ACTO XV - Novela

¡HOLIIIIS!


Bueno, bueno, ¡aquí me tienen como se los prometí! No voy a alargar más este asunto porque el capi está esperando ser liberado desde hace un ratazo.

No olviden comentar, :D recuerden que un escritor independiente no gana más que comentarios y leídos.

¿Han pasado por mi cuenta en Pinterest? Bueno, aquellos que no, les comento que todas las imágenes de referencia para cada capi las encuentran ahí.

¡Listo! Ya no los entretengo más.



ACTO XV


ANIEL

Algo muy raro estaba sucediéndome. No distinguía absolutamente nada más que oscuridad.
Aniel…
Y lo más extraño era que hace unos instantes no había percibido ningún tipo de estímulo sensorial: no tacto, no vista, no gusto, no olfato.
Aniel…
Técnicamente era como si hubiese perdido la concienc…
   Aniel…
Los ojos se me abrieron ante el llamado: me encontré con un cielo en tonos celestes brillantes, iluminado de una manera casi improbable de ver en el Mundo Terrenal. Estaba recostado sobre un mullido colchón de hojas secas. El trinar de algunas aves era todo lo que rellenaba el espacio.
No… No estoy en el mundo humano.
Lo único que reconocí fueron los ojos de Caila.
   Por todos los cielos, ya reaccionaste. — Traté de reincorporarme, pero la visión se me tornó borrosa —. No te precipites. Llevas inconsciente muchas estaciones; es normal que aún te cueste recuperarte.
   ¿Qué? ¿Inconsciente?
   Rumilat solicitó que te lleváramos a los prados de Drol Qinaya, para que descansaras un poco. ¿Acaso ya no lo recuerdas?
Me costó algo de trabajo reubicarme. Era cierto: ahora que lo menciona, recuerdo que estaba tratando de comunicarme con la comunidad de enolas que habíamos detectado dirigiéndose hacia acá.
»— Felices también sido hemos. Hijo amado, con afecto moldeado, y como prometido marcado, te visto hemos. Al purificador conocido, felices sido hemos.
¡Un momento! ¡¿Cuánto…?!
   ¡Caila, ¿cuánto tiempo he permanecido dormido?!
¡No llegué a sonsacarles la información necesaria! ¡Aún no estaba seguro de qué buscaban con Alban…!
   ¡Aniel! ¡Esper…!
¡BROM!
El espacio pareció dar un giro violento. Mi espalda impactó contra el colchón de hojas; el cielo azul volvió a observarme, sereno.
   Aniel, es mejor que guardes reposo. Eso que temes, no pasará.
Esa voz…
Un colibrí de plumaje dorado se presentó ante mí. Los pequeños ojos rosa encendido me observaron con calma.
Era el Sueño encarnado: Drol Qinaya.
   Ya te lo dije: Rumilat pidió que te trajéramos aquí, a los prados de Drol Qinaya — me explicó Caila—. Pensó que sería adecuado que reposaras aquí.
Los aposentos de Drol Qinaya formaban parte de los lugares más selectos de todos los universos. Me pregunto cómo es que dejaron que alguien como yo reposara aquí.
Nadie es lo suficientemente digno para ver directamente al Sueño.
   ¿Eso crees? — Los ojos rosa tintinearon, divertidos —. Creo que subestimas tu procedencia, Aniel. Hijo más amado.
Otra vez: hijo más amado. Drol Yaccu, Drol Asirb, hasta Drol Dev tenían la extraña costumbre de llamarme así. Inclusive los Enola habían empleado el apelativo. No estaba muy seguro del motivo, y nunca se lo pregunté a nadie por temor a sonar soberbio sin pretender serlo.
   Mis aposentos le otorgan a cualquier ser que no cuenta con el sueño humano, los relajantes necesarios para recuperar fuerzas y purificar esencias. Relájate, Aniel, y en unas estaciones más estarás como nuevo.
   Yo… A-agradezco el detalle — me apresuré a responder —. Pero tengo que volver con urgencia a…
   Aniel, espera, si estás pensando en la comunicación con los enola, pierde cuidado. Llamamos a Nanael y le planteamos la situación — agregó Caila—. El tiempo que estuviste reposando, él lo ha empleado para tratar de establecer el contacto.
   Pero…los enola no simpatizan con los seres que se alimentan de sonidos…
   Es verdad; y por ese motivo Nanael propuso crear un gozo mediador. Fue una idea ingeniosa de su parte. Demoró un poco diseñándolo pero ya lo puso en marcha, y con ayuda de la comitiva de los Phaxsi y algunas Potestades, parece que va a conseguir comunicarse con ellos. Es como una especie de artefacto mediador.
Un artefacto mediador... Supuse que Nanael se había basado en los canales que usaban los humanos para superar las distancias y comunicarse.
   Creo que de todas formas debería retornar para apoyar en lo que se requier…
   Es preferible que reposes un poco más — oí de Drol Qinaya —. Siéndote del todo sincero, aún no pareces recuperado.
Me puse de pie a pesar de las protestas de Caila. Las extremidades me pesaban.
   Aniel…
   Tal vez deberías verlo por ti mismo. — No comprendí—. Adquiere tu forma humana, Aniel.
Drol Qinaya batió las alas, instándome a obedecer sus palabras
Me concentré un tanto y el viento cálido me atravesó.
Entonces…
   ¡Ah!
...me encogí, repleto de dolor.
¿Pero qué…?
Sentía que cada extremidad me quemaba a horrores. Las articulaciones estaban tiesas, y a cada intento de movimiento, un dolor agudo me apuñalaba sin piedad.
Comprobé con pasmo que en el interior de mis dedos, muñecas y codos habían heridas a medio cerrar, como tajos en proceso de curación. Flexioné los brazos un tanto y…
   ¡Aniel!
La sangre empezó a brotar lentamente de las franjas, como bocas plegadas.
   ¡Sella dolo! — recitó Caila y me sujetó por las muñecas con rapidez. Sus dedos cerraron poco a poco las franjas recién abiertas.
¿Qué sucede…? ¿Por qué…?
   ¿Qué está sucediéndote? ¿Estás preguntándote eso, Aniel, perteneciente al rango de los Custodios y portador de la Pureza excelsa?
Volteé ante la voz. Dos miembros Abdals acababan de aparecer junto a nosotros.
Drol Qinaya dio una voltereta en el aire y adoptó su figura humanoide ante los recién llegados que le presentaron sus respetos.
   Yo no… — traté de decir.
   Es un suceso extraño el que estamos presenciando. Cuando adquieres tu forma humana en nuestros territorios, las partes denominadas “articulaciones” en el lenguaje terrenal, obtienen llagas e instantáneamente se inicia el sangrado — explicaron neutralmente. Los Abdals solían hablar así, como si se trataran de máquinas de vigía—. Dinos, Aniel, miembro de la comunidad de los ángeles, perteneciente al rango de los Custodios y portador de la Pureza excelsa: ¿esto suele pasarte muy seguido?
No, en realidad no. Era la primera vez que sucedía algo semejante. Es decir, recuerdo haber sangrado un par de veces cuando nos enfrentamos al vaisiux y cuando Albania sufría de algún ataque nocturno y debíamos volverla en sí; pero eran a causa de heridas recién abiertas. Este tipo de sangrado, espontáneo e inexplicable, jamás.
   En ese caso, no nos queda más que analizar parte de tu esencia para tratar de descubrir la raíz del problema — añadió el otro. Iba a preguntar a qué se referían exactamente con eso, pero súbitamente me atraparon por los brazos y me estrellaron contra el césped de los prados.
¡BROM!
   No sean tan rudos, ya de por sí se encuentra en estado delicado.
Caila pidió que no me agitara, pero el movimiento me tomó de improviso.
   ¡¿Qué están haciendo?! — repuse.
   Rumilat, cabeza de la jerarquía de los Phaxsi, ha ordenado una investigación a profundidad del incidente. Para ello tomaremos una muestra pequeña de tu esencia vital…
   ¿Qué…?
No pude continuar: una especie de aguja enorme acababa de introducirse por mi nuca.
Solté un alarido: el dolor duró un espacio cortísimo de tiempo pero fue espantoso.
   Y ahora deberás presentarte en la Sala Magna — ¿qué han dicho? —, para que se te ponga bajo los efectos del Li-kay.
¡No! ¡Aún no puedo acudir!
Otro de los Abdals me tomó por el brazo y me obligó a reincorporarme. No sé qué gesto habré puesto que Caila preguntó si me sentía bien.
No, no me siento bien.
Primero tenía que ver a Seir, sino todo estaría perdido.
No quería ni imaginar qué sucedería si los Principados conseguían vislumbrar si quiera solo algunos de mis recuerdos.
La fresa flotando en esa copa a medio acabar, el aroma a duraznos, las ondas, los labios…
Definitivamente iba a haber algún castigo de por medio, y la verdad era que no me interesaba en lo absoluto lo que me hiciera a mí. Pero a ella… ¿Qué podrían hacerle a ella?
Conozco a los míos, todos los prejuicios que tienen sobre La Original. Su aversión, su temor…
No.
   Yo…yo querría solicitar un par de estaciones para descansar un poco más, y después acudir a la Sala Magna para que se me induzca el Li-kay.
Por El Todo, ojalá Seir no esté ocupado…
   ¿Estás pidiendo tiempo para descansar, portador de la Pureza Excelsa? — demandaron.
   Sí…
Drol Qinaya volvió a transformarse en colibrí y con un movimiento en el aire, añadió más hojas secas al lecho en el que me encontraba hace un momento.
   Por mí está bien, puedes quedarte lo que desees. Siéntete libre de recorrer los prados hasta los confines que se te apetezcan.
   La verdad…quisiera…ir a descansar al…mundo Terrenal — tanteé. Los Abdals se pusieron muy rígidos. A pesar de no poder ver sus rostros por los lienzos oscuros que los cubrían, supe que la idea no les convencía—. Lo…lo que pasa es que llevo tanto tiempo allá que…mi cuerpo material se ha adaptado y…
   Es cierto — corroboró Caila sin pizca de dudas—. Ya ha pasado con anterioridad. Aniel se alimenta de la luz de la Luna y el Sol. Los Tronos han asumido que tal vez tantos años contemplando el resplandor desde el mundo humano ha condicionado de algún modo su manera de alimentarse.
¿Los Tronos?
   ¿Te sorprende? Es evidente que están “analizándolos”. A ti…y a tu hermano de nacimiento.
Drol Qinaya me observó fijamente: solo yo pude escucharlo.
¿Analizándonos? ¿Por qué?
   Porque son únicos…
La declaración me descolocó. Los Abdals charlaban con Caila, sin oír nada.
   Y lo que es único…
Accedieron a darme el espacio de reposo. Asentí, tratando de que no se notara mi turbación.
   …también puede convertirse en amenaza.
Drol Qinaya desapareció.
¿Acaso ha sido una advertencia?


