había
anunciado que vendría de visita por algunos días, y Maga no había cabido en sí
de la alegría.
»— Ni
vaya a echarle el ojo porque está casada y ya tiene un niño — me había
advertido hace dos noches, cuando me anunció su llegada—. Usted está muy
apuesto y lo que quiera, pero no sabré yo lo bribonzuelo que es.
»— Te
están diciendo cuentos, Maga — le resté importancia—. Todo lo que escuches no
son más que calumnias. Me envidian por mi atractivo y simpatía.
»— ¡Ja!
No habré visto yo misma la cantidad de chicas que andan buscando embrujarlo
para quedarse con usted. Poeta viajero…artista y lisonjero: ya sé que le gusta
ir probando de todo un poco, y nunca queda a gusto con alguna.
Rompí a
reír y le prometí que no vería a su hija más que con ojos de hermano. Como no
me creyó, no me quedó más que jurárselo por Aniel. Me preguntó quién era, y le
dije que mi hermano.
Yo
realmente no tenía nadie por quién jurar ni nada que perder; pero Maga merecía
una promesa honesta, y él era lo más cercano que tenía a un vínculo, aparte de
ella.
Pasé de
largo por el pasillo y subí los escalones, tratando de ignorar los horribles
gritos resonando en mi cabeza. Tomé la perilla de la última puerta, la de mi
habitación, e ingresé, dispuesto lanzarme un martirio de aturdimiento, a ver si
así conseguía perder la conciencia aunque sea por unas horas. Aniel podría
llamarme en cualquier momento, así que debía estar preparado: su cita en esa
famosa Sala Magna iba a darse entre alguno de estos días, y necesitaría del
martirio de inducción que habíamos planeado con tanta anticipación.
Un par
de eventos inesperados habían prolongado nuestro plazo. Aniel había sido citado
para que se le pusiera bajo los efectos del Li-kay
hace varias semanas atrás, pero
por esas fechas la noticia estalló: estaban corriendo rumores de una comunidad
de Enolas que se encontraba viajando
entre vidas con el único objetivo de conocer a la Original.
Estuve
presente cuando Nanael se lo notificó a Aniel en Izhi, en medio de la charla
que teníamos sobre los recuerdos que él deseaba mantener ocultos de sus
superiores. Escuché cuidadosamente el relato, y no se lo dije, pero yo
vislumbraba un sentimiento que iba más allá del simple contacto carnal. Cuando
me dijo que se sintió extrañamente tentado a quemar los arreglos florares que
su custodiada había empezado a recibir de parte de sus pretendientes, reconocí
aquello que los humanos denominaban celos. Aniel estaba celoso, y lo más
gracioso del asunto era que no se daba cuenta de ello: meditaba y se
cuestionaba a sí mismo por semejantes reacciones, y no me atreví a decirle lo
que yo veía porque lo más probable hubiera sido que entrara en pánico.
»— Enolas: es una comunidad completa la que está viniendo a conocerla — resumió
estoicamente su hermano de nacimiento. Aniel parpadeó, tan desconcertado como
yo—. Sí, sé lo que estás pensando. Los enola
son criaturas extremadamente reservadas: ni siquiera yo imagino cómo han de
verse.
Yo
incluso llegué a pensar que ya no existían. Decían que eran apenas unos cuantos
en todos los universos, y que eran los hijos más puros del Todo. No por nada
habían nacido del silencio que lo rodeaba.
Nadie
sabía en dónde habitaban, ni de qué vivían, ni mucho menos cuál era exactamente
su naturaleza.
»— Te
quieren a ti, Aniel, para tratar de establecer el contacto. — Claro, no era
para sorprenderse que el ángel portador de la “Pureza excelsa” fuese el más
indicado para comunicarse con los hijos “más puros”—. Quise ser de algún tipo
de ayuda, pero por la información que tienen los Phaxsi, son reacios a todos los seres que se alimentan de sonidos.
En este caso, yo.
Aniel me
pidió discretamente que no dejara de vigilar a su niña en lo que él arreglaba
esos asuntos. Acepté de buena manera, y después adquirió su forma original para
desaparecer por el firmamento.
Hacía un
buen número de días que no sabía de él. Apenas y me había enviado un mensaje
con Drol Asirb, en el que me pedía estar atento a su llamado, en caso de que lo
citaran para lo del Li-kay.
¡AAAAAAHHHHH!
Los
gritos retornaron: vida de mierda, no se puede vivir así. No entiendo cómo lo
hacen aquellos que tienen millones de tropas, y aun así desean más.
Me quité
la chaqueta y caí sobre el colchón mullido. Elevé la mano, dispuesto a auto-atacarme
con ese martirio de aturdimiento que ya había planeado usar, cuando…
— Tengo en mi poder el precio para acceder a tus
servicios — oí de algún lado. Los ojos se me cerraron con
fuerza: no ahora, estoy agotado—. Y todas
las letras de tu nombradía.
— Vamos,
ahora no. Por favor — supliqué.
— Te invoco, consciente de tu reputación y con
esta agua cargada de luz de estrellas. — Que no lo sepa, por favor,
que no lo sepa —. Aparece ante nosotros,
oh, poderoso Seir.
Mierda.
El remolino de viento me
atrapó. Traté de aferrarme a las sábanas del lecho, pero sabía que era en vano.
Cuando los ojos se me abrieron ya me encontraba en mi forma original, en un
lugar repleto de velas encendidas; un círculo de sal sobre el suelo de madera
húmeda me mantenía estático sobre mi sitio.
Observé al frente, y entonces
me encontré cara a cara con el rostro de un humano, de un niño humano. Me
observaba lívido, completamente aterrado, y junto a él una mujer de espeso
cabello rizado y sonrisa eufórica permanecía de pie. Traía en las manos un
gallo con el cuello abierto del que goteaba sangre que manchaba sus ropajes, y
sobre el piso algunos cráneos ya gastados por el tiempo.
—
Te dije que funcionaría, pequeño — lanzó
dichosa—. No soy cualquier bruja.
No, claro que no. La observé de pies a cabeza: el círculo de sal,
el gallo muerto, los cráneos y los ojos dorados que solo yo podía distinguir.
Ella, sin lugar a dudas, se trataba de un mëdium.
Oí las gotas de lluvia colisionando contra las viejas ventanas.
Aquí ya casi anochecía: me pregunto a qué parte del mundo habré llegado.
—
Se-señora…
— Te lo
dije, cumpliría tu pedido sin falta. Y tranquilo, mientras yo no lo autorice no
podrá moverse ni hablar. Es un demonio muy poderoso, ¡un príncipe entre los
suyos!, pero el círculo de sal bajo él lo ha convertido prácticamente en un
sirviente así que no temas.
El niño respiraba agitadamente, con una bolsa
de tela que apretaba con tanta fuerza contra su pecho que en cualquier momento
se descocería. Me miró fijamente y di una ligera cabeceada, para calmarlo un
poco.
— Hermoso,
¿no es verdad?
La mujer
sonrió y apretó el cuello del gallo muerto, solo para humedecerse los dedos y
después acercarse al niño que soltó un sollozo, aterrorizado, cuando ella le
marcó la frente con la sangre.
Un
momento: esto no forma parte del ritual común.
— Ahora,
pequeño, entrégame las piedras de río que te pedí. ¿Las trajiste contigo?
— S-sí,
señora — respondió tratando de contener las lágrimas. Parecía demasiado
impactado con todo: supuse que el lugar y mi misma aparición lo habían dejado
en ese estado.
La mujer
recibió las dos piedras que él llevaba en la bolsa que apretaba contra su
pecho, y después lanzó tres golpes con ellas. Algunas chispas saltaron ante la
fricción, y entonces reconocí los planes.
En
efecto, nada de esto formaba parte del ritual usual, porque ella parecía estar
a punto de llevar a cabo otro.
No puedo
creer que lo haga con él: ¡es apenas un niño!
Mi deber
era cumplir al pie de la letra el pedido que solicitara el peticionario y no
podía emitir ningún tipo de palabra a menos que él me lo permitiera, pero en
este caso las cosas estaban tomando otro rumbo…
…y para
mi comunidad, cualquier tipo de variación ya podía tomarse como un vacío legal.
— Alto,
mujer — repliqué—. Aún no hay un peticionario directo, así que puedo hablar sin
necesidad de obtener un permiso — expliqué ante su sorpresa.
Adopté mi forma humana y el niño retrocedió,
aún más espantado.
— El
peticionario directo es este pequeño. — Y lo tomó por la nuca, obligándolo a
avanzar a pesar de que había empezado a temblar violentamente—. Disculpe si
estoy demorando…
— No es el
proceso acostumbrado — rebatí. Ya de por sí odiaba los pactos; ese niño se
estaba muriendo del miedo: solo quería irme, Maga subiría en cualquier momento
con el desayuno—. Me invoca el peticionario directo y solo a él le brindo mis
servicios. En este caso me has invocado tú, pero estás llevando a cabo otro
ritual dentro del ya iniciado. Quita la sal y déjame salir, no cumpliré nada.
— Reza en silencio — murmuró
ella y reconocí las coplas: eran las que usaban los primeros humanos para
impedir ser escuchados. Probablemente para que el niño no oyera la charla —.