¨°*°*°*°¨

SEIR

De acuerdo, voy a admitir que al parecer no ha sido una buena idea. Si no fuera por el sonido del agua que recorría las pequeñas cascadas, y el movimiento de las hojas abundantes de todos aquellos arbustos tropicales, todo se habría sumergido en un silencio de terror.
¡KAAAA!
Claro, omitiendo los berridos de la criatura colorida, con apariencia de ave, que no dejaba de perseguir a las enormes mariposas que iban de aquí para allá.
¡KAAAAAAAA!
Por otro lado, su dueño seguía así, observándome fijamente y tamborileando los largos dedos sobre la pequeña mesa frente a la que estábamos sentados.
De acuerdo, esperaría un poco más y si no obtenía ningún tipo de respuesta, tal vez lo ideal sería ponerme de pie y salir a todo escape. Nunca he tratado con genios, así que desconozco casi al completo sus naturalezas. Eso sin contar que de todos los nombres que pude haber escogido, yo estaba aquí, frente a la mismísima mano derecha de Balam, el rey de las filas de Gremory, de la especialidad de Predicción.
Estaba frente al que solían llamar “El mil manos Bhad”.
»— ¿Qué cosa? ¿Qué quieres ser recibido en la residencia de Balam? — me había preguntado Gremory cuando indagué sobre las maneras más eficaces para llegar. La ubicación exacta de la residencia principal de todo rey demonio solo la sabían los demonios de sus filas. De esa forma se evitaban invasiones, como sucedía hace muchísimas estaciones atrás.
»— No es tan así — me expliqué—. Solo quisiera saber cómo puedo llegar hasta allá.
»— Si estás buscando ser recibido por él, estás perdiendo tu tiempo, Seir — me respondió mientras jugueteaba cambiando el color de los rizos que tenía ese día —. Balam es “el rey ausente”, ni siquiera nuestros príncipes regentes son recibidos así se trate de alguna situación de cuidado. A él sencillamente ni le va ni le viene.
El asunto en sí era que estaba buscando la ubicación exacta de su residencia, pero no para reunirme con él. Digamos que mi objetivo era, básicamente, poder charlar cara a cara con su fiel ayudante: Bhad.
Para mi buena suerte Gremory no notó nada sospechoso así que terminó dándome la información necesaria para que consiguiera llegar hasta la residencia principal. Había demorado un par de días humanos –dos, tres a lo más-, pero al final lo había logrado.
Había oído que los de la especialidad de Predicción eran excéntricos, y cuando llegué a la bendita residencia comprendí por qué a la loca de Gremory le gustaban tanto los colores extravagantes.
Las tierras de Balam eran por lo menos cinco veces más grandes que las de cualquier otro rey demonio que hubiese conocido, y en conjunto se asemejaban a una enorme montaña irregular dividida en trece niveles que le correspondían respectivamente a cada príncipe regente según su lugar de sucesión, y que para mi sorpresa poseían diferentes climas y formas de vegetación: pasé del sol a la lluvia, del granizo al viento cálido, y todo en un solo recorrido. El penúltimo nivel le pertenecía al primer sucesor, el primer príncipe regente, y en el último ya se ubicaba la residencia principal que era la de Balam. Cualquier demonio no podría llegar hasta aquí, pero gracias al Todo tengo un título de príncipe regente que me otorga ciertos privilegios.
Los de mi especialidad no teníamos residencia propia, ni siquiera el propio Decarabia, nuestro rey, que nunca solía establecerse en un lugar de manera permanente.
El último nivel estaba rodeado de espesa vegetación tropical, humedad por doquier y ambiente excesivamente cálido. Para cuando crucé las puertas del palacio, me encontré cara a cara con la enorme ave de plumas coloridas que vi en la Anunciación de hace un tiempo. Lanzó un berrido, como ofendido por mi presencia, y en el acto apareció su amo, jugueteando con algo parecido a un flautín.
Me saludó, divertido, y comentó que si venía a ver a Balam tendría que regresar en un par de miles de estaciones porque andaba tomando la siesta.
Entonces decidí lanzarlo sin rodeos, y le comenté que había venido a verlo a él. Me escuchó sin mayor reacción, y después me invitó a tomar algo de “té de duraznos”.
»— ¡Los duraznos son tan exquisitos! — me comentó deslumbrado—. Tengo un proveedor encantador que se encarga de traerme los mejores del Mundo Humano. ¡Adelante, no tengas pena, guapo, y bebe un  poco! La verdad me encantan las visitas, porque su majestad se la pasa dormitando la mayor parte del tiempo y ya hasta parece parte del decorado. — Se detuvo de improviso y lanzó el flautín lejos, sorprendido. El ave de antes dio un salto y se lo tragó en el aire—: Ya sé dónde te he visto: ¡eres amigo de la linda Gremory, ¿verdad?! — Asentí y empezó a alabar su buen sentido del gusto—. Hace tanto que no viene a visitarme la muy ingrata. He oído rumores de que anda suspirando por un Custodio, ¡¿es eso cierto?! Qué demonio para más loca.
Para cuando íbamos por la segunda taza y él no dejaba de hablarme de Cavadrio (ah, sí, así se llamaba la criatura), lo abordé.
Me miró tan asombrado cuando acabé, que la boca se le quedó abierta y la taza se le cayó de las manos.
Y sí, aquí estaba, aún esperando su reacción.
   Disculpa, guapo, creo que he escuchado mal. — Se dio un par de golpes sobre la cabeza y tomó otra taza —. Ahora sí, repítemelo por favor.
   Quiero que me ayudes a mejorar mis habilidades de lucha.
La taza se le volvió a caer. Cavadrio se acercó y se tragó la tetera de un mordisco.
Parecía estar acostumbrado a comerse las cosas de esa forma porque Bhad, a su lado, ni lo miró.
   A ver, espera, ¿estás sugiriendo que deseas entrenar “conmigo”? — especificó. Asentí porque era eso: durante mi viaje había escuchado cosas grandiosas de este sujeto.
El “mil manos Bhad” era el único genio capaz de pelear con diez armas a la vez y ni siquiera cansarse por ello. Había detenido las trifulcas a las que la comunidad de genios había sido sometida durante la Gran Guerra, y además de todo eso decían que era el único que había visto a Belial en persona, el primer gran demonio creado.
Y claro, que era un músico frustrado si lo exponemos en términos humanos.
    A ver, guapo, vamos a aclarar un par de cosas. Si estás aquí por lo que has oído, te aseguro que la mayoría de historias son solo eso: “historias”. Yo no soy más que el asistente de su perezosa y muy dormilona majestad, el rey Balam, y un curioso empedernido de eso llamado möusiké — me explicó tranquilo—. Si desearas explorar conmigo la naturaleza inexplicable de ella, podría aceptar. ¿Sabías que en el mundo humano también la conocen? Sigo preguntándome cómo es que el Todo ha podido crear algo que solo existe a base de más creación: es tan extrañamente hermoso e infinito.
Bueno, lo último que necesitaba ahora eran lecciones de música, así que…
   Ahora, si a pesar de que puedo ser una completa estafa aun insistes con eso de “querer entrenarte conmigo”, debo aclararte que mis servicios no son gratuitos. Y atento: cobro alto.
   Estoy al tanto de todo lo que implicaría el que aceptes instruirme — respondí.
   Mmm, ¿en serio no te interesa el möusiké? — insistió quejumbroso—. Si aceptaras ni siquiera te cobraría.
Bebió más té, y no lo vi muy convencido.
Tanteé con lo último que me quedaba:
   Soy un príncipe regente, de la especialidad de Sanación; Decarabia es el rey de mis filas. Tengo entendido que has entrenado a ángeles, Abdals, incluso humanos que terminaron convirtiéndose en héroes históricos, pero jamás…
   Demonios… — musitó, comprendiéndolo.
La criatura de plumas se acercó y terminó lanzando un berrido para después mordisquearme el hombro.
   ¡Auuch! ¡No estarás planeando comerme a mí también! — respondí exaltado.
Bhad soltó una carcajada:
   ¿Te gusta? — le preguntó y el ave soltó otro graznido: esperé que no hablara en serio porque no había venido aquí a convertirme en alimento —. Bueno, si la descripción que acabas de darme es la correcta, tú debes ser Seir, el tercero en sucesión para el trono de Decarabia. Cavadrio me dice que tienes una cantidad de tropas inimaginable.
La mandíbula se me tensó.
   Puedo acceder a entrenarte, a cambio de todas ellas, claro.
Traté de no verme pasmado: no podía entregárselas, pero si él sabía eso las querría más.
   Si te…entrego todas mis tropas… quedaría en completa desventaja — traté de sonar lo más relajado que pude—. Un demonio sin tropas no es nada.
   Un demonio sí, pero un errante no. — Los ojos se me abrieron bruscamente: Bhad me sonrió—. ¿Crees que no es obvio? Te vi el día de la Anunciación, junto a la preciosa Gremory. Es evidente que deseas entrenar…para solicitar la tuya.
Retrocedí sin querer. Mi taza osciló en la mesa.
Cavadrio soltó otro berrido y se la comió.
   Tranquilízate, yo no soy ningún demonio para juzgarte por tus decisiones. Soy un genio y vivo para cumplir anhelos, y es por ello que puedo leerte sin necesidad de demasiada información. — Tomó algunas botanas del plato hondo que había dejado al centro de la mesa y empezó a comérselas desinteresadamente—. Escucha, Seir, príncipe regente: tu caso me está pareciendo de lo más llamativo… Si consigues salir airoso de la Anunciación que deseas pedir, serías el primer príncipe regente, ¡tercero en sucesión!, en renunciar al trono sin miramientos y no contento con eso, en abandonar a tu comunidad de origen. La ofensa sería elevada, y no sé si Decarabia sea tan desinteresado como mi señor, Balam, pero lo que sí puedo decirte es que aquel que se convierta en tu Magistrado va a hacer de todo para asesinarte, porque estaría en juego su oportunidad de pasar a la historia y su honor. Te vas a convertir en una presa enorme, y el precio de ganarte como de perderte será elevado.
Cavadrio volvió a darme un mordisco; esta vez no dolió tanto.
   Creo que estás aquí porque sabes cómo somos, ¿verdad? Tanto su majestad como yo…nos divertimos un poco desobedeciendo algunos protocolos demoníacos — me comentó divertido—. Si te quedaras a vivir aquí, comprenderías que no hay mucho con qué entretenerse.
   Entonces… ¿eso es un sí?
   Comprométete a entregarme todas tus tropas — insistió. Suspiré desganado: bueno, supongo que podría empezar a entrenar por mí mismo. Tal vez Aniel y yo podríamos conseguir algo —. Escucha, Seir, príncipe regente: ya te he dicho que sé leer anhelos. Tu conversión a errante es por tu mismo repudio a los pactos, ¿no es así? — Me sorprendió demasiado la precisión. No pensé que habían seres que podían ser así de específicos leyendo a otros —. Cuando solicites la petición de abandono y se abran las puertas de la Cámara de Evocaciones, el magistrado querrá matarte y, como viste la última vez, se encargará de quitarte todas tus tropas y ofrecerlas como obsequio a los asistentes.
Es cierto, y esa era la parte más dolorosa por lo que había oído.
   ¿Cómo crees que son tratadas esas tropas por sus nuevos dueños? — me preguntó. Nunca me había puesto a pensar en eso—. Las tropas que se obtienen de una Anunciación son a las que más se maltratan, a las que más se repudian, ya que han pertenecido a un considerado traidor. No sé si me esté equivocando pero…me parece que tú deseas conservarlas todas, para después dejarlas ir, ¿no es así?
Apreté los puños bajo la mesa: sí, era así.
En realidad quería entrenarme no para salir vivo de aquella batalla, ya que si me mataban buscando convertirme en errante, estaba dispuesto a aceptar ese final. Adiós pactos, adiós gritos espantosos.
Pero mis tropas…
Deseaba conservarlas todas y antes de extinguirme liberarlas. Pensaba en preguntarle a Aniel, más adelante, si habría algún modo de hacerl…
   Es imposible — oí. Elevé la mirada, perturbado—. No hay forma de liberarlas, Seir, príncipe regente. Esas tropas han sido obtenidas como intercambio: un favor a cambio de un alma. No seas ingenuo, guapo. Ellas, en cuanto mueras si es que llegan a destruirte, sencillamente se van con tu magistrado o con aquellos que las recibieron de obsequio durante la batalla. Y si consigues escapar y aún las mantienes a todas, simplemente vagarán por la denominada “nada”: se quedarán en el vacío, existiendo por toda la eternidad.
¿Qué…?
Cambiar de dueño o condenarlas al vacío era casi el mismo final trágico.
»— Tal vez podría funcionar el charlar con ellas. Y llévalas a tomar algo de sol: la luz del día es más acogedora que la nocturna — me sugirió Aniel la vez que nos conocimos para aplacarlas un poco. Y había funcionado, mucho mejor de lo que esperaba a decir verdad. Ahora que trataba de charlar con ellas, conseguía apaciguarlas un poco. A veces, incluso, hasta bromeábamos.
Era por eso que deseaba dejarlas a buen recaudo. Quería liberarlas de la prisión que significaba permanecer dentro de mí, y la única forma de hacerlo sin arriesgarme a simplemente cambiarles de dueño era convertirme a errante. Si lo que Bhad me estaba diciendo era real, eso significaba que mi única salida para darles la paz que necesitaban era un rotundo fracaso.
   Ven aquí, guapo — me pidió. Se había puesto de pie en medio de mi reflexión—. Inclínate por favor, y concéntrate.
No comprendí pero lo hice. Observé directamente las hojas frescas y coloridas de aquel arbusto.
Bhad sonrió, y entonces lo escuché.
Eran risas…
   ¿Qué son…?
   Algunas de las creaciones que vez aquí: alguna flor, alguna hoja, un helecho, un árbol, están hechas a base de tropas.
¿Cómo?
Giré, absorto, y comprobé que Bhad tenía razón. Cuando prestabas atención, todo alrededor estaba cubierto por risas en susurros y charlas en tonos animosos. Era casi como lo que yo escuchaba a diario dentro de mí, pero en otros matices. Aquí no gritaban, no lloraban.
   Todo lo que yo obtengo a modo de pago se transforma en arcilla, y después les doy la forma que se me venga en gana. Sería un poco vanidoso de mi parte plantearlo así, pero al parecer la naturaleza de los míos purifica lo que sea que recibimos como pago. Cada una de las almas humanas que poseo ya han olvidado lo que significó ser tropas. No tengo muchas la verdad; pero las que están aquí la están pasando bastante bien.
   ¿Harías eso por mí? — pregunté—. ¿Las recibirías todas?
   Si te comprometes a entregármelas, y consigues salir airoso de la Anunciación, todas ellas vendrán aquí. Claro, eso solo si consigues que el magistrado no te vaya quitando algunas durante la batalla.
No puedo creerlo. ¿Realmente…realmente tenía la solución en frente de mí?
   Sabes que no puedes despojarte de ellas a menos que sea a cambio de tratos. Y este es el trato que te ofrezco: te instruiré ¡pero lucha!, porque no tengo planeado aceptar entrenar a alguien que simplemente busca la “libertad”, ya sea a cambio de la muerte.
Sinceramente a mí me daba igual vivir o perecer, pero si él accedía a aceptarlas todas y transformarlas en creaciones que rieran en vez de llorar, yo me daba por satisfecho.
   ¿Qué ganas tú, a parte de mis tropas? — me cercioré.
   ¡Pues más arbustos bellos! A lo mejor tú no le des el valor que yo sí a la decoración natural, pero realmente es acogedor vivir así. Y con todas las tropas que tienes, podría hasta crear mi propia residencia y dejar a su majestad roncar lo que quiera en esta.
Sonaba honesto. Bastante, la verdad.
   Y si pasas algunas tardes acompañándome a leer los protocolos que han creado los humanos sobre el möusiké, tendrás más puntos a favor — añadió contento.
   Acepto.
Estreché su mano (sentí el pacto grabándose en la piel de mi brazo) y me sonrió, animado.
   A propósito, ¿es cierto que tienes a un compañero que probablemente se una a las rutinas? Parece estar muy relacionado al möusiké. ¡No puedo esperar para conocerlo!
Volvió a sorprenderme la facilidad de lectura: Bhad soltó una carcajada y se encogió de hombros.
   Bueno, a lo mejor se nos una — acepté.