Supongo que se ha sentido ofendido debido a que no se lo he explicado de la
manera adecuada.
— Estás
por realizar otro ritual — indiqué—. No tengo por qué quedarme si no vas a
solicitar un pacto que implique mi especialidad.
— Oh,
tranquilo; como le comentaba: el pacto sí se llevará a cabo, pero el ritual que
estaba por iniciar era para…
— Es para
cobrar lo que vale el alma de ese niño — concluí con brusquedad. No suelo
enfadarme, no es mi estilo, pero lo que estaba haciendo esta mujer me enfurecía
—. Solo un mëdium sabría exactamente
que se recibe una comisión especial por entregar almas de niño.
— Valen
una fortuna de tropas — añadió encantadísima—. Mírelo como un negocio
beneficioso para ambos. Sé que ustedes valoran muchísimo las tropas, y yo
simplemente quiero robustecer mi línea de inmortalidad: ya sabe, los míos viven
mucho, pero no eternamente. Este niño que le ofrezco no es uno cualquiera,
nació en año bisiesto, a las doce en punto entre el 28 y 29 de febrero. Lo
reconocí de inmediato: puede escuchar al Tiempo, y a veces Drol Kohn lo ha
visitado entre sueños. ¡Es un ejemplar único! Usted, al tratarse de un príncipe
demonio, no podía recibir nada menos. Y mi paga, evidentemente, resultaría más
sustanciosa.
Su cinismo
me enmudeció: supuestamente los mëdium
eran parte de los primeros humanos, pero a la vez eran una comunidad a parte.
Esto debido a que sus habilidades les permitían comunicarse con seres
diferentes, como ángeles, demonios, aliters,
enolas, y hasta podían entender el lenguaje de entes como el viento, el
agua o los mismos humanos ya fallecidos.
Un mëdium no podía estar ofreciéndome el
alma de un niño, ¡no era para eso que existían!
— ¡¿Le
has, siquiera, explicado que contraerá el firmar un pacto conmigo?! — reclamé
enfadado.
— Lo
usual: que perderá su alma cuando fallezca.
¡Era
mucho más que eso! ¡Iba a mantenerse dentro de mí, pudriéndose lentamente y
sintiendo un dolor insoportable, casi como si aún conservara su cuerpo
material!
—
¡No voy a hacer ningún pacto!
— No
puedes negarte: sé tu nombre real, te invoqué con él, y ya sabes cómo son las
cosas. Ahora cierra la boca, Seir.
Quise decir algo más pero volví a adquirir mi
forma original ante las órdenes. La mujer lanzó el gallo muerto a un costado y
tomó al niño por la muñeca. Quise largarme, pero el círculo de sal me lo
impedía.
— Vamos,
Landis, repite el nombre que te dije y después haces la petición. — Relinché,
esperando asustar al niño, pero la mujer lo empujó con más fuerza—. Ya sabes
que es la única forma de hacerlo.
— S-sí,
se-señora Helena.
Me moví
frenéticamente, relinché varias veces más, pero no sirvió de nada. El niño tomó una de las
piedras y la puso frente a mí, cautelosamente.
¡No lo hagas! ¡Vas a venderme tu alma, y será
más doloroso porque irá acompañada por la comisión que se le debe pagar al
mëdium!
—
Yo, Landis, te suplico que cumplas mi petición…oh,
poderoso Seir. — Mierda.
Suspiré,
derrotado, y el remolino blanco me cubrió para mostrarme nuevamente en mi forma
humana.
Sobre mi
mano derecha apareció la esfera dorada que albergaba todos mis contratos, y
sobre la izquierda el escalpelo que usaba como pluma. La mëdium soltó un silbido, asombrada ante el volumen de la esfera, y
sonrió discretamente, tal vez imaginando la enorme comisión que recibiría por
el título que yo poseía.
— Landis
Baptiste, trece años, el último de cuatro hermanos — inicié automáticamente—.
Nacido en año bisiesto, a las doce entre el 28 y 29 de febrero. Yo, Seir,
tercer príncipe regente de las filas de Decarabia, escucho atentamente tu
pedido.
— Quiero
que sanes a mi madre — resumió angustiado—. La…la señora Helena ya…ya me dijo
que no hay cura ¡y no quiero que se muera! ¡Es…es la única familia que me queda
y yo…! ¡Yo…!
— No son
necesarios los detalles, niño — lo calló la mëdium,
impaciente—. Él puede verlo todo.
Y así
era: siempre que había algún pedido, ni bien pronunciaban mi nombre yo ya tenía
toda la información habida y por haber del peticionario.
Vi las
paredes roídas por el viento, la humedad de un hogar maltrecho, y en el fondo
un camastro albergando a una mujer extremadamente delgada. Su pequeño hijo a
las justas podía juntar el dinero para alimentarla, y efectivamente, era la
única familia que le quedaba.
Observé
detalladamente el semblante cadavérico, los miembros huesudos, y examiné de
pies a cabeza su interior. Órganos comprometidos: ninguno. Músculos atrofiados:
unos cuantos. Huesos, ligamentos, articulaciones…
Sustancia dañina.
La mano
cadavérica tomó el vaso que reposaba en la mesa junto al camastro. Vi el agua
deslizándose por los labios resecos, y lo comprendí.
Esta
mujer no está moribunda; solo está envenenándose con esa agua contaminada que
bebe día tras día.
Observé
de reojo a la mëdium. Estaba
impaciente, pero muy satisfecha.
Maldita
mentirosa.
— Landis
Baptiste, me has solicitado la cura para tu madre. — Los ojos oscuros brillaron.
Nuevamente aparecía, siempre dispuesta a saludarme desde la mirada de los
peticionarios: esperanza —. Está
estipulado que si sabes mi nombre yo debo cumplir al pie de la letra tus
mandatos; pero también debo explicarte brevemente las consecuencias: tu alma se
me será otorgada a modo de pago, y ésta será recogida solo cuando llegue tu
hora de deceso.
— Ya…ya sé
eso. La señora Helena ya me lo explicó.
— ¿No
tienes inconvenientes? ¿Aun así deseas realizar el pacto? — insistí. El niño
asintió, asustado pero muy seguro—. ¿Incluso si te digo que tu madre no está
desahuciada?
— ¿Eh?
— ¡Cállate,
demonio miserable! — bramó la mujer airada—. ¡Cumple con tu trabajo y lárgate!
— ¡Pe-pero
la señora Helena dijo que…! — balbuceó, sorprendido.
— Tu madre
puede salvarse sin necesidad de brindarme tu alma a cambio…
— ¡CÁLLATE
Y SOLO CUMPLE LO QUE SE TE HA PEDIDO!
— …solo es
cuestión de que vigiles bien de dónde obtienen los líquidos que ingieren.
— ¡No
puedes hacer eso! — me reclamó la mujer tomando al niño del cuello—. ¡Tú solo
debes cumplir el maldito pacto para el que se te ha invocado!
— Antes
debo repetir las consecuencias de firmarlo, y si el peticionario decide
retractarse, yo no tengo la obligación de hacerlo cambiar de opinión.
— ¡SOLO
LLÉVATELO, MALDITA SEA! — chilló ofuscada.
— Vuelve a
casa y haz lo que te digo. Apúntalo en algún lado porque después de esto
olvidarás todo lo que ha sucedido — repliqué. Me miró, dubitativo, y me lancé
hacia adelante, esperando asustarlo—. ¡Lárgate, niño! ¡Tu madre no va a morir!
— ¡Ah! —
soltó un grito y su pie empujó la piedra que tenía frente a mí. El círculo de
sal se abrió ligeramente:
Listo.
— ¡No! ¡Tú
no te…!
— ¡VETE! —
bramé tomando a la mujer por el brazo, antes de que fuera tarde. El niño me
miró, aterrorizado, pero salió corriendo a todo escape: aún podía oír su
corazón latir asustado. Vete, ¡vete y no
vuelvas más, alma de niño! La mëdium empezó
a recitar algunas coplas, dispuesta a atacarme, pero me adelanté a su
movimiento—: Nien Augen Pour Mëdium.
— ¡NO!
¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?! — chilló airada. El martirio flotó y salió tras él: ya
no lo encontraría, jamás. Ese niño sería inubicable para ella: sus ojos no lo
verían nunca más—. ¡¿Qué sucede contigo, demonio malnacido?!
Los
ventanales se azotaron con fuerza: las velas se apagaron. Los ojos dorados de
la mujer resplandecieron, amenazantes:
— Si no
querías aceptar el contrato era suficiente con decírmelo. ¡No tenías por qué arrebatármelo!
¡¿Sabes cuánto cuesta encontrar ejemplares como él?!
— Los mëdium existen para que los terrenales
puedan comunicarse con los demás entes. Para que aprendan a vivir en armonía
con aquello que existe pero no pueden ver. ¡Estás deshonrando el motivo de tu
existencia!
— ¡Y
ustedes solo viven por las tropas, y por lo visto tú no entras en esa
categoría! ¡Maldito bastardo! — escupió llena de frustración. Sabía que no
podía hacerme nada: yo tenía todas las de ganar incluso moviendo un solo dedo—.
¿Te sientes muy a salvo por tu título y tu naturaleza, verdad? ¡Pero escúchame
atentamente, Seir, príncipe regente! Yo, Helena, hija de la lluvia y el fuego,
juro por mi condición de mëdium que
nos volveremos a ver: tal vez no en meses, tal vez no en siglos, pero sucederá,
y cuando sea el momento, te lo voy a cobrar.
Cerré los ojos: Maga está subiendo los
escalones, estoy casi seguro. Ya va a llegar con el desayuno.
— Y voy a
disfrutarlo…muchísimo, demonio maldito. Tal vez no en esta vida, tal vez no en
las que vienen, pero aguarda, aguarda y témeme. Llorarás, gemirás y suplicarás,
porque te daré en donde más te duela. Márcalo
con mi hambre y sed de justicia, para finalmente saciarlos — recitó pero
desaparecí, bastante divertido la verdad.
Yo no
tengo absolutamente nada que perder, así que ella puede maldecirme lo que
quiera: no me asusta.
— ¡BÚ! —
oí repentinamente, y me encontré cara a cara con unos enormes ojos
acaramelados. No entendí bien qué sucedió hasta que observé alrededor y comprendí
que ya había vuelto a casa de Maga.
— ¿Y tú
quién eres? — solicité curioso. Estaba agotado y al parecer, al momento de
transportarme, llegué a mi habitación pero al suelo, para ser más específicos.
Y ahora, algo muy pequeño estaba recostado sobre mi pecho.
Vaya, ¿qué sucede el día de hoy? ¿Es acaso el
día de encontrarme con niños humanos o qué?
— Buapo —
balbuceó divertida. Bueno, eso es evidente—. ¡BUAPO!
La puerta se abrió:
— ¡Santo
Dios! ¡Joven Rye, discúlpeme! — exclamó Maga tomando a la niña en brazos—. ¡Mi
hija llegó y esta pequeña que ya aprendió a caminar no deja de meterse en donde
pueda!
— ¡BUAPO!
— No pasa
nada. Me cae bastante simpática: es muy sincera —comenté y Maga le dio un
sonoro beso en la mejilla—. Te estoy viendo muy contenta con esta faceta de
abuela.
— Es la
cosita más preciosa que me han podido regalar. ¿Ha visto lo grande de sus
pestañas?
Asentí. Maga me preguntó si quería el desayuno
en la habitación y acepté. Solo quería descansar.
Salió con la niña en brazos, colmándola de
mimos.
Qué
extraño: recuerdo a esa mujer, Helena, y me siento defraudado. A veces parece
que El Todo hace las cosas al azar. Maga debía ser mëdium, ella, que hablaba con demonios, los alimentaba y encima los
albergaba en casa.
El mundo
es tan extraño.
En fin.
Tal vez lo mejor era dejar todas las reflexiones para después: Aniel podría
llamarme en cualquier momento, y tenía que estar con mis habilidades al máximo
si queríamos que ese martirio de inducción funcionara de la manera adecuada.
¨°*°*°*°¨
NHYNA
Han sido
semanas sin verlo. No sé en dónde está, no sé nada de su paradero. Seguí a
Seir, esperando obtener alguna respuesta, pero no obtuve nada. La última vez
que lo había visto había sido aquella noche, cuando su estúpida custodiada se
atrevió a darme una bofetada. Después pasaron los días, entre Valak y Somak no
pude ir a espiarlo como acostumbraba, y cuando decidí ir a buscarlo, no lo
hallé: literalmente se había esfumado del mundo terrenal.
»—
Volverá cuando termine los pendientes que tiene consigo—fue lo que le oí decir
al pelirrojo que tenía por hermano, cuando la mocosa preguntó por él, igual de
inquieta que yo.
Cielos,
han pasado más de diez años y yo sigo atrapada en la ciudad de Lirau. Cuando
Somak preguntaba el motivo de mi extraña permanencia (ya que odiaba
establecerme en cualquier lugar por más de un par de meses), culpaba a Valak.
Siempre repetía que él no quería mudarse por su asquerosa humana, y en un
inicio fue así…hasta que un día comprendí con pavor, que yo tampoco quería
cambiar de aires.
Quería
quedarme aquí, el tiempo que él
estuviera presente. Y lo que me daba más asco era comprender que el asunto
empezaba a parecerse a la obsesión que el idiota de Valak tenía con la famosa
Georgia Vidor. Acusaba a Valak de siempre estar persiguiéndola, de mantenerla
siempre bajo su escrutinio, como una miserable alma en pena: observándola de
lejos, sonriendo en silencio, conformándose con el humillante papel de
espectador, y entonces el baldazo de agua helada me empapó: ¿en qué momento me
transformé en algo similar? ¿En qué momento yo, una demonio con la especialidad
de brindar amor, había terminado cayendo en los encantos de un ser que ni
siquiera se percataba de todo lo que conseguía con su sola presencia? Aniel me
parecía hermoso, la encarnación de esa belleza que tanto buscaba y que jamás
había encontrado; pero ya no eran solo el color de sus ojos, o la forma de su
boca. Ya no era solo el amago de sonrisa que ponía cada vez que sonaba burlón,
ni su cabello flotando porque al condenado viento le encantaba acariciarlo. Ya
no era solo eso…y eso me producía arcadas, porque yo, que siempre he enaltecido
la visible, lo material, lo tangible, como la parte más importante de cualquier
ser creado…
…ahora
estaba siendo deslumbrada por cualidades que no se distinguían con una simple
mirada.
»— Es
normal tanto deslumbramiento, mi rubia muñeca — me había dicho Somak antes de
que fuera designado como magistrado de la Anunciación de Viggo y terminara
deshonrado frente a centenares de demonios—. No he tenido un mayor acercamiento
a ese ángel, que el que tú me has permitido — inició juguetonamente—, y
claramente se percibe diferente. No voy a negarte que es apuesto porque lo es,
pero lo que resulta tan llamativo de ese sujeto es que su sola esencia está
repleta de luz. Me pregunto…si será verdad que fue creado con un suspiro de
sol.
»— ¿Qué?
— repetí desconcertada. Somak elevó las cejas, indiferente —. ¿Quién te ha
dicho eso?
¿Un suspiro de sol? Si casi sonaba a poema…
»— Lo
escuché por ahí, ya ni recuerdo bien en dónde.
¿Hay
forma de escapar de un suspiro de sol? No, no lo creo. Te abrasa, te quema…te mata.
Estúpida
mocosa.
La odio.
Nunca he odiado a una humana más que a Georgia Vidor, pero parece que esta vez
habían superado el récord. Tan caprichosa, tan demandante: se atrevió a
abofetearme, solo porque se sentía amenazada. Ya la había visto besarlo en
secreto cuando era más pequeña, era normal que el sentimiento se desarrollara,
se intensificara…
»— Los
niños crecen. Y cuando lo hacen, sus sentimientos mutan. Más si se trata de una
niña — fue lo que Berith me dijo la primera vez que nos
vimos—. Pero si me dejaras ver tu
futuro…
»— Nhyna,
Berith es demasiado conocido entre los nuestros por sus embustes. No caigas: no
seas tan jodidamente ingenua, por favor.
Lo sé,
claro que sé que no es más que un truco para caer en un contrato que quién sabe
qué me pedirá a cambio. Pero es que la sensación de vacío, la frustración,
empezaba a hacerse tan insoportable… Nunca me han rechazado, nunca he recibido
un no por respuesta, y lo único que obtenía de Aniel eran sonrisas puras y
charlas que nunca desembocarían en algo más.
Pero
solicitarle ayuda a Berith sería como lanzarse a un mar de lava. Las
probabilidades de salir airosa eran nulas… Pero si él estaba diciéndome la
verdad, entonces tendría la respuesta para obtener lo que tanto deseaba.
A él…
— ¿Dónde
está? — oí de pronto. Volteé y comprobé que Somak acababa de aparecerse aquí,
en el cuarto de baño. Me miró fijamente y después se quitó las prendas, una a
una, solo para…
— ¿Qué
haces? — repliqué.
— ¿Qué no es
obvio? Tomar un baño, mi preciosa y rubia muñeca.
— ¡Pero no
conmigo, animal!
El agua
rebalsó y cayó como cascadas por los bordes de la tina. Somak se recostó sobre
el lado opuesto, frente a mí. Traté de empujarlo, exigiéndole que se largara,
pero solo echó la cabeza hacia atrás y suspiró, angustiado.
¿Qué
pasa? ¿Por qué está así de nuevo?
— No me
tomes a mal pero…tal vez ya deberías olvidarlo — indiqué indiferente. Las velas
aromáticas que había encendido tintinearon: por lo visto el comentario no le
había caído tan bien que digamos—. Fue un error, sí, pero ya no se puede hacer
nada.
Había
oído que cuando un recién declarado errante lograba escapar, el magistrado de
su Anunciación sentía tal repulsión por sí mismo y por su error, que lo único
que anhelaba era encontrarlo para matarlo.
— ¿Dónde
está? — ladró de nuevo, ignorando mi consejo: supuse que hablaba de Valak.
Somak era atractivo, casi tanto como Aniel, pero tenía un carácter de mierda—.
Habla, muñeca.