¡SEIR!
¡SEIR, ME HAN CITADO A LA SALA MAGNA!
¡¿EN DÓNDE ESTÁS?!

Justo de quien hablaba.


¨°*°*°*°¨

LUCA

   ¡Luca! ¡Luca! — oí de Naum, pero no me detuve.
Solo veía el piso alfombrado; los estúpidos ojos me ardían de la humillación. “Querido, ¿por qué siempre lo tratas así?”, oí de mamá.
   Déjenlo que se vaya, a lo mejor nos hace un favor y no regresa.
Cretino.
   ¡Querido!
   ¡PAPÁ!
¡Mierda, mierda, mierda!
Escuché los gritos de Ania que venía desde la cocina, implorando que no saliera de casa. Tomé el picaporte de la puerta principal y salí a todo escape. Me choqué con el enorme cuerpo de Erasmo Traugott quien me importó tanto como el infeliz de mi padre, y seguí adelante, a pesar de que en un inicio me preguntara animoso qué sucedía, y después gritara: “¡muchacho insolente, ni vuelvas porque te va a pesar!”.
A la mierda los adultos y sus estúpidos protocolos hipócritas. Y a la mierda el imbécil de Mariano Liberia que acababa de restregarme en la cara que yo era el fracaso de la familia.
Crucé las avenidas principales. La estúpida corbata no hacía más que ahogarme: ¡vida de mierda, ¿por qué tengo que seguir aquí?!
»— Si me anticipaban que serías así, hubiera preferido que tu madre solo diera a luz a Naum.
Basura.
Basura yo.
Basura él, porque a fin de cuentas, yo también era producto suyo. Fallido, pero suyo.
»— ¡¿Cómo puedes decir eso, querido?! Luca va a pensar que no lo estimas tanto como a Naum.
»— ¿Y eso es una mentira?
Mierda.
¡Mierda, mierda, mierda!
»— ¿Has visto sus calificaciones? ¿Todas las esquelas de amonestación?
»— Pero Luca no ha reprobado nada, papá. ¡No seas injusto!
»— No estaría de más pensar que a lo mejor te copia las tareas, Naum.
Claro, a lo mejor era así. A fin de cuentas yo no era ni inteligente, ni bien portado y si estaba en ese colegio de mierda era solo porque la gente podría pensar mal si Mariano Liberia no trataba por “igual” a sus dos hijos idénticos.
Soporté cada palabra y humillación de parte de ese sujeto. Me había costado mantenerme callado, pero había decidido intentar llevar la fiesta en paz para darle algo de ventaja a la situación. Habíamos llegado a Lirau ayer por la noche, y ya tenía todo el plan perfectamente estudiado.
»— Mañana se lo diré — le dije a Naum—. Mañana trataré de decirle a papá sobre lo tuyo con Marion Amira.
Me miró y se puso muy colorado. Después empezó a reír, diciendo que aún no había nada así que eso de “lo tuyo” sonaba demasiado intenso.
Y bueno, ahí estábamos al día siguiente, en el estudio principal después del almuerzo. Todo había iniciado por la orden de papá, que ni bien acabó su plato, comentó que teníamos quince minutos para cambiarnos. Pregunté para qué y dijo que yo podía hacer lo que deseara, que la orden iba estrictamente dirigida a Naum, ya que hoy era cinco de octubre.
No necesité más para comprender el asunto.
Hoy era el cumpleaños de la princesa Formerio. No haría ningún tipo de evento para celebrarlo como en años anteriores, pero papá pensó que sería una gran idea que mi hermano fuese a presentarle sus saludos, acompañado de un ramo de flores y un buen libro.
Naum se quedó tieso y cuando trató de decir que él consideraba más oportuno saludarla mañana, en el baile, papá se puso de pie y le dijo que lo esperaba en quince minutos en el coche, sin lugar a quejas.
Y salió rumbo a su estudio. Naum apretó los puños, impotente.
Entonces mamá notó lo evidente:
»— ¿Qué está pasando aquí? — nos preguntó recelosa. Naum tragó despacio y dejó caer los puños sobre la mesa. Mamá abrió los ojos, sorprendida.
Yo mismo sentí un escalofrío recorriéndome la espalda.
»— No quiero hacerlo… — musitó y mamá ahogó un gritito por el tono fastidiado, tan poco usual en mi hermano —. ¡No quiero hacerlo!
»— ¡Naum!
Se puso de pie y se lanzó escaleras arriba, completamente decidido. Ania apareció por la puerta y volteó a ver a mi madre que parpadeó, algo confundida, y también salió rumbo hacia el segundo piso.
Yo no tuve que pensarlo: casi vuelco la mesa por la rapidez con la que salí despedido hacia allá.
»— ¡¿Pero qué estás diciendo, hijo?! ¡¿Acaso has perdido la cabeza?! — escuchamos en el pasillo. Me apresuré a ingresar y vi a Naum muy rígido, balbuceando cosas incomprensibles a favor de su negativa para ir a saludar a Albania Formerio—. ¡Naum, por Dios, habla bien que no te entiendo nada!
»— ¡Papá!  — exclamé y me adelanté a los enormes esfuerzos que estaba haciendo mi hermano por explicarse—. ¿Y qué tal si Naum deseara intentarlo con alguien más que no fuera la princesa Formerio?
»— ¡¿Qué cosa?! — bramó, y antes de que perdiera los papeles expuse la situación: Albania Formerio era una chica preciosa, sí, pero a lo mejor Marion Amira lo era más. Que si se trataba del apellido ambos eran igual de buenos, y qué mejor que mandar a tu hijo con la convicción plena de intentarlo con una chica que sí deseara cortejar.
Mamá volvió a ahogar un grito, y después dijo algo tan ridículo como que “sería hermoso que sus dos hijos salieran con la princesa Formerio y su mejor amiga”.
»— ¡Estás diciendo disparates, Luca! Tu hermano evidentemente está yendo con toda la convicción para cortejar a una dama, y ésta es, ni más ni menos, que Albania Formerio. Lo hemos conversado muchas veces, ¿no es cierto, Naum? ¡No me salgas con estupideces que el baile es mañana!
»— Yo…yo…
»— ¡No vamos a arruinar todo por lo que hemos estado luchando, Naum! ¡He visitado a Alcides por lo menos dos veces a la semana durante estos cinco meses de preparación! ¡Él ya está casi seguro de que su nieta será tu principal objeto de atención! ¡No me vengas con esos caprichos de chiquillo adolescente!
»— ¡No es ningún capricho! — grité enfadado—. Naum nunca te ha pedido nada, ¡¿por qué no puedes…?!
»— Sabía que era idea tuya — lanzó mordazmente —. ¡Le has estado metiendo ideas raras a tu hermano!
»— ¡No son ideas raras! — rebatí, y entonces me di cuenta de que estaba empeorando las cosas. Aspiré una gran bocanada de aire y traté de razonar con él—: Escucha, papá, deja que Naum se acerque a la señorita Amira. Si tú…si tú deseas tanto un acercamiento con Albania Formerio, yo mañana podría intentarl…
»— ¡¿Tú?! — exclamó y la nota jocosa me lastimó el orgullo—. ¡¿Crees que algún padre con sus cinco sentidos bien puestos, dejaría que un bellaco como tú se acercara a su hija?! Te enviaría a ti solo si quisiera obtener un rechazo asegurado.
Mierda. Eso fue todo.
Eso lo había superado todo.
»— ¡PAPÁ! — me defendió Naum.
»— ¡¿Cómo puedes decir eso, querido?! Luca va a pensar que no lo estimas tanto como a Naum.
»— ¿Y eso es una mentira?
Los ojos me estaban ardiendo de una manera espantosa. Hace tanto que no lloraba: ¿qué mierda es llorar? ¡No sirve para nada!
»— Querido, los niños solo están tratando de…
»— ¿Has visto sus calificaciones? ¿Todas las esquelas de amonestación?— ladró mi padre ante los intentos fallidos de mamá por evitar más peleas.
»— Pero Luca no ha reprobado nada, papá. ¡No seas injusto!
»— No estaría de más pensar que a lo mejor te copia las tareas, Naum.
Infeliz. Viejo infeliz. Nunca le he copiado la tarea a Naum, no podría hacerlo. Eso era su esfuerzo, no tenía derecho a tomarlo.
»— Ya te dije que te quiero en quince minutos listo para ir a visitar a Alcides. Apresúrate que Traugott ha amenazado con venir para asistir juntos, y lo último que quiero es que nos ponga en desventaja.
Todo era una maldita competencia para él. Todo estaba basado en obtener el maldito apellido aun pasando por alto los deseos de su hijo.
Y eso que Naum es el favorito. No sé por qué me sorprende que lo trate así viendo cómo me trata a mí.
»— Y tú, mañana debes asistir porque sería extraño no tenerte ahí, pero te juro que si tratas de arruinar todo por lo que tu madre, tu hermano y yo hemos estado trabajando tanto — mentiroso. Naum no ha colaborado en nada de esto —, te acordarás toda tu vida de quién es tu padre.
»— Yo no tengo padre, Mariano Liberia. Y ni bien acabe el puto año, me largo de tu vida para siempre.
»— ¡Cariño, por favor, modera esa boca! No puedes hablar as…
»— No es necesario que sigas despilfarrando tu dinero, porque si se trata de mí, ni siquiera pienso presentarme a esa absurda Escuela de Finanzas. — “¡Luca, cállate!”, me susurró Naum pero lo ignoré. Al diablo, hermano: si se entera, mejor aún. No pienso seguir viviendo de su dinero—. Dos meses más, ¡y adiós carga!
»— No me vengas con tonterías — le restó importancia mi padre y después se puso los lentes—. Tengo papeleo que revisar así que apresúrate, Naum. Y tú, como te vea haciendo algo inapropiado, te voy advirtiendo que la principal responsable será la nana.
¿Qué?
»— Por lo visto ha hecho tan mal su trabajo, que con 17 años aún sigues comportándote como un chiquillo insolente. Anda y juguetea a lo que quieras, Luca, pero ya sabes que la chica se puede largar de esta casa mañana mismo. No es indispensable.
»— ¡Papá! — gritó Naum, tan indignado como yo—. Ania lleva trabajando aquí más de catorce años, ¡no tiene más familia que nosotros!
»— Ella es una empleada más como cualquier otro. Se le paga por sus servicios y todavía tenemos la buena fe de darle un techo y comida. Ahora, si tu hermano quiere salirme con alguna muestra más de que su educación deja mucho que desear, entonces yo también puedo empezar a pedir reparaciones y decirle sencillamente que se largue de esta casa.
»— ¡ERES UN MALDITO BASTARDO! — bramé harto. Me miró por encima de los lentes y suspiró—. ¡Ania ha hecho más que tú como padre!
»— Si me anticipaban que serías así, hubiera preferido que tu madre solo diera a luz a Naum.
Si me anticipaban que serías mi padre, yo también hubiera preferido no abrir los ojos.
»— ¡Luca, Luca!
»— Déjenlo que se vaya, a lo mejor nos hace un favor y no regresa.
¡BROM!
Terminé sentado en el piso y volví al presente. Una chica repleta de cintas de colores en los brazos y sonrisa enorme me tendió la mano para ayudarme a ponerme de pie.  Estaba de tan mal humor que ni me había percatado de que había llegado al centro de la ciudad y técnicamente me había estrellado contra ella.
   No corras así, te puedes lastimar — me comentó jovial y después se fue silbando por la otra esquina. Noté con extrañeza que me había dado un buen golpe en la clavícula. Era como si el cuerpo de esa chica fuera de plomo.
Paseé por las calles repletas de adornos y plumas por doquier. Cierto: hoy iniciaban las celebraciones del Zahir.
Crucé la plazuela principal y distinguí a los lejos a varias chicas con flores en el cabello. Una anciana se acercó y trató de venderme un antifaz. Me negué pero insistió tanto que al final terminé comprándoselo y encima a precio triplicado. No estaba de humor para fiestas, y aunque Kim no dejara de decir que las celebraciones por el Zahir son parte indispensable en la vida de todo ser humano, no planeaba conocerlas el día de hoy.
Doblé por una de las esquinas y volví a chocarme con otra chica. Traía una corona de flores sobre el pelo rubio cenizo, y una jarra de metal. Soltó un silbido y gritó: ¡aquí hay un debutante!
¿Qué?
Iba a preguntarle a qué se refería pero me tomaron desprevenido. Dos sujetos más aparecieron por quién sabe dónde y me atraparon por los brazos, sin dejar de reír. Pensé que me robarían, pero un tercero me sujetó por la mandíbula y la chica, que también reía divertida, elevó la jarra de metal y me obligó a beber el líquido del interior. Traté de no hacerlo, pero entre todos los atacantes terminaron haciendo que casi me ahogara con toda la cantidad de vino que ingresó a mi boca. Me soltaron después de moverme frenéticamente la cabeza, y se alejaron riendo a carcajadas, dejándome con toda la ropa empapada en vino.
Entonces la chica volteó.
   ¿Qué…?
Y para mi asombro, me besó.
Ni siquiera pude defenderme porque aún me estaba recobrando del ataque anterior.
   ¡Feliz Zahir, niño! — me dijo y salió disparada cuando oyó: “aquí hay otro debutante”.
Me sostuve de la pared de al lado y traté de regular la respiración: ¡había sentido la lengua de esa chica hasta la garganta! Giré y vi a montones de personas llegando a la plazuela principal con bandejas llenas de comida y licor. Lo último que quería ahora era terminar en estas festividades porque en casa pensarían que había sido a propósito. Y aunque en otras circunstancias no me importara, mañana era el dichoso baile, y la verdad era que con todos los problemas que ya teníamos, uno más sería agotador.
Me limpié la boca y salí despedido por otra de las calles adyacentes: no quería volver a ser atacado por ninguna chica y sus deseos ocultos de andar besando a desconocidos. Pero comprendí con cierto pavor que casi todo el pueblo estaba llegando. La muchedumbre era incontable, así que cuando empecé a ser arrastrado por la marea humana, no me quedó más remedio que tratar de escapar por las calles que estuvieran disponibles.
Estuve así casi por una hora, yendo y viniendo por la cantidad de gente, hasta que comprendí que estaba muy lejos de las zonas que mejor conocía. Cuando elevé la mirada, noté una calle sumamente tranquila, a diferencia de las otras, pero ni bien distinguí los faroles de formas sinuosas y el humo de colores, comprobé que había llegado a Lavehda.
 En fin, tal vez deba regresar a casa. Papá ya debe haber salido con Naum, y Ania debía estar consternada por mi huida repentina.
Arrugué el antifaz entre los dedos, y cuando estuve a punto de volver por donde había llegado, la figura de en frente me descuadró por completo.
Una chica pasaba corriendo entre las tiendas de cortinas brillantes. Traía el pelo suelto, solo cubierto por un manto traslúcido dorado brillante, que iba tintineando a medida que se movía y que cruzaba parte de su cuerpo hasta ondear por la espalda. Vestía zapatillas bajas y una vestimenta propia de Lavehda. Casi tropieza con una piedra pero la esquivó con un salto suave, y después se perdió por la otra esquina. Lo último que quedó de ella fue su sonrisa animosa…
Su sonrisa y el cabello oscuro ondeando con el viento.
No me quedó ninguna duda. Era eso, definitivamente era eso: el vino acababa de hacer efecto en mi organismo.
Porque de lo contrario, Loi Amira acababa de pasar flotando, con pulseras y anillos entre los dedos.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA


»— ¡Así que hoy es tu cumpleaños!
Asentí ante los enormes ojos de Ipek. Era la sobrina de Janna y había hablado con ella en algunas oportunidades; pero era la primera vez que charlábamos a mayor profundidad.
Había llegado con Gremory hace aproximadamente una hora. Ya que el odioso baile era mañana, el ensayo había durado un poco más de la cuenta pero había sido durante la mañana. Al regreso le inventé a Nunita que me sentía un poco cansada y que dormiría todo lo que restara de la tarde. Como era usual me entregaron los obsequios por mi cumpleaños, pero la verdad era que este año no los esperé con tanta ilusión.
Ni siquiera le tomé tanta importancia a la carta de la tía Morgana en la que se disculpaba por mi obsequio. Que tardaría un poco en llegar pero que de todas formas llegaría y sería inigualable.
A lo mejor y era porque el primero en saludarme este año no había sido él.
Este sería el primer cumpleaños que pasaría sin verlo.
»— Niña Albania…
»— Solo quiero dormir, Nunita. Si vienen a saludar o algo, por favor pídeles que se retiren, que me encuentro indispuesta — supliqué con mi mejor interpretación. Ya estaba con las cobijas encima y los ojos adormilados. Gremory aguardaba en mi cuarto de baño, impaciente—. Dile al abuelo que estoy bien, que no se preocupe.
»— Mi niña…
Al final añadí lo de “los nervios por el baile”, y eso la convenció por completo. Nunita estaba tan loca con todo eso que si le pedía suspender mis clases con la señorita Montano solo por eso, seguramente intercedía de buena gana con el abuelo.
La puerta se cerró, escuché los pasitos de Nunita alejándose rumbo a la primera planta.
Me puse de pie de un tirón.
»— ¡Gremory!
»— ¡Sí, sí, pequeña! — Moldeó una quimera mientras yo cubría mi habitación con un salmo de compañía y una barrera aislante. Lo bueno de todo esto era que Nanael siempre se la pasaba lejos el día de mi cumpleaños, así que no estaríamos escuchando sus reprimendas.
Hoy no estaría él…ni tampoco Aniel.
»— Está ocupado. Yo misma puedo jurártelo — me comentó Gremory al oírme suspirar. Era como si ella no necesitara que yo le dijera nada para reconocer cuando pensaba en él —. Estoy segura de que también siente muchísimo no estar contigo en este día tan importante.
¿Sería así?
Ya no lo sé.
Me calcé las zapatillas que la tía Morgana me había obsequiado hace unas semanas atrás. Me las había enviado desde Nueva Ihara y creí que serían adecuadas para la ocasión. Comprobé que mi otro yo ya estaba recostándose sobre la cama; Gremory se tambaleó un poco pero me dijo que estaría bien. Ya sabía lo difícil que era el moldear quimeras, por lo que había decidido volver tempranísimo para evitar que se agotara demasiado.
Me tomó por la mano y aparecimos en Lavehda.               Llegamos justo cuando un pasacalle repleto de humo de colores y olor a inciensos iba girando por la siguiente esquina. Gremory me indicó el camino para llegar a la casa de Ipek, ya que Loi debía estar ahí terminando de prepararse.
»— ¡Oh, pero si son tan tiernos! — dijo de pronto. Volteé con curiosidad y comprendí el tono risueño:
una pareja a lo lejos compartía un tímido abrazo bajo las decenas de pétalos de flores que les llovían desde algunos balcones. Supuse que sería de lo más normal; por lo que nos había comentado Loi, en Lavehda hoy era un buen día para comprometerse.
»— ¡Que Khantati los colme de bendiciones! — gritó alguien y como para confirmarlo se besaron.
» ¿Acaso me equivoco? — Las flores seguían cayendo: la imagen de aquel demonio reapareció—. ¿Acaso este rostro no es el que besas constantemente en sueños?
Recordé bruscamente su aparición en mi habitación. Nunca llegué a entender cómo es que sabía aquello, y lo más triste fue que no pude comentárselo a nadie por dos motivos enormes:
El primero: no estaba segura de si había sido un sueño, como esos extraños que solía tener en donde la horrible voz me hablaba.
El segundo: sería  sumamente vergonzoso relatar el asunto. Sabía cómo de puntilloso era Nanael, así que si le comentaba que había tenido un invitado no deseado en mi habitación, era obvio que querría hasta el más mínimo detalle.
No estaba preparada para eso. No estaba lista para decirle que “un demonio se había presentado ante mí, ofreciéndome darme el amor de aquel al que besaba entre sueños”, porque evidentemente tendría que dar su nombre.
Aniel…
Ya ha pasado tiempo de aquello. Me he mantenido alerta en caso de alguna nueva visita, pero no había vuelto. Estoy empezando a pensar que nunca pasó.
»— Mi nombre es Berith, señora. Venía a presentarle mis respetos.
»— ¡Ya llegamos, pequeña! — oí de Gremory y reaccioné.
Ya habíamos ingresado a la casa de Ipek. Loi estaba de pie, frente a un enorme espejo con ornamentos de oro alrededor. Me quedé sin aliento al verla con el hermoso cabello cayéndole como una cascada brillante por los hombros, y el delicado vestido que llevaba parecía haberla transformado en una especie de diosa vestida de nubes traslúcidas.
»— ¡LOI! — grité, entonces giró y me quedé aún más boquiabierta.
»— ¡Albania, viniste!
¡Traía los ojitos delineados de tal forma que resaltaban bellísimos! Y la joyería que llevaba puesta era hermosísima: pulseras que tintineaban, anillos con piedras de colores y una gargantilla que colgaba ligeramente de su cuello.
¡Estaba preciosa!
La abracé con fuerza y empezamos a dar saltos frente a Ipek que estaba encargándose de su atuendo.
»— ¡De acuerdo, es mi turno! — sentenció Gremory entusiasmada—. Pequeña, ¿dónde pusiste las cintas que traje para trenzarte el cabello?
»— ¡Ay, sí! Las dejé en el taller de Janna. Ahora voy a traerlas.
»— Si quieres te acompaño — me ofrecí emocionada. Me encantaba caminar por Lavehda: cada calle era como estar en uno de los cuentos que Alexia me enviaba sobre Nueva Ihara.
»— Yo creo que mejor no — dijo Ipek y me sonrió—. Tenemos que prepárate a ti también. — ¿A mí? —. La festividad en honor al árbol sagrado de Khantati es una fecha importante para los nuestros, y que cumplas años en esta misma fecha es casi una bendición de su parte. Los invitados son recibidos como hermanos, y aquellos que cumplen años en festividades como ésta, son representantes de nuestros dioses.
Loi asintió entusiasmada y me pidió que aceptara; después de todo era mi cumpleaños. Ipek le dijo que ella se encargaba, y la vimos perderse por las cortinillas de seda vaporosa, en búsqueda de las cintas que había olvidado.
Quién diría que celebraría mis dieciséis en Lavehda.
Gremory ya estaba escogiendo entre las miles de prendas que estaban colgadas en un armario de lo más lindo. Sacó uno color melocotón con hilos y piedrecillas brillantes, y dijo que me quedaría lindísimo. Para cuando Loi regresó, ya tenía a Ipek maquillándome los ojos y a Gremory también vestida para la ocasión.
   No sé si Loi se los habrá comentado…pero hoy a la medianoche me comprometeré — nos dijo Ipek de repente.
   ¡¿Qué cosa?! — gritamos Gremory y yo.
Ipek soltó una carcajada y después asintió, resplandeciente:
   Hoy es un buen día para hacerlo: Khantati bendice a todas las parejas que se unen en esta fecha. Todos aquellos que se comprometen en la festividad del Árbol sagrado, tienen altas probabilidades de reencontrarse en sus próximas vidas.
En sus próximas vidas…
Janna apareció por la ventana y llamó a Loi: la ceremonia empezaría a las seis así que ensayarían por última vez. Gremory exclamó que aún no había terminado con ella, por lo que tomó todos sus implementos (cepillos, cintas y broches), y salió despedida, también para allá.
Ipek me observó de frente y sonrió. Me acercó el espejo y entonces no pude con la alegría.
Me había dibujado algunos pétalos minúsculos en la comisura de los ojos, e incluyó una pequeña piedrecilla verde suave que pegó con una crema de olor a duraznos en mi frente.
Decía que simbolizaba el buen juicio y atraía la buena fortuna.
   ¿Qué tal?
   ¡Muchísimas gracias! — respondí encantada con lo que veía. No sabía que tenía las pestañas tan largas, ¿o sería por el delineado? Ipek soltó una risita y después tomó mi cabello y roció sobre él algo de agua de flores. Se asemejaba al aroma de uno de los frasquitos que la tía Morgana me había obsequiado en aquel baúl que recibí hace dos años.
   Tienes unos ojos preciosos, Albania. — Ya me lo habían dicho varias veces, pero su sinceridad pudo más conmigo y terminé coloradísima —. ¿Sabes? Nosotros consideramos la mirada como una de las armas de seducción más poderosas en el mundo entero: espero que sepas usar la tuya, sería un desperdicio si no lo hicieras.
Negué algo avergonzada y rompió a reír.
   Loi me ha comentado que mañana tienen un baile muy especial.
Le dije que eso era relativo y me observó curiosa.
   La verdad yo no tengo ningún interés en asistir — resumí.
   ¿No hay ningún chico que te guste?
Bueno, de que había, había… Aunque el término “chico” estaba mal empleado. Era un ángel…el más bello, el más perfecto.
Y no lo había vuelto a ver desde hace tanto tiempo.
   Supongo que es difícil pensar que podrías casarte por obligación — añadió Ipek al verme tan pensativa. Suspiré, algo agotada—. Eso es muy común, inclusive entre los míos. Gracias a los cielos mi familia es modesta y todas esas cosas de “estirpe” y “apellido” no son de importancia. Yo escogí comprometerme hoy, y también escogí al que será mi futuro compañero.
   ¿Tú lo escogiste?
   Síp. Es decir, él era tan tímido… No me quedó más remedio que tomar las riendas o sino jamás sucedería nada. — Solté una risa ante la frase—. No sé si habrás oído la historia de Hakan y Liu…
   ¡Sí! — casi grité.
¡Cómo olvidarlo! La señora Jaidev y Kukuri nos habían hablado de ellos en Ampelio.
Fui tras el biombo a cambiarme de ropa. El vestido que Ipek iba a prestarme era muy suave y parecía de ensueño. Era de dos piezas pero muy ligero, nada a comparación de las pesadas faldas que traían los vestidos de gala que solíamos usar.
   Bueno, Hakan y Liu tienen una historia muy divertida. — La observé muy atenta a través del espejo mientras me anudaba los cordones de la parte superior —. Supuestamente en una de sus vidas, Hakan fue embrujado por una doncella y cuando Liu apareció en su vida, ¡el muy tonto ni siquiera la reconoció! El día de la boda con esta otra doncella, Liu se enfadó tanto que apareció montada en un caballo que le prestó el viento y secuestró al novio.
Imaginé a una intrépida chica montando un blanco corcel y deteniendo una boda en la cima de una montaña. Todos los invitados la observaban horrorizados cuando de un golpe dejó inconsciente a Hakan y lo subió a su caballo, tal y como narró Ipek.
Eso de llevarse al novio después de desmayarlo sonaba a algo que Alexia haría.
Se me escapó la risa tonta: si Nunita escuchara esto seguro le da un ataque.
   Finalmente Hakan consigue recordarla. Mientras ella galopaba, él despertó y volvió a golpearse con la rama de un árbol. Eso bastó para que la reconociera y huyeran hasta la puesta de sol, en donde volvieron a ser uno. Así como lo cuento no suena tan gracioso, la verdad — se disculpó divertida—. Es que yo bailo, es con lo que Khantati me ha bendecido. Otros, como mi prometido, tienen el don del buen narrador.
   Yo oí otra, cuando estuve en Ampelio — le comenté mientras me mostraba algunas de las joyas que me prestaría ese día. Tuve que poner mucho empeño en no decirle sí a todo porque todas eran demasiado bonitas—. Esa en la que fallece ahogada…
   ¿Esa en donde el mar se enamora de ella? — Asentí—. Sí, es uno de los khanta más tristes.
   ¿Khanta? — repetí curiosa.
   Así es como llamamos a las historias de nuestros dioses. En el caso de Hakan y Liu hay una gran variedad. Hay khantas trágicos, khantas de comedia, khantas repletos de erotismo...
   ¿E…erotismo? — repetí en voz alta y me cubrí los labios rápidamente, avergonzada.
Ipek elevó una ceja, divertida, y no pude evitar ponerme muy roja.
   ¿Qué sucede?
   Na-nada.
Solo había visto esa palabra una vez en toda mi vida; lo recuerdo claramente. Fue en uno de los libros que me había enviado Alexia: “Historias prohibidas de hadas y humanos”. Llegó a mis manos hace un par de semanas, y como la portada se veía de lo más interesante decidí empezar a leerlo esa misma noche.
“Primer veda”, era el título del primer capítulo, y trataba sobre un joven que atrapó de casualidad un rayo de luna. Este rayo en realidad era un hada de luz, y ella al ver por primera vez a un humano, cayó completamente rendida. Entonces lo besó, y conoció por primera vez al amor: “Eros la hechizó, y de él brotó la pasión. Lujuria y amor: de erotismo sucumbió”, decían las líneas, y me estremecí.
En ese momento Nunita entró a mi habitación y yo estaba tan concentrada en la lectura que ni me percaté de su presencia. Cuando vio la palabra “prohibida” en la portada frunció el ceño, recelosa, y me ordenó inmediatamente que se lo entregara. Traté de restarle importancia pero me lo pidió muy seria, y casi se desmaya cuando se lo pasé y vio la primera página.
»— ¡No sé cuántas veces voy a decirle al señor Alcides que su prima no puede enviarle este tipo de lecturas!
»— ¡No estaba leyendo nada, Nunita! — me defendí, y como me avergonzó tanto la idea de que el abuelo pudiera ver el texto dejé que se lo llevara sin chistar.
   El amor carnal es una de las formas más bellas de rendirle pleitesía a las creaciones más hermosas de Khantati — oí de Ipek.
   ¿Las más hermosas?
   El amor y el cuerpo material. — Me sorprendió muchísimo que dijera eso; a fin de cuentas, todo lo que escuchaba en casa era que la creación más hermosa era el alma—. También lo es, pero algunas religiones han devaluado el cuerpo…lo táctil. Si poseemos un alma, eso también es gracias al contenedor que somos, ya que sin cuerpo…
   Tampoco habría alma — acepté asombrada.
   Exacto. Ama tu alma…ama tu cuerpo: ama tu existencia al completo. Ama lo que Khantati ha creado para ser “tú” — me dijo y todo pareció verse místico.
¿Cómo era que Ipek sonaba tan madura siendo apenas tres años mayor que Loi y yo?
   ¿Amas a tu prometido? — me atreví a preguntarle cuando salimos ante la primera ronda de campanadas que sonaron desde la plazuela principal en Lavehda.
   Estoy loca por él — me respondió sin ninguna duda—. Y para él, yo lo soy todo.
Gremory me tomó por las muñecas y me dijo que estaba preciosa. Me llevó junto a ella para ver a Loi, y a lo lejos vi a Ipek junto a un muchacho de oscuros cabellos y porte severo. Sin embargo cuando la vio sonrió como un niño, y después la besó en la frente. Ella sonrió.
Yo también quiero amar y ser amada de la misma manera…
»— Y puedo ofrecerle lo que usted más anhela: el amor de su ángel custodio.
No…
Así no lo quiero.
Si no es genuino, como lo de Ipek, no lo deseo.