— No sé,
supongo que ha de estar con el mocoso humano y su madre. Ya sabes cómo…
— ¡¿Acaso
no me oíste cuando te dije que debíamos evitar que lo hiciera tan seguido?!
— ¡No me
alces la voz, imbécil! — repliqué harta—. ¡No soy su jodida nana! ¡Si Valak no
entiende con palabras yo no puedo hacer nada! ¿Qué quieres? ¿Qué lo encadene
para impedir que se largue a la casa de la inmunda humana?
— ¡Así por
lo menos serías de mayor utilidad!
— ¡Vete a
la mierda, imbécil! — Salí de la tina, con todo mi baño relajante completamente
arruinado, y le arrojé un par de velas al agua, para arruinárselo también.
— ¡Carajo,
Nhyna…!
— ¡Estoy
harta de que entren a mi morada y me traten como basura! ¡He soportado por
décadas los constantes lamentos de Valak, ¿y sabes qué?! ¡Ya estoy harta! ¡Si
quiere largarse con la humana a Nueva Ihara o a dónde sea que se la lleve su
esposo, yo no lo seguiré! ¡Puede irse a donde se le plazca y condenar su
maldita existencia a una puta humana que no lo merece y nunca lo merecerá!
Berith
entrando a casa y tratándome como una estúpida, ahora Somak, ¡qué se creían!
—
Muñeca, escucha…
—
¡Escucha y una mierda! — repuse y me puse la
bata, malhumorada, para salir rumbo a la sala.
Somak elevó una ceja y salió, desnudo. Soltó
una carcajada cuando rodé los ojos, reconociendo ya su jodido acto presuntuoso:
le gustaba que lo observaran con su forma humana. Sabía que era atractivo y se
regodeaba por ello; una actitud que conseguía hacerlo aún más irresistible.
Moriría si Aniel tuviese la mitad de arrogancia
que este bastardo. Sería el ser más perfecto creado por el Todo: bello y a la
vez consciente de su belleza.
— Ya sabes
que a veces te quedas mirando la nada, ¿verdad, preciosa? — oí de pronto. Somak
corrió las puertas del armario y sacó una botella de licor—. Cuando uno se
abstrae es porque prefiere estar en cualquier otro lugar menos en el que está
presente.
— Mira tú,
no has podido explicarlo mejor — respondí arisca.
Abrió la
botella y se la bebió hasta la mitad. Se acercó y me la ofreció, en
símbolo de reconciliación.
— Sé que
estás algo inquieta por no saber el paradero de tu cándido Adonis, rubia —
añadió divertido cuando se sentó en el sofá de en frente. Iba a dejarlo
hablando solo cuando escuché que suspiró—. Lo que pasa es que la situación de
Valak me está desquiciando un poco.
Ahí está. Otra vez el tono angustiado.
— Somak,
dime la verdad — exigí. Elevó la mirada y me escuchó atentamente—. ¿Qué fue lo
que te dijo Viggo el día de su Anunciación?
No ha
querido decírmelo, pero estoy más que segura que el mugroso errante le dijo
algo antes de escapar. Algo que había conseguido desconcentrarlo para la
perfecta huida. Algo que lo tenía inquieto y que no había querido compartir con
nadie.
Sin
embargo se mantuvo relajado, sin mover los labios más que para beber más.
Recordé
la mirada que lanzó a la tribuna segundos después de oírlo: había algo que no
me estaba gustando en ese pasaje.
— Somak,
si lo que te dijo Viggo tiene que ver con Valak, tengo derecho a saberlo —
insistí—. ¡He vivido con él por vidas! Tal vez no tantas como tú en su momento,
pero…
Lo observé fijamente. El gesto se le puso muy
serio.
Me asusté.
— Nhyna,
ese día, antes de llegar a la jodida Anunciación…— inició en tono bajo. Me
incliné, para escucharlo mejor—…impedí que el idiota de Valak matara al esposo
de la humana.
¿Qué…?
Traté de
no verme muy afectada, pero la respiración se me había acelerado.
Sentí un
hueco horrendo ampliándose en mi pecho.
—
Él no lo haría… No es tan estúpido como para…
— No lo
hizo a conciencia — añadió. Me dijo que había lanzado al humano contra un
armario y que si no llegaba para atraparlo, hubiera muerto desnucado—. Nhyna,
Valak está empezando a perder el control con todo este asunto…
— Somak,
lo que sea que te dijo Viggo en el instante en el que consiguió escapar, ¿tiene
que ver con Valak? — Me miró fijamente pero no pronunció palabra alguna—.
¡Maldita sea, no leo mentes, imbéc…!
— No puede
decirlo, preciosa — oí por detrás. Giré violentamente y me encontré a Berith
con su acostumbrado cigarrillo en mano.
Somak se puso de pie, pasando por alto su
desnudez.
— Cuando
uno de los míos lanza una predicción, el oyente no puede decirlo en voz
alta…porque corre con el riesgo de acelerar lo visto.
Entonces…¿entonces era eso?
¿Viggo había compartido con Somak algún suceso
del futuro?
— ¿Vas a
insistir con lo mismo?
— Mi
estimado señor Comandante — inició Berith zalameramente—. Te comenté desde un
inicio sobre la oferta que traía para ti de parte de mis superiores. La
analizaste y al parecer…
— No me
interesa, ya te lo dije — concluyó.
¿Oferta? ¿Pero qué…?
— Lo sé,
parece que nuestros planes no te resultan tan interesantes como pensábamos,
pero escucha, realmente apreciaríamos tenerte con nosotros: tu naturaleza
guerrera te hace indispensable en nuestra causa, así que permite que mejore la
propuesta.
Observé
a Somak, buscando algún gesto que pudiera brindarme mayores explicaciones; pero
su mirada permanecía sobre Berith, tan tranquilo como solía verse siempre.
— Si
aceptas la oferta que te he propuesto, voy a incluir en los beneficios la
respuesta que tanto buscas. Viggo era uno de los peores miembros de nuestra
especialidad, pero él mismo te lo dijo, ¿no es así? Que la predicción que
estaba compartiendo contigo era incierta: no estaba seguro de si era verdad o
era mentira.
Algo se
quebró: el cuello de la botella que sostenía Somak se había rajado por la
fuerza con la que la sostenía.
— Yo puedo
despejar la duda, quitarle lo ambiguo a la premisa. Y evidentemente con eso,
podrías evitar que sucediera lo que sea que te haya dicho.
— ¡Oigan,
ustedes do…!
— Estoy
más que seguro que a nuestra preciosa muñeca también le encantaría que
aceptaras la oferta.
Fruncí el ceño, sin comprender nada.
Somak,
al lado, partió el cuello de la botella, arrojó a un lado los restos y continuó
bebiendo en silencio.
Vi la sangre deslizarse por sus labios ante el
pico improvisado, mezclándose con el alcohol.
¿Por qué
empiezo a sentir que nunca debí dejar entrar a Berith en nuestras vidas?
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
— Una vez
más — me ordenó Nanael con esa voz de abuelito renegón—. Aún puedo sentirte en
la habitación.
Suspiré, agotada, porque ya era la quinta vez
que lo intentaba en la mañana, y no funcionaba.
—
¡Vamos, niña! ¡No le estás poniendo empeño!
—
¡No me grites! — repuse harta.
— ¡Voy a
gritarte todo lo que quiera hasta que el salmo de camuflaje haya sido
perfeccionado! — rebatió de malgenio.
No aguanté más. Me puse de pie, enfadadísima,
¡porque odiaba estas clases cuando él estaba así de insoportable! Por la tarde
tenía el ensayo para el baile y en la noche tendría que soportar la horrible presencia
de Gisell y Corín por la cena familiar en casa del abuelo.
¡Todo este día estaba resultando un fiasco!
¿Quería un salmo de camuflaje? ¡Bueno, se lo
iba a dar!
— ¡Vamos,
otra ve…!
— ¡Nec mátia, nec
sensus! — lancé...
¡Fuuum!
…y la
habitación se oscureció. Los ojos de Nanael se entrecerraron antes de que los
perdiera de vista.
¡Listo! A
ver si así me deja en paz unos cuantos minutos.
Dios, estoy
cansada de estas clases, de asistir a los horribles ensayos del Baile de las
Luciérnagas que ya estaba tan cerca de llevarse a cabo. Y estoy aún más cansada
de no poder dormir como corresponde, por estar dándole vueltas al mismo asunto.
Ya pasaron
casi dos meses y medio desde lo que sucedió en la bodega del Teller entre Aniel
y yo, y aún no habíamos intercambiado ningún tipo de palabra sobre ello. Es
más, no he conseguido verlo a solas ni una sola vez.
Volví de
Ampelio y creí encontrarlo en mi habitación, esperando mi regreso como siempre,
pero esta vez hallé también a los enmascarados que decían llamarse Abdals
vigilando todo a mi alrededor. Pregunté desconcertada por qué estaban aquí, y
la respuesta que obtuve de parte de Nanael fue que la fecha de mi cumpleaños se
acercaba, y que era importante que me mantuviera resguardada. Busqué más explicaciones
pero nunca obtuve nada más que simples monosílabos. Y sumado a todo esto, Aniel
no hacía más que charlar con la joven que solía transformarse en mariposa,
Caila si estaba en lo correcto, y evadirme la mirada.
Para
cuando ella se fue, él y Nanael empezaron a rellenar mi habitación de salmos y
gozos que reconocí como de protección. Los Abdals se retiraron después de
elaborar sellos extraños que terminaban haciéndose invisibles al adherirse a
las paredes.
»—
Aniel… — lo llamé cuando quedamos solo los tres. Nanael me lanzó una mirada de
reproche, como exigiendo que no lo desconcentrara, pero yo ya no podía seguir
prolongando esto —. Aniel…
»—
Reserva burgosje et la maison…
»— Aniel… — insistí casi persiguiéndolo. Él iba de
un lado a otro, pronunciando gozos que se desprendían de sus dedos e iban
adquiriendo sellos en el aire—. ¡Aniel!
»—…resguarde pura…
»— ¡Te estoy hablando! — grité y Nanael me
reprendió disgustadísimo.
Los ojos
miel descansaron sobre las cortinas de mi habitación, y después se enfocaron en
los míos.
»— Te
juro que vamos a hablar…pero debes aguardar un poco — me pidió cortésmente. No
me pude contener y atrapé sus dedos entre los míos.
Mi
corazón palpitó violentamente cuando su mano comprimió la mía, como pidiéndome
que confiara en él.
Pero el
momento se rompió, porque Nanael se puso entre ambos y nos miró seriamente.
»— ¿Qué
está pasando aquí? — exigió con brusquedad, y retiró a Aniel de un empujón.
Nuestras
manos se soltaron. El gesto de disgusto en su rostro se acentuó:
»—
Ustedes dos van a empezar a explicarme qué está sucediendo aquí si no quieren
que…
Iba a
responderle que no le incumbía, pero la puerta se abrió y Nunita ingresó,
emocionadísima.
»— Mi
niña, ¡acaban de llegar los vestidos! Deje lo que sea que esté haciendo y vamos
a probárselos de una vez.
Ambos
desaparecieron, justo cuando la modista subió a mi habitación con los modelos
que la tía Morgana le había pedido que me confeccionara. Por la noche Nanael
reapareció, pero solo, y lo único que atinó a decirme fue que “Aniel había sido
invocado por sus superiores, así que iba a quedarse un tiempo con ellos. Que
tenía asuntos pendientes que yo no comprendería, así que sería en vano
explicármelos”.
»— ¿De
qué necesitan hablar ustedes dos? — exigió severo. Tragué despacio y lo único
que atiné a inventarme fue que Aniel había estado enseñándome algunos salmos y
que necesitaba hablar con él sobre ellos.
No me
creyó absolutamente nada, pero no insistió. Y desde aquella vez empezó a
mostrarse aún más reacio de lo que era conmigo.
Me pasé
los días en Izhi, caminando entre los árboles mientras trataba de comprender
cómo era que todo parecía haberse complicado demasiado. Yo…yo estaba segura de
lo que sentía por Aniel, pero no tenía ni la más remota idea de lo que pasaba
por su mente. Recuerdo que aquella vez en el Teller, le reproché el no haberme
besado nuevamente después de lo ocurrido con el vaisiux, y lo que recibí a cambio fueron sus labios. ¿Qué
significaba eso? ¿Era una negación a lo que yo había pensado: que no quería besarme
otra vez? ¿O simplemente fue un impulso, una forma de aplacar el horrible
sentimiento de rechazo que había mantenido guardado dentro de mí? Los días
pasaban, Nanael empezó a ponerse demasiado estricto con las clases de salmos, y
los ensayos para el baile se intensificaron. Las clases de la señorita Bona se
estaban poniendo tan difíciles, y yo no dejaba de preguntarme qué cosa era tan
importante como para que los días pasaran y Aniel no reapareciera. Para colmo
de males el señor Traugott seguía viniendo a casa, acompañado de Darío, y yo no
hacía más que responderle de la manera más fría posible, porque nunca iba a
olvidar lo altamente ofendida que me sentí con sus acusaciones e insinuaciones.
Lo único
bueno de todo esto, era que Joan había decidido quedarse un par de semanas más
en Ampelio. Hace dos noches recibí una carta suya, en la que me hablaba muy
emocionado de todo lo que Cloe le estaba enseñando sobre la producción de
vinos. Mi abuelo también ya había notado cierto interés de parte de mi hermano
por la nieta del señor Pietro Duman, y se lo había comentado sutilmente al tío
Dav...
— ¡Ah!
Solté un grito, espantada, cuando algo semejante
a una cuchilla partió en dos mi escondite. La oscuridad se disipó.
Nanael permanecía de pie, frente a mí, y con el
brazo con el que había destruido mi salmo de camuflaje elevado a centímetros de
su rostro.
— Ese no
era el salmo que estábamos practicando.
— ¿Querías
uno de camuflaje, no es así? Bueno, te di lo que tanto pedías — respondí con
firmeza.
— Fue
Aniel, ¿no es verdad? El que te enseñó el Nec mátia, nec sensus.
— ¿Y qué si fue él? Ya te dije que también ha estado
dándome clases.
— No me tomes por estúpido, niña — me recriminó. Las
cosas cada vez se ponían más tensas entre nosotros, y parecía que el motivo era
que Nanael sospechaba que algo había sucedido entre Aniel y yo.
Cosa
que era real pero que él desconocía por el momento.
Tocaron la puerta y Nunita ingresó, diciendo que ya
darían las dos de la tarde, y que debía empezar a prepararme para que
llegáramos puntuales al King’s Rose.
Era el salón en
el que se llevaría a cabo el baile; y juro que en cuanto se acabe todo este
asunto no volveré a poner un pie en aquel lugar. Estoy aburrida de verlo.
— ¿Cuándo
volverá? — me atreví a preguntarle antes de que saliera por el balcón.
Nanael volteó a mirarme, circunspecto:
— Ya te lo
dije: cuando termine los pendientes que tiene consigo.
Y desapareció: tal y como había sucedido las
últimas semanas.
Nanael y
yo no podíamos permanecer demasiado tiempo juntos. Parecía que a él le
incomodaba demasiado mi presencia, y por mi parte, el sentimiento era mutuo.
— ¿Por qué
esa cara, mi niña? — me preguntó Nunita ya en el coche—. Parece como si acudir
a cada ensayo fuera un dolor de cabeza para usted.
No le
respondí más que con una sonrisa que traté de hacer genuina. No le encontraba
todo lo encantador que ella sí al Baile de las Luciérnagas, y al estar tan
cerca la fecha, cada ensayo parecía acentuar mi antipatía por ese día.
Había
oído al señor Traugott comentarle al abuelo que Darío intentaría obtener mi
último baile ese día. Tuve que fingir no escuchar nada porque antes de que le
respondiera con un “prefiero que me rompan las piernas a bailar con su hijo”,
Nunita ya me había dado una leve palmadita en el brazo, casi diciendo “es
fastidioso, pero es mejor guardar silencio”.
Nunca
creí que las palabras de la tía Morgana fueran tan exactas. Podían pintar el
Baile de las Luciérnagas todo lo hermoso y mágico que quisieran, pero habían
puntos que no me convencían del todo. Yo, en particular, no tenía ninguna
intención de entregarle mi último baile a nadie, pero no me parecía justo que
las chicas tuviésemos que esperar a ser invitadas. Pensé en Loi y sus deseos
por acercarse a Luca Liberia, y en una oportunidad me atreví a preguntarle a la
guía principal si nosotras podíamos invitar al chico que deseáramos en caso
este fuera muy tímido.
Lo único
que recibí fue un gesto escandalizado de parte de ella, y las risitas de Corín
y Anastasia que murmuraron “ofrecida”.
¿Por
qué? ¿Por qué no era tolerable que una tomara la iniciativa?
»— Usted es la que elige, mi niña, así que no
veo cuál es el problema — trató de explicarme Nunita.
»—¡El
problema es que si espero que me inviten, siento como si solo fuera una pieza
que debe esperar ser tomada! Tal y como repetía la tía Morgana.
»— Ay,
mi niña, ya le he repetido miles de veces que la señora Morgana a veces es
un…tanto peculiar con sus ideas.
El baile
sería en dos semanas, exactamente un día después de mi cumpleaños. Por ese
mismo motivo había decidido que este año no lo celebraría más que con el abuelo
y los miembros de la casa. No me sentía con ánimos para eventos sociales, y
además de eso, ya estaba cansada de competir contra el Zahir. Ahora que
cumpliera 16 años, las fiestas ya no podía hacerlas de mañana o tarde, ya que
serían extremadamente aburridas. Y por la noche del 05 de octubre, ya habían
suficientes reuniones a propósito de esa festividad como para sumar una más a
la lista.
— ¡Loi! —
exclamé cuando ingresamos. Aún era temprano por lo que las guías y
organizadoras estaban dándonos tiempo para saludos y charlas—. Lo único bueno
de esto es que por lo menos te veo. ¿Mmm? ¿Por qué traes esa carita?
— Anastasia
es increíble — me comentó agotada. Le pregunté que a qué se refería y suspiró—:
Escúchalo por ti misma.