¨°*°*°*°¨

SOMAK


   ¿Un cigarrillo, mi estimado señor comandante? — me ofreció —. ¿O también le temes a eso?
No lo aguanté más: ese estúpido tono zalamero me revienta.
Saqué el revolver que llevaba en el cinturón y lo llevé directamente a su cabeza.
Cierra la boca, maldito hablador.
   ¿Te han dicho con anterioridad que tienes un pésimo sentido del humor?
¡PAM!
   No tengo sentido del humor — sentencié cuando su cuerpo cayó de espaldas frente a mis ojos.
Ojalá lo hubiese asesinado.
   Qué gruñón me has resultado — comentó desde la alfombra, con la mirada clavada en el techo.
Sí, ya sabía que era imposible hacerlo.
   Jódete, Berith.
Tomé una de las botellas que Nhyna guardaba en el estante de abajo y me transporté al exterior. Había olvidado que toda esta estúpida ciudad estaba de fiesta, y me da asco ver a tantos humanos revoloteando juntos.
Desaparecí y llegué a un lugar apartado: Khilari. Pasé entre algunos callejones, buscando algún tipo de entretenimiento más selecto. No demoré demasiado: oí a tres hombres murmurando por lo bajo y después se perdieron por la puerta trasera de lo que parecía ser una sastrería.
Excelente.
Destapé la botella y me bebí todo el contenido. Nunca en todos mis años de existencia he sentido esta maldita cosa: es como si no pudiera pensar más que en lo que el desgraciado de Viggo me había dicho.
»— Sé lo que te han dicho. Y yo puedo decirte cómo evitarlo…pero tienes que aceptar unirte a nosotros.
»— Pensé que era una oferta, pero empiezo a sentir que es una extorsión — recuerdo que le respondí a Berith cuando me abordó al concluir esa estúpida Anunciación.
»— ¿Extorsión, mi señor comandante? Me parece que no es el juego de palabras adecuado. — Sacó la jodida caja de metal y me ofreció un cigarrillo también en esa oportunidad—. Te ofrecimos unirte a la causa, Somak, porque como tú no hay igual. Eres un guerrero por naturaleza: amas las trifulcas, ¡los conflictos! Más adelante vamos a necesitar de tus estrategias bélicas, de tu poder de planificación, de esa retorcida manera de disfrutar que laceren el cuerpo de los que consideras tus piezas. Escucha, no solo estamos tú y yo: ¡hay muchos nombres más que te enloquecerían de la euforia! Te los diría pero sería dar demasiado sin haber recibido, por lo menos, una respuesta afirmativa de tu parte. Conoces a Gaap El Terrible, ¿no es así? El que fue el magistrado de la Anunciación de Orias. Ese maldito animal, el único capaz de devorar ángeles y demonios, ¡está de nuestro lado!
Gaap era lo que lo humanos llamarían caníbal. Decían que se había comido a más de 300 demonios, y que ahí radicaba el motivo de su bestialidad.
»—  Ya te dije que no estoy interesado.
En un principio lo estuve, no voy a negarlo. Incluso había venido a esta época porque Berith envió a varias de sus tropas para comunicarse conmigo. Él sabía de la ubicación de Valak, ya que comentó que sería una buena oportunidad para reencontrarme con un viejo camarada.
Falso.
Después de escuchar la propuesta extraña que me había hecho a medias, respondí que lo pensaría. Me habían prometido ser parte del surgimiento de un arma de la que nadie jamás había oído ni visto. Sería tan letal que inclusive toda la comunidad de ángeles podría desaparecer si se sabía usarla de la manera adecuada; eso sin contar que los mugrosos humanos por fin estarían en el lugar que les correspondía, en el último peldaño, como lo que siempre debieron ser: nuestros jodidos esclavos.
Resultó atrayente, definitivamente. Sin embargo Berith se volvió tan insistente, que la oferta pasó a convertirse en algo fastidioso, irritante. Me gusta que me propongan las cosas, no que me las impongan.
Y eso de La Original sencillamente me traía sin cuidado. Su origen, su actual convivencia con los humanos y sus dos custodios (quien por cierto, uno de ellos había resultado ser el cándido adonis de la rubia muñeca), eran detalles que resultaban irrelevantes para mí. No me importaban en lo más mínimo, ni siquiera ella: era interesante todo lo que la envolvía, es verdad; ese cuerpo humano conteniendo a ángeles y demonios fusionados. Era casi la trinidad perfecta, pero a mí ni me iba ni me venía.
Después estalló lo de la Anunciación, las palabras del bastardo de Viggo, y Berith y su insistencia transformada ahora en obligación. Empecé a atar cabos: no, este imbécil no había mencionado a Valak solo para que pudiera visitar a un viejo amigo, como había dicho en un principio.
Parecía que todo había estado perfectamente planeado, y lo que era aún más sospechoso: Berith me quería en su organización sin lugar a negativas.
   Largo, mocoso — oí de pronto. Un hombre me cerró el pasó en cuanto abrí la puerta trasera por la que habían ingresado los otros humanos—. Este no es lugar para…
   Largo, inútil.
¡BROM!
 Después me preguntan por qué los humanos me sacan de quicio. ¡Son tan débiles! Yo solo le di un leve empujón al sujeto este, y que se viene a desmayar.
Crucé el umbral y me encontré con una escalinata estrecha que parecía conducir a un sótano. A medida que bajaba los murmullos se fueron transformando en gritos. Ni bien pisé el último escalón, otro pasadizo me recibió.
Estupendo: peleas clandestinas.
   Trescientos al flacucho — aposté en cuanto llegué al círculo: si lo mataban frente a mis ojos ya me daba por servido. El viejo que llevaba las cuentas me miró de pies a cabeza, tal vez no ubicando mi rostro, pero en cuanto le mostré los billetes esbozó la sonrisa carente de dentadura.
Mi caballo ganador salió a campo: era perfecto. Huesudo, encorvado y con la piel tan amarilla que parecía cera. Iban a darle una paliza increíble: a lo mejor y hoy era mi día de suerte y lo mataban. Pero lo vi inclinarse, no para prepararse para la lucha, sino para recibir de manos de otro un ave de plumajes rojizos.
Su contrincante hizo lo mismo: sacó a su propia criatura y se aseguró de colocar de la mejor manera la pequeña cuchilla en la pata derecha.
Mierda: qué aburrimiento. ¿Así que no serán humanos matándose?
   ¿En serio te conformarás con una ridícula pelea de gallos? — Resoplé ante la voz: no iba a rendirse. Berith me había seguido literalmente hasta el otro lado del mundo—. Acepta el trato, Somak: tendrás las peleas que desees, apostarás lo que se te venga en gana. — ¿Por qué carajos no se calla?—. Y si todo va como planeamos, a lo mejor y hasta tienes tu propio caído como combatiente. ¿Te imaginas? Sé que amabas asistir al coliseo; qué buenas épocas: ver a humanos matándose por puro placer de un tercero.
   Lárgate.
   Todo eso, Somak…todo eso podría ser tuyo. Y lo que es más importante, aunque te niegues a admitirlo,…
Lo observé, esperando que cerrara ya el pico.
   …conservarías a tu amigo vivo.
La pelea empezó: los gallos matándose el uno al otro. Uno se distrajo por un trozo de pan que cayó de las tribunas; el otro aprovechó y lanzó el tajo a matar.
Muerto por un trozo de pan...
Mierda.



¨°*°*°*°¨

ANIEL


   ¡Escucha, hermano! El martirio de inducción va a dejarte algo adormecido, aletargado. Ni bien salgas de esa sala rara…
   Magna…
   Sí, sí, ¡vendrás a buscarme sin demora, ¿me has entendido?! — Asentí muy convencido—. Aniel, por amor a lo que más valores, ¡no lo olvides! El martirio que voy a lanzarte ahora va a dejarte…
   Adormecido. Lo has repetido varias veces.
   Sí, sí, pero que te pongan bajo el Li-kay solo incrementará esa sensación. Procura mantenerte aislado en cuanto terminen contigo: no hables con nadie, no observes a nadie. Te retiras sin decir absolutamente nada, y vienes a buscarme, ¿comprendido?
   ¡Que sí!
Seir había dejado muy en claro cada uno de los efectos a los que me vería sometido después de que lanzara aquel martirio sobre mí. Lo había repetido tantas veces que cometer algún error sería casi cómico.
Esperaba terminar cuanto antes, para así poder ir a verla. Hoy era su cumpleaños, y aún teníamos un asunto delicado que aclarar:
Los nueve besos en la bodega de aquel teatro.
   Hermano, ¡no me estás prestando atención! Escucha, casi te cercenas un brazo una vez, y eso que fue un martirio leve, así que por favor...
   ¡Ya entendí! Apresurémonos que en cualquier momento vendrán por mí.
   Vaya que estás un pelín exaltado.
   Ya te dije que es importante.
   Sí, sí.
Seir aspiró una gran bocanada de aire y adquirió su forma original. Me dijo que debido a la cantidad de recuerdos que ocultaríamos, era necesario concentrarse al máximo. Lo escuché recitar el martirio y poco a poco algunas inscripciones en tonos rojizos empezaron a brotar de su cuerpo. Una a una fueron creando una especie de mural repleto de emblemas; minutos después, me preguntó si estaba listo.
» Aniel, solicitamos tu presencia en la Sala Magna ahora…
   Hazlo — le pedí impaciente. Estaban llamándome: si no acudía, vendrían por mí.
   Se devient…mirage oldu — murmuró—. Que lo visto…sea espejismo
No sentí más que una brisa cálida golpeándome el rostro. Seir volvió a tomar forma humana y agitó los dedos frente a mis ojos. Parecía que lo hacía extremadamente lento y todo alrededor parecía sonar con eco.
De pronto abrió los ojos y me tomó por los hombros: “vienen por ti, hermano. Escucha, ¡vuelve a Izhi en cuanto termines, yo estaré ahí! No sabemos qué otros efectos podrían surgir: tal vez hables de más, tal vez termines revelando cosas que siempre has guardado para ti mismo. ¡Oye! ¿Me estás escuchando?”.
Claro que lo escuchaba, ¿por qué hablaba como si yo no entendiera lo que me decía?
Entonces todo se transformó en una espiral de colores. Sentí un brusco mareo: los ojos de Caila me observaban suspicaces.
   ¿Aniel? ¿Te sientes bien? ¿Por qué demoraste tanto?
No le respondí y pasé de largo hasta el umbral: no hables con nadie, no observes a nadie. Ya había llegado a la Sala Magna. ¿Cómo? Es algo que también quisiera saber.
Cerré los ojos y adquirí mi forma original. Sentí cada una de mis plumas rozándose entre sí por el movimiento. Me lancé al enorme agujero y aterricé en la superficie completamente negra. Podía ver mi reflejo a través de ella.
Cuando elevé la mirada, me encontré cara a cara con una criatura un poco más robusta que yo. Su pelaje era oscuro, y sus ojos violeta brillaban con muchísima fuerza.
Parecía ser una pantera, y me observaba severamente. Creí escuchar algo, pero volvía a sentir lo mismo de hace un rato: los sonidos parecían tener ecos tan profundos que no llegaba a distinguir significados.
Principado, Li-kay, Abdiel, fue lo poco que conseguí oír.
» Li-kay…
Sentí un jaloneo brusco y después perdí el ritmo visual. Imágenes iban y venían, arremolinándose unas contra otras; por momentos algunas se iluminaban extremadamente y perdían sus formas. Todo blanco, todo blanco…que lo visto sea espejismo… Negro, a color, y blanco, nuevamente blanco, blanco porque lo visto solo era espejismo…
   Acabamos. No hay nada inusual… — oí lejanamente. La pantera era un sujeto alto, me miraba suspicaz, receloso.
Y el eco…el eco no se iba, el eco regresaba. Los ojos de Caila, los Abdals: “no pasa nada, está aletargado. Debe ser por el ataque de antes… el mismo Drol Qinaya pidió que reposara en sus aposentos”.
   No — alcancé a decir, y lo escuché como fuertes campanadas. Caila me miró preocupada: “Aniel, ve a descansar. Nanael estará contigo en unos momentos”, y de ahí todo se hizo lejano y borroso: enola, Nanael, comunicar. Y Seir, la voz de Seir resonaba: vuelve a Izhi…a Izhi.
En Izhi debía estar.
   ¿Aniel? ¡Aniel! ¿Me escuchas? — Asentí muy seguro, pero Seir no dejaba de sacudirme. “¿No querías que regresara a Izhi? ¡Aquí estoy!”, quise decirle, y creo que lo hice, pero de ahí solo observaba los musgos húmedos. Escuché unas carcajadas, mi pecho subía y bajaba: ¿eh? ¿El que se reía era yo?
Sí, parecía que era yo: a lo mejor por eso estaba inclinado, o quién sabe. Mi rango de visión parecía haberse hecho muchísimo más agudo de lo que ya era.
Un momento… ¿cómo llegué a Izhi? ¿Todo había sucedido tan rápido o…?
   No eres consciente de todos tus movimientos. — El eco seguía sonando, pero había menguado al menos un poco. Las ramas se movían lentamente; de pronto mis plumas se hicieron piel. Observé mis manos, mis dedos —: ¡Mierda! ¡No ahora!  — maldijo.
¿Qué sucede? ¿Por qué está tan enfadado?
Traté de concentrarme pero no podía con el viento soplando alrededor. Seir volvió a sacudirme: pacto, me están llamando, no te muevas: volveré. Quédate aquí…
Quédate aquí, aquí me quedaría. El remolino se lo tragó: di un paso en falso. Mi cuerpo se tambaleó.
¡BROM!
Peso…peso porque estoy materializado. Peso porque en este momento soy como cualquier humano.
Un humano aletargado, para ser más exactos.
Las estrellas: habían miles, miles de ellas. Miles de estrellas desfilando, desfilando y cantando; tal y como sucedió la primera vez que la vi.
Poco a poco, poco a poco recordaba. El viento ya no se sentía tibio, estaba haciéndose frío. El Li-kay, ese Principado llamado Abdiel: no hay nada inusual dijo, porque no había visto absolutamente nada de lo que yo consideraba más valioso.
¡Pom! El sol pareció encenderse en la oscuridad. ¡Pom!, volvió a apagarse. Vi la fresa sumergida, la seda dorada. El viento jugueteaba con cabellos marrones, color chocolate. La sonrisa de niña, los pucheros infantiles. Entonces los ojos se abrieron, y me encontré con ese cielo verde, gris, a lo mejor pardo. Y brillaba, brillaba tanto que podría haberme quedado contemplándolo eternamente. El cielo fulgura peligroso, y después amenaza con estallar en aguacero: “quién en su sano juicio besaría a alguien como yo”, reclama y todo estalla, estalla porque si es así, yo ya perdí la cordura hace mucho. Yo la besaría, la besaría siempre porque lo era todo y sin ella era nada. Ella con la sonrisa de aurora, con la mirada de ensueño; ella a la que deseé regalarle una rosa roja, y por la que empezaba a añorar en silencio. Ella la de la boca de fresa y labios de miel; ella a la que en un instante quise abrazar y, solo por un momento de brumas, poseer .
Aun sin comprender exactamente qué significaba aquello.
   Aniel…
Ella, la de la voz melodiosa.
   ¡Aniel!
Ella, la que acababa de aparecer en el silencio.
“Procura mantenerte aislado, no queremos que cometas alguna locura”, eso dijo Seir. Es lo que me había dicho Seir.
¿Qué dijo Seir?
No lo sabía, ahora solo la veía a ella, a ella…
Y a sus hermosos ojos.
¿Hijo más amado yo? No, falso…
Hija más amada ella. Ella, porque era perfecta.