Me
acerqué discretamente al grupo de chicas que rodeaban a Anastasia. Ella
permanecía al medio, con toda la actitud de alguien que evidentemente está
siendo el principal objeto de atención.
¿Estaría
alardeando nuevamente sobre el hijo de los Quim…?
— Obviamente
yo puse un alto a todo el asunto. La noche era mágica y él se veía tan apuesto…
Pero no podía continuar con el flirteo sin la autorización de mis padres,
porque no es algo que una chica bien portada haga.
¿Qué…? ¿Y ahora de qué…?
— Sin
embargo prometió mantenerse en contacto conmigo. Ayer recibí una carta suya, es
por eso que recién me atrevo a comentar todo esto.
No sé si
mi gesto de desconcierto fue demasiado evidente o qué, porque Corín volteó a
verme y lanzó una carcajada:
— Ya
llegaste, “Alby” — me saludó usando en tono irónico el nombre con el que Alexia
me llamaba—. Al parecer a alguien no le sentó demasiado bien el no haber sido
el centro de atención en el coctel de la señora Aldabella.
Ni bien
escuche “coctel”, recordé bruscamente lo que más estaba tratando de evitar: la
bodega del Teller, la copa de champám, la fresa sumergida. Los ojos miel y su
boca sobre la…
»— Te juro que vamos a hablar…pero debes
aguardar un poco.
— Vas a
tener que disculparme, Corín, pero no he comprendido del todo el tema de
conversación — me apresuré a responder antes de darle oportunidad alguna a mi
mente de dispararme con imágenes que por ahora no quería recordar.
— Te
preguntaba qué se sentía el no haber sido el objeto de atención por primera vez
en tu vida — declaró altiva. Seguí sin comprender—. Anastasia llegó hoy con la fabulosa noticia de
que uno de los nietos de la señora Forgeso le había enviado una misiva.
Sorprendente, ¿no es así?
¿Ah sí…?
— Sí, pero
no lo comenten tan a la ligera que es un secreto entre ambos — recalcó
Anastasia en tono cómplice, y empezó con la narración para “supuestamente”
ponerme al día.
Ahora
resultaba que la abuela Forgeso (Gremory), era íntima de un pariente lejano
suyo, y que por ese motivo ella tenía altas probabilidades de volver a ver a
alguno de sus “famosos” nietos. Soltó una risita presuntuosa, diciendo que
incluso habían ido a tomar el té a su casa y uno de ellos parecía muy
interesado en ella. Que todo había empezado cuando ambos salieron a tomar aire,
ahí, en el Teller, y que en ese espacio de tiempo habían congeniado tanto que
él le solicitó permiso para escribirle.
Esa era
una mentira enorme; y Loi lo sabía porque yo le había contado parte de lo que
había sucedido esa noche, el último día que estuvimos en Ampelio.
— Pero yo
creí que estaban interesados en la señorita Marion — añadió Candela Diuca, pensativa—.
Mi madre también. Todos vimos ese día que ambos no dejaban de charlar con ella.
Loi parpadeó, sin saber cómo continuar el
comentario.
—
¿Acaso no me viste salir con uno de ellos? —
insistió Anastasia con voz sabionda.
—
¿Y cuál de los dos es? — preguntó otra de las
chicas, ansiosa.
Anastasia sonrió:
— Hablo
del menor: Alen… Alen Forgeso — anunció, y no pude creer tal descaro.
¡Cómo se atreve a decir tantos disparates
juntos!
Quise
desmentirla, pero la verdad era que por un lado era una pérdida de tiempo: Alen
Forgeso jamás se volvería a mostrar en público. No volverían a verlo…
Ni
siquiera yo lo había vuelto a ver desde aquel día.
Y por el
otro: haciéndolo solo conseguía darle a Anastasia lo que tanto buscaba, y eso
era nada más y nada menos que atención.
Decidí
dejarlo pasar, pero Loi no pudo contenerse y explotó, como nunca la había
visto:
— ¡Eso no
es cierto! — replicó con fuerza —. ¡Nada de lo que has dicho es verdad!
Anastasia volteó a verla como si la hubiera
abofeteado.
— ¿Me
estás llamando mentirosa, Marion Amira?
— ¡Sí, lo
estoy haciendo, porque estás inventándote todo eso! — Todas las chicas se
sorprendieron por el tono rudo, tan poco frecuente en Loi.
Anastasia frunció el ceño, irritada:
— Estás
poniéndote así porque jurabas que tú fuiste el centro de atención de aquella
vez, ¿no es así? — lanzó venenosamente —. El hecho de que hayas charlado un
tanto con los nietos de la señora Forgeso, no te da derecho a llamarme
mentirosa.
— ¡Puedo
asegurar que no dices más que mentiras porque yo sé de alguien que conoce a la
señora Forgeso, y esa persona puede refutar en cuestión de segundos todo lo que
estás contándonos! ¡El joven Alen no puede haber hecho nada de lo que estás
diciendo, porque él estaba interesado en Albania! ¡Estoy segura!
¡¿Qué?!
Me sonrojé violentamente. Corín elevó una ceja
y volteó a mirarme, muy seria:
—
¿El abuelo sabe de esto?
— Niñas,
¡niñas! Vamos a empezar — oímos la voz de la guía principal, y aproveché el
pánico para tomar a Loi por el brazo y llevármela a nuestros lugares en el
salón, a punto de iniciar el ensayo.
— Mi Loi
querida… ¡¿qué has hecho?! — murmuré mientras nos acomodábamos en uno de los
extremos de la amplia pista de baile.
— ¡No la
aguanto, Albania! ¡Tú estuviste con él, ustedes se besaron! ¡¿Cómo puede
inventar semejante…?!
— ¡Shhhh!
No lo digas así — pedí avergonzada. Giré de reojo y comprobé que Corín no
dejaba de observarme, ceñuda.
¡Ay, no! Espero que no pregunte nada porque
sino las cosas solo van a empeorar.
A la
mitad del ensayo, la guía principal nos hizo practicar el encendido de las luces
de bengala. Loi se trasladó al otro punto, practicando una vez más cómo acceder
ante la solicitud de un baile, y en ese lapsus Corín apareció junto a mí.
—
Lo que Marion ha dicho…
— Shh,
Corín, estamos en pleno ensayo — la regañé brevemente, rogando que por amor a
quién sea ya olvidara el asunto.
— No me
cambies de tema. — Me ofrecí de voluntaria para practicar el movimiento en caso
de que la respuesta fuera un “no” al pedido de baile, y me desplacé hasta el
otro extremo. Corín hizo lo mismo y volvió a aparecer junto a mí—. ¿El día del
baile planeas aceptarlo si es que acude?
Por un
segundo la garganta se me secó. Imaginé a Aniel ingresando por las enormes
puertas del salón, en traje y con una bengala en mano.
Dios, no
tenía ni que pensarlo: si él me solicitara el último vals, yo hasta podría no
bailar con nadie, solo aguardando la última pieza.
—
¡Respóndeme!
— La única
persona con la que baile será el abuelo — aclaré tensa. Sentía las orejas
arderme de la vergüenza. Volteé a ver a Loi que giraba con gracia ante la
mirada repleta de odio de Anastasia.
Sonreí
un tanto: las clases de baile en Lavehda habían provocado tantos cambios en ella.
Mira que lanzarse a gritarle al odioso pastel de Navidad.
— ¡A ver,
niñas! Vamos a ensayar una vez más, pero ahora con las bengalas encendidas. Lo
último que queremos es que ese día alguna obtenga una quemadura…
— O en el
peor de los casos termine incendiándose — comenté de mala gana y algunas chicas
rieron junto a mí.
Volteé a ver el enorme reloj de pie del otro
extremo de la sala: apenas eran las cuatro.
Faltaban tres horribles horas más de ensayo.
— ¡A ver,
todas juntas! Oh, señor, lamento no poder aceptar esta pieza — exclamó la guía
teatralmente—. ¡Vamos, niñas! ¡Todas juntas!
— Oh,
señor… — oí en coro a todas.
Mátenme.
¨°*°*°*°¨
MARION
— ¡Bien
hecho, señorita Amira!
— Gracias
— respondí algo apenada después de encender la bengala con la de la señorita
Paris, y me dijo que ya podía sentarme.
Corrí hacia el asiento junto a Albania. Me
recibió con una enorme sonrisa y después resopló, aburrida.
Ya sabía
que odiaba los ensayos a muerte. En una oportunidad incluso envió a Amber
transformada en ella y se quedó en Izhi, practicando con el violín.
¡Ah, es verdad!
— Albania,
olvidé mencionártelo — inicié algo nerviosa. Volteó a mirarme, curiosa—. El
mismo día del Zahir y de tu cumpleaños se va a realizar el homenaje al Árbol
Sagrado en el que reposa Khantati — expliqué emocionada. Me encantaba que me
observara con esa atención cuando le contaba las cosas que me enseñaba Janna en
Lavehda—. Y por costumbre, todos los jóvenes que se están instruyendo en el
arte de la Danza deben rendirle homenaje.
— ¡No me
digas…!
— Janna
dice que ya estoy preparada para hacerlo. — Bueno, me lo había dicho hace
mucho, pero había preferido mantenerlo en secreto hasta que realmente estuviera
segura de presentarme —. Así que no sé si ese día quisieras venir conmigo a…
— ¡Mi Loi
querida! ¡Vas a presentarte en público! ¡Claro que estaré ahí! ¡Amber va a
morirse de la emoción cuando lo sepa!
— Ya lo
sabe. Como siempre me acompaña a los ensayos, Janna la invitó personalmente.
Recuerdo
que cuando la oyó, soltó un grito fortísimo y empezó a preguntar cosas sobre
la indumentaria, los accesorios, y demás cosas que pudiera necesitar para la
presentación. Janna le dijo que no tenía que preocuparse por eso, pero Amber
insistió en ser por lo menos la encargada de arreglar mi cabello.
Acepté
la propuesta más que contenta: ¡ella había sido parte de todo esto! Gracias a
ella y a Albania yo había conseguido llevar las clases por más de tres años y
sin haber sido descubierta. Era lo menos que podía hacer para complacerla.
— Esto
significa que va a ser el primer Zahir que pasaremos fuera de casa — me comentó
Albania con complicidad.
Bueno, si lo veía de ese modo, sí.
Aunque
por lo que Janna me ha comentado, el Zahir se celebra de manera diferente en el
centro de la ciudad y en Lavehda, esto debido a que ambos acontecimientos
formaban parte de diferentes culturas. En el primero las celebraciones duraban
tres días, y eran en honor a los ángeles caídos que San Zahir trataba de atrapar
después de que estos escaparan de su custodia. En Lavehda, por otro lado, se
celebraba el día del Árbol Sagrado de Khantati. Se preparaban platillos de
Nueva Ihara, nadie podía comer carne y se realizaban rituales de compromiso
para aquellos que planeaban casarse en fechas cercanas.
— ¡Este es
el mejor regalo de cumpleaños que he podido recibir para este año! — me comentó
contentísima en medio del fuerte abrazo que me dio. Me preguntó si usaría
alguno de esos vestidos vaporosos que usaban en Lavehda, y cuando estaba por
decirle que sí…
— ¿“Ofreciendo”
abrazos? Te veo muy acomedida, Albania.
¿El día del baile también estarás así de “ofrecida”?
…Corín apareció, con el usual gesto de burla
que traía cuando se dirigía a Albania.
— ¿Te
puedo ayudar en algo en particular, Corín? — resopló, aburrida.
— No.
— Ah, qué
bueno.
— Pero la
que sí puede ayudarnos es la señorita Amira — añadió Anastasia. Elevé la
mirada, sin comprender—. Dijiste que conoces a alguien capaz de refutar todo lo
que yo había dicho sobre Alen Forgeso, ¿no es así?
Oh-oh.
— Pues
bien, si no quieres que creamos que no eres más que una mentirosa; espero que
puedas decirnos de quién se trata. O mejor aún…
Albania me miró, tragó despacio ante la sonrisa
de Anastasia.
— …tal vez
pedirle al mismo joven Forgeso que acuda al baile. Claro, si es que realmente
tienes contacto con ellos, y si es que él está “tan interesado” en la señorita
Formerio, como mencionaste. Si es verdad, claro está.
Genial. Yo y mi gran boca.
Albania suspiró: vaya buen lío en el que acabo
de meternos.
¨°*°*°*°¨
ANIEL
— ¿Los
filamentos te incomodan?
— No —
respondí, pero sinceramente era como tener miles de agujas incrustadas en la frente
y varias partes del cuerpo.
— ¿Y
ahora? — me preguntó Caila.
Dolían mucho más, pero daba igual. Podía estar
en la misma posición por días si era necesario.
La
comunidad de Enolas que se acercaba
me tenía intranquilo; el mismo Nanael se había visto algo inquieto. Si la única
forma de conseguir contactar con ellos era tenerme a mí como intermediario,
permanecería sentado aquí todo el tiempo que los Phaxsi y Abdals desearan.
— Si
deseas, podríamos detenernos por un intervalo de tiempo — ofreció Rumilat.
Elevé las alas de mi forma original, esperando que desde donde estuviera
comprendiera que me sentía con ánimos de continuar.
Cerré
los ojos y me enfoqué en los pulcros muros, de blanco resplandeciente. No sé
exactamente cuánto tiempo llevo aquí. He tratado de pensar en ella lo mínimo, porque gracias a los filamentos que tenía
conectados en todo el cuerpo, los Phaxsi me habían informado que en
determinados momentos los canales de comunicación que conseguían vislumbrar,
usándome como mediador, perdían consistencia.
Pensar
en ella me alteraba por completo, y en este momento lo último que necesitaba
era desconcentrarme.
La vez que
el vaisiux la secuestró, me juré que
nunca más dejaría que pasara algo similar. La noticia de que más de un ser
estuviera en pos de ella, no era alentadora, y menos teniendo tan poca
información sobre ellos.
— ¡Ahí!
¡Estamos consiguiendo establecer una conexión! — bramaron. Los filamentos me
atravesaron sutilmente pero evité quejarme—. Aniel, ¡Aniel, ¿crees poder
segu…?!
— ¡Solo
háganlo! — respondí inmediatamente. Los muros de cristal temblaron un tanto;
Caila, al frente, adoptó su forma humana para acercarse a mí.
— ¡Por
todas las creaciones, estás sangrando! — murmuró preocupada. Le dije que no
importaba —. Es que es imposible que sangres en este espacio, Aniel. La
Estancia Alba es un espacio que neutraliza cualquier reacción relacionada al
Mundo Terrenal. Y el sangrado es algo que solo sucede en allá.
— Olvídalo.
— Tendré
que hablar de esto con Nanael. Es como si tu cuerpo estuviera pareciéndose al
de los human…
— ¡LO
TENEMOS! — bramó Rumilat—. ANIEL, ¡NO PERMITAS QUE SE PIERDA LA CONEXIÓN!
Un
sonido extremadamente agudo me atravesó y repentinamente distinguí un hilo azul
a lo lejos. Sentí que me acercaba a él pero parecía tan escurridiz…
—
¡Él es!
¡Prometido es él! ¡Prometido es él!
¿Qué…?
— Hablar con todos posible no es. Hablar con todos
negarse tendremos.
— ¿Aniel?
— oí lejanamente. Abrí los ojos y comprendí que parecía haberme aislado del
espacio.
Ya no
estaba en la Estancia Alba: ahora parecía estar en flotando en algo que parecía
ser el cielo nocturno humano, repleto de estrellas. Traté de mover los miembros,
pero comprendí que no tenía materia.
Era como
si fuera un ente abstracto, como si me hubiera convertido en un pensamiento.
— Prometido, hablar con todos negarse tenemos. Confiar
en hijos ángeles no hacemos. Si hablar quieres con nosotros, cerrar oídos ajenos.
— ¿Ustedes…son
los llamados enola? — me atreví a
preguntar y el espacio vibró—. ¿Eso es un sí?
— Hablar no hasta que cerrar oídos ajenos. En
hijos ángeles confiar no hacemos.
— Pero…yo
también soy un hijo ángel — rebatí con cautela. No podía darme el lujo de
perderlos después de tanto tiempo buscando comunicarme con ellos.
— Diferente ser tú, porque prometido ser.
Prometido ser, noble señora de la. Hijo ángel no importa, amado eres por la
noble señora. Cerrar oídos ajenos, confía, prometido, nosotros hemos.
— Desconecten
los filamentos — pedí, esperando que me oyeran porque no comprendía exactamente
en dónde me hallaba. Era un espacio que mi mecanismo de respuesta no
reconocía—. Son ellos, pero me dicen que no hablarán a menos que sea una charla
privada.
— Aniel,
¿estás seguro? — oí lejanamente: era Caila—. No sabemos cómo son y…
— Háganlo,
no sucederá nada.
La
sensación de agujas punzantes desapareció una a una. Supuse que estaban
desconectando cada filamento.
— ¿Dolía, prometido? — oí —. Lejos te vimos…silencio soportando. No
quejar, no basta decir. Comunicarte buscabas, sin importar dolor.
Comprobé
que ya podía verme: elevé los miembros y me encontré con mis alas. Estaba en mi
forma original.
Entonces
sentí como si deslizaran seda sobre mis plumas. Elevé la mirada y me encontré
con figuras ondulantes que iban y venían suavemente. Pasaron junto a mí,
rozándome: ¿prometido, no duele ya? ¿No
duele ya?, era todo lo que oía.
—
Mi nombre es Aniel y…
— Quién eres sabemos, hijo más amado. El Todo
pensó en ti desde un inicio, desde un inicio en ti pensó. Tu moldeamiento
vimos, el afecto que puso reconocimos. Aniel eres pero también no serás. Ángel
eres, pero prometido más.
— Disculpen
que haya insistido tanto, tratando de comunicarme — expliqué, dispuesto a
obtener toda la información necesaria—. A lo mejor suene descortés de mi parte
iniciar así, pero he oído que están planeando… “visitar” a la…Madre e Hija.
Me costó trabajo decirlo así: para mí era
Albania, solo Albania.
— Viajado por vidas estado hemos. Paseando,
paseando, sin encontrar noble señora. Llegaremos pronto, su presencia sentido
hemos.
— Disculpen
mi atrevimiento, pero podría preguntar…¿qué están buscando con esa visita?