¨°*°*°*°¨

ALBANIA

Había quedado completamente asombrada con la ceremonia para el árbol sagrado de aquel dios llamado Khantati. Hubo velas encendidas, pétalos de flores y campanillas sonando por todos lados. Loi se presentó con un grupo de cinco chicas, lideradas por Ipek, quienes bailaron un tema llamado “el sueño de Khantati”. Casi me pongo a llorar de la emoción cuando salió corriendo y prácticamente se convirtió en el viento, saltando de aquí para allá con delicadeza y torciéndose graciosamente mientras jugaba con el manto brillante que colgaba de sus brazos. En un momento se quedó muy quieta, respirando silenciosamente, y cuando los tambores y el violín del tío de Ipek resonaron, dio un par de vueltas casi en puntillas y descalza. Gremory y yo no pudimos más y rompimos en aplausos, pero tuvimos que detenernos inmediatamente porque era parte de un ritual ceremonial y nadie debía hacer ningún tipo de ruido.
Si el baile no fuera mañana nos habríamos quedado más tiempo; pero Loi temía que Matilde subiera a su habitación y se diera cuenta de que algo iba mal. Como Gremory había tenido que crear a dos quimeras para camuflar nuestro escape de casa, solo había podido conseguir que se vieran igual a nosotras, mas no que sonaran igual. Si Matilde o Nunita ingresaban y preguntaban algo, la que se supone era Loi y yo, solo respondería con un: “hmp”, fuese cual fuese la pregunta.
Nos despedimos de Ipek y le deseamos lo mejor del mundo para su compromiso. Qué lástima que fuera a ser tan tarde: Janna había comentado que la familia del futuro novio tendría que presentar sus respetos a la de la novia para así sellar un acuerdo entre futuros parientes, y para esto la mujer más joven de la primera familia tenía que interpretar un khanta acompañado por el hombre más joven de la otra familia.
Ahora entendía un poco del por qué la tía Morgana amaba tanto Nueva Ihara: allá tenían rituales ancestrales muy variados e interesantes. Eso sin contar que las historias de sus dioses sonaban a magia pura.
Loi y yo tuvimos que volver a nuestros aburridos vestidos y después nos despedimos. Gremory se ofreció a llevarnos a ambas, pero le pedí que solo se encargara de Loi. Yo podía transportarme y volver a casa sola, y así también evitaba que siguiera gastando fuerzas.
Cerré los ojos y me concentré lo suficiente. No fue hasta que sentí el viento frío recorrerme el cuello desnudo que descubrí el error: había pensado en transportarme a Izhi cuando debía pensar en volver a mi habitación.
En fin.
Izhi se encontraba calmado, repleto de esa sensación de soledad que suele rodearlo en noches como ésta, con luna a medio crecer. El arroyo se deslizaba suavemente, las hojas susurraban tímidamente. El enorme árbol del que colgaba el columpio de Joan seguía ahí, tan imponente como siempre.
Ya tengo dieciséis años….
Observé las luces de allá al fondo, en casa. Sí, lo mejor era regresar de una buena ve…
¿Eh?
Antes de que girara algo brillante llamó mi atención. Cruzando el río y en el césped había algo…no, alguien.
Alguien parecía estar inconscien…
¡NO!
¡SPLASH!
No  tuve que pensarlo demasiado: mi cuerpo actuó más por instinto que por razón. Ya estaba cruzando el río dando enormes zancadas. No iba a llegar tan rápido como quería a pesar de lo sosegado de la corriente, así que cerré los ojos y me transporté.
¿Por qué?
¿Acaso…acaso sería…?
El cuerpo me tembló violentamente: cabello desordenado...
Eché a correr: ¡era él!
   ¡Aniel! — grité casi con el alma en la boca. No se movió; solo seguía ahí, como desmayado—. ¡ANIEL!
No podía pensar con claridad. Llegué hasta él y lo vi con los ojos cerrados, respirando suavemente pero completamente pálido.
No… ¡no entiendo nada! ¿Acaso no estaba ocupado? ¿Acaso no estaba lejos de mí pero a salvo? ¡¿Por qué estaba en este estado?!
   ¡Aniel! — repetí y palmeé su rostro con suavidad—. ¡Aniel! ¡ANIEL!
Los ojos se le abrieron lentamente. Observó al frente, como si hubiera algo curioso en el cielo, y después bajó la mirada. Me estremecí bruscamente porque no dijo absolutamente nada, pero elevó una mano para rozarme una mejilla.
Por un segundo pensé que se trataba del demonio de la vez pasada, pero no había forma. Sabía que era Aniel, estaba completamente segura.
   Aniel, ¿qué…? ¿Qué sucede? ¿Por qué…?
   Feliz cumpleaños, bonita — murmuró y se reincorporó. Me miró fijamente y el cuerpo me tembló: había posado su frente sobre la mía; los ojos de sol me cegaron—. Dieciséis años…dieciséis hermosos años…
   ¿A-Aniel? — balbuceé.
   ¿Eres feliz, Albania? ¿Has sido feliz en estos dieciséis años de vida?
Me quedé de una pieza, sin comprender por qué hablaba así. De pronto lo vi tan pálido, tan sonriente, tan ido, que lo imaginé con los ojos cerrados por completo, bajo un sueño eterno.
   ¿Por qué quieres llorar?
Por ti…
Porque desapareciste así, sin decir nada, y ahora por algún extraño motivo te he imaginado muerto.
   Te fuiste…te fuiste y no supe de ti — admití y sus ojos me miraron tranquilos, esperando que continuara—. Después yo me fui…y ni siquiera te despediste. ¡Y a mi regreso…! A mi regreso ni siquiera…
   Estaba algo ocupado, pero te pedí que esperaras, que hablaríamos… — Me aferré a su cuello y sentí la bonita calidez de sus brazos alrededor de mi cintura—. ¿Qué te has hecho en los ojos? Se ven más hermosos de lo acostumbrado.
Me sobresalté bruscamente: ¿qué sucedía? Él nunca me hablaba de esa manera. Es decir, no es como si me desagradara, pero Aniel tenía la odiosa costumbre de hablarme como si fuera una niña, pero en este momento…
En este momento era como si estuviera charlando con alguien de mi misma edad.
   ¿Qué pasa? — me preguntó curioso—. ¿Estás enfadada por tu obsequio?
   Claro que no — repliqué indignada: ¿cómo podía pensar eso? —. Ya te dije que desapareciste y pensé…pensé…
Que ya no querías verme, que todo había sido un error.
   Estuve algo ocupado. Hay…hay un par de visitantes que no se ha anunciado pero que parecen querer hacer acto de presencia…
   ¿Cómo? — Deslicé mi mano por el prado y me aventuré a tocar su mano. El corazón se me infló de la emoción cuando atrapó mis dedos y los apretó cariñosamente.
   Están viniendo a conocerte —. ¿A mí? —. Pero como son seres de los que tenemos muy poca información, es que hemos estado intentando establecer contacto previo.
   ¿Es por eso que estás así de exhausto? — Elevé la otra mano con algo de nerviosismo y la hundí en su cabello. Sonrió y dijo que no importaba —. Claro que sí. Lo último que quiero es verte así.
   Si es por ti no hay problema. — De acuerdo, voy a desmayarme—. Si me pidieran la vida, gustoso ya la habría dado.
No pude con lo último. Algo estaba sucediendo y no sabía exactamente qué. Aniel…Aniel era el ser más amable y bondadoso que yo conocía; pero en esta oportunidad estaba a punto de enloquecerme. Si volvía a sonreír así, casi como el novio de Ipek cuando la vio llegar a él, no podría contenerme más y terminaría gritándole que viniera mañana a pedir mi último baile.
Entonces lo recordé: había una charla pendiente, algunas cosas que aclarar. Observé sus ojos y fue inevitable que me enfocara en su boca.
¿Alguien puede volverse adicta a los besos?
Porque era exactamente lo que me estaba sucediendo.
   Tenía un obsequio…en realidad lo tengo guardado desde hace tanto… — ¿Eh? —. Esa rosa nunca debió ser blanca, pero es que hay tantas cosas de este mundo que aún no conozco.
¿Eh? ¿Nunca debió ser blanca?
¿Es que acaso está delirando o algo?
   ¿Acaso no lo recuerdas? — me preguntó sonriente. No sé qué cara habré puesto que rompió a reír y terminé aún más fascinada —. Después del canto de ese ciselo…
Me concentré, buscando el pasaje. Mi yo con trece años, buscándolo alrededor de mi habitación.
»— Los Ciselos son un tipo de aves que no viven por aquí. No llore, señorita cumpleañera. Tengo un obsequio más… pero voy a dárselo después de su fiesta de cumpleaños.
Claro, ahora que lo pienso mejor, aquel día él prometió darme un obsequio más. Entonces el vaisiux apareció y…
   Justamente no lo volví a mencionar por eso. Temía que lo recordaras, que los malos recuerdos te abrumaran.
Ya habían pasado años, pero si me preguntaran cuál había sido la escena más horrorosa de toda mi vida, diría que el usar aquella horrible máscara que él llamó bozal.
   Es por eso que era necesario que intentara contactarme con los que están viniendo — añadió. El viento le desordenó el cabello: hermoso casi resonó en mi mente —. Esa vez me juré a mí mismo que nunca más te sucedería algo semejante.
   ¿Por…? ¿Por qué?
   ¿Que no es obvio? — respondió arrogante. Se puso de pie y automáticamente lo atrapé por la muñeca.
¿Qué era lo obvio? Dímelo, dímelo…
¿Acaso sería posible…?
¿Acaso me amab…?
   ¡Ah! — solté un gritito cuando me tomó en brazos. Me aferré a su cuello cuando empezó a correr, muy contento. Sentía el viento impactarme contra el rostro, y los árboles quedarse atrás uno a uno. Lo oí reír, y entonces recordé haberle oído decir a aquel demonio llamado Seir, que Aniel amaba correr así, veloz, casi desafiando al propio viento. Solté otro grito cuando giró violentamente, sin avisarme, y entonces a lo lejos vi un manto oscuro, tan oscuro como el mismo firmamento.
¡Un momento…! ¡¿Eso..?! ¡¿Eso no era el mar?!
   ¿Aniel? — Estaba corriendo rumbo a los peñascos, rumbo al abismo—. ¡ANIEL!