— Conocer la noble señora. Por años querido
hemos. Su esencia fuerte percibimos; respeto presentarle queremos.
Bueno, por lo visto solo querían verla en
persona.
“No seas tan ingenuo, Aniel”, imaginé a Nanael.
— Daño jamás haremos, preguntar si quieres eso.
Señora noble irse pronto, lugar otro a. Viajar difícil nosotros para.
— ¿A otro
lugar? — pregunté desconcertado—. ¿Acaso ustedes pueden ver…sucesos futuros o…?
— Sentir deseos, lejanías y cercanías.
— ¡ANIEL!
¡ANIEL!
Sentí nuevamente las punzadas: ¡estaban
conectándome de nuevo!
—
Cerrar
oídos ajenos, ángeles no queremos.
—
¡Esperen! ¿Por qué desean verla?
— Felices también sido hemos. Hijo amado, con
afecto moldeado, y como prometido marcado, te visto hemos. Al purificador
conocido, felices sido hemos.
—
¡ANIEL! — El hilo azul se quebró: las paredes
tintinearon.
— ¡ESPEREN!
¡NO CONECTEN LOS FILAMENTOS! — bramé, ¡necesitaba más respuestas!
Pero el cielo estrellado desapareció…
…y los muros blancos de la Estancia Alba me
recibieron.
¡BROM!
¡Ah!
Sentí un
dolor terrible en la espalda: parecía como si hubiese impactado contra el suelo
después de una brusca caída.
—
¡Aniel! — oí a Caila.
— ¡Les
pedí que desconectaran los filamentos! — repuse enfadado—. ¡No he conseguido
na…!
— ¡Entraste
en una especie de trance! — exclamó y entonces comprobé que estaba rodeado por
la comitiva de los Phaxsi que me observaban casi pasmados —. Y empezaste a
desangrarte a una velocidad vertiginosa.
Bajé la
mirada y comprobé que había adquirido mi forma humana y estaba, literalmente,
sobre un enorme charco de sangre.
—
¿Qué…?
¿Por qué?
— ¿Desde
cuándo? — demandaron. Elevé la mirada y me encontré con los ojos de Rumilat.
No
entendí.
— ¿Desde
cuándo empezaste a usar parte de tu atributo trascendental? — inquirió, y
recordé la vez del vaisiux.
Había sido instintivo, ni siquiera lo había
planeado.
—
Llévenlo a los prados de Drol Qinaya.
Necesitamos que se recupere.
—
Aún puedo continuar — respondí ofendido.
— Aniel,
me sorprende que con tu categoría no sepas a qué te estás exponiendo — me dijo
Caila aturdida—. Eres poderoso, pero de seguir usando parte del atributo que
ningún inmortal toca podrías terminar pereciendo.
— Solo lo
usé un par de veces — reconocí desconcertado. Ya sabía las consecuencias, pero
habían sido muy pocas: tres a lo máximo.
No había usado demasiado...
…¿por
qué estaba sucediendo esto?
¨°*°*°*°¨
ALBANIA
Me desperté bruscamente en medio de la
penumbra. La había oído reír, a la voz horrible, y me había asustado
terriblemente.
Tomé la jarra de agua que reposaba sobre mi
mesa de noche y me serví un poco. Me bebí de un trago el contenido y comprobé
lo de siempre:
Mi habitación se veía muy sola desde que no lo
encontraba vigilando mi sueño.
Me incorporé y caminé hasta el balcón. Afuera
la luna se veía triste, a medio crecer. Algunos sonidos del exterior eran lo
único que rellenaba todo alrededor.
»— Te
juro que vamos a hablar…pero debes aguardar un poco.
Los ojos me ardieron y se me escapó el sollozo
que tanto odiaba soltar. Extraño muchísimo a Aniel, y lo peor es que aún no
estoy segura de qué obtendré cuando vuelva a verlo, porque lo que sucedió en la
bodega del Teller aún no había sido aclarado entre ambos.
Ojalá vuelva pronto… — la oí a ella, otra vez, y después soltó una
carcajada—. Tengo hambre hace mucho.
¡Cállate!
Odiaba cuando decía esa clase de cosas.
¿A quién podríamos comernos
primero? Tal vez a todos esos vanidosos seres llamados Abdals…
¡Cállate! No haces más que decir
tonterías.
¿Recuerdas la vez que probamos su
sangre? ¿Cuando lo mordimos?
¡Cállate!
Qué delicia…
Diseñé el salmo silenciador que me
había enseñado Aniel hace mucho y lo activé. La escuché reír pero poco a poco
las carcajadas cesaron.
A veces siento pena por ella, pero
cuando se pone así de odiosa comprendo por qué nos ven con tanto temor.
Descorrí las cortinas y abrí las
ventanas de mi balcón. Izhi se veía tan silencioso.
— ¿En dónde estás, Aniel…?
— Aquí — susurraron
detrás de mí y el cuerpo se me escarapeló. Giré violentamente y me lo encontré
con una sonrisa, parado en medio de mi habitación.
Corrí a abrazarlo, llena de
alegría, pero antes de que me lanzara sobre él, como planeaba hacer, reconocí
la sonrisa, el aroma…
— ¡Pasmo tranto! — invoqué firmemente y retrocedí un paso.
La barrera de doble protección me
cubrió de pies a cabeza.
— ¿Bonita? — me preguntó con la
hermosa voz.
— ¡¿Quién eres?! — exigí enfadada.
Los ojos miel se torcieron con desconcierto—. ¡No imites sus gestos porque sé
perfectamente que no eres él!
No era Aniel, no era mi Aniel.
— “Pasmo tranto” — repitió y la
sonrisa se le hizo burlona, los ojos se llenaron de malicia. No había forma, no
era él—. Parece que sabes algunos gozos de protección. Pensé que solo te
enseñaban salmos.
— ¡¿Quién eres?! — exigí nuevamente.
Nanael era un completo fastidio
pero había algo que no podía negarle: me había preparado para esto, por años; siempre
repitiendo que podía defenderme sola si aprendía a hacerlo. Aniel también lo
hacía, pero la excesiva severidad de Nanael me había convertido en una
maniática al momento de aprender los salmos que me enseñaba. Era solo para
demostrarle que podía hacerlo, pero en este momento estaba sirviéndome
muchísimo.
— Advierto que no le tengo miedo,
sea quien sea. Nunca me ha gustado que invadan mi espacio personal, y usted lo
está haciendo al aparecer sin haberse anunciado.
— Eres tan brava, pequeña. Con ese
porte de reina demandante… Era obvio, está en tus genes — añadió como para sí
mismo —. Debo apresurarme o en cualquier momento vendrá el pelirrojo a echarme.
Mi martirio de anulación no durará mucho.
— ¡Le exijo en este momento que
salga de mi habitación!
— ¿Me estás echando aun cuando vengo
con el rostro de aquel a quien que tanto adoras?
Sentí un escalofrío recorrerme la
espalda.
¿Quién…? ¿Quién es él? ¿Por qué
diría algo así? Nadie…nadie sabe de lo que siento por…
— ¿Acaso me equivoco? ¿Acaso este
rostro no es el que imaginas constantemente besar en sueños?
La respiración se me disparó: ¿quién es? ¿Qué está haciendo aquí?
— Fuera — repetí, pero la voz esta
vez me salió extremadamente débil.
— Mi nombre es Berith, señora. Venía
a presentarle mis respetos. — De un momento a otro su apariencia cambió: vi a
un sujeto de cabellos negros, como de la edad del hermano de Loi, observándome
con un brillo que asustaba en la mirada: ojos rojos. Demonio —. Y puedo ofrecerle lo que usted más anhela…
— No sé de qué habl…
— El amor de su ángel custodio.
Los ojos se me abrieron de par en
par.
— Solo con un chasquido de dedos, si
me permite alardear.
No supe qué responder ante
aquello.
¨°*°*°*°¨
Voy a dejar un par de puntos al
aire:
- Aniel me preocupa, lo digo en serio. Cuando terminé de redactar su parte me di cuenta de que algo no estaba yendo bien con él; y es serio. Es bastante serio porque ni siquiera él mismo entiende qué está sucediendo consigo mismo.
- Luca y Naum van a pasar una velada ajetreada el día del baile, ya lo estoy viendo xd
- El baile le va a traer muchos dolores de cabeza a vaarios
- ¡Loi está cambiando tanto! Creo que la Loi que conocimos en Noches de insomnio está dando sus primeros pasitos aquí.
- Somak es un maldito hijo de perra (yo :v ), pero realmente está preocupado.
- Cuando escribo las partes de Berith, siempre termino algo asombrada porque termina sorprendiéndome a mí misma por los giros y planes que va sacando del bolsillo.
- Mi pequeña Albania va a recibir una visita increíble…
- En dos capis, llegamos a una parte CRUCIAL de la historia.
Nos vemos nuevamente el 22 de
setiembre ;) (prometo tomar las precauciones necesarias para esta vez no
demorar como hoy).
¡COMENTEN! No pido más que cariño
para la historia. Ya estoy terminando la edición
de Noches de insomnio, ¡por fin! Estoy demasiado emocionada con eso.
¡Nos vemos!
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