No me dio tiempo para más. Cerré los ojos fuertemente y solté un grito que probablemente se oyó a kilómetros de distancia. Tomé una fuerte bocanada de aire, esperando respirar a pesar de hundirnos en las profundidades del mar, pero me envolvieron en una especie de tibia brisa. Sentí que los brazos que me acunaban me dejaban sin protección, y cuando estaba por volver a soltar un alarido, repentinamente caí sobre algo mullido, una superficie extremadamente suave y con el aroma más dulce del mundo entero. Abrí los ojos y me encontré sobre las plumas del ave al que amaba con locura desde que tenía memoria.
¿Qué…?
   Feliz cumpleaños… — oí a través del hermoso ulular y tuve que poner mucho empeño para no terminar asfixiándolo al aferrarme al largo cuello resplandeciente —. No tengo rosas rojas, ni poemas…pero te puedo jurar que cada vez que estés feliz y quieras celebrarlo, o estés triste y busques consuelo, saldremos así…a dar un paseo.
   ¿Siempre? — me aseguré, recostándome sobre las suaves plumas. Me dijo que sí pero eso no me bastaba—. ¿Siempre, Aniel? ¿Incluso en nuestras próximas vidas?
» Khantati bendice a todas las parejas que se unen en esta fecha. Todos aquellos que se comprometen en la festividad del Árbol sagrado, tienen altas probabilidades de reencontrarse en sus próximas vidas.
   En todas las que vengan…
   Júramelo.
   Te lo juro.
Nunca creí observar el mar e Izhi desde esta altura. Me acurruqué en el dorso suave, perdida en el aroma a estrellas y a sol, y me pregunté tímidamente si esto no sería una confesión.
¿Era así? ¿Debía tomarlo de esta manera?
Planeamos un tiempo más hasta que el viento frío amenazó con arruinar el paseo. Tirité levemente, a pesar de lo cálida y cómoda que me sentía aquí, y entonces sentí que se irguió un tanto:
   Tienes frío — ululó. Quise mentirle pero los dientes me castañearon.
Recorrimos la orilla. Me pidió que me aferrara a él porque subiríamos a Izhi.
Suspiré, casi hipnotizada por la suavidad de su cuerpo, y entonces todo volvió a suceder de manera vertiginosa. El viento cálido nos envolvió y al segundo me encontré sobre sus brazos, siendo guiada hasta el columpio de Joan.
   Espero que el obsequio te haya gustado — me dijo. Aún vi aquel gesto risueño en su rostro, casi como ido, adormilado, pero no me importó: podría haber muerto de la felicidad solo con estos minutos a su lado.
Me depositó con delicadeza en la hierba suave, y me miró contento. El corazón me latió con tanta violencia que ya no pude soportarlo más.
   Júralo…júrame que siempre vas a estar conmigo — le pedí.
Sentí sus dedos presionando los míos, sus ojos observándome tranquilos.
   Siempre… — me aseguró y los labios me tentaron. Las imágenes destellaban: aquella bodega, el sol disfrazado de humano…
Alen…Alen Forgeso.
Ven…ven mañana y reclámame como tuya, porque ya lo soy…
Me erguí todo lo que pude y ya no lo controlé: mi boca rozó su mentón y el aroma a sol me extasió. Los ojos miel me miraron, casi como preguntando algo que no requería de autorización. Me puse de puntillas y entonces se inclinó. Para cuando volví en mí, ya tenía su boca sobre la mía; los nueve besos transformándose en diez, once, casi veinte. No sé en qué momento terminé obligándolo a retroceder hasta que dimos contra el tronco de aquel árbol. Enrosqué mis dedos en el cabello desordenado, y entonces lo comprendí: comprendí qué era lo que había sentido el hada de luz cuando conoció el amor por primera vez. Comprendí la palabra deseo, comprendí el nombre de Eros: hijo de Afrodita, hijo de Ares, del amor y la guerra, del subyugo y de la sumisión.
Rompimos el beso y me sumergí en lo miel: Khantati, Dios o El Todo; yo, Albania Formerio, o La Original como me conocen algunos, te juro aquí, bajo la luna creciente y frente a este arroyo, que daría mi alma entera con tal de ver estos ojos en todas mis existencias.
Me sonrió y lo atraje hacia mí. De pronto el beso pareció insuficiente, pareció incompleto; abrí los labios y...
…todo estalló.
   Ah… — Mi alma se transformó en suspiro; mi cuerpo en brasa hirviendo. Sentí su lengua ingresando y el delirio retumbó. Mis uñas se clavaron en sus hombros, su boca bebía de la mía. No aguanté más: la respiración se disparó. Mi pecho rozó el suyo, y mis piernas empezaron a flaquear.
Tócame…tócame…
   ¡¿Qué está pasando aquí?!
Solté un grito que no tuvo nada que ver con lo anterior. De la nada toda la espiral de comodidad se transformó en desesperación. Alguien nos había obligado a separarnos bruscamente, y se trataba de aquel al que menos esperaba en este día.
Nanael técnicamente había tomado a Aniel por el brazo y lo había empujado lejos.
   ¡¿Qué demonios está pasando aquí?!
   Nanael, no es lo que parec…
   ¡Silencio! — me espetó bruscamente y después lo vi como un loco, tomándolo por el cuello fuera de sí—. ¡¿Esto es lo que haces cada vez que te dejo a solas con ella?! ¡Aniel, ¿qué mierda sucede contigo?!
   ¡DÉJALO! — chillé asustada.
   ¡¿Y qué diablos es esto?! — reclamó indignado. Aniel lo observaba muy serio pero sin reaccionar—. ¡Pero si tienes un maldito martirio de inducción sobre ti! — ¿Qué? ¿Martirio…? —. ¡¿Quién fue?! ¡¿Ella?! ¡No es posible, estoy muy seguro de que no sabe usar más que salmos y gozos!
   Nanael, cálmate…
   ¡¿Qué me calme?! ¡Acabo de encontrarlos y…!
   ¡NO SON TUS ASUNTOS!
   ¡ERES MI HERMANO DE NACIMIENTO, CLARO QUE SON MIS ASUNTOS!
De pronto lo vi: sangre…
Aniel estaba sangrando por las muñecas.
   ¡No! ¡¿Qué le estás haciendo?! — reclamé.
Nanael giró; por un momento creí que me golpearía.
   ¡FUERA DE AQUÍ!
   ¡NO LA TOQUES! — bramó Aniel y al instante apareció frente a mí—. ¡Ni se te ocurra tocarla!
   No puedo creerlo… Sabía que pasaba algo, ¡sabía que las cosas no marchaban bien! ¡Pero de todos los posibles errores…!
Error…
   Basta…
   ¡De todas las posibles blasfemias…!
   ¡BASTA! — gritó Aniel y todo perdió sentido. Nanael se lanzó hacia el frente y para mi horror lo golpeó en el abdomen, loco de ira. Traté de interponerme, suplicándole que no lo lastimara, pero no pasó mucho tiempo para que ambos adquirieran su forma original.
¡No! ¡NO!
   ¡PAREN! — chillé espantada; Nanael me mostró los dientes, frenético, y le temí. Le temí más que nunca porque a pesar de tratarse de él, nunca lo había visto así. Casi como si fuera la furia misma.
Aniel estaba pensando en alejarse para obligarlo a perseguirlo, pero el lobo rojizo fue más veloz y terminó embistiéndolo con todo su cuerpo antes de que despegara.
   ¡NO LE HAGAS DAÑO! — grité cuando lo vi caer sin fuerzas sobre el arroyo. Corrí hacia allá pero Nanael fue más veloz. Dio un salto y prácticamente aterrizó junto a él—. ¡NO, NO POR FAVOR!
Mostró los dientes y lo capturó por el cuello para después empezar a sacudirlo con violencia.
¡No! ¡Lo va a matar!
   ¡Pequeña! — oí de pronto y me encontré con Gremory que abrió los ojos, sorprendida ante el espectáculo.
   ¡Gremory! ¡Gremory, tenemos que hacer algo o lo matará!
   ¿Pero qué…? — Oí el ulular adolorido y ya no pude más. Giré, dispuesta a sumergirme en el arroyo y separarlos yo misma, pero me detuvieron por el brazo—. Pequeña, ¡tienes que volver a tu casa ahora mismo!
   ¡¿Qué?! ¡No! ¡No voy a dejarlo! — Oí un aullido; Aniel había conseguido defenderse de algún modo, pero poco sirvió: Nanael recobró su forma humana, él también, exactamente para detener el puño que iba directo a su rostro.
   Pequeña, escucha, yo…yo no sé qué ha sucedido pero te juro que trataré de separarlos. ¡Pero tú debes regresar a casa ahora mismo! Hace un segundo pasé a dejarte un recado de Loi y me encontré con la escena: ¡tu nana no deja de llamar a tu puerta, la quimera está por desaparecer…! ¡Si no te encuentran en tu habitación arderá Troya!
   ¡No, Gremory, no puedo…!
   ¡¿Es en serio?! — oímos y de pronto lo vi: el demonio rubio de la vez pasada. Tarek… No, Seir—. ¿Qué ha pasado? ¡Solo me fui una hora!
   No lo sé, ¡no lo sé! ¡Yo acabo de llegar! — respondió Gremory exaltada—. ¡Pequeña, vete! ¡Vete! Seir y yo nos encargaremos…
   ¡Pero…!
   ¡VETE! — me gritó Aniel a lo lejos. Lo observé, consternada, y asintió severo. Apreté los puños y me transporté, con la horrible sensación de haberlo arruinado todo.
Aparecí en el balcón: mi otro yo acababa de desvanecerse. Efectivamente estaban golpeando la puerta con insistencia.
   ¡Niña Albania! ¡Niña Albania!
Me quité el vestido de un tirón y lo escondí bajo la cama ya que estaba algo húmedo. Me puse la piyama casi luchando contra ella y me acurruqué entre las cobijas, temblando por completo.
No podía quitarme de la cabeza los ojos llenos de rabia de Nanael.
   ¡Niña Albania! ¡Voy a entrar!
Por favor, que esté bien. Que Gremory y Seir puedan ayudarlo.
   Nu-Nunita… — balbuceé temblando. Me miró ceñuda pero después sonrió con comprensión: supuse que me veía como alguien que había estado profundamente dormida y acababa de despertar bruscamente —. ¿Qué…? ¿Qué sucede…?
Rogué porque no notara el vestido oculto bajo mi cama.
Aniel…Aniel…
   ¿Qué sucede? ¡Pues que llegó tu obsequio de cumpleaños, princesa! — oí desde la puerta, y de inmediato reconocí la voz.
   Tía… ¡tía Morgana!
   En realidad la tía solo ha sido la encargada de traerlo — dijo alguien más, y los ojos se me abrieron—. Porque el regalo soy yo…
Se quitó el sombrero de copa. Casi pude ver los ojos recelosos de Nunita ante la corbata masculina en su atuendo.
   ¿Y bien? ¿Cómo has estado, Alby?
Me quedé de una pieza.
   He venido por tu cumpleaños;  y también por ese absurdo baile de las luciérnagas.
Mi adorada prima: Alexia.



¨°*°*°*°¨


Estoy impactada por todo lo que se viene en el ACTO XVI. Lo he venido planificando desde que escribía Noches de insomnio, porque se viene un suceso que nos va a cambiar todooo lo que ya hemos visto hasta ahora. Me llegó una preguntita hermosa al inbox, y esa fue por qué Sisa veía a Albania tan mala cuando aquí, en ADC, no parece tan así: bueno, la respuesta está dividida en dos partes. La primera: sabemos que Bellota no tenía más que retazos de recuerdos sobre Albania, así que como dicen…si no tienes la versión completa, no puedes asegurar nada. Y la segunda: a lo mejor mi pequeña Albania ha tenido ciertos motivos que más adelante comprenderemos mejor.

Entre otras cosas: Somak me ha resultado un personaje estupendo. Cuando nació ya tenía pensado un perfil definido para él, pero ha terminado sorprendiéndome porque se me ha escapado de las manos y ya está caminando solo. No voy a decir que lo que le ha comentado Berith en una parte…no sea algo que suceda en el futuro (a lo mejor si leen entre líneas se comprenda mejor *-* ).

¡Bhaaad! Bhad y Cavadrio son dos de los personajes que tenía más ganas de presentar yaa. Van a ser importantísimos: creo que han notado, como dijo Aniel, que él no sabe de luchas (por eso Nanael lo ha agarrado de piñata en este capítulo XDD). Bhad va a tener mucho que ver aquí me parece. Eso sin contar que Seir también va a pasar un tiempo a su lado (ya sabemos gracias a quien tenemos a Tarek en Noches de insomnio <3)

Luca Liberia: Dios, cuando escribí su parte sentí la rabia de un hijo rechazado por estupideces. Mariano Liberia no es un padre “malo”, pero deja bastante que desear, no voy a negarlo. Y Lavehda… de verdad Lavehda es uno de los lugares más hermosos y mágicos de la historia. Todo lo que Ipek ha comentado sobre los rituales y Nueva Ihara son importantes…en el siguiente capi vamos a comprender yaaa por qué *-*

Listo, los dejo porque al final yo termino hablando más que ustedes. No olviden comentar.
La fecha tentativa de actualización será el 26 de octubre :D

Pd. Alguien se dio cuenta de que Hethos apareció? *-*


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